DON FELISINDO GRANDE SEARA (1917-1987). Por Mariví Seara Grande y Juan Carlos Sierra Freire

DON FELISINDO GRANDE SEARA (1917-1987). Por Mariví Seara Grande y Juan Carlos Sierra Freire

Como bien es sabido, Parderrubias es cuna de un gran número de curas. Muchos de ellos llevaron a nuestro pueblo como bandera y difundieron su nombre allá por donde desarrollaron sus actividades. Claros ejemplos de ello son -aunque no nacido en Parderrubias- don Manuel Belvís (1808-1894) con sus incursiones en la prensa nacional de finales del siglo XIX (véase Don Manuel Belvís Seoane) y don Aurelio Grande (1930-2001) con su actividad misionera por buena parte del mundo durante la segunda mitad del siglo XX (véase Don Aurelio Grande Fernández). Ambos son considerados Vecinos Ilustres de Parderrubias. En esta misma línea situamos a don Felisindo Grande Seara (1917-1987). En especial, su actividad periodístico-literaria hizo que el nombre de Parderrubias (o de Paredes Rubias, pseudónimo con el que firmaba sus poemas) se difundiese allende de los límites geográficos de nuestra Parroquia.

Don Felisindo forma parte de un amplio listado de curas, nacidos en Parderrubias, que desarrollaron -o comenzaron a desenvolver- su actividad pastoral en la primera mitad del siglo XX. Entre los pioneros cabría destacar a don Adolfo Outumuro (tío) y don Adolfo Outumuro (sobrino; lamentablemente fallecido muy joven), a don Antonio Seara y a su hermano don José Seara (hijos del señor Francisco, sacristán de la Parroquia durante muchos años). A continuación, en esta línea cronológica, situaríamos a don Felisindo, personaje con méritos suficientes para formar parte de esta sección de Vecinos Ilustres de Parderrubias. En el presente artículo abordaremos su figura desde tres dimensiones diferentes: como persona, como cura y como literato.

La persona

Don Felisindo nace el 20 de mayo de 1917 en el seno de una familia humilde y numerosa en el pueblo de A Iglesia (Parderrubias), a escasos veinticinco metros de la iglesia parroquial. Quiso el destino que naciese el mismo año en el que triunfaba la revolución bolchevique, ideología duramente criticada en su posterior obra periodístico-literaria. El mismo día de su nacimiento fue bautizado de necesidad por su abuela materna Generosa y, ya al día siguiente, el párroco don Benito Garrido ratificaba el acto, bautizándole solemnemente y poniéndole por nombre Felisindo José. Fue el tercero de los seis hijos de Juan Bautista Grande (“O Tío Carteiro”) y de Vicenta Seara: Jesús (1911), María (1915), Felisindo (1917), Jesusa (1919), Manuel (1923) y María Clamores (1927). El 21 de enero de 1928, siendo Felisindo un niño de tan solo 10 años, fallece su madre a la edad de 42 años. Ante esta enorme adversidad se hará cargo de su crianza su tía Dominga, hermana de Vicenta. Esta pérdida irreparable marcará de forma significativa a Felisindo, convirtiéndose la figura materna en eje central de su vida, tal como refleja su obra literaria. Así, esa madre ausente (pero presente, a la vez) será objeto de sus poemas más bellos y emotivos, tal como abordaremos más adelante.

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Casa natal de don Felisindo en Parderrubias

Muy pronto, Felisindo despunta como un niño inteligente y con una enorme ansia de conocimientos. Durante su infancia sueña con ser fraile, pero su padre Juan Bautista, que no estaba por la labor de perderlo en un convento, lo manda a estudiar a la edad de once años al Seminario de Ourense, iniciando de este modo el año 1929 la carrera eclesiástica. Su hermano Manuel sigue sus mismos pasos, llegando a cursar hasta segundo año de Sagrada Teología. Desgraciadamente, la brillante carrera académica de Manuel se ve truncada por una grave enfermedad, falleciendo en su casa de Parderrubias el 21 de septiembre de 1942 a los 18 años de edad. La prensa local se hacía eco de su entierro:

Por su casa desfilaron todos los sacerdotes y seminaristas de la comarca, autoridades y numerosísimo público. La conducción del cadáver y funerales constituyeron una grandiosa manifestación de duelo. Presidían el duelo don Felisindo Grande Seara, sacerdote, hermano del difunto; don José R. Barreiros, párroco de Parderrubias y don Manuel Garrido González, en representación de la Casa Garrido” (La Región, 26 de septiembre de 1942).

En el año 1936, el estallido de la Guerra Civil obliga a Felisindo a interrumpir sus estudios en el Seminario, incorporándose en mayo de 1937 al Ejército Nacional, en cuyas filas sirvió hasta finalizar la guerra en 1939. En Ceuta, en donde pasó parte de ese tiempo y coincidió con algún vecino suyo, se encargó, entre otros quehaceres, de impartir clases a los hijos de un Comandante. Esta experiencia y conocimientos militares se aprecian en su novela “Don Proletario y Valdomino”, especialmente en el momento en el que estalla la revolución marxista en el ficticio pueblo de Cuesta Hermosa.

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Don Felisindo en Ceuta durante la Guerra Civil

Don Felisindo fallece el 26 de marzo de 1987, a los 69 años de edad, después de una fructífera vida dedicada a los demás. Su funeral y posterior entierro fueron celebrados en la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Parderrubias, en cuyo cementerio está sepultado. Fueron testigos de su entierro don Miguel Ángel Araujo Iglesias, Obispo dimisionario de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, y don Antonio Montero Nieves, Vicario General de la Diócesis de Ourense. Algunas de sus ideas siguen plenamente vigentes en este siglo XXI.

El cura

En el mes de diciembre de 1940, don Felisindo toma en la Diócesis de Lugo las Órdenes Sagradas de Prima Tonsura y Menores, el primero de los grados clericales. Posteriormente, el 29 de junio de 1941, recibe el sagrado orden del Presbiterado en Santiago de Compostela, por hallarse vacante la sede de Ourense, quedando capacitado para celebrar la Eucaristía.

Un artículo publicado el 30 de julio de 1941 en La Región, firmado por José Aldea, se hacía eco de su Primera Misa celebrada en Parderrubias y del posterior ágape que tuvo lugar en la casa de los Hermanos Garrido (Os Escultores):

Todo el pueblo, toda la parroquia [Parderrubias] está allí. Es la fiesta mayor de uno de sus hijos más queridos. Pueblo de acendrada religiosidad, de fe grande, tan metida dentro de sus almas, que solo por ella se explica la pureza y mucha honra que en él hay y siempre hubo. El párroco de aquí asiste al misacantano y le son padrinos Modesto Garrido y su esposa. Vase animando y robusteciendo la voz que al principio aparecía poco segura y tranquila del nuevo sacerdote. Desde el púlpito nos habla de la dignidad y grandeza del sacerdocio un compañero de estudios, convecino y pariente de él, y luego del Felisindo, hijo de esta parroquia, del Felisindo seminarista, del Felisindo ungido ya con el don más excelso del Señor. Sigue la misa. Viene la consagración de la divina Víctima, y al alzarla las manos tiemblan de pavor y maravilla. Ahora el nuevo formado en la divina institución se atreve a decir el Padre Nuestro y luego consumir el Pan y el Vino. Ya la mano suya se vuelve y traza en el aire el signo que recibimos sobre nuestras cabezas, postrados. Pasamos todos después a besar aquella mano que ya todo lo puede en la tierra y en el cielo. Volvemos a la casa de los Garrido un poco tarde. Hay allí tres o cuatro mesas inmensas. En la nuestra, la más grande, están el nuevo presbítero y sus padrinos y los más de los sacerdotes”.

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El 24 de julio de 1941 don Felisindo es nombrado Ecónomo de la Parroquia de San Paio de Fitoiro y Encargado de la de Santa María de Rabal, pertenecientes ambas al Arciprestazgo de Os Milagros, en el Concello de Chandrexa de Queixa. En esa época se trataba de Parroquias prácticamente aisladas entre montañas, en plena Pena da Cruz, a las que únicamente se accedía cruzando los montes a pie o a caballo. En muchas ocasiones el trayecto lo tuvo que realizar en compañía de una pareja de la Guardia Civil, debido a la presencia de lobos y maleantes en los montes. Con el fin de brindar ayuda en la Casa Rectoral, su tía Dominga y sus hermanas María y Jesusa se irían a vivir con él, estas últimas hasta que se casan. En el año 1948, don Felisindo relataba así su experiencia en estos lugares:

He vivido durante varios años en uno de sus pueblos [de la Comarca de Queixa]. Mis convecinos de antaño saben, cuanto los aprecio y que siempre he defendido los fueros de sus tierras… Entre las cosas que más han llamado allí mi atención está la corta distancia existente entre Abeleda –ribera de clima benigno y apacible- y Fitoiro –sierra de clima duro y frío, poca distancia en verdad para tanta diferencia de clima; el país, rico y abundante; la gente, buena y sencilla; los pueblos muy separados unos de otros, los lobos en bosques y caminos, las leyendas de la ola en el río, bajo los añosos robles del pastizal de las Fontes, en el diestro de Rabal; de la “pena” de Santa Engracia en Acebedo; de la fuente del Tesoro entre Acebedo y Casteloais; las altas planuras de Cabeza de Manzaneda; la Pena da Cruz, en la sierra del Burgo de lejanos horizontes” (El Pueblo Gallego, 27 de julio de 1948).

En el año 1956 don Felisindo es nombrado Párroco de San Pedro de Cudeiro, Parroquia perteneciente al Arciprestazgo de Ourense-Norte, situada a escasos kilómetros de la capital ourensana, y en la que llevaba ya ejerciendo interinamente desde hacía siete años. El diario La Región publicaba la noticia:

El domingo por la tarde se ha celebrado en el inmediato pueblo de Cudeiro el solemne acto de toma de posesión del párroco don Felisindo Grande Seara, distinguido colaborador de nuestro periódico y hombre de grandes virtudes sacerdotales a las que une una inteligencia y cultura poco comunes. Con este motivo toda la parroquia se unió en una impresionante manifestación del cariño que le profesan todos sus feligreses y que se granjeó en los siete años que lleva interinamente al frente de la feligresía. A las cinco de la tarde tuvo lugar el acto de toma de posesión. Asistió en representación del señor Obispo, el párroco de Las Caldas don Jesús Pousa que dio lectura al nombramiento expedido por su S.E. Rvdma. Inmediatamente después, y acompañado del mencionado señor Pousa y del notario del Obispado, don Antonio Novoa, hizo su entrada en el templo, después de abrir su puerta y tocar la campana, pasando al baptisterio y luego al confesionario para ir después al sagrario y tomar asiento en el presbiterio, como está prescrito. Seguidamente subió al púlpito desde donde pronunció unas palabras llenas de emoción, dando las gracias por el amor que el pueblo le demostraba. Gracias a Dios que le había llamado al camino sacerdotal, a sus padres que lo habían guiado, al señor Obispo que le nombró para este cargo, al pueblo de Cudeiro por haberle aceptado con tal júbilo. Seguidamente subió al púlpito don Jesús Pousa, quien pronunció una alocución resaltando la importancia del acto que se celebraba y expresado su satisfacción por el mismo. Exhortó a los feligreses de don Felisindo a seguir como hasta ahora, seguro de que así la parroquia seguirá floreciendo en virtud. A continuación se entonó un Te Deum. Además de la totalidad de sus feligreses se sumaron al jubiloso acto de toma de posesión de don Felisindo Grande Seara numerosos amigos suyos entre los que figuraba una representación de esta casa. A él y a la parroquia de Cudeiro nuestra enhorabuena” (La Región, 27 de noviembre de 1956).

En ese tiempo don Felisindo compagina la gestión de esta Parroquia con la de Vilar das Tres, en este mismo Arciprestazgo. En esta ocasión será nuevamente acompañado por su tía Dominga, quien le ayuda en todo lo que puede en la Casa Rectoral de Cudeiro. En 1954, don Felisindo se refería de esta forma a Vilar:

“Vilar está a unos kilómetros de Orense. Visto desde la ciudad, ofrece, con su iglesia, cipreses y nogales un aspecto pintoresco. Aunque por el sur, este y poniente, su paisaje es adusto, por estar constituido por los montes de Canedo, se asienta en una dilatada llanura, en la cual, según dicen, es posible que, andando el tiempo llegue a instalarse el futuro aeródromo de Orense. El nombre de Vilar, como el de casi todos estos pueblos, Velle, Cudeiro, Las Caldas, podemos suponerlo romano… Hoy Vilar tiene carretera, y como podéis suponer, por su cercanía a la ciudad y su altitud, es un buen lugar para veraneo… Las tres parroquias más próximas tienen sendas iglesias románicas… La iglesia de Cudeiro es románica de transición, aunque ha sido muy reformada… Era obispo de Orense don José de la Cuesta y Maroto, quien comprobada con sus propios ojos la distancia entre estos pueblos y Beiro, y a solicitud de los vecinos de Vilar, decretó la erección de la nueva iglesia, apartando él mismo para los primeros gastos dos mil reales; dio este decreto el 29 de mayo de 1868. La piedra para el nuevo templo salió del monte Romiña. Datos curiosos: de estos montes de Vilar salió toda la piedra que se empleó en la construcción del Hospital Provincial y salieron también las altas columnas de la Casa de los Olmedos; las tales columnas bajaron por estas pendientes en carros de bueyes, cosa que no debió ser nada fácil. La piedra de esta zona tiene la calidad de ser más blanda que la célebre de Rante” (La Región, 6 de agosto de 1954).

En Cudeiro, don Felisindo vivió durante 30 años volcado en la actividad parroquial y en sus feligreses. Las puertas de la Casa Rectoral estaban siempre abiertas a todos aquellos que acudían buscando consuelo, tanto para su alma como para su cuerpo, en ocasiones, un simple plato de comida. Escuchaba y atendía a todo el mundo, sin importarle su ideología ni su nivel social. Con frecuencia se saltaba las ortodoxas normas de la Iglesia de la época con el único objetivo de ayudar y aliviar a personas que “se veían cargadas” de pecados y, sobre todo, de hambre. Eran tiempos extremadamente duros.

Su forma de ejercer el apostolado y su humanidad queda perfectamente reflejada en comportamientos e historias que caracterizaron su vida pastoral. Veamos dos ejemplos. En esos años, para la formalización de muchos contratos laborales se exigía un certificado de buena conducta religiosa que emitían los párrocos, en el que se certificaba la asistencia a misa y el descanso dominical. Don Felisindo, sabiendo que algunos de sus parroquianos no podían asistir a la misa del domingo porque era el único día de la semana en el que podían realizar ciertos trabajos agrícolas, o de otra índole, les proporcionaba sin mayor problema los documentos con el fin de que pudiesen vivir dignamente. En Cuaresma, era habitual que hubiese jornaleros trabajando en la Casa Rectoral o en la huerta, entre ellos vecinos de Parderrubias, que contrataba para determinadas tareas (e.g., poda, vendimia, etc.). A la hora de la comida les sorprendía con un buen plato de carne y ellos atónitos le recordaban que no se podía comer carne en esos días. Don Felisindo les contestaba que “para trabajar hay que estar bien alimentados, por lo que hoy estáis perdonados”. Les daba la bendición, comían y seguían trabajando. Su actitud y forma de afrontar algunos problemas y dificultades de sus feligreses le costó más de una reprimenda del Obispado.

En la Parroquia de Cudeiro tenía, y sigue teniendo, mucho arraigo la festividad de la Virgen de As Candelas, que se celebra el 2 de febrero. Ese día acudían gentes de los pueblos cercanos a participar y a divertirse en la fiesta. En esa fecha don Felisindo reunía en la Casa Parroquial, alrededor de una buena mesa con excelentes manjares, a todos los curas de las parroquias vecinas, a personas relevantes del pueblo y a intelectuales de la época. Allí se hablaba de lo divino y de lo humano, de política, de cultura, de la sociedad, de la actualidad, etc., etc., alargándose la sobremesa hasta bien avanzada la tarde. No eran ningún secreto sus gustos gastronómicos.

El literato

Don Felisindo era un hombre inteligente, muy culto y estudiado. Era un erudito, con un sentido del humor muy particular. Comprometido con la sociedad. Se definía como galleguista convencido, sin llegar a ser nacionalista (la mayoría de sus poemas están escritos en gallego). Fue una persona influyente de la época. En la Casa Parroquial poseía una de las mejores bibliotecas privadas de su tiempo, y en ella pasaba horas y horas entre libros, leyendo y escribiendo. Para don Felisindo un libro era “…un instrumento de trabajo… un maestro… un consejero… un manantial de aguas puras y cristalinas” (F. Seara Grande, La Región, 19 de mayo de 1950).

Su enorme atracción por el cultivo intelectual a costa de un escaso interés por asuntos materiales queda patente en un suceso que le ocurrió con su coche. Para poder atender a las Parroquias de manera eficiente, e impartir misa cuando era menester en la Capilla del barrio de Covadonga, se compró un Seat 600, con el que se mostraba encantado. Un buen día, ya transcurrido un cierto tiempo desde su adquisición, de repente se le para el motor y con gran preocupación acude a un taller para solucionar el problema mecánico. El diagnóstico fue contundente: el motor se había quemado porque nunca le había cambiado el aceite.

Siendo adolescente, con tan solo 16 años, comienza a publicar sus primeros trabajos literarios en la revista Vida Gallega, editada en Vigo, firmando con el pseudónimo “F. Paredes Rubias”. Esto hace que muchos lectores no identifiquen acertadamente la autoría de sus poemas. Así, por ejemplo, en la voluminosa obra “Poesía de Galicia. Poemas á nai”, su compilador López Fernández (1999) incluye sus poemas en el apartado de autores sin identificar, sospechando que se trata del cura de alguna de las dos Parroquias gallegas que llevan el nombre de Parderrubias, decantándose por la de Pontevedra, puesto que sus poemas habían sido publicados en la revista viguesa, aseveración, obviamente, errónea.

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Portada Vida Gallega año 1934

El 10 de agosto de 1934, en la sección Página Poética de Vida Gallega ven la luz sus primeras estrofas: el poema “Ledicias de Mocedá”, un canto a la alegría con motivo de la fiesta de As Pías:

Ouvense ledas as notas
dun garimoso cantar,
namentres as mozas bailan
cas carcaños, po-lo ar.
¡E qué mozas mais garridas!

Un mes después, el 20 de septiembre, publica “Anoitecer de Morriña”, poema en el que vuelca por primera vez la tristeza, la saudade y la desolación por la madre ausente:

Os vislumes da tardiña
con melancónica cor, fan chorar a miña i-alma,
¡qué triste desolación!
Pregando sobor das lousas
que cobexan meus abós,
que-m’a naiciña cobexan,
miña nay do curazón”.

Será, sin embargo, en el poema “Naiciña” publicado el 20 de diciembre de 1934, también en Vida Gallega, en donde la emoción transformada en versos transmite de manera translucida esa añoranza y esa tristeza por no poder volver a verla:

 “¿Volverán aqués labios flamexeiros
que, ó pousa-los seus beixos melosiños,
dondecían meus nervios cativiños
trembando cal se foran milagreiros?
Non volverán -dime a triste memoria
que en min despertou o fogo e a paixón-,
porque hai tempo que xa rubiu á gloria
a  muller que me arrouba na oración,
a  mais nobre que ten a miña historia,
a naiciña, nanai do corazón”.

Con “Balada do Cemiterio”, publicada el 18 de junio de 1936 en el diario La Región y el 23 de junio en el diario El Compostelano, el poeta llora y reza a su madre a los pies de su sepultura:

Ó contemplar, pola tarde,
tan soios os panteóns,
sinto saudade na alma
e angustia no corazón;
e co rego dos meus ollos,
enloitados pola dor,
medran as flores na terra
onde dormen meus avós,
onde dorme feita cinsa
cal rosiña que secou,
aquel anxo que eu adoro:
miña nai do corazón.

¡Hoxe rezo eu por ti
entre breixas de dolor!
¡Por ti eu deixo un bagoa
nas lousas dos panteons!

En sus poemas, como no podía ser de otra manera, también encontramos guiños y referencias a Parderrubias. En “Atardecer”, poema publicado el 10 de febrero de 1935 en Vida Gallega, convierte en versos los recuerdos que, siendo ya mayor, tiene de una tarde de otoño en Parderrubias:

Y-acordeime d’unha tarde,
¡veigame Dios a lembranza!
en que contigo bailei
ond’ós palleiros da Aira
no medio do mullerio
que d’envexa nos ollaba,
pois éras a mais feituca,
entr-as garridas rapazas,
y-eu er’ó  millor mociño
c-había no foliada”.

Será en “Caminito de mi Aldea”, poema publicado en castellano el 20 de julio de 1935 en Vida Gallega, en donde don Felisindo fotografía aquel Parderrubias de los años treinta:

Parco perdido en la bruma,
vislumbro lejos mi aldea
la tarde muere. Gimiendo
se oye lejana carreta,
con la canción del boyero
que va escalando la sierra.
El zagal en la llanura,
pastorea sus ovejas…,
ellas pacen…, corren…, balan…
se revuelcan por la hierba.
Yo voy siguiendo mi ruta,
caminito de mi aldea;
la de las RUBIAS casitas,
la de encantadas robledas,
la de negruzcos pinares,
la de magníficas vegas,
la de alquería y trofín,
la de verbenas y fiestas,
la de ancianos chocarreiros,
la de rapazas morenas…
Son las nueve. Yo adelante
caminito de mi aldea.
Me asombra la lontananza,
resbalando en la vereda,
que trepa por las montañas
de encantadas arboledas.
Yo voy siguiendo mi ruta.
caminito de mi aldea.
¡Qué soledad tan amable…!
¡Qué montañas tan desiertas…!
¡Se oye lejana canción…
se oye lejana carreta…
se oyen lejanas campanas
-campanita- de mi aldea!

Aunque con anterioridad al año 1948 ya encontramos alguna incursión periodística, será a partir de este año cuando don Felisindo comience a colaborar de manera asidua con periódicos como La Región o El Pueblo Gallego, en los que nos encontramos numerosos artículos que llevan su firma, en donde aborda los más diversos temas. En el diario ourensano La Región, entre 1949 y 1956, llegamos a contabilizar medio centenar de artículos bajo su firma. En el rotativo vigués El Pueblo Gallego, en su sección Diario de Orense, publica varios artículos, en algunos de los cuales centra su interés en tradiciones religiosas. Esas publicaciones nos permiten conocer de buena pluma como se vivían esos ritos litúrgicos a finales de la década de los cuarenta. Seleccionamos dos de esos artículos, por la gran relevancia social que hoy tienen las tradiciones religiosas que abordan, debido a la gran afluencia de peregrinos: el año jubilar compostelano y la romería de la Virgen de los Milagros.

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Portada El Pueblo Gallego del 1 de febrero de 1948

El 15 de junio de 1948 bajo el título “A los peregrinos de Orense” publica, coincidiendo con el año jubilar, una apasionada descripción de la ciudad de Compostela y de la peregrinaciones a ella:

Ya se acerca el gran día de la peregrinación a Santiago de Compostela. Orense, como las demás provincias de España, irá a ganar el jubileo del Año Santo. Irá a vivir unas horas de entusiasmo, de entusiasmo santo, de fe y de amor, ante el sepulcro del Apóstol y la grandeza compostelana ¡Santiago de Compostela! La vieja ciudad de viejas rúas en su estado antiguo; de jardines que parecen tener un deje de nuestro románico sin igual en el mundo. Jardines sin gran profusión de flores, de añosos árboles, de pensativas estatuas, propio todo ello para hablar al alma igual que el arte y el paisaje de los montes de nombres sagrados; de iglesias y monasterios como mansas ovejas alrededor del pastor; de edificios civiles como la Universidad, el  palacio de Rajoy y tantos otros, y presidiendo el conjunto, la Basílica, de las más célebres del mundo. Jerusalén, Roma, Compostela, el milagro en piedra de la Edad Media, ante la plaza compostelana circundada de los cuatro edificios que significan la Religión, la Caridad, la Justicia y la Enseñanza, todo, fruto de la Religión. ¡La Catedral de Santiago! El Santo Sepulcro y el Apóstol en espera de nuestro abrazo, y la columna de mármol y el pórtico de la gloria… Bajo aquellas bóvedas y ante aquellos altares se postraron de rodillas, como dijo Murguía, emperadores, reyes, príncipes, duques, Papas, obispos, guerreros, trovadores, mujeres y hasta niños… venidos desde los más remotos confines de Europa. Allí van a dar los caminos jacobeos que cruzan nuestra patria, caminos por dónde venían extranjeros al canto de Ultreya, por donde retornaban a sus lejanos lares, adornados los vestidos de vieiras, conchas viajeras. Allí estuvieron San Francisco de Asís, Santa Isabel de Portugal, San Luis, San Franco de Sena, San Vicente Ferrer…, que como dijo Otero Pedrayo “pasaron por la historia de Santiago en alborada de alondras y campanas”. Y se acerca el gran día de nuestra peregrinación a Santiago de Compostela. ¡Ultreia, Deus adjuvanos! (F. Paredes Rubias, El Pueblo Gallego, 15 de junio de 1948).

El 13 de septiembre de 1949 publica un artículo en el que nos regala una fiel descripción de cómo se vivía la Romería de Nuestra Señora de los Milagros:

Escribo estas líneas en plena mañana del ocho de septiembre, fiesta principal del Santuario. En la cima del Medo, trono de nuestra Reina. Después de andar los caminos, que arrancan del templo como arterias de vida sobrenatural. En el instante preciso en que da comienzo, en el balcón de la fachada, la misa solemne, la misa grande, el espectáculo más bello del mundo católico. El gran atrio, el mayor de Galicia, y la explanada se hallan llenos de fieles. Multitud inmensa. Diez mil almas. ¿De cuántos pueblos, de qué lejanas comarcas, habrá venido tanta cristiandad? Imposible averiguarlo. Con decir que hay personas de La Coruña y de Vigo, y que, según he oído, hubo el domingo pasado día 4, un millar de coches, creo es decir lo bastante. En la mesa en donde escribo, hay el conocido opúsculo de nuestro malogrado paisano P. Benito Paradela Nóvoa. En él espigo estos hechos. En el año 1852 fue curada maravillosamente por la Virgen, doña Ildefonsa Gutiérrez, de Cacabelos, en el Bierzo; en 1816, don Ramón Pérez de Tejada, en la ciudad de Orense; en 1761, un niño de Rouzós, Amoeiro; en 1792, don Manuel Marcelo Gayón, del Pazo, del Campo de Trasalva, etc. Hállense pues aquí, no solo los hijos de la comarca, de las 25 parroquias con sus 125 pueblecillos que rodean al Medo, sino también gentes de los lugares más distantes de Galicia, y aun de Zamora y Portugal. Empieza el canon de la misa: ese momento siempre nuevo para el pueblo cristiano que asiste a la renovación del sacrosanto drama del Gólgota… Está próxima a su terminación la misa solemne. Salen las insignias, pendones y estandartes para la magna procesión. En el fino raso de seda de un estandarte, leo con emoción estas palabras en letras de oro: “Orense a la Virgen de los Milagros, como tributo de su devoción”. Niñas vestidas de blanco, símbolo del candor y la pureza. Un pueblo, vibrante de entusiasmo, cantando la Salve Regina, la secuencia más bella de los siglos, brotada como un milagro en el X compostelano, aquel siglo desventurado, un poco semejante al nuestro. Ya viene la Virgen, hermosa como la aurora cuando se levanta más resplandeciente que el sol en pleno día en frase del Cantar de los Cantares… Al regreso de la procesión, en el templo, el Rvdo. P. Domeño, Paúl, de la Residencia de Ávila pronuncia breve y elocuente oración sagrada. En su canto a la Virgen, las notas místicas del Santuario ermita primitiva, pastores del Medo, fieles que levantaron el templo, etc. producen gran emoción en los oyentes. La multitud en pie por falta de espacio para poder arrodillarse, recibe la bendición papal. …Las multitudes cunden casi lo mismo que hoy, en los anteriores días de la novena. Reina sí onda alegría, y no falta tampoco el gaitero de afición que, desde el coche o el campo de la fiesta, bajo los añosos robles, desgrama, al aire de la montaña, la típica muiñeira. Las gentes retornan a los lares, llenas de satisfacción y fuertes con la gracia para las batallas del Señor. Oigo a lo lejos una canción, digna de hacerse popular en las tristes circunstancias por que atraviesa nuestro campo, en este mes, en el de las vendimias: A Ti te pedimos con fe y devoción la lluvia del cielo, oh Madre de Dios…” (F. Grande Seara, El Pueblo Gallego, 13 de septiembre de 1949).

Su devoción a la Virgen también se ve reflejada en varios poemas publicados en La Región: Nos Remedios (1935), A Santiña do Cristal (1935) -incluido posteriormente por Fraguas (2004) en su obra “Romerías y Santuarios de Galicia”- y A la imagen de Nuestra Señora de Fátima (1952).

“¡Sobor das tellas da ermida,
hay duas pombas pousadas…
¡Baixan as augas do Mino,
respetosas e caladas…!
Acurrunchadas na aurela,
dos verdes agros das Caldas,
gardan contentes o gandos
duas fermosas rapazas,
escoitando, ó son do vento,
as doces notas da gaita;
é gu’hay festa nos Remedios…”.

(F. Paredes Rubias, Nos Remedios, La Región, 8 de septiembre de 1935)

No pobo de Vilanova,
nobre e distinto lugar,
nome de sonada vila
en non lonxanas edás,
apenas se encobr’a tarde,
péchans-as portas do lar,
y-a xente vaise, piadosa,
car’a ermida do Cristal...”.

(F. Paredes Rubias, A Santiña do Cristal, La Región, 14 de septiembre de 1935).

Se han prendido en su manto los albores
De una aurora infinita de blancura
Y, en su rostro, el hechizo de las flores
Y un misterio infinito de dulzura…”

(F. Grande Seara, A la imagen de Nuestra Señora de Fátima, 13 de mayo de 1952).

En los numerosos artículos publicados en La Región, don Felisindo aborda gran diversidad de temáticas de tipo religioso, social, político, moral, literario, cultural o turístico (e.g., su viaje en tren a Barcelona para asistir al XXXV Congreso Eucarístico Internacional celebrado en el año 1952), tanto de carácter local, como nacional e internacional. Así, por ejemplo, destacamos sus reflexiones sobre acontecimientos ocurridos en Ourense en esa época, como es el caso del fallecimiento del obispo Francisco Blanco Nájera en 1952:

Su nombre excelso será recogido por la historia patria, y la ilustre diócesis de Orense anota con amor el nombre de él al lado de los Mariños, Fonsecas, Blancos, Quevedos y Cerviños. Ningún lugar más apropiado para recoger sus gloriosas cenizas que la iglesia del nuevo Seminario” (F. Grande Seara, La Región, 17 de enero de 1952).

“…este gran Seminario de hoy, la obra de Allariz, los colegios de las Cooperadoras, la creación de nuevas parroquias y escuelas, la modernísima reglamentación de las casas rectorales, la reorganización del Fomento de Vocaciones, etc., etc., todo eso se ha hecho en el brevísimo correr de unos años” (F. Grande Seara, La Región, 18 de enero de 1952).

Tres años antes, en 1949, escribía sobre la figura del ourensano Fernando Quiroga Palacios, coincidiendo con su nombramiento como Arzobispo de Santiago de Compostela, por “el cariño y la admiración hacia el gran sacerdote, profesor de mi Seminario durante casi todos los años de mi carrera sacerdotal”:

“…D. Fernando Quiroga Palacios es el llamado por la Providencia para que sea continuador de la historia de esa gran ciudad: el llamado a continuar la mejora del centro religioso, cultural y artístico de Galicia… Orense no puede menos de sentir el gozo y la alegría de una madre, al ver triunfar de ese modo a un hijo tan querido. Se aproxima el momento de expresar nuestro entusiasmo por D. Fernando; por el profesor sabio, ameno y siempre comprensivo para las deficiencias de sus discípulos, por el  párroco, catequista y director de tantas almas. Hombre hondamente popular: Dios le había dado admirables dones sobrenaturales y naturales, y él con toda humildad y caridad los ponía siempre al servicio de Dios. La dirección espiritual y la Cátedras de Teología, Filosofía, Lenguas y Literatura del Seminario de San Fernando de Orense guardarán para siempre gratos recuerdos del maestro” (F. Grande Seara, La Región, 20 de noviembre de 1949).

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Portada de La Región del 8 de septiembre de 1935

En un artículo de septiembre de 1952, bajo el titular “Un día grande para Orense”, coincidiendo con la visita de Franco a la capital para inaugurar la nueva Estación, don Felisindo reflexionaba sobre el desarrollo económico ourensano:

Desde la carretera de Santiago, miro un instante la gran estación que va a inaugurarse hoy. Tengo a la derecha los grandes talleres de Peliquín, y a la izquierda la gran estación. Entre esta carretera y la de Vigo, en una explanada de varios kilómetros extiéndense las obras de una de las estaciones mejores de España. Aún más allá de la carretera de Vigo, fuera del recinto amurallado, se alzan elegantes pabellones, habitados ya por obreros de la RENFE. Sigue después el edificio principal; en el laberinto de líneas férreas, aparecen las cuarenta y seis vías, de estas, veintiuna para los distintos servicios de viaje y mercancías, y las restantes para el depósito de sesenta locomotoras; las instalaciones de agua, suficientes para un gasto diario de dos millones de litros; las ochenta y dos agujas de cambio, en fin la gran estación que todos conocemos y admiramos… Frente a nosotros se alzan las hermosas torres de un nuevo seminario; a nuestra derecha se tiende majestuoso un viaducto y a poca distancia tenemos los saltos de Las Conchas, Los Peares, Ribas del Sil, Celeirós, etc… Con este día comienza una nueva etapa económica para nuestra ciudad. Ahora es conveniente que en las llanuras que rodean a la nueva estación sigan apareciendo nuevas fábricas. Conviene que surjan iniciativas de empresas y particulares para dar a nuestra urbe el puesto comercial que le corresponde. He aquí un día grande para Orense” (F. Grande Seara, La Región, 23 de septiembre de 1952).

La obra literaria más conocida de don Felisindo, traspasando las fronteras locales, es la novela “Don Proleterio y Valdomino” publicada en el año 1961 por la editorial local ourensana La Editora Comercial. Todavía hoy, casi sesenta años después, se puede adquirir en varías librerías online. La novela tiene una clara inspiración en la obra “Don Camilo”, del escritor italiano Giovanni Guareschi, coétaneo de don Felisindo. Don Camilo es un cura de pueblo que, durante la posguerra italiana, vive continuos enfrentamientos ideológicos con el alcalde comunista Pepón, de los cuales obviamente sale siempre ganador. Estos personajes serán sustituidos por Don Proleterio, marxista sin oficio ni beneficio entregado a la edición de la revista Amapolas de ideología comunista, y Valdomino, joven estudiante universitario de Filosofía y Letras, formado en colegios religiosos, con gran proyección y que se ve en la necesidad de trabajar para Don Proleterio, colaborando en las tareas editoriales de su órgano propagandístico subversivo. De dos posiciones filosóficas diametralmente opuestas no se puede esperar más que continuas discusiones y enfrentamientos ideológicos.

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Portada de Don Proleterio y Valdomino

En síntesis, la novela constituye un alegato contra las desgracias y malevolencias del comunismo. El propio autor comienza afirmando:

“…me he propuesto por objeto material escribir una novela, y por objeto formal, una refutación del marxismo. No habré sido inoportuno, cuando tanto se habla del gran error y tantos pueblos han caído ya o están en peligro de caer bajo el dominio de los que comienzan por negar la existencia de Dios” (Grande Seara, 1961, p. 7).

Y finaliza justificando su publicación:

“…para que el mundo pueda reflexionar sobre lo peligrosas que son la propaganda y las organizaciones del marxismo, y sobre lo necesario que es instaurar y promover la vida cristiana” (Grande Seara, 1961, p. 374).

La novela toma como hilo argumental las actividades subversivas de don Proleterio en el pueblo ficticio de Cuesta Hermosa, quien:

“…llegó a verse en la vanguardia de los intelectuales marxistas por no haber dejado a tiempo la senda que había emprendido en un momento de irreflexión… Cuando era estudiante de ética, pues estudiante había sido y de estudiante no había pasado, comenzó a defender los errores del marxismo… Esta actitud de don Proleterio era más bien efecto de la ignorancia… No le faltaron consejos; mas no quiso abandonar sus teorías, y las defendió tanto que en la Universidad donde estudiaba le tuvieron por loco…” (Grande Seara, 1961, p. 13).

Tuvo que llegar don Proleterio al final de su vida para tomar conciencia de lo errado que estaba y retractarse públicamente, aunque ello no impidiese el triunfo de la revolución marxista, pues la ideología difundida a través de Amapolas había calado en la sociedad. Dejamos al lector, adentrándose en la lectura de la novela, que descubra por sí mismo las consecuencias de la revolución comunista y cómo esta cambia la vida de Valdomino.

Este posicionamiento antimarxista estuvo presente en varios de los artículos publicados en La Región. Así, por el XIV aniversario del asesinato de José Calvo Sotelo, don Felisindo escribía:

El marxismo internacional, en una de sus revoluciones mejor preparadas, intentó hacerse dueño de la Península Ibérica. Por la providencia de Dios no le fue posible. Desde entonces no ha cesado ni un instante en su ofensiva bárbara, cruel y frenética contra distintos pueblos… Y si alguien no estuviese conforme podríamos acudir a las pruebas, y serían argumentos contundentes, entre otros, los acontecimientos históricos de estos últimos años en Polonia, Estonia, Letonia, Lituania,…” (F. Grande Seara, La Región, 13 de julio de 1950).

Ese mismo año, en el artículo “La gran ingenuidad de los occidentales”, reflexionaba sobre la situación que se estaba viviendo en Corea:

“…No, lo acaecido en Corea no debe sorprender a nadie. Lo que si debiera sorprender a todo hombre de razón es la ingenuidad, la candidez de los antimarxistas aliados. Estos, cual si fueran hombres completamente vulgares, han seguido un sistema en sus actuaciones digno de burla, de mofa, de sarcasmo, si no se tratase de una cuestión decisiva para la humanidad. Solo España, claro ejemplo para las demás naciones, en esta hora crucial del mundo, ha sabido abstenerse de esa camaradería, indigna, del occidente –no sé si en decadencia como dijo Speagler- con el oriente” (F. Seara Grande, La Región, 20 de julio de 1950).

En el año 1956, don Felisindo afirmaba que “…desde su aparición en el mundo, el comunismo, al principio como sistema de doctrina y, desde hace años, como realidad política, viene siendo agresivo para todos: agresivo para con el cielo, pues predica y defiende el ateísmo; agresivo para con los habitantes de una misma nación, toda vez que intenta la destrucción de todo para poder levantar un nuevo Estado, una dictadura sin precedentes; agresivo para con los pueblos no comunistas, pues nunca ha dejado de ser un sistema de proselitismo internacional” (La Región, 1 de febrero de 1956). Ese mismo año, escribiendo sobre la libertad de expresión señalaba que “el comunismo, como el príncipe de las tinieblas, gusta de presentarse en dos formas distintas; hasta no hace mucho era el tigre que, amenazando a toda Europa y aun a todo el orbe, rugía desde la estepa; ahora es la serpiente que quiere lograr sus objetivos mediante sonrisas y ofertas imposibles… Ningún sistema político persigue tanto la libertad la expresión como la persigue el comunismo… el comunismo persigue, sin reparar en medios, a quienes se manifiestan en contra la dictadura comunista” (F. Grande Seara, La Región, 16 de febrero de 1956).

Conclusiones

Descritas las tres dimensiones que hemos abordado de don Felisindo (persona, cura y literato) pensamos que las tres, en su conjunto, le hacen merecedor de ser considerado Vecino Ilustre de Parderrubias. Su dilatada labor pastoral y periodístico-literaria ha tenido siempre presente el nombre de nuestra Parroquia allí en donde la desarrolló. Hoy podemos encontrarnos con un buen número de documentos escritos que dan buena fe de ello; descubrir en ellos el nombre de Felisindo Grande Seara, o de F. Paredes Rubias, llena de satisfacción a todo aquel que se interesa por conocer la historia de Parderrubias.

¡Divina misión la de hacer que los hombres y los pueblos sean mejores! He aquí la cuestión del mundo”.

(Felisindo Grande Seara, 8 de octubre de 1955).


Referencias

Fraguas, A. (2004). Romerías y santuarios de Galicia. Vigo: Editorial Galaxia.

Grande Seara, F. (1961). Don Proleterio y Valdomino. Orense: La Editora Comercial.

López Fernández, X. (1999). Poesía de Galicia. Poemas á nai. Santiago de Compostela: Difux, S. L.

Un comentario sobre “DON FELISINDO GRANDE SEARA (1917-1987). Por Mariví Seara Grande y Juan Carlos Sierra Freire

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