Categoría: Años 30

Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Por Juan Carlos Sierra Freire

Los primeros registros parroquiales que se conservan de la Parroquia de Santa Eulalia de Parderrubias (o Santa Baia, como así aparece en los libros parroquiales) se hallan en un Libro de Fábrica del año 1562. Era el año en que Carlos I de España y V de Alemania abdicaba del trono. En 1564 se encuentran los registros con los primeros vecinos bautizados, y en 1565 y 1567 los primeros casamientos y enterramientos, respectivamente. La primera lista de vecinos confirmados data del año 1590.

A lo largo de estos casi 500 años, la parroquia de Parderrubias fue regida por numerosos párrocos. Aunque su cuantificación exacta es prácticamente imposible -sobre todo, antes del siglo XVI-, un examen detallado de todos los libros parroquiales, así como de documentos previos a estos, nos ha permitido elaborar una lista lo más completa posible de los curas que estuvieron al frente de la parroquia, y que ya fue publicada en su momento en el Blog de Parderrubias. En este artículo trataremos de contextualizar el paso de estos clérigos por la parroquia y precisar, con el mayor detalle posible, su vida y sus obras.

Aunque los primeros nombres de párrocos registrados en los libros parroquiales datan del siglo XVI, en el Libro de Notas del Regidor Álvaro Afonso del año 1434 ya se hace alusión al clérigo rector de la Iglesia de Parderrubias, don Gonçalvo Afonso; y, en 1435, diversos documentos redactados por notarios aluden a clérigos de Parderrubias, entre ellos a don Juan Fernández. En esa época existía una pequeña iglesia, en donde ya se honraba a Santa Eulalia.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XVI

Durante buena parte del siglo XVI, la presencia eclesiástica en el mundo rural no era tan intensa como lo sería en los siglos venideros. En general, los edificios parroquiales sufren bastante abandono -en Parderrubias no existía todavía una casa rectoral- y los vecinos se limitaban a ir a misa los domingos y a cumplir con el precepto pascual. Antes del Concilio de Trento, hubo intentos por parte de algunos obispos por dignificar el clero, mejorando por ejemplo el nivel cultural de los párrocos, con el objeto de diferenciarlos del campesinado (Saavedra, 1991).

En el año 1562, la parroquia de Parderrubias estaba conformada por 25 feligreses, al frente de los cuales estaba don Gregorio Prado, cura que sería reemplazado en 1564 por don Francisco Casullo. Desde 1565 a 1575, la parroquia fue regida por el fray don Blas González, cuyo puesto pasaría a ocupar, durante 20 años, don Juan García, desde 1576 hasta 1596, año de su fallecimiento, siendo enterrado en la antigua iglesia de Parderrubias. A su muerte, dejó el encargo de una importante obra pía para estudiantes pobres en Huércanos (La Rioja), pueblo en el que había nacido en 1530.

Durante los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII -en concreto, desde 1597 hasta 1624- será don Gaspar Feijoo quién rija los destinos parroquiales. En esta época ya estaban activas en la parroquia la Cofradía de Santa María Magdalena y la Cofradía de San Miguel; esta última tenía su centro de acción en la capilla de San Miguel de Solveira.

Siglo XVII

El siglo XVII en Galicia se caracterizó por hambrunas provocadas por el exceso de lluvias que llevaban emparejadas multitudes de epidemias. Son numerosas las rogativas registradas en las distintas Diócesis para que dejase de llover. Entre 1693 y 1695 se vivió el período más dramático en cuanto a número de fallecidos (Saavedra, 1991). En Parderrubias, como en el resto de Galicia, predominaban las pequeñas propiedades que los propios campesinos trabajaban.

Según Gallego Domínguez (1973), en 1649, el Ayuntamiento de Orense notifica a los boticarios la necesidad de disponer de medicinas para hacer frente a las enfermedades y a la peste, dándoles un plazo de veinte días para cumplimiento de la norma, so pena de 20 ducados por cada medicina hallada en falta. En 1650 se ordena el control de las puertas a la ciudad mediante guardas y alguaciles con el fin de defenderse de las epidemias.

Con o sin episodios de peste, el problema casi endémico de la comarca era el hambre. En verano de 1674, la situación se describe como la mayor miseria jamás experimentada por la falta de productos del campo durante cuatro años seguidos, pues los campesinos no recolectaban más que para pagar rentas e impuestos, y para sembrar. En 1677 se pide a todos los pueblos que instauren como fiesta de guardar a San Roque y a San Sebastián, como abogados de la peste, o al menos digan una misa cantada con su rogativa.

El hambre, endémica en toda esta época, se agrava por la guerra de separación de Portugal. Ourense, por ser zona fronteriza, aparte del sostenimiento de tropas, soporta las penetraciones enemigas con quemas, talas, robos, etc. El 6 de abril de 1681 se decide embargar los cereales de los eclesiásticos y seglares. Sin embargo, a finales de mes, es tal la necesidad, que los pobres se mueren en los caminos. En 1697 y 1698 el hambre se recrudece, lo que obliga al Obispo Damián Cornejo a ordenar la apertura de las tullas de los monasterios de Oseira, Montederramo, Xunqueira, Celanova y Ribas de Sil con el fin de que los campesinos pudiesen comer.

En nuestra parroquia, desde 1655 hasta 1672 está a su frente don Miguel Gómez Mayor. En 1673, don Lorenzo Gómez Pizarro es nombrado párroco y ejerce dicha función durante 29 años, hasta 1702, año en que fallece. Comenzó a servir a la parroquia sin haber recibido las Ordenes Mayores. En su primer año de ejercicio, el 2 de octubre de 1673, funda una de las cofradías con mayor arraigo en la parroquia: la Hermandad del Santo Rosario. Con el paso de los años, probablemente cayese en inactividad o se exigiese una renovación de su constitución, pues el 16 de mayo de 1806, don José Díaz, vicario de la Orden de los Dominicos, concede licencia y facultad para instituir una Hermandad del Rosario en la parroquia de Parderrubias, como respuesta a una solicitud hecha para tal fin.

En 1673 también se funda la Cofradía de San José, de la que hay registros hasta 1856. Bartolomé Sierra -antepasado del autor de este trabajo- fue su mayordomo en el año 1798, haciéndose cargo ese año de la gestión de 266 reales y diez céntimos, parte de los cuales fueron gastados en una misa cantada, y en la compra de cera y aceite para las lámparas de la iglesia. Entre las obras de don Lorenzo destaca la fundación de un Vínculo con encargo a Pedro Iglesias, de O Valdemouro, de seis misas rezadas, que debían decirse los días de San José, San Antonio de Padua, San Benito (11 de julio), San Lorenzo, Inmaculada Concepción y Santa Eulalia. Los descendientes de Pedro siguieron haciéndose cargo de las misas por casi doscientos años, hasta que el 26 de abril de 1888 fueron redimidas por el obispo de Ourense don Cesáreo Rodríguez.

Siglo XVIII

A partir del trabajo de Sierra Fernández (2018), podemos afirmar que, en general, la calidad de vida de los vecinos de Parderrubias a lo largo del siglo XVIII fue muy pobre. En toda la comarca no existía ni una sola escuela, ni una farmacia, no había médico alguno ni comercio. La única industria reseñable eran dos modestos molinos de río para la producción de harina, situados en el regato, que Sierra Fernández (2016) denomina río Boutureira, conocido en la actualidad por Cavada do Lobo. Por tanto, la supervivencia de las familias de Parderrubias pasaba obligatoriamente por trabajar duramente y subsistir a base de la agricultura y la ganadería. La mayor parte de las tierras eran latifundios de la nobleza o comunales, siendo muy escasas las propiedades individuales. Entre los artesanos de Parderrubias durante el siglo XVIII destacan las 32 mujeres tejedoras propietarias de otros tantos telares. A la dura vida que les tocó a nuestros antepasados contribuyó en gran medida la enorme carga tributaria a la que estaban sometidos. Según Sierra Fernández (2018) eran “muchos y muy variados”, estimando que unidos a los sufragados al clero, suponían un 25-50% de las cosechas de cada familia. Entre 1670 y 1740 fueron habituales las revueltas de campesinos que se negaban a pagar las elevadas rentas forales al Monasterio de Celanova. La que tuvo lugar entre 1723 y 1725 acabó siendo sofocada con la ayuda militar, valiéndose de ejecuciones y destierros.

Durante esta época la imagen del párroco era básicamente la de un abad autoritario que dirigía prácticamente toda la actividad religiosa, sociopolítica y económica de la misma. Económicamente eran personas pudientes gracias a la riqueza que les proporcionaban los diestros y al cobro de los diezmos. Tomando como referencia el Catastro de Ensenada podemos saber, tal como indica Sierra Fernández (2018), que la parroquia de Parderrubias en el año 1752 había percibido en concepto de diezmos y otros tributos 50 fanegas de centeno, 18 de trigo, 65 de maíz, 25 de castañas y 1,40 de habas, 16 moyos de vino y 55 “afusais” de lino. A los diezmos había que unir las primicias para el sostenimiento de la Iglesia. En Parderrubias pagaban este impuesto únicamente las familias que tenían yugada, contribuyendo con 26 kilogramos de centeno y maíz menudo.

En 1702 el puesto dejado por don Lorenzo en la parroquia es tomado por el fray don Martín Pizarro, ocupándose de los feligreses hasta 1704. En la primera década del siglo XVIII, los párrocos se van sucediendo rápidamente en la vacante, permaneciendo muy pocos años en su puesto: don Benito Míguez Araújo desde 1704 a 1705, don Francisco Soto de 1705 a 1706 y don Gregorio Altamira desde 1706 a 1709. Será ya en 1709 cuando don Francisco Álvarez se ponga al frente de la parroquia, permaneciendo en ella durante 17 años. Su obra más destacable es la construcción de la Casa Rectoral, haciéndose cargo él mismo de los gastos de la obra. En 1726, antes de fallecer, escribe en el Libro de Fábrica que deja la Rectoral a sus sucesores con el encargo de que rueguen a Dios por su alma. A su muerte, la vacante es cubierta durante los años 1727 y 1728 por don Juan Diéguez y por Domingo Gallego.

En el período de 1728 a 1730, la Rectoral es ocupada por don Juan Navarro. A continuación, don Juan Pérez se hace cargo de la parroquia durante trece años (1730-1743), contando con la ayuda de otro cura que residía en Parderrubias: don Lorenzo Álvarez Movilla. Durante la década de 1743 a 1753, el párroco será don José Montes Villar. Uno de los períodos más relevante de la historia religiosa de Parderrubias es el comprendido entre 1753 y 1772, siendo párroco don Manuel Rodríguez. Durante su paso por la parroquia se reconstruye completamente la iglesia, edificio que llega hasta nuestros días. La pequeña capilla, en la que se honraba a Santa Eulalia, se transforma en la actual iglesia parroquial. La nueva iglesia data del año 1765 y será bendecida por el Sr. Obispo de Ourense, don Francisco Galindo Sanz, en 1766. Este obispo, aprovechando la expulsión de los Jesuitas en 1767, adquiere su antiguo colegio mayor y lo convierte en el Seminario de Ourense. El 24 de noviembre de 1765 con un coste de 9.400 reales se finaliza la construcción del cuerpo principal, la sacristía y el coro. En la descripción de Couselo-Bouzas (1933) se señala que mide 14 varas (1 vara = 0,84 metros) de largo, siete de ancho y seis de alto. Incluye tres arcos en el cuerpo o nave en forma de bóveda, uno en la entrada del crucero, dos arcos colaterales, cuatro ventanas en el cuerpo (dos de cada lado) y otras dos en la capilla cuyo formato es cuadrado con cubierta a varias aguas. Tres años después, en 1768, se concluyen los retablos de la iglesia parroquial, concretamente un retablo mayor y dos laterales. Tal como indica Couselo Bouzas (1933), los autores de dichos retablos fueron Manuel das Seixas y Juan Antonio Martínez, ambos vecinos de Vilanova dos Infantes, cobrando por dicha obra la cantidad de 7.500 reales. El retablo mayor ocupa toda la pared frontal e incluye ocho cajas para otras tantas imágenes: en la fila inferior situarían a San Benito y a San Antonio de Padua; en la de en medio a Santa Bárbara, Santa Lucía y Santa Eulalia (patrona de la parroquia); y, en la superior, se colocaría en primer lugar a una Virgen Dolorosa con el hijo en brazos, al pie de la cruz, acompañada de dos ángeles, uno con la corona de espinas y el otro con los clavos, y en segundo lugar, a San Francisco Javier con un crucifijo en la mano y a San Antonio Abad. Esta descripción de Couselo Bouzas (1933) no coincide con la distribución del retablo que el lector puede observar en la actualidad si visita la iglesia. Como otras muchas iglesias parroquiales, recibe bajo el pontificado de Clemente XIII (1758-1769) la indulgencia plenaria de Altar Privilegiado, tal como reza un rótulo al lado del altar mayor, aplicable al alma del purgatorio por la cual se celebra la misa.

Retirado don Manuel Rodríguez, la vacante es ocupada por don Felipe González y don Francisco Sanjurjo en los años 1772 y 1773. Estando don Francisco como cura, llama poderosamente la atención que prácticamente todos los bautizados en esos dos años recibieran como segundo nombre el de Francisco o Francisca (hemos podido constatarlo en 18 de los 22 bautizados), tal vez en honra al propio párroco.

A don Felipe y don Francisco le seguiría durante una década (1773-1784) don Vicente Portejo. Don Manuel Seara, natural de Sobrado do Bispo, ejerció de cura en la vacante de Parderrubias desde el 13 de noviembre de 1784 hasta abril de 1788. En su biografía destaca un serio conflicto que tuvo con el párroco de A Merca por el enterramiento de un fallecido. En 1785, un feligrés de Nugueira (lugar que, en esa época, pertenecía a la parroquia de Parderrubias) fallece en una casa de A Merca, dejando el finado dispuesto ser enterrado en Parderrubias. Sin embargo, el párroco del pueblo vecino, haciendo caso omiso de su voluntad, dio levantamiento al cadáver y lo enterró en el camposanto de A Merca, por lo que fue sancionado por el Prelado.

Desde 1788 hasta abril de 1791, la parroquia estuvo a cargo de don Francisco Domínguez Lobera, natural de Loiro. De 1791 a 1795 ejerció de cura ecónomo de la parroquia don Pedro Fernández. Finalmente, en abril de 1795 toma posesión de la feligresía don Miguel Cayetano Grande, natural del pueblo de A Torre (San Miguel de Soutopenedo), regentando la parroquia hasta el 11 de junio de 1828. Provenía de la parroquia de Santa María de Vilamaior, en el municipio de Baltar. Falleció estando al frente de la feligresía de Parderrubias y su entierro constituyó una gran ceremonia fúnebre, tal como se acredita en el Libro Parroquial:

En once de junio de mil ochocientos veintiocho murió asistido de los santos sacramentos de Penitencia, Eucaristía y Extremaunción Don Miguel Caetano Grande, cura Párroco de esta Parroquia de Sta. Eulalia de Parderrubias, y en el trece del mismo se le dio sepultura en la capilla mayor de la misma, con asistencia de más de cincuenta sacerdotes, con los que se le tuvo su entierro y honras; y en los días catorce, quince y diez y seis túvosele por su alma un Novenario con las misas correspondientes y asistencia de más de doce sacerdotes. Hizo Testamento judicial en el que dejó por sus testamentarios, herederos y cumplidores a Don Ignacio Boullosa, Cura Párroco de Santa Eulalia de Anfeoz, a Don Juan Benito Gil, Teniente cura de Santa María de Cougil y al infrascrito actual Teniente Cura de esta; a la conciencia de estos encomendó el puntual cumplimiento de su alma, dejando a su arbitrio lo dispusieron según lo hallaron por conveniente. Dijéronse por su alma quinientas sesenta y ocho misas, todas de estipendio de a cuatro reales; ofrenda de cuerpo presente lo que dijeron los cumplidores. Y que así conste, lo firmo. Felipe Sousa”.

Don Miguel Cayetano tenía un sobrino con el oficio de Escribano Real, es decir que podía ejercer su profesión en todo el Reino a excepción de aquellos lugares en que los hubiera numerarios. Falleció el 14 de septiembre de 1819 en la Casa Rectoral de Parderrubias y fue sepultado en el cuerpo de la iglesia:

En catorce de septiembre de mil ochocientos diez y nueve murió en esta Rectoral asistido de los Santos Sacramentos de Penitencia, Viático y Extremaunción, y más auxilios de nuestra Santa Madre Iglesia Dn. Francisco María Laxe y Grande, celibato, Escribano Real vecino residente en Sn. Miguel de Souto de Penedo, sobrino del actual suscribiente Abad de esta feligresía de Santa Eulalia de Parderrubias, confinante con la predicha de Souto de Penedo; y en diez y seis del mismo septiembre se dio sepultura a su cadáver dentro de la Capilla mayor de la Iglesia Parroquial de esta misma de Parderrubias en una de las sepulturas parroquiales con asistencia de cincuenta y uno Eclesiásticos Seculares y Regulares que cantaron Nocturno de Difuntos, Misa y Oficio de Sepultura con el demás Rito acostumbrado, y enseguida con los mismos Eclesiásticos se le tuvieron los dos Autos de honras con sus correspondientes misas, todo ello cantado con la debida solemnidad y además, sin embargo, de haberse cumplido en parte con lo dispuesto por el difunto, los mismos Sres. Eclesiásticos asistentes quisieron y voluntariamente le han cantado todos ellos otro cuarto Auto o vigilia con su misa. Había hecho Testamento Judicial en veinte y nueve de diciembre del año pasado de diez y ocho y posteriormente corrigió en diez y siete de Agosto del presente año, y en aquel dispuso que a su Entierro Tercio y Cabo de Año asistieran diez y ocho Señores Sacerdotes y cantasen vigilias, Misas y más de estilo con Diácono y Subdiácono y que con inclusión de estas Misas se le celebraran doscientas rezadas, de las cuales se aplicasen veinte y cuatro por el alma de su difunta tía Dña. Benita Antonia Grande y veinte y seis por las de los padres del testador, por cada uno trece, y las restantes por el Alma del mismo; y también se le dijesen otras nueve votivas, seis de ellas a Sn. Gregorio, una a Ntra. Sra. del Carmen, otra a la de Penedo en su propia Capilla sita en la parroquia de donde era vecino y otra al Santo Ángel de su Guarda; y entre otras cosas dispuso así mismo se le ofrendase con ofrenda mayor y menor y para aquella con una fanega de centeno y un carnero. Cumpliose con todas esas misas, entregose la limosna de ellas y encargándose de decirlas las Comunidades Religiosas de Santo Domingo y San Francisco de Orense, San Francisco de Ribadavia, los presbíteros Dn. Manuel Seara de Sobrado del Obispo, Dn. Manuel Vieira, Abad de Sn. Martín de Loiro y D. Juan Antonio Míguez, Teniento Cura en Vacante de la repetida de Souto de Penedo; y que conste de haberse cumplido correctamente lo dispuesto para el difunto testador lo firmo. D. Miguel Cayetano Grande”.

Siglo XIX

Los vecinos de Parderrubias, probablemente ajenos a los acontecimientos que tenían lugar a nivel nacional, se dedicaban a sus tareas agrícolas y ganaderas de mera subsistencia. Así, la crianza de cerdos para el autoconsumo o el cultivo del lino eran ejemplos de actividades que contribuían a ello. Una denuncia por robo en la casa de Francisco y María Outumuro, vecinos de Barrio, ante el Juzgado de Primera Instancia de Celanova, deja entrever los bienes que se podían guardar en una casa típica de Parderrubias de esa época. El robo había sido perpetrado en la noche del 16 de marzo de 1837 por una banda de una docena de hombres, que se llevan dos tocinos y parte de otro, con peso de 4-5 arrobas, cuatro lacones, dos “entrecostos” y un “lombelo”, una porción de mondongo, quince libras de unto nuevo y dos de viejo, tres libras de jabón, dos sacos de estopa, una sábana de lienzo nueva y otra usada, una mantilla de paño fino negro con su cinta casi nueva, una saya de bayeta azul fina nueva, tres varas de picote, un mandil nuevo, un dengue de paño azul fino nuevo, una camisa de hombre usada, dos manteles de mesa de alemanisco nuevos, y dos varas y media de somonte.

La vacante que deja don Miguel Cayetano será ocupada por don Felipe Sousa durante dos años, desde 1828 hasta mayo de 1830. Era natural de Santa Baia de Anfeoz y, anteriormente, había sido párroco de Vilamaior do Val -en la comarca de Verín- y de Acebedo -en la comarca de Celanova-; años más tarde tomaría posesión de la parroquia de Espinoso.

En mayo de 1830 llega a la parroquia don Francisco Folguerol, gobernando sus destinos durante 18 años, hasta marzo de 1848, fecha en la que fallece a los 89 años. Había sido párroco en Santa Cruz de Queixa y en Santa María de Rabal, ambas en el arciprestazgo de Os Milagres. Don Manuel Belvis se refiere a él como “un párroco muy celoso, principalmente en la asistencia a los enfermos, en la enseñanza de los niños, en la predicación y en el aseo de la iglesia”. Entre sus obras al frente de la parroquia, destaca la pintura de los tres retablos de la parroquial que habían sido construidos unos 65 años antes, concretamente en 1767. El retablo mayor se pintó con fondos de la Iglesia y los laterales con fondos del propio cura, a pesar de que en esa época ya no estaban vigentes los diezmos y su salario era más bien escaso. También regaló a la parroquia unas vinajeras de plata y sus correspondientes platillos. Durante cuatro años fue su coadjutor don Manuel Belvis, quien le tenía gran aprecio. En 1843 deja hecha una fundación de dos misas por Marcos Sampedro, que quedan redimidas el 5 de abril de 1883, es decir, cuarenta años después. Don Francisco fallecía, estando al frente de la parroquia, el 4 de marzo de 1848:

En el día cuatro de Marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho murió D. Francisco Folguerol, Abad que fue de esta Parroquia. Recibió el Sacramento de la Extremaunción solamente por haberle acometido un accidente de apoplejía que le privó del conocimiento por espacio de dos días. Fue sepultado en el Atrio de esta Iglesia junto a la puerta mayor el día seis, a cuyo entierro y honras asistieron más de treinta Señores Sacerdotes. Hizo testamento ante el Excmo. Dn. Santos de la Torre de Orense el día siete del mes de Agosto año de mil ochocientos treinta y ocho, y en el instituyó por su heredera y cumplidora a Dña. Isabel Ordóñez. Dispuso asistieran a su entierro doce Señores Sacerdotes y se aplicasen por su Alma trescientas Misas con otras obras de caridad que mandó y cumplió con esmero la referida testamentaria, la cual también tuvo por su cuenta nueve actos fúnebres por tres días consecutivos con asistencia de gran número de sacerdotes, y la misma heredera cumplió con las misas y todo lo más que en el testamento se expresa. Y para que conste lo firmo como Cura Ecónomo de esta Parroquia a nueve de marzo del año expresado. Antonio Barros”.

Don Antonio Barros ejerce de ecónomo de la parroquia desde 1848 a 1849. Era un religioso exclaustrado del Convento de Bon Xesús de Trandeiras, en la comarca de A Limia. Será reemplazado en el puesto por don Juan Ignacio Lumbreras.

Uno de los párrocos con una de las biografías más distintivas, tal vez sea don Juan Ignacio Lumbreras, cura que regentó la parroquia durante cinco años, desde 1849 hasta 1853. Llega a nuestra tierra desde el pueblo riojano de Calahorra, acompañando como paje en 1947 al recién nombrado obispo de Ourense, el navarro don Pedro José de Zarandía y Endara, quien venía curtido de la persecución liberal sufrida en la diócesis de Calahorra y La Calzada (La Cigüeña De La Torre, 2019). Fue nombrado párroco de Parderrubias, hallándose ordenado de Menores. Pronto enfermó y unas fiebres le hicieron regresar a su tierra en donde falleció. A pesar del poco tiempo que estuvo al frente de la parroquia, acreditó ser una persona muy piadosa y celosa de sus funciones, según don Manuel Belvis. La actual campana vieja de la iglesia está grabada con su nombre. También adquirió la imagen de la Dolorosa ubicada actualmente en uno de los laterales de la iglesia y mandó construir su camarín, así como el púlpito hoy desaparecido.

A don Juan Ignacio le sustituyó don Veremundo Domínguez, natural de Pereira de Montes, que ejerció de párroco de Parderrubias desde 1853 a 1857. En 1957 ocupará su puesto don Ramón Pérez Sampayo, que permanecerá en la parroquia hasta 1859. El primer bautizo que oficia será el de mi antepasado Felipe Sierra, hermano de mi bisabuelo Serafín.

El 6 de junio de 1859 toma posesión uno de los párroco más prolijos y activos de la parroquia: don Manuel Belvis, al que hemos dedicado un artículo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Su mandato duró 35 años, desde 1859 hasta 1894, año de su fallecimiento, siendo el más extenso de los párrocos registrados. Era natural de A Venda, en Soutopenedo. Llegaba a Parderrubias después de 13 años al frente de la parroquia de San Juan de Baños, en Bande. Desde 1842 venía actuando de coadjutor del párroco don Ignacio Folguerol. Había sido también ecónomo durante dos años de la parroquia de San Martín de Loiro. En su gran labor al frente de la parroquia de Parderrubias -que fue abordada en el artículo referido anteriormente– destacamos varias actuaciones, como las reformas del cementerio y de la entrada al atrio con la colocación de una reja, con un coste de 2.400 escudos. Asimismo, adquirió la imagen de la Virgen del Rosario- cuyo rostro fue diseñado y confeccionado en Santiago de Compostela-, las andas de cristal para su procesión y dos mantos, uno de ellos por valor de 840 escudos. En aquella época, las paredes interiores de la iglesia estaban encaladas, por lo que don Manuel hizo frente a su pintura, así como a la del techo. Mandó construir cajones y guarniciones a los lados del Altar Mayor. Adquirió un Santo Cristo con un escaparate que se colocó sobre la puerta de la sacristía. Renovó las puertas de la iglesia, la escalera interior hacia la tribuna y los andamios del campanario. Adquirió vestuario y candelabros.

En esta época destaca el robo que sufre la iglesia parroquial en noviembre de 1871. Así informaba el cura don Ramón Pérez Sampayo del suceso al Obispo de la Diócesis:

1871.11.16. Tengo el gran sentimiento de manifestar a vuestra señoría que en el día de ayer amaneció robada esta Iglesia habiendo bajado los ladrones por el tejado, bajaron a la sacristía de donde se llevaron la cruz parroquial que pesaba ocho libras, los dos cálices que había, uno de peso de 28 onzas, el otro de 22, el relicario de dos onzas y media, como unos 60 reales en dinero limosna de las ánimas, fracturaron la puerta de la sacristía y abrieron el sagrario llevándose el copón y arrojando las sagradas formas que se hallaron unas sobre el altar y otras en el suelo. No llevaron ropas, aunque las hay de algún valor, se salvó el viril que lo tenía en la rectoral, el incensario con su naveta y vinajeras de plata, las ampollas de los santos óleos y una buena corona de la virgen que no dieron con estos objetos. He pedido prestado un cáliz al señor Abad de la Merca mientras no me haga con alguno, más a causa de la consagración no podré mandar hacerlo nuevo y así apreciaría mucho a vuestra señoría que pagándolo por mi cuenta al menos en cuanto no tenga fondos la Iglesia se dignase facilitarme alguno que pueda haber sobrante en la catedral y otra iglesia. Estar esperando a la autoridad civil para hacer el reconocimiento me impide de pasar a vuestra señoría estas noticias personalmente haciéndolo por conducto del dador quien podrá dar a vuestra señoría más pormenores Manuel Belvis” (González García, 2019).

El cura don Manuel Belvis dejó escrito en el Libro Parroquial que:

Por reparto vecinal se reunieron algunos fondos con los que se compró un cáliz todo de plata con su patena y cucharilla, todo de peso de veinte y seis onzas y media, y costó setecientos noventa reales, habiendo sido consagrado por el Excmo. E Ilmo. Señor Obispo de Tuy, según escrito que acompañó a la devolución del cáliz. Con los mismos fondos se compró un relicario de plata de algo más peso de tres onzas sobre dorado adentro, figurando un copón roturado y con una cruz de remate; su coste ciento y cuarenta reales. También se mandó hacer a un escultor una Cruz Parroquial, que se hizo de madera, plateada y con un crucifijo de metal por un lado y por otro una imagen de estaño que representa la Purísima Concepción, estas con los remates de la cruz dorados; y su coste cien reales. Para asegurar la sacristía se echaron a costa de los vecinos gruesos tablones con los que se cubrió como de cielo raso toda ella. Y para que conste lo firmo como Párroco con el Depositario a quince de febrero año de mil ochocientos setenta y dos. Manuel Belvis. Francisco Sueiro”.

Como se puede leer, a raíz de este robo, don Manuel reformó el techo de la sacristía con el fin de dotar de más seguridad a la iglesia. En el mes de febrero de 1894, el párroco cae enfermo y ya no se recupera, falleciendo el 11 de febrero a los 86 años. Durante esas semanas se encarga de la parroquia su sobrino don Victoriano Grande.

A los pocos días del entierro de don Manuel Belvis, es nombrado párroco de Parderrubias don Paulino Agromayor, quien ejerció desde 1894 hasta diciembre de 1900, cuando toma posesión del cargo don Benito Garrido.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XX

Don Benito Garrido Santiago, natural de Guamil, en Baños de Molgas, está al cargo de la parroquia desde 1900 hasta mayo de 1919, fecha en la que se retiró a su pueblo natal, en donde falleció el 2 de enero de 1922. Entre sus tareas parroquiales destaca la compra del reloj de la torre por mil pesetas y una cruz de plata por 1.700 pesetas. Adquirió también unos ciriales de alpaca que costaron 260 pesetas. Para hacer frente a estas compras, los feligreses tuvieron que escotar y el párroco contribuyó con 750 pesetas. La generosidad de don Benito queda también reflejada en 1918 -ya con 67 años- cuando contribuye con cinco mil pesetas a los gastos de la iglesia y de la Casa Rectoral.

Después de la retirada de don Benito, llega a Parderrubias, el párroco que ejercía en Pereira de Montes, don Alfonso Losada Fernández para cubrir su primera etapa al frente de la parroquia, desde 1919 hasta 1921, año en que le sustituye don Adolfo Outumuro. Ambos curas fueron objeto de sendos artículos en este Blog; el primero, por ser víctima de uno de los crímenes más sonados en nuestra parroquia, y el segundo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Don Adolfo, era natural del pueblo de O Outeiro y rigió como ecónomo la parroquia hasta su fallecimiento acaecido en la rectoral el 7 de mayo de 1924, a consecuencia de la tuberculosis que padecía y que había contraído siendo mayordomo del Seminario.

En junio de 1924 sería nombrado ecónomo de la parroquia don José Balboa González, puesto que ocupó hasta julio de 1925. En esta fecha es sustituido por don Pedro Vázquez González, que estará al frente de la parroquia también durante un corto período de tiempo, concretamente hasta julio de 1926.

En 1926 se pone al frente de la parroquia don Ambrosio Cid Fariña, natural de Xunqueira de Ambía, haciéndose cargo de esta hasta julio de 1929. Entre sus obras destaca la venta, como pajar, de la casa que había en la zona norte de la huerta de la casa rectoral, con acceso desde la plazuela de la iglesia. Con el dinero de la venta construyó habitaciones en el sur de la Casa Rectoral.

A don Ambrosio le sustituye en 1926 don Alfonso Losada. De esta manera, el cura natural de Leborín, en la vecina parroquia de Barxa, da inicio a una segunda etapa al frente de la parroquia que finalizará dramáticamente en la madrugada del 13 de junio de 1936 al ser brutalmente tiroteado en su habitación de la Casa Rectoral a consecuencia de un robo. En estado gravísimo fue llevado al hospital de Ourense, regresando a la Rectoral el día 26 totalmente desahuciado, falleciendo a las seis de la tarde del 28 de junio. Al entierro, celebrado el día 30 de junio, asistieron 30 curas y todo un pueblo embargado por el dolor. Su sepultura se puede ver hoy a la entrada principal de la iglesia.

Desde ese fatídico mes de junio hasta noviembre de 1936 -con España ya inmersa en una atroz guerra civil- toma las riendas parroquiales el párroco de Pereira de Montes don Cástor Gayo Arias. Será a finales de año cuando es nombrado párroco de Parderrubias don Juan Estévez Estévez, puesto que ocupa hasta octubre de 1940, cuando es destinado como ecónomo a la parroquia vecina de Santa María de Olás. Era un hombre de carácter; a modo de ejemplo, no le dolían prendas disparar de noche tiros de escopeta al aire, desde alguna ventana de la rectoral, al escuchar ruidos y, de este singular modo, disuadir a posibles forajidos. Durante su paso por la parroquia se ejecutan diversas obras en la iglesia que perduran a día de hoy: se coloca la techumbre interior en madera de castaño, se techa la cubierta de teja plana y se lleva a cabo el desencalado del interior de la iglesia, obra realizada por Antonio Martínez Correa (“O Portugués”). Don Juan fallece en el año 1996 y está sepultado en el cementerio parroquial de Santa María de Olás.

En 1940 llegaba a la parroquia don José Rodríguez Barreiros (conocido como “O Cura Vello”), estando al frente de la misma durante 21 años, hasta el primero de noviembre de 1961, que ya enfermo tuvo que renunciar y retirarse a su pueblo natal de Outeiro, en Allariz, en donde fallecía el 27 de mayo de 1967. Con 52 años, toma posesión de la parroquia el 23 de octubre de 1940, asistido como Notario por don Higinio Rodríguez Diéguez, párroco de A Merca. Venía de estar 15 años al frente de la parroquia de Pontebrués, en el arciprestazgo de O Carballiño, y había sido ordenado sacerdote el 16 de febrero de 1913 por el obispo don Eustaquio Ilundáin y Esteban, a la postre arzobispo de Sevilla. A modo de bienvenida, don José recibió múltiples obsequios de sus feligreses durante las primeras semanas al frente de la parroquia. Los hermanos Garrido (Os Escultores) le brindaron dos “olas” de vino y varias botellas de vino tostado, llegando a ofrecerle -según palabras del mismo cura- el dinero que necesitase; Adolfo Garrido le obsequió con un jamón y un lomo, Benito Outumuro Pascual con un saco de patatas, Antonio Garrido Mouriño con una botella de aguardiente, etc. De feligreses de Solveira y Nugueira recibió manteca, pollos, cebollas, etc. Hubo vecinos que le regalaron la madera que necesitó para acondicionar la casa rectoral, así como la leña necesaria para uso diario. El sacristán, Ángel Outumuro, le sembró la huerta de centeno. Además, en ese año y en los restantes que estuvo en Parderrubias, los feligreses le obsequiaban con “ferrados” de centeno, maíz o trigo. En 1940, muchos vecinos ya habían hecho esta donación al anterior párroco, don Juan Estévez, pero aun así don José contabilizó en esos primeros tres meses que estuvo al frente de la parroquia, 32 ferrados de maíz, 7 de centeno y 1 de trigo. En el año 1950 recibió de sus feligreses 111 ferrados de cereales: 42 de centeno, 29 de maíz y 40 de trigo (1.300 kg. en total, aproximadamente). Cabe señalar que, en febrero de 1951, la parroquia de Parderrubias contaba con 804 almas y 151 vecinos (en el año 2021 cuenta con 200 almas). Según el padrón de 1959, en la Casa Rectoral, además del párroco don José, vivían su hermana, una sobrina y un hijo de esta. Durante su mandato, en 1942 acomete una importante reforma de la casa rectoral y en 1951 se realiza en Lalín la refundición de la campana grande de la iglesia. En junio de 1948 donaba mil pesetas para la construcción del nuevo Seminario.

El primero de noviembre de 1961 es nombrado párroco de Parderrubias don Jose Gayo Arias, que regentaba la vecina parroquia de A Manchica. Durante su gestión, que duró hasta el 1 de julio de 1962, se colocaron bancos en la iglesia. Los gastos se sufragaron a escote por los propios feligreses. Hasta esa fecha se usaban algunas sillas que había en la iglesia, que como en otras cuestiones, reflejaban a las claras los distintos estratos sociales, pues algunas sillas acolchadas de terciopelo convivían con otras humildes sillas de junco. Aparte de estas sillas, era habitual que muchos feligreses llevasen de casa una pequeña banqueta baja de madera que servía para arrodillarse y también para sentarse. Era habitual ver a las mujeres con estas banquetas debajo del brazo camino de la iglesia.

El 1 de julio de 1962 toma posesión de la parroquia don José Manuel Fernández Rúas, que estuvo en Parderrubias durante cinco años, hasta 1967, cuando es trasladado a Carballiño como capellán de la Residencia de Ancianos, y en donde compagina esta labor con la docencia en un colegio de la villa. Sus obras y su implicación en la modernización de Parderrubias fueron realzadas en otro artículo de este Blog, firmado por Manuel Outumuro Seara. Destacamos el haber sido el promotor del salón parroquial o teleclub en el sureste de la casa rectoral, en la que también construyó una galería.

En agosto de 1967 es nombrado ecónomo de la parroquia a don Ramón Blanco Caride. Su estancia en Parderrubias fue muy breve, hasta 1968. Posteriormente, se secularizó. Le sucedió don Hermesindo Andrada Pérez, un cura avanzado para su época que, igual que don José Manuel Fernández Rúas, intentó cambiar tradiciones religiosas ancestrales adaptando las prácticas religiosas a los nuevos tiempos. Fue notoria su acción de llevar una banda de música en una procesión del Corpus, contraviniendo de esta manera la norma impuesta por el obispo don Ángel Temiño Saiz de separar la celebración profana de la religiosa en las festividades de la provincia.  Don Hermesindo también estuvo muy poco tiempo al frente de la parroquia, en concreto desde julio de 1968 hasta octubre de 1970.

El primero de octubre de 1970 toma nuevamente posesión de la parroquia don José Gayo Arias, párroco de A Manchica, siendo el cura de la niñez de nuestra generación. Su etapa en nuestra parroquia también será una de las más longevas, permaneciendo en ella durante 20 años. En 1971 reforma el presbiterio y la mesa del Altar Mayor, en 1982 sonoriza la iglesia, en 1986 instala un reloj conectado a altavoces externos y en 1989 se cambia la cubierta de la iglesia. Don José fallecía el 14 de julio de 1990 a los 67 años, siendo sepultado en el cementerio parroquial de A Manchica.

En julio de 1990 se hace cargo provisionalmente de la parroquia don César González Fernández, antes de tomar posesión de la misma durante dos años don José Gallego Borrajo (1990-1991), natural de Santiago de Folgoso (Allariz) y formador del Seminario Menor. En 1991 pasa a ser párroco de Santa Mariña de Xinzo de Limia, siendo sustituido en Parderrubias por don Vicente Pereiras Villar, que gobierna los destinos de nuestra parroquia durante otros dos años (1991-1993). Don Vicente era un cura humilde y servicial, y muy implicado en la vida parroquial. Es destacable la representación de una Pasión viviente, recorriendo el calvario, que organizó en Semana Santa. Siendo párroco de Parderrubias, una cardiopatía le causó la muerte en Barbadás, siendo todavía joven.

Representación de la Pasión en la época de don Vicente Pereiras. Fotografía cedida por Manuel Lorenzo

En 1993 es nombrado párroco de Parderrubias don Alfonso Iglesias Rodríguez, haciéndose cargo de la parroquia hasta el año 2006. En este tiempo acomete obras importantes en la iglesia, cambiando su suelo y los bancos, que disfrutamos en la actualidad. Además, se instala la calefacción central, obra polémica que todavía es objeto de discusión en la actualidad. En el año 2014, siendo párroco de Bentraces, celebró sus bodas de oro.

Referencias

Couselo Bouzas, J. (1933). Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Seminario.

Gallego Domínguez, O. (1973). La peste en Orense desde el siglo XIV al XIX. Boletín Auriense, III, 15-55.

González Garcia, M. A. (2019). Robos en iglesias del mundo rural de la diócesis de Ourense. Siglos XIX-XX (Notas). Diversarum Rerum, 14, 215-249.

La Cigüeña De La Torre (2019). Los obispos de Orense en el siglo XIX (II, 3): Pedro José de Zarandía y Endara (1847-1851). https://infovaticana.com/blogs/cigona/los-obispos-de-orense-en-el-siglo-xix-ii-3/

Saavedra, P. (1991). La Galicia del Antiguo Régimen. Economía y Sociedad. En F. Rodríguez Iglesias (Ed.), Galicia Historia. Hércules de Ediciones.

Sierra Fernández, A. (2016). Parderrubias: higiene y sanidad en el siglo XVIII. https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/07/19/e35-parderrubias-higiene-y-sanidad-en-el-siglo-xviii-por-avelino-sierra-fernandez/

Sierra Fernández, A. (2018). A Merca no Réxime Señorial (1750). Ir Indo Edicións.

MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

Por Juan Carlos Sierra Freire

Eu son un home romántico e teño alma, aunque non lapis de poeta. Fago esta confesión sin que me intrese que xentes qu’en nada creen sorrían con sarcasmo ou ironia… Estou por riba de calquer escéptica opinión e tenme sin coidado o medroño ‘que dirán”

(Celso Manuel Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En el año 1876, nacía en el pueblo de Barrio, en Parderrubias, José María Garrido Mouriño. Era hijo de Domingos y Luisa, ambos labradores. A la edad de 39 años, José María se casa en el vecino pueblo de A Merca con Aurora Rodríguez Rodríguez, diecisiete años más joven que él. Ella era hija de José María, comerciante que ejercía de Juez de Paz en la comarca de A Merca, y de Bernardina, natural del cercano pueblo de Matusiños. Bernardina tenía dos hermanos curas: Felipe y Manuel, este último, párroco de San Martiño de Candás, en A Limia.

Además de José María, Domingos y Luisa tenían otros tres hijos: Antonio, Bibiana y María. Antonio se casa en Parderrubias con Josefa Justo Fernández. Fruto de este matrimonio Garrido Justo nacen ocho hijos: María, Manuel, José, Florencio, Luisa, Jesús (casado con una prima del padre del autor de este artículo), Eusebio y Domingos. Bibiana contrae matrimonio también en Parderrubias con Germán Seara Garrido y tienen varios hijos: Julio, Isolina, Isabel (madre de algunos de los primos Freire del autor), Luisa (madre de una tía del autor), María, Sara, José, Manuel y Eulogia.

José María, una vez contraídas nupcias con Aurora, pasa a residir en A Merca, en donde el matrimonio se dedica básicamente a las tareas de labranza. Según Manuel Celso eran “propietarios urbano-agrícolas”. El matrimonio tiene tres hijos: Manuel Celso (1915-1960), María Milagros (1917-1997) y José María (1924-1961). En el año 1933, siendo muy joven, María Milagros se casa en A Merca con Manuel Rodríguez, vecino de dicho pueblo, quien fallece al poco tiempo. Su hija Manuela nacería en febrero de 1934. Ambas emigrarían a Chile en 1954, falleciendo en Santiago: María Milagros el 31 de marzo de 1997 y Manuela el 4 de junio de 2013. Por su parte, José María también emigra a Chile unos años antes de hacerlo su hermana: el 26 de marzo de 1951, contando con 26 años de edad, sale del puerto de Vigo rumbo a América. Se casa en 1957 con Elena Trecha -de raíces lucenses- en Valparaíso y tienen tres hijas: Aurora Isabel, María Elena y María Luisa. Viven en Puerto Montt –pues según él, su clima le recordaba a Galicia-, ciudad portuaria situada a unos mil kilómetros al Sur de Santiago, en donde fallece a la edad de 36 años, el 3 de julio de 1961. El destino quiso que este desenlace se produjese a los pocos meses del fallecimiento de su hermano Manuel Celso. La esposa de José María, Elena, fallece el 11 de septiembre de 2011.

Manuel Celso con su madre Aurora y su hermana María Milagros

La infancia y la adolescencia

Mi nombre completo es Manuel Celso Garrido Rodríguez. Nací el 2 de noviembre de 1915 en el pueblo de La Merca, cabeza del Ayuntamiento del mismo nombre, de la provincia de Orense, España”.

Estas son las primeras líneas de un manuscrito autobiográfico firmado por Manuel Celso el 19 de diciembre de 1956, en Santiago de Chile, en el que sucintamente cuenta “cuanto sinceramente puedo informar de mí mismo”. Según consta en su partida de bautismo, el 4 de noviembre de 1915 (no el día 2), a las cinco de la madrugada, nace Manuel Celso en el pueblo de A Merca, siendo bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz por el párroco don Gerardo Castro. Ejercieron de padrinos su tío abuelo don Manuel Rodríguez (cura hermano de la abuela materna) y Consuelo Rodríguez. Tal como escribirá el mismo Manuel Celso, ya en el exilio chileno, el nombre de Manuel lo lleva por este familiar cura.

Iglesia Parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz, A Merca

Llegada la edad escolar, al igual que el resto de niños del pueblo, comienza sus estudios en la Escuela de A Merca. A los diez años, como el propio Manuel Celso relata en el semanario argentino Galicia, llega el momento en el que la familia debe tomar una decisión acerca de su futura formación. Su abuela y, especialmente sus tíos abuelos curas, ansiaban y esperaban que Manuel Celso traspasase las puertas del Seminario y llegase un día a cantar Misa. Sin embargo, el padre (a quien Manuel Celso define como “demócrata, cristiano y anticlerical”), no estaba plenamente convencido de ello, por lo que decide consultar al maestro del pueblo, quien después de algunos intercambios de impresiones no duda en darle el siguiente consejo:

Ser cura no es ser cualquier cosa. O se es bueno, o mejor no serlo. Hace más daño a la Religión un ministro perverso, de los que por desgracia tanto abundan, que los ateos. En resumen, mi consejo es que lo hagan cualquier cosa menos cura” (Garrido, 1943).

De este modo, padre y maestro dispusieron que Manuel Celso no entrase en el Seminario, al menos hasta que él mismo lo decidiese por su cuenta. Nunca decidió ser cura, pues según sus propias palabras no quiso “continuar la tradición apostólica de la familia, en la que desde varias generaciones atrás figuran siempre curas glotones, ricos y  mujeriegos” (Garrido, 1943). Es más, en el periódico Galicia de Buenos Aires del 9 de enero de 1943 da las gracias a su antiguo maestro por aquel consejo proporcionado a su padre en los años veinte en A Merca, escribiendo: “Colega y maestro mío, desde aquí te recuerdo hoy y te agradezco el que tú no hayas querido”. A este posicionamiento de incredulidad clerical pudiera haber contribuido un conflicto que por un tema de avales habían tenido sus padres con sus parientes curas.

Una vez que la familia decide que Manuel Celso no entraría en el Seminario, en el curso 1926/27 comienza sus estudios de Bachillerato en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Ourense (actual Instituto de Educación Secundaria Ramón Otero Pedrayo). Para la descripción de muchos de los hechos biográficos de Manuel Celso, vamos a seguir el excelente y detallado trabajo sobre su vida, publicado por Freire Freire (2001). Según esta autora, la primera experiencia del niño recién llegado a la capital ourensana para cursar el Bachillerato fue el impacto sufrido por ser un “aldeano” objeto de burlas al no saber hablar castellano. En septiembre de 1926 realiza el examen de ingreso al Instituto, siendo miembro de la Comisión Evaluadora Ramón Otero Pedrayo. Obtenido el ingreso, cursa durante tres años el Bachillerato Elemental, comenzándolo por libre y yendo exclusivamente a los exámenes.

Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Orense (actual IES Ramón Otero Pedrayo). Fotografía tomada de Salgado (2020)

En el tercer curso, el 31 de enero de 1929 se produce un hecho traumático en el ámbito familiar: el fallecimiento de su padre José María a consecuencia del tifus, a los 53 años de edad. Su madre Aurora, con solo 36 años, se queda viuda al cargo de tres hijos menores de trece, once y cuatro años, respectivamente. Sus esfuerzos y sacrificios, junto a la ayuda de familiares, hacen que la familia salga adelante y el hijo mayor acabe cursando Estudios Superiores. En un artículo publicado el 27 de diciembre de 1957 en el diario chileno El Mercurio, que amablemente me envió su hija Aurora Elena (Rula, como cariñosamente le llamaba Celso), describe la dicha familiar de una Nochebuena en A Merca, a pesar de la desgracia del padre ausente:

Éramos dichosos en el comedor tibio aquel, con la mesa de manteles de lino repleta de las mejores viandas que ella podía juntar para nosotros… Mientras, ella recordaba nuestra orfandad, y mirándonos a los tres con ese mirar con que solo las madres miran, su recuerdo volaba saudoso hacia nuestro padre muerto, y una lágrima furtiva y delatora, en la más familiar e íntima de las reuniones, delataba, indiscreta, el gran cariño que los había unido y nos tenía” (Garrido, 1957).

El 25 de diciembre de 1957 escribía sobre la noche anterior, la Nochebuena de ese año en Santiago de Chile, recordando a su madre:

A mí atacome un adarme de insomnio y volé imaginativamente a mi tierra natal y mi infancia, y sentí físicamente un instante, os lo juro, el vuelo alegre de las campanas de mi aldea, vilas voltear en la esbelta espadaña cimera, y oí, por fin, entre sueños, la voz suave de mi madre que me decía cariñosa, como cuando era niño: Celsiño, sé siempre bueno, sé siempre bueno y serás feliz. Y arrullado en su consejo, me dormí” (Garrido, 1957).

En el año 1929, Manuel Celso, con 13 años de edad, se queda como el “hombre mayor” de la casa. Este sentimiento de “hijo mayor” en sus relaciones con sus hermanos Milagros y José María estuvo presente a lo largo de toda su vida, tal como atestiguan sus hijos y sobrinas. Ejemplo evidente de ello, es que estando en el exilio, los reclama para juntarse con él en Chile y de este modo pudieran salir de la terrible posguerra española. Primero lo hace José María en el año 1951 y posteriormente María Milagros, y su hija Manuela, en 1954. El cariño y aprecio entre los hermanos era mutuo. En palabras de su hija María Elena, José María adoraba a su hermano Celso.

En septiembre de 1930, con 15 años, supera el examen final de Bachillerato y con fecha de 31 de julio de 1931 recibe el correspondiente Título. Durante esta época reside en una fonda ourensana, que imaginamos cercana al Instituto, en la zona de O Posío. Según Freire Freire, el docente que mayor huella dejó en Manuel Celso, durante esos años, fue don Ramón Otero Pedrayo (Catedrático de Geografía e Historia Universal y, además, Director del Instituto), hacia el que siempre mostró una enorme admiración. Prueba de ello son las siguientes líneas que escribió en el año 1947:

“…Don Ramón era… el maestro completo que nos educaba… y nos acogía paternalmente, con cariño de padre, procurando no herir jamás nuestra sensibilidad. Con inteligencia y bondad, nos daba agilidad al cerebro y ánimos generosos al espíritu. Y cómo se aprende y se le toma cariño al estudio cuando el que nos enseña, además de catedrático o profesor, es un auténtico maestro, un educador, y no una bestia infatuada y prejuiciosa” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

En el curso académico 1930/31, con 16 años de edad, Manuel Celso comienza los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Ourense, concluyéndolos en junio de 1933. Tenía 18 años cuando obtiene el Título de Maestro Nacional de Primera Enseñanza. Según Freire Freire (2001), fue alumno de Vicente Risco, a quien ya estando en el exilio describe de manera despiadada, manifestándole un nulo aprecio:

“… ese Judas despreciable que parió nuestra provincia y que los falangistas premiaron nombrándole Director de la Escuela Normal, aquel edificio de la calle del Progreso, en donde antes del 18 de julio tanta demagogia le vi hacer, haciendo que nos enseñaba Metodología de la Historia, y luego desde las rejas de la cárcel, enfrente, le vi pasar durante veintiséis meses cautivo, delgado y encorvado, con aquella cartera en la mano, en donde llevaría seguramente los apuntes por los que guiarse para hacer apología del franquismo y de la traición, como antes lo hiciera de la democracia y del galleguismo” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Según Freire Freire (2001), el 31 de agosto de 1933, debido a un traslado del maestro que la ocupaba, queda vacante la Escuela Nacional Mixta de Sanguñedo (en Verea, Terras de Celanova), siendo destinado a ella Celso Manuel en el mes de septiembre, en donde permaneció hasta julio de 1936, supuestamente como maestro interino, pues la plaza nunca saldría a concurso. En julio de 1933, el Consejo Provincial de Primera Enseñanza de Ourense hacía pública una relación de aspirantes sin servicios que solicitaban plaza, aprobada en las sesiones del 17 y 30 de junio; entre los solicitantes se encontraba Manuel Celso (El Pueblo Gallego, 7 de julio de 1933). En promedio, en el año 1933, un maestro en Ourense percibía 3.278,60 pesetas anuales.

El activismo político durante la República

Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso”.

Desde la instauración de la República en abril de 1931 hasta el inicio de la Guerra Civil, el activismo político cobró gran auge entre muchos ciudadanos españoles. En Galicia, además ocurre un hecho que contribuye al mismo: la puesta en marcha del frustrado Estatuto de Autonomía. Manuel Celso no sería una excepción. La juventud, el contexto estudiantil y la función docente, factores que confluyeron en su persona, propician que ejerza una militancia activa. La figura de Ramón Otero Pedrayo, a quien profesaba gran admiración, como ya señalamos, influye en los posicionamientos ideológicos de Manuel Celso.

Desde muy joven, se posicionó al lado de la República; tenía 16 años cuando esta se instaura. Según Pérez Leira (2011), en su época de maestro, durante el día atendía a la escuela y al atardecer recorría las aldeas de Celanova y Bande animando a los labradores a que defendieran sus intereses y a la República. Cuando le era posible, bajaba a la capital ourensana para reunirse con miembros de su partido: Izquierda Republicana.

En 1956, en el documento autobiográfico que su hija Rula me proporciona, Manuel Celso se autodescribía de la siguiente manera:

Pertenecí, políticamente, a Izquierda Republicana, partido burgués de izquierda. Debo confesar hidalgamente que sigo profesando la misma ideología política. Soy demócrata y liberal cien por ciento. Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso. Por esa razón el franquismo me tuvo detenido durante toda la guerra civil como preso político”.

Izquierda Republicana fue un partido republicano de izquierdas fundado por Manuel Azaña en 1934, como resultado de la fusión de varios partidos, entre ellos la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga. Integrada en el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, se convierte en el tercer grupo parlamentario, tras el PSOE y la CEDA. En A Merca, sus candidatos Manuel Martínez Risco y Manuel García Becerra conseguirían 65 y 50 votos, respectivamente, en esas elecciones.

Freire Freire (2001) afirma que Manuel Celso militó en las Juventudes de Izquierda Republicana (JIR) y que, formando parte de las Mocedades Galeguistas de Ourense, participó activamente junto al malogrado Alexandre Bóveda, entre otros, en la campaña electoral y elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, así como en las del plebiscito del Estatuto de Autonomía celebradas en junio de ese mismo año, en las que la mayoría obtenida a favor del mismo no valdría de nada, pues la Guerra abortó dicho proyecto. Así describía Manuel Celso sus sensaciones en ese histórico día:

“…recuerdo aquel día inolvidable, cuando recorriendo algunos colegios electorales de las aldeas apartadas y de la capital de la provincia, en Orense, he visto, he palpado el alma del pueblo galaico en aquel momento trascendental” (Garrido, 1940; tomado de Freire Freire, 2001).

En el poema “Non sei d-adxetivos” publicado en su exilio chileno, Manuel Celso se autodefine como alguien que nunca es indiferente ante las injusticias:

“¿Que ren é posible qu-éu
quede nunca indiferente
cando humillar vexo a home dino
por algún quídam noxento?”

La Guerra y la represión franquista

“-Bárbaros, as ideas non se matan!– berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!”.

Como consecuencia del golpe de estado del 18 de julio de 1936, las fuerzas sublevadas se hacen con el control de la provincia ourensana, comenzando la persecución y brutal represión de todos aquellos que habían tenido alguna vinculación con el Frente Popular. Ser maestro republicano convertía a Manuel Celso en uno los objetivos prioritarios de la represión falangista. A ello se unió el hecho de que un vecino de Sanguñedo le denunciase por “comunista” (termino genérico para referirse a todo aquel que había estado relacionado con el Frente Popular). Se le culpa, entre otros “delitos”, de haber hablado de política a sus alumnos. Ante este panorama, y siendo consciente del ambiente cainita que se respiraba en la provincia, con encarcelamientos y fusilamientos a diario, a Manuel Celso no le queda otra alternativa que esconderse y “desaparecer” de la vida cotidiana. De la noche a la mañana pasa a ser un fugitivo, permaneciendo durante ocho meses en diferentes escondites de distintos lugares. Uno de esos escondites fue el pajar y el “canastro” (hórreo) que sus parientes cercanos de Parderrubias tenían en la calle de Os Ponchos, en el pueblo de O Outeiro. Su abnegada madre se encargaría de llevarle de comer. Ocho meses “fuxido”, escapado, clandestino a causa de la salvaje represión fascista.

A principios de ese año 1936, al igual que el resto de mozos de la comarca nacidos en 1915, Manuel Celso había sido alistado en el Ayuntamiento de A Merca. Es tallado en 1,74 metros y su perímetro torácico es de 91 cm., siendo calificado como útil para el Servicio Militar. Alega ser hijo de viuda pobre a la que mantiene, y se le dan quince días para justificarlo, por lo que en ese momento es clasificado como pendiente de justificación. Ya en plena Guerra, en noviembre, de igual manera que todos los reclutas del reemplazo de ese año, es llamado a filas para incorporación inmediata. Dada su situación de huido, no se presenta. Por su condición de escondido, primero, y posteriormente de encarcelado, no tiene la posibilidad de luchar durante la Guerra, defendiendo a la República, hecho que según relata Freire Freire (2001), lamentó profundamente:

“…no me cupo la dicha de poder empuñar un fusil en las filas leales y ser un cruzado más de la Libertad, en defensa de nuestra República, tuve la mala suerte de sufrir cautiverio y persecución en mi misma patria… ¡Cuánto hubiera dado por estar al lado de los milicianos!… Pero no fue posible” (Garrido, 1941a; tomado de Freire Freire, 2001).

Dos meses antes, el 1 de septiembre, día que comenzaba la actividad escolar en la Enseñanza Primaria de la España ocupada por los sublevados, Manuel Celso no se había presentado en su puesto de maestro de Sanguñedo. El día 14 era cesado por el Gobernador Civil (Freire Freire, 2001). El 27 de junio de 1937, a través de las páginas de La Región, se le solicita que en el plazo improrrogable de diez días notifique su domicilio actual al Presidente de la Comisión Depuradora del Personal Docente, entendiendo que si no lo hace se le expedientará como si hubiese sido oído.

Manuel Celso, después de ocho meses escondido, es detenido en marzo de 1937 por los falangistas, cuando contaba con 21 años de edad. Desconocemos el lugar exacto de su detención. Es encarcelado en la prisión provincial de Ourense y condenado a trabajos forzosos en los campos del Monasterio de Oseira y de O Cumial. En prisión coincide con muchos presos políticos, entre ellos el médico Manuel Peña Rey. Así relataba esta experiencia en 1941:

En marzo de 1937 nos atraparon los mercenarios de Falange y llevaron a la cárcel de Orense, entre los setecientos y pico de presos políticos que allí había hacinados, durmiendo incluso en el patio interior de la prisión, sin cama en que acostarse ni ropa con que cubrir los maltrechos cuerpos, víctimas de los más inhumanos apaleamientos, teniendo como único techo el helado firmamento” (Garrido, 1941b; tomado de Freire Freire, 2001).

¿Te acuerdas de las dos y media de la tarde, cuando las listas de los que iban a ser paseados?… ¿No aparece todavía en tu retina la imagen siniestra del Conserje o del Abisinio, pistola empuñada con el cerrojo corrido y vista fija de asesinos natos, abriendo violentamente el rastrillo de la celda, para llevarse en aquel momento solemne, a las víctimas de su fobia y de sus instintos caníbales?… Y de las cuatro de la mañana, ¿te acuerdas? ¿Cuándo son sacados los penados a muerte, y nos dejaban mudos y cabizbajos hasta que al oír en el Campo de Aragón la descarga homicida hacía estallar nuestro mutismo en palabras incoherentes de indignación y dolor” (Garrido, 1942a; tomado de Freire Freire, 2001).

Un decreto de mayo de 1937 reconocía a los presos el “derecho” al trabajo. Aunque lo desconocemos, dada su formación, puede que en Oseira fuese obligado a tareas docentes en un reformatorio de menores que allí se había instalado. Lo que sí está refrendado es que fue uno de los muchos presos políticos que trabajaron de manera forzosa en las obras del campo de tiro de O Cumial. Según Freire Freire (2001), la pena de muerte a la que había sido condenado le sería conmutada por estos trabajos forzosos.

“…en el campo de concentración de El Cumial, en la provincia de Orense, donde a la sazón, a pico y pala y con tarea fija y extenuadora, nos tenían los sublevados a sus prisioneros políticos trabajando en la construcción del que ahora es magnífico campo de aviación” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Finalizada la Guerra, al no poder probársele delito alguno, Manuel Celso es puesto en libertad y obligado a hacer el servicio militar. Según consta en su expediente de mozo del reemplazo de 1936 de A Merca, presta un mes de servicio en el Regimiento Milán nº 32, con sede en Oviedo, siendo destinado el 25 de mayo de 1939 al Parque de Artillería de Gijón, en donde estuvo un año. Finalizada su condición militar de movilizado decide tomar el camino del exilio a mediados de 1940.

El exilio

Fue una mañana espléndida del mes de junio de 1940… En esa mañana, dos republicanos españoles –uno de ellos el que les habla, lector amigo-, caminan cautelosos, los pies y el corazón doloridos, en el último intento de salvar su vida física, hacia afuera de la Patria, para abrazar el exilio incierto, preñado de inquietudes y afanes múltiples, en busca de libertad y de un país en donde nos volvieran a considerar hombres y tratar como a tales… El viaje es costoso y difícil, pero nuestra ambición tiene un nombre: América. Volvíamos de vez en cuando la cabeza para gozar una vez más de la visión dichosa de la Patria que dejábamos hasta sabe quién y cuándo… Más, en aquella atmósfera de Caínes y Pilatos, era imposible vivir: asfixiaba a uno espiritualmente, y nos empañaba el corazón y la conciencia” (Garrido, 1942b; tomado de Freire Freire, 2001).

Dado sus antecedentes políticos, la salida de Manuel Celso de la España franquista no era obviamente tarea fácil. La única posibilidad de cruzar la frontera era hacerlo de manera ilegal asumiendo una identidad falsa. La salida más factible era la frontera portuguesa y desde el país vecino tomar rumbo a América. El plan diseñado desde meses atrás se hacía realidad a mediados del año 1940. El riesgo al que se exponía era máximo, pues ser descubierto suponía, en el mejor de los casos, muchos años de cárcel, cuando no, la condena a muerte. Vestido de cura atravesaría la frontera portuguesa. Con la ayuda de su amigo Manuel Fernández Borrajo, a quien había conocido durante el Servicio Militar en Asturias, y a contactos que tenía en Portugal, se apropia de la identidad de un portugués fallecido: José Félix Carpio. Con un pasaporte, al que había cambiado la foto y unos certificados falsificados del Alcalde y del Juez, se presenta en Portugal (Pérez Leira, 2011). Según Freire Freire (2001), el intento resulta fallido, pues en territorio luso la Guardia Republicana desconfía de su documentación, lo que le hace regresar a su pueblo natal de A Merca. Un segundo intento, en el que cuenta con la colaboración de un vecino de Parderrubias, finaliza en Lisboa para tomar rumbo a América. Desconocemos la fecha en la que embarca a bordo de un buque repleto de emigrantes portugueses con destino a Sudamérica. El mismo relata que en noviembre de 1941 llega a Chile después de estar un mes en Brasil y ocho en Argentina, por lo que estimamos que su salida (sin retorno) de la península ibérica se produciría en la segunda mitad del año 1940.

A los responsables de su forzosa salida de España, no le duele prendas describirlos en los siguientes términos, en 1953, en el poema “¡Saúde, hirmáns!”:

Bárbaros, as ideas non se matan! –berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!

En Buenos Aires comienza a colaborar con la Federación de Sociedades Gallegas, y en junio de 1942 publica su primer artículo en el semanario Galicia: “”Evocación triste de un refugiado”. La Federación de Sociedades Gallegas, Agrarias y Culturales, fundada en 1921, tenía como finalidad principal la superación del atraso económico y cultural de Galicia. Durante la Guerra Civil había estado comprometida con el Frente Popular y, una vez finalizada, su labor se focaliza en la solidaridad con los refugiados españoles, muchos de los cuales escriben en el periódico Galicia. Tal como indica Fasano (2009), la Federación constituyó un ámbito de socialización política y cultural para los gallegos republicanos exiliados.

Siguiendo el detallado trabajo de Freire Freire (2001), gracias a ourensanos, emigrantes en Santiago de Chile, Manuel Celso consigue un trabajo de administrativo en la capital trasandina y es contratado durante algunos meses como editorialista por el diario La Opinión, encargándose además de la sección Página España de su suplemento dominical. Pronto dejaría estos trabajos para dedicarse al sector comercial de la madera, en un primer momento en Chillán y después en Santiago (Maderas Manuel-Celso Garrido Rodríguez). Posteriormente, regentó una panadería y, finalmente, la zapatería Astor. A pesar de ello, no abandonaría nunca sus colaboraciones con diversos periódicos y revistas, tanto nacionales (La Hora, La Nación, La Última Hora, El Mercurio u Occidente) como internacionales (Galicia [Buenos Aires], Lealtad [Montevideo], Izquierda [París], España Libre [Nueva York] o España Nueva [Ciudad de México]). Su interés por las labores periodísticas, unido indudablemente a su morriña, le llevaron a barajar la idea de la creación de un periódico mensual, en gallego, dirigido a la colonia gallega en Chile, pues pensaba que “a nuestra gente emigrante hay que hablarle y darle noticias de su aldea” (tomado de Freire Freire, 2001).

Manuel Celso nunca se desentendería ni de sus ideales galleguistas ni de la defensa de la autonomía de Galicia. Ello le llevó a aceptar el cargo de Delegado del Consello de Galiza en Chile, encomendado por el mismo Alfonso Castelao y designado por Alonso Ríos, quien sería Presidente del Consello una vez fallecido Castelao. El Consello de Galiza era una especie de gobierno autónomo gallego en el exilio, creado en noviembre de 1944, en Montevideo, por Castelao (Monteagudo, 2016). En esa época, Manuel Celso también ocupaba el puesto de Secretario de Propaganda de Galeuzca en Chile, un pacto entre nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, que había sido confirmado en 1941. Junto a Ramón Suárez Picallo (diputado a Cortes en 1936 por el Partido Galeguista) lleva a cabo una labor encomiable para mantener viva la llama del galleguismo entre la colectividad gallega de Chile, labor reconocida en las páginas del periódico argentino A Nosa Terra. Galicia, su Galicia, estuvo siempre en el corazón de Celso:

Quixente e quérote con amor eterno, profundamente intenso de Deus antigo. Túa presencia garimosa e inesquecible fai a miña ialma acesamente feliz, optimista, eterna… E agora lonxe de ti, penando d’amor e morriña, qu’e o maior sufrimento” (Manuel Celso Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En una de las estrofas de su poema “¡Saúde, hirmáns!”, Manuel Celso clama a la galleguidad, pidiendo a los acomplejados que se aparten:

“Irmáns: Un berro antergo e sagro
(os acomplexados fuxan da nosa veira:
só nos intresa do mundo un anaco,
só Galiza): ¡Viva nosa Terra meiga!”.

Su posicionamiento ideológico le lleva a entablar amistad con el Presidente de la república chilena Gabriel González Videla, del Partido Radical, con el gran poeta chileno, y Premio Nobel de Literatura en 1971, Pablo Neruda. En noviembre de 1946 asiste a la ceremonia de toma de posesión del Presidente de la República, que tiene lugar en el Palacio del Congreso, en calidad de amigo cercano. El poeta y político chileno participó en algunos de los actos organizados por Manuel Celso en el Centro Republicano Español de Santiago de Chile. Tanto en su casa, como en la de su hermano José María, había libros dedicados por Pablo Neruda. En ese círculo de personas cercanas también se encontraba Salvador Allende, Presidente de la República desde finales de 1970 hasta su derrocamiento en el año 1973 por el golpe de estado de Pinochet.

Manuel Celso (derecha) en compañía de Ramón Suárez Picallo (izquierda) y Eduardo Blanco Amor (centro), durante la visita de este último a Chile en 1948

La familia en Chile

Nós, acougados a veira do mar, nunha solana de pedras con musgos, fitamos o lonxe o océano de Balboa, entre Valparaíso e Concón. ¡Qué bonito e iste mar de Chile! Pro de Pacífico non ten mais que o nome, xúrovolo”.

(Garrido, 1953)

Manuel Celso vive en el número 6019 de Santa Rosa, en donde estaba ubicada la panadería que regentaba. La casualidad (o no tan casualidad) hace que ese número, en uno de las viales más importantes del Santiago actual, esté hoy ocupado por Panadería Maruxa, que presume de producir la mejor marraqueta, recién salida de un horno artesanal santiaguino. El 22 de noviembre de 1951, a la edad de 36 años contrae matrimonio, en el barrio residencial de Quinta Normal, con Olga Elena Bouzo Vidal, 13 años más joven que él. El padre de Olga Elena era un ourensano que había llegado a Chile antes de comenzar la Guerra Civil y era propietario de varias panaderías en la capital, llegando a ocupar la Presidencia de la Federación Chilena de Industriales Panaderos (FECHIPAN), entidad gremial fundada el 25 de septiembre de 1936.

A su esposa, Manuel Celso la llamaba Nena (Niña) de manera cariñosa, llegando a tomar este nombre en el entorno familiar. Me consta que sus sobrinas se refieren a ella como la tía Nena. En el año 1954, escribe para ella el poema “Tú: ella. Yo: él”, en el que le trasmite el gran amor que le profesa:

Eres mi sino y mi estrella,
porque ellos son quererte.
¿Galeote del corazón?
¿Forzado de la ilusión?
Tú eres mi Dios, no te importe.
Tú, mi vida entera. Tú: Ella.

Porque, Nena mía, ¡te amo y me amas!

Dos años después de contraer matrimonio nace la primera hija Aurora Elena (Rula) y once meses después lo hace María Milagros (Mila). A ellas escribe las siguientes líneas, cargadas de amor y ternura, en el artículo “Nochebuena con los míos”, publicado en el periódico El Mercurio, cuando tenían cinco y cuatro años, respectivamente:

Ayer, con gracia leve, palabra fácil y donaire como nunca tuve, ni antaño, contele a mis niñas, a mis retoños del divino Nacimiento el milagro. Ruliña, seria y serena, inteligente, cual a su carácter corresponde, iba al compás de mis palabras, con cariño, dibujando en el semblante infantil de su faz toda la trayectoria vital del Niño. Milagriños, en cambio, locuaz y saltarina, con blanca sonrisa, o dulce y lánguida tristeza, me dijo más de una vez curiosa: papá, ¿por qué no viene ya, dinos?” (Garrido, 1957).

Rula, la hija primogénita, sería protagonista de uno de los catorce poemas de la obra Saudade: “A pombiña i-o corvo”:

¡Ai, miña rula, Ruliña, miña filla:
Tamen eu son avezado cazador.
E matareiche os corvos do teu redor.
E surriréille ledo, mui ledo, as pombiñas!

Después de Milagros llegaría un varón prematuro, fallecido a las pocas horas de nacer. El tercer hijo del matrimonio Garrido-Bouzo muere antes de cumplir el año, víctima de una pulmonía. Finalmente, nace José Manuel; lo haría tres meses después del fallecimiento de su padre. Milagros falleció en Santiago de Chile en noviembre de 2009.

Manuel Celso con su esposa Olga Elena y su hija Rula

La saudade

Unha forcia soave e permanente, implacábel e doce –a saudade- turra por nós arreo car-os nosos lares, sen darnos acougo” (Garrido, 1953).

Como todo gallego en la diáspora, la saudade y la morriña empapan la vida de Manuel Celso en Chile. El mismo llega a definirla como la fuerza suave y permanente, pero implacable, que tira de uno sin descanso hacia su tierra.

Una excelente descripción de este sentimiento la hace María Elena, sobrina de Manuel Celso, refiriéndose a su tía Milagros en Chile: “estaba en Chile, pero su cabeza estaba absolutamente en A Merca, y en el pasado”. Este sentimiento tan gallego, y tan difícil de comprender para quien no lo es, lo hace visible de manera brillante Manuel Celso en su obra escrita en lengua gallega “Saudade. Un limiar e catorce poemas galegos”, dedicada a su única hija en ese momento, Aurora Elena (Ruliña), con “infinito cariño”, y publicada en Santiago de Chile el 20 de marzo de 1953.

Estos son los 14 poemas. Dedicados a su familia de A Merca y a sus vecinos: “A miña nai, n-iste 1º de noviembre (1948)”, a su madre difunta; “Invernía”, a su hermana María Milagros; “Sementeira”, a su hermano José María; «Lembranzas”, a su sobrina Manuela, hija de María Milagros, a la que por su temprana orfandad, Manuel Celso brindó en cierta medida la figura de padre; y “Céltigas vaquiñas”, a sus vecinos de A Merca. Dedicados a su familia de Chile escribe “Com-a volvoreta!” a su esposa Nena; “A pombiña i-o corvo”, a su hija Rula; y “Praia sin nome”, a sus padrinos de boda José Fernández y María Miret, y a sus hijas (madrinas de Aurora Elena y María Milagros). A sus compañeros de exilio dedica: “A Santa Compaña”, a Ramón Suárez Picallo; “Morreo Castelao”, a Virxinia Pereira (esposa de Alfonso Castelao); “Mensaxe de Bóveda”, a Rodolfo Prada (Presidente del Centro Gallego de Buenos Aires e importante figura del galleguismo en tierras argentinas); y “¡Saúde, irmáns!”, a sus amigos del exilio. “Lémbraste…?” se lo dedica a “cualquier mujer bienquerida”. Finalmente, “Non sei d-adxetivos”, tiene a sí mismo como destino en forma de autorretrato.

El sentimiento de desarraigo que experimenta Manuel Celso lo plasma de manera sentida en los poemas dedicados a los personajes centrales de su vida en A Merca, alcanzando su culmen en el que dedica el día de Fieles Difuntos de 1948 a su madre difunta, que había fallecido tres años antes, residiendo sus hermanos todavía en Galicia. El poema es escrito al poco tiempo de tener conocimiento del fallecimiento de la madre, lo que lleva a Manuel Celso a aislarse del mundo durante días, sumido en una enorme amargura. El encerramiento y el dolor anímico experimentado dieron lugar a estas sentidas estrofas:

No exilio eu, lonxe da Terra, ollando alleos eidos;
Meus hirmáns Milagros e Xosé María, ¡probiños!, sois, sen pai tamén,
horfos e tristes, viaos no fogar onde nados fomos d-anguria a tremer,
¡E ti, nai miña, índote con meu nome nos beizos!

Ti, que tan boa fuche, i-agora no Além ficas,
acullle con cariño estas garimosas verbas tenras miñas.
E un primeiro de Novembre, alleo, saudoso, ingrato:
Non poido ire a levarche froles da Terra o noso Camposanto”.

Saudade es revivir lo que hemos dejado atrás, pero ante la imposibilidad de dicha acción, solo queda ensoñarlo para que el recuerdo permanezca. Para ello, el gallego “lembra” y esas “lembranzas” lo ensimisman. Así, quedó reflejado en el poema “Lembranzas” con dedicatoria a su sobrina Manola:

A modiño, a modiño,
sin sentil-as,
chegan as lembranzas.
Vai pingando a vida, miudiño,
Anacos de sí,
¡ai miñas rapazas!...

Esta ensoñación impregnada de morriña se deja ver de manera nítida en el poema “Sementeira”, dedicado a su hermano José María:

¡Sementar! ¡Sementar moito, i-arreo! Regal-a terra coa suor da frente. E fendela a cotío, suxetando a rabiza do arado co puño forte de mau rexa e baril. Cubrila d-estrume primeiro, i-enchela de cheiro a fogar. Rachala logo, cubrind-o ar de cheiro a quentura i-agarrimo. Rizala dempois coa grade, deixándoa tenra, morniña. E o fin, na entrana viva, traballada e quente, diexar cair a semente. Para que maña nos encha de fartura e de ledicia: Na recolleita”.

Los hermanos Manuel Celso (derecha) y José María (izquierda) con las hijas del primero, Rula y Mila

Esta misma experiencia se vuelve a repetir en “Invernía”, con dedicatoria a su hermana Milagros, en el que rememora los quehaceres cotidianos de la familia rural de nuestra comarca en aquellos interminables inviernos:

Apesares, dempois de xantar, císcase a familia:
A nena a tornal-auga. A  muller, o outono.
O rapaz, a apañar castañas, denantes que as rouben.
I-o pai, coas ferramentas o lombo, o Ferreiro”.

Sus recuerdos y remembranzas de niño se dejan ver en el poema “Céltigas vaquiñas”, dedicado a sus paisanos de A Merca:

¡Esas vaquiñas loiras:
Qué ben traballan e pacen nos eidos.
Qué mansiñas son. Qué tenras.
E como ripan o outono, coma cuitelos.
De andar sereo i-acompasado,
-esas vaquiñas loiras, barrosas-,
Van pol-os camiños triscados nos valados,
I-o descuido, ripando verzas nas hortas”.

¿Sería la saudade la causa de que Manuel Celso decidiese poner fin a su vida en Santiago de Chile? Muy difícil contestar a esta pregunta, pero pensamos que sin duda pudo haber contribuido a magnificar estados emocionales depresivos que experimentaba en ciertas épocas, aunque desconocemos en qué medida. El 6 de octubre de 1960 se quitaba la vida en su casa. El día anterior a su fallecimiento toda la familia, incluido su hermano José María que había venido de Puerto Montt, había asistido a una boda de una persona cercana. Al día siguiente a la boda, Manuel Celso decide no ir a una reunión familiar y se queda solo en casa, momento que aprovecha para usar un arma. Será al atardecer de ese día, al llegar a casa, cuando su hija Rula, con solo siete años de edad, busca a su padre y lo halla muerto. Vestía traje, como era habitual en él. Sus restos mortales descansan en el mausoleo familiar ubicado en el Cementerio General de Santiago de Chile. Su hermano José María fallecería al año siguiente, dicen que “de pena”, pues desde ese fatídico 6 de octubre nunca más volvería a sonreír.

Vista del Cementerio General de Santiago (fotografía tomada de @cementeriogral)

En memoria de Manuel Celso

Después de su fallecimiento, el diario Opinión Gallega de Buenos Aires reconocía en sus páginas la figura de Manuel Celso, al informar que el galleguismo perdía un regio luchador y Galicia un hijo fiel. La galleguidad chilena y argentina lloraba su muerte. El Presidente de la Republica Española en el exilio de París, Diego Martínez Barrio, le concede el título póstumo de Caballero de la Orden de la Liberación de España.

Lamentablemente, la figura de Manuel Celso es escasamente conocida y reconocida. En gran medida, ello es lo que nos ha llevado a la elaboración de este artículo. Son escasos los reconocimientos a su figura. Entre las excepciones destacaríamos (1) su inclusión en el Diccionario da Literatura Galega, encontrándonos su nombre en el Tomo 1 “Autores”; (2) la ponencia sobre su vida y obra presentada por Marivel Freire Freire en el Congreso Internacional O Exilio Galego, celebrado en Santiago de Compostela en el año 2001; y (3) un capítulo en el libro “Protagonista de una epopeya colectiva” de Lois Pérez Leira.

Nuestra comarca no debe permitirse que su vida y obra pasen desapercibidas, y no sean reconocidas en su justa medida. Hasta donde sabemos, el único reconocimiento que tuvo lugar en su tierra natal fue el llevado a cabo por el grupo municipal del Bloque Nacionalista Galego en el Concello de A Merca el 24 de abril de 1999. Incomprensiblemente, la corporación municipal de esa época no llegó a un acuerdo para poner su nombre a una calle del pueblo. Desconozco las razones que llevaron a esa falta de acuerdo, pero se me antojan peregrinas y de cortas miras. En dicho acto, promovido por los concejales nacionalistas Luis Seara y Manuel Outumuro, y que tuvo lugar en el Salón de Plenos del Concello de A Merca, participaron los escritores Millán Picouto y Lois Pérez Leira, así como el político Manuel Mera.

Noticia del homenaje a Manuel Celso en A Merca publicada en O Aguillón (febrero de 2000)

Manuel Celso por su hija Rula

No podríamos dar mejor terminación a este artículo que con un epílogo suscrito por Rula, hablando de su padre. A pesar de haberlo perdido a muy corta edad, su recuerdo imborrable perdura en el tiempo, y ese recuerdo lo plasma en estas líneas:

Juan Carlos me pide que describa el recuerdo que tengo de mi padre…. Lo he pensado varios días… Hablar de él sin ser subjetiva es imposible, por el tremendo amor que siento por él, pero aquí va. Celso, mi papá, era un tipo muy buenmozo, siempre vestía impecable, de traje o sport; en las fotos que conservo se ve muy bien en todas. Conmigo y con mi hermana Milagros era muy dulce. Nos leía libros antes de dormir. Recuerdo cuando su hermano José María le enviaba mariscos del Sur de Chile y él nos hacía comer ostras, pulpo y erizos, lo que disfrutaba mucho. Aprendimos con mi madre a lavar los pulpos que ella cocinaba “a la gallega”, exquisitos. MI padre era alegre. Recuerdo que cantaba en reuniones en casa y tenía su grabadora (con cintas), también sus discos. Su oficina, con estantes repletos de libros y discos de música española. Leía muchísimo, y lo recuerdo también escribiendo a menudo. Recuerdo ir con él a la feria semanal del barrio a comprar verduras, frutas y ostras. Después guardábamos algunas para nuestras tortugas, la mía y la de Mila, mi hermana. Visitábamos el Estadio Español y el Stade Français con él y mi madre, en donde disfrutábamos de las piscinas mientras él jugaba al tenis.  La cena en la mesa era muy importante para él, lo recuerdo sentado y yo a su lado escuchándolo. Salíamos de paseo a las playas y a las termas. En fin, para mí estar a su lado era sentirme muy querida, admirada y protegida. Su último negocio fue una zapatería que le compró a mi abuelo, Francisco Bouzo. Allí nos dejaba a veces jugar en las inmensas bodegas de zapatos y cuando decoraban las vidrieras era para nosotras una fiesta; él ponía todo el empeño es que se vieran muy lindas.  Nos permitía llevar a casa cajas para jugar, que Mila y yo llenábamos con otras más pequeñas, él las descubría; era muy divertido. Le gustaba el jardín, y me enseñó a regar las plantas; el agua en la raíz, me explicaba que era importante. A mi mamá la llamaba “mi prójima”, y se refería a nosotras como “sus tres Marías”, las estrellas. Mi padre llenó mi vida de sus recuerdos y son todos dulces y tiernos. Nunca le oí levantarnos la voz, solo mimarnos mucho. A mi hermana le llamaba a veces “lauchita”, porque le gustaba esconderse dentro de los muebles en casa. Yo era su Ruliña, y dice mi madre que desde el día en que nací me encontraba preciosa. ¡Qué más puedo decir de un hombre que era tan especial!  Así era mi papá”.

(Miami, Estados Unidos, junio de 2021).


Fóronse para sempre os tempos en que os galegos coma coitadiños, coma quen pide esmola, pregábamos mansiñamente o que tíñamos dereito incuestionable a lograr ieisixir sin contemplación” (Celso Manuel Garrido, 1950; tomado de Freire Freire, 2001).

Agradecimientos

Agradezco a Aurora Elena (Rula) Garrido, José Manuel Garrido, María Elena Garrido y Marisa Garrido por animarme a escribir este artículo y, sobre todo, por las facilidades, informaciones y documentos que me brindaron para que ello fuese posible. Muy especialmente, quiero hacer evidente este agradecimiento a Rula, hija de Manuel Celso, porque sin ella este trabajo no hubiera sido lo que es. Muchas gracias y queda pendiente compartir un plato de pulpo a feira en A Merca.

Incluyo también en mis agradecimientos a Víctor Fortes, Julio Grande y Manuel Outumuro, por los documentos aportados para completar diferentes apartados del artículo.

Referencias

Fasano, L. (2009). Exiliados gallegos en la Federación de Sociedades Gallegas de la Argentina: una aproximación al tema. XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche.

Freire Freire, M. (2001). Manuel Celso Garrido: achegamento á súa vida e obra. Actas Congreso Internacional O Exilio Galego. http://consellodacultura.gal/mediateca/extras/CCG_2001_Actas-do-congreso-internacional-O-Exilio-Galego.pdf

Garrido, M. C. (5 de julio de 1940). 28 de junio (1936-1941). Galicia, 734.

Garrido, M. C. (20 de septiembre de 1941). Apostilla a una revista vieja. Galicia, 745.

Garrido, M. C. (1 de noviembre de 1941). Testigos inexorables. Galicia, 751.

Garrido, M. C. (7 de febrero de 1942a). Carta abierta a mi excompañero de cautiverio. Galicia, 765.

Garrido, M. C. (13 de junio de 1942b). Evocación triste de un refugiado. Galicia, 783.

Garrido, M. C. (21 de febrero de 1942c). ¡¡¡Volve, Galicia!!! Galicia, 767.

Garrido, M. C. (9 de enero de 1943). El Maestro no quiso. Galicia, 813.

Garrido, M. C. (12 de julio de 1947). Don Ramón Otero Pedrayo. Saúdo d-un alumno. Galicia, 1014.

Garrido, M. C. (10 de febrero de 1950). Co gallo da mala nova. Galicia, 1100.

Garrido, M. C. (1953). Saudade. Un limiar e quatorce poemas galegos. Talleres de la Casa del Niño.

Garrido, M. C. (27 de diciembre de 1957). Nochebuena con los míos. El Mercurio.

Monteagudo, H. (2016). Castelao en Buenos Aires, 1940-1950. Olivar, 17, Artículo e006. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7771/pr.7771.pdf

Pérez, L. (2011). Protagonistas de una epopeya colectiva II parte. Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo. https://es.calameo.com/read/001933963309ccc65359a

Salgado, R. (2020). La Biblioteca Provincial. http://ovrense.blogspot.com/2020/10/la-biblioteca-provincial.html

Parderrubias y la Guerra Civil: muerte en el frente de batalla (II)

Parderrubias y la Guerra Civil: muerte en el frente de batalla (II)

Por Juan Carlos Sierra Freire

En este artículo, que da continuidad a la serie de trabajos en memoria de los mozos de Parderrubias fallecidos en la Guerra Civil, nos ocupamos de las historias de Modesto y Abelardo, dos jóvenes de Parderrubias a los que, al igual que José Grande Sampedro -cuya semblanza abordamos en un anterior artículo- arrebataron la vida en la flor de su juventud, lejos de sus hogares, con el agravante de que sus restos mortales ni llegaron a recibir sepultura en nuestro camposanto. Un día tomaron un tren en la estación El Empalme de Ourense camino de lo desconocido, con la zozobra de un destino incierto. El destino quiso ser tan cruel, que les negó el regreso a su tierra. En algún lugar del noreste español quedaron para siempre. Descansen en paz.

Modesto Grande Grande (1913-1938)

Modesto nace el 25 de julio de 1913 en el pueblo de A Iglesia, perteneciendo por tanto al reemplazo de 1934 y siendo reclutado para ir al frente de guerra en agosto de 1936. Era hijo de José María y María, y tenía por oficio el de carpintero, profesión con gran arraigo en Parderrubias. Fue alistado a principios de 1934 en el ayuntamiento de A Merca, siendo tallado en 1,66 metros. Por error, es registrado con el segundo apellido de la madre: Álvarez, hecho que dificulta el seguimiento de su historial militar. Es calificado como útil para el Servicio Militar, pero alega ser hijo de sexagenario pobre, por lo que en ese momento queda pendiente de clasificación, a la espera de la presentación de los correspondientes justificantes. Una vez presentados, disfrutó de prórrogas de primera clase. Pero… llega el año 1936 y, con él, la maldita Guerra que lo desbarató todo.

Con el fin de evitar ser enviado al frente, Modesto siguió alegando ser el sustento económico necesario de su familia. Así, en noviembre de 1936, el Secretario del Ayuntamiento de A Merca certifica los bienes rústicos y urbanos de la familia Grande Grande, incluyendo a los padres y a todos los hijos: Antonio (casado con María Casas Sampedro), Eliseo (casado con Hortensia Fernández Rego), Isabel, Dosinda y el propio Modesto. Las múltiples gestiones burocráticas llevadas a cabo para evitar ir a la Guerra no surtieron efecto alguno, de manera que en febrero de 1937, Modesto ya aparece en los registros militares como soldado incorporado a filas en el 5º Batallón del Regimiento de Infantería América nº 23, que se integraría en la 61 División organizada en Navarra el 5 de septiembre de ese año. Este Regimiento tenía su ubicación en el cuartel de Aizoain (Navarra), muy cerca de Pamplona. El 26 de diciembre de 1937, la 61 División es enviada a las inmediaciones de Albarracín –en la provincia de Teruel-, incorporándose al Cuerpo de Ejército de Galicia, encuadrándose como reserva de dicho Cuerpo el 4 de marzo de 1938 (Engel, 2010). Es en este sector en donde Modesto entra en contacto con la Guerra y con sus trágicas consecuencias: la muerte.

Columna motorizada dirigiéndose a Albarracín. Fuente: Biblioteca Nacional de España

Modesto fallece a los 25 años de edad en el Hospital de Sangre de Cella (Teruel) en los primeros meses de 1938 (desconocemos la fecha exacta). A manos del párroco de Parderrubias, don Juan Estévez, llega una carta firmada por Joaquín Trices, Capitán del 5º Batallón del Regimiento de Infantería América, en la que se informa del fallecimiento de dicho soldado y de su posterior sepultura en el cementerio de Cella. En el Archivo General Militar de Ávila, en donde se encuentran los fondos documentales del Hospital de Cella relativos a los años 1937 y 1938, no encontramos referencia alguna a Modesto. Lo mismo ocurre en el Registro Civil de Cella, en donde no aparece ningún asiento de defunción a su nombre. Tampoco hay información alguna en el Registro de Teruel. Ello nos hace pensar que Modesto pudo ser enterrado en alguna fosa común, sin que haya quedado registro documental alguno del hecho. El lunes 2 de mayo de 1938 se celebraba por su alma un funeral en la iglesia parroquial de Parderrubias con la asistencia de siete curas.

Los hospitales de sangre eran hospitales situados en las proximidades de las líneas de batalla o en poblaciones cercanas a los frentes, en los que se recibía a los heridos en combate. Entre estos hospitales se encontraba el de Cella, en la provincia de Teruel, que funcionó desde el año 1937 hasta el final de la Guerra, alcanzando su mayor actividad durante la Batalla de Teruel.

Se conoce como Batalla de Teruel a una serie de operaciones militares que tienen lugar entre el 15 de diciembre de 1937 y el 22 de febrero de 1938 en esta ciudad y sus alrededores. Pasó a los anales de la Guerra Civil como uno de los episodios más terribles de la contienda. Las balas y el frío polar acabaron con la vida de miles de gallegos en ambos bandos. En esta batalla, como ocurrió en alguna otra, encontramos a gallegos enfrentándose entre sí, lejos de su tierra (¡la locura de una guerra civil!). El 15 de diciembre, el Ejército Republicano lanza una operación sorpresa para conquistar Teruel con el objetivo de distraer a las Fuerzas Nacionales y así paralizar su interés por la conquista de Madrid. Como bien señala Cocho (2011), una razón de prestigio en las filas nacionales y una estrategia de efecto propagandístico en las republicanas llevaron al matadero a miles de jóvenes gallegos. En un durísimo invierno, con temperaturas que llegaron a ser de 20 grados bajo cero, el Ejército Popular cercó durante tres semanas la ciudad, hasta que el 8 de enero, después de durísimos enfrentamientos cuerpo a cuerpo, cae Teruel en poder de los republicanos. Supuso un simple cambio de papeles: los sitiadores pasaron a sitiados y viceversa, pues al poco tiempo el Ejército sublevado mueve trece Divisiones con el único objetivo egocéntrico de recuperar la capital turolense, sin importar lo más mínimo el número de víctimas. El 22 de febrero, el General Aranda entra en la ciudad, volviendo a pasar a manos del ejército franquista. El coste para los Nacionales fue de 14.000 muertos, 16.000 heridos y 17.000 enfermos por congelación; las bajas republicanas pudieron alcanzar las 60.000 (Cocho, 2011). Integrando esa fría y espantosa cifra de heridos estaría Modesto Grande Grande, joven de Parderrubias forzado a una pelea difícilmente comprensible. En esta batalla también participó su vecino de O Outeiro, Adolfo Outumuro Outumuro, que formaba parte de uno de los batallones que integraban el Regimiento de Infantería nº 28 del Ejército Nacional. Adolfo consigue salir ileso de la contienda, pero vivió con sus consecuencias el resto de sus días: una bronquitis crónica.

Batalla de Teruel. Foto: Robert Capa. Tomada de La Guerra Civil Española en Color

Si examinamos la labor propagandística de los medios afines al Ejército sublevado, La Región del 16 de diciembre de 1937 incluía como titular de portada “En el sector de Teruel han dejado los rojos el campo cubierto de cadáveres al ser rechazados dos ataques por nuestras fuerzas”. El titular del 19 de diciembre no le iba a la zaga: “En el día de ayer y en el sector de Teruel se causaron al enemigo más de dos mil muertos”. Fruto de un exceso de entusiasmo, el 1 de enero de 1938 se anuncia que la ciudad de Teruel es liberada, ya que las fuerzas golpistas habían levantado el cerco llegando a la capital, lo cual distaba de ser verdad. El 11 de enero, La Región alarmaba con que “solo la inepcia y la traición de un jefe facilitó a los rojos la conquista de algunas posiciones”. Sin nombrarlo en ningún momento, la noticia se refiere al Coronel Rey d’Harcourt que rindió la capital al Ejército Rojo, siendo por ello defenestrado por la jerarquía franquista. El 18 de enero abre con el titular “Recomenzada la batalla de Teruel, el enemigo sufrió una espantosa derrota”. El 23 de febrero la portada de La Región sentencia que “Teruel vuelve a ser de España. A las ocho de la mañana fue ocupada la ciudad de Teruel”.

La Región, 23 de febrero de 1938

La acción propagandística de la prensa del Frente Popular describía una realidad muy distinta. Así, el diario Ahora, el sábado 18 de diciembre, abría portada con el titular “Teruel absolutamente cercado”. Y, el 22 de diciembre, bajo el titular “Teruel conquistado para España y la República” se podía leer:

La jornada de hoy termina con la entrada de las tropas republicanas en Teruel, estando ya en nuestro poder amplios sectores de la ciudad… Nuestras fuerzas no solamente resistieron, sino que contratacaron, aniquilando una Compañía entera, de la que quedaron en el campo los cadáveres de casi todos sus componentes”.

La portada del diario El Pueblo, bajo un “Teruel, liberado”, lanzaba un despiadado mensaje:

“…al comenzar nuestra ofensiva, el ex general locutor de Sevilla [Queipo de Llano en sus alocuciones radiofónicas diarias durante la Guerra] dio a entender que nosotros nunca podríamos tomar Teruel. ¡Se habrían acumulado elementos en la ciudad y qué conocimiento tendrían de que era inexpugnable, que todas las radios facciosas, haciendo digno coro al bizarro locutor sevillano, se permitieron vayas y jactancias en tonos que corresponde a la indigencia mental de que dan muestras en sus habituales emisiones de radio!” (El Pueblo, 22 de diciembre de 1937).

Según Engel (2010), las acciones en Teruel de la 61 División, a la que pertenecía el 5º Batallón del Regimiento América nº 23, en el que estaba alistado Modesto, se inician el 30 de diciembre de 1937, cortando la carretera de Teruel a Masegoso. Al día siguiente conquistan La Muela de Teruel. El 2 de enero de 1938, la División se situó en posiciones defensivas sobre la carretera de Teruel a Zaragoza. Al día siguiente fracasa en el intento por avanzar las líneas. El 7 de enero rechaza un ataque a La Muela y, al día siguiente, tras conocerse la caída de Teruel, abandona sus avances y pasa a fortificarse en La Muela. A principios de febrero repelen fuertes ataques del enemigo y ya el 20 de febrero inician la contraofensiva tomando posiciones enemigas cercanas a La Muela. La batalla de Teruel había costado a la División 2.095 bajas de guerra y 2.000 enfermos. Modesto formaba parte de esa aterradora cifra.

Abelardo González Outumuro (1910-1939)

Abelardo nace en O Outeiro el 8 de marzo de 1910, perteneciendo por tanto al reemplazo de 1931. Es bautizado al día siguiente junto con su hermano gemelo Emilio. Es hijo de José (natural de As Pías) y María Visitación, y tenía por ofició, al igual que Modesto, el de carpintero. El día de su alistamiento es tallado en 1,61 metros. Reconocido facultativamente, se le detecta un déficit en su agudeza auditiva “que le impide oír a menos de 10 metros y más de 2,50”, según se recoge en su expediente. Por esta razón, es calificado como útil exclusivamente para Servicios Auxiliares. Sin embargo, iniciada la guerra, la Junta Militar, obviando dicho déficit físico, lo declara “soldado útil para todo servicio”, siendo incorporado a filas en noviembre de 1936.

Los datos históricos que disponemos de Abelardo relativos a su presencia en el Ejército son escasos y un tanto confusos. La única referencia documental es su partida de funeral firmada por el párroco de Parderrubias, don Juan Estévez, el 23 de abril de 1939. En dicho documento se informa de la celebración de los funerales de Abelardo, fallecido en el hospital de Cella el 23 de abril de ese año a consecuencia de las heridas recibidas en el frente. Por tanto, desconocemos el lugar preciso, la fecha en la que cayó herido y la fecha exacta de su fallecimiento, pues difícilmente puede coincidir esta con la de los funerales celebrados en Parderrubias. La partida indica que tenía 25 años de edad, cuando en realidad tenía 29.

A la información recogida en este documento parroquial hay que añadir algunos datos biográficos que llegan a nuestros días fruto del boca a boca de los vecinos de Parderrubias. Entre lo que hemos conseguido recopilar, se repite el hecho de que sus familiares le dieron por fallecido en un episodio bélico relacionado con un buque, cuando no existe constancia alguna de ello como veremos. Se llegó a comentar que se habían celebrado en la Parroquia funerales por su alma, apareciendo posteriormente el finado en el pueblo disfrutando de un permiso. La explicación a esta confusión puede estar en el hecho de que la noticia de su fallecimiento llega a Parderrubias a través de un compañero, natural de Barbadás. A diferencia de otras partidas similares, en la de Abelardo no se alude a comunicado militar oficial alguno sobre su fallecimiento. Teniendo en cuenta que en los libros parroquiales no hay doble partida de funeral ni rectificación alguna en la existente, descartamos un doble funeral, salvo que la familia tuviese alguna misa por su alma antes de oficializarse su fallecimiento y se llevase a cabo el correspondiente funeral. Con respecto al buque, hay dos episodios marítimos trágicos en la última fase de la Guerra Civil, en los que se vieron involucrados soldados gallegos: el hundimiento del crucero Baleares en la madrugada del 7 de marzo de 1938 y el hundimiento del buque Castillo Olite, justo un año después, el 7 de marzo de 1939. Nos decantamos por el segundo episodio, como argumentaremos más adelante, descartando relación alguna con el navío Baleares, pues su tripulación estaba compuesta por marineros, por lo que no creemos que Abelardo formase parte de su tripulación. A partir de esta escasa información, únicamente cabe formular hipótesis de cuál pudo ser la historia y el destino final de Abelardo.

En primer lugar, a priori llama nuestra atención el hecho de que fallezca en el Hospital de Sangre de Cella estando ya la guerra finalizada. Como hemos señalado, estos hospitales se levantaban en lugares cercanos a los frentes de batalla, con el fin de recibir de manera inmediata a la multitud de heridos en combate. El frente de Aragón dejó de estar activo a finales de la primavera de 1938, por lo que no tiene mucha lógica pensar que este hospital estuviese funcionando en la primavera de 1939. Caben dos posibles interpretaciones. La primera es que el hospital sí estuviese todavía activo en abril de 1939, recibiendo heridos de la Batalla del Ebro, frente de Levante y del avance sobre Cataluña –frentes todos ellos relativamente próximos a Cella-, y que en alguno de estos campos de batalla fuese herido mortalmente Abelardo, pues en su partida de funeral se habla de heridas sufridas en el frente de guerra. La segunda interpretación es que Abelardo no falleciese en Cella y que el párroco de Parderrubias copiase en su partida de funeral la misma ubicación del anterior soldado fallecido un año antes: Modesto Grande, que sí lo había hecho en Cella. De hecho, en la aparente similitud entre ambas partidas encontramos una diferencia significativa: mientras que en la de Modesto se dice que es sepultado en el cementerio municipal de Cella (a pesar de no haber documento alguno que lo acredite en el Registro Civil de esta localidad), en la de Abelardo no se comenta nada al respecto, es decir, se desconoce el paradero de sus restos mortales. Nos decantamos por la primera hipótesis, dando por buena la información registrada en la partida de funeral firmada por don Juan Estévez, aunque en el Archivo General Militar de Ávila, en donde se archiva la documentación del Hospital de Sangre de Cella, relativa a los años 1937 y 1938, no existe ninguna referencia documental relativa a Abelardo. Tampoco obtuvimos información acerca de su defunción en los Registros Civiles de Cella y de Teruel.

Frente de Levante, abril de 1938. Fuente: Biblioteca Nacional de España

Dando por válida esta interpretación de los hechos, y teniendo en cuenta la relación de Abelardo con un episodio bélico naval, cabe suponer que el campo de batalla en el que cae herido es el Frente de Levante. Combinando la información disponible relativa a Cella, a los frentes de guerra cercanos a esta localidad y al buque Castillo Olite, llegamos a la conclusión de que Abelardo pertenecía al Batallón 2º o 3º del Regimiento Zamora nº 29 con sede en A Coruña, que estaba integrado en la 83 División del Ejército Nacional. Ambos batallones estaban formados por soldados gallegos. Las operaciones de estos batallones comienzan el 15 de agosto de 1936, al ser enviados a Asturias. Después de participar en la Batalla de Teruel, en marzo de 1938 intervienen en las operaciones del frente mediterráneo con el objetivo de aislar Cataluña, conquistando la zona de Castellón en el mes de junio. En el mes de noviembre, los republicanos lanzan una ofensiva general en la zona, siendo repelida por ambos batallones. Pensamos que es aquí en donde Abelardo es herido y supuestamente enviado al hospital militar de Cella.

Castellón en manos de los Nacionales, junio de 1938. Fuente: Biblioteca Nacional de España
La Región, 14 de junio de 1938

El 5 de marzo de 1939, los batallones del Regimiento Zamora, en retaguardia y con la mente ya puesta en el final de la Guerra, reciben una inesperada orden de embarque en el puerto del Grao de Castellón para dirigirse a Cartagena en auxilio del levantamiento militar que se había producido en la ciudad. Los batallones 2º y 3º del Zamora lo hacen en el buque Castillo Olite, al que entendemos que no sube Abelardo por encontrarse convaleciente. El Castillo Olite era un buque mercante soviético apresado el 31 de mayo de 1938 por el ejército sublevado en aguas del Estrecho, transportando un cargamento de carbón, pasando a formar parte de la flota franquista.

El 4 de marzo tiene lugar en Cartagena una rebelión militar contra el gobierno republicano de Negrín, hecho que lleva a los militares franquistas al envío inmediato de tropas a esta ciudad con el fin de tomar uno de los últimos bastiones militares republicanos. Desde Castellón y Málaga, entre otros puertos, zarpan más de 30 buques que transportan a más de 20.000 hombres con destino a la ciudad milenaria. Mientras la flota surcaba las azules aguas del Mediterráneo buscando su objetivo, la 206 Brigada Mixta reconquista Cartagena, retomando algunas de las baterías costeras sublevadas con el fin de impedir el desembarco Nacional. Ante los acontecimientos, los barcos franquistas regresan a sus puertos de origen, excepto el Castillo Olite que sigue su rumbo mortal al no recibir noticia alguna, pues no llevaba ningún sistema de comunicación, ni con el mando ni con el resto de flotilla. La precipitada y desastrosa acción militar hace que el 7 de marzo, ya cerca de la costa cartaginense, el buque sufra un impacto directo en la santabárbara dirigido desde un cañón de la batería de defensa costera de La Parajola. De los 2.112 hombres que había a bordo –la mayoría gallegos-, fallecen 1.477, 342 resultan heridos y 294 son hechos prisioneros. Es la mayor tragedia de la historia naval española.

Castillo Olite

En la prensa de la zona nacional de la época no encontramos ni una sola línea referida al suceso. El diario La Región, al día siguiente del ahogamiento de cientos de gallegos, lleva a cabecera el caos de la zona roja, informando que la escuadra roja, huida de Cartagena había entrado en Bizerta, puerto tunecino. De manera vergonzosa, ni una sola referencia a la tragedia.

En definitiva, que el relato de las historias de José, Modesto y Abelardo sirva para honrarles, y que sus nombres y sus biografías no caigan en el olvido. Como señala Cocho (2011), conocer sus historias debe servir para interiorizar la lección contra la intolerancia y mantener siempre viva la llama de la libertad y de la paz.

“La paz no puede mantenerse por la fuerza. Solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento” (Albert Einstein, 1930).

Agradecimientos

A Víctor Fortes por todas las facilidades prestadas para acceder al Arquivo Municipal da Merca, y al personal del Archivo Histórico Diocesano de Ourense por facilitarme las consultas en los Libros Parroquiales.

La fotografía de portada de este artículo está tomada de La Guerra Civil Española en Color (https://www.facebook.com/GCESPCOLOR)

Referencias

Cocho, F. (2011). Guerra Civil. Que pasou en Galicia e en España. Edicións Xerais.

Engel, C. (2010). Historia de las Divisiones del Ejército Nacional. Almena.

Matthews, J. (2013). Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la guerra civil 1936-1939. Alianza Editorial.

Parderrubias y la Guerra Civil: muerte en el frente de batalla (I)

Parderrubias y la Guerra Civil: muerte en el frente de batalla (I)

Por Juan Carlos Sierra Freire

Dando continuidad al relato del periodo histórico de la Guerra Civil en la comarca de Parderrubias, iniciado con los artículos Parderrubias y su comarca en el tiempo de la Guerra y Cuando la Guerra no devuelve los hijos a sus madres, abordaremos en dos artículos sucesivos las historias de los vecinos fallecidos en los diversos frentes de guerra abiertos durante la contienda civil.

Dado que la provincia ourensana quedó desde el primer momento bajo el control de los golpistas, hasta donde conocemos, salvo rara excepción que indicaremos, todos los mozos de Parderrubias, que participaron de una manera u otra en la Guerra Civil, fueron reclutados por el Ejército sublevado, siendo enviados a distintos frentes o zonas de la retaguardia. En palabras de Cocho (2011), fueron “reclamados para combatir en una guerra que no provocaron, que no entendían y que los puso, fusil en mano, a pegar tiros lejos de su casa” (p. 241). «Soldados a la fuerza» como muy bien califica Matthews (2013). Durante las primeras semanas de Guerra, la capital ourensana se convirtió en un hervidero de soldados realizando trámites una vez llamados a filas. El Gobierno Civil y la estación ferroviaria El Empalme, de donde partían trenes repletos de soldados, conforman los principales centros de ebullición. A mediados de agosto de 1936 era incesante la afluencia de reclutas pertenecientes a las tres quintas convocadas (1933, 1934 y 1935), predominando los mozos de las aldeas, como era el caso de Parderrubias, a quienes el diario La Región describía de una manera exageradamente bucólica:

“…sufridos, trabajadores, sobrios y cumplidores. Ellos son la nota más cálida en el desfile constante de estos días… Van y vienen estos mozos alegres por nuestras calles, con sus chaquetas al hombro, sintiendo el pesado agobio de estos calores que sufrimos y que quizá allá en sus aldeas nunca tuvieron. Todos lucen orgullosos en sus pechos medallas y cruces; lacitos de la bandera nacional llevan sus ojales… Para vosotros todos, a los que habéis dejado vuestras ocupaciones en los campos, aun perenne el olor a heno de las yerbas secas… una simpatía inmensa palpita en todos los corazones” (La Región, 15 de agosto de 1936).

Con el fin de aminorar la sensación de separación de los reclutas con respecto a sus familiares, la Comandancia Militar de Ourense dispuso un servicio de coches ligeros y camiones para el frente, con el objeto de transportar todo aquello que los allegados quisieran remitirles. En las primeras fases de la Guerra, este servicio funcionó semanalmente con Luarca, Villablino y Guadarrama, incluyendo correo, paquetes y obsequios dirigidos a la tropa. Los encargos eran recogidos en el número 25 de la calle Paz.

Mozos de Parderrubias reclutados durante la Guerra

En Parderrubias, igual que en el resto de Zona Nacional, fueron movilizados durante la Guerra los mozos pertenecientes a quince reemplazos: los de los tres primeros trimestres de 1941, y los de los años 1940, 1939, 1938, 1937, 1936, 1935, 1934, 1933, 1932, 1931, 1930, 1929, 1928 y 1927. En total fueron llamados o reincorporados a filas 42 vecinos pertenecientes a los pueblos que actualmente integran la Parroquia de Parderrubias (i.e., sin incluir Solveira, A Manchica y Nogueira, pueblos que en esa época también pertenecían a la Parroquia).

A los tres primeros trimestres del reemplazo de 1941 (nacidos en 1920 y llamados a filas en agosto de 1938) pertenecían Eladio Grande Garrido, José Outumuro Outumuro y Ángel Pérez Outumuro. Los pertenecientes al reemplazo de 1940 (nacidos en 1919 y llamados en agosto de 1938) eran José Atrio Lorenzo, Modesto Garrido Fernández, José Lorenzo Rodríguez y José Seara Casas. Resulta singular el caso de Modesto, a quien la Guerra sorprende en la provincia de Toledo, zona republicana, a donde se había desplazado a la siega, siendo reclutado por el Ejército Republicano en febrero de 1938. En 1940, finalizada la Guerra, debe volver hacer el Servicio Militar con el otro bando: la conocida «mili de Franco», que duraba tres años. En su expediente se puede leer que «…prestó servicio en el Ejército Rojo como forzoso. Nada alega. El Ayuntamiento le declara soldado».

Modesto Garrido Fernández, en Toledo, durante la Guerra Civil

En el reemplazo de 1939 fueron alistados seis mozos. nacidos en 1918 y llamados a filas en julio de 1937: Manuel Lorenzo Ínsula en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Madrid; José Outumuro Martínez en el Regimiento de Artillería de Montaña nº 20, con sede en Zaragoza; Adolfo Outumuro Outumuro en el Regimiento de Infantería La Victoria nº 28 de Salamanca y Capitanía General 3º Cuerpo del Ejército de Valencia; Benito Pérez Outumuro en el Regimiento de Artillería de Costa nº 2 Monte Faro, en las Islas Cíes; Manuel Sampedro Seara en el Regimiento Burgos nº 31, con sede en León; y Manuel Seara Garrido en el 5º Grupo de Sanidad Militar, con sede en Huesca.

Al reemplazo de 1938 (nacidos, por tanto, en 1917 y llamados en mayo de 1937) pertenecen cuatro mozos: Felisindo Grande Seara, que en un primer momento disfrutó de prórroga por estudios; Adolfo Justo Sampedro en el Regimiento de Infantería Toledo nº 26, con sede en Zamora (como veremos más adelante, su hermano José fallece en Fuentes de Ebro en agosto de 1937); Manuel Outumuro Seara en Zapadores, Minadores e Ingenieros nº 3, con sede en Valencia, teniendo presencia en la Batalla del Ebro; y Benigno Seara en el Regimiento Zamora nº 29, con sede en A Coruña, que participa en el frente de Zaragoza.

Formaban parte del reemplazo de 1937 los mozos nacidos en 1916 (llamados a filas en febrero de 1937): Manuel Garrido Garrido en Artillería de Costa y Parque de Automóviles de la 8ª Región; Isolino Grande Garrido en el Regimiento de Artillería Ligera 16, con sede en A Coruña, Serrallo 18 y 3º Batallón de Automóviles; Carlos Lorenzo Ínsula, en Intendencia 8ª Región, con sede en A Coruña; Gumersindo Outumuro Martínez en Servicios Auxiliares del Regimiento Zaragoza 30, con sede en Lugo, y Parque de Artillería y Cuerpo Jurídico Militar de Sigüenza; y José Seara Garrido en Regimiento de Infantería Simancas nº 40, con sede en Gijón, y Batallón de Cazadores de Melilla.

Los dos mozos pertenecientes al reemplazo de 1936 (nacidos en 1915 y llamados en noviembre de 1936) fueron Eladio Garrido Garrido en el Parque de Automóviles 8ª Región, y José Justo Sampedro en el Regimiento de Infantería Gerona 18, con base en Zaragoza, fallecido en combate en Fuentes de Ebro el 29 de agosto de 1937. En el reemplazo de 1935 fueron alistados los mozos nacidos en 1914 y llamados en agosto de 1936: Jesús Fernández Fernández, Manuel Fernández Sueiro, Manuel María Martínez Gulín, Fernando Pérez Outumuro y Celso Seara García. Al alistamiento de 1934 pertenecen dos mozos nacidos en 1913 (llamados en agosto de 1936): Higinio Grande Garrido y Modesto Grande Grande, fallecido en el frente de Teruel en marzo de 1938. En el reemplazo de 1933 se encontraba José Pérez Outumuro, nacido en 1912 y llamado a filas en agosto de 1936. En el reemplazo de 1932 estaban los mozos nacidos en 1911 y llamados a filas en octubre de 1936: Manuel Fernández Rego, Evencio Fernández Outumuro, José Fernández Pérez y Jesús Grande Seara. El único mozo del reemplazo de 1931 era Abelardo González Outumuro, nacido en 1910, llamado a filas en noviembre de 1936 y fallecido a los pocos días de finalizar la Guerra. Al reemplazo de 1930 pertenecían Bienvenido Casas Fernández y Antonio Seara García, que habían nacido en 1909 y fueron llamados en marzo de 1937. En el reemplazo de 1929, correspondiente a los mozos nacidos en 1908 y llamados en septiembre de 1937, estaban Perfecto Fernández Outumuro y José María Grande Iglesias. En el reemplazo de 1928 no hubo ningún mozo de Parderrubias. Finalmente, en el reemplazo de 1927, formado por los mozos nacidos en 1906 y llamados en noviembre de 1938, estaban Celestino Grande Outumuro y José María Iglesias Garrido. El destino de estos últimos reemplazos era la formación de batallones de guarnición para atender a las poblaciones que caían en manos de los sublevados.

Aunque la gran mayoría de soldados volvió a casa, hubo tres víctimas mortales, y en ellas focalizaremos la atención. No obstante, algunos de los regresados de los frentes lo hicieron con secuelas de guerra para el resto de su vida. Es el caso de José Seara Casas, quien en la Ofensiva del Levante, en 1938, concretamente en el Frente de Sagunto, fue víctima de la explosión de una bomba que le llenó el cuerpo de metralla, convirtiéndose en mutilado de guerra después de pasar una larga temporada en el Hospital Militar de Zaragoza.

Frente de Aragón en 1937. Fuente: Biblioteca Nacional de España

Muertes en el frente

Como otros muchos pueblos de España, Parderrubias pagó un elevado tributo en la Guerra Civil en cuanto a heridos y víctimas mortales. Nuestro pueblo, no fue campo de batalla, ni escenario de trincheras ni objetivo de bombardeos, pero la sangre de sus vecinos se derramó en otras tierras en las que la barbarie se libraba a tiros fratricidas. En los libros parroquiales de Parderrubias se contabilizan cinco vecinos fallecidos en los distintos frentes de la Guerra Civil, dos de ellos eran naturales de Solveira y Bouzas, respectivamente, pueblos que en aquellas fechas pertenecían a la Parroquia de Parderrubias. Los tres vecinos, nacidos en los pueblos que actualmente constituyen la Parroquia de Parderrubias, que fallecieron en la Guerra son José, Modesto y Abelardo, a los que dedicamos este artículo y el próximo, con el objeto de que sus nombres y sus historias personales permanezcan en la memoria de todos nosotros.

José Justo Sampedro (1915-1937)

José, hijo de Manuel y de Carmen, nace en Barrio el 11 de septiembre de 1915. De oficio carpintero, es alistado en el reemplazo de 1936, siendo tallado en 1,69 metros. Al no alegar nada para no realizar el Servicio Militar es calificado como soldado útil en primera instancia. El 12 de enero de 1937 se incorpora al Regimiento de Infantería Gerona nº 18, con sede en Zaragoza. El frente de Aragón será su escenario de guerra. Desconocemos el Batallón en el que se integró, pero tomando como referencia los datos de su fallecimiento, presuponemos que era uno de los doce Batallones (101 a 112) que integraban la 105 División, formada el 5 de julio de 1937 en las inmediaciones de Zaragoza, al frente de la que estaba el Coronel de Infantería Mariano Santiago. Estando aun la División en período de organización, sus unidades fueron enviadas a luchar en diferentes puntos durante la Batalla de Belchite (Engel, 2010).

Firmas de los mozos del reemplazo de 1936 (en el centro la de José Justo Sampedro)
José Justo Sampedro

Una vez que Bilbao pasa a manos del ejército sublevado en junio de 1937, la misma suerte estaba a punto de correr Santander, por lo que a finales de agosto el Gobierno lanza como operación de distracción –con el fin de atraer a las tropas nacionales y así aminorar la presión sobre la capital cántabra- una ofensiva en Aragón. El General Pozas estaba al frente del operativo, mientras que las fuerzas sublevadas en el sector de Zaragoza estaban lideradas por el General Ponte.

En la madrugada del 24 de agosto de 1937, el Ejército Republicano lanza una ofensiva para conquistar Zaragoza, enfrentándose al Ejército Nacional a lo largo de todo un frente integrado por Zuera, San Mateo de Gállego, Leciñena, Puerto de Alcubierre, Perdiguera, Villamayor, Alfajarín, Pina de Ebro, Quinto, Codo, Belchite, Fuendetodos y Villanueva de Huerva. La debilidad de los sublevados en la zona hizo que pronto cayesen del lado de la República pueblos como Quinto y Codo. El 26 de agosto las tropas republicanas reciben refuerzos en el sector de Fuentes de Ebro, municipio en manos de los Nacionales, que no llegaría a ser conquistado. Era el último reducto de la defensa antes de llegar a Zaragoza. Los ataques republicanos fueron intensos, pero la resistencia de los Nacionales no se debilitó. La caída de Santander el 27 de agosto y la inesperada resistencia mostrada por las tropas nacionales hizo que se enlenteciesen los avances republicanos sobre Zaragoza –capital que no llegaría a ser tomada-, por lo que las fuerzas republicanas focalizaron sus esfuerzos en Belchite, iniciándose el asalto final sobre el pueblo el 28 de agosto. El día 26 los republicanos sitian completamente el pueblo, pero los Nacionales llegan a resistir entre barricadas hasta el 6 de septiembre, quedando el pueblo completamente destruido. Sus ruinas todavía se conservan en la actualidad. Se estima que en quince días murieron cinco mil personas.

Mapa del frente de Fuentes de Ebro en 1937

Los partes de Guerra del Ejército Nacional informaban de la situación en esos días:

El enemigo ha continuado presionando en este frente, siendo rechazados todos sus ataques y causándole grandísima cantidad de bajas, que se eleva a varios millares. Solo en uno de los ataques en el sector de Zuera han sido totalmente destrozados tres batallones rojos, de los cuales únicamente han podido escapar ochenta o cien hombres, quedando en poder de nuestras tropas más de 1.200 muertos. Es también muy grande el número de cadáveres enemigos que hay frente a otras varias de nuestras posiciones. Son totalmente falsas las noticias de las radios rojas sobre la proximidad del enemigo a Zaragoza, habiendo sido destrozadas sus infiltraciones” (27 de agosto de 1937).

Continuó la presión del enemigo, que atacó en varios sectores, siendo enérgicamente rechazado en todos ellos y sufriendo enormes pérdidas, entre ellas centenares de muertos. Se han hecho muchos prisioneros, y es también muy considerable el número de milicianos que se han pasado a nuestras filas, lo que prueba el gran quebranto y desaliento del enemigo” (28 de agosto de 1937).

En el de Villamayor no solo se ha rechazado a las fuerzas rojas, sino que se les ha perseguido, rectificándose nuestra línea a vanguardia, ocupándose importantes posiciones y cogiéndose mucho armamento, entre el que se encuentran 20 ametralladoras y abundante material que aun no ha sido clasificado. En este sector se inutilizaron tres tanques rusos. En los sectores de Fuentes y Belchite han sido rechazados todos los ataques del enemigo. Son elevadísimas las bajas sufridas por las fuerzas rojas en todos los sectores sin que hayan conseguido ventaja alguna en ninguno de ellos” (29 de agosto de 1937).

Frente de Aragón en 1937. Fuente: Biblioteca Nacional de España

La información proveniente del Ministerio de Defensa Nacional era sustancialmente diferente:

En las primeras horas de la mañana se consiguió romper la organización enemiga. La ruptura se efectuó en tres direcciones, y a virtud de ella quedaron aisladas de su base las fuerzas facciosas que defienden las posiciones del sector de Quinto… Los facciosos hicieron bastante resistencia, a pesar de lo cual, columnas leales profundizaron mucho en dirección a sus objetivos… Los rebeldes, obligados a replegarse, tuvieron grandes bajas, dejando en nuestro poder un centenar de prisioneros… La Aviación cooperó admirablemente a la maniobra del Ejército de Tierra. Desde el amanecer bombardeó intensísimamente los objetivos militares que habían de atacarse y, posteriormente, protegió el avance de las columnas” (Ahora, 25 de agosto de 1937).

El diario La Libertad del 26 de agosto informaba que el Ejército popular había ocupado la línea Mediana, Rodeu y Fuentes de Ebro, tomando Quinto y Codo causándole al enemigo gran número de bajas. Quinto estaba defendida por 1.500 hombres armados de artillería y armas automáticas. Su resistencia les supuso una gran cantidad de bajas. El parte de guerra republicano del 26 de agosto informaba que:

Hoy continúan las operaciones de nuestra ofensiva en el frente de Aragón. Esta mañana nuestras tropas entraron victoriosamente en Villamayor de Gállego. Con la toma de Villamayor, Zaragoza se encuentra bajo el fuego de nuestros cañones”.

Portada del diario La Libertad del 27 de agosto de 1937

El 28 de agosto, el diario Ahora describía la situación en el frente:

“…se ha combatido con intensidad, especialmente en el sector de Zuera. Parte de este pueblo, así como el caserío de la Estación, se hallan en nuestro poder. El enemigo ha sido rechazado en varios contraataques en diversos lugares del frente. Las bajas enemigas son cuantiosas. Continúan pasándose a nuestras filas muchos evadidos”.

En Fuentes de Ebro, municipio que formaba parte del frente abierto por el Ejército Republicano en Aragón, con resultado final fallido en la toma de Zaragoza, dejó su vida José. El diario La Libertad del 27 de agosto de 1937 señalaba que las fuerzas republicanas habían ganado nuevas posiciones en el frente de Fuentes de Ebro, en donde se libró una gran violencia, sufriendo los nacionales un terrible desgaste. Ese día caía en manos republicanas Mediana de Aragón, situado a diez kilómetros de Fuentes de Ebro. El 29 de agosto, el diario El Sol informaba que en el frente de Mediana a Fuentes de Ebro continuaban los combates de manera intensa, mejorando las posiciones de las fuerzas republicanas.

Milicianos en el Frente de Aragón. Foto de Alec Wainman. Fuente: La Guerra Civil Española en Color
Diario La Voz del 29 de agosto de 1937

José fallecía a los 22 años de edad, el sábado 28 de agosto de 1937, en este frente aragonés, quedando sepultado en el mismo campo de batalla; pensamos que en una tumba individual, pues era costumbre entre los nacionales, a diferencia de los republicanos, que solían enterrar a sus muertos en fosas comunes (Mattews, 2013). José luchaba en las filas del Regimiento de Infantería Gerona nº 18, concretamente en uno de los batallones que integraban la 105 División del Ejército Nacional. Un telegrama dirigido al Delegado de Orden Público del Ayuntamiento de A Merca informaba de la trágica noticia:

Don Ricardo Campos García, Comandante Mayor del Regimiento Infantería Gerona número dieciocho, del que es Jefe Principal el Sr. Coronel Don Santiago Ruti Plasencia, certifico: Que el Soldado José Justo Sampedro, que se incorporó a este Regimiento el día 12 de enero de 1937 como perteneciente al reemplazo 1936, 3º trimestre, según antecedentes que obran en esta Oficina, halló muerte gloriosa en el cumplimiento de su deber a consecuencia de heridas recibidas en acción de guerra el día 29 de agosto último en el frente de Fuentes de Ebro. Y para que conste a petición de parte interesada y a sus efectos, expido el presente en Zaragoza a veinticuatro de noviembre de mil novecientos treinta y siete. II Año Triunfal. Rubricado Ricardo Campos. Vº Bº Comandante 1º Jefe Actual”.

Portada del diario La Región del 28 de agosto de 1937

El 10 de octubre se registra su fallecimiento en la Parroquia de Parderrubias. Según consta en su partida de funeral, firmada por el párroco don Juan Estévez, lo había hecho “peleando por Dios y por la Patria”. El alarde de patriotismo derramado sobre esa partida, difícilmente minimizaría el dolor de unos padres por la terrible pérdida de un hijo en plena juventud en estas circunstancias. Por su alma se celebraron Misas Gregorianas. Una Orden del Consejo Supremo de Justicia Militar, fechada el 4 de julio de 1941, declara a sus padres Manuel y Carmen con derecho a una pensión por el fallecimiento de su hijo José.

Sepultura en el campo de batalla. Fuente: Biblioteca Nacional de España

En un próximo artículo abordaremos la historia de Modesto y Abelardo, fallecidos y enterrados también lejos de su Parderrubias natal.

Soldados a la fuerza

«…una amplia proporción del gran número de soldados de reemplazo que nutrieron los ejércitos de ambas zonas no estaban ideológicamente comprometidos con el bando en el que luchaban»

(Paul Preston, 2013).

Agradecimientos

A Víctor Fortes por todas las facilidades prestadas para acceder al Arquivo Municipal da Merca, y a Manuel Felipe Garrido, José Manuel Justo y Marivi Seara por la documentación e información aportada a algunas de las secciones del artículo.

Referencias

Cocho, F. (2011). Guerra Civil. Que pasou en Galicia e en España. Edicións Xerais.

Engel, C. (2010). Historia de las Divisiones del Ejército Nacional 1936-1939 (2ª ed.). Almena Ediciones.

Matthews, J. (2013). Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la guerra civil 1936-1939. Alianza Editorial.

Cuando la Guerra no devuelve los hijos a sus madres: el tío-abuelo Ramón

Cuando la Guerra no devuelve los hijos a sus madres: el tío-abuelo Ramón

Por Juan Carlos Sierra Freire

Ramón fallece, a los 27 años, en el frente de Asturias, el 11 de marzo de 1937, en las primeras fases de la Guerra. Caía abatido en el cauce del río Nalón por balas cainitas. El lecho del río fue su sepultura.

En un anterior artículo hemos abordado los acontecimientos acaecidos en Parderrubias y su comarca durante la Guerra Civil librada en España entre los años 1936 y 1939. Dando continuidad a dicho trabajo, en una secuencia de artículos centraremos el foco de atención en los jóvenes de nuestra comarca que fueron enviados a los diversos frentes de guerra de los que jamás regresarían. En este primer artículo abordaremos la historia del tío-abuelo Ramón, con el deseo de que este documento sirva para que su recuerdo perdure en el tiempo. Eran jóvenes que no buscaron la guerra, sino que esta les fue a buscar y arrebatar de sus casas, a las que nunca devolvió.

El estallido de la Guerra, en julio de 1936, hizo que el bando insurgente llamase a jóvenes de manera urgente y forzosa. Según los datos aportados por Matthews (2013), el número de jóvenes que en los primeros meses de Guerra tomaron voluntariamente las armas fue más bien escaso: 120.000 en la zona republicana y 100.000 en la rebelde. Obviamente, una contienda bélica de semejante calibre no podía librarse con esas cifras, por lo que muy pronto se recurrió a la movilización forzosa de los hombres de 18 a 45 años de edad: la República movilizó 1,7 millones de hombres en 28 reemplazos, por 1,2 millones en 15 reemplazos del Bando Nacional.

Milicianos al cobijo del fuego durante el frío invierno de 1937. Fuente: Mundo Gráfico, 20 de enero de 1937

Aparte de aquellos que en la fecha del alzamiento contra la República estaban cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio, el 11 de agosto de 1936 fueron llamados en la Zona Nacional, en la que había quedado Parderrubias y su comarca, los soldados de los reemplazos de 1933, 1934 y 1935, incorporándose a los Cuerpos en los que habían prestado servicios. Posteriormente, se fueron movilizando los otros reemplazos que le precedían. Así, en octubre fueron llamados los mozos del reemplazo de 1932 y en noviembre los de 1931. Todos ellos eran citados en el Cuartel de San Francisco, en la capital ourensana.

A mediados de agosto de 1936, Ourense fue testigo de la despedida de unos 700 reclutas que se dirigían hacia sus destinos desde la estación de tren:

Gran parte de Orense acudió a despedirlos. Las autoridades militares, mujeres, niños. Grupos de muchachas estaban colgando sobre el pecho de aquellos valientes la enseña nacional entrecruzada de símbolos religiosos. El andén, rebosante. Nuestra banda municipal lanzando himnos patrióticos y marchas militares. Pita el tren, que marcha despacito y majestuoso. Una alocución brillante. Multitud de vivas y de aplausos. Los muchachos colgados de las ventanillas con el brazo levantado y la mirada ardiente y la garganta delirante de palabras sagradas. La gente prorrumpe en gritos, saludos y aplausos entusiastas. Dios os acompañe, soldados nuestros de la Patria” (La Región, 13 de agosto de 1936).

El editorial del día 15 rezumaba un rancio patriotismo que pesaba como losas sobre las espaldas de centenares de jóvenes obligados a marchar al matadero del frente:

“…Y han marchado también a pelear otra multitud de mozos sedientos de las glorias que para nuestro solar están conquistando los que fueron a pelear antes, ya desde el primer día. Si muchísimos mocosuelos que nos parecían han abandonado las familias, o dícholas adiós, sin que nada pudiera detenerlos, sintiendo como la sangre generosa y española y cristiana les ardía de amor a la Patria en las venas. Y esos soldaditos nuestros, más de siete mil que hemos dado para la cruzada, cómo se nos están marchando henchidos de fervor y de convulsión patrióticas…”.

Con el fin de paliar la situación de necesidad –en ocasiones, extrema- en la que quedaban muchas familias cuando sus hijos eran enviados al frente, se estableció un sistema de Subsidios Pro Familias de Combatientes, cuyos beneficiarios eran los combatientes que constituían el único o principal sostén de la familia. Para ello se tenían en cuenta los ingresos o ventas, sueldos, jornales, etc. que los beneficiarios percibían.

Fuerzas Nacionales en un pueblo de Asturias en el año 1937. Fuente: Biblioteca Nacional de España. Tomada de La Voz de Asturias, 24 de mayo de 2018

El tío-abuelo Ramón

Ramón ocupa el cuarto puesto de los seis hijos de José Epifanio y Filomena, vecinos de Montelongo de Arriba (Soutopenedo). La familia Freire Doniz había sido duramente golpeada por la terrible peste de 1918, falleciendo José Epifanio a los 47 años de edad. Al cargo de su madre Filomena y sus hermanos Francisco Javier (15 años), Rosa (12 años), Ramón (8 años), José (6 años) y Raimundo (3 años) quedaba el abuelo Manuel con tan solo 17 años de edad. Ramón, que había nacido una fría madrugada de enero de 1910, se quedaba huérfano de padre a la corta edad de ocho años.

En el año 1931, Ramón es alistado en el Ayuntamiento de San Cibrao de Viñas, siendo declarado soldado, teniendo que cumplir el Servicio Militar Obligatorio. Durante la Segunda República su duración era de 12 meses, por lo que cuando su hermano José es alistado en el año 1933, Ramón ya había finalizado sus prestaciones militares a la República. Sin embargo, escasos años después, en su vida se cruza el estallido de la Guerra Civil que le obliga a reincorporarse de urgencia al Ejército. El 30 de octubre de 1936 es citado en el cuartel de San Francisco y es obligado por los sublevados a “ir a la Guerra”. Como otros muchos jóvenes de la época, a los que sorprendió la Guerra en zona nacional, Ramón había realizado el Servicio Militar defendiendo a la República y el destino le obliga a tomar las armas contra ella.

Ramón, al pertenecer al reemplazo de 1931, es reincorporado a filas en el mes de noviembre de 1936, pasando a formar parte de las Columnas Gallegas (despectivamente conocidas en la España republicana como los “Mariscos”), que fueron enviadas a Asturias en las primeras fases de la Guerra en auxilio de Oviedo. Su hermano Raimundo, perteneciente al reemplazo de 1936, se quedaba al cuidado de la madre viuda, hasta el fallecimiento de Ramón, momento en el que también será enviado al frente. El hermano mayor, el abuelo Manuel, era emigrante en Buenos Aires.

El frente de Asturias

En Asturias había fracasado el golpe de estado, salvo en Oviedo, en donde el Coronel Aranda se había atrincherado con 1.200 militares, quedando asediada la capital por las fuerzas republicanas. En su auxilio acude desde Ourense el 28 de julio la primera Columna Gallega comandada por José Ceano (uno de los responsables de la sublevación en Ourense). Esta columna estaba formada por unos mil hombres procedentes de Ourense y Lugo, soldados de reemplazo, a los que se irían uniendo voluntarios. Entra en Asturias por la costa, tomando Navia el 1 de agosto. Ese primer día de agosto, el diario ourensano La Región comunicaba que los soldados que formaban esa primera columna se encontraban perfectamente y así se hacía público para “tranquilidad y satisfacción de quienes tienen familiares en esas tierras al servicio de la causa de la liberación de España”. En La Región del 5 de agosto nos encontramos con las dos primeras esquelas de militares ourensanos fallecidos en Asturias. Al día siguiente nos sorprende una nueva esquela, en esta ocasión, la de un Capitán de Infantería. Sin embargo, el cronista no desfallece en su arenga triunfalista:

“…no se asusten nuestra gente que tienen en Asturias operando a algún deudo. Afortunadamente no hallan resistencia alguna nuestros soldados en su avance y en la limpia de aquella zona minera. Posiciones y pueblos están siendo todos los días pacificados, sin baja alguna. Estos tres muertos que nos han llegado de allá no lo han sido en combates, sino por paqueos inevitables de los primeros días, y que ya no se repiten. No hay motivo alguno para la inquietud. Nuestros bravos soldados prosiguen en su empresa, que no es dura, sino por el terreno simplemente”.

El 8 de agosto, a pesar de la hospitalización en Ribadeo del Comandante Ceano debido a un tiroteo, la situación de los reclutas gallegos parecía color de rosa a la luz de la crónica de La Región de ese día:

“…la columna de nuestro Batallón sigue avanzando hacia el Norte. El espíritu de los soldados es verdaderamente sorprendente. Deseando constantemente ponerse en contacto con el enemigo. Una prueba de la valentía de los muchachos es que en un encuentro registrado anteayer con los marxistas  les causaron ciento cincuenta  muertos, así como numerosos heridos y prisioneros. Entre las milicias que marchan con las fuerzas regulares, procedentes de varios puntos de Galicia, están destacando magníficamente las de Orense. Su espíritu patriótico pónese de manifiesto en cuantas ocasiones se presentan. De nuestro Batallón solamente ha habido que lamentar ahora cuatro heridos leves y estos se encuentran hospitalizados en Mondoñedo y Ribadeo”.

A la primera Columna se irían uniendo otras a lo largo de las siguientes semanas. En alguna de ellas iba Ramón. La sinrazón de esta guerra hizo que estos “Mariscos” tuvieran que enfrentarse a paisanos suyos integrantes del Batallón Galicia que luchaba contra el fascismo. El testimonio edulcorado por La Región del 21 de agosto de 1936 de un soldado ourensano que disfrutaba de unos días de permiso en casa, permite acercarnos a la rutina (idealizada, sin duda alguna) de estos soldados en el frente asturiano. En cuanto a la comida, el menú consistía en una sopa y dos platos a mediodía y noche (e.g., sopa, fabada asturiana y carne con patadas; sopa, arroz con carne y judías con carne), acompañando de abundante vino de Castilla. La población civil les trataba con cariño, y así por ejemplo, una fonda en un solo día regaló entre 400 y 500 comidas. Facilitan a los soldados lo que necesitan, unas veces gratis y otras a precios muy económicos. Así, nuestro amigo compró unas botas de 20 pesetas por diez y le regalaron una toalla, jabón, un tubo de pasta Dens y ropa. Las casas particulares están siempre abiertas para los soldados que reciben constantes agasajos. En este testimonio se aludía también a unas inmejorables condiciones en el Servicio de Sanidad. En Navia, el Colegio de la Asunción, que dirigían unas monjas, fue reconvertido en hospital y “las monjas con cien señoritas prestan toda clase de cariñosos auxilios a los heridos”.

Tropas Nacionales entrando en Asturias. Fuente: Biblioteca Nacional de España. Tomada de La Voz de Asturias, 24 de mayo de 2018

En las primeras semanas de septiembre, a pesar de la tenaz resistencia republicana, las Columnas de la costa ocupaban San Pavillo del Mar, San Cristóbal y San Martin. La Columna del Sur continuaba su avance con dirección a Trubia, población bombardeada de manera asidua en los siguientes días. El 10 de septiembre el diario La Región recoge la noticia de otros tres fallecidos ourensanos en San Cosme. Se trata de un sargento, un cabo y un soldado que se defendían en una casa que habían tomado contra un grupo de marxistas. El reguero de muertos continuaría en los días sucesivos. El 11 de octubre las tropas gallegas se encontraban ya en las inmediaciones de Oviedo. Una semana después, el 17 de octubre a las seis y media de la tarde, las tropas gallegas entraban en Oviedo, después de un cerco de tres meses. La Región sintetizaba la noticia en un “Galicia ha liberado a Asturias”, siendo celebrada con enorme júbilo en la capital ourensana.

A pesar de la toma de la capital ovetense, el frente de guerra sigue abierto en otras zonas. El Ejército Republicano continuaba golpeando. En la madrugada del 27 de noviembre lleva a cabo un intenso ataque en toda la línea de posiciones Oviedo-Grado, en la que se encontraban los soldados ourensanos. El 29 de noviembre La Región habla de más 400 republicanos muertos a manos de los Nacionales entre Grado y Escamplero.

Trincheras en las cercanías de Oviedo en 1937. Fuente: Biblioteca Nacional de España. Tomada de La Voz de Asturias, 24 de mayo de 2018

Muerte en el frente

El 31 de enero de 1937 se leyó en todas las Parroquias de la provincia ourensana, incluida la de San Miguel de Soutopenedo, la siguiente circular:

«Se comunica a toda persona que tenga algún familiar o amigo en los frentes de Asturias o de Madrid, que el Batallón de Voluntarios Caballeros de Santiago, de Orense, autorizado por el Excmo. Sr. Gobernador Militar, ha organizado un servicio regular de correo y envíos de toda clase, con objeto de hacer llegar a los combatientes cuantos encargos se le entreguen al expresado Batallón con tal finEste servicio es gratuito y solo tiene que pagar el remitente el sello de Beneficencia que importa diez céntimos por cada carta y veinticinco por cada paquete o envío de dinero. Por estos mismos correos nuestros soldados podrán devolver a sus casas ropas o cartas que deseen enviar«.

Desconocemos si los familiares de Ramón llegaron hacer uso de dicho servicio, pues entre el 21 de febrero y el 17 de marzo de 1937 tiene lugar una importante ofensiva de las milicias republicanas, momento a partir del cual ya empezó a decaer la presión de estas (Sagarra et al., 2016). El diario La Región del 23 de febrero informaba de un ataque general en la línea de posiciones del Frente de Asturias por parte de los republicanos, siendo rechazado con cuantiosas pérdidas, hablando de miles de muertos. Al día siguiente dos batallones republicanos que cruzaron el Nalón, al norte de Trubia, intentaron atacar las posiciones nacionales, siendo rechazados y contraatacados, obligándoles a arrojarse al río, en el que muchos perecieron ahogados. El 25 de febrero fallecía en el frente el Capitán de Infantería Fernando Arturo Rivas Martínez, por quien se celebraron funerales el lunes 1 de marzo en la iglesia parroquial de Santa Eufemia del Centro. No fueron los únicos, pues en esas semanas un buen número de jóvenes ourensanos dejaban su vida en el el frente asturiano. La Región del 3 de marzo informaba de la valiente actuación de los soldados gallegos en el frente asturiano y de las numerosas alabanzas que recibían, y como muestra de gratificación solicitaba a los ourensanos el envío de licores y mermeladas para agasajarles. Ramón no tuvo oportunidad de degustar esos donativos.

El General de la 8ª División pidió que se hiciese llegar a todas las aldeas de Galicia “el orgullo y la admiración con que contemplo la bravura y patriotismo de los 18.000 soldados y falangistas gallegos que unidos a 3.000 marroquíes y legionarios llevan siete días rechazando y castigando duramente los asaltos de 60.000 enemigos provistos de abundantísimo material a los que han causado ya más de 14.000 bajas”. El día 4 de marzo continuaron los ataques republicanos.

En uno de estos ataques, probablemente en Trubia, en las confluencias de los ríos Nalón y Trubia, Ramón Freire se encuentra con la muerte el 11 de marzo de 1937 a los 27 años de edad. Su cadáver nunca retorno a su Montelongo natal. Su sepultura fue el río Nalón. Más de mil combatientes fallecidos en el frente de Asturias fueron sepultados sin identificar en la fosa de San Pedro de los Arcos, en Oviedo. Posteriormente sus restos serían conducidos al Valle de los Caídos. Se estima que tres mil fallecidos en Asturias durante la Guerra Civil descansan en dicho monumento, más de la mitad sin identificar. Desconocemos la ubicación final de los restos de Ramón.

Paradójicamente, el día en el que Ramón caía bajo las balas fratricidas, La Región incluía como titular de portada “La jornada de ayer ha sido brillantísima para las armas españolas”, acompañado de un protocolario “se ha llevado a cabo el adelanto de nuestras líneas en el sector de Pando, ocupándose importantes posiciones y causando al enemigo muchas bajas”. Al día siguiente informaba que en el frente de Asturias se habían mejorado las posiciones, adelantando las líneas después de un brillante ataque, sufriendo el enemigo numerosísimas bajas. A partir de esta fecha, el Ejército sublevado fue ganando posiciones hasta la ocupación final de toda la región. La prensa nacional local apenas hablaba de las víctimas del Ejército Nacional, salvo que fuesen puestos de cierto escalafón o perteneciente a familias importantes. Muertes como la de Ramón eran males menores necesarios que no ocupaban ni una sola línea de los diarios.

Portada de La Región del día del fallecimiento de Ramón Freire
Portada de La Libertad del día del fallecimiento de Ramón Freire

La prensa republicana se hace eco del drama de esos primeros días de marzo de 1937 en el frente de Asturias, dando una visión muy diferente a la que se podía encontrar en La Región:

En Olivares todavía se siguen recogiendo cadáveres de los rebeldes como consecuencia del ataque que intentaron contra nuestras posiciones de Pando… Recientemente han sido reforzados los contingentes del Tercio con un Batallón traído de Galicia” (La Libertad, 2 de marzo de 1937).

Nuestras baterías del 12,7 hacen oír sus voces que dentro de nosotros suenan como pregones de un triunfo seguro. Los del 10,5 y 7,5 se oyen más piano, y su tronar se entremezcla sin solución de continuidad. Solo ayer dispararon nuestros cañones de todos los calibres más de cuatro mil obuses, que sembraron el desconcierto entre los traidores” (Ahora, 7 de marzo de 1937).

A las cuatro de la mañana inició el enemigo un fuerte ataque en el sector de Trubia. Con todas las fuerzas disponibles atacó San Pelayo, San Claudio, La Rebolleda y Pando. En este último punto adquirió gran dureza el ataque, lanzando fuertes contingentes, que al llegar a las alambradas eran destrozados por nuestras ametralladoras… En Pando, después de retirarse a la desbandada, quedó el campo lleno de cadáveres” (Ahora, 9 de marzo de 1937).

Llevamos una semana de lucha. Y  no hay tregua. No hay desánimo. No hay debilidad. El tiempo es duro como los combates. Después de un invierno seco y cálido, ha comenzado a llover y nevar. Hace bastante frío. La tierra está embarrada, llena de charcos. Pero el tiempo no es obstáculo. La voluntad de conquistar a Oviedo está por encima de lo accesorio… El enemigo, acosado ya en Oviedo, ha intentado hoy una acción desesperada en El Fresno. Un tabor de Regulares y dos compañías del Tercio se lanzaron en masa al ataque. Nuestras fuerzas contraatacaron con enorme brío, haciendo retroceder al enemigo, recogiéndose cincuenta cadáveres, varios fusiles, un fusil ametrallador y un prisionero del Tercio. El ataque enemigo fue precedido de una gran preparación artillera. La Artillería republicana bombardeó con éxito concentraciones enemigas en el Naranco” (Ahora, 10 de marzo de 1937).

Noticia del diario republicano Ahora del 10 de marzo de 1937

Visión radicalmente diferente es la que describe el diario El Compostelano de la Zona Nacional:

Las bajas sufridas por el enemigo en los frentes de Asturias rebasan toda medida, habiendo batallones que desaparecieron totalmente en los infructuosos ataques a nuestras líneas (1 de marzo de 1937). “Se confirman las enormes bajas que experimentó el enemigo en los ataques que ha intentado en los frentes de Asturias, pues solo en una posición dejó de nuestro poder más de 400 cadáveres que no pudo recoger en su huida” (8 de marzo de 1937). “…cuando intentaron pasar el río Nalón tuvieron más de mil bajas entre heridos y ahogados, puesto que al ser sorprendidos por nuestras fuerzas de inmensa mayoría tuvo que tirarse al agua para librarse del fuego de nuestros fusiles” (10 de marzo de 1937).

El parte de guerra del 11 de marzo, proporcionado por la prensa republicana informaba que:

Desde las ocho y media de la mañana comenzó una intensa preparación artillera por parte de las baterías rebeldes… Los soldados leales aguantaron primero la lluvia de proyectiles y rechazaron después a los atacantes, obligándoles al repliegue… El duelo de artillería terminó entrada la noche” (El Pueblo, 11 de marzo de 1937).

Toda esta brutalidad, exagerada sin duda alguna por cada uno de los bandos, pero enorme barbarie al fin y al cabo, se llevó por delante la vida de un joven de 27 años, cuyo proyecto de vida estaba muy lejos de la tierra en la que derramó su sangre. El 15 de abril de 1937 se oficiaba el funeral de Ramón en la Parroquia de San Miguel de Soutopenedo con la presencia de siete sacerdotes:

Se tuvieron solemnes funerales en esta iglesia parroquial, en el día de la fecha, por el alma de Ramón Freire Doniz, soltero, hijo de José Freire Villar y Filomena Doniz, natural de Montelongo de Arriba, que falleció el día 11 de marzo de mil novecientos treinta y siete en Oviedo, defendiendo gloriosamente a España a la edad de veintisiete años. Y que conste extiendo la presente nota que firmo en quince de abril de mil  novecientos treinta y siete. Firmado Ramón María”.

El dolor de una madre por no poder enterrar a un hijo, al que las balas cainitas habían segado la vida, supuso el ocaso de la bisabuela Filomena. El cruel destino no le permitió sepultar a su hijo. No hubo sepultura a la que acudir, ni en la que dejar una oración y unas flores. Todo este enorme dolor se vio acrecentado por el hecho de que el hijo caído debía ser reemplazado en filas por uno de sus hermanos. Sin ápice alguno de compasión, la maquinaria de guerra obliga a mandar al frente a otro de los hijos. La familia decide que sea Raimundo, quien terminará en el Frente del Ebro, llegando a participar en una de las batallas más cruentas de toda la Guerra: la Batalla del Ebro (julio a noviembre de 1938). Solo dos años después del funeral de su hijo Ramón, la bisabuela Filomena fallecía a los 65 años de edad.

«Todos eran españoles. Todos en aquellos días nefastos, vivían obsesionados por el afán de exterminar al adversario, en un vértigo cainita».

Carlos Seco Serrano. El Rencor, mal consejero

Referencias

Matthews (2013). Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la Guerra Civil 1936-1939. Alianza Editorial.

Sagarra, P., González, O. y Molina, L. (2016). Grandes batallas de la Guerra Civil española (1936-1939). La Esfera de los Libros.

Nacer y crecer en tiempos revueltos: 1930-1936

Nacer y crecer en tiempos revueltos: 1930-1936

Por Juan Carlos Sierra Freire

La generación de mi padre da sus primeros pasos en el inicio de la década de los treinta del pasado siglo. Fueron años convulsos, de grandes cambios e importantes crisis políticas. Tiempos que acabaron en una Guerra Civil. Le tocó nacer y crecer en tiempos revueltos. A partir, básicamente, de la prensa local de la época, en este artículo se describen acontecimientos ocurridos en la comarca de Parderrubias desde el año 1930 hasta el golpe de estado y posterior inicio de la Guerra en julio de 1936.

El año 1930 terminaba de manera convulsa debido a las posiciones cada vez más enfrentadas entre monárquicos y republicanos. La sublevación en Jaca fue el exponente más claro de movimientos revolucionarios que fueron surgiendo. Durante los meses de noviembre y diciembre de ese año, las huelgas generales fueron habituales en todo el país. Se estima que alrededor de cien mil obreros no tenían trabajo. En Ourense se convoca una huelga general el lunes 15 de diciembre. El comercio echó la persiana y en puntos estratégicos de la capital se situaron parejas de la Benemérita. A las tres y media de la tarde se proclamaba el Estado de Guerra y las tropas de Infantería comenzaron a patrullar las calles. La huelga se mantuvo hasta el jueves, desarrollándose pacíficamente, sin incidentes.

En las Universidades de todo el país, el ambiente era francamente subversivo, lo que obliga al Gobierno a declarar, el 5 de febrero de 1931, un mes de vacaciones extraordinarias. Dimitido el Gobierno en pleno, el 18 de febrero toma posesión un Gobierno de concentración monárquica que convoca elecciones municipales para el 12 de abril. Mientras tanto, la capital ourensana seguía su discurrir cotidiano y el 22 de marzo honraba a San Lázaro. A las ocho de la mañana tenían lugar alboradas y dianas a cargo de la Banda Municipal y de gaitas del país. En torno al mediodía, finalizada la procesión del Santo, se quemaron las acostumbradas madamitas.

Llega la República

El 12 de abril de 1931 se celebran elecciones municipales en España, aunque lo que se votaba en realidad era la continuidad de la Monarquía. Hacía un año que José Manuel Ferreiro regía el Ayuntamiento de A Merca. Las grandes ciudades españolas dan la victoria a los partidos republicanos. Los monárquicos ganan en escasas capitales (entre ellas Ourense) y en el ámbito rural. La consecuencia inmediata de estas elecciones fue el fin del reinado de Alfonso XIII, que se exilia en París la noche del 14 de abril, pues su vida no estaba asegurada en España. La Monarquía había muerto. El titular de La Región del día 15 no dejaba lugar a dudas:

Don Alfonso renunció a todos los derechos de la Corona de España… Quedó virtualmente proclamada la República en España, habiéndose nombrado un Gobierno Provisional, que preside Alcalá Zamora”.

Izado de la bandera republicana en el Ayuntamiento de Madrid. Fuente: Mundo Gráfico, 22 de abril de 1931. Biblioteca Nacional de España

El 14 de abril, el pueblo sale a las calles y se proclama la República. Según informa La Región del día siguiente, en las calles de Ourense, desde las primeras horas de la tarde, se notaba una animación extraordinaria por las noticias que llegaban desde Madrid. En la calle Progreso se organiza una imponente manifestación que se dirige hacia el Ayuntamiento, mientras se vitorea la República de manera incesante. En el balcón del Ayuntamiento ya ondeaban las banderas republicana y gallega. Se descuelga el retrato del Rey, que preside el Salón de Sesiones, y es arrojado a la calle desde una ventana. La Banda de Música Municipal entona la Marsellesa y el Himno Gallego. Desde la Plaza del Ayuntamiento, la manifestación se dirigió hacia el Gobierno Civil, en donde se iza la bandera republicana. El Presidente de la Federación Republicana, Luis Fábrega, dirige unas palabras a los asistentes, destacando que el triunfo alcanzado redundará en la prosperidad y engrandecimiento de España. Se oía música y sonidos de pirotecnia. A las ocho y media de la tarde, el gentío escucha a través de un altavoz colocado en la calle Paz Novoa, el discurso de Niceto Alcalá Zamora, Presidente del Gobierno Provisional. La editorial de La Región hablaba de asombro:

¿Qué republicano, por fervoroso que sea, se atrevería a vaticinar lo que en España ha ocurrido en las últimas cuarenta y ocho horas? Nadie creería realizable lo que hoy España contempla atónita y asombrada”.

El día Primero de de Mayo del primer año de la República se celebra a lo grande en la capital ourensana, pues se había declarado fiesta nacional. A las diez de la mañana se organiza en la Casa del Pueblo una gran manifestación en la que destacan más de cincuenta banderas de Agrupaciones Afiliadas y Sociedades Agrarias. Entre las numerosas bandas de música que amenizaron la marcha se encontraba la de Loiro, dirigida por don Manuel Soto. De los discursos pronunciados en la Alameda destacó el de Albino Núñez, en representación de la Asociación de Maestros de la Casa del Pueblo, centrado en las dificultades de los maestros de los pueblos para llevar a cabo su misión, debido a las necesidades de los hogares campesinos, pues «los niños llegan a la escuela faltos de alimentación y después de rudos trabajos que los agotan para recibir enseñanza, lo que puede llevar a pensar erróneamente que son más torpes que los hijos de familias burguesas». Mientras esto ocurría en la capital, el alcalde de Celanova, Celestino Nogueira, era destituido fulminantemente por el Gobernador Civil interino, y multado con 250 pesetas, por desobedecer sus órdenes sobre los actos del Primero de Mayo.

En los primeros pasos de la República, la organización de algunos municipios ourensanos no estuvo exenta de polémicas. Así, el Partido Republicano Radical Socialista denuncia ante el Gobernador Civil anomalías en varios de ellos, entre los que estaba el de A Merca, al que se alude en la prensa:

El pueblo expuso cuales candidatos deben ser proclamados por merecer la mayor asistencia de la opinión. Entregaron la lista de candidatos al presidente de la Comisión gestora, quien después hizo proclamar a los que fueron de su agrado, sin tener en cuenta los propuestos por el pueblo. Pide la destitución de la Comisión, entregada hoy al viejo cacique” (La Región, 28 de mayo de 1931).

En las primeras elecciones a diputados de la República, celebradas el 28 de junio de 1931, los candidatos más votados en A Merca fueron José Calvo Sotelo (828 votos), Luis Fábrega Coello (407 votos) y Basilio Álvarez Rodríguez (405). Por la circunscripción provincial de Ourense obtuvieron Acta de Diputado tres republicanos radicales (Luis Fábrega Coello, Basilio Álvarez Rodríguez y Justo Villanueva Gómez), dos radicales socialistas (Alfonso Pazos Cid y Manuel García Becerra), un nacionalista (Ramón Otero Pedrayo), un independiente (José Calvo Sotelo), un socialista (Alfonso Quintana y Pena) y uno de Acción Republicana (Manuel Martínez Risco). En las segundas elecciones, que tuvieron lugar el domingo 19 de noviembre de 1933, votaban por primera vez las mujeres. Nuestras abuelas fueron pioneras del voto femenino en España. Tenían obligación de votar hombres y mujeres mayores de 23 años, pudiendo hacerlo desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Los resultados dieron la victoria a las derechas. Los nueve diputados por Orense ordenados por número de votos fueron José Sabucedo Morales, José Calvo Sotelo, Basilio Álvarez Rodríguez, Justo Villanueva Gómez, Antonio Taboada Tundidor, Luis Fábrega Santamarina, Fernando Ramos Carriño, Andrés Amado Villavardel y Carlos Taboada Tundidor; perdía su acta de diputado Ramón Otero Pedrayo.

La situación a finales de ese año 1933 era preocupante, al menos a la luz de un Bando del Alcalde de Ourense publicado el 25 de noviembre, por el que hasta el 15 de diciembre todos los propietarios de cabezas de ganado caballar, mular, asnal y bovino, así como los de carruajes de tracción animal y de automóviles, motocicletas y bicicletas, deberían inscribirlos en la Secretaría Municipal por la “necesidad imperiosa de precaverse para la defensa nacional”. El 9 de diciembre se declaraba el estado de alarma en todo el país como consecuencia de un movimiento anarco-sindicalista.

La situación más crítica llegó en octubre de 1934 con la huelga revolucionaria que presentó tintes bélicos en Asturias, León y Cataluña. Tuvo que intervenir el Ejército y los muertos se contaron por centenares. Entre los militares enviados a tierras leonesas se encontraba Ceano, Jefe del Batallón que guarnecía la plaza de Ourense. Su intervención en la cuenca de Villablino evitó que los revolucionarios llegasen hasta Monforte. Algunos de los responsables de la revuelta, tanto militares como civiles, fueron fusilados, pues estaba vigente la pena capital. La tragedia fue de tal calibre, que el Obispo de la Diócesis de Ourense presidió el 19 de noviembre un funeral por todas las víctimas en la Catedral, acontecimiento calificado por la esquela publicada en La Región como un “piadoso y patriótico acto”. El 3 de diciembre se celebraban en el Santuario de As Maravillas solemnes funerales en sufragio de las víctimas de octubre, en los que participaron la mayoría de párrocos del Arciprestazgo de A Merca: Merca, Parderrubias (don Alfonso Losada), Faramontaos, Pereira, Sabucedo, Seixadas, Santabaia y Espinoso. Al acto asistieron fieles de las diferentes Parroquias que circundan al Santuario. Durante la homilía, el cura de Sabucedo de Montes se refería a las víctimas como “inocentes, ya que unas sin intervenir en nada, acreditadas por su honradez, fueron ametralladas, y otras locamente arrastradas por la ignorancia y apasionamiento, perecieron en la contienda”.

Fuente: Mundo Gráfico, 31 de octubre de 1934. Biblioteca Nacional de España

El orden público

Uno de los mayores problemas que tuvo que afrontar la Republica fue el orden público, coincidiendo con uno de los períodos más violentos de la historia moderna de España. González-Calleja (2011) identifica entre el 14 de abril de 1931 y el 17 de julio de 1936 más de 650 altercados mortales en todo el país, destacando que, entre el 16 de febrero y el 17 de julio de 1936, el promedio de muertes diarias fue de 2,2. La mitad de ellas eran fruto de atentados o represalias políticas y de enfrentamientos espontáneos entre grupos políticos. Durante ese período, de febrero a julio, en Ourense se produjeron siete víctimas mortales (cinco de ellas en la capital), siendo obra de pequeñas bandas de pistoleros (González-Calleja, 2011).

“Huelgas” y “crisis de gobierno” son palabras habituales en la prensa diaria de la época de la República; a ellas podríamos añadir las de “complot”, “bombas” y “pistoleros”. Las crisis (cambios) de gobierno son difíciles de contabilizar, pues algunos gobiernos duraban semanas. Las huelgas generales inundaron todo el país. En Ourense, a finales de marzo de 1932, coincidiendo con la Semana Santa, se vivió una huelga general, la de mayor duración hasta esa fecha, y durante seis días ni se publicó el diario La Región. La razón por la que obreros, comercio y organismos pararon era la defensa del ferrocarril Zamora-Orense-Coruña, cuyas obras estaban amenazadas de paralización. En respuesta, las Sociedades Obreras de la Casa del Pueblo declaran el domingo 20 de marzo huelga indefinida, que se inicia el lunes a las ocho de la mañana. La capital y las principales villas pararon, y se impidió la introducción de artículos de consumo en la capital, lo que llegó a provocar incidentes como el ocurrido en O Posío, cuando varios individuos intentan introducir pollos para la venta. El martes hubo cargas de la Guardia Civil a las puertas del Gobierno Civil y en el puente de A Burga, que acaban derivando en un tiroteo entre huelguistas y la Fuerza Pública. La desgracia se produce cuando el joven Jenaro Ortiz Neira cae abatido en la Plaza del Trigo, a consecuencia de una bala rebotada, falleciendo a los dos días. El Jueves Santo dimiten, entre otras, las corporaciones de los Ayuntamientos de San Cibrao das Viñas y Barbadás, y llegan desde Madrid 150 Guardias Civiles. El Viernes Santo asisten al entierro de Jenaro más de seis mil personas y el sábado se localizan en el Jardín del Posío siete bombas. Tal vez uno de los hechos más surrealistas relacionado con la huelga general de Ourense, en defensa del ferrocarril, fuese la detención de los jugadores del Betis el Viernes Santo, al ser confundidos en A Gudiña con sindicalistas. Por razones obvias, la Semana Santa ourensana de 1932 no revistió brillantez alguna, al no tener lugar ningún desfile procesional.

El 8 de agosto de 1934, el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, visitaba Ourense. A la llegada del tren presidencial a la estación, la Banda Militar y la de Alongos interpretaban el himno nacional. Desde allí, la comitiva se dirigió al Parque de San Lázaro en donde le esperaba un enorme gentío. El Presidente lo hacía en coche descapotable junto al Alcalde de la ciudad. A continuación visitó la catedral y metió su mano en las calientes aguas de As Burgas. Desde aquí, aclamado por el público, regresó a la estación para seguir su viaje hasta Vigo. Antes de partir donó mil pesetas al Ayuntamiento y otras mil a la Diputación.

El año 1935 terminaba trágicamente en Ourense, pues el 26 de diciembre, como consecuencia del temporal reinante, una casa en construcción en Ervedelo se derrumba sobre veinte obreros, falleciendo nueve de ellos e hiriendo gravemente a otros siete. Al día siguiente cerró todo el comercio capitalino en señal de duelo. El propietario de la obra y el contratista ingresan en la cárcel por no tener las licencias en regla. Diciembre de 1935 y enero de 1936 fueron meses de campaña electoral y mítines políticos. El día de Reyes, Gil-Robles llenaba los teatros Principal y Losada, en donde hizo la primera y segunda parte del discurso, respectivamente. Era la primera vez que hablaba en Orense y muchos seguidores se quedaron en la calle sin poder escucharle. Al día siguiente se convocaban elecciones para el 16 de febrero y se disolvían las Cortes. El diario La Región hablaba de la necesidad de no solo triunfar, sino de vencer a la revolución. El 5 de febrero le tocaba el turno a Calvo Sotelo, que también llenó ambos teatros. En los pueblos de nuestra comarca, días antes habían aparecido carteles de Acción Popular de Gil Robles.

En Ourense, los resultados electorales otorgaron la victoria a las derechas, que obtuvieron 91.768 votos, por 81.664 los partidos centristas, 63.126 el Partido Radical y 48.200 el Frente Popular, siendo la única provincia gallega en la que triunfaron. Las nuevas actas de diputados se repartieron de la siguiente manera: tres representantes del Bloque Nacional/Renovación Española (José Calvo Sotelo, José Sabucedo Morales y Andrés Amado R. de Villaberdet), tres de la CEDA (Laureano Peláez Canellas, Luis Espada Guntín y Ramón Villarino de Sáa), dos centristas (Antonio Taboada Tundidor y Fernando Ramos Cerviño, el acta de este último será anulada en mayo) y uno del Partido Radical (Justo Villanueva Gómez, que pierde el acta en mayo). El Frente Popular, que no había obtenido acta alguna en un primer momento, consigue en mayo las dos anuladas a los otros partidos: un escaño para Izquierda Republicana (Manuel Martínez Risco) y otro para Unión Republicana (Alfonso Pazos Cid). Para las derechas ourensanas serían unos resultados frustrantes, pues el Frente Popular había ganado las elecciones y el 19 de febrero Manuel Azaña configuraba un nuevo Gobierno, iniciándose de este modo una nueva etapa republicana.

En junio de 1936 encontramos en los diarios locales noticias de agresiones por razones políticas, en las que el uso de armas no era algo extraordinario. A pesar de ello, los ourensanos trataban de olvidarse durante unos días de las problemáticas sociopolíticas celebrando los tradicionales festejos del Corpus. Las verbenas en los paseos de la Alameda y en los jardines de Concepción Arenal, así como el mano a mano entre los matadores Joselito Sánchez Mejías y Juan Belmonte, en la recién estrenada plaza de toros del Couto, eran buenos pretextos para ello. Sin embargo, el domingo 7 de junio, día en el que comenzaban las fiestas, un tiroteo que acaba con muertes deriva en un paro general de cuatro días, con un resultado final de tres fallecidos y varios heridos. La semana grande de Ourense se convertiría en una semana de odio y sangre. En las primeras horas de la tarde de ese domingo soleado, un enfrentamiento entre jóvenes de distintas ideologías, en el Café La Bilbaína, acababa con el asesinato de dos jóvenes del Frente Popular, resultando heridos otros dos, mientras que la ciudad caía presa del terror: gritos, carreras, cargas y disparos. A las siete de la tarde era tiroteado un joven de Acción Popular. El lunes, la ciudad estuvo completamente paralizada y una camioneta que regresaba a Maside, con obreros que habían asistido al entierro de los jóvenes de izquierdas, es acribillada ya de noche en Listanco, falleciendo uno de los ocupantes. Serían detenidos por dichos hechos varios nacional-sindicalistas. La ciudad se ve desabastecida en esos días, y los controles y chequeos se generalizan. Se producen incendios en algunas iglesias (Velle, Santa Cruz da Rabeda y Moreiras) y estallidos de bombas. El jueves, día de Corpus -presumiblemente uno de los más tristes que vivió la ciudad-, la procesión tiene lugar en las naves de la Catedral. La corrida de toros programada para ese día se había suspendido. Para una descripción más detallada de los hechos ocurridos en esa semana de Corpus consúltese Semana Trágica (junio del 36), Crónica Negra de Rafael Salgado (2019).

A la anarquía y caos en la que se veía envuelta parte de la provincia ourensana se unía el crimen en la Casa Rectoral de Parderrubias en la madrugada del 13 de junio. El editorial de La Región del 14 de junio era descarnado:

Ya no respetan nada, ya nada dejan en pie los nuevos bárbaros, toda esta desdichada gente envenenada de las aldeas, ya nada les impone ni coarta, y con el saqueo, con el incendio y con el asesinato están arrasándolo todo. Iglesias, ermitas, casas rectorales, domicilios de gente de orden, hasta Casas Municipales son asaltadas y se les prende fuego o se las saquea y destruye bárbaramente por la cafrería suelta que por ahí anda con todo desembarazo y sin freno alguno” (La Región, 14 de junio de 1936).

En O Barco de Valdeorras había resultado muerto un afiliado a Falange Española, el párroco de Punxín, después de estar detenido en la cárcel de Carballino era confinado a un pueblo de Valladolid para que no continuase con sus actividades subversivas; en una fiesta en Bande se agreden varios individuos de distinta ideología política, etc. El 16 de julio desde el Gobierno Civil se recordaba que la provincia estaba bajo el estado de alarma. El 18 de julio daba inicio una de las etapas más infames de la historia de España.

El anticlericalismo

Uno de los focos de tensión durante la República fue la cuestión religiosa: la educación laica, la supresión de pagos a curas por parte del Gobierno, etc. Hechos como la eliminación de los Crucifijos de las escuelas públicas no fueron bien aceptados por ciertos sectores de la población. Pronto comenzaron campañas y actos reivindicativos a favor del Crucifijo en escuelas rurales ourensanas. Un ejemplo lo encontramos, en febrero de 1932, en Sobrado do Bispo, en donde la indignación del pueblo al saber que el maestro había retirado el Crucifijo acabó con una sonora protesta iniciada por las mujeres del pueblo. Tocaron a rebato las campanas, organizaron una manifestación y allá se fueron a la escuela a decirle al bueno del maestro, que no iban a consentir que la Cruz desapareciese de la escuela. “¡¡Preferimos la ignorancia de nuestros hijos a que les falte la religión!!” gritaban las madres. Echaron mano del Crucifijo que había sido retirado de la pared y en procesión lo llevaron por las calles del pueblo, entre cánticos e himnos, resonando vivas al Redentor del mundo. Al pasar por la iglesia parroquial, pidieron al Párroco que les abriese las puertas del templo. Colocaron la Cruz sobre el Altar Mayor y rezaron una penitencia. A continuación se dirigieron nuevamente a la escuela y colocaron el Crucifijo en donde siempre estuvo, reiterando al maestro la decisión de retirar a sus hijos de la escuela antes de mandarlos a una que no estuviese presidida por la Cruz. En mayo de 1936 se clausuraron varios colegios religiosos en la capital ourensana, en concreto, las Carmelitas, Adoratrices, Siervas de San José y Salesianos.

Frente a la corriente anticlerical que caracterizó a determinados sectores republicanos, se sucedieron actos de afirmación católica como el que tuvo lugar el domingo 29 de enero de 1933 en el teatro Curros Enríquez de Celanova o el mitin del domingo 17 de septiembre de ese mismo año organizado por Juventud Católica en Espinoso, en donde mil quinientas personas, entre las que figuraban campesinos, industriales, curas y maestros, son testigos simultáneamente de la defensa de la autonomía gallega y de la coalición de las derechas, representada en Ourense por Calvo Sotelo. En las elecciones a Cortes del 19 de noviembre de 1933, la situación era de tal crispación, que el diario La Región, caracterizado por una línea editorial claramente católica, invitaba al voto con el siguiente mensaje:

¡¡No olvidaremos!! La quema de conventos, la expulsión del Cardenal Segura, la profanación de imágenes, la disolución de la Compañía de Jesús, la secularización de cementerios, la escuela laica, la Ley de congregaciones y confesiones, la Ley del divorcio. Los electores católicos no olvidaremos la persecución de la Iglesia realizada o consentida por todos los partidos de izquierda” (La Región, 4 de noviembre de 1933).

Los asaltos a lugares sagrados y profanaciones, aun no siendo sucesos tan habituales como en otros lugares del territorio nacional, sí ocurrieron en nuestra comarca. Así, en la madrugada del 22 de enero de 1935, un grupo de individuos sacaron a un prado las imágenes de la capilla de As Lamas, en A Valenzá, y las mutilaron. Días después sería detenido por dichos hechos un vecino de A Valenzá. Al anochecer del día de Navidad de 1935 se produce un incendio en la Casa Rectoral de As Maravillas, que según el diario La Región había sido provocado. Los vecinos consiguieron sofocarlo, pero aun así la mitad de la casa quedó destruida. Además se quemaron maderas y muebles que el industrial de A Manchica, Tomás Atrio, guardaba en los bajos, cuyo valor se estimó en 200 pesetas. En la madrugada del Viernes Santo de 1936, el 10 de abril, fue incendiada la iglesia parroquial de Barbadás, quedando en pie únicamente las paredes. Los autores del hecho habían abierto el templo y sacado al exterior los reclinatorios antes de prenderle fuego, al tiempo que de una caseta que había al lado robaron la cera almacenada y la lanzaron a las llamas. La crónica de La Región señalaba que…

“… la gente estaba allí consternada y estremecida de santa ira. Nunca se creyera allí que nadie llegara a tanto. Los hombres andaban de un lado al otro con la cabeza baja por la pesadumbre y la vergüenza. Las mujeres no reprimían lágrimas amarguísimas”.

El domingo 5 de julio, estando cerca la celebración del día de San Benito, hubo un intento de incendio de la capilla de Cova de Lobo. A pesar de ello, el día 11 de julio la jornada transcurrió con normalidad bajo los acordes de la Banda de Música de Sobrado do Bispo.

El 3 de mayo de 1936, el cura de Barbadás, que iba camino de la capital, fue detenido y cacheado en A Valenzá por un grupo de hombres y mujeres, bajo el pretexto de que llevaba un arma. Al ver que era falso, lo dejaron marchar bajo la amenaza de lincharle si volvía a aparecer por el lugar. Ese mismo domingo se impedía a un grupo de catequistas y a un cura su labor eclesiástica en A Granxa. Pocos días después, por orden del alcalde de A Merca, eran detenidos y conducidos a la cárcel de Celanova los Párrocos de Corvillón y A Mezquita, y el Secretario del Ayuntamiento, por alteración del orden público, siendo puestos en libertad al día siguiente por el Gobernador Civil al no encontrar causa alguna para su detención. Se vivía una campaña encaminada a que unos pocos sembrasen el pánico y la alarma en determinados sectores sociales.

La Semana Santa de 1936 se caracterizó por la limitación de la efusividad en las manifestaciones religiosas públicas. Así, en Celanova, la procesión del Santo Entierro se celebró en los claustros del Convento sin salir a las calles de la villa. Lo mismo ocurría en la Catedral de Ourense.

La vida en nuestra comarca

En el año 1930, Parderrubias contaba con 501 habitantes. Su artería de comunicación principal era la carretera de Ourense a Portugal que cruza el pueblo. A principios de 1934, únicamente estaba asfaltado el primer kilómetro a la salida de la capital; el firme del resto del trayecto, caracterizado por su estrechez, era un apisonado de morrillo y arena. Aparte de Os Escultores, algún otro vecino ya poseía vehículo mecánico. Así, consta que la camioneta con matrícula OR-1357 de Adolfo Garrido fue denunciada por infringir el reglamento de Circulación en diciembre de 1934.

Muchas tradiciones que se conservan en la actualidad eran noticia en la prensa local de los años treinta, especialmente las romerías y fiestas patronales. Así, en julio de 1930 se celebraba la festividad de San Benito de Cova de Lobo:

Desde el amanecer habrá continuamente misas hasta las diez y media. A esta hora saldrá la procesión, después de la cual se celebrará la misa solemne que es aplicada por los bienhechores que contribuyeron con sus limosnas a las obras y mejoras que a honra del poderoso Santo se están ejecutando. La renombrada música de Sobrado del Obispo es la encargada de amenizar esta fiesta, que resultará muy animada y solemne” (La Región, 8 de julio de 1930).

En Allariz, en esas mismas fechas, tenían lugar los festejos en honor a San Benito, que eran inaugurados por la Banda de Música de A Mezquita y anunciados por una salva de bombas. A las diez de la mañana del día 13 tenía lugar la solemne procesión del Glorioso San Benito, en la que figuraban los tradicionales gremios de palillos, entrenzado y danzantes, así como la comparsa de gigantes. En la villa alaricana también era muy concurrida la festividad del Corpus, destacando además de la procesión del Santísimo, junto a la Virgen de Villanueva y San Benito, el tradicional acto de correr el buey a primera hora del jueves:

Al principio no vimos más que mujeres desgreñadas y a medio vestir, chiquillos descalzos y muchos hombres, jóvenes casi todos, en mangas de camisa, y todos con cara de no haberse lavado que gritaban a todo pulmón, dirigiendo la mirada torva y recelosa a un punto determinado, corrían, se paraban y volvían a correr, como mar agitado por fuerte viento. Era el buey que pasaba, y que a pesar de ir atado por una larga soga, en un instante había puesto toda la villa en movimiento” (La Región, 3 de junio de 1934).

En 1931, estando ya vigente la República, Parderrubias celebraba los días 3 y 4 de junio sus fiestas de Corpus, amenizadas por la Unión Musical Santa Cecilia de A Manchica. Ese año, la novena en honor a la Virgen de los Milagros se celebraba con todo esplendor, con misas diarias a cada hora desde de las seis de la mañana hasta las doce del mediodía. El día ocho, día grande, la misa de ocho se oficiaba desde la tribuna de la fachada y a las diez tenía lugar la magna procesión por los alrededores del Santuario. El 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, la Banda de Música de A Manchica, brillantemente dirigida por Aurelio Nieto, amenizó los festejos en su honor. Días atrás, la Corporación Municipal le había otorgado el título de Banda Municipal de La Merca. Además, se llevó a cabo la bendición de una hermosa imagen de la Santa, obra de los Hermanos Garrido. La Banda de Música de A Manchica era un referente entre las bandas de la comarca, gozando de gran popularidad. Prueba de ello era la relación de contratos firmados para amenizar festejos. Solo en el mes de mayo de 1932 amenizó varias fiestas patronales: San Antonio en Villar de Vacas, Santo Cristo en Santa Cruz de la Rabeda y en Ramirás, Ascensión del Señor en Espinoso, San Isidro en Bóbeda (Vilar de Barrio), As Maravillas, Milagrosa en Penusiños, Concepción en Esgos y la procesión de Corpus de la capital ourensana. Esta banda no era la única de la comarca que paseaba su prestigio por muchos de los pueblos cercanos. La Banda de Música de Soutopenedo ganaba el Certamen de Bandas del año 1933 celebrado en Santiago de Compostela; virtuosamente dirigida por Adolfo Valotes, era una de las mejores bandas de la provincia.

Banda de Música de A Manchica. Fotografía de Manuel Garrido

En el mes de mayo de 1932 se celebraba con todo su esplendor la festividad a la Virgen de As Maravillas. El domingo día 15 tenía lugar el traslado de la imagen desde la parroquial al Santuario. Se trataba de una de las romerías más multitudinarias de la comarca. En los días de fiesta, el poético paraje en el que se ubica el Santuario se llenaba de tabernas, cafés, dulcerías y, como no, con las tradicionales pulpeiras. La Banda de Música de A Mezquita fue la encargada de amenizar los festejos. En ese mismo mes, Solveira honraba a San Miguel bajo los sones de la Banda de Música de A Manchica. El 26 de junio de 1932, promovida por los Hermanos Garrido, Parderrubias celebraba con gran efusividad la festividad de la Virgen de Lourdes. Por la mañana, la Banda Santa Cecilia de A Manchica recorría las calles tocando alegres dianas y pasodobles. A las doce se celebraba en el oratorio en el que se veneraba a la milagrosa Virgen una misa solemne a toda orquesta, a la que asistieron innumerables fieles. Ya por la tarde, en A Manchica, la citada Banda ejecutaba un soberbio concierto. El 7 de agosto, Trelle celebraba sus tradicionales fiestas en honor a la Reina de los Ángeles, amenizadas por la Banda de Música de Moreiras. A la sombra de frondosos castaños que allí había se degustaban las clásicas empanadas.

En la madrugada del 17 de marzo de 1933 un ciclón derribaba la espadaña de la iglesia parroquial de Faramontaos, cayendo sobre la nave, quedando toda la iglesia, salvo el altar mayor, completamente destruida. Desde las páginas del diario La Región se invocaba a personas caritativas a que hiciesen donativos para su reconstrucción. El 27 de enero de 1934 aparecía, en el monte de A Bacariza, el cadáver de José Benito Conde Fidalgo, vecino de Armariz (Xunqueira de Ambía), que padecía ataques epilépticos y llevaba ausente del domicilio de su madre viuda desde el día 17. El 8 de diciembre de 1934 tenía lugar en A Merca un entierro, que a decir de las gentes del lugar, ningún otro había reunido a tantas personas. Se trataba de los funerales por doña Dosinda Rodríguez Feijóo, esposa del alcalde don Ramón Rodríguez Rodríguez. Una rápida y traidora enfermedad se la había llevado de este mundo. Los actos fúnebres fueron celebrados por dieciséis sacerdotes. Su suegro, era el Fiscal Municipal, y su hijo Cesáreo Rodríguez era maestro nacional. La desgracia hizo que Cesáreo falleciese tan solo dos meses después víctima de una rápida dolencia.

Un acto religioso con gran arraigo en los pueblos de la comarca era la Novena de las Ánimas. Así, el templo parroquial de San Miguel de Soutopenedo se llenaba de fieles por las noches y por las mañanas. En el año 1933, el párroco don Ramón María Blanco, con su acostumbrada elocuencia y contundencia, hablaba de la existencia del alma humana y del purgatorio. Según las crónicas de la época, el último día de la Novena recibieron la Comunión un millar de personas. El cura don Ramón era activo en el arraigo de las tradiciones religiosas, y así en el mes de mayo celebraba la Fiesta de las Flores. El 27 de mayo de 1934, a las siete de la mañana, se celebraba la misa parroquial, y a las once y media comenzaba la misa solemne cantada a toda orquesta por la Banda de Soutopenedo. A las cinco de la tarde se leyó el Ejercicio del mes de María ante una multitud que llenaba el templo y acto seguido salió la procesión acompañando a la Virgen.

En el año 1934, el 30 (miércoles) y 31 de mayo (jueves), Parderrubias celebraba sus tradicionales fiestas de Corpus, amenizadas por la Banda de Música de A Manchica. En 1935, se volvieron a celebrar con todo esplendor y solemnidad, señalando La Región que “tanto los actos religiosos como los profanos estuvieron animadísimos”. El domingo 17 de junio de 1934, Loiro honraba a San Antonio. Por la mañana recorrió las calles del pueblo la Banda de Música de Soutopenedo, que venía de participar en el Certamen de Bandas que había tenido lugar en la capital ourensana durante las fiestas del Corpus. A las once se celebró la misa concelebrada por el párroco titular, don José Docampo, y los curas de Moreiras y Parderrubias; antes de la celebración eucarística había tenido lugar la procesión. Ya por la tarde, hubo baile amenizado por dicha Banda. Los días 7 y 8 de julio, As Pías celebraba las fiestas de Santa Isabel. A finales del mes de agosto, San Vitoiro de Allariz honraba a su patrón; los festejos de 1935 fueron amenizados por las bandas de música de Santa Leocadia (Taboadela) y A Mezquita. El 27 de agosto, día grande, a las doce del mediodía tenía lugar la misa solemne a toda orquesta y, por la tarde, se concedían importantes premios a las mejores parejas de muiñeiras, continuando con verbena hasta la madrugada.

En A Merca, en el mes de mayo se celebraban los festejos en honor al Espíritu Santo, que en 1935 fueron amenizados por las renombradas bandas de música de A Mezquita y Loiro. Los días 26 de cada mes tenía lugar su tradicional feria. Por los diferentes caminos de acceso llegaban los campesinos y ganaderos con sus ganados, los vendedores de quincalla, de dulces, los panaderos, etc. Los ganaderos solían llegar en mulas o en coches.

El 21 de enero de 1935, a las diez de la mañana, tenían lugar en la parroquial de Parderrubias los magnos funerales por el cura Benito Iglesias González, natural de Solveira, a los que asistieron más de cuarenta sacerdotes. Había sido ordenado en Cuba, en donde favoreció a muchos de sus compatriotas. A su regreso a España, ejerció de párroco en Taboadela, Reza y Villarino de Melias, hasta que una enfermedad le obligó al retiro a su pueblo natal.

En septiembre de 1935 en el municipio de A Merca se recaudaron 202,50 pesetas para el homenaje a la Guardia Civil que tendría lugar el domingo 27 de octubre en la Comandancia de Ourense. Entre los donantes constaban varios nombres relacionados con Parderrubias: los industriales José Garrido y Hermanos, con 25 pesetas; obreros de esta misma casa, 10; Sindicato Agrícola de Parderrubias, 5; el industrial Adolfo Garrido Fernández, 5; el industrial Nicanor Lorenzo, 2; y el maestro de Parderrubias, 5. El Ayuntamiento había donado 75 pesetas, su Alcalde, don Ramón Rodríguez Rodríguez, 1; el Secretario, don Julio Outeiriño, 2; el médico, don José Covelas, 5; y don Castor Gayo, Párroco de Pereira, 2, entre otros muchos.

En mayo de 1935, se producía en A Merca una tumultuosa manifestación promovida por sectores izquierdistas en la que se protestaba por el hecho de que vecinos de Vilaboa, Merouzo y A Merca solicitasen la legitimización de parcelas que venían disfrutando de manera arbitraria en el monte comunal de A Paradela. Estas solicitudes estaban amparadas por el Decreto del Ministerio de Agricultura de fecha 30 de enero de 1935. Los instigadores de la protesta hicieron creer que ese hecho significaba la usurpación del monte con la complicidad del Alcalde. El sábado 25 de mayo se dirigieron hacia el Ayuntamiento, dando gritos subversivos y amenazas al edil y a los solicitantes de dichos terrenos, que lo único que querían era ponerse dentro de la Ley. Dado que no estaba el regidor municipal ese día, se dirigieron al día siguiente domingo a su casa, así como a la de los solicitantes, coaccionándoles mediante amenazas para que retirasen las solicitudes, dado que según ellos “no había más autoridad que la del pueblo y que, por tanto, ellos debían hacer lo que la mayoría acordase, y si no, ardería Troya”. Los incidentes continuaron el sábado 8 de junio coincidiendo con la presencia de un perito que fue a medir para un aparcelamiento destinado a un vecino de A Merca en el monte Rivela. La mitad del pueblo de A Merca se amotinó al toque de las campanas parroquiales lanzadas al vuelo por varios vecinos, exigiendo explicaciones al perito, quien contestó diciendo que cumplía órdenes del Gobernador Civil y del Alcalde. El episodio acabó a palos y pedradas en la carretera entre bandos. Los agitadores solo entraron en razón cuando se presentaron en el lugar el farmacéutico don Aristides Quintairos y el maestro nacional don Sergio Fortes. A dicha pacificación también contribuyó, sin lugar a duda, la llegada de la Guardia Civil de Rairiz de Veiga y de Celanova. El día 19 tuvo que acudir el Gobernador Civil a la localidad para imponer equidad y justicia.

El 16 de febrero de 1936 se celebraban elecciones de diputados a Cortes y nadie se imaginaba que serían los últimos comicios democráticos en varias décadas. En A Merca fue un día lluvioso y reinó durante toda la jornada electoral una absoluta tranquilidad, siendo los candidatos más votados José Sabucedo Morales (1.771 votos, Bloque Nacional), Andrés Amado R. de Villaberdet (1.757 votos, Bloque Nacional), Laureano Peláez Canellas (1.680 votos, CEDA), Ramón Villarino de Sáa (1.615 votos, CEDA), José Calvo Sotelo (1.475 votos, Bloque Nacional), Antonio Taboada Tundidor (1.353 votos, Partido Agrario Español) y Luis Espada Guntín (1.281 votos, CEDA). Todos ellos consiguieron acta de diputado. Obtuvieron menos de mil votos los siguientes candidatos: Fernando Ramos Cerviño (928 votos, candidato centrista que había abandonado el Partido Radical), Ramón Delage Santos (848 votos, Comunión Tradicionalista), Benito Luis Lorenzo (487 votos, candidato centrista), Luis Fábregas Santamarina (375 votos, candidato centrista), Manuel Suárez Castro (298 votos, Partido Socialista Obrero Español; llegó a ser Alcalde de la ciudad de Ourense durante el periodo del Frente Popular, siendo fusilado por los sublevados, en el Campo de Aragón, el 27 de julio de 1937), Ramón Varela Fernández (282 votos, Partido Agrario Español), Felisindo Menor Quintas (190 votos, Partido Republicano Radical), Bernardo Castro Fernández (171 votos, candidatura centrista), Alfonso Pazos Cid (166 votos, elegido diputado por Unión Republicana, integrada en el Frente Popular), Justo Villanueva Gómez (143 votos, Partido Republicano Radical), Benigno Álvarez González (75 votos, Partido Comunista de España; veterinario nacido en Maceda, fundador de la organización provincial del Partido Comunista en Ourense y asesinado en marzo de 1937 por el bando Nacional), Manuel Martínez Risco (65 votos, elegido diputado por Izquierda Republicana), Ramón Fuentes Canal (50 votos, Partido Socialista Obrero Español; Presidente de las Juventudes Socialistas de Ourense en 1932, fusilado en el Campo de Aragón el 9 de diciembre de 1936 con 28 años de edad), Manuel García Becerra (50 votos, Izquierda Republicana), Alexandre Bóveda Iglesias (49 votos, candidatura gallegista del Frente Popular; fusilado por el bando Nacional el 17 de agosto de 1936 en Poio), Basilio Álvarez Rodríguez (34 votos, candidato centrista que había dejado el Partido Republicano Radical), Leandro Garnedo Fernández (3 votos, Partido Republicano Radical) y Luis Usera Bugallal (2 votos, Partido Republicano Radical). En el municipio de Celanova, las derechas obtuvieron 1.500 votos, por 700 las candidaturas centristas y 400 las izquierdas. Las crónicas señalaron que las derechas habían perdido muchos votos por estar lloviendo incesantemente. Estos resultados ponían de manifiesto el posicionamiento ideológico de nuestra comarca.

Elecciones de febrero de 1936. Fuente: Mundo Gráfico, 19 de febrero de 1936. Biblioteca Nacional de España

Ajenos al cambio que suponía el Gobierno del Frente Popular a nivel nacional, los vecinos de Parderrubias estaban inmersos en sus labores y tradiciones religiosas. Entre estas últimas, destacamos la celebración de una Santa Misión que tuvo lugar unos días después de las elecciones ganadas por el Frente Popular. Las Santas Misiones eran unas jornadas religiosas, o especie de ejercicios espirituales de varios días, dirigidas por Padres Franciscanos o Dominicos para redimir a los parroquianos. Misas, sermones, confesiones, actos de confraternización entre vecinos y visitas a enfermos constituían el grueso del programa. Así, a principios de marzo, organizada por el Párroco don Alfonso Losada, se celebró en la iglesia parroquial una solemne Misión a cargo de los Padres Franciscanos Puenteareas y Lago, de Ourense, quienes con su locuaz verbo cautivaron a los numerosos fieles que mañana y tarde concurrieron a escuchar sus sermones y liturgias. Durante días, estos Padres Franciscanos se hospedaron en la Rectoral. Los dos últimos días de la Misión se acercaron a comulgar más de un millar de fieles, lo que da una idea de la enorme afluencia de devotos, no solo de la propia Parroquia, sino de parroquias limítrofes. A la entrada de la iglesia se había ubicado un pequeño punto de venta de libros y objetos religiosos.

El jueves 11 de junio de 1936, Parderrubias celebraba su día grande de Corpus con una solemne procesión presidida por el cura don Alfonso Losada. Nada hacía prever, ni nadie podía presagiar, que tan solo dos días después, en la madrugada del sábado al domingo, nuestro Párroco sería acribillado a balazos por Pepe das Hortas en la Casa Rectoral. Mi padre, a escasos meses de cumplir cuatro años de edad, se sobresaltaba en la casa de al lado, pared con pared con la Rectoral. Mi abuela le tranquilizaba atemorizada, pidiendo silencio a todos, pues tenía la certeza de que lo que se había oído en la oscuridad de aquella noche eran disparos mal intencionados. Fue el suceso más impactante en la década de los años treinta en Parderrubias, y del que hemos dado cuenta en otro artículo de este Blog. Cinco semanas después, la sinrazón se imponía en el país, cerrándose el período histórico objeto de este artículo.

Procesión de Corpus Christi en Parderrubias. Fotografía de Manuel Garrido

Referencias

González-Calleja, E. (2011). La necro-lógica de la violencia socio-política en la primavera de 1936. Melanges de la Casa Velázquez, 41, 37-60.


«Deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado».

Miguel de Unamuno
Los quintos de Parderrubias

Los quintos de Parderrubias

Por Juan Carlos Sierra Freire

«Probes naiciñas d’a yalma que crían os seus filliños, e dempois quedan sin eles cando lle marchan de quintos» (Anónimo, 1887).

El Servicio Militar Obligatorio estuvo vigente en España durante 231 años. El 31 de diciembre de 2001 la “mili” pasaba a ser historia, pero hasta ese día, miles de jóvenes -entre ellos los mozos de Parderrubias- fueron «quintos» en un momento de su juventud, teniendo que prestar muchos de ellos su tiempo y su trabajo al Estado.

En el siglo XVIII, una vez finalizada la Guerra de Sucesión, y con la llegada de los Borbones al trono, se comienza a experimentar una escasez de tropas, lo que conduce a una progresiva implantación del reclutamiento obligatorio con el fin de mantener un Ejército permanente. Estos reclutamientos se denominaron popularmente “quintas”, pues se fijó un cupo anual de 50.000 hombres elegidos por sorteo, de los que salía un soldado por cada cinco hombres: el “quinto”. En 1786, una ordenanza de Carlos III dictaminaba que uno de cada cinco mozos españoles en edad de 16 a 40 años debía trabajar como militar para el Rey. Ya en el siglo XIX el soldado de quintas supondría la base del reemplazo del Ejército español.

En 1912, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército introduce el término “servicio militar obligatorio”, eliminando la redención en metálico y la sustitución, fórmulas vigentes hasta esa fecha que permitían evitar legalmente la incorporación a filas mediante el pago de determinadas cantidades de dinero, pero muy mal vistas socialmente. Con el fin de que fuese un servicio obligatorio para todos aparece la figura del “soldado de cuota” que a cambio del pago de una cuota de 1.000 o 2.000 pesetas -cantidades que suponían pingües ingresos para el Estado- reducían significativamente su tiempo de servicio a diez o cinco meses, respectivamente. Los que no podían pagar la cuota servían durante tres años al Estado; en definitiva, seguía siendo un sistema socialmente discriminatorio.

Sorteo de soldados destinados a la Guerra de África en 1913. Fotografía tomada del Mundo Gráfico

Finalizada la Guerra Civil, el dictador Franco promulga la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, por la que el Servicio en Filas tiene una duración de dos años, tiempo durante el que los soldados no podían contraer matrimonio. En 1943 para poder ser funcionario era obligatorio haber cumplido el Servicio Militar. En 1968, la Ley General del Servicio Militar distingue entre servicio militar obligatorio (15-18 meses) y voluntario (se podía elegir la Región Militar, pero su duración era de 15-24 meses). La Ley Orgánica del Servicio Militar de 1991 acorta el servicio militar a nueve meses y los soldados de reemplazo delegan la responsabilidad de las tareas más complejas y especializadas en militares profesionales.

El objetivo de este artículo es proporcionar una visión de la evolución del reclutamiento de los mozos pertenecientes a lo que hoy es la Parroquia de Parderrubias (A Iglesia, Barrio, O Outeiro, A Carretera, As Campinas y Nigueiroá) a lo largo del siglo XX, en concreto, desde 1900 hasta 1990.

Aspectos generales de la evolución del reclutamiento en Parderrubias

Entre 1900 y 1990 fueron alistados 305 mozos de Parderrubias. La citación y correspondiente alistamiento tenía lugar en el Ayuntamiento de A Merca. En dicho acto se asignaba por sorteo un número a cada mozo, y a continuación en orden de menor a mayor eran tallados y alistados, momento en el que se escuchan sus alegaciones, si fuese el caso. En ocasiones, dado que el mozo era emigrante, o se encontraba fuera por razones de trabajo, era el padre o la madre los que comparecían, pues de lo contrario el joven era calificado como prófugo. El número de mozos alistados cada año en Parderrubias se mantuvo relativamente estable a lo largo del siglo (un promedio de 3,35/año), aunque con una ligera tendencia al descenso, tal como se puede apreciar en la Figura 1. Destacan siete años sin alistamiento alguno (1906, 1907, 1928, 1978, 1981, 1983 y 1985), que contrastan con los nueve mozos alistados en 1965, los ocho de 1902, y los siete de 1918 y 1959.

Figura 1. Evolución del número de mozos alistados en Parderrubias

En la primera década del siglo XX, los mozos eran reclutados con 20 años, a partir de 1911 lo hacen a los 21, volviendo a ser llamados a filas con 20 años de edad en el año 1972, rebajándose, finalmente, la citación a los 19 años en 1980.

En los primeros años era el cura que regentaba la Parroquia, quien certificaba a partir del Libro de Bautizados la relación de mozos incluidos en cada reemplazo. Así, a modo de ejemplo, la Alcaldía de A Merca solicita a don Paulino Agromayor que certifique los mozos nacidos en el año 1881, pertenecientes al reemplazo de 1901:

Sr. Cura Párroco de Parderrubias. En cumplimiento de lo prevenido en el artículo 26 del Reglamento para la ejecución de la ley de Reclutamiento vigente, ruego a Ud. se sirva remitir a esta Alcaldía una relación certificada de todos los mozos que en la parroquia de su digno cargo han nacido durante el año 1881 y no le consta que hayan fallecido, expresando además de sus nombres y apellidos, los de sus padres y fecha de nacimiento, sin prejuicio de que el domingo primero de enero próximo, a las diez de la mañana, concurra Ud. u otro eclesiástico que designe a esta Consistorial para formar el alistamiento. Merca, diciembre 8 de 1899”.

Certificado de mozos nacidos en 1881 emitido por don Paulino Agromayor en el año 1899

El 25 de diciembre de 1899, el Párroco certifica que en ese año 1881 habían nacido en la Parroquia de Parderrubias siete mozos: dos en Solveira, dos en A Nugueira, uno en Bouzas, uno en A Iglesia (Manuel Casas Pérez) y otro en Barrio (José Martínez Iglesias). En esa época, Solveira, Bouzas y A Nugueira pertenecían a la Parroquia de Parderrubias, pero recordemos que los datos de este artículo pertenecen a los lugares que en la actualidad conforman la Parroquia. En 1902 el cura don Benito Garrido realiza el mismo trámite.

Certificado de mozos nacidos en 1882 emitido por don Benito Garrido en el año 1902

En el Ayuntamiento, los mozos eran tallados y registrados, momento en el que muchos de ellos alegaban variopintas razones para evitar el servicio militar, tal como veremos más adelante. Estos son ejemplos de registros de quintas de los primeros años del siglo XX:

[…] hijo de […] y de […] talla un metro seiscientos diez milímetros. Alegó que es corto de vista. Reconocido, resultó útil condicional. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

[…] hijo de […], talla un metro seiscientos diez milímetros. Reconocido resultó útil. Alegó que es hijo único de madre célibe y pobre a la que mantiene. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y habiéndola suministrado en expediente instruido al efecto, el Ayuntamiento le declaró soldado condicional”.

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Dijo no tiene excepción. Reconocido, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

Una característica física fundamental, tenida en cuenta en el momento del alistamiento, era la estatura, estando establecido un mínimo para La incorporación a filas. En las primeras décadas del siglo, la talla mínima exigida para incorporarse al Ejército era de 1,55 metros. La Figura 2 muestra la evolución ascendente de la estatura de los mozos reclutados en Parderrubias a lo largo del siglo XX, siendo el promedio de 1,65 metros; se pasó de 1,60 metros en el año 1900 a 1,79 en 1990.

Figura 2. Evolución de la estatura de los mozos alistados en Parderrubias

Análisis del reclutamiento por décadas

A continuación realizaremos un análisis más pormenorizado por décadas, contextualizando, en la medida de lo posible, el momento histórico, y examinando las peculiaridades de los alistamientos en ese periodo.

1900-1910

En el período 1900-1910 fueron alistados 35 mozos, de los cuales cuatro fueron excluidos, siendo la causa principal, no alcanzar 1,55 metros estatura. Dos fueron calificados como prófugos. Las alegaciones presentadas por los que serían etiquetados como soldados condicionales fueron ser hijo único de viuda pobre, ser hijo único de madre célibe pobre, ser hijo de sexagenario, ser hijo de padres pobres e impedidos, tener un hermano cumpliendo el servicio militar en ese momento y ser corto de vista. No siempre las alegaciones fructificaban:

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Alegó que es hijo único de padre pobre e impedido para el trabajo al que mantiene. Reconocido el mozo, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y no habiendo solicitado la instrucción de expediente justificativo, el Ayuntamiento le declara soldado”.

Acta de Clasificación y Declaración de Soldados del año 1907
1911-1920

Este período coincide con la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de estos años vivieron con la angustia de ser destinados a tierras africanas, aunque no nos consta que ninguno estuviese en el frente. En esta década fueron alistados 34 mozos, de los cuales seis fueron excluidos por baja estatura, epilepsia, falta de un miembro superior y sordera. Trece fueron calificados como prófugos, algunos de ellos residentes en Cuba; sin duda, la Guerra tuvo que ver con que un 38% de los jóvenes no se presentasen al alistamiento. Entre las alegaciones expuestas por los mozos tallados encontramos ser hijo único de viuda pobre y ser hijo de sexagenario pobre.

Alistamiento de 1912 con resultado de exclusión
1921-1930

Hasta el año 1927 estuvo activa la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de los años 1921 a 1926 todavía convivieron con la ansiedad de la Guerra. En este periodo se alistaron 27 jóvenes, de los cuales cinco fueron excluidos por diversas causas físicas. Siete serían declarados como prófugos. Un único mozo presentó alegaciones, señalando que el padre era sexagenario y que su hermano mayor padecía una discapacidad.

Alistamiento de 1922 con resultado de soldado útil
1931-1940

En los reemplazos de 1931 a 1940 fueron alistados 38 mozos. Ninguno de ellos fue excluido por razón alguna. Tres no se presentaron a la cita y fueron catalogados como prófugos. Este periodo fue el más dramático de la historia reciente de España como consecuencia de la Guerra Civil, movilizándose en actividades bélicas –en los frentes o en la retaguardia- los reemplazos de 1931 a 1939, ambos incluidos. En Parderrubias, por orden cronológico y alfabético, esta situación afectó a los siguientes mozos: Abelardo González Outumuro, Manuel Fernández Rego, Evencio Fernández Outumuro, José Fernández Pérez, Emilio González Outumuro, Jesús Grande Seara, José Pérez Outumuro, Higinio Grande Garrido, Modesto Grande Álvarez, Jesús Fernández Fernández, Manuel Fernández Sueiro, Manuel María Martínez Gulín, Fernando Pérez Outumuro, Celso Seara Garrido, Eladio Garrido Garrido, José Justo Sampedro, Celso Casanova Casanova, Manuel Garrido Garrido, Isolino Grande Garrido, Carlos Lorenzo Insula, Gumersindo Outumuro Martínez, José Seara Garrido, Felisindo Grande Seara, Adolfo Justo Sampedro, Manuel Martínez Teixeira, Manuel Outumuro Seara, Benigno Seara, Manuel Lorenzo Insula, José Outumuro Martínez, Adolfo Outumuro Outumuro, Benito Pérez Outumuro, Manuel Sampedro Seara, Manuel Seara Garrido, José Atrio Lorenzo, Adelino Casanova Casanova, Modesto Garrido Fernández, José Lorenzo Rodríguez y José Seara Casas. Los cuatro mozos que alegaron pertenecer a familias pobres, y que por tanto necesitaban de su presencia como fuente de mantenimiento del hogar, fueron igualmente enviados a filas.

Alistamiento de 1932 con resultado de soldado útil
1941-1950

En la década de los cuarenta fueron alistados 37 mozos, de los cuales solo uno es excluido por una deficiencia visual y otro es declarado prófugo. Entre las alegaciones que conducen a una prórroga de primera clase encontramos ser hijo de madre pobre y padre ausente, ser hijo de sexagenario pobre al que se necesita mantener y ser hijo de viuda pobre. Aunque ya en el año 1938, el mozo Felisindo Grande Seara había disfrutado de prórroga por estudios, será en esta década cuando la condición de estudiante se convierta en alegación habitual para aprovecharse de una prórroga de segunda clase. Concretamente, tres mozos disfrutaron de prórrogas por estudios.

Alistamiento de 1947 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
1951-1960

En el periodo 1951-1960 fueron alistados 37 mozos de Parderrubias. Solo uno de ellos es excluido por defecto físico y cinco declarados prófugos, aunque uno de ellos se comprueba que había fallecido al poco tiempo de nacer. Esta década destaca por el número de mozos que disfrutan de prórrogas por estudios en el Seminario, en concreto nueve. Entre las alegaciones que no surtieron efecto para ser declarado excluido encontramos ser hijo de padre impedido pobre y tener pies planos.

Alistamiento de 1953 con resultado de soldado útil
1961-1970

En la década de los sesenta, el hecho más llamativo es el significativo incremento en el número de mozos alistados, alcanzándose la cifra de 53, siendo la cota más alta de todos los periodos analizados. Son los prodigiosos años sesenta que ya analizamos en otro artículo. La segunda cuestión que llama la atención es el número de mozos que fueron registrados como prófugos por el hecho de ser emigrantes; en concreto, siete de los citados residían en Francia, tres en Alemania, tres en Argentina, dos en Brasil, dos en Venezuela, uno en Suiza, uno en Guipúzcoa, uno en Bilbao y otro en Barcelona. Como ya ocurriera en la década anterior, sigue habiendo mozos que disfrutan de prórrogas por estudios (concretamente, cinco). A estos se unieron los que tuvieron prórrogas de primera por ser hijo de viuda pobre, hijo de padre sexagenario pobre e hijo de madre célibe pobre.

Alistamiento de 1962 con resultado de soldado útil
1971-1980

En la década de los setenta son alistados 29 mozos. Siguiendo la tónica de la década anterior, nos encontramos con siete mozos en la emigración: tres en Alemania, uno en Francia, uno en Brasil, uno en Guipúzcoa y uno en Bilbao. Será en el año 1975 cuando se documenta el primer soldado que realiza milicias universitarias, que eran una modalidad opcional de prestar el servicio militar obligatorio para los estudiantes o titulados universitarios, en los que se adquiría el Grado de Suboficial u Oficial. En este periodo serán seis los mozos que disfruten de prórrogas por estudios.

Papeleta de citación de 1975
1981-1990

Este último período examinado es la época de la objeción de conciencia y del proceso irreversible hacia la desaparición del servicio militar obligatorio. En esta década se alistaron 15 mozos de Parderrubias, de los cuales más de la mitad disfrutaron de prórrogas de segunda clase por estudios. Aparece también la figura del excedente de cupo, a quien el sorteo libraba de incorporarse a filas. Alguno de los mozos de Parderrubias alistados llegó a disfrutar de este beneficio.

Alistamiento de 1986 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
Comunicación de prórroga de segunda clase por estudios de 1988

En definitiva, durante los años en los que el alistamiento de mozos se hizo en el Ayuntamiento de A Merca, el número de jóvenes alistados de Parderrubias fue decreciendo progresivamente con el paso de las décadas (eso sí, de manera inversamente proporcional a su estatura). Las causas de las prórrogas solicitadas –que en ocasiones resultaban en la exención del servicio militar- fueron evolucionando con el transcurrir del siglo, y esta evolución se podría sintetizar en el paso de la pobreza como principal causa de principios del siglo XX a la realización de Estudios Superiores en las últimas décadas del siglo. El paso del tiempo dejó en el olvido a los quintos, a los reclutas, al cuartelero, al maestro armero, al furriel, a los imaginarias, al chusquero, a las dianas y a las retretas…, a la “verde” (hasta los años sesenta) y a la “blanca” (después de los años sesenta).

Cartilla Militar de los años ochenta, coloquialmente conocida como «la blanca»

Nota. El autor agradece a Víctor Fortes toda su ayuda en forma de facilidades dadas para acceder al Archivo Municipal de A Merca y de este modo poder elaborar este artículo.

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

Por Juan Carlos Sierra Freire y Lucía Garrido

«Hermanos Garrido, de Parderrubias, artistas tan excelentes cuanto ignorados, que en estatutaria compiten dignamente, noblemente, con los mejores de Barcelona y de Valencia. Tanto puede el arte cristiano, en que los Garrido brillan, imprimiendo en la madera ese quid divinum que caracterizó a los artistas religiosos medievales» (C. C., 1911).

En el primer tercio del siglo XX, la práctica totalidad de vecinos de Parderrubias se dedicaba a las actividades agrícolas y ganaderas. Es en esa época en la que nos encontramos a una familia para la que estos quehaceres pasaron a ser algo secundario. En toda la comarca eran muy conocidos los negocios familiares y la actividad industrial de los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias): aserradero, molinera, ultramarinos y, sobre todo, los talleres de escultura religiosa. Los Hermanos Garrido disfrutaban de gran estima en toda la comarca, siendo considerada una familia influyente de la época.

Los que con el tiempo pasaron a ser conocidos como “Os Escultores” de Parderrubias eran los hijos de Celedonio Garrido y Jacinta González: José (1881-1965), Eliseo (1884-1972), Manuel (1889-1977) y Modesto (1892-1964). Además de estos, Celedonio y Jacinta tuvieron dos hijos más: Encarnación (1876-1918), fallecida a la edad de 42 años a consecuencia de la pandemia de 1918; y Marcelino (1877-1904), fallecido con solo 27 años, debido a las secuelas de un accidente talando un árbol. Se trataba de una familia de labradores de O Outeiro en la que, en sus principios, el padre y el hijo mayor José iban a las siegas a Castilla para complementar los ingresos que les daban las tierras y los trabajos artesanales en madera (Piñeiro, 2018). Celedonio había puesto en funcionamiento en O Outeiro un taller de ebanistería que con el tiempo evolucionaría a uno de imaginería y escultura religiosa. Este taller, en el que todos los hermanos se especializan en el arte de la imaginería, constituye el embrión de las dos marcas comerciales que llevan el sello de “Os Escultores”: José Garrido y Hermanos (José, Manuel y Modesto), y Eliseo Garrido e Hijos (Eliseo).

Artes Católicas José Garrido y Hermanos

José, Manuel y Modesto abren negocios en A Manchica –en aquel momento, pertenecía a la Parroquia de Parderrubias-, lugar al que pasa a vivir Modesto una vez casado. José y Manuel permanecen solteros y viven en A Carretera (Parderrubias). En A Manchica ubican sus afamados talleres de imaginería religiosa Artes Católicas José Garrido y Hermanos, que según Piñeiro pasaría a constituirse legalmente como Sociedad en el año 1924, con un capital de 25.000 pesetas. José y Manuel habían ido a formarse a Barcelona en arte religioso, y es aquí en donde también Manuel entra en contacto con técnicas fotográficas punteras en esa época, convirtiéndose de este modo la fotografía en una de sus aficiones más importantes. Al lado del taller de escultura religiosa, levantan un aserradero, conocido como La Industrial, y una molinera. El aserradero sería inaugurado en el año 1925 con un evento social amenizado por el grupo de gaiteros Os Maravillas de Cartelle, en el que tocaba Aurea, la que hoy está considerada primera mujer gallega gaitera. A este aserradero se le unirían otros dos: uno en Outumuro y otro en Celanova.

En esos años era algo habitual encontrarse en el diario La Zarpa este anuncio publicitario:

La Industrial: fábrica de aserrar y labrar maderas. Talleres de construcción José Garrido y Hermanos. Parderrubias”.

En A Carretera, los Hermanos Garrido construyen una lujosa casa solariega, que incluye hasta una capilla. Este edificio se convierte en la vivienda de José y Manuel, y en él instalan una tienda de ultramarinos y ferretería, en la que se llegó a vender hasta penicilina, pues Manuel poseía algunos conocimientos médicos. Se trataba de una casa tipo indiano, la cual mantiene la estructura en la actualidad, salvo el torreón que ya no existe. Aquí es donde Manuel instala su estudio de fotografía, cuyas técnicas había conocido en su viaje a Barcelona.

Casa de «Os Escultores» en Parderrubias a principios del siglo XX

Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos

Eliseo, después de contraer matrimonio, se separa de sus hermanos y crea en los años veinte su propio taller de imaginería religiosa en Bouzas: Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos. Según una hijuela de 1918, Eliseo hereda de sus difuntos padres tierras en Bouzas y en A Salgueira. Mientras que los talleres de José Garrido y Hermanos no tuvieron continuidad a la muerte de los tres hermanos, el de Eliseo Garrido sí lo hizo con sus hijos Celso y Adolfo. En 1962, Celso emigra a Francia quedándose Adolfo al frente del taller, hasta que cinco años después, una vez retornado de la emigración Celso, ambos hermanos deciden separar sus caminos profesionales. Celso crea la marca Celso Garrido e Hijos, pasando a denominarse Restauraciones Garrido en los años ochenta, marca comercial al frente de la cual se encuentran en la actualidad José Luis y Lucía Garrido (tercera y cuarta generación; véase http://restauracionesgarrido.es/). La firma Taller de Eliseo Garrido e Hijos llevó a cabo multitud trabajos, entre los que destacan el altar mayor y laterales de A Mezquita, altares mayores de Piñor, Taboadela, Baños de Bande, Cabaleiros, Tamallancos, Ramoiños, Arnoia, Cualedro, Olás, Xinzo, retablos mayores de Morgade, Cortegada, Cerreda, Bobadela, Entrimo, Cantoña, retablos laterales de Velle, San Pedro de Bogo, Villarrubín, etc., destacando de manera especial el altar mayor y el lateral construidos para la nueva iglesia de los Padres Franciscanos que se inauguró el día de Corpus del año 1929 en el parque de San Lázaro. Dicho trabajo fue reconocido por el diario La Región, y recibió multitud de felicitaciones, tal como acredita la revista El Eco Franciscano de julio de 1929.

Con motivo del altar construido por esta acreditada firma industrial, para la nueva iglesia de PP. Franciscanos de esta ciudad, fueron muchos y muy merecidos los elogios tributados al señor Garrido, que con esta obra ha demostrado que en sus talleres se producen trabajos de estimable valor artísticos. El crédito de los Talleres de la Sagrada Familia se extiende desde antes de esta fecha por toda la provincia y aún fuera de ella, pues entre otras obras de mérito destacan el altar mayor de la parroquial de Piñor, el de Taboadela, Morgade en Ginzo, Belle, Cortegada de Limia, convento de Padres Franciscanos de Rivadavia, San Pedro de Bojo (Oviedo) y otros que darían para una larga relación. Muy cordialmente felicitamos a don Eliseo Garrido por el elevado grado de perfección a que ha llevado su industria, que honra a nuestra provincia” (La Región, 11 de junio de 1929).

La fotografía que aparece a continuación muestra el plano del retablo de la capilla de Valoiro confeccionado por Eliseo Garrido en el año 1919.

Plano retablo Capilla de Valoiro

Los trabajos en el Taller de la Sagrada Familia, de igual manera que ocurriría en el de José Garrido y Hermanos, comenzaban al amanecer. Rescatamos una anécdota en el quehacer cotidiano del taller, contada por Celso Garrido (hijo de Eliseo), que tiene como protagonistas al abuelo y al bisabuelo de los respectivos autores de este artículo. Paulino Sierra realizaba de manera habitual labores de carpintería para «Os Escultores». Una mañana, en el Taller de la Sagrada Familia, Paulino y Eliseo Garrido hablaban sobre los coches -probablemente en relación a los primeros vehículos de cuatro ruedas adquiridos por «Os Escultores»-, y en dicha conversación le decía Paulino a Eliseo: «chegará un día no que os coches serán baratos e todos poderán mercalos (llegará un día en que los coches serán baratos y todo el mundo podrá comprarlos)».

Eliseo era un hombre tranquilo, inteligente, que supo hacer de la adversidad virtud y levantarse de cada caída. Un ejemplo de su forma de ser es la respuesta dada a un debate que tuvieron sus hijos Celso y Adolfo acerca del tipo de trabajos que debían hacerse en el taller, planteándose que los trabajos baratos no debían atenderse. La respuesta de Eliseo fue así de contundente: «Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) un traballo por poucos cuartos que deixe sempre hai que atendelo (Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) (un trabajo por poco dinero que deje siempre hay que hacerlo)».

Trabajos de imaginería religiosa

Los trabajos de imaginería religiosa de “Os Escultores” pronto son reconocidos en toda la provincia ourensana y fuera de ella, tal como se puede leer en el diario El Progreso de Lugo, del 10 de agosto de 1915, haciéndose eco de la exposición, en uno de los escaparates de la Casa Bravo, sita en la calle Príncipe de Vigo, de un magnífico retablo representando los Sagrados Corazones de Jesús y María, procedente de…

“…los grandes talleres de escultura religiosa José Garrido y Hermanos, situados en Parderrubias, pueblecillo cercano a Orense”.

En el recién aparecido diario La Región era usual encontrar en 1910, casi a diario, el siguiente anuncio:

José Garrido y Hermanos (Orense) Parderrubias. Esta casa cuenta con todos los adelantos modernos para la construcción de Imágenes en madera y cartón-madera, Altares, Doseles, Púlpitos, Monumentos para Semana Santa, y todo lo concerniente al culto católico. También se encarga de la restauración y pintura de Imágenes y Altares, por deteriorados y antiguos que sean, ejecutando estos trabajos en nuestros talleres o a domicilio. Se remiten gratis, dibujos, catálogos, fotografías y cuantos datos necesiten los señores que deseen honrarnos con sus encargos, para lo cual dirigirán su correspondencia a JOSE GARRIDO Y HERMANOS (Orense), Parderrubias” (La Región, 19 de agosto de 1910).

Así describía el corresponsal de La Región en Celanova la majestuosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que procesionó el 26 de noviembre de 1911 en la parroquia de San Salvador de Redemuiños, obra creada en los Talleres Hermanos Garrido:

«De filigrana se puede calificar la hermosa estatua que, sostenida por cuatro ángeles, ostentadores del Cáliz, de la Cruz, de las Espigas, etc., mide la altura de un metro setenta centímetros, y cuya decoración, severamente armonizada, la llena de vida, hasta el punto de figurarse la mente a nuestro Redentor, marchando con paso lento y solemne por entre la muchedumbre y mostrando su corazón lleno de misericordia«.

O Tío Marcos d’a Portela, primera publicación periódica monolingüe en gallego, que había sido fundada por Valentín Lamas Carvajal en 1876, y recuperada entre 1917 y 1919, incluía la siguiente cuña publicitaria:

ARTES CATÓLICAS. Grandes Talleres d’Escultura Relixiosa, Artística, Talla, Pintura e Dourado. Costrución e reparación de toda crás de imáxenes en madeira e Pasta-madeira, Retablos, Doseles, Púlpitos e Tabernáculos. Variado sortido em Vía-Crucis de Pasta-madeira, de diferentes tamaños, crases e estilos. XOSÉ GARRIDO E HIRMAUS. Parderrubias (Ourense). Sucursal e depósito en Ourense DON VALENTÍN CID. Paz, núm. 2”.

En el año 1929 encontramos en el diario La Región una cuña publicitaria de la marca Eliseo Garrido:

Taller de la Sagrada Familia. Eliseo Garrido. Parderrubias (Orense). Escultura, talla, pintura y dorado. Retablos, doseles y todo lo concerniente al culto católico” (La Región, 12 de junio de 1929).

Cuña publicitaria del Taller de la Sagrada Familia. La Región, 12 de diciembre de 1931

El día de Corpus del año 1914, La Región dedica un especial a algunos de los comercios y negocios más influyentes de la época en Ourense: Laboratorio Vidal, Gran Hotel Miño, Gran Bazar Andrés Perille, Dentista García del Villar, Almacén de Tejidos Celso Ferro, Máquinas Singer, Droguería Pinal-Yebra-Aperribay, Hotel Cataluña, Gran Garaje Cimadevila, Balneario de Molgas, Relojería Manuel Barbosa, Bazar Avelino Cimadevila, Comercio La Pal y… a los Hermanos Garrido de Parderrubias. El reportaje dedicado a estos últimos, ilustrado con una bellísima escultura religiosa, relataba:

En Parderrubias, un pueblecillo cercano a Orense, están emplazados los talleres de escultura religiosa de los señores Garrido. Quizás en otro pueblo que no fuera el nuestro, los trabajos hermosos, concienzudos y acabados que se ejecutan en estos talleres, serían admirados y ponderados cual en justicia merecen serlo y aún arrancarían la supremacía a otras casas que se dedican a la misma industria. El grabado que publicamos, dice mucho mejor de lo que  nosotros podemos hacerlo, lo notable de la labor de los señores Garrido y ratifica nuestras anteriores manifestaciones. En la construcción de altares hacen primores también en esta casa. Sus imágenes talladas en madera y cartón-madera en forma tan admirable; de una perfección en las líneas y en los menores detalles tan marcada; de un dibujo y naturalidad asombrosa, son exportadas en gran número y pueden verse en muchas, en casi todas las iglesias de esta provincia. Y esta casa, más pronto o más tarde, tendrá que imponerse a las demás similares, porque así lo demandan sus trabajos no superados por los fabricantes del artículo a que nos referimos, que hoy privan en España” (La Región, 11 de junio de 1914).

No les faltaron competencias desleales o quienes les suplantaban en sus obras artísticas. Así, en agosto de 1922, se ven en la necesidad de publicar en la prensa escrita el siguiente anuncio:

Falsa propaganda. Desmintiendo la falsa noticia propagada solapadamente por ciertas personas que con fines lucrativos pretendieron hacer ver que no se seguía trabajando en los TALLERES DE ESCULTURA RELIGIOSA de Parderrubias, JOSE GARRIDO Y HERMANOS participan a su numerosa clientela que en sus talleres recientemente ensanchados y dotados de maquinaria moderna, se trabaja en mayor escala que anteriormente, lo que permite servir en inmejorables condiciones y a precios sin competencia toda clase de imágenes, retablos, restauraciones y todo lo que concierne al culto divino. Fábrica de aserrar maderas y molinera-Talleres de construcción. Grandes existencias de maderas de todas clases. MADERAS MACHEMBRADAS. Servicio de transportes de maderas a domicilio. Se vende gran partida de leña (desperdicios). JOSE GARRIDO Y HERMANOS. Parderrubias (Orense) (La Región, 19 de agosto de 1922).

En marzo de 1923 el Gerente de la razón social José Garrido Hermanos de Parderrubias hacía publica una nota de prensa en la que se informaba que las obras construidas en sus talleres de escultura religiosa se distinguen por una placa de bronce con la marca registrada “Artes Católicas”, de manera que las que no lleven esa placa no son legítimas de sus talleres. Hacía esta advertencia para que su clientela no se dejase engañar con ofrecimientos de otros artistas que con el fin de acreditarse utilizaban el mismo título.

Obras de «Os Escultores» en la Iglesia de Santa Mariña de Augas Santas

La producción artística de los talleres fue en aumento y sus esculturas de Sagrados Corazones, Vírgenes y Santos se hicieron hueco en multitud de iglesias y altares de la provincia. El éxito comercial y la fama de sus trabajos de imaginería no fueron impedimento para que «Os Escultores» llevaran a cabo obras sociales, en ocasiones en forma de donaciones. El Jueves Santo de 1936, estando muy próximo el inicio de la Guerra Civil, la iglesia parroquial de Barbadás fue incendiada por un grupo de insurrectos. Su reconstrucción duró más de un año y costó 10.600 pesetas. Los Hermanos Garrido contribuyeron a dicha obra donando una imagen del patrono San Juan Bautista.

Precios de imágenes en madera en 1916

Relevancia social

El prestigio y la relevancia de “Os Escultores” alcanzaron altas cotas en la sociedad de aquella época. En mayo de 1913 tienen lugar las fiestas Constantinianas en todo el mundo católico con el fin de celebrar la Paz de la Iglesia, conmemorando el decimosexto centenario del Edicto de Milán del año 313, por el que el Emperador Constantino reconoce a los cristianos la libertad de culto. En Ourense, durante las celebraciones, se iluminó la Catedral y en una de las torres se colocó una gran cruz iluminada. Con el objeto de ganar el Jubileo Constantiniano por dicha conmemoración, un grupo selecto de personas de la provincia ourensana viaja a Roma como peregrinos bajo la tutela del Obispo de la Diócesis, don Eustaquio Ilundain. Entre estas personas se encontraban el Rector del Seminario, un Canónigo de la Catedral, algunos párrocos y Manuel Garrido, uno de “Os Escultores”. El viaje en tren les llevó por Oviedo, Zaragoza, Barcelona, Marsella, Génova y, finalmente, Roma, en donde permanecieron desde el 7 al 13 de mayo hospedados en el hotel Babaria, aunque lamentablemente no pudieron ser recibidos en audiencia por su Santidad Pío X, debido a su estado de convalecencia. En Marsella tuvieron oportunidad de visitar el Santuario de Notre-Dame de la Garde, haciendo uso para la ascensión del Ferrocarril de Cremallera. A su regreso pasaron por Lourdes.

José, el hermano mayor, fue elegido Alcalde de A Merca en el año 1926, tomando posesión el 24 de abril. Tenía 45 años. Estando vigente el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera, una nueva corporación formada por jóvenes, que nunca se habían dedicado a la política, accede al Ayuntamiento de A Merca con ansias de acabar con la vieja política caciquil. La crónica de La Región informaba que:

Todos ellos nuevos dos veces, nuevos porque nunca han figurado en política y nuevos porque todos son jóvenes y además, ganosos de tirar con los moldes de la vieja rutina. Unido a esto como alcalde la prestigiosa persona de D. José Garrido, dio por resultado una corporación que ni soñada” (La Región, 1 de mayo de 1926).

El carácter personal de José Garrido y su discreción quedan reflejados en la carta que vecinos suyos firman en La Región el día en que toma posesión como Alcalde de A Merca:

La  prohibición del Sr. Garrido nos priva del placer de homenajearlo cual era nuestro deseo, pero su modestia personal no le permite aceptar acto de ostentación alguna” (La Región, 1 de mayo de 1926).

Estas mismas características personales ya habían sido empleadas en 1915 por S. Súarez López, cura de San Vitoiro da Mezquita, para describir a los Garrido:

«Tan sencillos como modestos, los hermanos Garrido huyen de todo ruido, convencidos de que todo el mérito positivo no necesita que se le anuncie con encomios, como no lo necesita la belleza para atraer las miradas de todos: le basta con presentarse«.

El 6 de enero de 1927 se lleva a cabo la bendición y colocación de la primera piedra de la nueva escuela de Parderrubias, estando presidido el acto por el Alcalde de A Merca, don José Garrido González, acompañado de concejales, sacerdotes, maestros y un numerosísimo público. La obra sería ejecutada por José Garrido y Hermanos. Diecinueve meses después, el 12 de agosto de 1928, se lleva a cabo el solemne acto de inauguración oficial del edificio. La ceremonia fue presidida por el Gobernador Civil, don Vicente Rodríguez Carril; el Inspector de Primera Enseñanza, señor Maceda; y el Jefe Provincial de Unión Patriótica, señor Salgado Biempica. Además, se encontraban el Alcalde de A Merca, señor Garrido, su Corporación, el maestro nacional, el párroco y resto de autoridades locales. La obra había sido sufragada por el presupuesto municipal y la suscripción de los vecinos de la Parroquia de Parderrubias (La Zarpa, 14 de agosto de 1928).

La inauguración del nuevo pabellón escolar formaba parte del programa de fiestas en honor a la Virgen de Lourdes que organizaron los Hermanos Garrido los días 11 y 12 de agosto de ese año 1927, fecha en la que inauguraron un oratorio en su domicilio de Parderrubias. Tal como recoge el diario La Región de esas fechas, el sábado 11 de agosto a las doce del mediodía un repique general de campanas y el disparo de una nutrida salva de bombas anunciaba el comienzo de los festejos. A las ocho de la tarde, tenía lugar la novena a la Santísima Virgen y acto seguido se cantaron solemnes vísperas en su honor. Desde las nueve y media hasta las doce de la noche se celebró una gran verbena en el campo de la fiesta, amenizada por una banda de música, bajo una sorprendente iluminación. Al día siguiente, domingo 12 de agosto, a las cinco de la madrugada, una salva de bombas anunciaba la reanudación de los festejos y la banda de música recorrió las calles de los pueblos tocando dianas y alboradas. A las siete hubo misa parroquial y novena. A las nueve y media, tuvo lugar la bendición del oratorio en el domicilio de los hermanos Garrido, y acto seguido se celebró en el mismo la primera misa, cantada. A las diez y media se procesionó a la Virgen María desde el oratorio a la iglesia parroquial, en donde se celebró una solemne misa cantada a toda orquesta. Por la tarde, a las cuatro y media, se llevó a cabo una ceremoniosa bendición de la Bandera del Sindicato Católico Agrícola de Parderrubias, y ya a las cinco, con la asistencia del Excelentísimo Señor Gobernador Civil se inauguraba la escuela. A las seis comenzaron los bailes populares amenizados por la banda de música hasta el anochecer, cuando una salva de bombas ponía fin a los festejos.

La notabilidad de la familia Garrido queda patente en una fotografía publicada en la revista Vida Gallega del 20 de noviembre de 1923 (véase más abajo), en la que Modesto (de pie, segundo por la izquierda) y José (sentado en el centro) aparecen posando con sus sobrinas junto a los Oficiales del Batallón de Cazadores de Ourense, que estaba realizando en esos días maniobras militares en Parderrubias. En esa misma fotografía también podemos observar, sentado a la derecha, al cura don Adolfo Outumuro, pocos meses antes de su fallecimiento. En 1929, José y Manuel, junto al cura don Castor Gayo (fotografía que aparece al principio del artículo) viajan a la Exposición Internacional de Barcelona. Manuel y José ingresarían en el Somatén de la Octava Región, Auxiliaría de Allariz, durante la primera quincena del mes de enero de 1929.

«Os Escultores» de Parderrubias fueron los que adquirieron el primer vehículo de cuatro ruedas en el pueblo. También fueron los primeros en poseer dos camionetas para el negocio del aserradero. El 25 de octubre de 1921, un devastador incendio que asoló un edificio en O Posío acababa con la vida de un matrimonio y su hija. En los bajos había un taller de pintura propiedad del infortunado y un garaje, en el que se guardaban tres camiones Peugeot, que quedaron completamente carbonizados; uno de esos camiones era de los Hermanos Garrido. El incendio había sido provocado por una negligencia de un chófer al llenar de gasolina el depósito de uno de los camiones, dejando que esta se derramase y alcanzase un farol de aceite. Aparte de la pérdida de vidas humanas, los daños superaron las cien mil pesetas de la época.

Manuel era un apasionado de la fotografía (varias de las fotografías que ilustran este artículo son de su autoría), lo que se puede interpretar como un gran hito en aquella sociedad rural de la época. Tal como relata Piñeiro, en 1911 adquiría los primeros frascos de revelador y sobres de papel de citrato de 13 por 18 en la droguería Sanchón de Vigo. Durante los años veinte se encargó de fotografiar a vivos y muertos de toda la comarca, llegando a acumular cientos de fotografías que hoy constituyen un documento visual valiosísimo que permite conocer y profundizar en la sociedad de principios del siglo XX en toda nuestra comarca. Una de sus fotografías más impactantes corresponde a un entierro celebrado en la iglesia parroquial de Parderrubias, excelentemente inmortalizado por a cámara de Manuel. Pudiera tratarse del entierro de don Adolfo Outumuro.

Entierro en la iglesia parroquial de Parderrubias retratado por Manuel Garrido

En palabras de Piñeiro, Manuel retrató a «ricos y pobres, a burgueses prepotentes que inmortalizaban sus pretendidas riquezas personales y su egocentrismo, y a humildes labriegos que veían en la fotografía el arte de la transformación temporal, superando por momentos, sus particulares miserias… Niños y viejos, vivos y muertos, entierros y romerías y algún que otro pionero, que orgulloso mostraba al mundo su modernidad adquirida, eran los motivos etnográficos que el joven Manuel Garrido iba plasmando en su cámara oscura«.

El nombre de Hermanos Garrido llega a aparecer en la obra “Mitteleuropa” de Vicente Risco, en la que el gran literato gallego relata sus impresiones acerca del viaje que realiza a Berlín:

Cadra xa en Wilmesdorf, e para ir, cómpre atravesar a Kurfürstendamm e coller logo por Olivaer Platz e Parisestrasse. É unha igrexa nova dun oxival que farían os irmáns Garrido de Parderrubias, se como son carpinteiros e escultores, fosen canteiros e arquitectos, posta no medio dun lindo xardinciño”.

Los eventos sociales en la casa de “Os Escultores” saltaban a las páginas de los periódicos locales de la época:

El domingo se celebró en la casa solariega de los señor de Garrido, en Parderrubias, la fiesta de la patrona de la casa, la Virgen de Lourdes. Hubo misa solemne en el oratorio en la que interpretó música de Perosi la Banda de Las Pías, que dirige el competente joven don Aurelio Nieto. Luego se sirvió una suculenta comida a cerca de cien invitados. Por la tarde hubo fiesta popular en los patios de la fábrica de escultura de los Garrido” (La Región, 30 de julio de 1933).

En definitiva, los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias) fueron una familia emprendedora de la época, que colocaron el nombre de Parderrubias en la sociedad de principios del siglo XX, a través de su actividad industrial, política y social. A pesar de que los talleres de imaginería religiosa José Garrido y Hermanos enmudecieron hace ya muchas décadas, su obra perdura con el paso del tiempo, pudiendo todavía hoy ser contemplada, como es el caso del Viacrucis que cuelga de las paredes de la iglesia parroquial de Parderrubias. La tradición prosigue actualmente con Restauraciones Garrido, que dio continuidad a una de las dos sagas: la de Eliseo Garrido.

Firmas de los cuatro hermanos Garrido

Referencias

Piñeiro, A. (2018). Cazadores de almas. Tres fotógrafos das terras de Celanova. Raigame, 42, 60-67.

Nota. Los autores agradecen a Antonio Piñeiro permitirnos hacer uso de su documento no publicado «Manuel Garrido: un imaxineiro que dominou a arte da fotografía», y a Xulio Outumuro el hacerlo llegar a nuestras manos.

Parderrubias y su comarca en el tiempo de la Guerra. Por Juan Carlos Sierra Freire

Parderrubias y su comarca en el tiempo de la Guerra. Por Juan Carlos Sierra Freire

«No era una sola guerra sino muchas, que coexistieron y se solapaban de tal manera que acentuaron el odio» (Paul Preston, 2015).

Desde niño fui testigo de como las personas mayores incluían en muchas de sus conversaciones la expresión “no tempo da Guerra… (en el tiempo de la Guerra…)”. Pronto percibí que detrás de ese “no tempo da Guerra” había penuria, miedo, tristeza, silencio, persecución, separación, dolor y muerte. La curiosidad por saber más acerca de lo que pasó en ese tiempo en nuestra comarca me llevó, entre otras cosas, a rebuscar en las hemerotecas. Después de muchas horas repasando hojas de periódicos, pude reunir y organizar algunos hechos y acontecimientos publicados por la prensa de esos años, que me permitieron conocer algo más acerca de lo que hay detrás de ese “no tempo da Guerra”. Lo que a continuación encontrará el lector será una secuencia de hechos y sucesos ocurridos en nuestra demarcación y zonas cercanas, expuestos tal y como se recogieron en las páginas de algunos periódicos, influenciados sin duda alguna por la ideología dominante de la zona en la que se publicaban.

El sábado 18 de julio de 1936, con el General Mola como uno de los conspiradores más significativo, se produce un Golpe de Estado, el cual se venía gestando desde hacía meses atrás. Al no tener éxito en todo el país, este queda dividido en dos frentes. Entre los días 20 y 21 de julio finaliza la sublevación militar como tal, y al quedar España partida en zonas controladas por los golpistas y zonas leales a la República da comienzo la Guerra Civil, de cuyo final, el 1 de abril de 1939, se cumplen ahora 80 años. En Galicia, en todo su territorio, triunfan los golpistas sin apenas oposición, quedando desde el primer momento en zona Nacional y así, desde la retaguardia, se convierte en arsenal humano, sanatorio y despensa de las tropas rebeldes contra la República. En nuestra tierra no hubo trincheras, pero la terrible represión franquista se saldó con casi cinco mil fusilados (entre ellos los cuatro gobernadores civiles) y miles de jóvenes gallegos  fueron enviados forzosamente a los frentes -auténticos mataderos-, dejándose allí la vida un incontable número de ellos. Por tanto, todo lo que ocurrió durante el tiempo de la Guerra en la comarca de Parderrubias, se debe observar desde el prisma de ser parte de la Zona Nacional desde el inicio de la contienda civil.

entrega de armasAhora21julio1936
Fotografías del diario Ahora del 21 de julio de 1936

El inicio de la Guerra en Ourense

En la portada del diario La Región del domingo 19 de julio de 1936 se informaba que “ayer se declaró un movimiento subversivo cuyo alcance se desconoce. El Gobierno toma disposiciones encaminadas a dominar la sedición”. El 22 de julio su titular más destacado era mucho más dramático: el lunes 20 de julio se había declarado en Orense el Estado de Guerra. A las doce del mediodía de ese lunes, el Capitán Mira ocupa el Ayuntamiento en representación de la Comandancia Militar y desde ese momento la Guardia Municipal pasa a prestar servicio con fusil en las calles. Esa misma mañana una camioneta del Batallón de Infantería recorrió las arterias más importantes de la capital dando lectura al Bando firmado por el Teniente Coronel Militar de la plaza de Ourense, Luis Soto, publicado en los periódicos locales La Región del 22 de julio y La Zarpa del 30 de julio, diario este último que llevaba varios días sin poder editarse por la ausencia de los trabajadores gráficos en sus puestos. Con dicho Bando, se suspenden todos los derechos civiles, se pasa del mando civil al militar y la provincia ourensana queda bajo un estado de guerra:

  1. Intimo a todos los perturbadores, rebeldes y sediciosos a que en el plazo de dos horas depongan su actitud, se sometan a las autoridades legítimas y denuncien a tiempo de evitar sus consecuencias cuyos actos de violencia sepan van a ejecutarse. Los que así lo hicieren quedarían exentos de pena, excepto las Autoridades o jefes de la rebelión, sedición, desorden.
  2. Queda prohibida la formación y circulación de grupos de más de tres personas y si a la primera intimación no se disolvieran, lo serán por la fuerza.
  3. Queda asimismo prohibido el aproximarse desde las seis de la tarde a las siete de la mañana a las líneas férreas, de energía eléctrica, conducciones de aguas, cuarteles, polvorines, dependencias fabriles e industriales y edificios públicos. La fuerza pública podrá disparar, sin previo aviso sobre quienes se encuentren en esos lugares a las expresadas horas y lo hará sobre cuantos no obedecieron la primera intimación.
  4. Serán repelidos con las armas, sin previa intimación, todos los actos de violencia que las fuerzas encargadas del orden sorprendan y, desde luego, los atentados contra ellas o los objetos encomendados a su custodia se cometan.
  5. Serán considerados, desde luego, como reos de rebelión o sedición común o militar, según las circunstancias, aplicándoles en su caso, las penas del Código de Justicia Militar: a) los que cualquiera que sea su número se resistieren o atacaren a la Autoridad o fuerza pública o desobedecieren sus mandatos; b) los que celebraren reuniones o manifestaciones no autorizadas; c) los que atentaren contra la libertad del trabajo de palabra, por escrito, aunque sea impreso, o empleando la violencia; d) los que por medio de atentados contra personas o cosas o de cualquier otro modo perturbe notoriamente el orden público o tuvieran en su poder armas de fuego sin la debida autorización, explosivos o elementos o material especialmente utilizables para producir incendios y otros estragos; e) los que profirieren cualquier clase de gritos subversivos o por medio de la palabra hablada o escrita injurien al Régimen, a las Autoridades o a sus Agentes o Institutos Armados, o exciten a la comisión de algunos de los delitos comprendidos en este Bando, cualquiera que sea la forma, modo, ocasión o medio empleado, incluso la imprenta; f) los que en cualquier forma perturben o impidan toda clase de comunicaciones o servicios públicos.
  6. Los comprendidos en los apartados del artículo anterior incursos con arreglos al Código de Justicia Militar en pena de RECLUSIÓN PERPETUA A MUERTE y los reos de los demás delitos militares castigados con pena de privación de libertad de más de seis años de duración, serán juzgados por los Tribunales Militares en JUICIO SUMARÍSIMO con sujeción a los artículos 649 y siguientes del mismo Código, de lo cual y lo que atañe a cuantos estén sujetos a la disciplina militar, se hará la oportuna advertencia en la Orden de la Plaza.
  7. Quedan sometidos a la competencia de esta jurisdicción, además de los hechos y delitos cuyo conocimiento le corresponde en todo caso y serán juzgados, por la misma, con arreglo a los preceptos del Código o Ley que corresponde como actos contrarios al orden público: 1) los delitos de rebelión y sedición común y sus conexos y todos los hechos especificados en los diversos incisos del artículo 5º de este Bando, cuando no resulten constitutivos de rebelión o sedición común ni militar; 2) los comprendidos en la Ley de 10 de julio de 1894, llamada de explosivos; 3) los desórdenes públicos y desobediencia y denegación de auxilio de los artículos 266, 268, 269, 374 al 377 y prolongación y abandono de funciones de los artículos 385 y 387, todos del Código Penal; 4) los de allanamiento de morada y robo de armas, y los que tiendan a impedir el abastecimiento de los artículos de primera necesidad.
  8. Serán juzgados en JUICIO SUMARÍSIMO, además de los delitos militares antes sometidos a dicho procedimiento, todos los demás comprendidos en este Bando que tengan señalada pena superior o la de presidio o prisión menor, y siempre que el reo pueda reputarse comprendido en el artículo 650 del Código de Justicia Militar.
  9. La Jurisdicción de Guerra podrá inhibirse o dejar expedita la acción de la ordinaria respecto del conocimiento de las causas incoadas por delitos comunes.
  10. Asumidas por mi Autoridad todas las facultades que me confiere para estos casos el artículo 58 de la Ley del Orden público, castigaré con multas hasta de 10.000 pesetas cuantos actos contrarios al orden público no sean constitutivos de delitos y adoptaré en cada caso con arreglo a la dicha Ley, cuantas medidas considere además necesarias para su restablecimiento.
  11. No podrá celebrarse ninguna reunión, mitin, conferencia o manifestación pública, ni aun las Juntas de Asociaciones o Sindicatos sin mi autorización, que será solicitada por escrito con expresión del objeto de la misma y que otorgaré si lo estimo oportuno, con las restricciones y requisitos pertinentes. Toda reunión o manifestación celebrada sin mi autorización será disuelta por la fuerza si ofrecieran resistencia sus componentes, a los cuales se les exigirá las responsabilidades en que incurran.
  12. Serán sometidos a mi previa censura, antes de empezar a circular, los ejemplares de todo impreso o documento destinado a la publicidad, pudiendo hacerlo los periódicos diarios hasta una hora antes, sin perjuicio de las responsabilidades exigibles por todo escrito delictivo publicado o no, incurrirá en multa hasta 10.000 pesetas el director, editor o empresa que infrinja la censura establecida, recogiéndose en el acto la publicación y suspendiéndolas para lo sucesivo en caso de reincidencia.
  13. Toda persona que presencie cualquier agresión o acto de violencia queda obligada a concurrir inmediatamente a la Comisaría, Cuartel, Juzgado o Tribunal o lugar oficial más próximo para aportar su testimonio y si no lo hiciere incurrirá en desobediencia.
  14. Los Tribunales, Autoridades o Corporaciones civiles continuarán ejerciendo sus respectivas funciones en todo lo que no se halle exceptuado en este Bando, limitándose las de orden gubernativo en lo que atañe al orden público, a las facultades que por mi Autoridad se deleguen.
  15. Los funcionarios públicos o Corporaciones que abandonen sus funciones o no presten el inmediato auxilio que por mi Autoridad o por mis subordinados sea reclamado para el restablecimiento del orden o para la ejecución de lo mandado en este Bando, serán suspendidos en el acto de empleo cargo o función y sueldos anejos, sin perjuicio de la correspondiente responsabilidad criminal que le será exigida por el Tribunal correspondiente.
  16. Se consideran ilegales cuantas huelgas se traten de declarar después de la publicación de este Bando, dándose de plazo para la entrada al trabajo, hasta mañana a las ocho horas, aplicándose las máximas sanciones a los contraventores de este artículo.
  17. Se declaran incautados y a mi disposición los automóviles de carga, viajeros y particulares, motocicletas, bicicletas y vehículos de todas clases quedando absolutamente prohibida la circulación rodada. Tanto en el interior de las poblaciones como fuera del casco de las mismas y en las carreteras, caminos, pistas y veredas en tanto los conductores no se provean de una licencia especial para cada caso o viaje, que será solicitada de mi Autoridad o de la que en su caso se designe.

A todos los efectos de los términos legales en los casos en que sea preciso este cómputo se hace la publicación de este Bando a las catorce horas de hoy. A todos los ciudadanos del territorio de mi mando requiero su auxilio para restablecer el orden por el que yo he de procurar absoluta inflexibilidad y rigor. Orense, 20 de julio de 1936. El Teniente Coronel Comandante Militar, Luis Soto”.

LaRegion19julio
Portada del diario ourensano La Región del 19 de julio de 1936

LaZarpa30dejulio
Portada del diario ourensano La Zarpa del 30 de julio de 1936

El Comandante Ceano, jefe del Batallón de Infantería de Ourense, saca las tropas a las calles, produciéndose únicamente un pequeño foco de resistencia por parte de militantes socialistas en la zona de O Posío (Cocho, 2011). Según La Región del 22 de julio, la transmisión de poderes se hizo con “absoluta normalidad” y “los comercios han abierto en su totalidad y el aspecto de la ciudad es de absoluta normalidad”. El día 23 tomaba posesión del Ayuntamiento de la capital el Capitán de Infantería Marcelino Mira Cecilia. La Diputación Provincial pasó a estar presidida por dos militares retirados. Desde un micrófono del Gobierno, a cada hora se pronunciaban alocuciones con instrucciones para los ciudadanos como, por ejemplo, acudir a sus puestos de trabajo bajo amenaza de la cancelación de los contratos en caso de no hacerlo. El 28 de julio se militarizan los servicios de electricidad y agua. Mientras, en la provincia reina una relativa tranquilidad en esos primeros días, salvo altercados aislados en algunos lugares, como en el caso de Maceda. Así, el día 23 era asesinado un joven fascista que junto a otros compañeros hacía un registro de una casa del pueblo; la respuesta fue asesinar al agresor, un concejal comunista, y herir gravemente a su padre. El 11 de agosto se izaba en el Gobierno Civil y Comandancia Militar la bandera bicolor, y el día 12 la roja y negra de la Falange, junto a la bicolor, en la Diputación Provincial. En la provincia fue prácticamente inexistente la resistencia, salvo en algunos puntos. En Maceda, bajo el liderazgo del comunista Benigno Álvarez, se produjo un enfrentamiento con ochenta militares, falangistas y guardia civiles, que pronto solventaron el aguante. En Verín tuvieron que hacer presencia guardias de asalto de A Coruña. Y en A Gudiña y A Mezquita se necesitó la presencia de una columna de 300 guardias civiles y milicianos fascistas (Cocho, 2011).

Un nuevo Bando publicado el  24 de julio movilizaba para la Guerra a todos los ciudadanos disponibles:

Don Luis Soto Rodríguez, teniente coronel de Infantería y comandante militar de Orense, Ordeno y Mando:

  1. Quedan inmovilizados todos los individuos en situación de disponibilidad de servicio activo, acogidos a los beneficios del artículo XVII de la Ley de Reclutamiento (cuotas), de los reemplazos 1931, 1932, 1933 y 1934 y primer llamamiento de 1935, incluso aquellos que han prestado servicio en otras divisiones.
  2. La incorporación a filas se hará inmediatamente después de publicado este Bando, antes de las veinte horas del 24 del actual. Para la incorporación se tendrán en cuenta las normas siguientes: la concentración de todos estos individuos, incluso aquellos que han prestado servicio en otras Divisiones se efectuará precisamente en el Segundo Batallón del Regimiento de Infantería número 30, de guarnición de esta plaza de Orense, donde se presentarán todos los individuos quienes comprende el llamamiento y de los reemplazos antes citados, sea cualquiera el arma o cuerpo en que hayan servido.
  3. El que sin causa plenamente justificada faltase a concentración, incurrirá en las penas que para el delito de deserción señala el Código de Justicia Militar, las que serán ejecutadas inexorablemente.

Dado en Orense, a las ocho horas del día 24 de Julio de 1936. El Comandante Militar, Luis Soto Rodríguez. Rubricado y sellado”.

Al día siguiente, 25 de julio, otro Bando moviliza a los reemplazos de 1927, 1928, 1929 y 1930. Estas nueve quintas de cuotas citadas, que sumaban unos seiscientos hombres, acudieron, según La Región del 28 de julio, “con entusiasmo a la causa de la Patria, hallándose animados del espíritu más disciplinado y heroico, acudiendo a las batidas y operaciones a que se les llama cantando alegremente”.

Al llamamiento obligatorio a filas, se unieron voluntarios que se presentaban para ir al frente. Así, lo recoge efusivamente el diario El Compostelano del 10 de agosto de 1936:

En diez camiones y procedentes de Orense, llegaron ayer a Santiago más de trescientos voluntarios que van a unirse a las fuerzas de nuestro Ejército. El entusiasmo de esos valientes voluntarios era extraordinario, pues daban vivas a España, al Ejército y a la Junta de Defensa Nacional de Burgos… La mayoría de ellos eran obreros que abandonan sus trabajos por defender a la Patria”. 

El 1 de agosto ya había fuerzas militares ourensanas en Ponferrada y en Asturias. De este frente no tardan en llegar las primeras víctimas mortales. Así, el 6 de agosto, la prensa local se hacía eco del entierro de un Capitán, del Jefe de Falange y de un Sargento, todos ellos fallecidos en Asturias. El 9 de septiembre, provenientes del mismo frente, llegaban a la ciudad los cadáveres de un sargento, un cabo y un soldado, fallecidos en San Cosme. La lista se fue agrandando con el paso de los meses. Aparte de Asturias, soldados ourensanos fueron enviados a los montes de León, al  frente de Ávila, a la Sierra de Guadarrama, a las estepas de Huesca, a la batalla de Teruel, a la del Ebro, etc. Sorprende el titular de La Región del 2 de marzo de 1937 “otro falangista que hace guardia a los luceros”, bajo el que se informaba de la muerte de un joven de 18 años de edad en el frente, otro que “había muerto por Dios y por la Patria” (¡apártame del Dios y de la Patria que exigen este derramamiento de sangre!). A principios de 1938 llegan a la capital las primeras víctimas mortales de la batalla de Teruel.

La prensa local de la Zona Nacional, con enorme afán propagandístico, alternaba noticias de detenciones y ejecuciones de personas vinculadas al Frente Popular con las muertes de soldados del Ejército Nacional allá en los lejanos frentes de batalla.

También se supo en Orense, que murió en el frente de Batalla el capitán D. Nicolás. El finado contaba 24 años y antes del Movimiento se había distinguido por su actuación contra el comunismo. Los extremistas de Orense trataron una noche de asesinarle, hiriéndole, cuanto entraba en su domicilio, de dos balazos” (Diario de Pontevedra, 22 de enero de 1938).

También se supo en Orense, que encontraron gloriosa muerte el alférez de aviación, don Luis y el soldado José, este hijo del Secretario del Ayuntamiento de Allariz” (Diario de Pontevedra, 3 de marzo de 1938).

El Boletín Oficial del Estado publica ayer la Orden del Ministerio de Defensa Nacional concediendo la Medalla Militar al cadáver del capitán de la bandera de F.E.T. y de las JONS, de Orense, don Salvador. Este oficial, después de comportarse heroicamente en los reiterados ataques del enemigo a la posición de Calabazas recibió dos balazos en el vientre y, no obstante ello, siguió arengando con entusiasmo y energía a las fuerzas que mandaba hasta que una nueva herida en la cabeza le causó la muerte” (Diario de Pontevedra, 21 de abril de 1938).

Durante los primeros días de Guerra, el Ejército y la Guardia Civil fueron movilizados en la provincia, produciéndose escaramuzas militares.

Otra columna de Orense, formada por fuerzas del Ejército y milicias voluntarias, fue a Verín, en donde sostuvo un tiroteo con algunos núcleos insurgentes, a los que ocasionó cuatro muertos y varios heridos… Las fuerzas afectas al movimiento no experimentaron baja alguna. Hacia La Peroja fue otra columna que ocasionó otros cuatro muertos a un grupo que la tiroteó. Dos afiliados a la Falange Española encontraron a dos marxistas que les hicieron frente con armas de fuego, y cumpliendo el bando de declaración del estado de guerra,  los fusilaron en el acto” (Diario de Pontevedra, 30 de julio de 1936).

Cuando una de las camionetas regresaban por la carretera de Celanova, al llegar al cruce de las carreteras de Piñor y Celanova, frente a la finca del señor Otero, unos individuos ocultos hicieron varios disparos. La fuerza descendió del vehículo, repeliendo la agresión y poniendo en fuga a los agresores, que dejaron tres cadáveres en el campo. Fueron recogidos por la ambulancia que los trasladó al Hospital, de donde fueron llevados luego de la oportuna autopsia al cementerio de esta ciudad” (Diario de Pontevedra, 1 de agosto de 1936).

Hacia la madrugada de hoy, día 6, ha salido una columna formada por el Capitán de la Guardia Civil y Comandante militar de esta plaza, don Juan Ros, que ha operado fraccionariamente. Las fuerzas al mando del capitán Ros hicieron una descarga sin consecuencia y los pueblos al verse protegidos por la fuerza quemaron la tienda del marxista Paragüero, centro de reuniones de los dirigentes comunistas de aquella comarca” (La Región, 8 de agosto de 1936).

Tal como señalaba el artículo 17 del Bando del 20 de julio de 1936, la población comienza a sufrir el requisamiento de los vehículos de su propiedad. Camiones y camionetas de carga de la capital ourensana, debidamente equipados para su uso inmediato, debían ser concentrados en la Alameda. En ocasiones se producían sobornos para evitarlo, aunque su descubrimiento acarreaba importantes multas impuestas por la autoridad militar:

El Gobernador militar de Orense impuso una multa de 1.000 pesetas a Manuel, vecino de Verín, quien para que no le fuese requisado el camión de su propiedad hizo al encargado de la clasificación del material el ofrecimiento de 500 pesetas” (El Diario de Pontevedra, 24 de marzo de 1937).

Un Bando del 27 de julio de 1936, emitido por la Comandancia Militar, decreta la incautación de todas las contribuciones, impuestos, rentas, valores y derechos que corresponden al Estado, así como todas las cuentas corrientes del Tesoro del Banco de España, en las que se seguirán haciendo ingresos, pero estableciéndose límites para las extracciones de dinero. Sin embargo, pocos meses después, en noviembre, el Gobierno Civil alertaba de la reducción de los ingresos bancarios que “no obedece a otra causa que a la codicia mal entendida de quienes en su afán de acaparar dinero, no saben el mal que hacen y el daño que originan a la economía nacional”. Para cortar de raíz tal “exceso”, el Gobernador exhorta especialmente a industriales y comerciantes a que no retengan en casa más dinero que el necesario, bajo amenaza de severas sanciones. El 22 de noviembre se procedía a la detención del dueño de un establecimiento de bebidas de la calle Santo Domingo al que se le incautaron 800 pesetas en monedas de plata. Un bando del 29 de julio hace especial énfasis en la tenencia de armas con un contundente aviso:

Queda terminantemente prohibido la tenencia de toda clase de armas utilizables para fines de lucha o agresión y caducadas cuantas licencias se hallan expedidas para su uso con anterioridad a mi citado bando del veinte del actual. Concedo un plazo de veinticuatro horas a partir de la publicación de este Bando para hacer entrega de las mismas en dependencias y centros militares. Quien, transcurrido dicho plazo, lleve sobre sí o tenga en su domicilio alguna de ellas, será fusilado sin formación de causa” (La Zarpa, 30 de julio de 1936).

Con el fin de restringir el consumo de gasolina y accesorios de automóviles, un Bando del 23 de septiembre autorizaba solamente los viajes de carácter urgente en casos de muerte, servicios médicos, accidentes o viajes derivados o relacionados con asuntos oficiales, teniendo que demostrarse la imposibilidad de efectuar el viaje por ferrocarril o servicio regular en automóvil. Durante toda la Guerra se produjeron suscripciones y donaciones a favor de Acción Ciudadana (milicia cívica armada) para sufragar los gastos de las tropas en los distintos frentes. Así, se destaca la generosidad de una ciudadana, la señora Elvira, que entrega en la Comandancia Militar 25 pesetas, casi la totalidad de su sueldo, o de la Parroquia de la Trinidad que recauda 345 pesetas para la causa, o los comerciantes de la Plaza, que reunieron 5.000 pesetas. La prensa hacía hueco a las donaciones que se realizaban, tanto para el frente como para aquellas ciudades que pasaban a control del Ejército Nacional.

Al llamamiento patriótico que se hizo para recoger licores y dulces, para los soldados de Asturias, con motivo de la felicitación cariñosa que el general Aranda les dedicó por su gesto viril y españolista ante las hordas de dinamiteros e internacionales, han respondido entre otros, los Ayuntamientos de Cortegada, que envió 684 botellas de aguardiente, y Celanova que mandó 486 de varias bebidas” (El Pueblo Gallego, 14 de marzo de 1937).

De Orense salió ayer para Barcelona un importante convoy de víveres, en diez camiones. Entre lo que se envía a la ciudad recientemente liberada van jamones, patatas, alubias y tocino” (Diario de Pontevedra, 30 de enero de 1939).

El 9 de octubre de 1936 se prorrogaba nuevamente la apertura del curso del Seminario Conciliar de San Fernando, debido a que la mitad de sus alumnos estaban incorporados al Ejército Nacional. El curso se iniciaría finalmente en el mes de febrero de 1937. Ese mismo día 9 de octubre de 1936, una circular del Gobernador Civil avisaba de la escolaridad obligatoria, pues “no puede tolerarse el deplorable espectáculo de los niños abandonados por las calles de Orense durante las horas de clase”. Por tanto, “durante las horas de clase –nueve a doce y tres a siete- todo niño comprendido en la edad escolar –seis a catorce años- que se vea fuera de la escuela será detenido, imponiéndosele al padre una multa de dos pesetas la primera vez, tres la segunda y cinco la tercera, efectivas en el día” (La Región, 9 de octubre de 1936).

Ahora18octubre1936
Fotografía del diario Ahora del 18 de octubre de 1936

Actos propagandísticos de los rebeldes en la capital ourensana

Mientras los sumarísimos consejos de guerra celebrados en la capital encadenaban sentencias de muerte, el sábado 3 de octubre de 1936, a las 12 de la mañana, tenía lugar un acto en la Plaza Mayor para conmemorar la designación del General Franco como Jefe del Estado. En el centro de la plaza formaban una compañía del batallón que guarnecía la plaza de Ourense, al mando del comandante Casar, y nutridas representaciones de Requetés, Falange, Juventudes de Acción Popular (JAP), Caballeros de Santiago y Milicias Armadas del Puente. En lo más alto de la torre de la Catedral alguien había colocado la bandera nacional. Media hora antes habían repicado todas las campanas de la ciudad. Los balcones relucían engalanados. Luis Soto Rodríguez, primera autoridad militar de la plaza, desde el balcón del Ayuntamiento dio lectura al decreto de la Junta de Defensa Nacional que designaba a Francisco Franco Bahamonde como Jefe de Estado. Al año siguiente, el 1 octubre de 1937 se vuelven a celebrar diversos actos para conmemorar dicho aniversario. Desde las ocho de la mañana, bandas de cornetas y tambores recorrieron las calles, mientras las campanas de las iglesias tocaban a gloria. A las 11 de la mañana se celebra una misa en la iglesia parroquial de Santa Eufemia del Centro. Cerraron los comercios, y en cuarteles, comedores de Auxilio Social y en la Prisión Provincial se sirvieron comidas extraordinarias. Al año siguiente se vuelve a repetir la misma parafernalia del Día del Caudillo. Por la mañana tuvo lugar una fiesta escolar, coincidiendo con el inicio del curso, que se hizo ese día como homenaje a Franco. En Santa Eufemia del Centro se ofició una misa a la que asistieron las autoridades militares, civiles y eclesiásticas, junto con niños y maestros de las escuelas de la capital, terminando con un homenaje a los Caídos. A continuación se descubrió una placa con la que se daba el nombre de General Franco a la calle Progreso.

El enorme coste en vidas humanas en el Frente de Asturias hizo que el 18 de octubre de 1936 muchos ourensanos recorriesen las calles de la ciudad durante toda la noche, hasta bien entrada la madrugada, cantando himnos patrióticos, una vez que tuvieron conocimiento de que las tropas gallegas habían entrado en Oviedo. Se oyeron bombas de palenque y las campanas de la ciudad echaron al vuelo. El júbilo por la toma de capitales a manos del Ejército Nacional se repitió en la capital ourensana en más ocasiones. La Región del 9 febrero de 1937 informaba que a las cinco de la tarde se había formado una imponente manifestación en la Plaza Mayor, en donde personas de toda índole, milicias y requetés celebraban la caída de Málaga del lado Nacional. De allí se dirigieron al Gobierno Militar, en donde el Gobernador Civil alentó a las masas con un delirante discurso:

Orensanos, os habla una voz sincera, la voz de un hombre acostumbrado a escuchar el tronar del cañón, el ruido de las ametralladoras y el seco estampido de la fusilería… Los que seguimos al glorioso General Franco llevamos en la mano un rosario, con el que hemos emprendido la Revolución… Y hoy hemos tomado Málaga, que ellos llamaban la roja, pero ahora es la roja y gualda…”.

Finalizada la alocución, se puso al frente de la manifestación que se dirigió a la Catedral en donde se celebraría un solemne “Te deum”. Otra extática manifestación tuvo lugar en el mes de junio de ese mismo año cuando el Ejército Nacional toma Bilbao. Bombas de palenque y las campanas de las iglesias vuelven a atronar la ciudad. Ya por la noche tiene lugar un desfile de antorchas a cargo de soldados, milicianos falangistas y numeroso público. La toma de Gijón supone otra manifestación de júbilo en la ciudad el domingo 4 de octubre. El día 29 de ese mismo mes se celebra al Día de los Caídos, teniendo lugar una solemne misa de campaña en la Alameda, que había sido ocupada por las milicias falangistas de toda la provincia. Encendida la llama a los Caídos, se dio lectura a la oración por los muertos de la Falange, concediendo el Obispo de la Diócesis cincuenta días de indulgencia cada vez que esta se rezase. Acto seguido más de cinco mil falangistas desfilaron a lo largo de la calle del Progreso durante más de una hora. Cuando a mediodía del domingo 3 de abril de 1938, día de San Lázaro, llega la noticia de que Lérida pasaba a ser Zona Nacional, volvieron a repetirse en la ciudad las muestras de júbilo de otras ocasiones. Repicó la campana de la capilla de San Lázaro, y la Banda Municipal que a esa hora tocaba en el parque se puso al frente de una manifestación espontánea que recorrió la ciudad.

El 19 de abril de 1938 se conmemora en la ciudad el aniversario de la Unificación con una concentración en la Alameda de las Secciones Femeninas, los Flechas, los de Segunda Línea y varias bandas de música para escuchar el discurso radiado de Franco, acudiendo gentes de toda la provincia. El 13 de julio se celebra con toda solemnidad el segundo aniversario del asesinato de José Calvo Sotelo. Al amanecer, una salva de bombas anuncia la llegada a la ciudad de los alféreces de la Academia de Ávila. Al ritmo que marca la Banda del Requeté de Navarra, desfilan desde la Estación hasta la Alameda y desde aquí se dirigen hacia la Catedral para visitar al Santo Cristo. Con la asistencia de cuatro ministros, se celebran los funerales, situándose en la nave central un “severo y lujoso catafalco, cubierto de tisú de oro, flanqueado por doce blandones y cobijado por la magnífica cruz procesional de la basílica” (La Región, 14 de julio de 1938). Con gran ceremonial también se festejó el segundo aniversario del alzamiento contra la República. Después de numerosos actos durante el día, a las once la noche del 18 de julio de 1938 se inicia una procesión de antorchas, que sale del Jardín del Posío formada por las bandas militar y municipal, soldados del Regimiento Zamora, Guardia de Orden Público y Milicias de la Falange, así como numeroso público, para recorrer diversas calles de la ciudad.

El 28 de marzo de 1939, las calles de Ourense vuelven a llenarse de gente para festejar la conquista de Madrid. Se engalanaron los escaparates, se dispararon bombas de palenque y tocaron todas las campanas de la ciudad. La Banda Municipal, la de Falange, y la de Cornetas y Tambores de Regimiento recorrieron las calles. A las cinco y media de la tarde habló el Alcalde desde el balcón del Ayuntamiento. De ahí la multitud se dirigió al Gobierno Civil y de aquí a la Catedral en donde se ofició un solemne Te Deum.

Ahora31julio1936
Fotografía del diario Ahora del 31 de julio de 1936

Represión franquista en Ourense

Con el triunfo golpista en Galicia, los rebeldes se hacen con el control absoluto del poder (Alcaldías, Gobiernos Civiles, Diputaciones, Delegaciones, etc.) e instauran la política del terror a todo opositor, por el simple hecho de haber sido afín a la República. Se fusila a todo aquel que no era de la partida, justificándolo como un mal necesario. Las persecuciones y detenciones eran algo habitual, por lo que muchas personas relacionadas con el Frente Popular optaron por huir o esconderse, terminando muchas de esas detenciones con resultado de muerte y, en casos extremos, en suicidios previos a la detención. En palabras de Barreiro Fernández (1991), es difícil comprender la salvaje represión llevada a cabo en Galicia, zona que apenas se resistió y no tuvo que ser tomada por un ejército invasor. Se estima que entre 1936 y 1939 se cometieron 8.000 asesinatos en Galicia; Prada Rodríguez (2004) señala que en Ourense se pueden llegar a contabilizar más de 600 víctimas. Al quedar toda la provincia en Zona Nacional, su práctica totalidad fueron personas de izquierdas.

Un buen ejemplo de la barbarie y locura que inundó Ourense durante esos días lo encontramos en el periódico La Región del 1 de septiembre de 1936:

Ayer, a las siete de la tarde, han sido fusilados en el cuartel de San Francisco, por el delito de traición, el Guardia de Asalto excedente, José, y el paisano Antonio. Murieron reincorporándose al seno de la Iglesia, dando muestras de gran arrepentimiento, abrazados al Crucifijo y pidiendo perdón por sus culpas. Que Dios les haya perdonado”.

Una entrevista realizada por el diario nacional ABC a cuatro ourensanos afiliados al Partido Comunista enrolados a la fuerza en la Cuarta Bandera del Tercio, y afiliados posteriormente a las filas del Ejército Republicano, nos aporta información acerca de la salvaje represión vivida en los inicios de la Guerra en Ourense:

El pueblo estaba alerta. El gobernador de la provincia se entrevistó con los jefes militares, quienes le dieron su palabra de honor de permanecer leales al Gobierno de la República. Durante los primeros quince días la reacción estuvo oculta bajo la bandera de la República. Las radios oficiales emitían el himno nacional, hasta que un día la enseña de la República fue sustituida por la bandera monárquica, y el Himno de Riego por el de la Falange. Empezaron los discursos a cargo de monárquicos, requetés y falangistas. El Gobernador fue asesinado por los militares sin honor. Recuerdo que el primer discurso que se radió en Orense después de que se despojaran de la careta estuvo a cargo de un falangista, que terminó diciendo: si veis correr la sangre por las calles, no asustaros, que es sangre de marxistas… La población civil está sometida por el terror. Los fusilamientos efectuados en masa eran cometidos, en su mayor parte, por los falangistas y guardias civiles. Antes de llamar a una quinta hacían fusilamientos dentro de la población, dejando los cadáveres en los lugares  más céntricos para que fueran vistos por todo el mundo… En los mercados no dejan hablar a dos mujeres, y cuando las ven juntas son separadas inmediatamente, siendo sometidas a un interrogatorio. En caso de que, por azoramiento o miedo, no coincidan en sus declaraciones, son encarceladas, les cortan el pelo, las pintan en la frente, con tinta china, las letras U.H.P., y en estas condiciones les obligan a barrer las calles de la ciudad… Sacaban por las noches los presos de la cárcel y después de ser fusilados arrojaban los supuestos cadáveres, sujetos por una cuerda, seis o siete de una vez, al Miño, desde el puente de Castrelo, con orden a los barqueros de empujarlos hacia el mar en vez de recogerlos. También se ha dado el caso de haber curado a los detenidos que habían intentado suicidarse para fusilarlos después por el solo gusto de matar” (ABC, 20 de marzo de 1937).

Las noticias relativas a detenciones relacionadas con ajustes de cuentas plagaban las páginas de la prensa escrita de esos días.

Ha sido detenido Manuel Suárez, ex alcalde de Orense y vicepresidente de la Diputación provincial cuando estallo el glorioso movimiento nacional. El detenido era el jefe de los socialistas orensanos y había sido candidato a diputado en las últimas elecciones. Se le creía fugado o desaparecido cuando en realidad estaba escondido” (El Compostelano, 17 de febrero de 1937).

La Guardia civil de Orense detuvo en San Ciprián de Viñas al dirigente comunista José, que en los primeros días del movimiento capitaneó un grupo de marxistas. Estaba oculto en su domicilio encerrado entre dos tabiques, siendo muy difícil que fuera visto” (El Compostelano, 11 de mayo de 1937).

Cuando la Guardia civil y varios falangistas de Orense trataban de detener al vecino de San Payo, Valentín, significativo extremista huido en los primeros días del Movimiento, aquél se escondió en su domicilio y se disparó un tiro, matándose” (El Compostelano, 8 de enero de 1937).

Cuando la pareja de la Guardia civil de La Vega (Orense) conducía desde Riomar a Prada al vecino del primero de dichos pueblos, Santos, de 38 años de edad y ex alcalde pedáneo del Frente Popular, aquel intentó huir aprovechando la densidad de la niebla, y hubo que disparar sobre él. Santos resultó muerto”  (El Compostelano, 8 de enero de 1937).

La Benemérita del puesto de la Vega (Orense), mató al conocido comunista Sigfrido, que trató de huir y disparó sobre las fuerzas cuando iban a detenerlo” (El Compostelano, 12 de enero de 1937).

La Benemérita del puesto del Barco de Valdeorras (Orense) detuvo a Augusto, natural de San Payo, municipio de Petín. El detenido, significado marxista, era alcalde de Villamartín al estallar el movimiento militar y cabecilla de las turbas que el día 29 de julio causaron la muerte de un guardia civil, resultando otros dos heridos. Cuando la Benemérita trataba de comprobar las declaraciones que había hecho, diose a la fuga, y viose precisada a hacer fuego, matándolo” (El Compostelano, 20 de mayo de 1937).

En los montes próximos a Entrimo (Orense), fue descubierta una partida compuesta de cuatro marxistas, provistos de armas. Fuerzas de aquella localidad procedieron a dar una batida, dirigiéndose a unos pinares próximos al pueblo de Ferreirós, donde lograron localizar a los perseguidos, que al verse descubiertos hicieron frente a la fuerza disparando sus armas. Esta repelió la agresión, resultando un marxista tan gravemente herido que falleció momentos después, sin que a pesar de las averiguaciones hechas y reconocimiento del cadáver por varios vecinos, fue posible determinar su personalidad, pues tampoco llevaba en su poder documento alguno de identificación. A este sujeto le fue ocupada una pistola marca F. N. calibre 7,65. Los otros perseguidos, uno de ellos al parecer también herido, lograron desaparecer monte adelante en dirección a la frontera portuguesa”  (El Compostelano, 31 de julio de 1937).

Fue detenido en la Arnoya (Orense), por el jefe local del FET, el peligroso comunista Ramón, que se hallaba escapado desde el principio del Movimiento. Cuando a las dos de la mañana se le iba a detener en su domicilio se dio a la fuga. Fue perseguido hasta que al hacer frente a los que iban en su busca fue herido y capturado” (El Compostelano, 18 de septiembre de 1937).

Por la Guardia civil del puesto de Rúa Petín fue detenido en el desván de su domicilio, Aurelio, de 42 años, casado, vecino del barrio de la Estación de la Rúa, que había sido alcalde de dicho Ayuntamiento durante la dominación del Frente Popular, ordenando la detención de varias personas de derechas, entre ellas la del actual alcalde de dicho municipio, habiendo desaparecido a raíz del Movimiento Nacional. Ingresó en la cárcel del Barco a disposición de la autoridad militar” (El Compostelano, 18 de febrero de 1938).

La Guardia civil de Gomesende (Orense) da cuenta de haber detenido a Severino, de 50 años, y Benigno, de 33 años, denunciados por haber hecho propaganda del Frente Popular antes de las elecciones” (El Compostelano, 2 de julio de 1938).

Las detenciones llevaban emparejadas en muchas ocasiones sumarísimos consejos de guerra con sentencias de muerte. Las causas eran variopintas: rebelión, haber tenido relación con el Frente Popular, ocultar a alguien buscado por la autoridad, proferir gritos subversivos, tenencia de armas, elaboración de explosivos, etc., etc. El diario La Zarpa informa ya el 30 de julio de 1936 de un consejo de guerra contra un vecino de Paderne por delito de rebelión y tenencia ilícita de armas. El 2 de noviembre de 1936, el diario nacional ABC anuncia que el Gobernador Civil de Orense había sido fusilado. Ejemplos de esta barbarie los encontramos a diario en la prensa escrita local, en donde las noticias de los primeros meses de guerra son sinónimo de fusilamientos, los cuales continuaron durante toda la contienda.

Esta noche, a las ocho, en el Campo de Aragón, fueron fusilados el cabo Claudio y los soldados de la reciente incorporación a filas, Manuel y Amaro. Se  les condenó a aquella pena por haber proferido gritos subversivos y realizar propaganda comunista. Todos murieron arrepentidos besando el crucifijo” (El Compostelano, 17 de agosto de 1936). “…El Amaro, hiciera propaganda subversiva entre sus compañeros y había dado vivas a Rusia y al ejército rojo, al ser conducido como soldado a aquella ciudad” (Diario de Pontevedra, 19 de agosto de 1936).

Después de un Consejo de guerra tramitado por el procedimiento sumarísimo, ha sido pasado por las armas en Orense el paisano Ángel, convicto del delito de traición a la Patria… Murió arrepentido besando el Crucifijo” (El Compostelano, 22 de agosto de 1936).

En la tarde de ayer, a las seis, fue pasado por las armas en Orense, el paisano Emilio, por el delito de propaganda marxista y ocultación en su domicilio de un extremista. Hizo testamento y murió arrepentidísimo con el Crucifijo en las manos” (Diario de Pontevedra, 5 de septiembre de 1936).

En la mañana de ayer fueron fusilados en Orense, y en cumplimiento de la sentencia que les ha sido impuesta por Consejo de guerra, los reos Francisco, Juan, Antolín, José Ramón y Juan, todos ellos acusados del delito de rebelión. También ha sido pasada por las armas en la mañana de ayer Erundina, por haber ocultado en su casa a Francisco que estaba reclamado por los Tribunales de Justicia. Todos recibieron los auxilios espirituales” (El Compostelano, 1 de octubre de 1936).

Cumpliendo la sentencia recaída en Consejo de guerra, a las cinco de la tarde de ayer fueron ejecutados junto a las tapias del Cementerio de Orense los paisanos Anibal, alcalde que fue de Junquera de Ambía y jefe del frente popular en Orense, acusado de traición, Leopoldo condenado por rebelión y Secundino acusado por tenencia de armas y explosivos. Los dos últimos recibieron con gran fervor los auxilios espirituales” (El Compostelano, 6 de noviembre de 1936).

El diario La Región acicalaba esta última noticia con una gran dosis de tremendismo religioso al afirmar que “el ex alcalde de Junquera de Ambía rechazó todo auxilio espiritual y murió añadiendo al delito de traición a su patria el de ofensa a Dios” (La Región, 6 de noviembre de 1936). La lista de ajustes de cuentas continúa:

Cumpliendo sentencia de Consejo de guerra, fue pasado por armas, en Orense, el ex alcalde del Barco de Valdeorras” (El Compostelano, 12 de noviembre de 1936).

El cronista de La Región, en un ejercicio de orgía político-tanato-religiosa, hablaba en este caso de una muerte ejemplarísima (¡sí…, un auténtico ejemplo de barbarie y atrocidad!):

“… [su muerte] fue serena, tranquila y además victoriosa. Y en su misma conciencia, como él declaró una vez y otra, reparadora de sus yerros y extravíos. Murió dando ininterrumpidos y clamorosos vivas a Nuestro Señor Jesucristo y a nuestra España… cuando ya iba a transponer las puertas de la eternidad, prorrumpió su alma recobrada enfebrecidamente en gritos de rescate y de triunfo… Que suerte la de aquel alma que, seguramente, se iba derechita al Cielo, no habiendo tenido en su última hora más que pensamientos puros, el Crucifijo en sus manos yertas…” (La Región, 11 de noviembre de 1936).

En el mes de septiembre de 1938 un Bando de la Octava Región Militar daba un plazo de quince días para que se presentasen todos los refugiados que se encontrasen en las montañas con la promesa de que no recibirían daño alguno, a no ser que hubieran cometido delitos por los que deberían responder ante los Tribunales. Aquellos que pasado el plazo hiciesen resistencia a la fuerza pública podrían ser ejecutados en el acto y todo aquel, incluido familiares, que les favoreciese y ayudase, facilitándoles alimentos, ropas o noticias acerca de los movimientos de las fuerzas, serían severamente sancionados.

La visión de los hechos desde la prensa republicana

Para conocer la perspectiva que el otro bando tenía acerca de lo que pasó en Ourense debemos revisar su prensa. El 12 de enero de 1937, la portada del diario republicano El Liberal, bajo el titular “La honradez fascista” informaba que “en Orense se ejecuta a todos los elementos de izquierda, se encarcela a centenares de personas a las que se maltrata ferozmente y por, si era poco, se obliga a los Bancos a que entregaran los valores, alhajas y dinero que poseían en sus cajas. Solo un individuo apodado ‘el Conserje’ fusiló a 168 republicanos”. Otro diario republicano de tirada nacional, Ahora, relata en primera persona las experiencias de un anónimo republicano ourensano:

“…fracasada la causa en Orense, yo formé con doscientos hombres uno de los numerosos grupos que en Galicia se enfrentaron con los militares. Veinte días de lucha terrible nos aniquilaron y tuvimos que disolvernos. Anduve oculto y disfrazado algún tiempo… En Barra de Miño ataron vivo un hombre a una camioneta y lo arrastraron hasta Orense… Lo ocurrido en Verín es inenarrable… Todo lo que olía a izquierdas era chamuscado”  (Ahora, 11 de febrero de 1937).

El diario La Libertad, a los pocos meses del inicio de la Guerra, bajo el titular “Cómo resistió el pueblo gallego la sedición militar”, publica la experiencia y visión personal de un afiliado de la UGT de Verín huido a Madrid:

“…dice que fue detenido en Chaves al presentarse a las autoridades portuguesas y acogerse a ellas como refugiado político. Estando detenido fue pedida su entrega por los fascistas españoles; pero el jefe de la policía portuguesa, amigo particular del detenido, se negó a hacerlo, por tener la convicción de que iba a ser fusilado, igual que habían hecho con el maestro de Vences. En Orense apenas sí hubo resistencia al movimiento militar, por lo que debiera suponerse que la represión fuera menos cruel. Sin embargo, fue todo lo contrario. Se puede calcular en 8.000 el número de fusilados en esta provincia. El administrador de Aduanas de Verín fue apresado, y antes de ser fusilado le desnudaron, paseándole de este modo por las calles, al mismo tiempo que le herían con instrumentos punzantes. Ante el escarnio, el pueblo de Verín reaccionó, oponiéndose a su fusilamiento. Entonces le trasladaron a Orense, donde le ejecutaron en compañía del comunista Valle, después de haber sido condenado a cuatro penas de muerte. Los fusilamientos sin proceso están a la orden del día. A esta labor se dedican cuadrillas de falangistas. Puede afirmarse que todos los elementos de la izquierda que no han logrado huir han desaparecido. Y también a muchos de los que han escapado a Portugal  les ha ocurrido lo mismo, por devolverlos a los fascistas las autoridades portuguesas. Entre las personas que Portugal ha entregado a los fascistas figura el diputado socialista De Pablo, que fue entregado en Elvas. Mejor suerte corrió el coronel Puigdendolas, a cuya devolución se ha opuesto el Ejército portugués. Sin duda, en un momento de reacción han sentido el espíritu de clase. Aparte de los fusilamientos citados hay que añadir los de Bóveda, Pazos, Manrique y Suárez. En Maside y Dacón, lo mismo que en Bande y Santichao, los hombres son cazados como conejos. Por los caminos de la provincia de Orense abundan los cadáveres abandonados. Ante la imposibilidad material de defenderse con armas se respondió con la resistencia pasiva. Los obreros declararon la huelga general. Las zonas que más se distinguieron en la defensa armada fueron la línea de ferrocarril, principalmente en Barco de Valdeorras, Verín, El Bollo y La Gudiña. En esta localidad los obreros volaron con dinamita un camión de guardias civiles y fueron dueños de la situación durante dieciséis días”  (La Libertad, 19 de septiembre de 1936).

Entre las muchas historias plagadas de terror impresiona la de Benigno, veterinario de Maceda, candidato del Partido Comunista por Ourense en las elecciones del 16 de febrero de 1936. El periódico comunista Frente Rojo se hacía eco de su historia:

El 13 de marzo del corriente año, la canalla fascista de Galicia aullaba su efímero triunfo y ordenaba la concentración de sus escuadras en Orense, para festejar la captura y asesinato del jefe comunista Benigno. El Pueblo Gallego del 14 de marzo –órgano de las JONS- publicaba la fotografía del asesino con una glosa macabra de insultos a nuestro inolvidable camarada. El intento era pasear el cadáver de Benigno por la provincia, “recogiendo donativos para Falange” del mismo modo que hacen los campesinos montañeses cuando han cazado un lobo en la sierra. Además desde los primeros días de la sublevación los “potentados de la provincia ofrecieron importantes cantidades por su captura, vivo o muerto”. Ahora bien, las cosas sucedieron de forma distinta. Hasta el 11 de marzo, Benigno, refugiado en los montes de la provincia de Orense, había sufrido el dolor intenso de saber que cinco campesinos habían sido fusilados sin formación de causa por sospecha de haber protegido su huida. Su hermano Demetrio había sido fusilado en el cuartel de San Francisco, el 31 de diciembre, cayendo valientemente al grito de ¡Viva Rusia! Sus hermanos Pepe y Pedrito (este, niño de quince años) habían sido detenidos en una aldea cerca de Braga (Portugal) por la policía de ‘defensa y seguridad del Estado’, guarda negra de Oliveira Salazar, y entregados en la frontera de Tuy, donde fueron rápida y cobardemente asesinados. Su hijito, de un año de edad, había fallecido de inanición, al tener que soportar la huida accidentada de la madre, compañera Enriqueta, hasta la fecha desaparecida. Su hermana María, en la cárcel espantosa de Celanova. Su madre, maestra nacional, no pudo resistir el peso de tanta infamia y falleció de un ataque cardíaco en los primeros días del mes de marzo. Benigno, gravemente enfermo y refugiado últimamente en casa de un compañero campesino –que noblemente sacrifica su vida para proteger a los camaradas perseguidos-, falleció de enfermedad el 11 de marzo de 1937. Momentos antes de morir advirtió que lo llevasen al monte para no comprometer a los compañeros. Mientras vivió lo atendieron con todo lo que podían –que era muy poco-, y una vez muerto lo dejaron en un prado. A los dos días fue encontrado su cadáver por un “valiente” falangista de Maceda, que disparó dos tiros en su amplia frente de mártir del proletariado. Inmediatamente iniciaron la “apoteosis” trasladando su cuerpo a Orense para exponerlo a la voracidad criminal de las patrullas de asesinos. ¡Ah!, pero no pudo ser. Cualquier lego podía darse cuenta que las balas habían entrado en su cabeza después de muerto hacía varios días, y los médicos comprobaron que falleciera de bronconeumonía. A la chita callando hicieron una “exposición vulgar” y lo enterraron en el cementerio de Orense” (Frente Rojo, 24 de junio de 1937).

Celanova en el tiempo de la Guerra

En los primeros días de la Guerra, en Celanova se comenzó a ver en las calles mucha fuerza pública, así como  fascistas uniformados y armados. Según La Región del 23 de julio de 1936, los que no se habían rendido “andaban escapados sin dar la cara”. Pronto se inician campañas de donativos para los soldados del frente. La Región del 27 de septiembre de ese primer año de Guerra informa que Celanova envía 460 sacos de patatas, 200 kilos de habas, tres tocinos, grandes cantidades de chocolate, de garbanzos, tabaco, botellas de licores, arroz, chorizos, conservas, huevos, leche condensada, objetos de farmacia, alpargatas, toallas, sábanas, camisas, jerséis y otras prendas de vestir. Como ya comentamos, Galicia fue despensa de los frentes de guerra.

La parafernalia y excesos propagandísticos típicos de la Zona Nacional se adueñan de la villa. El último domingo de septiembre de 1936, después de la misa de once, desfila la Falange con sus Flechas y las mujeres fascistas, acompañadas de la Banda de Música Municipal. Al día siguiente, para celebrar la toma de Toledo por el Ejército Nacional, se organiza un gran desfile por todas las calles del pueblo, en el que toman parte la Falange, mujeres fascistas y milicianos armados, considerados estos últimos por el cronista de La Región como “los hombres de orden del pueblo”. Finaliza el espectáculo con una arenga del comandante militar Barreiros.

La entrada de las tropas nacionales en Oviedo, en el mes de octubre de 1936, se celebró también en Celanova, organizándose según las crónicas una imponente manifestación patriótica que recorrió las principales calles con vítores a España y a su Ejército, con repique de campanas al vuelo y disparo de gran cantidad de bombas de palenque. A la cabeza de la manifestación iba la banda de música. El domingo 18 de octubre, a las cuatro de la tarde, buscando la siempre socorrida solución divina, se sacó en procesión a la Virgen de la Encarnación, Patrona de la villa, para rogar por la pronta terminación de la Guerra y, claro está, el éxito final de las tropas nacionales. La Virgen iba escoltada por cuatro soldados y un cabo, y acompañada de la bandera de las Juventudes Católicas y representaciones de todas las milicias. En esta misma línea propagandística, el 6 de junio de 1938 se celebra en el Santuario de As Maravillas un acto cívico-religioso, con una procesión de la Virgen y la posterior misa solemne cantada. Por la tarde llegan las Milicias con su parafernalia de músicas y banderas, desfilando en correcta formación por delante del Santuario en donde estaban situadas las altas jerarquías de la Falange. Según La Región, “la multitud enardecida contesta al grito de guerra y brazo en alto saluda al paso de la bandería”. Acto seguido tienen cabida varios discursos: el Profesor salesiano Montero alude al sentido católico de la Falange, el Alcalde de A Merca habla sobre la legislación del nuevo estado nacional-sindicalista y el Secretario Provincial Sindical centra su alocución en el Fuero de los Trabajadores. El acto termina con los sones del Cara al Sol y del Himno Nacional.

El devenir de la Guerra en la Comarca de Celanova se caracterizó por una relativa tranquilidad, salvo la actividad represiva en el Monasterio de San Salvador. El Cuartel General de la Falange se había situado en los bajos del Convento, y este fue transformado en cárcel.

En los locales, donde estaba antiguamente el Casino Recreo, se instaló la Comandancia Militar, con Falange y milicias civiles, las cuales vigilan de noche, por precaución, lo que hasta no hacía falta, porque no se encuentran enemigos, pues hasta los contrarios no pueden considerarse enemigos, por haberse puesto a las órdenes de la autoridad militar. Con estas cosas hay mucha animación en el pueblo y los chiquillos formados andan por todas las calles cantando el himno fascista y dando vivas” (La Región, 5 de agosto de 1936).

“Desde que se iniciaron las horas decisivas que actualmente vive España, tanto en esta villa como en todo el partido judicial, la vida se desarrolla normalmente sin que hubiera que lamentar incidentes de ninguna clase. Declarado el estado de guerra, se efectuó la concentración de todas las fuerzas de la Guardia civil y Carabineros de todos los puestos cercanos, que con ayuda de las milicias ciudadanas cooperan al mantenimiento del orden y a la custodia de los detenidos, trasladados desde distintos puntos de la provincia para albergarlos en dependencias del monasterio habilitadas para tal efecto. Del mando de la plaza se hizo cargo el teniente de Carabineros de Bande don Adolfo Pousa, quien por medio de un Bando se dirigió a todo el vecindario haciendo un llamamiento a la sensatez y cordura del pueblo de Celanova” (El Pueblo Gallego, 6 de agosto de 1936).

La cárcel ubicada en el Monasterio de San Salvador permaneció activa desde el estallido de la Guerra -julio de 1936- hasta septiembre de 1943. Resultan impactantes las fotografías publicadas en la obra de Piñeiro (2007) en las que se puede observar el patio del Monasterio ocupado por estudiantes de los Escolapios en 1910 y por presos políticos en 1938. Comienza como Cárcel del Partido, pasa a ser Prisión Habilitada Provisional y se convierte en Prisión Central en 1938 (Rodríguez Teijeiro, 1995; Vieira Outumuro, 2013), bajo la dirección de Vicente Fortubel, que hasta esa fecha había sido jefe de la prisión de Vigo. Por allí pasaron 1.300 presos políticos, provenientes principalmente del norte de España. El diario La Región, del 27 de julio de 1936, informa de la llegada de trece mujeres comunistas desde la capital. El  5 de agosto habla ya de unos cien presos provenientes de diferentes lugares de la provincia. En una primera etapa tiene la función de descongestionar la masificada Prisión Provincial, agrupando a detenidos pendientes de condena. Ya en una segunda fase, se convierte en un centro de reclusión de presos políticos condenados a penas graves, la mayoría a más de doce años de prisión por adhesión a la rebelión, rebelión militar y auxilio a la rebelión (Rodríguez Teijeiro, 1995). Resulta más que sorprendente que sean condenados por rebelión los afines al sistema establecido: la República. Según Rodríguez Teijeiro (1995), la población reclusa rondó o superó el millar por año, siendo más de la mitad, presos asturianos. La vigilancia era función de doce guardias (la mitad, mutilados de guerra). En el exterior, la guardia la realizaba, en una primera época, una compañía del Ejército acuartelada en el Monasterio, integrada por 176 soldados, y en una segunda etapa, se encargó de dicha misión el Batallón de Depósito del Regimiento de Infantería de Montaña nº 55, compuesto por 175 hombres.

A continuación, se recogen cuatro sobrecogedores testimonios de penados que pasaron por esta cárcel.

“…como la cárcel [Provincial] era incapaz para tanto detenido, los facciosos habilitaron el convento de San Rosendo, en el pueblecito de Celanova. El local habilitado es un patio cubierto que mide cinco metros de largo por ocho de ancho, y en el que se hacinan más de doscientas personas, a las que no se permite salir a ningún sitio aireado, no existiendo siquiera un lugar para las necesidades más perentorias. A cada detenido se le facilitan dos cuartillos de agua por día para beber y asearse. El trato de palabra y obra es brutal. En cuanto a la comida, consiste en una especie de guiso de patatas con sebo, sin un átomo de carne” (El Liberal, 12 de enero de 1937).

 “Por fin me detuvieron, me esposaron hasta las huesos y para ser breve, diré que tres veces estuve a punto de ser “picado” hasta que me llevaron al refectorio viejo del Convento de Celanova, local inmundo, lóbrego, sin luz… Los heridos graves los curaban hasta que podían andar, y entonces los mataban. La primera noche fue terrible. Alaridos de mujer pusieron más amargura a la salida de siete detenidos que iban a morir. Entre ellos, iba uno cuya madre, esperándolo, dormía a la puerta del convento. Cuando lo vio salir con los demás intentó abrazarlo. Pero fue arrojada sin piedad por aquellos verdugos que debían ser hienas. Horroroso suplicio… un hijo muerto, se abrazó al cadáver y un legionario la arrancó del cuerpo de su hijo cogiéndola del pelo. Prefiero callarlo, porque al recordar ahora aún se me hiela el alma. El 18 de enero volvió un teniente del Tercio. Alguien nos hizo saber que si no nos alistábamos seriamos ‘picados’ aquella misma noche. Al Tercio, pues” (Ahora, 11 de febrero de 1937).

Nosotros fuimos detenidos por nuestra significación izquierdista, conduciéndonos al convento de San Rosendo, conocido entre nosotros como la “Villa de la Muerte”, instalado en Celanova, a unos 25 kilómetros de Orense. Allí éramos unos 130 presos. Fuimos apaleados y nos hacían confesar, comulgar y llevar escapularios. Cada noche sacaban unos cuantos y eran fusilados, mientras soltaban a todos los perros de la villa para que sus aullidos amortiguasen el ruido de los disparos. Días después pidieron voluntarios para ir al frente, no consiguiendo ni un solo hombre. Entonces volvimos a ser maltratados brutalmente, distinguiéndose por su ensañamiento el esbirro de Falange capitán Montenegro. Más tarde los comprendidos entre los dieciséis a cuarenta años fuimos obligados a enrolarnos en el tercio” (ABC, 20 de marzo de 1937).

En la cárcel estoy preso, yo la verdad no la niego, solo por obedecer las órdenes de un gobierno. A las órdenes de Franco y encerrado en este Convento, estoy triste aburrido y harto de pasar tormentos. El día 22 de octubre,  a las once de la mañana, me enteré que a mi esposa la tenían castigada, y otras muchas compañeras, todas del Valle de Ardisana. Aquella tarde de otoño en el patio paseaba, muy solo y aburrido y en cosas tristes pensaba. A doscientos compañeros el día 4 de febrero nos trasladan recluidos al Convento de  S. Rosendo. ¡Convento de San Rosendo, construido por romanos, donde nos tienen encerrados a dos cientos asturianos! ¡A doscientos asturianos, que supieron resistir 14 meses de guerra sin más armas que el fusil! Contra Infantería, tanques, artillería, aviación,… en las montañas de Asturias rayantes con León. Llegué el 5 diciembre al Convento de Celanova, y aquí he llorado mi suerte en estas tristes mazmorras. Así un día y otro día, y semana tras semana, 43 meses llevo lejos de mi esposa amada. Pensé en todos mis amigos que en Asturias fusilaban. Pensé  en mi madre y mi familia, en mi hijo, mi mujer y mis hermanos” (Memorias de Pedro el de Conceyu, natural del pueblo asturiano de Ardisana).

Muchos de los presos fueron “paseados” en O Furriolo o conducidos a la capital ourensana en donde eran fusilados. Según Rodríguez Teijeiro (1995), existe constancia de siete ejecuciones en el interior de la prisión, todas ellas llevadas a cabo a las siete de la mañana. Otros muchos reclusos no tuvieron este cruel final, pero sí su particular “longa noite de pedra” (larga noche de piedra) entre cadenas, la cual terminaban pagando con el tifus, la tuberculosis, la sarna, la anemia hemorrágica, la bronquitis asmática, la neumonía gripal, la gastroenteritis, la caquexia, la septicemia, etc., y finalmente… la muerte. Alguno de  los reclusos fue ejecutado desde el exterior por el simple hecho de asomarse a las ventanas, conducta que estaba terminantemente prohibida. La base de datos Nomes e Voces de la Universidade de Santiago de Compostela (2006) registra 194 víctimas relacionadas directamente con Celanova durante el período 1936-1939. Su historia va desde ejecuciones fruto de “paseos” en O Viveiro, A Bola, Ansemil, Furriolo, Amorece, Ourille, Entrimo, etc. hasta muertes por múltiples enfermedades en la cárcel, condenas a muerte con ejecuciones en Celanova, cumplimientos de condenas perpetuas o de varios años, deportaciones a campos de concentración como el de la Illa San Simón o Mauthausen, y exilio a países hispanoamericanos (Cuba o México). No obstante, la maquinaria propagandística del Movimiento posibilitaba en ocasiones mejor suerte a algunos:

El Caudillo ha tenido la magnanimidad de indultar de la pena de muerte, con la ocasión de las festividades de estos días, a un cierto número de condenados que se encuentran repartidos en las prisiones [entre ellas la Prisión Central de Celanova]” (El Pueblo Gallego, 1 de enero de 1939).

La comarca de Celanova no quedó al margen del recibimiento de víctimas mortales de los frentes de guerra. Así, La Región del 17 de diciembre de 1936 informa de una de las primeras. En el frente de Grado (Oviedo) perecía un teniente cuya familia residía en la villa. Su cadáver fue velado en la Comandancia por milicianos cívicos, falangistas, requetés y JAPs. El 3 de noviembre de 1937 llegaba el cadáver de un alférez, vecino de Verea, que sería velado el en local de la Falange. El ejemplo más dramático de la barbarie tal vez sea el fallecimiento de un adolescente de 15 años, un Flecha, en el frente de Castellón, en Morella, concretamente. El cronista de La Región hablaba de que “los flechas orensanos tienen ya su héroe; un héroe de 15 años que, alegre dio su vida por el triunfo de la Patria” (La Región, 31 de mayo de 1928). La historia de este joven se vuelve a rememorar en La Región del 17 de julio a raíz de una carta que su madre envía a Franco, solicitándole un retrato autografiado por “el orgullo que siento por que el pedestal de la nueva España quede amasado con la sangre preciosa de mi hijito flecha, muerto heroica y santamente en el frente de Castellón”. A la edad de 13 años, con el comienzo de la guerra, se hizo Flecha y, por su entusiasmo y cualidades, pronto fue designado para puestos de la Organización Juvenil de la provincia, combinando estas funciones con sus estudios de quinto año de Bachillerato. Por sus elevadas aspiraciones, se alistó a la Cuarta Bandera de la Falange Española Tradicionalista de Navarra. Pasa por varios frentes (Huesca, Guadalajara y Lérida), hasta que llega a Levante, en donde es herido de muerte, falleciendo en el hospital de Morella.

Ahora6septiembre1936
Fotografía del diario Ahora del 6 de septiembre de 1936

A Merca en el tiempo de la Guerra

Como ocurrió en el resto de municipios ourensanos, el de A Merca contribuyó al Ejército Nacional aportando capital humano y recursos económicos. En agosto de 1936, tiene lugar una recaudación para la suscripción pro Acción Ciudadana, que finaliza de manera muy satisfactoria por la cantidad recaudada, aunque tal como señala La Región del 6 de septiembre de 1936, “se han portado mejor los pobres que los ricos; estos se conoce están poseídos de la avaricia y les duele mucho desprenderse de una ínfima parte de sus intereses”. El Ayuntamiento reúne 384 sacos de patatas, 600 kilos de maíz, 200 de centeno, 200 de habas, huevos, conservas, calzados y ropas para enviar al frente. Al mes siguiente se recolectan 750 gallinas para el mismo fin.

El 5 de septiembre de 1936 es nombrado Delegado del Gobierno y Alcalde del Municipio el joven maestro nacional José Montes Domínguez. En el mes de diciembre repone en sus cargos al Secretario Municipal, al Oficial y al Depositario de fondos municipales, que habían sido cesados por el Frente Popular, y rebaja el presupuesto municipal en 10.000 pesetas, quedando en 42.000, con el fin de “aliviar las cargas a los labriegos” (La Región, 12 de diciembre de 1936).

En el pueblo de A Mezquita, el domingo 13 de septiembre tuvo lugar un acto religioso en honor a la Virgen del Carmen. Finalizada la solemne misa, una sección de requetés de la Parroquia desfila delante de la iglesia, “siendo muy aplaudidos y cantándose a su paso himnos patrióticos”. Se destacó la generosidad patriótica del párroco de Sabucedo, que rehusó aceptar la gratificación por el sermón, rogando que se dejara a favor de los requetés (La Región, 3 de octubre de 1936). A medida que el Ejército Nacional iba ganando terreno a lo largo de la península, se repetían actos propagandísticos en el municipio. Así, el domingo 17 de enero de 1937 se celebraban en las parroquias de Proente y Faramontaos actos de afirmación falangista, que a pesar del mal tiempo, estuvieron muy concurridos.

El 3 de febrero de 1937 se constituía en el Ayuntamiento la Junta Municipal de Subsidio Pro-Combatientes, presidida por el alcalde José Montes Domínguez, siendo el mayor contribuyente el industrial de Parderrubias José Garrido. En esa misma fecha fue colocado con gran solemnidad en el salón de sesiones del Ayuntamiento el retrato del Generalísimo Franco, con asistencia de todas las autoridades locales. El domingo 28 de febrero se lleva a cabo la bendición de las banderas de las JONS y de la Sección Femenina por parte del párroco de Proente don Felipe Rodríguez, a cuyo término tuvo lugar un mitin falangista. El domingo 25 de abril, en el pueblo de A Mezquita tiene lugar un acto de adhesión al Generalísimo por la unificación en el que intervienen las Milicias de los Requetés y Falange Española. Según La Región del 1 de mayo, “en correcta formación mezclados Requetés y Falangistas recorrieron las calles a los acordes de la marcha Los Voluntarios, ejecutada con gran maestría por la banda del pueblo”. Acto seguido, en la plaza de la iglesia, desde el balcón del Círculo Tradicionalista, el Secretario de Falange Española de la localidad ofreció un discurso, al que dio continuidad el Alcalde, José Montes, explicando lo que era el nuevo Estado Totalitario. El 21 de junio de 1937, todos los curas del Arciprestazgo celebraron en Vilar de Paio Muñiz un solemne funeral por el General Mola, que unos días antes había fallecido en un accidente de aviación. Dieron guardia de honor al túmulo seis falangistas y requetés. En el mes de agosto se celebró con enorme júbilo en el Municipio la toma de la ciudad de Santander por el ejército franquista, disparándose por tal motivo salvas de bombas y sonando con fuerza las sirenas del aserradero de los Hermanos Garrido de Parderrubias transmitiendo de este modo la nueva a toda la comarca. Tal fue el paroxismo, que el delegado gubernativo cursó en nombre del Ayuntamiento y vecindario el siguiente telegrama al Caudillo:

Salamanca. Secretario Generalísimo. En nombre propio, Ayuntamiento y vecindario de este municipio, ruego a V. E, transmita felicitación respetuosa y fervorosa al Caudillo, honor de España, por la reconquista provincia y capital Santander, que señala nuevos horizontes a la Patria imperial. José Montes, alcalde La Merca (Orense)”.

Ahora1agosto1936
Fotografía del diario Ahora del 1 de agosto de 1936

El 30 de diciembre de 1937, mientras toda la prensa centraba su interés en la batalla de Teruel, La Región informaba que en el pueblo de Vilachá había tenido lugar la recaudación pro Aguinaldo del Soldado. Tres niños, bajo la tutela del maestro, fueron de puerta en puerta pidiendo a los vecinos para los combatientes del frente, llegando a recaudar 29,25 pesetas.

Mientras la Guerra seguía su devenir, la vida continuaba, y la necesidad hacía que 500 segadores del municipio de A Merca se viesen obligados en el verano de 1937 a acudir a Castilla. La noticia no estaba exenta de proclamas patrióticas de tipo propagandístico del Régimen,  pues según La Región del 27 de junio “salieron cantando himnos patrióticos y se despidieron saludando al estilo nacional sindicalista y gritando ¡arriba España!”.

En la base de datos Nomes e Voces, con respecto al municipio de A Merca, únicamente aparecen referidos cinco casos de represión franquista: (1) Julio Manuel, labrador de 28 años, vecino de A Merca, juzgado en 1936 en Lugo, condenado a muerte por rebelión y ejecutado en la tapia del cuartel de la Guardia Civil; (2) dos varones de 40 y 35 años, respectivamente, de los que se desconocen sus nombres y orígenes, “paseados” en agosto de 1936 en Pereira de Montes, con resultado de fallecimiento por conmoción cerebral traumática; (3) Víctor, vecino de A Merca, de 50 años, de profesión sastre, “paseado” en la carretera Ourense-Reza con resultado de fallecimiento a causa de hemorragia interna; (4) Albino Núñez Domínguez, maestro de 35 años, natural de A Merca, escondido durante tres años y apartado del servicio (posteriormente se convertiría en un afamado escritor y pedagogo); y (5) Juan Manuel Arias Jares, médico de 46 años, natural de Viana de Bolo, fundador de la Agrupación Local del PSOE, cesado de su cargo y desterrado en A Merca durante siete meses. No obstante, cabe suponer que la represión franquista afectó a más personas. Así, por ejemplo, El Pueblo Gallego de 31 de diciembre de 1937 informa que la Policía había capturado en este municipio a Antonio, alias O Carnoxo, destacado comunista asturiano que “por los datos que se tienen, se supone haya sembrado el pánico y terror en Pola de Somiedo”.

Parderrubias en el tiempo de la Guerra

Teniendo en cuenta que los frentes de guerra distaban mucho de Parderrubias y que las actividades represivas, al menos a la luz de los datos de Nomes e Voces, fueron escasas en todo el municipio, la vinculación de la Parroquia con la Guerra se limitó a los vecinos llamados a filas forzosamente e enviados a los diversos frentes bélicos (a esta cuestión dedicaremos otro artículo), y a las donaciones a la causa Nacional. No obstante, hubo un punto geográfico de nuestro pueblo que fue escenario de fusilamientos. Personas mayores de la Parroquia, especialmente de Nigueiroá, y vecinos del pueblo próximo de Montelongo, relatan como algunas noches se escuchaban gritos y disparos de ejecuciones de reclusos, presumiblemente de la cárcel de Ourense, que eran “paseados” hasta el puente de O Seixal (As Campinas). Al poco tiempo de escucharse los disparos, se oía el motor de una camioneta que se encargaba de recoger los cadáveres. Incluso no llegó a ser extraño que vecinos madrugadores que salían en sus mulas hacia Ourense se encontrasen en este lugar con cadáveres a la espera de ser retirados.

Ahora13octubre1936
Portada del diario Ahora del 13 de octubre de 1936

A los dos meses del estallido de la Guerra, tuvo lugar en Parderrubias un acto cívico-religioso con el objeto de reponer el Crucifijo en la Escuela. El laicismo de la República había eliminado los símbolos religiosos de las aulas. Todas las localidades que iban quedando bajo el control del Ejército Nacional realizaron actos de este tipo. En la ciudad de Ourense, dicha celebración había tenido lugar el domingo 30 de agosto, consistiendo en una procesión de más de 10.000 personas que se dirigió hacia la Escuela Normal y la Graduada para reponer los Crucifijos. Según el diario La Región, el domingo 6 de septiembre de 1936, a las diez de la mañana, llegaban a Parderrubias los balillas de Celanova acompañados de señoritas falangistas, siendo recibidos en la carretera por los niños y niñas, con banderas, acompañados de sus respectivos maestros, don José Rodríguez y doña Concepción Vázquez. Un poco más tarde llegarían las autoridades municipales, a cuyo frente estaba don José Montes, juventudes de Falange Española y balillas de A Manchica acompañados de la Banda de Música de Santa Cecilia. Toda esta comitiva procedía de la entronización de Cristo Rey que había tenido lugar en la Escuela de A Manchica. Cantando el himno de la Falange desfilan los niños, balillas, milicias y numeroso público hasta la iglesia adornada para dicho acto, en donde se celebró una misa solemne. Al final de la misa, el cura don Castor Gayo dirige unas palabras a la audiencia y procede a la bendición de los Crucifijos. Finalizado el acto religioso desfilaron hacia la escuela seis escuadras de la Falange, tres de balillas, los niños y niñas, los dos maestros portando los Crucifijos, el clero, las autoridades, la banda de música y los vecinos de la Parroquia. Todos los balcones estaban engalanados con la bandera rojigualda y a lo largo de todo el trayecto no faltaron los cánticos y las vivas a Cristo Rey. Ya en la Escuela, el joven seminarista Felisindo Grande (véase Don Felisindo Grande Seara (1917-1987) dirige un discurso a los asistentes que versó sobre el canto a la Cruz, terminando con un soneto que emocionó al auditorio. Acto seguido, se entroniza el Crucifijo, se gritan vivas a Cristo Rey, a España y a la Falange Española. El acto finalizaría con un nuevo desfile de los falangistas y balillas, que provocó fuertes aplausos y saludos a la romana (La Región, 17 de septiembre de 1936).

Los niños de Parderrubias no eran ajenos  -les era imposible serlo- a la realidad que estaba viviendo el país, y así consta en el artículo “El patriotismo de los niños” publicado en La Región, en el que se transcribía la carta que la niña Eulogia Seara, en nombre de todas sus compañeras, dirigía al Gobernador Militar:

En el día de la fecha hacemos entrega en Acción Femenina de esa capital de trece jerséis de punto, los cuales hemos confeccionado todas las niñas de esta escuela bajo la dirección de nuestra profesora y mediante la aportación metálica del señor maestro y otros buenos patriotas de este pueblo, queriendo con ello contribuir con nuestro óbolo, y en la medida de nuestras fuerzas, a evitar pasen frío los valientes soldados que luchan en el frente por la salvación de nuestra querida Patria. Haciéndole presente seguimos confeccionando más que iremos entregando sucesivamente. Viva siempre España” (La Región, 29 de octubre de 1936).

En diciembre, las niñas Milagros Grande, Josefa Pazos y Paz Fernández, en nombre de sus compañeras de la escuela, entregaban al gobernador militar 12 jerséis que habían confeccionado bajo la dirección de su maestra para los soldados.

En la primera Navidad del país en guerra, en el Bando Nacional se solicitó el aguinaldo del soldado. En el Ayuntamiento de A Merca, el Secretario contribuyó con cinco pesetas y seis botellas de aguardiente, José Garrido y Hermanos (Os Escultores de Parderrubias)  contribuyen con una caja de higos de once kilogramos y medio, una botella de licor café, una botella de anís, una de moscatel, una de ojén dulce y 20 cajetillas de tabaco de 0,10. Todos estos donativos fueron entregados en la Comandancia Militar de Celanova. No sería esta la única donación de José Garrido. Así, en el mes de enero de 1937 condona al Gobierno Militar de Ourense el importe de una factura de madera por importe de 664,10 pesetas, y a la Comandancia de Celanova otra de 513 pesetas. El cronista destaca que “ambos rasgos de desprendimiento merecen destacarse por el espíritu patriótico que suponen y para que sirvan de saludable ejemplo a los propietarios” (La Región, 22 de enero de 1937). En el mes de febrero de 1937, ante la solicitud de donativos para los hospitales de sangre y habitantes de Madrid, la Parroquia de Parderrubias aportó una cama con sus ropas, 17 cobertores, 19 sábanas y una funda. En el mes de abril se realizó una nueva entrega de una cama con sus ropas, 17 cobertores, dos sábanas, una colcha y una almohada. La suscripción de Acción Ciudadana llevada a cabo en la Escuela de Niños alcanzó la suma de 31 pesetas. En el pueblo de Solveira, perteneciente en esa época a la Parroquia de Parderrubias, las niñas dejaron de creer en los Reyes Magos de 1937, y el día 6 de enero recorrieron las calles cantando los “reises” y recogiendo solamente metálico para “rellenar el zapato” de los soldados del frente.

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Portada del diario Ahora del 11 de diciembre de 1937

Conclusiones

El examen de la prensa escrita del período comprendido entre julio de 1936 y abril de 1939 nos ratifica que lo que había detrás de la expresión “no tempo da Guerra”, tan empleada por nuestros mayores, eran penurias, miedos, tristezas, silencios, persecuciones, separaciones…,  dolor y muerte. Tomando textualmente las palabras de Cocho (2011): “bágoas, moitas bágoas. Dor e sufrimento inimaxinables na Galicia de hoxe” [lágrimas, muchas lágrimas. Dolor y sufrimiento inimaginables en la Galicia de hoy].


Referencias

Cocho, F. (2011). Guerra Civil. Que pasou en Galicia e en España. Vigo: Edicións Xerais.

Piñeiro, A. (2007). Celanova 1900-1981. Memoria fotográfica. Ourense: Diputación Provincial de Ourense.

Prada Rodríguez, J. (2004). Ourense, 1936-1939. Alzamento, guerra e represión. Sada: Edicións do Castro.

Rodríguez Teijeiro, D. (1995). La prisión del Monasterio de Celanova, 1936-1943. Un análisis de la población reclusa. MINIUS, IV, 103-115.

Universidad de Santiago de Compostela (2006). Nomes o Voces. Recuperado de http://vitimas.nomesevoces.net/gl/axuda/presentacion/.

Vieira Outumuro, S. (2013). Los archivos de las instituciones penitenciarias. La prisión central de Celanova. Fronda, 47.

Poemario de Don Felisindo Grande Seara. Por Juan Carlos Sierra Freire

Poemario de Don Felisindo Grande Seara. Por Juan Carlos Sierra Freire

En un anterior artículo hemos abordado la figura de don Felisindo Grande Seara como Vecino Ilustre de Parderrubias (véase Don Felisindo Grande Seara). Una de las facetas que hemos destacado de su persona es su importante producción literario-periodística y, dentro de esta, su obra poética. Sus poemas se publicaron en los años 1934, 1935, 1936 y  1952 en diversos medios escritos: la revista Vida Gallega (editada en Vigo), y los periódicos El Compostelano (de Santiago de Compostela) y La Región (de Ourense). Hemos recuperado toda esa obra dispersa, compuesta por nueve poemas, reuniéndolos en el presente artículo con el objetivo de conservarlos, difundirlos y que se reconozca la obra de su autor. Se presentan por orden cronológico de publicación, estando los primeros firmados bajo el pseudónimo F. Paredes Rubias: Ledicias de Mocedá, Anoitecer de Morriña, Naiciña, Atardecer, Caminito de mi Aldea, Nos Remedios, A Santiña do Cristal, Balada do Cementerio y A la Imagen de Nuestra Señora de Fátima.

“¡Cuánto podrían enseñarnos e influir en nuestro futuro y en el futuro de la Humanidad esas obras inmortales si se divulgasen!”

(Felisindo Grande Seara, 19 de mayo de 1950).

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Ledicias de Mocedá

Xa estoupan ledos os fogos
Tecendo cordas no ar,
As cantigas do alalá
Que leva tras de sí o vento
Toando no piñeiral.
Son os mozos Rabaleiros
Que deixan soy’o lugar,
E van camiño das Pías
Cos seus tenros alalás.
…Injujú…¡ei carvalleira!
-Ledicias da mocedá-
Ox’háy que botar un trago,
Na taverna do Tomás,
E siguen cantando ledos
Seu Rabaleiro alalá

Agora xa non se sinte
O feiticeiro cantar,
Y-o vento c’o carrexaba
Dorme quedo no pinal
C’os qu’entran no turreiro,
Os mociños de Rabal,
E queren entrar á festa
Cal xente d’actoridá.
Eu quixera referir
(No meu modo de cantar)
Os ensoños festexeiros
Da aquela tarde de bran,
No calvelo da capela
Alumeado surrinte
Por un sol primadeiral:
Vislumábans’entr-a xente
Unhas lareiras no chan,
Que tiñan sabor das potas
Algunhos pratos de pau,
Darredor estabá xente
Arealndo merendas.
Y-outros comían o pulpo
Na verd’alfombra do chan
E sempre tiñan ó lado
O seu xerro riveirán.
-Pois, caracio- di un vello-
Podes’un emborrachar
Porque xa venden o viño
A dous netos nun rayal.

Ouvense ledas as notas
Dun garimoso cantar,
Namentres as mozas bailan,
Cas carcaños po-lo ar.
¡E qué mozas mais garridas!
¡Qué feitura anxelical!
¡Qué tenro mirar brandido
Nunha tardiña de bran!
¡Qué faceiras mais fermosas
C-aquis labres de coral!
Que mociñas mais garridas
Ten as Pias no seu chan,
Por exempro… aquelas tales…
Do poviño de Rabal.

Namentres as mozas bailan,
Xa por detrás do pinal,
O sol dourado s’esconde
A luz da tarde se vay.
Xa soyo qued’o turreiro
C-o queixarse do pinal.
Y-as lareiras qu’iña arden
Na verd’alfombra do chan,
E polo camiño s’ouve
Un Rabaleiro alalá,
Que leva tras sí o vento,
Zoando no piñeiral…

(F. Paredes Rubias, 10 de agosto de 1934 en Vida Gallega).

 


Anoitecer de Morriña

Os vislumes da tardiña
Con melancónica cor
Fan chorar a miña i-alma,
¡qué triste desolación!
Pregando sobor das lousas
Que cobexan meus abós,
Que-m’a naiciña cobexan,
Miña nay do curazón.

¡Todo s’hacha asosegado!
Nin siquiera s’oube’a voz
Da lastimeira campá,
Que pregoa con amor,
Praos coitadiños dos mortos,
A compasiva oración.

Soy-o silencio interrompe,
Ateigado de dolor
O vencexo esmorecido
Chorando de compasión.
As brétemas deloridas
Amortaxan de terror,
Os solitarios sartegos
Que cobexan meus abós,
Que m’a naiciña cobexan
Miña Nay do curazón.

¡Todo s’hacha asosegado
No recinto do delor!

Saudosa chora-ma y-alma
¡qué triste desolación!
Y-as vágoas canme pesadas
Nos solitarios sartegos,
Que cobexan  meus abós,
Que- m’a naiciña cobexan,
Miña Nay do curazón.

(F. Paredes Rubias, 20 de septiembre de 1934 en Vida Gallega).

 


Naiciña

¿Dó van aquiles tempos pracenteiros,
Ateigados de doces aloumiños?
¿Dó van aquiles brazos manseliños,
Que ma-anainaban sempre garimeiros?

¿Volverán aquís labres flamexeiros
Que o pousar os seus veixos melosiños,
Endondecían meus nervios cativiños,
Tembrando cal si foran milagreiros?

-Non volverán- me di a triste memoria
Qu’en  min despertou o fogo e a pasión-
Porque fay tempo que xa rubin a groria
A muller que  m’enrroba na oración,
A mais nobre que ten a miña historia
A naiciña, nanay do curazón.

(F. Paredes Rubias, 20 de diciembre de 1934 en Vida Gallega).

 


Atardecer

Com’ón meniño choroso,
Deiteime triste na cama,
Contemprando nun espello
Estas guedexas de prata,
Dond’houbo cavelos d-ouro
Alá nos tempos da infancia…

Y-acordeime d’unha tarde,
¡Veigame Dios a lembranza!
En que contigo bailei
Ond’ós palleiros da Aira,
No medio do mullerío
Que d’envexa nos ollaba,
Pois éras a mais feituca,
Entr-as garridas rapazas,
Y-eu er’ó millor mociño
C-había na foliada…

Parez qu’iña estou ouvindo
Do portugués das Cavadas
Aquil berro resoante:
-Nau hay mais Farrucadas,
Bailo Chintiño Fanegas
Ca Farruquiña das Airas-
Ben me lembro que quixeches,
N-iste berro avergonzada,
Escaparte do turreiro
Con fera espiña na y-alma,
Pro… mais eu non te deixei
¡Dios que me deu toleadas!
E bailamos hastra noite,
Ond’ós palleiros da Aira…

¿Non t-amorriñas, Farruca,
Co-estas tristes lembranzas?
¡Pouco vos queda de vida,
Din as guedellas de prata!…

Cay a tardiña d’Octoño
Sabor d-aldea calada:
Botou o Chinto pro monte
Y-a Farruquiña das Airas,
E van có esta conversa
Levando diant’a xugada,
Ela cun neto do dedo,
Y el arrimado a aguillada
Ca que martela nos zocos
Que se-lla atuan na lama.

O neno fitand’aboa
Di o que sinte na y-alma:
-Agora soyo lles queda
Meter o pé na burata-,
Mais o cazurro do Chinto
Sig’afalando nas bacas,
Faguendo que non atende,
E prél soyo, nas caladas,
Bay decindo: -Seica pensa
Qu’eu xa non poido co as calzas,
Ind’hei de vivir cen anos,
¡Hó vermella condanada!…

(F. Paredes Rubias, 10 de febrero de 1935 en Vida Gallega).

 


Caminito de mi aldea

Parco perdido en la bruma,
Vislumbro lejos mi aldea
La tarde muere. Gimiendo
Se oye lejana carreta,
Con la canción del boyero
Que va escalando la sierra.
El zagal en la llanura,
Pastorea sus ovejas…,
Ellas pacen…, corren…, balan…
Se revuelcan por la hierba.

Yo voy siguiendo mi ruta,
Caminito de mi aldea;
La de las rubias casitas,
La de encantadas robledas,
La de negruzcos pinares,
La de magníficas vegas,
La de alquería y trofín,
La de verbenas y fiestas,
La de ancianos chocarreiros,
La de rapazas morenas…
Son las nueve. Yo adelante
Caminito de mi aldea.

Me asombra la lontananza,
Resbalando en la vereda,
Que trepa por las montañas
De encantadas arboledas.
Yo voy siguiendo mi ruta.
Caminito de mi aldea.

¡Qué soledad tan amable…!
¡Qué montañas tan desiertas…!
¡Se oye lejana canción…
Se oye lejana carreta…
Se oyen lejanas campanas
-Campanita de mi aldea-!

(F. Paredes Rubias, 20 de julio de 1935 en Vida Gallega).

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Nos Remedios

¡Sobor das tellas da ermida,
Hay duas pombas pousadas…!

¡Baixan as augas do Miño,
Respetosas e caladas…!

Acurrunchadas na aurela,
Dos verdes agros das Caldas
Gardan contentes os gandos
Duas fermosas rapazas,
Escoitando, ó son do vento,
As doces notas da gaita;
É qu’hay festa nos Remedios…
Oxe, as nenas ourensanas
San cara beira do rio,
A bej’ar a riveirana…
Hoxe as mulleres d-aldea,
Locindo festeiras chambras,
Panos e medias de seda,
Con dengues e muradanas,
Os  nenos, homes e vellos
Vestidos de festa e gala
Veñen as portas da ermida,
Nos labres a unha pregaria,
Ant-a Virxe dos Remedios
O amor da  nosa raza.

Y’as almas pecadentas,
Avelainas sin aás,
Que só buen rente á terra
Po los praceres maguadas
Veñen ás portas da hermida,
E boltan,  fortes coa gracia…
As probes y esconsolados…,
Os que ximen na desgracia…,
As que viven tristes días
Embolve’os entre bagoas…,
As que sinten a sandade
D-algunha a nistá lexana,
Do que se marchou para Cuba
Ou pos campos de batalla,
Veñen ás portas da hermida,
Nos labres a unha pregaria,
e todos boltan contentes,
don-ós o’los da Nay Santa…

¡Vinde, meus paisanos, vinde,
E erguey bosa pregaria,
Ant-a Virxe dos Remedios
O amor da nosa raza;
Remedio é, para todos maes-
Pros do corpo e pros da y-alma.

(F. Paredes Rubias, 20 de septiembre de 1935 en La Región).

 


A Santiña do Cristal

No pobo do Vilanova,
Nobre e distinto lugar,
Nome de sonada vila
En non lexanas edás,
Apenas se encobr’a tarde,
Péchans-as portas do lar,
y-a xente vaise, piadosa,
car’a ermida do Cristal…

Na soeade da  noite,
Pol-o prácido luar,
Van os romeiros cantando
Car’a ermida do Cristal…
Todos os romeiros calan
Ó tocaren as campás,
E reverentes, piadosos,
Collendo a gorra na man,
Marmuran unha pregaria
Pra Santiña do Cristal;
Pr-aquela pedra sagrada
Qu’en tempos de peste e mal,
Feituqueira e bunitiña,
s-apareceu ó arar,
a un homilde labrego
entr-os cheirumes do val:
¿Será un tesouro? –excramou.
¿Algún miragre será…?

Era d-aquela un Ferreiro,
Moi sonado no lugar,
Sin mais ciencia en xoyería
c-a de sinxelo artesán,
y-ante il leva o labrego
o tesouro de Cristal.

Ainda contan os vellos,
Que, co martelo na man,
O pousou sobor da fragua,
Con mentes de escachifar,
Entre ditos e brasfemias
Do mais rastreiro villán.

Sonou un golpe feros…,
E zoando pol-o ar,
Pulan espiñas ferentes
Car-os ollos do artesán…
¡Ay, cegou…,  cegou…! Mais logo,
Con voz mimosa e saugal,
Cal ditada pol-o amor
Da mesma ferida Nai:
-¡Virxe do Cristal me valia!-
Excramou, e quedou san.

Esí o contan os vellos
Qu’iña quedan no lugar,
No pobo de Vilanova,
O que en non lonxana edá,
Era a tan sonada vila
Da Santiña do Cristal…

(F. Paredes Rubias, 14 de septiembre de 1935 en La Región).

 


Balada do Cementerio

O contemplar, pol-a tarde,
Tan soyos os panteós
Sinto saudade na y-alma
Y-angustia no curazón:
E co rego dos meus ollos
Enloitados pol-o door,
Medran as flores na terra
Onde durmen meus abós
Onde durme, feinta cinsa
Cal rosiña que secou,
Aquil anxo qu’eu adoro
-Miña nay du curazón-.
¡Cantas veces, cando neno,
Miña rula…, meu amor…,
Hastr’eiquí contigo viñen
A rezar por meus abós!…
¡Cantas veces, cantas lembro,
Con salayos do meu cor,
Aquelas tardes de vrán
Cando, soyiños os dous,
Inzabamos n-iste adrio
A compasiva ouración
Pol-os defuntos quiridos
-por meus queridos abós-
¡Hoxe rezo eu por ti,
Entre breixas de delor!
¡Por ti eu deixo unha bágoa
Nas lousas dos panteós!
¡Hoxe eu por ti rego as flores
Con bágoas du curazón!…
¡Da campá, o toque d’ánemas
Con agarimosa voz,
Rach’o silencio da tarde!…
¡Marmura sua ouración
O carreteiro nas corgas!…
¡Cantan os nenos na rua
Unha abafada canzón!…
¡Voa un paxaro dorido
Por riba dos panteós,
Buscando acónchego quente
Nas lousas do torreón!…
¡Caiu a tarde, x-as brétemas
Amortaxan de terror,
As margaridas da terra
Onde durmen meus abós,
Onde durme, feita cinsa
Cal rosiña que secou,
Aquil anxo qu’eu adoro
-Miña nay do curazón!-.

(F. Paredes Rubias, 23 de junio de 1936 en El Compostelano).

 


A la Imagen de Nuestra Señora de Fátima

Se han prendido en su manto los albores
De una aurora infinita de blancura,
Y en su rostro el hechizo de las flores,
Y un misterio infinito de dulzura.

No podrían soñar nuestros pintores
Una mujer tan bella ni tan pura,
Pues trasciende del arte los valores,
Lo mismo en sencillez que en hermosura.

La más honda emoción el alma siente,
Al contemplar la nueva Inmaculada.
¡Oh inefable dicha del creyente!
El alma, de María enamorada,
Ante la Virgen blanca cual aurora,
Sintiéndose feliz, se alegra y llora.

(F. Grande Seara, 13 de mayo de 1952 en La Región).

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