Categoría: Años 20

Festividad de la Virgen del Rosario en Parderrubias: 350 años de historia (1673-2023)

Festividad de la Virgen del Rosario en Parderrubias: 350 años de historia (1673-2023)

Por Juan Carlos Sierra Freire

Dice la tradición que, en julio de 1200, la Virgen se apareció, rosario en mano, a Domingo de Guzmán con el mandato de que lo enseñara a toda la Humanidad. Los primeros en recibir dicha enseñanza fueron los soldados de Simón IV de Monfort, gracia a la que atribuyeron la victoria en la Batalla de Muret. Como agradecimiento levantaron la primera capilla dedicada a la advocación de la Virgen del Rosario. Ya en el siglo XVI, a sus favores se atribuye la victoria en la famosa batalla de Lepanto, en la que las tropas cristianas vencen a las turcas el 7 de octubre de 1571. A partir de este momento la devoción a la Virgen del Rosario se difunde por todo el mundo cristiano, celebrándose el 7 de octubre su festividad. Un exponente de la gran expansión que alcanzó su advocación es el número de cofradías repartidas por todo el territorio cristiano.

La Cofradía del Santísimo Rosario fue fundada a finales del siglo XV por la Orden de los Dominicos, siendo por tanto su autor y fundador santo Domingo de Guzmán. Sus miembros se comprometían a rezar semanalmente los quince misterios del Rosario e incluir en sus intenciones las de los demás miembros de la cofradía, beneficiándose de indulgencias plenarias en las festividades de Navidad, Pascua, Purificación, Asunción, Rosario e Inmaculada Concepción, y parciales. Confiesan y comulgan los primeros domingos de mes y participan en las procesiones de la Virgen del Rosario.

Entre las cofradías que fueron surgiendo con el tiempo se encuentra la de Parderrubias, que este año 2023 cumple 350 años de su primera celebración. La Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de la parroquia de Parderrubias probablemente sea la cofradía más antigua de la feligresía al ser fundada en 1672, casi cien años antes de la construcción de la actual iglesia parroquial.

El 11 de diciembre de 1672, frai Jerónimo Bordallo, perteneciente a la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Orense, haciendo uso de la autoridad que ostentaba para fundar cofradías, y con licencia del Señor Obispo Baltasar de los Reyes y el beneplácito del párroco don Lorenzo Gómez Pizarro, funda la Cofradía de la Virgen del Rosario en la parroquia de Parderrubias. En el documento fundacional se instituye como fiesta del Rosario el primer domingo de octubre: “día en el que se celebrará misa, fiesta y procesión, con la solemnidad que se pueda”. Además, se establece que los cofrades que, en ese día, se confiesen, comulguen y visiten el altar de la Virgen del Rosario serán merecedores de ganar el jubileo.

Se nombra capellán de la cofradía al párroco don Lorenzo, que tendrá autoridad para inscribir a cofrades, bendecir rosarios y consagrar velas para el bien morir. Como primer mayordomo es nombrado Pedro Martínez, quien ejercerá hasta el primer domingo de octubre del siguiente año, fecha en la que se renueve su cargo o se elija un sustituto. Entre sus obligaciones están la de pedir todo género de limosnas para la adquisición de velas y adornos de la Virgen, así como colocar a la Virgen en unas andas todos los primeros domingos de mes.

Además, en el acta fundacional se establece que los cofrades que se confiesen, comulguen y visiten el altar de la Virgen del Rosario los primeros domingos de mes ganarán el jubileo, y que el cofrade que muera con una vela bendecida en honra de la Virgen del Rosario ganará el perdón de todos sus pecados.

Aceptación del primer capellán de la Cofradía: el párroco don Lorenzo Gómez Pizarro

Estatutos Fundacionales de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de Parderrubias

Las Constituciones (o Estatutos) Fundacionales son firmadas por el párroco don Lorenzo Gómez, junto con seis Hermanos, el 2 de octubre de 1673, incluyéndose 12 artículos. A saber:

  1. Cualquier persona que quiera ser admitida en dicha Santa Hermandad, deberá pagar dos reales de limosna y, en los años venideros, un real por año, para misas, cera y gastos que tuviese la Hermandad.
  2. A los dos años de la fundación de la Hermandad, si alguna persona la abandona, para su readmisión deberá pagar cuatro reales, y de ahí en adelante dos reales por año.
  3. La Hermandad prima la caridad, la piedad y la misericordia para con el prójimo, por lo que, para no privar a los pobres de solemnidad de sus gracias e indulgencias, el capellán nombrará a dos Hermanos para pedir limosnas por toda la feligresía hasta obtener las cantidades necesarias para su entrada y mantenimiento.
  4. La Hermandad poseerá un arca con tres llaves para las limosnas; dos de ellas para la tapa principal y la otra para un cajón que está dentro. La llave del cajón y una de la cubierta las tendrá el capellán, y la otra estará en posesión del mayordomo, de manera que el capellán sin el mayordomo, ni el mayordomo sin el capellán, puedan sacar dinero, sin estar los dos presentes.
  5. Los Hermanos cumplirán todos los primeros domingos de cada mes jubileo plenísimo en esta iglesia, y en esos días traerán las limosnas recogidas en el mes antecedente, las cuales se echarán al cajón.
  6. Para que no haya deudas ni cargas de dichas limosnas en poder de los mayordomos, un día después de la fiesta principal -el primer domingo de octubre-, se llamará a los cuatro Hermanos más antiguos de dicha Hermandad, para que junto con el capellán hagan cuentas con el mayordomo y depositen en el cajón lo recaudado para las compras necesarias de la Hermandad.
  7. Para celebrar los cuatro Aniversarios que dispone la Bula no se llamará más que a dos sacerdotes y al capellán, y a cada uno se le darán cuatro reales de limosna, más otro real para el desayuno. Y en la fiesta principal, que es dicho primer domingo de octubre, se llamarán tres sacerdotes y al capellán con la misma limosna de los cuatro reales y uno más de desayuno, salvo que el mayordomo quisiese llamar a más sacerdotes por su devoción, que en todo caso correría por su cuenta el darles satisfacción.
  8. En las procesiones de la Santa Hermandad, en los cuatro Aniversarios y en los entierros de los Hermanos, habiendo veinte antorchas y velas, arderán ocho, y si hubiera treinta, arderán doce y, en esta misma conformidad, se irán multiplicando cuatro por diez. Y esto, no solo desde la casa del difunto hasta la iglesia, sino también durante los oficios. Admitiendo que cuando se echase el cuerpo del difunto, ardiese toda la cera que hubiese. Y lo mismo en la fiesta principal del primer domingo de octubre.
  9. Se tendrá mucho cuidado con la cera de la Hermandad, para que no falte, ni se malgaste ni quiebre, por lo que ordenamos que el mayordomo, o persona que nombrase, cobrará los desperfectos. Y el Hermano que entregase la antorcha quebrada pagará al mayordomo medio real si es de una libra, y un real si es de dos libras. De no hacerlo, correrá el mayordomo con los gastos de las faltas y daños que hubiera.
  10. Si en los límites de la feligresía muriese algún pobre mendicante se ordenará la cera para su entierro como si fuese un Hermano de dicha Hermandad.
  11. En todas las ocasiones que saliese públicamente el Viático a cualquier enfermo de dicha feligresía, irán Hermanos con sus antorchas acompañándole. Igualmente, el Hermano que se hallase en el lugar, con entera salud y no impedido, no viniese acompañarle, no acudiese a los entierros de los Hermanos o no asistiese a los cuatro Aniversarios, en la primera, segunda y tercera vez será condenado a cuatro cuartos por cada una de las faltas, y de allí en adelante a un real, todo lo cual se destinará a cera y demás gastos de la Hermandad.
  12. Los ornatos, joyas y cera que hubiera en dicha Hermandad no se podrán prestar para ningún festejo, ni fiestas, ni dentro ni fuera de dicha feligresía, pues son conocidos los grandes inconvenientes y pérdidas que tienen, y de hacerlo es su total destrucción y ruina.

Posteriormente, se añadió un nuevo artículo, el número 13:

13. Todos los que quisiesen formar parte de la Hermandad siendo solteros, serán admitidos con un real de entrada, y de ahí en adelante pagarán un cuartillo de limosna.

En el año 1798, con 48 años, ejerce de mayordomo de la cofradía Bartolomé Sierra, vecino de O Outeiro y trastatarabuelo del autor de este artículo. A su entrada dispone de 266,10 reales, provenientes de las cuotas de los cofrades y de las limosnas. Con ese monto se hace cargo de la misa cantada en el día de la Virgen del Rosario, de la cera y del aceite de la lámpara de la Virgen, dejando un saldo de 72,10 reales.

Un documento con fecha de 16 de mayo de 1806, firmado por José Díaz, Vicario General de la Orden de los Dominicos, con sede en el Convento de Santo Tomás de Madrid oficializa la Cofradía, nombrando capellán de la Hermandad al párroco y ordenando celebrar la Fiesta del Rosario el primer domingo de octubre.

Primera actualización de los estatutos: 1867

Los estatutos redactados en 1673 estarían vigentes durante 194 años, hasta 1867, fecha en la que el párroco don Manuel Belvis los reforma, formulando los siguientes quince artículos:

  1. Todos los vecinos de la parroquia, desde que cumplan los siete años, se contemplan Hermanos.
  2. Para sostener los gastos de la Cofradía, pagará cada matrimonio un real y cada viudo medio real; todos los demás desde los siete años cumplidos pagarán veinticinco céntimos.
  3. La fecha en la que principia la obligación de pagar es desde el mismo día de la Fiesta del Rosario, primer domingo de octubre; de suerte que el que no cumpla los siete años antes de este día, o contraiga matrimonio después, no principia a pagar hasta el año siguiente, aunque gozará de los privilegios de los demás.
  4. A cuenta de la cantidad que resulte se costeará la misa solemne, el día de la Fiesta, con cinco señores sacerdotes al menos, y lo restante se invertirá en cera para sostener diez blandones que arderán durante los funerales de los Hermanos.
  5. Si alguno quisiera tener algún acto voluntario, abonará por cada uno cuatro reales, y siendo con misa seis.
  6. Cada año habrá un mayordomo elegido públicamente por el saliente a su voluntad, que debe tener veinte y cinco años cumplidos y no haber desempeñado dicho cargo.
  7. En el caso de que en una misma casa haya dos o más hermanos, podrá ser nombrado cualquiera de ellos, siempre y cuando alguno no lo hubiese sido en los diez años anteriores.
  8. Las obligaciones de los mayordomos son asistir a las misas de los actos y entierros de los Hermanos, colocar los bancos de la cera con los blandones, cuidar de estos durante el tiempo de estos, distribuir la cera a los Hermanos al salir los cadáveres de la casa, recogerla después colocándola en su sitio, así como los bancos a su puesto. También distribuirá y recogerá otra cera en la procesión de Corpus, y Jueves Santo y Viernes Santo. Será igualmente de su obligación cobrar de los Hermanos lo que le corresponda pagar según la lista que le entregue el párroco. Llamar a los sacerdotes para la función principal que le señale el párroco y rendir al mismo las cuentas cuando se las pida.
  9. También será obligación del mayordomo pedir por toda la parroquia limosnas para la Virgen en las cosechas de centeno y maíz, cuyas limosnas se postrarán a la puerta de la iglesia a la salida de la misa parroquial en algún día festivo inmediato después de haber cobrado, y de cuya cantidad dará cuentas al párroco igualmente.
  10. De la limosna del maíz saldrá para encender la lámpara de la Virgen todos los días festivos, la cera o aceite que alumbre durante el rosario y misa parroquial, y en las procesiones de la Virgen, y para los demás repasos de ropas de la Imagen y sus adornos. Y de las limosnas del centeno se costearán fuegos y músicos para el día y vísperas de la función principal, a proporción de lo que de este fruto se recaude.
  11. Si algún Hermano rehusase servir de mayordomo sin legítima causa a juicio de la mayoría de los Hermanos podrá ser expulsado de la Cofradía y privado de los beneficios de los demás Hermanos con respecto a funerales, sin que se le vuelva a admitir, a menos que entre sirviendo aquel año y abonar además dos libras de cera para la Hermandad.
  12. El mayordomo que incurriera en la falta de poner la cera correspondiente en la misa de los ritos y entierros, así como de presentarla en el sitio y el acto de levantar los cadáveres pagará de multa cuatro reales al heredero o cumplidor que se empleará en una misa por el difunto.
  13. Iguales obligaciones, y bajo las mismas penas, tiene el mayordomo de la hermandad de San José con respecto a entierros, si bien para cobrar solo tiene que hacerlo de un real por cada vecino.
  14. Cuando tengan los mayordomos que asistir en la iglesia para cuidar de la cera, al mismo tiempo que llevarla a la casa mortuoria podrán alternar ambos en uno y otro sitio.
  15. Se establece que todas las dudas o dificultades que ocurran las resolverán a mayoría de votos el párroco con el mayordomo y los tres Hermanos más ancianos.

Estas nuevas constituciones fueron firmadas el 13 de octubre de 1867 por el párroco don Manuel Belvis, y los vecinos Domingo Antonio Casas, Luis Pérez, Manuel Casas, José Grande, Ramón Sampedro e Inocencio Suárez.

Segunda revisión de los Estatutos: años 20

Siendo párroco de Parderrubias don Ambrosio Cid Fariña (1926-1929), las Constituciones por las que se regía la Hermandad, dictadas sesenta años antes por don Manuel Belvis, volverían a ser actualizadas. Tal como consta, “parte de las referidas constituciones había caído en desuso, habiendo ya sido sustituidas por otras nuevas”. Por tanto, para proporcionar estabilidad a las normas por la que debe regirse la Hermandad, con arreglo a las necesidades y exigencias de los nuevos tiempos, se celebró Junta General de los Hermanos de la Cofradía bajo la presidencia del cura-ecónomo de la parroquia don Ambrosio Cid, y de común acuerdo se establecieron las siguientes constituciones.

  1. La Junta Directiva de esta Hermandad se compone del Presidente, que es el señor cura de la parroquia, de un Depositario y de un Fiscal. A estos compete, en unión con dos Hermanos de los más antiguos, el resolver las dudas que ocurran acerca del cumplimiento de las Constituciones por las que se rige la Hermandad.
  2. Se consideran Hermanos de esta Cofradía todos los feligreses de esta parroquia que hayan cumplido siete años y hecho la Primera Comunión. Los padres de familia cuyos hijos hayan practicado la Primera Comunión deberán advertir al señor cura un domingo antes de la Fiesta del Rosario que les inscriba en el libro de la Hermandad.
  3. Para mantenimiento de los gastos de esta, contribuirá cada familia con 0,75 pesetas anuales, y si esta se compone de un solo individuo 0,40 pesetas.
  4. La obligación de pagar comienza el primer domingo de octubre, si para esta fecha constituye familia separada o vecino distinto y determinado.
  5. A expensas de la cantidad recaudada se costearán los gastos ocasionados al señor cura con motivo de la confesión de los Hermanos, que será la víspera o antevíspera, la misa solemne del día de la fiesta, que será con cinco sacerdotes a lo menos, la cera que arderá durante los funerales de los Hermanos, diez blandones en el túmulo o catapulto y seis velas en el altar, y el adquirir y conservar las insignias de la conducción funeraria.
  6. Si algún Hermano desea tener un acto, abonará por la cera cinco pesetas, y si cualquier extraño a la Hermandad desea tener funeral o acto, abonará por el mismo concepto diez pesetas.
  7. Cada año habrá un mayordomo que será elegido en suerte por el saliente; este deberá aceptar con tal que tenga veinticinco años cumplidos, heredado por padre o madre, y no haya desempeñado este cargo en los diez años anteriores.
  8. Las obligaciones de los mayordomos son colocar oportunamente los bancos de la cera con los blandones y cuidar de ellos durante los funerales y actos, y guardar la cera y retirar los bancos en el mismo día del funeral o actos. Si faltasen a algunas de estas citadas obligaciones, pagará dos pesetas de multa a petición del Fiscal. Además, se encargará antes de la Fiesta del Rosario de cobrar la cuota anual con la que debe contribuir todo Hermano.
  9. Si algún Hermano rehusase aceptar el cargo de mayordomo, sin legítima causa a juicio de la Junta Directiva, podrá ser expulsado de la Hermandad y privarle de los beneficios de esta con respecto a los funerales. No podrá admitirse sin que prometa desempeñar este cargo en el primer año y pagar además dos libras de cera para la Hermandad.

Estas Constituciones son firmadas por el párroco don Ambrosio Cid y por los Hermanos Serafín Sierra (bisabuelo del autor de este trabajo) y Germán Seara.

Con el tiempo fueron modificados los artículos 3, 6 y 9, pasando a redactarse de la siguiente forma:

3. Para el sostenimiento de los gastos de esta, contribuirá cada Hermano con la cantidad de 0,25 céntimos anualmente.

6. Si algún hermano desea tener un acto, abonará por la cera cinco pesetas. Y si algún extraño a la Hermandad desea tener un funeral o acto, abonará por el mismo concepto veinticinco pesetas, que entregará al depositario antes de conseguir el permiso necesario.

9. Si la Junta Directiva eligiese algún Hermano para desempeñar un cargo en la Cofradía y se negase a aceptarlo, sin causa justificante a juicio de la Junta Directiva, y no haya desempeñado algún cargo en la misma en los diez años anteriores, podrá ser expulsado de la misma sin derecho a indemnización alguna, y no podrá ingresar de nuevo si antes no promete el desempeñar el mismo cargo y pagar dos libras de cera para la Hermandad.

El Rosario Viviente

Relacionado a la Cofradía del Santísimo Rosario, existía el Rosario Viviente, asociación fundada en 1826 por Pauline Marie Jaricot. Se trata de círculos de 15 miembros; cada uno de ellos tiene la obligación de rezar un misterio cada día de la semana, de manera que todos los miembros completan diariamente los quince misterios del Rosario. En Parderrubias, los miembros eran asignados al círculo (o coro, como se denominaba en nuestra parroquia) mediante un sorteo. El sorteo de enero de 1879 dio el siguiente resultado. Misterios Gozosos: Avelina Sueiro (1º), Benito Sueiro (2º), Bernardina Sueiro (3º), Manuel Sueiro (4º) y Dominga Seara (5º). Misterios Dolorosos: Benito Outumuro (1º), Josefa Sueiro (2º), José Outumuro (3º), Ángel Outumuro (4º) y don Manuel Belvis (5º). Y Misterios Gloriosos: Juan Manuel Pérez (1º), Anacleto Belvis (2º), Sabrina Pérez (3º), Isabel Pérez (4º) y Manuel Barracel (5º).

Conclusión

Este año 2023 se cumplen 350 años de la primera festividad de la Virgen del Rosario en Parderrubias, a cargo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, probablemente la más longeva de la parroquia. El celo y el respeto por las tradiciones que mantuvieron nuestros antepasados han hecho que podamos celebrar este aniversario. Deseamos que las actuales y futuras generaciones sigan velando por las tradiciones de nuestro pueblo y que la Festividad de la Virgen del Rosario -no tanto ya la Hermandad, pues cayó en la inactividad hace ya décadas- pueda seguir celebrándose conforme a las tradiciones, respetando, por ejemplo, la fecha instaurada hace más de tres siglos: el primer domingo de octubre.

Video de José Luis Camba
Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Por Juan Carlos Sierra Freire

Los primeros registros parroquiales que se conservan de la Parroquia de Santa Eulalia de Parderrubias (o Santa Baia, como así aparece en los libros parroquiales) se hallan en un Libro de Fábrica del año 1562. Era el año en que Carlos I de España y V de Alemania abdicaba del trono. En 1564 se encuentran los registros con los primeros vecinos bautizados, y en 1565 y 1567 los primeros casamientos y enterramientos, respectivamente. La primera lista de vecinos confirmados data del año 1590.

A lo largo de estos casi 500 años, la parroquia de Parderrubias fue regida por numerosos párrocos. Aunque su cuantificación exacta es prácticamente imposible -sobre todo, antes del siglo XVI-, un examen detallado de todos los libros parroquiales, así como de documentos previos a estos, nos ha permitido elaborar una lista lo más completa posible de los curas que estuvieron al frente de la parroquia, y que ya fue publicada en su momento en el Blog de Parderrubias. En este artículo trataremos de contextualizar el paso de estos clérigos por la parroquia y precisar, con el mayor detalle posible, su vida y sus obras.

Aunque los primeros nombres de párrocos registrados en los libros parroquiales datan del siglo XVI, en el Libro de Notas del Regidor Álvaro Afonso del año 1434 ya se hace alusión al clérigo rector de la Iglesia de Parderrubias, don Gonçalvo Afonso; y, en 1435, diversos documentos redactados por notarios aluden a clérigos de Parderrubias, entre ellos a don Juan Fernández. En esa época existía una pequeña iglesia, en donde ya se honraba a Santa Eulalia.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XVI

Durante buena parte del siglo XVI, la presencia eclesiástica en el mundo rural no era tan intensa como lo sería en los siglos venideros. En general, los edificios parroquiales sufren bastante abandono -en Parderrubias no existía todavía una casa rectoral- y los vecinos se limitaban a ir a misa los domingos y a cumplir con el precepto pascual. Antes del Concilio de Trento, hubo intentos por parte de algunos obispos por dignificar el clero, mejorando por ejemplo el nivel cultural de los párrocos, con el objeto de diferenciarlos del campesinado (Saavedra, 1991).

En el año 1562, la parroquia de Parderrubias estaba conformada por 25 feligreses, al frente de los cuales estaba don Gregorio Prado, cura que sería reemplazado en 1564 por don Francisco Casullo. Desde 1565 a 1575, la parroquia fue regida por el fray don Blas González, cuyo puesto pasaría a ocupar, durante 20 años, don Juan García, desde 1576 hasta 1596, año de su fallecimiento, siendo enterrado en la antigua iglesia de Parderrubias. A su muerte, dejó el encargo de una importante obra pía para estudiantes pobres en Huércanos (La Rioja), pueblo en el que había nacido en 1530.

Durante los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII -en concreto, desde 1597 hasta 1624- será don Gaspar Feijoo quién rija los destinos parroquiales. En esta época ya estaban activas en la parroquia la Cofradía de Santa María Magdalena y la Cofradía de San Miguel; esta última tenía su centro de acción en la capilla de San Miguel de Solveira.

Siglo XVII

El siglo XVII en Galicia se caracterizó por hambrunas provocadas por el exceso de lluvias que llevaban emparejadas multitudes de epidemias. Son numerosas las rogativas registradas en las distintas Diócesis para que dejase de llover. Entre 1693 y 1695 se vivió el período más dramático en cuanto a número de fallecidos (Saavedra, 1991). En Parderrubias, como en el resto de Galicia, predominaban las pequeñas propiedades que los propios campesinos trabajaban.

Según Gallego Domínguez (1973), en 1649, el Ayuntamiento de Orense notifica a los boticarios la necesidad de disponer de medicinas para hacer frente a las enfermedades y a la peste, dándoles un plazo de veinte días para cumplimiento de la norma, so pena de 20 ducados por cada medicina hallada en falta. En 1650 se ordena el control de las puertas a la ciudad mediante guardas y alguaciles con el fin de defenderse de las epidemias.

Con o sin episodios de peste, el problema casi endémico de la comarca era el hambre. En verano de 1674, la situación se describe como la mayor miseria jamás experimentada por la falta de productos del campo durante cuatro años seguidos, pues los campesinos no recolectaban más que para pagar rentas e impuestos, y para sembrar. En 1677 se pide a todos los pueblos que instauren como fiesta de guardar a San Roque y a San Sebastián, como abogados de la peste, o al menos digan una misa cantada con su rogativa.

El hambre, endémica en toda esta época, se agrava por la guerra de separación de Portugal. Ourense, por ser zona fronteriza, aparte del sostenimiento de tropas, soporta las penetraciones enemigas con quemas, talas, robos, etc. El 6 de abril de 1681 se decide embargar los cereales de los eclesiásticos y seglares. Sin embargo, a finales de mes, es tal la necesidad, que los pobres se mueren en los caminos. En 1697 y 1698 el hambre se recrudece, lo que obliga al Obispo Damián Cornejo a ordenar la apertura de las tullas de los monasterios de Oseira, Montederramo, Xunqueira, Celanova y Ribas de Sil con el fin de que los campesinos pudiesen comer.

En nuestra parroquia, desde 1655 hasta 1672 está a su frente don Miguel Gómez Mayor. En 1673, don Lorenzo Gómez Pizarro es nombrado párroco y ejerce dicha función durante 29 años, hasta 1702, año en que fallece. Comenzó a servir a la parroquia sin haber recibido las Ordenes Mayores. En su primer año de ejercicio, el 2 de octubre de 1673, funda una de las cofradías con mayor arraigo en la parroquia: la Hermandad del Santo Rosario. Con el paso de los años, probablemente cayese en inactividad o se exigiese una renovación de su constitución, pues el 16 de mayo de 1806, don José Díaz, vicario de la Orden de los Dominicos, concede licencia y facultad para instituir una Hermandad del Rosario en la parroquia de Parderrubias, como respuesta a una solicitud hecha para tal fin.

En 1673 también se funda la Cofradía de San José, de la que hay registros hasta 1856. Bartolomé Sierra -antepasado del autor de este trabajo- fue su mayordomo en el año 1798, haciéndose cargo ese año de la gestión de 266 reales y diez céntimos, parte de los cuales fueron gastados en una misa cantada, y en la compra de cera y aceite para las lámparas de la iglesia. Entre las obras de don Lorenzo destaca la fundación de un Vínculo con encargo a Pedro Iglesias, de O Valdemouro, de seis misas rezadas, que debían decirse los días de San José, San Antonio de Padua, San Benito (11 de julio), San Lorenzo, Inmaculada Concepción y Santa Eulalia. Los descendientes de Pedro siguieron haciéndose cargo de las misas por casi doscientos años, hasta que el 26 de abril de 1888 fueron redimidas por el obispo de Ourense don Cesáreo Rodríguez.

Siglo XVIII

A partir del trabajo de Sierra Fernández (2018), podemos afirmar que, en general, la calidad de vida de los vecinos de Parderrubias a lo largo del siglo XVIII fue muy pobre. En toda la comarca no existía ni una sola escuela, ni una farmacia, no había médico alguno ni comercio. La única industria reseñable eran dos modestos molinos de río para la producción de harina, situados en el regato, que Sierra Fernández (2016) denomina río Boutureira, conocido en la actualidad por Cavada do Lobo. Por tanto, la supervivencia de las familias de Parderrubias pasaba obligatoriamente por trabajar duramente y subsistir a base de la agricultura y la ganadería. La mayor parte de las tierras eran latifundios de la nobleza o comunales, siendo muy escasas las propiedades individuales. Entre los artesanos de Parderrubias durante el siglo XVIII destacan las 32 mujeres tejedoras propietarias de otros tantos telares. A la dura vida que les tocó a nuestros antepasados contribuyó en gran medida la enorme carga tributaria a la que estaban sometidos. Según Sierra Fernández (2018) eran “muchos y muy variados”, estimando que unidos a los sufragados al clero, suponían un 25-50% de las cosechas de cada familia. Entre 1670 y 1740 fueron habituales las revueltas de campesinos que se negaban a pagar las elevadas rentas forales al Monasterio de Celanova. La que tuvo lugar entre 1723 y 1725 acabó siendo sofocada con la ayuda militar, valiéndose de ejecuciones y destierros.

Durante esta época la imagen del párroco era básicamente la de un abad autoritario que dirigía prácticamente toda la actividad religiosa, sociopolítica y económica de la misma. Económicamente eran personas pudientes gracias a la riqueza que les proporcionaban los diestros y al cobro de los diezmos. Tomando como referencia el Catastro de Ensenada podemos saber, tal como indica Sierra Fernández (2018), que la parroquia de Parderrubias en el año 1752 había percibido en concepto de diezmos y otros tributos 50 fanegas de centeno, 18 de trigo, 65 de maíz, 25 de castañas y 1,40 de habas, 16 moyos de vino y 55 “afusais” de lino. A los diezmos había que unir las primicias para el sostenimiento de la Iglesia. En Parderrubias pagaban este impuesto únicamente las familias que tenían yugada, contribuyendo con 26 kilogramos de centeno y maíz menudo.

En 1702 el puesto dejado por don Lorenzo en la parroquia es tomado por el fray don Martín Pizarro, ocupándose de los feligreses hasta 1704. En la primera década del siglo XVIII, los párrocos se van sucediendo rápidamente en la vacante, permaneciendo muy pocos años en su puesto: don Benito Míguez Araújo desde 1704 a 1705, don Francisco Soto de 1705 a 1706 y don Gregorio Altamira desde 1706 a 1709. Será ya en 1709 cuando don Francisco Álvarez se ponga al frente de la parroquia, permaneciendo en ella durante 17 años. Su obra más destacable es la construcción de la Casa Rectoral, haciéndose cargo él mismo de los gastos de la obra. En 1726, antes de fallecer, escribe en el Libro de Fábrica que deja la Rectoral a sus sucesores con el encargo de que rueguen a Dios por su alma. A su muerte, la vacante es cubierta durante los años 1727 y 1728 por don Juan Diéguez y por Domingo Gallego.

En el período de 1728 a 1730, la Rectoral es ocupada por don Juan Navarro. A continuación, don Juan Pérez se hace cargo de la parroquia durante trece años (1730-1743), contando con la ayuda de otro cura que residía en Parderrubias: don Lorenzo Álvarez Movilla. Durante la década de 1743 a 1753, el párroco será don José Montes Villar. Uno de los períodos más relevante de la historia religiosa de Parderrubias es el comprendido entre 1753 y 1772, siendo párroco don Manuel Rodríguez. Durante su paso por la parroquia se reconstruye completamente la iglesia, edificio que llega hasta nuestros días. La pequeña capilla, en la que se honraba a Santa Eulalia, se transforma en la actual iglesia parroquial. La nueva iglesia data del año 1765 y será bendecida por el Sr. Obispo de Ourense, don Francisco Galindo Sanz, en 1766. Este obispo, aprovechando la expulsión de los Jesuitas en 1767, adquiere su antiguo colegio mayor y lo convierte en el Seminario de Ourense. El 24 de noviembre de 1765 con un coste de 9.400 reales se finaliza la construcción del cuerpo principal, la sacristía y el coro. En la descripción de Couselo-Bouzas (1933) se señala que mide 14 varas (1 vara = 0,84 metros) de largo, siete de ancho y seis de alto. Incluye tres arcos en el cuerpo o nave en forma de bóveda, uno en la entrada del crucero, dos arcos colaterales, cuatro ventanas en el cuerpo (dos de cada lado) y otras dos en la capilla cuyo formato es cuadrado con cubierta a varias aguas. Tres años después, en 1768, se concluyen los retablos de la iglesia parroquial, concretamente un retablo mayor y dos laterales. Tal como indica Couselo Bouzas (1933), los autores de dichos retablos fueron Manuel das Seixas y Juan Antonio Martínez, ambos vecinos de Vilanova dos Infantes, cobrando por dicha obra la cantidad de 7.500 reales. El retablo mayor ocupa toda la pared frontal e incluye ocho cajas para otras tantas imágenes: en la fila inferior situarían a San Benito y a San Antonio de Padua; en la de en medio a Santa Bárbara, Santa Lucía y Santa Eulalia (patrona de la parroquia); y, en la superior, se colocaría en primer lugar a una Virgen Dolorosa con el hijo en brazos, al pie de la cruz, acompañada de dos ángeles, uno con la corona de espinas y el otro con los clavos, y en segundo lugar, a San Francisco Javier con un crucifijo en la mano y a San Antonio Abad. Esta descripción de Couselo Bouzas (1933) no coincide con la distribución del retablo que el lector puede observar en la actualidad si visita la iglesia. Como otras muchas iglesias parroquiales, recibe bajo el pontificado de Clemente XIII (1758-1769) la indulgencia plenaria de Altar Privilegiado, tal como reza un rótulo al lado del altar mayor, aplicable al alma del purgatorio por la cual se celebra la misa.

Retirado don Manuel Rodríguez, la vacante es ocupada por don Felipe González y don Francisco Sanjurjo en los años 1772 y 1773. Estando don Francisco como cura, llama poderosamente la atención que prácticamente todos los bautizados en esos dos años recibieran como segundo nombre el de Francisco o Francisca (hemos podido constatarlo en 18 de los 22 bautizados), tal vez en honra al propio párroco.

A don Felipe y don Francisco le seguiría durante una década (1773-1784) don Vicente Portejo. Don Manuel Seara, natural de Sobrado do Bispo, ejerció de cura en la vacante de Parderrubias desde el 13 de noviembre de 1784 hasta abril de 1788. En su biografía destaca un serio conflicto que tuvo con el párroco de A Merca por el enterramiento de un fallecido. En 1785, un feligrés de Nugueira (lugar que, en esa época, pertenecía a la parroquia de Parderrubias) fallece en una casa de A Merca, dejando el finado dispuesto ser enterrado en Parderrubias. Sin embargo, el párroco del pueblo vecino, haciendo caso omiso de su voluntad, dio levantamiento al cadáver y lo enterró en el camposanto de A Merca, por lo que fue sancionado por el Prelado.

Desde 1788 hasta abril de 1791, la parroquia estuvo a cargo de don Francisco Domínguez Lobera, natural de Loiro. De 1791 a 1795 ejerció de cura ecónomo de la parroquia don Pedro Fernández. Finalmente, en abril de 1795 toma posesión de la feligresía don Miguel Cayetano Grande, natural del pueblo de A Torre (San Miguel de Soutopenedo), regentando la parroquia hasta el 11 de junio de 1828. Provenía de la parroquia de Santa María de Vilamaior, en el municipio de Baltar. Falleció estando al frente de la feligresía de Parderrubias y su entierro constituyó una gran ceremonia fúnebre, tal como se acredita en el Libro Parroquial:

En once de junio de mil ochocientos veintiocho murió asistido de los santos sacramentos de Penitencia, Eucaristía y Extremaunción Don Miguel Caetano Grande, cura Párroco de esta Parroquia de Sta. Eulalia de Parderrubias, y en el trece del mismo se le dio sepultura en la capilla mayor de la misma, con asistencia de más de cincuenta sacerdotes, con los que se le tuvo su entierro y honras; y en los días catorce, quince y diez y seis túvosele por su alma un Novenario con las misas correspondientes y asistencia de más de doce sacerdotes. Hizo Testamento judicial en el que dejó por sus testamentarios, herederos y cumplidores a Don Ignacio Boullosa, Cura Párroco de Santa Eulalia de Anfeoz, a Don Juan Benito Gil, Teniente cura de Santa María de Cougil y al infrascrito actual Teniente Cura de esta; a la conciencia de estos encomendó el puntual cumplimiento de su alma, dejando a su arbitrio lo dispusieron según lo hallaron por conveniente. Dijéronse por su alma quinientas sesenta y ocho misas, todas de estipendio de a cuatro reales; ofrenda de cuerpo presente lo que dijeron los cumplidores. Y que así conste, lo firmo. Felipe Sousa”.

Don Miguel Cayetano tenía un sobrino con el oficio de Escribano Real, es decir que podía ejercer su profesión en todo el Reino a excepción de aquellos lugares en que los hubiera numerarios. Falleció el 14 de septiembre de 1819 en la Casa Rectoral de Parderrubias y fue sepultado en el cuerpo de la iglesia:

En catorce de septiembre de mil ochocientos diez y nueve murió en esta Rectoral asistido de los Santos Sacramentos de Penitencia, Viático y Extremaunción, y más auxilios de nuestra Santa Madre Iglesia Dn. Francisco María Laxe y Grande, celibato, Escribano Real vecino residente en Sn. Miguel de Souto de Penedo, sobrino del actual suscribiente Abad de esta feligresía de Santa Eulalia de Parderrubias, confinante con la predicha de Souto de Penedo; y en diez y seis del mismo septiembre se dio sepultura a su cadáver dentro de la Capilla mayor de la Iglesia Parroquial de esta misma de Parderrubias en una de las sepulturas parroquiales con asistencia de cincuenta y uno Eclesiásticos Seculares y Regulares que cantaron Nocturno de Difuntos, Misa y Oficio de Sepultura con el demás Rito acostumbrado, y enseguida con los mismos Eclesiásticos se le tuvieron los dos Autos de honras con sus correspondientes misas, todo ello cantado con la debida solemnidad y además, sin embargo, de haberse cumplido en parte con lo dispuesto por el difunto, los mismos Sres. Eclesiásticos asistentes quisieron y voluntariamente le han cantado todos ellos otro cuarto Auto o vigilia con su misa. Había hecho Testamento Judicial en veinte y nueve de diciembre del año pasado de diez y ocho y posteriormente corrigió en diez y siete de Agosto del presente año, y en aquel dispuso que a su Entierro Tercio y Cabo de Año asistieran diez y ocho Señores Sacerdotes y cantasen vigilias, Misas y más de estilo con Diácono y Subdiácono y que con inclusión de estas Misas se le celebraran doscientas rezadas, de las cuales se aplicasen veinte y cuatro por el alma de su difunta tía Dña. Benita Antonia Grande y veinte y seis por las de los padres del testador, por cada uno trece, y las restantes por el Alma del mismo; y también se le dijesen otras nueve votivas, seis de ellas a Sn. Gregorio, una a Ntra. Sra. del Carmen, otra a la de Penedo en su propia Capilla sita en la parroquia de donde era vecino y otra al Santo Ángel de su Guarda; y entre otras cosas dispuso así mismo se le ofrendase con ofrenda mayor y menor y para aquella con una fanega de centeno y un carnero. Cumpliose con todas esas misas, entregose la limosna de ellas y encargándose de decirlas las Comunidades Religiosas de Santo Domingo y San Francisco de Orense, San Francisco de Ribadavia, los presbíteros Dn. Manuel Seara de Sobrado del Obispo, Dn. Manuel Vieira, Abad de Sn. Martín de Loiro y D. Juan Antonio Míguez, Teniento Cura en Vacante de la repetida de Souto de Penedo; y que conste de haberse cumplido correctamente lo dispuesto para el difunto testador lo firmo. D. Miguel Cayetano Grande”.

Siglo XIX

Los vecinos de Parderrubias, probablemente ajenos a los acontecimientos que tenían lugar a nivel nacional, se dedicaban a sus tareas agrícolas y ganaderas de mera subsistencia. Así, la crianza de cerdos para el autoconsumo o el cultivo del lino eran ejemplos de actividades que contribuían a ello. Una denuncia por robo en la casa de Francisco y María Outumuro, vecinos de Barrio, ante el Juzgado de Primera Instancia de Celanova, deja entrever los bienes que se podían guardar en una casa típica de Parderrubias de esa época. El robo había sido perpetrado en la noche del 16 de marzo de 1837 por una banda de una docena de hombres, que se llevan dos tocinos y parte de otro, con peso de 4-5 arrobas, cuatro lacones, dos “entrecostos” y un “lombelo”, una porción de mondongo, quince libras de unto nuevo y dos de viejo, tres libras de jabón, dos sacos de estopa, una sábana de lienzo nueva y otra usada, una mantilla de paño fino negro con su cinta casi nueva, una saya de bayeta azul fina nueva, tres varas de picote, un mandil nuevo, un dengue de paño azul fino nuevo, una camisa de hombre usada, dos manteles de mesa de alemanisco nuevos, y dos varas y media de somonte.

La vacante que deja don Miguel Cayetano será ocupada por don Felipe Sousa durante dos años, desde 1828 hasta mayo de 1830. Era natural de Santa Baia de Anfeoz y, anteriormente, había sido párroco de Vilamaior do Val -en la comarca de Verín- y de Acebedo -en la comarca de Celanova-; años más tarde tomaría posesión de la parroquia de Espinoso.

En mayo de 1830 llega a la parroquia don Francisco Folguerol, gobernando sus destinos durante 18 años, hasta marzo de 1848, fecha en la que fallece a los 89 años. Había sido párroco en Santa Cruz de Queixa y en Santa María de Rabal, ambas en el arciprestazgo de Os Milagres. Don Manuel Belvis se refiere a él como “un párroco muy celoso, principalmente en la asistencia a los enfermos, en la enseñanza de los niños, en la predicación y en el aseo de la iglesia”. Entre sus obras al frente de la parroquia, destaca la pintura de los tres retablos de la parroquial que habían sido construidos unos 65 años antes, concretamente en 1767. El retablo mayor se pintó con fondos de la Iglesia y los laterales con fondos del propio cura, a pesar de que en esa época ya no estaban vigentes los diezmos y su salario era más bien escaso. También regaló a la parroquia unas vinajeras de plata y sus correspondientes platillos. Durante cuatro años fue su coadjutor don Manuel Belvis, quien le tenía gran aprecio. En 1843 deja hecha una fundación de dos misas por Marcos Sampedro, que quedan redimidas el 5 de abril de 1883, es decir, cuarenta años después. Don Francisco fallecía, estando al frente de la parroquia, el 4 de marzo de 1848:

En el día cuatro de Marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho murió D. Francisco Folguerol, Abad que fue de esta Parroquia. Recibió el Sacramento de la Extremaunción solamente por haberle acometido un accidente de apoplejía que le privó del conocimiento por espacio de dos días. Fue sepultado en el Atrio de esta Iglesia junto a la puerta mayor el día seis, a cuyo entierro y honras asistieron más de treinta Señores Sacerdotes. Hizo testamento ante el Excmo. Dn. Santos de la Torre de Orense el día siete del mes de Agosto año de mil ochocientos treinta y ocho, y en el instituyó por su heredera y cumplidora a Dña. Isabel Ordóñez. Dispuso asistieran a su entierro doce Señores Sacerdotes y se aplicasen por su Alma trescientas Misas con otras obras de caridad que mandó y cumplió con esmero la referida testamentaria, la cual también tuvo por su cuenta nueve actos fúnebres por tres días consecutivos con asistencia de gran número de sacerdotes, y la misma heredera cumplió con las misas y todo lo más que en el testamento se expresa. Y para que conste lo firmo como Cura Ecónomo de esta Parroquia a nueve de marzo del año expresado. Antonio Barros”.

Don Antonio Barros ejerce de ecónomo de la parroquia desde 1848 a 1849. Era un religioso exclaustrado del Convento de Bon Xesús de Trandeiras, en la comarca de A Limia. Será reemplazado en el puesto por don Juan Ignacio Lumbreras.

Uno de los párrocos con una de las biografías más distintivas, tal vez sea don Juan Ignacio Lumbreras, cura que regentó la parroquia durante cinco años, desde 1849 hasta 1853. Llega a nuestra tierra desde el pueblo riojano de Calahorra, acompañando como paje en 1947 al recién nombrado obispo de Ourense, el navarro don Pedro José de Zarandía y Endara, quien venía curtido de la persecución liberal sufrida en la diócesis de Calahorra y La Calzada (La Cigüeña De La Torre, 2019). Fue nombrado párroco de Parderrubias, hallándose ordenado de Menores. Pronto enfermó y unas fiebres le hicieron regresar a su tierra en donde falleció. A pesar del poco tiempo que estuvo al frente de la parroquia, acreditó ser una persona muy piadosa y celosa de sus funciones, según don Manuel Belvis. La actual campana vieja de la iglesia está grabada con su nombre. También adquirió la imagen de la Dolorosa ubicada actualmente en uno de los laterales de la iglesia y mandó construir su camarín, así como el púlpito hoy desaparecido.

A don Juan Ignacio le sustituyó don Veremundo Domínguez, natural de Pereira de Montes, que ejerció de párroco de Parderrubias desde 1853 a 1857. En 1957 ocupará su puesto don Ramón Pérez Sampayo, que permanecerá en la parroquia hasta 1859. El primer bautizo que oficia será el de mi antepasado Felipe Sierra, hermano de mi bisabuelo Serafín.

El 6 de junio de 1859 toma posesión uno de los párroco más prolijos y activos de la parroquia: don Manuel Belvis, al que hemos dedicado un artículo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Su mandato duró 35 años, desde 1859 hasta 1894, año de su fallecimiento, siendo el más extenso de los párrocos registrados. Era natural de A Venda, en Soutopenedo. Llegaba a Parderrubias después de 13 años al frente de la parroquia de San Juan de Baños, en Bande. Desde 1842 venía actuando de coadjutor del párroco don Ignacio Folguerol. Había sido también ecónomo durante dos años de la parroquia de San Martín de Loiro. En su gran labor al frente de la parroquia de Parderrubias -que fue abordada en el artículo referido anteriormente– destacamos varias actuaciones, como las reformas del cementerio y de la entrada al atrio con la colocación de una reja, con un coste de 2.400 escudos. Asimismo, adquirió la imagen de la Virgen del Rosario- cuyo rostro fue diseñado y confeccionado en Santiago de Compostela-, las andas de cristal para su procesión y dos mantos, uno de ellos por valor de 840 escudos. En aquella época, las paredes interiores de la iglesia estaban encaladas, por lo que don Manuel hizo frente a su pintura, así como a la del techo. Mandó construir cajones y guarniciones a los lados del Altar Mayor. Adquirió un Santo Cristo con un escaparate que se colocó sobre la puerta de la sacristía. Renovó las puertas de la iglesia, la escalera interior hacia la tribuna y los andamios del campanario. Adquirió vestuario y candelabros.

En esta época destaca el robo que sufre la iglesia parroquial en noviembre de 1871. Así informaba el cura don Ramón Pérez Sampayo del suceso al Obispo de la Diócesis:

1871.11.16. Tengo el gran sentimiento de manifestar a vuestra señoría que en el día de ayer amaneció robada esta Iglesia habiendo bajado los ladrones por el tejado, bajaron a la sacristía de donde se llevaron la cruz parroquial que pesaba ocho libras, los dos cálices que había, uno de peso de 28 onzas, el otro de 22, el relicario de dos onzas y media, como unos 60 reales en dinero limosna de las ánimas, fracturaron la puerta de la sacristía y abrieron el sagrario llevándose el copón y arrojando las sagradas formas que se hallaron unas sobre el altar y otras en el suelo. No llevaron ropas, aunque las hay de algún valor, se salvó el viril que lo tenía en la rectoral, el incensario con su naveta y vinajeras de plata, las ampollas de los santos óleos y una buena corona de la virgen que no dieron con estos objetos. He pedido prestado un cáliz al señor Abad de la Merca mientras no me haga con alguno, más a causa de la consagración no podré mandar hacerlo nuevo y así apreciaría mucho a vuestra señoría que pagándolo por mi cuenta al menos en cuanto no tenga fondos la Iglesia se dignase facilitarme alguno que pueda haber sobrante en la catedral y otra iglesia. Estar esperando a la autoridad civil para hacer el reconocimiento me impide de pasar a vuestra señoría estas noticias personalmente haciéndolo por conducto del dador quien podrá dar a vuestra señoría más pormenores Manuel Belvis” (González García, 2019).

El cura don Manuel Belvis dejó escrito en el Libro Parroquial que:

Por reparto vecinal se reunieron algunos fondos con los que se compró un cáliz todo de plata con su patena y cucharilla, todo de peso de veinte y seis onzas y media, y costó setecientos noventa reales, habiendo sido consagrado por el Excmo. E Ilmo. Señor Obispo de Tuy, según escrito que acompañó a la devolución del cáliz. Con los mismos fondos se compró un relicario de plata de algo más peso de tres onzas sobre dorado adentro, figurando un copón roturado y con una cruz de remate; su coste ciento y cuarenta reales. También se mandó hacer a un escultor una Cruz Parroquial, que se hizo de madera, plateada y con un crucifijo de metal por un lado y por otro una imagen de estaño que representa la Purísima Concepción, estas con los remates de la cruz dorados; y su coste cien reales. Para asegurar la sacristía se echaron a costa de los vecinos gruesos tablones con los que se cubrió como de cielo raso toda ella. Y para que conste lo firmo como Párroco con el Depositario a quince de febrero año de mil ochocientos setenta y dos. Manuel Belvis. Francisco Sueiro”.

Como se puede leer, a raíz de este robo, don Manuel reformó el techo de la sacristía con el fin de dotar de más seguridad a la iglesia. En el mes de febrero de 1894, el párroco cae enfermo y ya no se recupera, falleciendo el 11 de febrero a los 86 años. Durante esas semanas se encarga de la parroquia su sobrino don Victoriano Grande.

A los pocos días del entierro de don Manuel Belvis, es nombrado párroco de Parderrubias don Paulino Agromayor, quien ejerció desde 1894 hasta diciembre de 1900, cuando toma posesión del cargo don Benito Garrido.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XX

Don Benito Garrido Santiago, natural de Guamil, en Baños de Molgas, está al cargo de la parroquia desde 1900 hasta mayo de 1919, fecha en la que se retiró a su pueblo natal, en donde falleció el 2 de enero de 1922. Entre sus tareas parroquiales destaca la compra del reloj de la torre por mil pesetas y una cruz de plata por 1.700 pesetas. Adquirió también unos ciriales de alpaca que costaron 260 pesetas. Para hacer frente a estas compras, los feligreses tuvieron que escotar y el párroco contribuyó con 750 pesetas. La generosidad de don Benito queda también reflejada en 1918 -ya con 67 años- cuando contribuye con cinco mil pesetas a los gastos de la iglesia y de la Casa Rectoral.

Después de la retirada de don Benito, llega a Parderrubias, el párroco que ejercía en Pereira de Montes, don Alfonso Losada Fernández para cubrir su primera etapa al frente de la parroquia, desde 1919 hasta 1921, año en que le sustituye don Adolfo Outumuro. Ambos curas fueron objeto de sendos artículos en este Blog; el primero, por ser víctima de uno de los crímenes más sonados en nuestra parroquia, y el segundo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Don Adolfo, era natural del pueblo de O Outeiro y rigió como ecónomo la parroquia hasta su fallecimiento acaecido en la rectoral el 7 de mayo de 1924, a consecuencia de la tuberculosis que padecía y que había contraído siendo mayordomo del Seminario.

En junio de 1924 sería nombrado ecónomo de la parroquia don José Balboa González, puesto que ocupó hasta julio de 1925. En esta fecha es sustituido por don Pedro Vázquez González, que estará al frente de la parroquia también durante un corto período de tiempo, concretamente hasta julio de 1926.

En 1926 se pone al frente de la parroquia don Ambrosio Cid Fariña, natural de Xunqueira de Ambía, haciéndose cargo de esta hasta julio de 1929. Entre sus obras destaca la venta, como pajar, de la casa que había en la zona norte de la huerta de la casa rectoral, con acceso desde la plazuela de la iglesia. Con el dinero de la venta construyó habitaciones en el sur de la Casa Rectoral.

A don Ambrosio le sustituye en 1926 don Alfonso Losada. De esta manera, el cura natural de Leborín, en la vecina parroquia de Barxa, da inicio a una segunda etapa al frente de la parroquia que finalizará dramáticamente en la madrugada del 13 de junio de 1936 al ser brutalmente tiroteado en su habitación de la Casa Rectoral a consecuencia de un robo. En estado gravísimo fue llevado al hospital de Ourense, regresando a la Rectoral el día 26 totalmente desahuciado, falleciendo a las seis de la tarde del 28 de junio. Al entierro, celebrado el día 30 de junio, asistieron 30 curas y todo un pueblo embargado por el dolor. Su sepultura se puede ver hoy a la entrada principal de la iglesia.

Desde ese fatídico mes de junio hasta noviembre de 1936 -con España ya inmersa en una atroz guerra civil- toma las riendas parroquiales el párroco de Pereira de Montes don Cástor Gayo Arias. Será a finales de año cuando es nombrado párroco de Parderrubias don Juan Estévez Estévez, puesto que ocupa hasta octubre de 1940, cuando es destinado como ecónomo a la parroquia vecina de Santa María de Olás. Era un hombre de carácter; a modo de ejemplo, no le dolían prendas disparar de noche tiros de escopeta al aire, desde alguna ventana de la rectoral, al escuchar ruidos y, de este singular modo, disuadir a posibles forajidos. Durante su paso por la parroquia se ejecutan diversas obras en la iglesia que perduran a día de hoy: se coloca la techumbre interior en madera de castaño, se techa la cubierta de teja plana y se lleva a cabo el desencalado del interior de la iglesia, obra realizada por Antonio Martínez Correa (“O Portugués”). Don Juan fallece en el año 1996 y está sepultado en el cementerio parroquial de Santa María de Olás.

En 1940 llegaba a la parroquia don José Rodríguez Barreiros (conocido como “O Cura Vello”), estando al frente de la misma durante 21 años, hasta el primero de noviembre de 1961, que ya enfermo tuvo que renunciar y retirarse a su pueblo natal de Outeiro, en Allariz, en donde fallecía el 27 de mayo de 1967. Con 52 años, toma posesión de la parroquia el 23 de octubre de 1940, asistido como Notario por don Higinio Rodríguez Diéguez, párroco de A Merca. Venía de estar 15 años al frente de la parroquia de Pontebrués, en el arciprestazgo de O Carballiño, y había sido ordenado sacerdote el 16 de febrero de 1913 por el obispo don Eustaquio Ilundáin y Esteban, a la postre arzobispo de Sevilla. A modo de bienvenida, don José recibió múltiples obsequios de sus feligreses durante las primeras semanas al frente de la parroquia. Los hermanos Garrido (Os Escultores) le brindaron dos “olas” de vino y varias botellas de vino tostado, llegando a ofrecerle -según palabras del mismo cura- el dinero que necesitase; Adolfo Garrido le obsequió con un jamón y un lomo, Benito Outumuro Pascual con un saco de patatas, Antonio Garrido Mouriño con una botella de aguardiente, etc. De feligreses de Solveira y Nugueira recibió manteca, pollos, cebollas, etc. Hubo vecinos que le regalaron la madera que necesitó para acondicionar la casa rectoral, así como la leña necesaria para uso diario. El sacristán, Ángel Outumuro, le sembró la huerta de centeno. Además, en ese año y en los restantes que estuvo en Parderrubias, los feligreses le obsequiaban con “ferrados” de centeno, maíz o trigo. En 1940, muchos vecinos ya habían hecho esta donación al anterior párroco, don Juan Estévez, pero aun así don José contabilizó en esos primeros tres meses que estuvo al frente de la parroquia, 32 ferrados de maíz, 7 de centeno y 1 de trigo. En el año 1950 recibió de sus feligreses 111 ferrados de cereales: 42 de centeno, 29 de maíz y 40 de trigo (1.300 kg. en total, aproximadamente). Cabe señalar que, en febrero de 1951, la parroquia de Parderrubias contaba con 804 almas y 151 vecinos (en el año 2021 cuenta con 200 almas). Según el padrón de 1959, en la Casa Rectoral, además del párroco don José, vivían su hermana, una sobrina y un hijo de esta. Durante su mandato, en 1942 acomete una importante reforma de la casa rectoral y en 1951 se realiza en Lalín la refundición de la campana grande de la iglesia. En junio de 1948 donaba mil pesetas para la construcción del nuevo Seminario.

El primero de noviembre de 1961 es nombrado párroco de Parderrubias don Jose Gayo Arias, que regentaba la vecina parroquia de A Manchica. Durante su gestión, que duró hasta el 1 de julio de 1962, se colocaron bancos en la iglesia. Los gastos se sufragaron a escote por los propios feligreses. Hasta esa fecha se usaban algunas sillas que había en la iglesia, que como en otras cuestiones, reflejaban a las claras los distintos estratos sociales, pues algunas sillas acolchadas de terciopelo convivían con otras humildes sillas de junco. Aparte de estas sillas, era habitual que muchos feligreses llevasen de casa una pequeña banqueta baja de madera que servía para arrodillarse y también para sentarse. Era habitual ver a las mujeres con estas banquetas debajo del brazo camino de la iglesia.

El 1 de julio de 1962 toma posesión de la parroquia don José Manuel Fernández Rúas, que estuvo en Parderrubias durante cinco años, hasta 1967, cuando es trasladado a Carballiño como capellán de la Residencia de Ancianos, y en donde compagina esta labor con la docencia en un colegio de la villa. Sus obras y su implicación en la modernización de Parderrubias fueron realzadas en otro artículo de este Blog, firmado por Manuel Outumuro Seara. Destacamos el haber sido el promotor del salón parroquial o teleclub en el sureste de la casa rectoral, en la que también construyó una galería.

En agosto de 1967 es nombrado ecónomo de la parroquia a don Ramón Blanco Caride. Su estancia en Parderrubias fue muy breve, hasta 1968. Posteriormente, se secularizó. Le sucedió don Hermesindo Andrada Pérez, un cura avanzado para su época que, igual que don José Manuel Fernández Rúas, intentó cambiar tradiciones religiosas ancestrales adaptando las prácticas religiosas a los nuevos tiempos. Fue notoria su acción de llevar una banda de música en una procesión del Corpus, contraviniendo de esta manera la norma impuesta por el obispo don Ángel Temiño Saiz de separar la celebración profana de la religiosa en las festividades de la provincia.  Don Hermesindo también estuvo muy poco tiempo al frente de la parroquia, en concreto desde julio de 1968 hasta octubre de 1970.

El primero de octubre de 1970 toma nuevamente posesión de la parroquia don José Gayo Arias, párroco de A Manchica, siendo el cura de la niñez de nuestra generación. Su etapa en nuestra parroquia también será una de las más longevas, permaneciendo en ella durante 20 años. En 1971 reforma el presbiterio y la mesa del Altar Mayor, en 1982 sonoriza la iglesia, en 1986 instala un reloj conectado a altavoces externos y en 1989 se cambia la cubierta de la iglesia. Don José fallecía el 14 de julio de 1990 a los 67 años, siendo sepultado en el cementerio parroquial de A Manchica.

En julio de 1990 se hace cargo provisionalmente de la parroquia don César González Fernández, antes de tomar posesión de la misma durante dos años don José Gallego Borrajo (1990-1991), natural de Santiago de Folgoso (Allariz) y formador del Seminario Menor. En 1991 pasa a ser párroco de Santa Mariña de Xinzo de Limia, siendo sustituido en Parderrubias por don Vicente Pereiras Villar, que gobierna los destinos de nuestra parroquia durante otros dos años (1991-1993). Don Vicente era un cura humilde y servicial, y muy implicado en la vida parroquial. Es destacable la representación de una Pasión viviente, recorriendo el calvario, que organizó en Semana Santa. Siendo párroco de Parderrubias, una cardiopatía le causó la muerte en Barbadás, siendo todavía joven.

Representación de la Pasión en la época de don Vicente Pereiras. Fotografía cedida por Manuel Lorenzo

En 1993 es nombrado párroco de Parderrubias don Alfonso Iglesias Rodríguez, haciéndose cargo de la parroquia hasta el año 2006. En este tiempo acomete obras importantes en la iglesia, cambiando su suelo y los bancos, que disfrutamos en la actualidad. Además, se instala la calefacción central, obra polémica que todavía es objeto de discusión en la actualidad. En el año 2014, siendo párroco de Bentraces, celebró sus bodas de oro.

Referencias

Couselo Bouzas, J. (1933). Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Seminario.

Gallego Domínguez, O. (1973). La peste en Orense desde el siglo XIV al XIX. Boletín Auriense, III, 15-55.

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MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

Por Juan Carlos Sierra Freire

Eu son un home romántico e teño alma, aunque non lapis de poeta. Fago esta confesión sin que me intrese que xentes qu’en nada creen sorrían con sarcasmo ou ironia… Estou por riba de calquer escéptica opinión e tenme sin coidado o medroño ‘que dirán”

(Celso Manuel Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En el año 1876, nacía en el pueblo de Barrio, en Parderrubias, José María Garrido Mouriño. Era hijo de Domingos y Luisa, ambos labradores. A la edad de 39 años, José María se casa en el vecino pueblo de A Merca con Aurora Rodríguez Rodríguez, diecisiete años más joven que él. Ella era hija de José María, comerciante que ejercía de Juez de Paz en la comarca de A Merca, y de Bernardina, natural del cercano pueblo de Matusiños. Bernardina tenía dos hermanos curas: Felipe y Manuel, este último, párroco de San Martiño de Candás, en A Limia.

Además de José María, Domingos y Luisa tenían otros tres hijos: Antonio, Bibiana y María. Antonio se casa en Parderrubias con Josefa Justo Fernández. Fruto de este matrimonio Garrido Justo nacen ocho hijos: María, Manuel, José, Florencio, Luisa, Jesús (casado con una prima del padre del autor de este artículo), Eusebio y Domingos. Bibiana contrae matrimonio también en Parderrubias con Germán Seara Garrido y tienen varios hijos: Julio, Isolina, Isabel (madre de algunos de los primos Freire del autor), Luisa (madre de una tía del autor), María, Sara, José, Manuel y Eulogia.

José María, una vez contraídas nupcias con Aurora, pasa a residir en A Merca, en donde el matrimonio se dedica básicamente a las tareas de labranza. Según Manuel Celso eran “propietarios urbano-agrícolas”. El matrimonio tiene tres hijos: Manuel Celso (1915-1960), María Milagros (1917-1997) y José María (1924-1961). En el año 1933, siendo muy joven, María Milagros se casa en A Merca con Manuel Rodríguez, vecino de dicho pueblo, quien fallece al poco tiempo. Su hija Manuela nacería en febrero de 1934. Ambas emigrarían a Chile en 1954, falleciendo en Santiago: María Milagros el 31 de marzo de 1997 y Manuela el 4 de junio de 2013. Por su parte, José María también emigra a Chile unos años antes de hacerlo su hermana: el 26 de marzo de 1951, contando con 26 años de edad, sale del puerto de Vigo rumbo a América. Se casa en 1957 con Elena Trecha -de raíces lucenses- en Valparaíso y tienen tres hijas: Aurora Isabel, María Elena y María Luisa. Viven en Puerto Montt –pues según él, su clima le recordaba a Galicia-, ciudad portuaria situada a unos mil kilómetros al Sur de Santiago, en donde fallece a la edad de 36 años, el 3 de julio de 1961. El destino quiso que este desenlace se produjese a los pocos meses del fallecimiento de su hermano Manuel Celso. La esposa de José María, Elena, fallece el 11 de septiembre de 2011.

Manuel Celso con su madre Aurora y su hermana María Milagros

La infancia y la adolescencia

Mi nombre completo es Manuel Celso Garrido Rodríguez. Nací el 2 de noviembre de 1915 en el pueblo de La Merca, cabeza del Ayuntamiento del mismo nombre, de la provincia de Orense, España”.

Estas son las primeras líneas de un manuscrito autobiográfico firmado por Manuel Celso el 19 de diciembre de 1956, en Santiago de Chile, en el que sucintamente cuenta “cuanto sinceramente puedo informar de mí mismo”. Según consta en su partida de bautismo, el 4 de noviembre de 1915 (no el día 2), a las cinco de la madrugada, nace Manuel Celso en el pueblo de A Merca, siendo bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz por el párroco don Gerardo Castro. Ejercieron de padrinos su tío abuelo don Manuel Rodríguez (cura hermano de la abuela materna) y Consuelo Rodríguez. Tal como escribirá el mismo Manuel Celso, ya en el exilio chileno, el nombre de Manuel lo lleva por este familiar cura.

Iglesia Parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz, A Merca

Llegada la edad escolar, al igual que el resto de niños del pueblo, comienza sus estudios en la Escuela de A Merca. A los diez años, como el propio Manuel Celso relata en el semanario argentino Galicia, llega el momento en el que la familia debe tomar una decisión acerca de su futura formación. Su abuela y, especialmente sus tíos abuelos curas, ansiaban y esperaban que Manuel Celso traspasase las puertas del Seminario y llegase un día a cantar Misa. Sin embargo, el padre (a quien Manuel Celso define como “demócrata, cristiano y anticlerical”), no estaba plenamente convencido de ello, por lo que decide consultar al maestro del pueblo, quien después de algunos intercambios de impresiones no duda en darle el siguiente consejo:

Ser cura no es ser cualquier cosa. O se es bueno, o mejor no serlo. Hace más daño a la Religión un ministro perverso, de los que por desgracia tanto abundan, que los ateos. En resumen, mi consejo es que lo hagan cualquier cosa menos cura” (Garrido, 1943).

De este modo, padre y maestro dispusieron que Manuel Celso no entrase en el Seminario, al menos hasta que él mismo lo decidiese por su cuenta. Nunca decidió ser cura, pues según sus propias palabras no quiso “continuar la tradición apostólica de la familia, en la que desde varias generaciones atrás figuran siempre curas glotones, ricos y  mujeriegos” (Garrido, 1943). Es más, en el periódico Galicia de Buenos Aires del 9 de enero de 1943 da las gracias a su antiguo maestro por aquel consejo proporcionado a su padre en los años veinte en A Merca, escribiendo: “Colega y maestro mío, desde aquí te recuerdo hoy y te agradezco el que tú no hayas querido”. A este posicionamiento de incredulidad clerical pudiera haber contribuido un conflicto que por un tema de avales habían tenido sus padres con sus parientes curas.

Una vez que la familia decide que Manuel Celso no entraría en el Seminario, en el curso 1926/27 comienza sus estudios de Bachillerato en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Ourense (actual Instituto de Educación Secundaria Ramón Otero Pedrayo). Para la descripción de muchos de los hechos biográficos de Manuel Celso, vamos a seguir el excelente y detallado trabajo sobre su vida, publicado por Freire Freire (2001). Según esta autora, la primera experiencia del niño recién llegado a la capital ourensana para cursar el Bachillerato fue el impacto sufrido por ser un “aldeano” objeto de burlas al no saber hablar castellano. En septiembre de 1926 realiza el examen de ingreso al Instituto, siendo miembro de la Comisión Evaluadora Ramón Otero Pedrayo. Obtenido el ingreso, cursa durante tres años el Bachillerato Elemental, comenzándolo por libre y yendo exclusivamente a los exámenes.

Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Orense (actual IES Ramón Otero Pedrayo). Fotografía tomada de Salgado (2020)

En el tercer curso, el 31 de enero de 1929 se produce un hecho traumático en el ámbito familiar: el fallecimiento de su padre José María a consecuencia del tifus, a los 53 años de edad. Su madre Aurora, con solo 36 años, se queda viuda al cargo de tres hijos menores de trece, once y cuatro años, respectivamente. Sus esfuerzos y sacrificios, junto a la ayuda de familiares, hacen que la familia salga adelante y el hijo mayor acabe cursando Estudios Superiores. En un artículo publicado el 27 de diciembre de 1957 en el diario chileno El Mercurio, que amablemente me envió su hija Aurora Elena (Rula, como cariñosamente le llamaba Celso), describe la dicha familiar de una Nochebuena en A Merca, a pesar de la desgracia del padre ausente:

Éramos dichosos en el comedor tibio aquel, con la mesa de manteles de lino repleta de las mejores viandas que ella podía juntar para nosotros… Mientras, ella recordaba nuestra orfandad, y mirándonos a los tres con ese mirar con que solo las madres miran, su recuerdo volaba saudoso hacia nuestro padre muerto, y una lágrima furtiva y delatora, en la más familiar e íntima de las reuniones, delataba, indiscreta, el gran cariño que los había unido y nos tenía” (Garrido, 1957).

El 25 de diciembre de 1957 escribía sobre la noche anterior, la Nochebuena de ese año en Santiago de Chile, recordando a su madre:

A mí atacome un adarme de insomnio y volé imaginativamente a mi tierra natal y mi infancia, y sentí físicamente un instante, os lo juro, el vuelo alegre de las campanas de mi aldea, vilas voltear en la esbelta espadaña cimera, y oí, por fin, entre sueños, la voz suave de mi madre que me decía cariñosa, como cuando era niño: Celsiño, sé siempre bueno, sé siempre bueno y serás feliz. Y arrullado en su consejo, me dormí” (Garrido, 1957).

En el año 1929, Manuel Celso, con 13 años de edad, se queda como el “hombre mayor” de la casa. Este sentimiento de “hijo mayor” en sus relaciones con sus hermanos Milagros y José María estuvo presente a lo largo de toda su vida, tal como atestiguan sus hijos y sobrinas. Ejemplo evidente de ello, es que estando en el exilio, los reclama para juntarse con él en Chile y de este modo pudieran salir de la terrible posguerra española. Primero lo hace José María en el año 1951 y posteriormente María Milagros, y su hija Manuela, en 1954. El cariño y aprecio entre los hermanos era mutuo. En palabras de su hija María Elena, José María adoraba a su hermano Celso.

En septiembre de 1930, con 15 años, supera el examen final de Bachillerato y con fecha de 31 de julio de 1931 recibe el correspondiente Título. Durante esta época reside en una fonda ourensana, que imaginamos cercana al Instituto, en la zona de O Posío. Según Freire Freire, el docente que mayor huella dejó en Manuel Celso, durante esos años, fue don Ramón Otero Pedrayo (Catedrático de Geografía e Historia Universal y, además, Director del Instituto), hacia el que siempre mostró una enorme admiración. Prueba de ello son las siguientes líneas que escribió en el año 1947:

“…Don Ramón era… el maestro completo que nos educaba… y nos acogía paternalmente, con cariño de padre, procurando no herir jamás nuestra sensibilidad. Con inteligencia y bondad, nos daba agilidad al cerebro y ánimos generosos al espíritu. Y cómo se aprende y se le toma cariño al estudio cuando el que nos enseña, además de catedrático o profesor, es un auténtico maestro, un educador, y no una bestia infatuada y prejuiciosa” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

En el curso académico 1930/31, con 16 años de edad, Manuel Celso comienza los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Ourense, concluyéndolos en junio de 1933. Tenía 18 años cuando obtiene el Título de Maestro Nacional de Primera Enseñanza. Según Freire Freire (2001), fue alumno de Vicente Risco, a quien ya estando en el exilio describe de manera despiadada, manifestándole un nulo aprecio:

“… ese Judas despreciable que parió nuestra provincia y que los falangistas premiaron nombrándole Director de la Escuela Normal, aquel edificio de la calle del Progreso, en donde antes del 18 de julio tanta demagogia le vi hacer, haciendo que nos enseñaba Metodología de la Historia, y luego desde las rejas de la cárcel, enfrente, le vi pasar durante veintiséis meses cautivo, delgado y encorvado, con aquella cartera en la mano, en donde llevaría seguramente los apuntes por los que guiarse para hacer apología del franquismo y de la traición, como antes lo hiciera de la democracia y del galleguismo” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Según Freire Freire (2001), el 31 de agosto de 1933, debido a un traslado del maestro que la ocupaba, queda vacante la Escuela Nacional Mixta de Sanguñedo (en Verea, Terras de Celanova), siendo destinado a ella Celso Manuel en el mes de septiembre, en donde permaneció hasta julio de 1936, supuestamente como maestro interino, pues la plaza nunca saldría a concurso. En julio de 1933, el Consejo Provincial de Primera Enseñanza de Ourense hacía pública una relación de aspirantes sin servicios que solicitaban plaza, aprobada en las sesiones del 17 y 30 de junio; entre los solicitantes se encontraba Manuel Celso (El Pueblo Gallego, 7 de julio de 1933). En promedio, en el año 1933, un maestro en Ourense percibía 3.278,60 pesetas anuales.

El activismo político durante la República

Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso”.

Desde la instauración de la República en abril de 1931 hasta el inicio de la Guerra Civil, el activismo político cobró gran auge entre muchos ciudadanos españoles. En Galicia, además ocurre un hecho que contribuye al mismo: la puesta en marcha del frustrado Estatuto de Autonomía. Manuel Celso no sería una excepción. La juventud, el contexto estudiantil y la función docente, factores que confluyeron en su persona, propician que ejerza una militancia activa. La figura de Ramón Otero Pedrayo, a quien profesaba gran admiración, como ya señalamos, influye en los posicionamientos ideológicos de Manuel Celso.

Desde muy joven, se posicionó al lado de la República; tenía 16 años cuando esta se instaura. Según Pérez Leira (2011), en su época de maestro, durante el día atendía a la escuela y al atardecer recorría las aldeas de Celanova y Bande animando a los labradores a que defendieran sus intereses y a la República. Cuando le era posible, bajaba a la capital ourensana para reunirse con miembros de su partido: Izquierda Republicana.

En 1956, en el documento autobiográfico que su hija Rula me proporciona, Manuel Celso se autodescribía de la siguiente manera:

Pertenecí, políticamente, a Izquierda Republicana, partido burgués de izquierda. Debo confesar hidalgamente que sigo profesando la misma ideología política. Soy demócrata y liberal cien por ciento. Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso. Por esa razón el franquismo me tuvo detenido durante toda la guerra civil como preso político”.

Izquierda Republicana fue un partido republicano de izquierdas fundado por Manuel Azaña en 1934, como resultado de la fusión de varios partidos, entre ellos la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga. Integrada en el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, se convierte en el tercer grupo parlamentario, tras el PSOE y la CEDA. En A Merca, sus candidatos Manuel Martínez Risco y Manuel García Becerra conseguirían 65 y 50 votos, respectivamente, en esas elecciones.

Freire Freire (2001) afirma que Manuel Celso militó en las Juventudes de Izquierda Republicana (JIR) y que, formando parte de las Mocedades Galeguistas de Ourense, participó activamente junto al malogrado Alexandre Bóveda, entre otros, en la campaña electoral y elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, así como en las del plebiscito del Estatuto de Autonomía celebradas en junio de ese mismo año, en las que la mayoría obtenida a favor del mismo no valdría de nada, pues la Guerra abortó dicho proyecto. Así describía Manuel Celso sus sensaciones en ese histórico día:

“…recuerdo aquel día inolvidable, cuando recorriendo algunos colegios electorales de las aldeas apartadas y de la capital de la provincia, en Orense, he visto, he palpado el alma del pueblo galaico en aquel momento trascendental” (Garrido, 1940; tomado de Freire Freire, 2001).

En el poema “Non sei d-adxetivos” publicado en su exilio chileno, Manuel Celso se autodefine como alguien que nunca es indiferente ante las injusticias:

“¿Que ren é posible qu-éu
quede nunca indiferente
cando humillar vexo a home dino
por algún quídam noxento?”

La Guerra y la represión franquista

“-Bárbaros, as ideas non se matan!– berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!”.

Como consecuencia del golpe de estado del 18 de julio de 1936, las fuerzas sublevadas se hacen con el control de la provincia ourensana, comenzando la persecución y brutal represión de todos aquellos que habían tenido alguna vinculación con el Frente Popular. Ser maestro republicano convertía a Manuel Celso en uno los objetivos prioritarios de la represión falangista. A ello se unió el hecho de que un vecino de Sanguñedo le denunciase por “comunista” (termino genérico para referirse a todo aquel que había estado relacionado con el Frente Popular). Se le culpa, entre otros “delitos”, de haber hablado de política a sus alumnos. Ante este panorama, y siendo consciente del ambiente cainita que se respiraba en la provincia, con encarcelamientos y fusilamientos a diario, a Manuel Celso no le queda otra alternativa que esconderse y “desaparecer” de la vida cotidiana. De la noche a la mañana pasa a ser un fugitivo, permaneciendo durante ocho meses en diferentes escondites de distintos lugares. Uno de esos escondites fue el pajar y el “canastro” (hórreo) que sus parientes cercanos de Parderrubias tenían en la calle de Os Ponchos, en el pueblo de O Outeiro. Su abnegada madre se encargaría de llevarle de comer. Ocho meses “fuxido”, escapado, clandestino a causa de la salvaje represión fascista.

A principios de ese año 1936, al igual que el resto de mozos de la comarca nacidos en 1915, Manuel Celso había sido alistado en el Ayuntamiento de A Merca. Es tallado en 1,74 metros y su perímetro torácico es de 91 cm., siendo calificado como útil para el Servicio Militar. Alega ser hijo de viuda pobre a la que mantiene, y se le dan quince días para justificarlo, por lo que en ese momento es clasificado como pendiente de justificación. Ya en plena Guerra, en noviembre, de igual manera que todos los reclutas del reemplazo de ese año, es llamado a filas para incorporación inmediata. Dada su situación de huido, no se presenta. Por su condición de escondido, primero, y posteriormente de encarcelado, no tiene la posibilidad de luchar durante la Guerra, defendiendo a la República, hecho que según relata Freire Freire (2001), lamentó profundamente:

“…no me cupo la dicha de poder empuñar un fusil en las filas leales y ser un cruzado más de la Libertad, en defensa de nuestra República, tuve la mala suerte de sufrir cautiverio y persecución en mi misma patria… ¡Cuánto hubiera dado por estar al lado de los milicianos!… Pero no fue posible” (Garrido, 1941a; tomado de Freire Freire, 2001).

Dos meses antes, el 1 de septiembre, día que comenzaba la actividad escolar en la Enseñanza Primaria de la España ocupada por los sublevados, Manuel Celso no se había presentado en su puesto de maestro de Sanguñedo. El día 14 era cesado por el Gobernador Civil (Freire Freire, 2001). El 27 de junio de 1937, a través de las páginas de La Región, se le solicita que en el plazo improrrogable de diez días notifique su domicilio actual al Presidente de la Comisión Depuradora del Personal Docente, entendiendo que si no lo hace se le expedientará como si hubiese sido oído.

Manuel Celso, después de ocho meses escondido, es detenido en marzo de 1937 por los falangistas, cuando contaba con 21 años de edad. Desconocemos el lugar exacto de su detención. Es encarcelado en la prisión provincial de Ourense y condenado a trabajos forzosos en los campos del Monasterio de Oseira y de O Cumial. En prisión coincide con muchos presos políticos, entre ellos el médico Manuel Peña Rey. Así relataba esta experiencia en 1941:

En marzo de 1937 nos atraparon los mercenarios de Falange y llevaron a la cárcel de Orense, entre los setecientos y pico de presos políticos que allí había hacinados, durmiendo incluso en el patio interior de la prisión, sin cama en que acostarse ni ropa con que cubrir los maltrechos cuerpos, víctimas de los más inhumanos apaleamientos, teniendo como único techo el helado firmamento” (Garrido, 1941b; tomado de Freire Freire, 2001).

¿Te acuerdas de las dos y media de la tarde, cuando las listas de los que iban a ser paseados?… ¿No aparece todavía en tu retina la imagen siniestra del Conserje o del Abisinio, pistola empuñada con el cerrojo corrido y vista fija de asesinos natos, abriendo violentamente el rastrillo de la celda, para llevarse en aquel momento solemne, a las víctimas de su fobia y de sus instintos caníbales?… Y de las cuatro de la mañana, ¿te acuerdas? ¿Cuándo son sacados los penados a muerte, y nos dejaban mudos y cabizbajos hasta que al oír en el Campo de Aragón la descarga homicida hacía estallar nuestro mutismo en palabras incoherentes de indignación y dolor” (Garrido, 1942a; tomado de Freire Freire, 2001).

Un decreto de mayo de 1937 reconocía a los presos el “derecho” al trabajo. Aunque lo desconocemos, dada su formación, puede que en Oseira fuese obligado a tareas docentes en un reformatorio de menores que allí se había instalado. Lo que sí está refrendado es que fue uno de los muchos presos políticos que trabajaron de manera forzosa en las obras del campo de tiro de O Cumial. Según Freire Freire (2001), la pena de muerte a la que había sido condenado le sería conmutada por estos trabajos forzosos.

“…en el campo de concentración de El Cumial, en la provincia de Orense, donde a la sazón, a pico y pala y con tarea fija y extenuadora, nos tenían los sublevados a sus prisioneros políticos trabajando en la construcción del que ahora es magnífico campo de aviación” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Finalizada la Guerra, al no poder probársele delito alguno, Manuel Celso es puesto en libertad y obligado a hacer el servicio militar. Según consta en su expediente de mozo del reemplazo de 1936 de A Merca, presta un mes de servicio en el Regimiento Milán nº 32, con sede en Oviedo, siendo destinado el 25 de mayo de 1939 al Parque de Artillería de Gijón, en donde estuvo un año. Finalizada su condición militar de movilizado decide tomar el camino del exilio a mediados de 1940.

El exilio

Fue una mañana espléndida del mes de junio de 1940… En esa mañana, dos republicanos españoles –uno de ellos el que les habla, lector amigo-, caminan cautelosos, los pies y el corazón doloridos, en el último intento de salvar su vida física, hacia afuera de la Patria, para abrazar el exilio incierto, preñado de inquietudes y afanes múltiples, en busca de libertad y de un país en donde nos volvieran a considerar hombres y tratar como a tales… El viaje es costoso y difícil, pero nuestra ambición tiene un nombre: América. Volvíamos de vez en cuando la cabeza para gozar una vez más de la visión dichosa de la Patria que dejábamos hasta sabe quién y cuándo… Más, en aquella atmósfera de Caínes y Pilatos, era imposible vivir: asfixiaba a uno espiritualmente, y nos empañaba el corazón y la conciencia” (Garrido, 1942b; tomado de Freire Freire, 2001).

Dado sus antecedentes políticos, la salida de Manuel Celso de la España franquista no era obviamente tarea fácil. La única posibilidad de cruzar la frontera era hacerlo de manera ilegal asumiendo una identidad falsa. La salida más factible era la frontera portuguesa y desde el país vecino tomar rumbo a América. El plan diseñado desde meses atrás se hacía realidad a mediados del año 1940. El riesgo al que se exponía era máximo, pues ser descubierto suponía, en el mejor de los casos, muchos años de cárcel, cuando no, la condena a muerte. Vestido de cura atravesaría la frontera portuguesa. Con la ayuda de su amigo Manuel Fernández Borrajo, a quien había conocido durante el Servicio Militar en Asturias, y a contactos que tenía en Portugal, se apropia de la identidad de un portugués fallecido: José Félix Carpio. Con un pasaporte, al que había cambiado la foto y unos certificados falsificados del Alcalde y del Juez, se presenta en Portugal (Pérez Leira, 2011). Según Freire Freire (2001), el intento resulta fallido, pues en territorio luso la Guardia Republicana desconfía de su documentación, lo que le hace regresar a su pueblo natal de A Merca. Un segundo intento, en el que cuenta con la colaboración de un vecino de Parderrubias, finaliza en Lisboa para tomar rumbo a América. Desconocemos la fecha en la que embarca a bordo de un buque repleto de emigrantes portugueses con destino a Sudamérica. El mismo relata que en noviembre de 1941 llega a Chile después de estar un mes en Brasil y ocho en Argentina, por lo que estimamos que su salida (sin retorno) de la península ibérica se produciría en la segunda mitad del año 1940.

A los responsables de su forzosa salida de España, no le duele prendas describirlos en los siguientes términos, en 1953, en el poema “¡Saúde, hirmáns!”:

Bárbaros, as ideas non se matan! –berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!

En Buenos Aires comienza a colaborar con la Federación de Sociedades Gallegas, y en junio de 1942 publica su primer artículo en el semanario Galicia: “”Evocación triste de un refugiado”. La Federación de Sociedades Gallegas, Agrarias y Culturales, fundada en 1921, tenía como finalidad principal la superación del atraso económico y cultural de Galicia. Durante la Guerra Civil había estado comprometida con el Frente Popular y, una vez finalizada, su labor se focaliza en la solidaridad con los refugiados españoles, muchos de los cuales escriben en el periódico Galicia. Tal como indica Fasano (2009), la Federación constituyó un ámbito de socialización política y cultural para los gallegos republicanos exiliados.

Siguiendo el detallado trabajo de Freire Freire (2001), gracias a ourensanos, emigrantes en Santiago de Chile, Manuel Celso consigue un trabajo de administrativo en la capital trasandina y es contratado durante algunos meses como editorialista por el diario La Opinión, encargándose además de la sección Página España de su suplemento dominical. Pronto dejaría estos trabajos para dedicarse al sector comercial de la madera, en un primer momento en Chillán y después en Santiago (Maderas Manuel-Celso Garrido Rodríguez). Posteriormente, regentó una panadería y, finalmente, la zapatería Astor. A pesar de ello, no abandonaría nunca sus colaboraciones con diversos periódicos y revistas, tanto nacionales (La Hora, La Nación, La Última Hora, El Mercurio u Occidente) como internacionales (Galicia [Buenos Aires], Lealtad [Montevideo], Izquierda [París], España Libre [Nueva York] o España Nueva [Ciudad de México]). Su interés por las labores periodísticas, unido indudablemente a su morriña, le llevaron a barajar la idea de la creación de un periódico mensual, en gallego, dirigido a la colonia gallega en Chile, pues pensaba que “a nuestra gente emigrante hay que hablarle y darle noticias de su aldea” (tomado de Freire Freire, 2001).

Manuel Celso nunca se desentendería ni de sus ideales galleguistas ni de la defensa de la autonomía de Galicia. Ello le llevó a aceptar el cargo de Delegado del Consello de Galiza en Chile, encomendado por el mismo Alfonso Castelao y designado por Alonso Ríos, quien sería Presidente del Consello una vez fallecido Castelao. El Consello de Galiza era una especie de gobierno autónomo gallego en el exilio, creado en noviembre de 1944, en Montevideo, por Castelao (Monteagudo, 2016). En esa época, Manuel Celso también ocupaba el puesto de Secretario de Propaganda de Galeuzca en Chile, un pacto entre nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, que había sido confirmado en 1941. Junto a Ramón Suárez Picallo (diputado a Cortes en 1936 por el Partido Galeguista) lleva a cabo una labor encomiable para mantener viva la llama del galleguismo entre la colectividad gallega de Chile, labor reconocida en las páginas del periódico argentino A Nosa Terra. Galicia, su Galicia, estuvo siempre en el corazón de Celso:

Quixente e quérote con amor eterno, profundamente intenso de Deus antigo. Túa presencia garimosa e inesquecible fai a miña ialma acesamente feliz, optimista, eterna… E agora lonxe de ti, penando d’amor e morriña, qu’e o maior sufrimento” (Manuel Celso Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En una de las estrofas de su poema “¡Saúde, hirmáns!”, Manuel Celso clama a la galleguidad, pidiendo a los acomplejados que se aparten:

“Irmáns: Un berro antergo e sagro
(os acomplexados fuxan da nosa veira:
só nos intresa do mundo un anaco,
só Galiza): ¡Viva nosa Terra meiga!”.

Su posicionamiento ideológico le lleva a entablar amistad con el Presidente de la república chilena Gabriel González Videla, del Partido Radical, con el gran poeta chileno, y Premio Nobel de Literatura en 1971, Pablo Neruda. En noviembre de 1946 asiste a la ceremonia de toma de posesión del Presidente de la República, que tiene lugar en el Palacio del Congreso, en calidad de amigo cercano. El poeta y político chileno participó en algunos de los actos organizados por Manuel Celso en el Centro Republicano Español de Santiago de Chile. Tanto en su casa, como en la de su hermano José María, había libros dedicados por Pablo Neruda. En ese círculo de personas cercanas también se encontraba Salvador Allende, Presidente de la República desde finales de 1970 hasta su derrocamiento en el año 1973 por el golpe de estado de Pinochet.

Manuel Celso (derecha) en compañía de Ramón Suárez Picallo (izquierda) y Eduardo Blanco Amor (centro), durante la visita de este último a Chile en 1948

La familia en Chile

Nós, acougados a veira do mar, nunha solana de pedras con musgos, fitamos o lonxe o océano de Balboa, entre Valparaíso e Concón. ¡Qué bonito e iste mar de Chile! Pro de Pacífico non ten mais que o nome, xúrovolo”.

(Garrido, 1953)

Manuel Celso vive en el número 6019 de Santa Rosa, en donde estaba ubicada la panadería que regentaba. La casualidad (o no tan casualidad) hace que ese número, en uno de las viales más importantes del Santiago actual, esté hoy ocupado por Panadería Maruxa, que presume de producir la mejor marraqueta, recién salida de un horno artesanal santiaguino. El 22 de noviembre de 1951, a la edad de 36 años contrae matrimonio, en el barrio residencial de Quinta Normal, con Olga Elena Bouzo Vidal, 13 años más joven que él. El padre de Olga Elena era un ourensano que había llegado a Chile antes de comenzar la Guerra Civil y era propietario de varias panaderías en la capital, llegando a ocupar la Presidencia de la Federación Chilena de Industriales Panaderos (FECHIPAN), entidad gremial fundada el 25 de septiembre de 1936.

A su esposa, Manuel Celso la llamaba Nena (Niña) de manera cariñosa, llegando a tomar este nombre en el entorno familiar. Me consta que sus sobrinas se refieren a ella como la tía Nena. En el año 1954, escribe para ella el poema “Tú: ella. Yo: él”, en el que le trasmite el gran amor que le profesa:

Eres mi sino y mi estrella,
porque ellos son quererte.
¿Galeote del corazón?
¿Forzado de la ilusión?
Tú eres mi Dios, no te importe.
Tú, mi vida entera. Tú: Ella.

Porque, Nena mía, ¡te amo y me amas!

Dos años después de contraer matrimonio nace la primera hija Aurora Elena (Rula) y once meses después lo hace María Milagros (Mila). A ellas escribe las siguientes líneas, cargadas de amor y ternura, en el artículo “Nochebuena con los míos”, publicado en el periódico El Mercurio, cuando tenían cinco y cuatro años, respectivamente:

Ayer, con gracia leve, palabra fácil y donaire como nunca tuve, ni antaño, contele a mis niñas, a mis retoños del divino Nacimiento el milagro. Ruliña, seria y serena, inteligente, cual a su carácter corresponde, iba al compás de mis palabras, con cariño, dibujando en el semblante infantil de su faz toda la trayectoria vital del Niño. Milagriños, en cambio, locuaz y saltarina, con blanca sonrisa, o dulce y lánguida tristeza, me dijo más de una vez curiosa: papá, ¿por qué no viene ya, dinos?” (Garrido, 1957).

Rula, la hija primogénita, sería protagonista de uno de los catorce poemas de la obra Saudade: “A pombiña i-o corvo”:

¡Ai, miña rula, Ruliña, miña filla:
Tamen eu son avezado cazador.
E matareiche os corvos do teu redor.
E surriréille ledo, mui ledo, as pombiñas!

Después de Milagros llegaría un varón prematuro, fallecido a las pocas horas de nacer. El tercer hijo del matrimonio Garrido-Bouzo muere antes de cumplir el año, víctima de una pulmonía. Finalmente, nace José Manuel; lo haría tres meses después del fallecimiento de su padre. Milagros falleció en Santiago de Chile en noviembre de 2009.

Manuel Celso con su esposa Olga Elena y su hija Rula

La saudade

Unha forcia soave e permanente, implacábel e doce –a saudade- turra por nós arreo car-os nosos lares, sen darnos acougo” (Garrido, 1953).

Como todo gallego en la diáspora, la saudade y la morriña empapan la vida de Manuel Celso en Chile. El mismo llega a definirla como la fuerza suave y permanente, pero implacable, que tira de uno sin descanso hacia su tierra.

Una excelente descripción de este sentimiento la hace María Elena, sobrina de Manuel Celso, refiriéndose a su tía Milagros en Chile: “estaba en Chile, pero su cabeza estaba absolutamente en A Merca, y en el pasado”. Este sentimiento tan gallego, y tan difícil de comprender para quien no lo es, lo hace visible de manera brillante Manuel Celso en su obra escrita en lengua gallega “Saudade. Un limiar e catorce poemas galegos”, dedicada a su única hija en ese momento, Aurora Elena (Ruliña), con “infinito cariño”, y publicada en Santiago de Chile el 20 de marzo de 1953.

Estos son los 14 poemas. Dedicados a su familia de A Merca y a sus vecinos: “A miña nai, n-iste 1º de noviembre (1948)”, a su madre difunta; “Invernía”, a su hermana María Milagros; “Sementeira”, a su hermano José María; «Lembranzas”, a su sobrina Manuela, hija de María Milagros, a la que por su temprana orfandad, Manuel Celso brindó en cierta medida la figura de padre; y “Céltigas vaquiñas”, a sus vecinos de A Merca. Dedicados a su familia de Chile escribe “Com-a volvoreta!” a su esposa Nena; “A pombiña i-o corvo”, a su hija Rula; y “Praia sin nome”, a sus padrinos de boda José Fernández y María Miret, y a sus hijas (madrinas de Aurora Elena y María Milagros). A sus compañeros de exilio dedica: “A Santa Compaña”, a Ramón Suárez Picallo; “Morreo Castelao”, a Virxinia Pereira (esposa de Alfonso Castelao); “Mensaxe de Bóveda”, a Rodolfo Prada (Presidente del Centro Gallego de Buenos Aires e importante figura del galleguismo en tierras argentinas); y “¡Saúde, irmáns!”, a sus amigos del exilio. “Lémbraste…?” se lo dedica a “cualquier mujer bienquerida”. Finalmente, “Non sei d-adxetivos”, tiene a sí mismo como destino en forma de autorretrato.

El sentimiento de desarraigo que experimenta Manuel Celso lo plasma de manera sentida en los poemas dedicados a los personajes centrales de su vida en A Merca, alcanzando su culmen en el que dedica el día de Fieles Difuntos de 1948 a su madre difunta, que había fallecido tres años antes, residiendo sus hermanos todavía en Galicia. El poema es escrito al poco tiempo de tener conocimiento del fallecimiento de la madre, lo que lleva a Manuel Celso a aislarse del mundo durante días, sumido en una enorme amargura. El encerramiento y el dolor anímico experimentado dieron lugar a estas sentidas estrofas:

No exilio eu, lonxe da Terra, ollando alleos eidos;
Meus hirmáns Milagros e Xosé María, ¡probiños!, sois, sen pai tamén,
horfos e tristes, viaos no fogar onde nados fomos d-anguria a tremer,
¡E ti, nai miña, índote con meu nome nos beizos!

Ti, que tan boa fuche, i-agora no Além ficas,
acullle con cariño estas garimosas verbas tenras miñas.
E un primeiro de Novembre, alleo, saudoso, ingrato:
Non poido ire a levarche froles da Terra o noso Camposanto”.

Saudade es revivir lo que hemos dejado atrás, pero ante la imposibilidad de dicha acción, solo queda ensoñarlo para que el recuerdo permanezca. Para ello, el gallego “lembra” y esas “lembranzas” lo ensimisman. Así, quedó reflejado en el poema “Lembranzas” con dedicatoria a su sobrina Manola:

A modiño, a modiño,
sin sentil-as,
chegan as lembranzas.
Vai pingando a vida, miudiño,
Anacos de sí,
¡ai miñas rapazas!...

Esta ensoñación impregnada de morriña se deja ver de manera nítida en el poema “Sementeira”, dedicado a su hermano José María:

¡Sementar! ¡Sementar moito, i-arreo! Regal-a terra coa suor da frente. E fendela a cotío, suxetando a rabiza do arado co puño forte de mau rexa e baril. Cubrila d-estrume primeiro, i-enchela de cheiro a fogar. Rachala logo, cubrind-o ar de cheiro a quentura i-agarrimo. Rizala dempois coa grade, deixándoa tenra, morniña. E o fin, na entrana viva, traballada e quente, diexar cair a semente. Para que maña nos encha de fartura e de ledicia: Na recolleita”.

Los hermanos Manuel Celso (derecha) y José María (izquierda) con las hijas del primero, Rula y Mila

Esta misma experiencia se vuelve a repetir en “Invernía”, con dedicatoria a su hermana Milagros, en el que rememora los quehaceres cotidianos de la familia rural de nuestra comarca en aquellos interminables inviernos:

Apesares, dempois de xantar, císcase a familia:
A nena a tornal-auga. A  muller, o outono.
O rapaz, a apañar castañas, denantes que as rouben.
I-o pai, coas ferramentas o lombo, o Ferreiro”.

Sus recuerdos y remembranzas de niño se dejan ver en el poema “Céltigas vaquiñas”, dedicado a sus paisanos de A Merca:

¡Esas vaquiñas loiras:
Qué ben traballan e pacen nos eidos.
Qué mansiñas son. Qué tenras.
E como ripan o outono, coma cuitelos.
De andar sereo i-acompasado,
-esas vaquiñas loiras, barrosas-,
Van pol-os camiños triscados nos valados,
I-o descuido, ripando verzas nas hortas”.

¿Sería la saudade la causa de que Manuel Celso decidiese poner fin a su vida en Santiago de Chile? Muy difícil contestar a esta pregunta, pero pensamos que sin duda pudo haber contribuido a magnificar estados emocionales depresivos que experimentaba en ciertas épocas, aunque desconocemos en qué medida. El 6 de octubre de 1960 se quitaba la vida en su casa. El día anterior a su fallecimiento toda la familia, incluido su hermano José María que había venido de Puerto Montt, había asistido a una boda de una persona cercana. Al día siguiente a la boda, Manuel Celso decide no ir a una reunión familiar y se queda solo en casa, momento que aprovecha para usar un arma. Será al atardecer de ese día, al llegar a casa, cuando su hija Rula, con solo siete años de edad, busca a su padre y lo encuentra muerto. Vestía traje, como era habitual en él. Sus restos mortales descansan en el mausoleo familiar ubicado en el Cementerio General de Santiago de Chile. Su hermano José María fallecería al año siguiente, dicen que “de pena”, pues desde ese fatídico 6 de octubre nunca más volvería a sonreír.

Vista del Cementerio General de Santiago (fotografía tomada de @cementeriogral)

En memoria de Manuel Celso

Después de su fallecimiento, el diario Opinión Gallega de Buenos Aires reconocía en sus páginas la figura de Manuel Celso, al informar que el galleguismo perdía un regio luchador y Galicia un hijo fiel. La galleguidad chilena y argentina lloraba su muerte. El Presidente de la República Española en el exilio de París, Diego Martínez Barrio, le concede el título póstumo de Caballero de la Orden de la Liberación de España.

Lamentablemente, la figura de Manuel Celso es escasamente conocida y reconocida. En gran medida, ello es lo que nos ha llevado a la elaboración de este artículo. Son escasos los reconocimientos a su figura. Entre las excepciones destacaríamos (1) su inclusión en el Diccionario da Literatura Galega, encontrándonos su nombre en el Tomo 1 “Autores”; (2) la ponencia sobre su vida y obra presentada por Marivel Freire Freire en el Congreso Internacional O Exilio Galego, celebrado en Santiago de Compostela en el año 2001; y (3) un capítulo en el libro “Protagonista de una epopeya colectiva” de Lois Pérez Leira.

Nuestra comarca no debe permitirse que su vida y obra pasen desapercibidas, y no sean reconocidas en su justa medida. Hasta donde sabemos, el único reconocimiento que tuvo lugar en su tierra natal fue el llevado a cabo por el grupo municipal del Bloque Nacionalista Galego en el Concello de A Merca el 24 de abril de 1999. Incomprensiblemente, la corporación municipal de esa época no llegó a un acuerdo para poner su nombre a una calle del pueblo. Desconozco las razones que llevaron a esa falta de acuerdo, pero se me antojan peregrinas y de cortas miras. En dicho acto, promovido por los concejales nacionalistas Luis Seara y Manuel Outumuro, y que tuvo lugar en el Salón de Plenos del Concello de A Merca, participaron los escritores Millán Picouto y Lois Pérez Leira, así como el político Manuel Mera.

Noticia del homenaje a Manuel Celso en A Merca publicada en O Aguillón (febrero de 2000)

Manuel Celso por su hija Rula

No podríamos dar mejor terminación a este artículo que con un epílogo suscrito por Rula, hablando de su padre. A pesar de haberlo perdido a muy corta edad, su recuerdo imborrable perdura en el tiempo, y ese recuerdo lo plasma en estas líneas:

Juan Carlos me pide que describa el recuerdo que tengo de mi padre…. Lo he pensado varios días… Hablar de él sin ser subjetiva es imposible, por el tremendo amor que siento por él, pero aquí va. Celso, mi papá, era un tipo muy buenmozo, siempre vestía impecable, de traje o sport; en las fotos que conservo se ve muy bien en todas. Conmigo y con mi hermana Milagros era muy dulce. Nos leía libros antes de dormir. Recuerdo cuando su hermano José María le enviaba mariscos del Sur de Chile y él nos hacía comer ostras, pulpo y erizos, lo que disfrutaba mucho. Aprendimos con mi madre a lavar los pulpos que ella cocinaba “a la gallega”, exquisitos. MI padre era alegre. Recuerdo que cantaba en reuniones en casa y tenía su grabadora (con cintas), también sus discos. Su oficina, con estantes repletos de libros y discos de música española. Leía muchísimo, y lo recuerdo también escribiendo a menudo. Recuerdo ir con él a la feria semanal del barrio a comprar verduras, frutas y ostras. Después guardábamos algunas para nuestras tortugas, la mía y la de Mila, mi hermana. Visitábamos el Estadio Español y el Stade Français con él y mi madre, en donde disfrutábamos de las piscinas mientras él jugaba al tenis.  La cena en la mesa era muy importante para él, lo recuerdo sentado y yo a su lado escuchándolo. Salíamos de paseo a las playas y a las termas. En fin, para mí estar a su lado era sentirme muy querida, admirada y protegida. Su último negocio fue una zapatería que le compró a mi abuelo, Francisco Bouzo. Allí nos dejaba a veces jugar en las inmensas bodegas de zapatos y cuando decoraban las vidrieras era para nosotras una fiesta; él ponía todo el empeño es que se vieran muy lindas.  Nos permitía llevar a casa cajas para jugar, que Mila y yo llenábamos con otras más pequeñas, él las descubría; era muy divertido. Le gustaba el jardín, y me enseñó a regar las plantas; el agua en la raíz, me explicaba que era importante. A mi mamá la llamaba “mi prójima”, y se refería a nosotras como “sus tres Marías”, las estrellas. Mi padre llenó mi vida de sus recuerdos y son todos dulces y tiernos. Nunca le oí levantarnos la voz, solo mimarnos mucho. A mi hermana le llamaba a veces “lauchita”, porque le gustaba esconderse dentro de los muebles en casa. Yo era su Ruliña, y dice mi madre que desde el día en que nací me encontraba preciosa. ¡Qué más puedo decir de un hombre que era tan especial!  Así era mi papá”.

(Miami, Estados Unidos, junio de 2021).


Fóronse para sempre os tempos en que os galegos coma coitadiños, coma quen pide esmola, pregábamos mansiñamente o que tíñamos dereito incuestionable a lograr ieisixir sin contemplación” (Celso Manuel Garrido, 1950; tomado de Freire Freire, 2001).

Agradecimientos

Agradezco a Aurora Elena (Rula) Garrido, José Manuel Garrido, María Elena Garrido y Marisa Garrido por animarme a escribir este artículo y, sobre todo, por las facilidades, informaciones y documentos que me brindaron para que ello fuese posible. Muy especialmente, quiero hacer evidente este agradecimiento a Rula, hija de Manuel Celso, porque sin ella este trabajo no hubiera sido lo que es. Muchas gracias y queda pendiente compartir un plato de pulpo a feira en A Merca.

Incluyo también en mis agradecimientos a Víctor Fortes, Julio Grande y Manuel Outumuro, por los documentos aportados para completar diferentes apartados del artículo.

Referencias

Fasano, L. (2009). Exiliados gallegos en la Federación de Sociedades Gallegas de la Argentina: una aproximación al tema. XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche.

Freire Freire, M. (2001). Manuel Celso Garrido: achegamento á súa vida e obra. Actas Congreso Internacional O Exilio Galego. http://consellodacultura.gal/mediateca/extras/CCG_2001_Actas-do-congreso-internacional-O-Exilio-Galego.pdf

Garrido, M. C. (5 de julio de 1940). 28 de junio (1936-1941). Galicia, 734.

Garrido, M. C. (20 de septiembre de 1941). Apostilla a una revista vieja. Galicia, 745.

Garrido, M. C. (1 de noviembre de 1941). Testigos inexorables. Galicia, 751.

Garrido, M. C. (7 de febrero de 1942a). Carta abierta a mi excompañero de cautiverio. Galicia, 765.

Garrido, M. C. (13 de junio de 1942b). Evocación triste de un refugiado. Galicia, 783.

Garrido, M. C. (21 de febrero de 1942c). ¡¡¡Volve, Galicia!!! Galicia, 767.

Garrido, M. C. (9 de enero de 1943). El Maestro no quiso. Galicia, 813.

Garrido, M. C. (12 de julio de 1947). Don Ramón Otero Pedrayo. Saúdo d-un alumno. Galicia, 1014.

Garrido, M. C. (10 de febrero de 1950). Co gallo da mala nova. Galicia, 1100.

Garrido, M. C. (1953). Saudade. Un limiar e quatorce poemas galegos. Talleres de la Casa del Niño.

Garrido, M. C. (27 de diciembre de 1957). Nochebuena con los míos. El Mercurio.

Monteagudo, H. (2016). Castelao en Buenos Aires, 1940-1950. Olivar, 17, Artículo e006. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7771/pr.7771.pdf

Pérez, L. (2011). Protagonistas de una epopeya colectiva II parte. Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo. https://es.calameo.com/read/001933963309ccc65359a

Salgado, R. (2020). La Biblioteca Provincial. http://ovrense.blogspot.com/2020/10/la-biblioteca-provincial.html

DON ADOLFO OUTUMURO OUTUMURO (1891-1924)

DON ADOLFO OUTUMURO OUTUMURO (1891-1924)

Por Tino Outumuro

Nota. Este artículo aparece primero en su versión original en gallego y a continuación en castellano.

Don Adolfo Outumuro Outumuro naceu a finais do século XIX en Parderrubias, estudou no Seminario Conciliar de Ourense e ordenouse sacerdote en 1916. Nese mesmo ano, le a Cátedra de Latín e Humanidades, sendo así o primeiro veciño da Parroquia de Parderrubias do que se ten constancia que alcanzara esta distinción. Nos seus primeiros anos como sacerdote desempeñou diversos cargos no Seminario de Ourense ata que unha enfermidade o incapacita obrigándoo a retirarse o seu pobo natal onde se fixo cargo da Parroquia ata súa morte en 1924.

Primeiros anos

Don Adolfo naceu o oito de marzo do 1891. O seu nacemento non estivo exento de riscos; tal foi así, que a súa tía materna Rosa, que estaba presente nese momento, viuse na necesidade de bautizar ao rapaciño, pois todo parecía indicar que non pasaría dese día. Non se sabe certo se foi polos coidados que lle deron ou pola graza do Sacramento recen adquirido, o caso é que a criatura conseguiu abrazarse á vida e ao día seguinte, xa de forma oficial, o cura de aquel entón, don Manuel Belvis, bautizouno con nome de Adolfo, seguindo así unha tradición familiar de chamar con ese nome ao primoxénito.

Foi o maior de dous irmáns, o seu irmán David nacería o día 16 de xaneiro do 1897. Os seus pais foron, Nemesio Outumuro e María Purificación Outumuro, do pobo do Outeiro; os avós paternos, Manuel Outumuro e Vicenta Grande, de Barrio, e os maternos, Jenaro Outumuro e María Seara, do Outeiro. A casa onde naceu é na que actualmente viven as súas sobriñas Josefa e Bernardina, e o seu sobriño político Benito.

Unha das persoas que máis influíu na súa vida foi o seu tío materno, Adolfo Outumuro Seara, que no momento do seu nacemento xa estudaba no Seminario de Ourense. Dado que tío e sobriño se chamaban igual, as xeracións futuras da familia, para diferencialos, referíanse ao de maior idade como  o “tío vello” e ao de menor como o “ tío novo”. O “tío vello”, tras ordenarse sacerdote asignáronlle o 18 de decembro do 1899 a Parroquia de Sotomandrás, no concello de San Cristovo de Cea, onde permaneceu ata a súa morte.

En canto a formación de don Adolfo, supoñemos que o seu tío, durante as vacacións, iniciaríao nos coñecementos máis elementais. Tamén acudiría á escola do pobo, que por aquel entón estaba situada nunha casa da pobo da Igrexa. A nova escola non se inauguraría ata 1928. A ensinanza nesa época estaba regulada pola Lei Moyano, que establecía o ensino obrigatorio para os nenos menores de nove anos, o cal non deixaba de ser algo anecdótico, pois en moitos casos os rapaces cumprían máis na casa que na escola. Nos pobos cunha densidade de poboación similar a de Parderrubias (nesta época andaba polos 600 habitantes) estaba previsto que houbera unha Escola Pública Elemental para nenos e outra incompleta para nenas. En canto aos mestres, moitos carecían de título e os honorarios corrían a cargo dos concellos que na maior parte das ocasións non podían facer fronte estes gastos e eran os propios pais dos alumnos os que tiñan que correr cos seus honorarios. Foi nesta época cando se fraguou o dito pasar máis fame que un mestre de escola”. Non foi ata que se promulgou o Real Decreto do 26 de outubro do 1901, promovido polo Conde de Romanones, cando os mestres pasaron a ser considerados funcionarios, cobrando do Estado. A conta desta reforma, o 9 de abril de 1907 foi nomeado mestre en propiedade da escola de Parderrubias don Cesáreo Pérez Rodríguez, cuns honorarios anuais de 500 pesetas, segundo informa o diario El Correo de Galicia, desa mesma data.

Supoñemos que o día de Corpus Christi do ano 1899, don Adolfo recibiu a Primeira Comuñón de mans de don Paulino Agromayor, Párroco por aquel entón de Parderrubias. Seguindo os pasos do seu tío materno, en outubro do ano 1902, aos 12 anos, ingresou no Seminario Conciliar de Ourense, iniciando así unha nova etapa da súa vida.

Breve historia do Seminario Conciliar de San Fernando de Ourense

O xerme dos seminarios atopámolo no Concilio de Trento (1545–1563), onde se acordou que os bispos debían dispor de centros onde formar adecuadamente ao clero. Polo que respecta a Ourense, o Bispado carecía dun edificio axeitado que puidera albergar aos seminaristas, e non foi ata que o Rei Carlos III, mediante a promulgación da orden “Pragmática Sanción de 1767”, expulsou aos Xesuítas de España, que se conseguiu finalmente un centro axeitado para esta función.

A Compañía de Xesús tiña en propiedade no centro de Ourense un colexio e unha igrexa anexa o mesmo. Coa súa expulsión en 1767, estes bens foron expropiados polo Estado e unha parte deles foron cedidos ao Bispado de Ourense. Deste xeito, a igrexa dos Xesuítas pasou a ser a nova Parroquia de Santa Eufemia la Real e parte do antigo colexio foi utilizado para a formación dos seminaristas, nacendo así o Seminario Conciliar de Ourense, que foi inaugurado o día 8 de xaneiro do 1804 polo Cardeal Don Pedro de Quevedo (1776-1818). Hoxe en día, se nos acercamos á librería Betel na Rúa Lamas Carvajal, podemos ver escrito sobre cerámica a inscrición “SEMINARIO CONCILIAR SAN FERNANDO” e coroando a porta da librería encóntrase o escudo de armas do Rei Carlos III, mandado colocar polo Deán Juan Manuel Bedoya, sen dubida en agradecemento pola cesión de tan formidable edificio.

Fachado do antigo Seminario Conciliar de Ourense

Os inicios do antigo Seminario non estiveron exentos de sobresaltos. Ao pouco da súa inauguración, o 20 de xaneiro do ano 1809, tropas napoleónicas pertencentes ao corpo de exercito do mariscal Ney, que viñan en persecución das tropas do Marques de la Romana e do coronel Robert Craufurd, tomaron Ourense. Nesta primeira incursión se ve que o seminario non sufriu danos, mais no mes de maio, cando o franceses estaban xa de retirada, tropas do mariscal Soult, incendiaron o edificio de tal xeito que só quedou en pé a habitación do Reitor e a dos Catedráticos de Filosofía. Como consecuencia deste desastre, durante case dez anos o Seminario non puido facer a súa función, sendo restaurado no ano 1817 e volvendo a admitir seminaristas a partir do 20 de xaneiro do 1818.

O antigo colexio dos Xesuítas non só sería a sede do Seminario Conciliar, senón que tamén acollería, antes de mediados do século XIII, a Escola de Latín; o Instituto de Segunda Ensinanza, inaugurado no ano 1845; La Normal, a primeira escola de mestres de Galicia inaugurada en 1841; a Biblioteca e o Museo provinciais., Esto supuña a concentración, en moi pouco espazo, do saber e da cultura da cidade de Ourense.

A segunda metade do século XIX foi a do maior esplendor do Seminario, chegando a ter 631 matriculados no curso 1861-1862, un número meritorio de alumnos tendo en conta que a capital ourensena no ano 1848 só contaba con 4.260 habitantes, polo que é de supor que a maior parte procedían do rural. 

En 1889, o Bispo Cesáreo Rodrigo Rodríguez mandou construír un novo edificio, o que sería a actual sede do Bispado, e amplía a capela que logo remataría o Bispo Eustaquio Ilundaín Esteban (1904-1921). Nesta época, os seminaristas entraban pola porta que dá á Praza Bispo Cesáreo, en concreto por onde hoxe se accede a Cáritas. Esta praza estivo presidida entre os anos 1898 a 1969 pola estatua de Concepción Arenal, momento en que foi trasladada a praza que leva o seu nome, diante dos antigos xulgados.

Tras a súa reforma, a distribución do complexo era a seguinte: entrando polo acceso da Praza Bispo Cesáreo, atopábase de fronte a capela, que era o epicentro do Seminario; á dereita, estaba a parte vella cas habitacións dos teólogos, 66 en total; á esquerda, a parte nova, cun amplío dormitorio con 75 camas para os filósofos e os latinos. Na planta baixa estaban as clases, a secretaría, o refectorio e as demais dependencias. O Seminario tamén contaba cunha biblioteca con máis de 10.000 volumes clasificados por materias.

O Seminario Conciliar de Ourense estivo activo ata o 7 de xaneiro de 1952, momento en que se inauguraría o Seminario Maior “Divino Maestro”  polo bispo Francisco Blanco Nájera (1945-1952), que falecería o 15 de xaneiro, só unha semana despois da inauguración. Foron 148 anos dedicados á formación e ao ensino. Por darmos algúns datos estatísticos coincidentes no tempo co motivo deste artigo, dicir que entre os anos 1900 a 1915 matriculáronse de media 175 alumnos, dos que 90 eran internos e 85 externos, e a media de ordenacións era de 13 por ano.

Etapa como estudante do Seminario Conciliar de Ourense

Para poder formar parte dos alumnos do Seminario Conciliar, o pequeno Adolfo tivo que superar unha serie de exames que tiñan lugar a finais de setembro. As probas a realizar para acceder ao primeiro curso de Latín, como era o seu caso, consistían en ler un texto correctamente e facer un ditado; en Matemáticas tiña que demostrar que sabía ler números, sumar, restar, multiplicar e dividir, tanto número enteiros como decimais; tamén tiña unha proba sobre coñecementos de gramática da lingua castelá e, por último, demostrar que coñecía o Catecismo de memoria.

Na época do noso protagonista, o curso académico ía desde o 1 de outubro ata o 31 de maio, e tiña por costume inaugurarse cunha misa solemne na capela do Seminario, onde asistían tanto os alumnos coma os seus pais. En canto ao réxime aceptaba tanto a alumnos internos como externos, e o plan de estudos que se seguía comprendía catro anos de Latín e Humanidades, tres de Filosofía, cinco de Teoloxía e o de Canons. A ollos dun neno de primeiro de Latín, unha eternidade.

Desde a súa inauguración, os estudos no Seminario tiñan validez de universitarios, e estaban recoñecidas pola Universidade de Santiago de Compostela as Cátedras de Filosofía e Teoloxía. Profesores de recoñecido prestixio, en diferentes épocas, que deron clase no Seminario Conciliar de Ourense foron Juan Manuel Bedoya, Marcelo Macías ou Juan Antonio Saco y Arce.

Tres anos despois de entrar no Seminario, en 1905, morre o seu pai, Nemesio Outumuro Grande. Ao ano seguinte, o día 26 de marzo, morre o seu avó materno Jenaro Outumuro aos 70 anos de idade, con anterioridade, en xaneiro de 1902, xa morrera a súa avoa materna, María Seara Barracel. Sen dúbida deberon ser uns anos duros para a familia. Na casona do Outeiro, en só catro anos pasaron de vivir a diario seis persoas a quedar unha viúva e un neno de oito anos. Esta situación tan dramática, por desgraza, era algo cotiá nas familias de principios do século XX. Nestes casos, a única axuda social que existía non viña do Estado, senón do entorno familiar e veciñal, e dicir, a comunidade na que vivían que unindo esforzos sacaban adiante estas familias.

Podemos dicir de don Adolfo que era bo estudante. Así, en 2º de Filosofía, curso 1907-1908, tivo as seguintes notas nestas tres materias: en Metafísica Especial, Benemeritus; en Cosmogonia e Higiene, Meritissimus, e en Historia Natural y Agricultura, Benemeritus. No curso seguinte, 1908-1909, sacou en Ética e en Física e Química, un Benmeritus. Aparte das súas notas, sabemos que destacou nos estudos polo feito de figurar como primeiro de lista da súa clase, polo menos nos cursos de 2º e 3º de Filosofía, lugar reservado como premio para o alumno máis destacado.

O 19 de outubro de 1910, con só 19 anos de idade, escribiu un Viacrucis en verso que é gardado polas súa sobriñas na súa casa natal coma unha reliquia. Anos despois, en 1924, un grande das letras españolas, Gerardo Diego, membro destacado da Xeración do 27, escribiu un Viacrucis en verso que logo sería publicado en 1931, converténdose así no Viacrucis en verso máis coñecido de todos. Salvando as diferenzas obvias, o poema escrito por don Adolfo non ten que envexar o do gran autor santanderino, como mostra un fragmento do manuscrito correspondente ó inicio da undécima estación.

Extracto do Viacrucis escrito por don Adolfo

Coma todo fillo de veciño, aos 21 anos foi chamado a filas xunto con outros seis mozos do pobo. Corría o ano 1912 e coincidiulle coa publicación da Lei de Recrutamento e Reemplazo do Exército, do 27 de febreiro, que como novidade introducía a universalidade do servizo militar, e dicir, que se acababa co “soldado de cuota”, que favorecía ás familias ricas que se podían costear a exención do servizo. Nestas datas estábamos en plena Guerra de África, polo que para estes mozos ser recrutados supuña, á parte de pasar tres anos fora de casa, a probabilidade de acabar en África diante dos rifeños.

Na súa ficha de recrutamento consta que medía 1,64 metros de estatura, pesaba 64 quilos e tiña un perímetro torácico de  82 centímetros, o que viña a ser un prototipo de home estándar de principios do século XX. Tamén consta que foi considerado inútil temporalmente para o servizo por ter miopía. Durante os seguintes catro anos, a súa nai presentouse periódicamente ás sucesivas renovacións da suspensión, alegando en cada unha delas que era único fillo de viúva pobre a quen mantiña (como fillo único refírese a que era o único fillo en idade de traballar, non que fora o único fillo biolóxico).

Nestes anos, cando estaba de vacacións no pobo, gustáballe escribir ás oportunas anotacións nos Libros Parroquiais, sobre todo no de bautizos e matrimonios,  de tal forma, que a súa letra clara e perfectamente lexible figura en moitos destes asentos, os cales sempre ían asinados, como é lóxico, por don Benito Garrido, Párroco titular da Parroquia de Parderrubias por aquel entón.

De don Adolfo aínda se conserva unha pequena biblioteca na súa casa natal, da que salvo un libro sobre o uso dunha cámara de fotos editado en 1916, e do que non se sabe que función tiña pois ninguén recorda ningún aparello deses na casa, o resto está relacionado coa temática relixiosa ou co estudo da lingua latina. Moitos deste libro levan o selo da librería “Nemesio Pérez Resvie”, que se encontraba daquelas na rúa das Tendas nº 3 de Ourense, rúa que partindo da Praza Maior pasa por debaixo da escalinata de acceso á entrada principal da catedral. Outros foron mercados na librería “La Viuda”, que seguramente se trate da librería que en 1886 inaugurou Lisardo Castro, bisavó da actual propietaria da librería que con ese mesmo nome se atopa hoxe en día na rúa Lamas Carvajal. Seguramente estas dúas librerías, xunto ca do diario La Región, serían das poucas que había por aquel entón en Ourense. Hai que ter en conta que na primeira quincena do século XX Ourense era unha pequena vila cunha poboación censada que oscilou entre os 15.000 e os 16.000 habitantes. O seu núcleo urbano circunscribíase practicamente ao que hoxe é o casco vello; ía desde o Xardín do Posío ao Parque de San Lázaro e desde a Rúa Progreso ata o que hoxe é a rúa Pena Trevinca.

Os últimos anos de don Adolfo como estudante de Teoloxía, de 1913 a 1914, estiveron marcados polas sucesivas Ordes Menores que foi adquirindo, entre elas a Tonsura, que hoxe está en desuso e que consistía en rapar a zona da coroa. Estas seguíronas as Ordes Maiores: Subdiaconado e Diaconado. Por último, probablemente o 10 ou o 11 de xuño de 1916, recibiu de mans do Bispo don Eustaquio Ilundain e Esteban o Sacramento do Sacerdocio.

Tarxeta de visita de don Adolfo
Seminaristas de 1912. Don Adolfo, situado na fila superior, o primeiro pola dereita, contaba con 21 anos
Don Adolfo sentado a dereita
Don Adolfo sentado entre dous compañeiros

Unha semana despois da súa ordenación como sacerdote, o domingo día 18, tivo lugar a súa primeira misa na Igrexa Parroquial de San Salvador de Soutomandrás. Como padriño eclesiástico tivo o seu tío don Adolfo Outumuro Seara, que ademais exerceu como anfitrión. Entre os asistentes contábase un nutrido grupo de sacerdotes e seminaristas, así como personalidades laicas entre as que figuraba un representante dos “Escultores” de Parderrubias. Descoñecemos quen dos irmáns Garrido acudiu ao acto, pero supoñemos que foi ou ben José ou Manuel, sendo o máis probable este último pois uníaos unha forte amizade. O evento foi recollido na prensa local, e unha vez finalizado tivo lugar un ágape na Reitoral, onde en palabras do articulista houbo:

 “… un opíparo y espléndido convite, durante el cual reinó la mayor expansión y alegría, y al que pusieron digno remate oportunos y chispeantes brindis”.

Con motivo deste artigo despraceime ata Soutomandrás, onde me atopei cunha igrexa pequena e moi ben coidada, separada un cento de metros do núcleo urbano. A antiga Reitoral, lugar onde fai máis de 100 anos tivo lugar o “opíparo banquete”, atópase a carón da igrexa, e hoxe en día non son máis ca catro paredes cubertas polas silvas. Ao pé da porta principal da igrexa, e por tanto de paso obrigado para acceder e saír dela, atópase a sepultura de don Adolfo Outumuro Seara, o “tío vello”.

Igrexa de Soutomandrás. Na sepultura diante da porta principal está enterrado o tío de don Adolfo

Comenzo dunha nova vida

Unha vez alcanzado o presbiterado e logo de toda unha xuventude adicada ao estudo, en outubro de 1916 le a Cátedra de Latín, pasando así a ostentar este título. Para alcanzar esta distinción, segundo o regulamento, era preciso estar ordenados “in sacris”, ter competencia recoñecida na materia da que se trate e estar en posesión do grado de Licenciado ou de Doutor. Tamén se podía obter a Cátedra de forma interina en espera de obter o grado. A partir deste momento comenza a exercer diferentes cargos de responsabilidade no Seminario Conciliar de Ourense: no curso 1916-1917 como Profesor de Disciplina, para o curso do 1917-1918 consta como Perfecto Disciplinario e Profesor de Latín en 1º e 2º curso de Humanidades e, por último, entre os anos 1919 o 1921 desempeñará a función de Mordomo e Secretario. Como Mordomo encárgase da xestión económica do Seminario: cobro das rendas e cotas, pago de gastos, compra de suministros, conservación do inmoble, xestión do persoal, levar a contabilidade e os seus libros correspondentes, do que renderá contas ante Reitor. En canto ás súas funcións como Secretario debía, entre outras cousas, custodiar o arquivo, expedir certificacións, levar a correspondencia oficial, toda xestión dos expedientes dos alumnos, etc.

Selos de don Adolfo (o de arriba é de propia creación)

Nestes anos gaña fama de bo orador e a súa presenza é reclamada para dirixir sermóns en datas destacadas. Así atopamos que foi o encargado de dar o sermón do día 4 novembro do 1916 na igrexa de Santa María Nai co galo da Novena das Ánimas. O día 4 de abril do 1917, Venres Santo, na catedral de Ourense, predica sobre as “Sete Palabras de Xesús na Cruz”, e o día 17 de abril do 1919, Xoves Santo, tamén na catedral da outro sobre o  “Sermón do Mandato”. Na pequena biblioteca que aínda se conserva de don Adolfo atópanse varios libros relacionados con predicacións o que denota o seu interese por destacar neste campo. Igualmente, no recordo que quedou del na familia  destacase esta faceta, incluso se achaca a causa da súa morte a un sermón que deu na Praza Maior de Ourense un día de frío, causándolle unha pulmonía da que non se recuperaría, pero como veremos máis adiante este acto nada tivo que ver co seu óbito.

Se ben é certo que o Seminario era o centro da súa vida, isto non impediu que tivese un lugar na vida social de Ourense de aquel entón. Nesta época asiste e incluso oficia vodas de personaxes importantes da cidade e ten unha relación directa cos xornalistas do diario La Región, sendo noticia neste diario o simple feito de que se vaia de vacacións, que non supuña para el outra cousa máis que subir a Parderrubias.

É de destacar a confianza que deposita nel o Bispo don Eustaquio Ilundain, que ademais dos diferentes postos no Seminario tamén o nomea Secretario de Visitas, o que lle permite percorrer, en representación do Bispo, diferentes Parroquias da nosa contorna para comprobar que os Libros Parroquiais estiveran debidamente cumprimentados. 

Visita parroquial a Vilar de Paio Muñiz do 18 de marzo de 1919 firmada por don Adolfo. Fonte: Arquivo Histórico Diocesano de Ourense

Estes últimos cinco anos demostrou que por capacidade, talento e dedicación augurábase nel unha carreira prometedora. Por desgraza, a súa traxectoria viuse truncada por unha infección de tuberculose que contraeu no propio Seminario e que o afastou definitivamente da capital ourensá para trasladarse a vivir, a partir de finais do ano 1921, á súa casa natal xunto á súa familia, encargándose ata súa morte da xestión da Parroquia de Parderrubias en calidade de Ecónomo.

Os últimos anos

A finais do 1921 establécese na súa casa natal de Parderrubias ca súa nai e o seu irmán David, xa casado dende o 24 de decembro do 1917 con Aurora Outumuro Sueiro, natural do pobo da Igrexa. Na casa tamén viven os seus sobriños de curta idade,  Adolfo e José. Despois nacería a súa sobriña Anuncia, a quen terá a oportunidade de bautizar el mesmo. Estes últimos anos transcorren plácidamente entre o coidado da Parroquia, a lectura incansable dos seus libros e os curtos paseos que a súa fráxil saúde lle permite dar. Don Adolfo encárgase da xestión parroquial ata os seus últimos días, sendo significativo o feito que no Libro Parroquial, a partida de enterro anterior á súa estea asinada por el mesmo soamente tres meses antes. Tamén é recordado sentado ao sol nun banco que había no campo diante da súa casa.

No outono de 1923, aproveitando unhas prácticas militares do Batallón de Cazadores de Ourense, celébrase unha misa campestre nun souto de Parderrubias, seguramente situada entre o Outeiro e Barrio. Ó finalizar este acto, os irmáns Garrido convidan aos mandos militares e a don Adolfo a unha visita ao seu taller. Tanto a misa coma os asistentes a visita quedan inmortalizados en dúas fotos que serán publicadas o 20 de novembro do 1923 na revista Vida Gallega, xunto con unha terceira que mostra unha panorámica de Parderrubias.

Misa campestre no souto de Parderrubias. Fonte: Vida Gallega
Don Adolfo na fila do medio, sentado a dereita. Fonte: Vida Gallega
Vista xeral de Parderrubias nos anos 20 do pasado século. Vese o pobo de Barrio, a casa dos irmáns Garrido, na Carretera, e ao lonxe a Igrexa. Fonte: Vida Gallega

Na segunda das fotos, vemos a un don Adolfo moi delgado e con mala cara, indicio claro que a enfermidade estáballe a gañar a batalla, tal é así, que só cinco meses e medio despois de publicarse esa foto, o 8 de maio do 1924, falecía na súa casa do Outeiro aos 33 anos de idade a causa da tuberculose. A súa necrolóxica foi publicada en diferentes diarios do momento. Foi enterrado no cemiterio parroquial de Parderrubias o 9 de maio por don Alfonso Losada, sendo testemuñas do seu enterro o sancristán Francisco Seara e Manuel Garrido (dos Escultores). Mentres tanto, en Soutomandrás, o 22 de febreiro dese mesmo ano, falecía o “tío vello” á idade de 54 anos, pondo desta maneira, con só dous meses de diferenza, o punto e final a dúas vidas consagradas a Deus e o próximo.

Necrolóxica de don Adolfo publicada no diario La Región. Tanto na necrolóxica como na lápida da súa sepultura consta que tiña 31 anos, cando en realidade tiña 33 anos e dous meses
Lápida de don Adolfo no Camposanto de Parderrubias

Como derradeiro homenaxe a don Adolfo dedícolle este soneto:

Mente viva que del saber añora,
con mano diestra la pluma esbelta esgrime
que surcando rauda en el lienzo imprime,
la Luz Divina que arde, y enamora.

En su celda siente pasar la hora,
dedicado al estudio que redime,
como bálsamo del dolor que oprime
su corazón, que por Dios se devora.

Si de su pecho el espíritu brota,
si al Señor con su palabra engrandece,
solo es reflejo de su alma devota.

Cuida su rebaño mientras padece
enfermedad, que juventud derrota,
mas su recuerdo vence y permanece.

(Tino Outumuro, 22 de dezembro de 2020).

Agradecementos

O autor agradece a Juan Carlos Sierra Freire pola información que aportou o artigo, sobre todo relacionada con reseñas en diarios, libros parroquiais e Arquivo Municipal. A Xosé Anxo Outumuro agradézolle as súas ideas e o tempo que botou revisando o artigo.

VERSIÓN EN CASTELLANO

Don Adolfo Outumuro Outumuro nació a finales del siglo XIX en Parderrubias, estudió en el Seminario Conciliar de Ourense y se ordenó sacerdote en 1916. En ese mismo año, lee la Cátedra de Latín y Humanidades, siendo así el primer vecino de la Parroquia de Parderrubias del que se tiene constancia que alcanzase dicha distinción. En sus primeros años como sacerdote desempeñó diversos cargos en el Seminario de Ourense hasta que una enfermedad le incapacita, obligándole a retirarse a su pueblo natal, en donde se hace cargo de la Parroquia hasta su muerte.

Primeros años

Don Adolfo nació el 8 de marzo de 1891. Su nacimiento no estuvo exento de riesgos; tal fue así, que su tía materna Rosa, que estaba presente en ese momento, se vio en la necesidad de bautizar al recién nacido, pues todo parecía indicar que no pasaría de ese día. No se sabe cierto si fue por los cuidados que le dieron o por la gracia del Sacramento recién adquirido, pero el caso es que la criatura consiguió abrazarse a la vida y al día siguiente, ya de forma oficial, el cura de aquel entonces, don Manuel Belvis, lo bautizó con el nombre de Adolfo, siguiendo así una tradición familiar de poner ese nombre al primogénito.

Fue el mayor de dos hermanos. Su hermano David nacería el día 16 de enero del 1897. Sus padres fueron Nemesio Outumuro y María Purificación Outumuro, naturales del pueblo de O Outeiro. Los abuelos paternos eran Manuel Outumuro y Vicenta Grande, de Barrio; y los maternos, Jenaro Outumuro y María Seara, de O Outeiro. La casa donde nació es en la que actualmente viven sus sobrinas Josefa y Bernardina, y su sobrino político Benito.

Una de las personas que más influyó en su vida fue su tío materno, Adolfo Outumuro Seara, que en el momento de su nacimiento ya estudiaba en el Seminario de Ourense. Dado que tío y sobrino se llamaban igual, las generaciones futuras de la familia, para diferenciarlos, se referían al de mayor edad como “o tío vello” y al de menor como “o tío novo”. Al “tío vello”, tras ordenarse sacerdote, le asignaron el 18 de diciembre del 1899 la Parroquia de Sotomandrás, en el Ayuntamiento de San Cristovo de Cea, en donde permaneció hasta su muerte.

En cuanto a la formación de don Adolfo, suponemos que su tío, durante las  vacaciones, lo iniciaría en los conocimientos más elementales. También acudiría a la escuela del pueblo, que por aquel entonces estaba ubicada en una casa del pueblo de A Igrexa. La nueva escuela no se inauguraría hasta 1928. La enseñanza en esa época estaba regulada por la Ley Moyano, que establecía la enseñanza obligatoria para los niños menores de nueve años, lo cual no dejaba de ser algo anecdótico, pues en muchos casos los chicos eran más necesarios en casa que en la escuela. En los pueblos con una densidad de población similar a la de Parderrubias -en esta época contaba con unos 600 habitantes-, estaba previsto que hubiera una Escuela Pública Elemental para niños y otra incompleta para niñas. En cuanto a los maestros, muchos carecían de título y sus honorarios corrían a cargo de los Ayuntamientos, que en la mayoría de ocasiones no podían hacer frente a estos gastos, teniendo que ser los propios padres de los alumnos los que se hiciesen cargo de sus emolumentos. Fue en esta época cuando se forjó el dicho “pasar más hambre que un maestro de escuela”. No fue hasta que se promulgó el Real Decreto de 26 de octubre del 1901, promovido por el Conde de Romanones, cuando los maestros pasen a ser considerados funcionarios que cobraban del Estado. Como consecuencia de esta reforma, el 9 de abril de 1907 fue nombrado maestro en propiedad de la escuela de Parderrubias don Cesáreo Pérez Rodríguez, con unos honorarios anuales de 500 pesetas, según informa al diario El Correo de Galicia de esa misma fecha.

Suponemos que el día de Corpus Christi del año 1899, don Adolfo recibió la Primera Comunión de manos de don Paulino Agromayor, Párroco por aquel entonces de Parderrubias. Siguiendo los pasos de su tío materno, en octubre del año 1902, a los 12 años de edad, ingresó en el Seminario Conciliar de Ourense, iniciando así una nueva etapa de su vida.

Breve historia del Seminario Conciliar de San Fernando de Orense

El germen de los seminarios lo encontramos en el Concilio de Trento (1545–1563), en el que se acordó que los obispos debían disponer de centros donde formar adecuadamente al clero. En lo que respecta a Ourense, el Obispado carecía de un edificio idóneo que pudiera albergar a los seminaristas, y no fue hasta que el Rey Carlos III, mediante la promulgación de la orden “Pragmática Sanción de 1767”, expulsó a los Jesuitas de España, cuando se consiguió finalmente un centro idóneo para esta función. La Compañía de Jesús tenía en propiedad en el centro de Ourense un colegio y una iglesia anexa el mismo. Con su expulsión en 1767, estos bienes fueron expropiados por el Estado, y una parte de ellos fueron cedidos el Obispado de Ourense. De este modo, la iglesia de la Orden paso a ser la nueva Parroquia de Santa Eufemia la Real y parte del antiguo colegio fue utilizado para la formación de los seminaristas, naciendo así el Seminario Conciliar de Orense, que fue inaugurado el 8 de enero del 1804 por el Cardenal don Pedro de Quevedo (1776-1818). Hoy en día, si nos acercamos a la librería Betel en la calle Lamas Carvajal, podemos ver escrito sobre cerámica la siguiente inscripción “SEMINARIO CONCILIAR SAN FERNANDO”, y coronando la puerta de la librería el escudo de armas del Rey Carlos III, mandado colocar por el Deán Juan Manuel  Bedoya, sin duda, en agradecimiento por la cesión de tan formidable edificio.

Fachada del antiguo Seminario Conciliar de Ourense

Los inicios del antiguo Seminario no estuvieron exentos de sobresaltos. Al poco de su inauguración, el 20 de enero de 1809 tropas napoleónicas pertenecientes al cuerpo del ejército del mariscal Ney, que venían en persecución de las tropas del Marqués de la Romana y del coronel Robert Craufurd, tomaron Ourense. En esta primera incursión el Seminario no sufrió daños, pero en el mes de mayo, cuando los franceses estaban ya de retirada, las tropas del mariscal Soult incendiaron el edificio, quedando solamente en pie la habitación del Rector y la de los Catedráticos de Filosofía. A consecuencia de este desastre, durante casi diez años el Seminario no pudo hacer su función, siendo restaurado en el año 1817 y volviendo a admitir seminaristas a partir del 20 de enero de 1818.

El antiguo colegio de los Jesuitas no solo sería la sede del Seminario Conciliar, sino que también acogería, antes de mediados del siglo XIII, a la Escuela de Latín; al Instituto de Segunda Enseñanza, inaugurado en el año 1845; a La Normal, la primera escuela de maestros de Galicia inaugurada en 1841; a la Biblioteca y al Museo provinciales. Todo ello suponía la concentración, en muy poco espacio, del saber y de la cultura de la ciudad de Ourense.

La segunda mitad del siglo XIX fue la de mayor esplendor del Seminario, llegando a tener 631 matriculados en el curso 1861-1862, un número meritorio de alumnos, toda vez que la capital ourensana en el año 1848 solo contaba con 4.260 habitantes, por lo que es de suponer que la mayor parte procedían del rural. 

En 1889, el Obispo Cesáreo Rodrigo Rodríguez mandó construir un nuevo edificio, que hoy es la actual sede del Obispado, y amplía la capilla, que luego finalizaría el Obispo Eustaquio Ilundaín Esteban (1904-1921). En esta época, los seminaristas entraban por la puerta que da a la Plaza Obispo Cesáreo, en concreto por donde hoy se accede a Cáritas. Esta plaza estuvo presidida entre los años 1898 y 1969 por la estatua de Concepción Arenal; después sería trasladada a la plaza que lleva su nombre, delante de los antiguos Juzgados.

Tras su reforma, la distribución del complejo era la siguiente. Entrando por el acceso de la Plaza Obispo Cesáreo, se encontraba de frente la capilla, que era el epicentro del Seminario; a la derecha estaba la parte vieja con las habitaciones de los teólogos, 66 en total; a la izquierda, la parte nueva, con un amplío dormitorio con 75 camas para los filósofos y los latinos. En la planta baja estaban las clases, la secretaría, el  refectorio y las demás dependencias. El Seminario también contaba con una biblioteca con más de 10.000 volúmenes clasificados por materias.

El Seminario Conciliar de Ourense estuvo en funcionamiento hasta el 7 de enero de 1952, momento en que se inauguraría el Seminario Mayor “Divino  Maestro” por el Obispo Francisco Blanco Nájera (1945-1952), que fallecería el 15 de enero, solo una semana después de la inauguración. Fueron 148 años dedicados a la formación y a la enseñanza. Por dar algunos datos estadísticos coincidentes en el tiempo con el motivo de este artículo, cabe decir que entre los años 1900 y 1915 se matricularon de media 175 alumnos, de los que 90 eran internos y 85 externos, y la media de ordenaciones era de 13 por año.

Etapa como estudiante del Seminario Conciliar de Ourense

Para poder formar parte de los alumnos del Seminario Conciliar, don Adolfo tuvo que superar una serie de exámenes que tenían lugar a finales de septiembre. Las pruebas a realizar para acceder al primer curso de Latín, como era su caso, consistían en leer un texto correctamente y hacer un dictado; en Matemáticas, tenía que demostrar que sabía leer números, sumar, restar, multiplicar y dividir, tanto números enteros como decimales; también tenía una prueba sobre conocimientos de Gramática de Lengua Castellana y, por último, debía demostrar que dominaba el Catecismo de memoria.

En la época de nuestro protagonista, el curso académico duraba desde el 1 de octubre hasta el 31 de mayo, y se inauguraba con una misa solemne en la capilla del Seminario, a la que asistían tanto los alumnos como sus padres. En cuanto el régimen, se aceptaba tanto a alumnos internos como externos, y el plan de estudios que se seguía comprendía cuatro años de Latín y Humanidades, tres de Filosofía, cinco de Teología y el de Cánones. A ojos de un niño de primero de Latín, una eternidad.

Desde su inauguración, los estudios en el Seminario tenían validez de universitarios, y estaban reconocidos por la Universidad de Santiago de Compostela las Cátedras de Filosofía y Teología. Profesores de reconocido prestigio, en diferentes épocas, que dieron clases en el Seminario Conciliar de Ourense fueron Juan Manuel  Bedoya, Marcelo Macías o Juan Antonio Saco y Arce.

Tres años después de que don Adolfo entrase en el Seminario, en 1905, muere su padre Nemesio Outumuro Grande. Al año siguiente, el día 26 de marzo, fallece su abuelo materno Jenaro Outumuro a los 70 años de edad. Con anterioridad, en enero de 1902, ya había fallecido su abuela materna María Seara Barracel. Sin duda, debieron ser unos años duros para la familia. En la  casona de O Outeiro, en solo cuatro años pasaron de vivir a diario seis personas a quedar una viuda y un niño de ocho años. Esta situación tan dramática, por desgracia, era algo cotidiano en las familias de principios del siglo XX. En estos casos, la única ayuda social que había no venía del Estado, sino del entorno familiar y vecinal, es decir, de la comunidad en la que vivían, que uniendo esfuerzos sacaban adelante a estas familias.

Se puede decir que don Adolfo era un buen estudiante. Así, en 2º de Filosofía, curso 1907-1908, tuvo las siguientes notas en estas tres materias: en Metafísica Especial, Benemeritus; en Cosmogonia e Higiene,  Meritissimus; y en Historia Natural y Agricultura, Benemeritus. En el curso siguiente, 1908-1909, obtuvo en Ética, y en Física y Química, un Benmeritus. También sabemos que destacó en los estudios por el hecho de figurar como primero de lista de su clase, al menos en los cursos de 2º y 3º de Filosofía, lugar reservado como premio para el alumno más destacado.

El 19 de octubre de 1910, con solo 19 años de edad, escribió un Viacrucis en verso que es guardado por sus sobrinas en su casa natal como una reliquia. Años después, en 1924, un grande de las letras españolas, Gerardo Diego, miembro destacado de la Generación del 27, escribió un Viacrucis en verso que luego sería publicado en 1931, convirtiéndose así en el Viacrucis en verso más conocido de todos. Salvando las diferencias obvias, el poema escrito por don Adolfo no tiene que envidiar al del gran autor santanderino, como muestra un fragmento del manuscrito correspondiente al inicio de la undécima Estación.

Extracto del Viacrucis escrito por don Adolfo

Como todo hijo de vecino, a los 21 años fue llamado a filas junto con otros seis mozos del pueblo. Corría el año 1912, coincidiendo con la publicación de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, de 27 de febrero, que como novedad introducía la universalidad del servicio militar, es decir, que se acababa con la figura del “soldado de cuota”, que favorecía a las familias ricas que se podían costear la exención del servicio. En estas fechas estábamos en plena Guerra de África, por lo que para estos jóvenes ser reclutados suponía, aparte de pasar tres años fuera de casa, la probabilidad de acabar en África, enfrentándose a la tribus rifeñas.

En su ficha de reclutamiento consta que medía 1,64 metros de estatura, pesaba 64 kilos y tenía un perímetro torácico de 82 centímetros, lo que venía a ser un prototipo de hombre estándar de principios del siglo XX. También consta que fue considerado no apto temporalmente para el Servicio Militar por tener miopía. Durante los siguientes cuatro años, su madre se presentó periódicamente a las sucesivas renovaciones de la suspensión, alegando en cada una de ellas que era único hijo de viuda pobre a quién mantenía (como hijo único se refiere a que era el único hijo en edad de trabajar, no que fuera el único hijo biológico).

En estos años, cuando estaba de vacaciones en el pueblo, a don Adolfo le gustaba escribir las oportunas anotaciones en los Libros Parroquiales, sobre todo en el de bautizos y matrimonios, de manera que su letra clara y perfectamente legible figura en muchos de estos asientos, los cuales siempre iban firmados, como es lógico, por don Benito Garrido, Párroco titular de la Parroquia de Parderrubias en aquel entonces.

De don Adolfo aún se conserva una pequeña biblioteca en su casa natal, de la que salvo un libro sobre el uso de una cámara de fotos editado en 1916, y del que no se sabe qué función tenía pues nadie recuerda ningún aparato de esos en casa, el resto de bibliografía está relacionada con la temática religiosa o con el estudio de la lengua latina. Muchos de estos libros llevan el sello de la librería “Nemesio Pérez  Resvie”, que se encontraba en aquel entondes en la calle de las Tiendas nº 3 de Ourense, calle que partiendo de la Plaza Mayor pasa por debajo de la escalinata de acceso a la entrada principal de la catedral. Otros libros fueron comprados en la librería “La Viuda”, que seguramente se trate de la librería que en 1886 inauguró Lisardo Castro, bisabuelo de la actual propietaria de la librería que con ese mismo nombre se encuentra hoy en día en la calle Lamas Carvajal. Seguramente estas dos librerías, junto con la de La Región, serían de las pocas que había por aquel entonces en Ourense. Hay que tener en cuenta que en la primera quincena del siglo XX, Ourense era una pequeña villa con una población censada que osciló entre los 15.000 y los 16.000 habitantes. Su núcleo urbano se circunscribía prácticamente a lo que hoy es el casco viejo; iba desde el Jardín del Posío al Parque de San Lázaro, y desde la calle Progreso hasta lo que hoy es la calle Pena Trevinca.

Los últimos años de don Adolfo como estudiante de Teología, de 1913 a 1914, estuvieron marcados por las sucesivas Órdenes Menores que fue adquiriendo, entre ellas la Tonsura, que hoy está en desuso y que consistía en rapar la zona de la coronilla. A estas le siguieron las Órdenes Mayores: Subdiaconado y Diaconado. Por último, probablemente el 10 o el 11 de junio de 1916, recibió de manos del Obispo don  Eustaquio Ilundain y Esteban el  Sacramento del Sacerdocio.

Tarjeta de visita de don Adolfo
Seminaristas de 1912. Don Adolfo, situado en la fila superior, el primero de la derecha, contaba con 21 años
Don Adolfo sentado a la derecha
Don Adolfo sentado entre dos compañeros

Una semana después de su ordenación como sacerdote, el domingo día 18, tuvo lugar su primera misa en la Iglesia Parroquial de San Salvador de Soutomandrás. Como padrino eclesiástico tuvo a su tío don Adolfo  Outumuro Seara, quién además ejerció como anfitrión. Entre los asistentes se contaba un nutrido grupo de sacerdotes y seminaristas, así como personalidades laicas entre los que figuraba un representante de los “Escultores”  de Parderrubias. Desconocemos quien de los hermanos Garrido acudió al acto, pero suponemos que fue José o Manuel, siendo probablemente este último, dada la gran amistad que les unía. El evento fue recogido en la prensa local, y una vez finalizado tuvo lugar un ágape en la Rectoral, en donde en palabras del articulista hubo:

 “… un  opíparo  y espléndido convite, durante el cual reinó la  mayor expansión  y alegría, y al que pusieron digno final oportunos y chispeantes brindis”.

Con motivo de la elaboración de este artículo me desplacé hasta Soutomandrás, en donde me encontré con una pequeña iglesia parroquial muy bien cuidada, separada un centenar de metros del núcleo urbano. La antigua Rectoral, lugar donde hace más de 100 años tuvo lugar el “opíparo banquete”, se encuentra al lado de la iglesia y hoy en día no son más que cuatro paredes cubiertas por la maleza. A la entrada de la puerta principal de la iglesia y, por tanto, de paso obligado para acceder y salir de ella, se encuentra la sepultura de don Adolfo  Outumuro Seara, el “tío vello”.

Iglesia parroquial de Soutomandrás. En la sepultura situada delante de la puerta principal está enterrado el tío de don Adolfo

Comienzo de una nueva vida

Una vez alcanzado el  presbiterado y después de toda una juventud dedicada al estudio, en octubre de 1916 lee la Cátedra de Latín, pasando así a ostentar esta categoría. Para alcanzar esta distinción, según el reglamento, era preciso estar ordenado “in sacris”, tener competencia reconocida en la materia de la que se trate y estar en posesión del grado de Licenciado o de Doctor. También se podía obtener la Cátedra de forma interina en espera de obtener el Grado. A partir de este momento, comienza a ejercer diferentes cargos de responsabilidad en el Seminario Conciliar de Ourense. En el curso 1916-1917 fue Profesor de disciplina. En el curso 1917-1918 consta como Perfecto Disciplinario y Profesor de Latín en 1º y 2º curso de Humanidades. Por último, entre los años 1919 y 1921 desempeñará la función de Mayordomo y Secretario. Como Mayordomo, se encarga de la gestión económica del Seminario: cobro de las rentas y cuotas, pago de gastos, compra de suministros, conservación del inmueble, gestión del personal, llevar la contabilidad y los libros correspondientes, de lo que rendirá cuentas ante al Rector. En cuanto a sus funciones como Secretario debía, entre otras cosas, custodiar el archivo, expedir certificaciones, llevar la correspondencia oficial, llevar a cabo toda la gestión de los expedientes de los alumnos, etc.

Sellos de don Adolfo (el primero es de propia creación)

En estos años gana fama de buen orador y su presencia es reclamada para dirigir sermones en fechas destacadas. Así, encontramos que fue el encargado de dar el sermón del 4 de noviembre del 1916 en la iglesia de Santa María Madre con motivo de la Novena de las Ánimas. El día 4 de abril del 1917, Viernes Santo, en la catedral de Ourense predica sobre las “Siete Palabras de Jesús en la Cruz”, y el 17 de abril del 1919, Jueves Santo, también en la catedral imparte el “Sermón del Mandato”. En la pequeña biblioteca que aún se conserva de don Adolfo se encuentran varios libros de predicaciones, lo que denota su interés por destacar en esta faceta. Igualmente, en el recuerdo que quedó de él en la familia también se destaca este aspecto, incluso se achaca la acusa de su muerte a un sermón que dio en la Plaza Mayor de Ourense un día de frío, causándole una pulmonía de la que no se recuperaría, pero como veremos más adelante este acto nada tuvo que ver con su muerte.

Si bien es cierto que el Seminario era el centro de su vida, esto no impidió que tuviera un lugar en la vida social de Ourense de aquel entonces. En esta época asiste, e incluso oficia, bodas de personajes importantes de la ciudad y tiene una relación directa con los periodistas del diario La Región, siendo noticia en este diario el simple hecho de que se fuese de vacaciones, algo que no suponía para él otra cosa más que subir a Parderrubias.

Es de destacar la confianza que deposita en él el Obispo don Eustaquio  Ilundain, que además de los diferentes puestos en el Seminario también lo nombra Secretario de Visitas, lo que le permite recorrer, en representación del Obispo, diferentes Parroquias de nuestro entorno para comprobar que los Libros Parroquiales estaban debidamente cumplimentados.

Visita parroquial a Vilar de Paio Muñiz el 18 de marzo de 1919 firmada por don Adolfo. Fuente: Arquivo Histórico Diocesano de Ourense

Estos últimos cinco años, se demostró que por capacidad, talento y dedicación se auguraba en él una carrera prometedora, pero por desgracia su trayectoria se vio truncada por una infección de tuberculosis que contrajo en el propio Seminario y que lo alejó definitivamente de la capital ourensana para trasladarse a vivir, a partir de finales del año 1921, a su casa natal junto a su familia, encargándose hasta su muerte de la gestión de la Parroquia de Parderrubias en calidad de Ecónomo.

Los últimos años

A finales del 1921 don Adolfo se establece en su casa natal de Parderrubias, junto a su madre y su hermano David, ya casado desde el 24 de diciembre del 1917 con Aurora Outumuro Sueiro, natural del pueblo de A Igrexa. En la casa también viven sus sobrinos de corta edad Adolfo y José. Después nacería su sobrina Anuncia, a quién tendrá la oportunidad de bautizar él mismo. Estos últimos años transcurren plácidamente entre el cuidado de la Parroquia, la lectura incansable de sus libros y los cortos paseos que su frágil salud le permite dar. Don Adolfo se encarga de la gestión parroquial hasta sus últimos días, siendo significativo el hecho que en el Libro Parroquial, la partida de entierro anterior a la suya esté firmada por él mismo solamente tres meses antes. También es recordado sentado al sol en un banco que había en la plaza delante de su casa.

En otoño de 1923, aprovechando unas prácticas militares del Batallón de Cazadores de Ourense, se celebra una misa campestre en un «souto» de castaños de Parderrubias, situado entre los pueblos de O Outeiro y Barrio. Al finalizar este acto, los hermanos Garrido invitan a los mandos militares y a don Adolfo a una visita a su taller. Tanto la misa como los asistentes a la visita quedan inmortalizados en dos fotos que serán publicadas el 20 de noviembre del 1923 en la revista Vida Gallega, junto con una tercera que muestra una panorámica de Parderrubias.

Misa campestre en un souto de Parderrubias. Fuente: Vida Gallega
Don Adolfo, en la fila del medio, sentado a la derecha. Fuente: Vida Gallega
Vista general de Parderrubias en los años veinte del pasado siglo. Se observa el pueblo de Barrio, la casa de los hermanos Garrido, en A Carretera, y a lo lejos, la iglesia. Fuente: Vida Gallega

En la segunda de las fotos vemos a un don Adolfo muy delgado y con mala cara, indicio claro que la enfermedad le estaba ganando la batalla. Tal es así, que solo cinco meses y medio después de publicarse esa foto, el 8 de mayo de 1924, fallece en su casa de O Outeiro a los 33 años de edad a causa de la tuberculosis. Su esquela fue publicada en diferentes diarios de la época. Fue enterrado en el cementerio parroquial de Parderrubias el 9 de mayo por don Alfonso Losada, siendo testigos de su entierro el sacristán Francisco Seara y Manuel Garrido (O Escultor). En  Soutomandrás, el 22 de febrero de ese mismo año, había fallecido “o tío vello” a la edad de 54 años, poniéndose de esta manera, con solo dos meses de diferencia, el punto y final a dos vidas consagradas a Dios y al prójimo.

Esquela de don Adolfo publicada en el diario La Región. Tanto en la esquela como en la lápida de su sepultura consta que tenía 31 años, cando en realidad tenia 33 años y dos meses.
Lápida de don Adolfo en el cementerio parroquial de Parderrubias

Como último homenaje a don Adolfo le dedico este soneto:

Mente viva que del saber añora,
con mano diestra la pluma esbelta esgrime
que surcando rauda en el lienzo imprime,
la Luz Divina que arde, y enamora.

En su celda siente pasar la hora,
dedicado al estudio que redime,
como bálsamo del dolor que oprime
su corazón, que por Dios se devora.

Si de su pecho el espíritu brota,
si al Señor con su palabra engrandece,
solo es reflejo de su alma devota.

Cuida su rebaño mientras padece
enfermedad, que juventud derrota,
mas su recuerdo vence y permanece.

(Tino Outumuro, 22 de diciembre de 2020).

Agradecimientos

El autor agradece a Juan Carlos Sierra Freire por la información aportada para la elaboración del artículo, sobre todo la relacionada con reseñas en diarios, Libros Parroquiales y del Archivo Municipal. A Xosé Anxo Outumuro le agradezco su ideas y el tiempo dedicado a la revisión del artículo.

Los quintos de Parderrubias

Los quintos de Parderrubias

Por Juan Carlos Sierra Freire

«Probes naiciñas d’a yalma que crían os seus filliños, e dempois quedan sin eles cando lle marchan de quintos» (Anónimo, 1887).

El Servicio Militar Obligatorio estuvo vigente en España durante 231 años. El 31 de diciembre de 2001 la “mili” pasaba a ser historia, pero hasta ese día, miles de jóvenes -entre ellos los mozos de Parderrubias- fueron «quintos» en un momento de su juventud, teniendo que prestar muchos de ellos su tiempo y su trabajo al Estado.

En el siglo XVIII, una vez finalizada la Guerra de Sucesión, y con la llegada de los Borbones al trono, se comienza a experimentar una escasez de tropas, lo que conduce a una progresiva implantación del reclutamiento obligatorio con el fin de mantener un Ejército permanente. Estos reclutamientos se denominaron popularmente “quintas”, pues se fijó un cupo anual de 50.000 hombres elegidos por sorteo, de los que salía un soldado por cada cinco hombres: el “quinto”. En 1786, una ordenanza de Carlos III dictaminaba que uno de cada cinco mozos españoles en edad de 16 a 40 años debía trabajar como militar para el Rey. Ya en el siglo XIX el soldado de quintas supondría la base del reemplazo del Ejército español.

En 1912, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército introduce el término “servicio militar obligatorio”, eliminando la redención en metálico y la sustitución, fórmulas vigentes hasta esa fecha que permitían evitar legalmente la incorporación a filas mediante el pago de determinadas cantidades de dinero, pero muy mal vistas socialmente. Con el fin de que fuese un servicio obligatorio para todos aparece la figura del “soldado de cuota” que a cambio del pago de una cuota de 1.000 o 2.000 pesetas -cantidades que suponían pingües ingresos para el Estado- reducían significativamente su tiempo de servicio a diez o cinco meses, respectivamente. Los que no podían pagar la cuota servían durante tres años al Estado; en definitiva, seguía siendo un sistema socialmente discriminatorio.

Sorteo de soldados destinados a la Guerra de África en 1913. Fotografía tomada del Mundo Gráfico

Finalizada la Guerra Civil, el dictador Franco promulga la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, por la que el Servicio en Filas tiene una duración de dos años, tiempo durante el que los soldados no podían contraer matrimonio. En 1943 para poder ser funcionario era obligatorio haber cumplido el Servicio Militar. En 1968, la Ley General del Servicio Militar distingue entre servicio militar obligatorio (15-18 meses) y voluntario (se podía elegir la Región Militar, pero su duración era de 15-24 meses). La Ley Orgánica del Servicio Militar de 1991 acorta el servicio militar a nueve meses y los soldados de reemplazo delegan la responsabilidad de las tareas más complejas y especializadas en militares profesionales.

El objetivo de este artículo es proporcionar una visión de la evolución del reclutamiento de los mozos pertenecientes a lo que hoy es la Parroquia de Parderrubias (A Iglesia, Barrio, O Outeiro, A Carretera, As Campinas y Nigueiroá) a lo largo del siglo XX, en concreto, desde 1900 hasta 1990.

Aspectos generales de la evolución del reclutamiento en Parderrubias

Entre 1900 y 1990 fueron alistados 305 mozos de Parderrubias. La citación y correspondiente alistamiento tenía lugar en el Ayuntamiento de A Merca. En dicho acto se asignaba por sorteo un número a cada mozo, y a continuación en orden de menor a mayor eran tallados y alistados, momento en el que se escuchan sus alegaciones, si fuese el caso. En ocasiones, dado que el mozo era emigrante, o se encontraba fuera por razones de trabajo, era el padre o la madre los que comparecían, pues de lo contrario el joven era calificado como prófugo. El número de mozos alistados cada año en Parderrubias se mantuvo relativamente estable a lo largo del siglo (un promedio de 3,35/año), aunque con una ligera tendencia al descenso, tal como se puede apreciar en la Figura 1. Destacan siete años sin alistamiento alguno (1906, 1907, 1928, 1978, 1981, 1983 y 1985), que contrastan con los nueve mozos alistados en 1965, los ocho de 1902, y los siete de 1918 y 1959.

Figura 1. Evolución del número de mozos alistados en Parderrubias

En la primera década del siglo XX, los mozos eran reclutados con 20 años, a partir de 1911 lo hacen a los 21, volviendo a ser llamados a filas con 20 años de edad en el año 1972, rebajándose, finalmente, la citación a los 19 años en 1980.

En los primeros años era el cura que regentaba la Parroquia, quien certificaba a partir del Libro de Bautizados la relación de mozos incluidos en cada reemplazo. Así, a modo de ejemplo, la Alcaldía de A Merca solicita a don Paulino Agromayor que certifique los mozos nacidos en el año 1881, pertenecientes al reemplazo de 1901:

Sr. Cura Párroco de Parderrubias. En cumplimiento de lo prevenido en el artículo 26 del Reglamento para la ejecución de la ley de Reclutamiento vigente, ruego a Ud. se sirva remitir a esta Alcaldía una relación certificada de todos los mozos que en la parroquia de su digno cargo han nacido durante el año 1881 y no le consta que hayan fallecido, expresando además de sus nombres y apellidos, los de sus padres y fecha de nacimiento, sin prejuicio de que el domingo primero de enero próximo, a las diez de la mañana, concurra Ud. u otro eclesiástico que designe a esta Consistorial para formar el alistamiento. Merca, diciembre 8 de 1899”.

Certificado de mozos nacidos en 1881 emitido por don Paulino Agromayor en el año 1899

El 25 de diciembre de 1899, el Párroco certifica que en ese año 1881 habían nacido en la Parroquia de Parderrubias siete mozos: dos en Solveira, dos en A Nugueira, uno en Bouzas, uno en A Iglesia (Manuel Casas Pérez) y otro en Barrio (José Martínez Iglesias). En esa época, Solveira, Bouzas y A Nugueira pertenecían a la Parroquia de Parderrubias, pero recordemos que los datos de este artículo pertenecen a los lugares que en la actualidad conforman la Parroquia. En 1902 el cura don Benito Garrido realiza el mismo trámite.

Certificado de mozos nacidos en 1882 emitido por don Benito Garrido en el año 1902

En el Ayuntamiento, los mozos eran tallados y registrados, momento en el que muchos de ellos alegaban variopintas razones para evitar el servicio militar, tal como veremos más adelante. Estos son ejemplos de registros de quintas de los primeros años del siglo XX:

[…] hijo de […] y de […] talla un metro seiscientos diez milímetros. Alegó que es corto de vista. Reconocido, resultó útil condicional. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

[…] hijo de […], talla un metro seiscientos diez milímetros. Reconocido resultó útil. Alegó que es hijo único de madre célibe y pobre a la que mantiene. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y habiéndola suministrado en expediente instruido al efecto, el Ayuntamiento le declaró soldado condicional”.

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Dijo no tiene excepción. Reconocido, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

Una característica física fundamental, tenida en cuenta en el momento del alistamiento, era la estatura, estando establecido un mínimo para La incorporación a filas. En las primeras décadas del siglo, la talla mínima exigida para incorporarse al Ejército era de 1,55 metros. La Figura 2 muestra la evolución ascendente de la estatura de los mozos reclutados en Parderrubias a lo largo del siglo XX, siendo el promedio de 1,65 metros; se pasó de 1,60 metros en el año 1900 a 1,79 en 1990.

Figura 2. Evolución de la estatura de los mozos alistados en Parderrubias

Análisis del reclutamiento por décadas

A continuación realizaremos un análisis más pormenorizado por décadas, contextualizando, en la medida de lo posible, el momento histórico, y examinando las peculiaridades de los alistamientos en ese periodo.

1900-1910

En el período 1900-1910 fueron alistados 35 mozos, de los cuales cuatro fueron excluidos, siendo la causa principal, no alcanzar 1,55 metros estatura. Dos fueron calificados como prófugos. Las alegaciones presentadas por los que serían etiquetados como soldados condicionales fueron ser hijo único de viuda pobre, ser hijo único de madre célibe pobre, ser hijo de sexagenario, ser hijo de padres pobres e impedidos, tener un hermano cumpliendo el servicio militar en ese momento y ser corto de vista. No siempre las alegaciones fructificaban:

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Alegó que es hijo único de padre pobre e impedido para el trabajo al que mantiene. Reconocido el mozo, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y no habiendo solicitado la instrucción de expediente justificativo, el Ayuntamiento le declara soldado”.

Acta de Clasificación y Declaración de Soldados del año 1907
1911-1920

Este período coincide con la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de estos años vivieron con la angustia de ser destinados a tierras africanas, aunque no nos consta que ninguno estuviese en el frente. En esta década fueron alistados 34 mozos, de los cuales seis fueron excluidos por baja estatura, epilepsia, falta de un miembro superior y sordera. Trece fueron calificados como prófugos, algunos de ellos residentes en Cuba; sin duda, la Guerra tuvo que ver con que un 38% de los jóvenes no se presentasen al alistamiento. Entre las alegaciones expuestas por los mozos tallados encontramos ser hijo único de viuda pobre y ser hijo de sexagenario pobre.

Alistamiento de 1912 con resultado de exclusión
1921-1930

Hasta el año 1927 estuvo activa la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de los años 1921 a 1926 todavía convivieron con la ansiedad de la Guerra. En este periodo se alistaron 27 jóvenes, de los cuales cinco fueron excluidos por diversas causas físicas. Siete serían declarados como prófugos. Un único mozo presentó alegaciones, señalando que el padre era sexagenario y que su hermano mayor padecía una discapacidad.

Alistamiento de 1922 con resultado de soldado útil
1931-1940

En los reemplazos de 1931 a 1940 fueron alistados 38 mozos. Ninguno de ellos fue excluido por razón alguna. Tres no se presentaron a la cita y fueron catalogados como prófugos. Este periodo fue el más dramático de la historia reciente de España como consecuencia de la Guerra Civil, movilizándose en actividades bélicas –en los frentes o en la retaguardia- los reemplazos de 1931 a 1939, ambos incluidos. En Parderrubias, por orden cronológico y alfabético, esta situación afectó a los siguientes mozos: Abelardo González Outumuro, Manuel Fernández Rego, Evencio Fernández Outumuro, José Fernández Pérez, Emilio González Outumuro, Jesús Grande Seara, José Pérez Outumuro, Higinio Grande Garrido, Modesto Grande Álvarez, Jesús Fernández Fernández, Manuel Fernández Sueiro, Manuel María Martínez Gulín, Fernando Pérez Outumuro, Celso Seara Garrido, Eladio Garrido Garrido, José Justo Sampedro, Celso Casanova Casanova, Manuel Garrido Garrido, Isolino Grande Garrido, Carlos Lorenzo Insula, Gumersindo Outumuro Martínez, José Seara Garrido, Felisindo Grande Seara, Adolfo Justo Sampedro, Manuel Martínez Teixeira, Manuel Outumuro Seara, Benigno Seara, Manuel Lorenzo Insula, José Outumuro Martínez, Adolfo Outumuro Outumuro, Benito Pérez Outumuro, Manuel Sampedro Seara, Manuel Seara Garrido, José Atrio Lorenzo, Adelino Casanova Casanova, Modesto Garrido Fernández, José Lorenzo Rodríguez y José Seara Casas. Los cuatro mozos que alegaron pertenecer a familias pobres, y que por tanto necesitaban de su presencia como fuente de mantenimiento del hogar, fueron igualmente enviados a filas.

Alistamiento de 1932 con resultado de soldado útil
1941-1950

En la década de los cuarenta fueron alistados 37 mozos, de los cuales solo uno es excluido por una deficiencia visual y otro es declarado prófugo. Entre las alegaciones que conducen a una prórroga de primera clase encontramos ser hijo de madre pobre y padre ausente, ser hijo de sexagenario pobre al que se necesita mantener y ser hijo de viuda pobre. Aunque ya en el año 1938, el mozo Felisindo Grande Seara había disfrutado de prórroga por estudios, será en esta década cuando la condición de estudiante se convierta en alegación habitual para aprovecharse de una prórroga de segunda clase. Concretamente, tres mozos disfrutaron de prórrogas por estudios.

Alistamiento de 1947 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
1951-1960

En el periodo 1951-1960 fueron alistados 37 mozos de Parderrubias. Solo uno de ellos es excluido por defecto físico y cinco declarados prófugos, aunque uno de ellos se comprueba que había fallecido al poco tiempo de nacer. Esta década destaca por el número de mozos que disfrutan de prórrogas por estudios en el Seminario, en concreto nueve. Entre las alegaciones que no surtieron efecto para ser declarado excluido encontramos ser hijo de padre impedido pobre y tener pies planos.

Alistamiento de 1953 con resultado de soldado útil
1961-1970

En la década de los sesenta, el hecho más llamativo es el significativo incremento en el número de mozos alistados, alcanzándose la cifra de 53, siendo la cota más alta de todos los periodos analizados. Son los prodigiosos años sesenta que ya analizamos en otro artículo. La segunda cuestión que llama la atención es el número de mozos que fueron registrados como prófugos por el hecho de ser emigrantes; en concreto, siete de los citados residían en Francia, tres en Alemania, tres en Argentina, dos en Brasil, dos en Venezuela, uno en Suiza, uno en Guipúzcoa, uno en Bilbao y otro en Barcelona. Como ya ocurriera en la década anterior, sigue habiendo mozos que disfrutan de prórrogas por estudios (concretamente, cinco). A estos se unieron los que tuvieron prórrogas de primera por ser hijo de viuda pobre, hijo de padre sexagenario pobre e hijo de madre célibe pobre.

Alistamiento de 1962 con resultado de soldado útil
1971-1980

En la década de los setenta son alistados 29 mozos. Siguiendo la tónica de la década anterior, nos encontramos con siete mozos en la emigración: tres en Alemania, uno en Francia, uno en Brasil, uno en Guipúzcoa y uno en Bilbao. Será en el año 1975 cuando se documenta el primer soldado que realiza milicias universitarias, que eran una modalidad opcional de prestar el servicio militar obligatorio para los estudiantes o titulados universitarios, en los que se adquiría el Grado de Suboficial u Oficial. En este periodo serán seis los mozos que disfruten de prórrogas por estudios.

Papeleta de citación de 1975
1981-1990

Este último período examinado es la época de la objeción de conciencia y del proceso irreversible hacia la desaparición del servicio militar obligatorio. En esta década se alistaron 15 mozos de Parderrubias, de los cuales más de la mitad disfrutaron de prórrogas de segunda clase por estudios. Aparece también la figura del excedente de cupo, a quien el sorteo libraba de incorporarse a filas. Alguno de los mozos de Parderrubias alistados llegó a disfrutar de este beneficio.

Alistamiento de 1986 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
Comunicación de prórroga de segunda clase por estudios de 1988

En definitiva, durante los años en los que el alistamiento de mozos se hizo en el Ayuntamiento de A Merca, el número de jóvenes alistados de Parderrubias fue decreciendo progresivamente con el paso de las décadas (eso sí, de manera inversamente proporcional a su estatura). Las causas de las prórrogas solicitadas –que en ocasiones resultaban en la exención del servicio militar- fueron evolucionando con el transcurrir del siglo, y esta evolución se podría sintetizar en el paso de la pobreza como principal causa de principios del siglo XX a la realización de Estudios Superiores en las últimas décadas del siglo. El paso del tiempo dejó en el olvido a los quintos, a los reclutas, al cuartelero, al maestro armero, al furriel, a los imaginarias, al chusquero, a las dianas y a las retretas…, a la “verde” (hasta los años sesenta) y a la “blanca” (después de los años sesenta).

Cartilla Militar de los años ochenta, coloquialmente conocida como «la blanca»

Nota. El autor agradece a Víctor Fortes toda su ayuda en forma de facilidades dadas para acceder al Archivo Municipal de A Merca y de este modo poder elaborar este artículo.

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

Por Juan Carlos Sierra Freire y Lucía Garrido

«Hermanos Garrido, de Parderrubias, artistas tan excelentes cuanto ignorados, que en estatutaria compiten dignamente, noblemente, con los mejores de Barcelona y de Valencia. Tanto puede el arte cristiano, en que los Garrido brillan, imprimiendo en la madera ese quid divinum que caracterizó a los artistas religiosos medievales» (C. C., 1911).

En el primer tercio del siglo XX, la práctica totalidad de vecinos de Parderrubias se dedicaba a las actividades agrícolas y ganaderas. Es en esa época en la que nos encontramos a una familia para la que estos quehaceres pasaron a ser algo secundario. En toda la comarca eran muy conocidos los negocios familiares y la actividad industrial de los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias): aserradero, molinera, ultramarinos y, sobre todo, los talleres de escultura religiosa. Los Hermanos Garrido disfrutaban de gran estima en toda la comarca, siendo considerada una familia influyente de la época.

Los que con el tiempo pasaron a ser conocidos como “Os Escultores” de Parderrubias eran los hijos de Celedonio Garrido y Jacinta González: José (1881-1965), Eliseo (1884-1972), Manuel (1889-1977) y Modesto (1892-1964). Además de estos, Celedonio y Jacinta tuvieron dos hijos más: Encarnación (1876-1918), fallecida a la edad de 42 años a consecuencia de la pandemia de 1918; y Marcelino (1877-1904), fallecido con solo 27 años, debido a las secuelas de un accidente talando un árbol. Se trataba de una familia de labradores de O Outeiro en la que, en sus principios, el padre y el hijo mayor José iban a las siegas a Castilla para complementar los ingresos que les daban las tierras y los trabajos artesanales en madera (Piñeiro, 2018). Celedonio había puesto en funcionamiento en O Outeiro un taller de ebanistería que con el tiempo evolucionaría a uno de imaginería y escultura religiosa. Este taller, en el que todos los hermanos se especializan en el arte de la imaginería, constituye el embrión de las dos marcas comerciales que llevan el sello de “Os Escultores”: José Garrido y Hermanos (José, Manuel y Modesto), y Eliseo Garrido e Hijos (Eliseo).

Artes Católicas José Garrido y Hermanos

José, Manuel y Modesto abren negocios en A Manchica –en aquel momento, pertenecía a la Parroquia de Parderrubias-, lugar al que pasa a vivir Modesto una vez casado. José y Manuel permanecen solteros y viven en A Carretera (Parderrubias). En A Manchica ubican sus afamados talleres de imaginería religiosa Artes Católicas José Garrido y Hermanos, que según Piñeiro pasaría a constituirse legalmente como Sociedad en el año 1924, con un capital de 25.000 pesetas. José y Manuel habían ido a formarse a Barcelona en arte religioso, y es aquí en donde también Manuel entra en contacto con técnicas fotográficas punteras en esa época, convirtiéndose de este modo la fotografía en una de sus aficiones más importantes. Al lado del taller de escultura religiosa, levantan un aserradero, conocido como La Industrial, y una molinera. El aserradero sería inaugurado en el año 1925 con un evento social amenizado por el grupo de gaiteros Os Maravillas de Cartelle, en el que tocaba Aurea, la que hoy está considerada primera mujer gallega gaitera. A este aserradero se le unirían otros dos: uno en Outumuro y otro en Celanova.

En esos años era algo habitual encontrarse en el diario La Zarpa este anuncio publicitario:

La Industrial: fábrica de aserrar y labrar maderas. Talleres de construcción José Garrido y Hermanos. Parderrubias”.

En A Carretera, los Hermanos Garrido construyen una lujosa casa solariega, que incluye hasta una capilla. Este edificio se convierte en la vivienda de José y Manuel, y en él instalan una tienda de ultramarinos y ferretería, en la que se llegó a vender hasta penicilina, pues Manuel poseía algunos conocimientos médicos. Se trataba de una casa tipo indiano, la cual mantiene la estructura en la actualidad, salvo el torreón que ya no existe. Aquí es donde Manuel instala su estudio de fotografía, cuyas técnicas había conocido en su viaje a Barcelona.

Casa de «Os Escultores» en Parderrubias a principios del siglo XX

Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos

Eliseo, después de contraer matrimonio, se separa de sus hermanos y crea en los años veinte su propio taller de imaginería religiosa en Bouzas: Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos. Según una hijuela de 1918, Eliseo hereda de sus difuntos padres tierras en Bouzas y en A Salgueira. Mientras que los talleres de José Garrido y Hermanos no tuvieron continuidad a la muerte de los tres hermanos, el de Eliseo Garrido sí lo hizo con sus hijos Celso y Adolfo. En 1962, Celso emigra a Francia quedándose Adolfo al frente del taller, hasta que cinco años después, una vez retornado de la emigración Celso, ambos hermanos deciden separar sus caminos profesionales. Celso crea la marca Celso Garrido e Hijos, pasando a denominarse Restauraciones Garrido en los años ochenta, marca comercial al frente de la cual se encuentran en la actualidad José Luis y Lucía Garrido (tercera y cuarta generación; véase http://restauracionesgarrido.es/). La firma Taller de Eliseo Garrido e Hijos llevó a cabo multitud trabajos, entre los que destacan el altar mayor y laterales de A Mezquita, altares mayores de Piñor, Taboadela, Baños de Bande, Cabaleiros, Tamallancos, Ramoiños, Arnoia, Cualedro, Olás, Xinzo, retablos mayores de Morgade, Cortegada, Cerreda, Bobadela, Entrimo, Cantoña, retablos laterales de Velle, San Pedro de Bogo, Villarrubín, etc., destacando de manera especial el altar mayor y el lateral construidos para la nueva iglesia de los Padres Franciscanos que se inauguró el día de Corpus del año 1929 en el parque de San Lázaro. Dicho trabajo fue reconocido por el diario La Región, y recibió multitud de felicitaciones, tal como acredita la revista El Eco Franciscano de julio de 1929.

Con motivo del altar construido por esta acreditada firma industrial, para la nueva iglesia de PP. Franciscanos de esta ciudad, fueron muchos y muy merecidos los elogios tributados al señor Garrido, que con esta obra ha demostrado que en sus talleres se producen trabajos de estimable valor artísticos. El crédito de los Talleres de la Sagrada Familia se extiende desde antes de esta fecha por toda la provincia y aún fuera de ella, pues entre otras obras de mérito destacan el altar mayor de la parroquial de Piñor, el de Taboadela, Morgade en Ginzo, Belle, Cortegada de Limia, convento de Padres Franciscanos de Rivadavia, San Pedro de Bojo (Oviedo) y otros que darían para una larga relación. Muy cordialmente felicitamos a don Eliseo Garrido por el elevado grado de perfección a que ha llevado su industria, que honra a nuestra provincia” (La Región, 11 de junio de 1929).

La fotografía que aparece a continuación muestra el plano del retablo de la capilla de Valoiro confeccionado por Eliseo Garrido en el año 1919.

Plano retablo Capilla de Valoiro

Los trabajos en el Taller de la Sagrada Familia, de igual manera que ocurriría en el de José Garrido y Hermanos, comenzaban al amanecer. Rescatamos una anécdota en el quehacer cotidiano del taller, contada por Celso Garrido (hijo de Eliseo), que tiene como protagonistas al abuelo y al bisabuelo de los respectivos autores de este artículo. Paulino Sierra realizaba de manera habitual labores de carpintería para «Os Escultores». Una mañana, en el Taller de la Sagrada Familia, Paulino y Eliseo Garrido hablaban sobre los coches -probablemente en relación a los primeros vehículos de cuatro ruedas adquiridos por «Os Escultores»-, y en dicha conversación le decía Paulino a Eliseo: «chegará un día no que os coches serán baratos e todos poderán mercalos (llegará un día en que los coches serán baratos y todo el mundo podrá comprarlos)».

Eliseo era un hombre tranquilo, inteligente, que supo hacer de la adversidad virtud y levantarse de cada caída. Un ejemplo de su forma de ser es la respuesta dada a un debate que tuvieron sus hijos Celso y Adolfo acerca del tipo de trabajos que debían hacerse en el taller, planteándose que los trabajos baratos no debían atenderse. La respuesta de Eliseo fue así de contundente: «Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) un traballo por poucos cuartos que deixe sempre hai que atendelo (Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) (un trabajo por poco dinero que deje siempre hay que hacerlo)».

Trabajos de imaginería religiosa

Los trabajos de imaginería religiosa de “Os Escultores” pronto son reconocidos en toda la provincia ourensana y fuera de ella, tal como se puede leer en el diario El Progreso de Lugo, del 10 de agosto de 1915, haciéndose eco de la exposición, en uno de los escaparates de la Casa Bravo, sita en la calle Príncipe de Vigo, de un magnífico retablo representando los Sagrados Corazones de Jesús y María, procedente de…

“…los grandes talleres de escultura religiosa José Garrido y Hermanos, situados en Parderrubias, pueblecillo cercano a Orense”.

En el recién aparecido diario La Región era usual encontrar en 1910, casi a diario, el siguiente anuncio:

José Garrido y Hermanos (Orense) Parderrubias. Esta casa cuenta con todos los adelantos modernos para la construcción de Imágenes en madera y cartón-madera, Altares, Doseles, Púlpitos, Monumentos para Semana Santa, y todo lo concerniente al culto católico. También se encarga de la restauración y pintura de Imágenes y Altares, por deteriorados y antiguos que sean, ejecutando estos trabajos en nuestros talleres o a domicilio. Se remiten gratis, dibujos, catálogos, fotografías y cuantos datos necesiten los señores que deseen honrarnos con sus encargos, para lo cual dirigirán su correspondencia a JOSE GARRIDO Y HERMANOS (Orense), Parderrubias” (La Región, 19 de agosto de 1910).

Así describía el corresponsal de La Región en Celanova la majestuosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que procesionó el 26 de noviembre de 1911 en la parroquia de San Salvador de Redemuiños, obra creada en los Talleres Hermanos Garrido:

«De filigrana se puede calificar la hermosa estatua que, sostenida por cuatro ángeles, ostentadores del Cáliz, de la Cruz, de las Espigas, etc., mide la altura de un metro setenta centímetros, y cuya decoración, severamente armonizada, la llena de vida, hasta el punto de figurarse la mente a nuestro Redentor, marchando con paso lento y solemne por entre la muchedumbre y mostrando su corazón lleno de misericordia«.

O Tío Marcos d’a Portela, primera publicación periódica monolingüe en gallego, que había sido fundada por Valentín Lamas Carvajal en 1876, y recuperada entre 1917 y 1919, incluía la siguiente cuña publicitaria:

ARTES CATÓLICAS. Grandes Talleres d’Escultura Relixiosa, Artística, Talla, Pintura e Dourado. Costrución e reparación de toda crás de imáxenes en madeira e Pasta-madeira, Retablos, Doseles, Púlpitos e Tabernáculos. Variado sortido em Vía-Crucis de Pasta-madeira, de diferentes tamaños, crases e estilos. XOSÉ GARRIDO E HIRMAUS. Parderrubias (Ourense). Sucursal e depósito en Ourense DON VALENTÍN CID. Paz, núm. 2”.

En el año 1929 encontramos en el diario La Región una cuña publicitaria de la marca Eliseo Garrido:

Taller de la Sagrada Familia. Eliseo Garrido. Parderrubias (Orense). Escultura, talla, pintura y dorado. Retablos, doseles y todo lo concerniente al culto católico” (La Región, 12 de junio de 1929).

Cuña publicitaria del Taller de la Sagrada Familia. La Región, 12 de diciembre de 1931

El día de Corpus del año 1914, La Región dedica un especial a algunos de los comercios y negocios más influyentes de la época en Ourense: Laboratorio Vidal, Gran Hotel Miño, Gran Bazar Andrés Perille, Dentista García del Villar, Almacén de Tejidos Celso Ferro, Máquinas Singer, Droguería Pinal-Yebra-Aperribay, Hotel Cataluña, Gran Garaje Cimadevila, Balneario de Molgas, Relojería Manuel Barbosa, Bazar Avelino Cimadevila, Comercio La Pal y… a los Hermanos Garrido de Parderrubias. El reportaje dedicado a estos últimos, ilustrado con una bellísima escultura religiosa, relataba:

En Parderrubias, un pueblecillo cercano a Orense, están emplazados los talleres de escultura religiosa de los señores Garrido. Quizás en otro pueblo que no fuera el nuestro, los trabajos hermosos, concienzudos y acabados que se ejecutan en estos talleres, serían admirados y ponderados cual en justicia merecen serlo y aún arrancarían la supremacía a otras casas que se dedican a la misma industria. El grabado que publicamos, dice mucho mejor de lo que  nosotros podemos hacerlo, lo notable de la labor de los señores Garrido y ratifica nuestras anteriores manifestaciones. En la construcción de altares hacen primores también en esta casa. Sus imágenes talladas en madera y cartón-madera en forma tan admirable; de una perfección en las líneas y en los menores detalles tan marcada; de un dibujo y naturalidad asombrosa, son exportadas en gran número y pueden verse en muchas, en casi todas las iglesias de esta provincia. Y esta casa, más pronto o más tarde, tendrá que imponerse a las demás similares, porque así lo demandan sus trabajos no superados por los fabricantes del artículo a que nos referimos, que hoy privan en España” (La Región, 11 de junio de 1914).

No les faltaron competencias desleales o quienes les suplantaban en sus obras artísticas. Así, en agosto de 1922, se ven en la necesidad de publicar en la prensa escrita el siguiente anuncio:

Falsa propaganda. Desmintiendo la falsa noticia propagada solapadamente por ciertas personas que con fines lucrativos pretendieron hacer ver que no se seguía trabajando en los TALLERES DE ESCULTURA RELIGIOSA de Parderrubias, JOSE GARRIDO Y HERMANOS participan a su numerosa clientela que en sus talleres recientemente ensanchados y dotados de maquinaria moderna, se trabaja en mayor escala que anteriormente, lo que permite servir en inmejorables condiciones y a precios sin competencia toda clase de imágenes, retablos, restauraciones y todo lo que concierne al culto divino. Fábrica de aserrar maderas y molinera-Talleres de construcción. Grandes existencias de maderas de todas clases. MADERAS MACHEMBRADAS. Servicio de transportes de maderas a domicilio. Se vende gran partida de leña (desperdicios). JOSE GARRIDO Y HERMANOS. Parderrubias (Orense) (La Región, 19 de agosto de 1922).

En marzo de 1923 el Gerente de la razón social José Garrido Hermanos de Parderrubias hacía publica una nota de prensa en la que se informaba que las obras construidas en sus talleres de escultura religiosa se distinguen por una placa de bronce con la marca registrada “Artes Católicas”, de manera que las que no lleven esa placa no son legítimas de sus talleres. Hacía esta advertencia para que su clientela no se dejase engañar con ofrecimientos de otros artistas que con el fin de acreditarse utilizaban el mismo título.

Obras de «Os Escultores» en la Iglesia de Santa Mariña de Augas Santas

La producción artística de los talleres fue en aumento y sus esculturas de Sagrados Corazones, Vírgenes y Santos se hicieron hueco en multitud de iglesias y altares de la provincia. El éxito comercial y la fama de sus trabajos de imaginería no fueron impedimento para que «Os Escultores» llevaran a cabo obras sociales, en ocasiones en forma de donaciones. El Jueves Santo de 1936, estando muy próximo el inicio de la Guerra Civil, la iglesia parroquial de Barbadás fue incendiada por un grupo de insurrectos. Su reconstrucción duró más de un año y costó 10.600 pesetas. Los Hermanos Garrido contribuyeron a dicha obra donando una imagen del patrono San Juan Bautista.

Precios de imágenes en madera en 1916

Relevancia social

El prestigio y la relevancia de “Os Escultores” alcanzaron altas cotas en la sociedad de aquella época. En mayo de 1913 tienen lugar las fiestas Constantinianas en todo el mundo católico con el fin de celebrar la Paz de la Iglesia, conmemorando el decimosexto centenario del Edicto de Milán del año 313, por el que el Emperador Constantino reconoce a los cristianos la libertad de culto. En Ourense, durante las celebraciones, se iluminó la Catedral y en una de las torres se colocó una gran cruz iluminada. Con el objeto de ganar el Jubileo Constantiniano por dicha conmemoración, un grupo selecto de personas de la provincia ourensana viaja a Roma como peregrinos bajo la tutela del Obispo de la Diócesis, don Eustaquio Ilundain. Entre estas personas se encontraban el Rector del Seminario, un Canónigo de la Catedral, algunos párrocos y Manuel Garrido, uno de “Os Escultores”. El viaje en tren les llevó por Oviedo, Zaragoza, Barcelona, Marsella, Génova y, finalmente, Roma, en donde permanecieron desde el 7 al 13 de mayo hospedados en el hotel Babaria, aunque lamentablemente no pudieron ser recibidos en audiencia por su Santidad Pío X, debido a su estado de convalecencia. En Marsella tuvieron oportunidad de visitar el Santuario de Notre-Dame de la Garde, haciendo uso para la ascensión del Ferrocarril de Cremallera. A su regreso pasaron por Lourdes.

José, el hermano mayor, fue elegido Alcalde de A Merca en el año 1926, tomando posesión el 24 de abril. Tenía 45 años. Estando vigente el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera, una nueva corporación formada por jóvenes, que nunca se habían dedicado a la política, accede al Ayuntamiento de A Merca con ansias de acabar con la vieja política caciquil. La crónica de La Región informaba que:

Todos ellos nuevos dos veces, nuevos porque nunca han figurado en política y nuevos porque todos son jóvenes y además, ganosos de tirar con los moldes de la vieja rutina. Unido a esto como alcalde la prestigiosa persona de D. José Garrido, dio por resultado una corporación que ni soñada” (La Región, 1 de mayo de 1926).

El carácter personal de José Garrido y su discreción quedan reflejados en la carta que vecinos suyos firman en La Región el día en que toma posesión como Alcalde de A Merca:

La  prohibición del Sr. Garrido nos priva del placer de homenajearlo cual era nuestro deseo, pero su modestia personal no le permite aceptar acto de ostentación alguna” (La Región, 1 de mayo de 1926).

Estas mismas características personales ya habían sido empleadas en 1915 por S. Súarez López, cura de San Vitoiro da Mezquita, para describir a los Garrido:

«Tan sencillos como modestos, los hermanos Garrido huyen de todo ruido, convencidos de que todo el mérito positivo no necesita que se le anuncie con encomios, como no lo necesita la belleza para atraer las miradas de todos: le basta con presentarse«.

El 6 de enero de 1927 se lleva a cabo la bendición y colocación de la primera piedra de la nueva escuela de Parderrubias, estando presidido el acto por el Alcalde de A Merca, don José Garrido González, acompañado de concejales, sacerdotes, maestros y un numerosísimo público. La obra sería ejecutada por José Garrido y Hermanos. Diecinueve meses después, el 12 de agosto de 1928, se lleva a cabo el solemne acto de inauguración oficial del edificio. La ceremonia fue presidida por el Gobernador Civil, don Vicente Rodríguez Carril; el Inspector de Primera Enseñanza, señor Maceda; y el Jefe Provincial de Unión Patriótica, señor Salgado Biempica. Además, se encontraban el Alcalde de A Merca, señor Garrido, su Corporación, el maestro nacional, el párroco y resto de autoridades locales. La obra había sido sufragada por el presupuesto municipal y la suscripción de los vecinos de la Parroquia de Parderrubias (La Zarpa, 14 de agosto de 1928).

La inauguración del nuevo pabellón escolar formaba parte del programa de fiestas en honor a la Virgen de Lourdes que organizaron los Hermanos Garrido los días 11 y 12 de agosto de ese año 1927, fecha en la que inauguraron un oratorio en su domicilio de Parderrubias. Tal como recoge el diario La Región de esas fechas, el sábado 11 de agosto a las doce del mediodía un repique general de campanas y el disparo de una nutrida salva de bombas anunciaba el comienzo de los festejos. A las ocho de la tarde, tenía lugar la novena a la Santísima Virgen y acto seguido se cantaron solemnes vísperas en su honor. Desde las nueve y media hasta las doce de la noche se celebró una gran verbena en el campo de la fiesta, amenizada por una banda de música, bajo una sorprendente iluminación. Al día siguiente, domingo 12 de agosto, a las cinco de la madrugada, una salva de bombas anunciaba la reanudación de los festejos y la banda de música recorrió las calles de los pueblos tocando dianas y alboradas. A las siete hubo misa parroquial y novena. A las nueve y media, tuvo lugar la bendición del oratorio en el domicilio de los hermanos Garrido, y acto seguido se celebró en el mismo la primera misa, cantada. A las diez y media se procesionó a la Virgen María desde el oratorio a la iglesia parroquial, en donde se celebró una solemne misa cantada a toda orquesta. Por la tarde, a las cuatro y media, se llevó a cabo una ceremoniosa bendición de la Bandera del Sindicato Católico Agrícola de Parderrubias, y ya a las cinco, con la asistencia del Excelentísimo Señor Gobernador Civil se inauguraba la escuela. A las seis comenzaron los bailes populares amenizados por la banda de música hasta el anochecer, cuando una salva de bombas ponía fin a los festejos.

La notabilidad de la familia Garrido queda patente en una fotografía publicada en la revista Vida Gallega del 20 de noviembre de 1923 (véase más abajo), en la que Modesto (de pie, segundo por la izquierda) y José (sentado en el centro) aparecen posando con sus sobrinas junto a los Oficiales del Batallón de Cazadores de Ourense, que estaba realizando en esos días maniobras militares en Parderrubias. En esa misma fotografía también podemos observar, sentado a la derecha, al cura don Adolfo Outumuro, pocos meses antes de su fallecimiento. En 1929, José y Manuel, junto al cura don Castor Gayo (fotografía que aparece al principio del artículo) viajan a la Exposición Internacional de Barcelona. Manuel y José ingresarían en el Somatén de la Octava Región, Auxiliaría de Allariz, durante la primera quincena del mes de enero de 1929.

«Os Escultores» de Parderrubias fueron los que adquirieron el primer vehículo de cuatro ruedas en el pueblo. También fueron los primeros en poseer dos camionetas para el negocio del aserradero. El 25 de octubre de 1921, un devastador incendio que asoló un edificio en O Posío acababa con la vida de un matrimonio y su hija. En los bajos había un taller de pintura propiedad del infortunado y un garaje, en el que se guardaban tres camiones Peugeot, que quedaron completamente carbonizados; uno de esos camiones era de los Hermanos Garrido. El incendio había sido provocado por una negligencia de un chófer al llenar de gasolina el depósito de uno de los camiones, dejando que esta se derramase y alcanzase un farol de aceite. Aparte de la pérdida de vidas humanas, los daños superaron las cien mil pesetas de la época.

Manuel era un apasionado de la fotografía (varias de las fotografías que ilustran este artículo son de su autoría), lo que se puede interpretar como un gran hito en aquella sociedad rural de la época. Tal como relata Piñeiro, en 1911 adquiría los primeros frascos de revelador y sobres de papel de citrato de 13 por 18 en la droguería Sanchón de Vigo. Durante los años veinte se encargó de fotografiar a vivos y muertos de toda la comarca, llegando a acumular cientos de fotografías que hoy constituyen un documento visual valiosísimo que permite conocer y profundizar en la sociedad de principios del siglo XX en toda nuestra comarca. Una de sus fotografías más impactantes corresponde a un entierro celebrado en la iglesia parroquial de Parderrubias, excelentemente inmortalizado por a cámara de Manuel. Pudiera tratarse del entierro de don Adolfo Outumuro.

Entierro en la iglesia parroquial de Parderrubias retratado por Manuel Garrido

En palabras de Piñeiro, Manuel retrató a «ricos y pobres, a burgueses prepotentes que inmortalizaban sus pretendidas riquezas personales y su egocentrismo, y a humildes labriegos que veían en la fotografía el arte de la transformación temporal, superando por momentos, sus particulares miserias… Niños y viejos, vivos y muertos, entierros y romerías y algún que otro pionero, que orgulloso mostraba al mundo su modernidad adquirida, eran los motivos etnográficos que el joven Manuel Garrido iba plasmando en su cámara oscura«.

El nombre de Hermanos Garrido llega a aparecer en la obra “Mitteleuropa” de Vicente Risco, en la que el gran literato gallego relata sus impresiones acerca del viaje que realiza a Berlín:

Cadra xa en Wilmesdorf, e para ir, cómpre atravesar a Kurfürstendamm e coller logo por Olivaer Platz e Parisestrasse. É unha igrexa nova dun oxival que farían os irmáns Garrido de Parderrubias, se como son carpinteiros e escultores, fosen canteiros e arquitectos, posta no medio dun lindo xardinciño”.

Los eventos sociales en la casa de “Os Escultores” saltaban a las páginas de los periódicos locales de la época:

El domingo se celebró en la casa solariega de los señor de Garrido, en Parderrubias, la fiesta de la patrona de la casa, la Virgen de Lourdes. Hubo misa solemne en el oratorio en la que interpretó música de Perosi la Banda de Las Pías, que dirige el competente joven don Aurelio Nieto. Luego se sirvió una suculenta comida a cerca de cien invitados. Por la tarde hubo fiesta popular en los patios de la fábrica de escultura de los Garrido” (La Región, 30 de julio de 1933).

En definitiva, los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias) fueron una familia emprendedora de la época, que colocaron el nombre de Parderrubias en la sociedad de principios del siglo XX, a través de su actividad industrial, política y social. A pesar de que los talleres de imaginería religiosa José Garrido y Hermanos enmudecieron hace ya muchas décadas, su obra perdura con el paso del tiempo, pudiendo todavía hoy ser contemplada, como es el caso del Viacrucis que cuelga de las paredes de la iglesia parroquial de Parderrubias. La tradición prosigue actualmente con Restauraciones Garrido, que dio continuidad a una de las dos sagas: la de Eliseo Garrido.

Firmas de los cuatro hermanos Garrido

Referencias

Piñeiro, A. (2018). Cazadores de almas. Tres fotógrafos das terras de Celanova. Raigame, 42, 60-67.

Nota. Los autores agradecen a Antonio Piñeiro permitirnos hacer uso de su documento no publicado «Manuel Garrido: un imaxineiro que dominou a arte da fotografía», y a Xulio Outumuro el hacerlo llegar a nuestras manos.

La Guerra de África de nuestros abuelos: historias del Rif. Por Juan Carlos Sierra Freire

La Guerra de África de nuestros abuelos: historias del Rif. Por Juan Carlos Sierra Freire

Van los pobres rapaces a pelear por algo que les es tan ajeno como una pugna entre esquimales y nautas del Sur. Van convencidos de que nada se les ha perdido a ellos, ni a su tierra, ni a sus gentes en los riscos pelados ni las planicies quemadas del Magreb. Van, porque los llevan contra su voluntad…”

Lamentablemente, las generaciones de nuestros antepasados se vieron inmersas en violentas guerras. Nuestros tatarabuelos libraron allá por 1809 la Guerra de la Independencia contra Napoleón, y nuestros bisabuelos vivieron las Guerras en ultramar de Cuba y Filipinas, entre 1895 y 1898. A nuestros abuelos les tocó lidiar en las primeras décadas del siglo XX con la segunda Guerra de África o Guerra del Rif.

Durante el reinado de Alfonso XIII, ya finalizadas las aventuras coloniales de ultramar en 1898, el foco de atención se centraba en Marruecos, zona geográfica que había sido adjudicada a España en los repartos internacionales, desencadenándose al poco tiempo la Guerra de África como consecuencia de la sublevación de las tribus del Rif en contra del colonialismo español. La guerra duraría desde 1911 hasta 1927, y supondría una enorme sangría económica y de vidas humanas: España dejaba la vida de sus jóvenes y el dinero de su producción económica en las agrestes tierras marroquíes.

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Tercer Batallón Ceriñola fotografiado en el Rif en el año 1912. Tomada, con permiso de Rafael Salgado, de http://ovrense.blogspot.com/2016/10/batallon-de-cerinola_5.html

Ya en el año 1910, el Regimiento Ceriñola, con guarnición en Ourense, había sido enviado a Melilla para sofocar los ataques de las tribus rifeñas. Es en este momento cuando muchos ourensanos empiezan a tomar conciencia de la contienda africana. Por el devenir de la Guerra, el Regimiento permanecerá durante años en tierras africanas. Nuestros abuelos se vieron involucrados en dicha contienda, convirtiéndose África en un temido destino para realizar el Servicio Militar obligatorio.

Los quintos que tuvieron una vinculación directa con la guerra africana fueron los de los reemplazos de 1911 a 1927. En Parderrubias se vieron implicados 57 mozos, entre ellos mis abuelos Paulino Sierra Iglesias y Manuel Freire Doniz (ambos del reemplazo de 1922) y mis tíos abuelos Juan Bautista Lorenzo Sueiro y Benito Sierra Iglesias (ambos del reemplazo de 1912), Bautista Garrido Reza (reemplazo de 1918), Avelino Sierra Iglesias (reemplazo de 1924) y José Seara Justo (reemplazo de 1925). Todos ellos experimentaron la angustia que suponía la posibilidad de acabar en África. Por ello, algunos se hicieron soldados de cuota, como mi abuelo Manuel; otros emigraron a Cuba, como en el caso de mi tío abuelo José; y otros alegaban razones de diversa índole para evitar el Servicio Militar obligatorio, como mi tío abuelo Benito.

Pase de Caja Paulino
Acuse de recibo del Pase de Caja de Reclutas de Paulino Sierra Iglesias.

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Artilleros transportando una pieza. Tomada del Mundo Gráfico, 21 de septiembre de 1921. Biblioteca Nacional de España.

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Tomada del Mundo Gráfico, 14 de septiembre de 1921. Biblioteca Nacional de España.

El devenir de la Guerra

A mediados de 1910, los diarios ya informaban de soldados gallegos fallecidos en El Rif, en la Campaña de Melilla. En la portada de La Región del 27 de diciembre de 1911 aparecía el siguiente titular:

Las Navidades en nuestras posiciones del Norte de África. Combate en el Kert y muerte del Teniente Coronel Dorado”.

El Teniente Coronel Dorado era ourensano y había fallecido el día de Nochebuena en un enfrentamiento con los rebeldes en las gargantas del río Kert. En los hospitales, los soldados ourensanos no solo se recuperaban de las heridas de guerra, sino también de la fiebre tifoidea e incluso de enajenación mental, como así informaba La Región del 22 de junio de 1912. A finales de 1913 es enviado a África el Regimiento Isabel la Católica con guarnición en A Coruña, del que formaba parte un buen número de soldados ourensanos. En esas fechas, los periódicos informaban casi a diario de bajas en los frentes africanos.

Entre las primeras víctimas mortales se encuentra el Teniente de Tiradores Indígenas Julio Reinoso Fernández, vecino de Olás (A Merca), fallecido heroicamente en el combate de Lauzien, el 11 de junio de 1913. Una vez herido, siendo conducido en camilla, es muerto por los moros. Así narraron los periódicos la batalla en la que falleció:

«Anoche los moros, en gran número, atacaron la posición de Samsa; pero las tropas los repelieron valientemente, llegando la persecución al monte Lancy, entablándose un combate a la bayoneta de duración de once horas. Las fuerzas regulares indígenas de Ceuta pelearon con heroísmo sin igual. Las bajas de los rebeldes fueron innumerables. La artillería funcionó constantemente, haciendo enormes destrozos en los cabileños. Los aduares quedaron arrasados. Tomose la posición Lancy, importantísima y cercana al desfiladero del fondak, que da paso a las llanuras de Wad-Bas, camino de Tanger. Los moros murieron en número considerable, viéndose el efecto de la artillería al caer las granadas que los destrozaban» (El Imparcial, 14 de junio de 1913).

Los restos mortales de Julio Reinoso reposan en el cementerio de Tetuán, y en su lápida se puede leer:

«D. E. P. Gloria a los Héroes. Aquí reposan las cenizas de D. Julio Reinoso Fernández, 1er Teniente de la Milicia Voluntaria de Ceuta, muerto en el combate de Lauzien el día 11 de junio de 1913. Nació el 19 de abril de 1880 en el pueblo de Olás, provincia de Orense. La colonia gallega de Ceuta y Tetuán le dedican este recuerdo».

22 julio_1

El momento más dramático de la Guerra de África se vive el 22 de julio de 1921 cuando las tropas españolas sufren la humillante derrota que pasará a la historia como el “Desastre de Annual”, produciéndose la masacre del Monte Arruit y llegando el líder rebelde Abd-el-Krim a fundar la República del Rif, situación que sería revocada en el año 1927. El titular de La Región del 24 de julio era así de explícito:

Doloroso revés en África. Nuestras tropas retroceden con bajas numerosísimas”.

Dos días después describía los sucesos:

Comprometidas las fuerzas que guarnecen Igueriben, el general Silvestre salió rápidamente en su socorro con fuerzas de Regulares y del regimiento de Alcántara, impidiendo que esta determinación tuviera eficacia numerosísimo enemigo debidamente atrincherado, ordenándose en su vista la evacuación de la posición, después de inutilizar el material que no pudieron llevar las fuerzas. La retirada fue muy sangrienta, recogiéndose estas en Annual, a donde se dirigió también el general Silvestre, constantemente hostilizado por la jarka enemiga, muy superior en número a los elementos con que este contaba, perfectamente armada y en condiciones excepcionales para empeñar combate, hasta el extremo de que, una vez refugiado en Annual el general Silvestre y fuerzas a sus órdenes, llegó el enemigo a cortar sus comunicaciones y su línea de abastecimiento de evacuación de bajas, y cuando no le quedaba al general Silvestre más municiones que las necesarias para un combate, ante situación tan comprometida y lo rudo de la pelea entablada, se sabe que, no pudiendo conservar la posición de Annual, reunió los jefes y determinaron evacuarla, diciéndose, sin que hasta ahora se haya confirmado la noticia, que el general Silvestre, después de dirigir la evacuación, y cuando puso a salvo cuantos elementos pudo, permaneciendo en ella hasta el último momento, llevado como siempre por la alta idea de su dignidad y de su temerario arrojo, cuando el último soldado se había retirado, perdió la vida” (La Región, 26 de julio de 1921).

24 julio

En agosto de 1921 éramos conocedores de primera mano de lo ocurrido en los territorios españoles en África a través del testimonio de un soldado de Caballería, perteneciente al regimiento de Alcántara, que formaba parte de la escolta del infortunado general Silvestre. Era natural de Bande, y había regresado a casa para recuperarse de las heridas de bala de un fusil maüser:

El día 20 de julio llegamos a Annual, a la una y media de la tarde, a las órdenes del general Silvestre. La posición que sufría un intenso ataque de los moros se resistía heroicamente. Nosotros tuvimos que entrar en fuego en el mismo momento de llegar. Hasta las nueve de la noche luchamos sin descanso. Pero el enemigo era muy numeroso. A las nueve y media se dio la primera orden de retirada. Nosotros queríamos resistir, pero nuestros jefes obligaron e iniciamos la retirada escalonada, defendiéndonos. El general Silvestre no quiso abandonar Annual. Allí se quedó con su Estado Mayor y su asistente que se negó a separarse de su jefe. Cuando nosotros evacuamos la posición ya los moros habían traspasado las alambradas eléctricas que la defendían, y el fuego era tan continuado y numeroso que no es posible afirmar si el general se suicidó o murió a manos del enemigo. Cuando llegamos a Batel logramos rehacernos, y siete escuadrones de caballería, al mando del teniente coronel Primo de Rivera, realizaron tres heroicos contraataques que obligan a replegarse a los moros hasta las inmediaciones de Dars-Drius. Allí recibí yo el balazo del cuello. Los moros, que nos habían seguido confiados, sorprendidos por nuestro ataque inesperado, murieron a centenares bajo los cascos de los caballos. ¿Y después? Los moros se rehicieron bien pronto y nos atacaron a su vez. Nuestras fuerzas aplastadas por la enorme superioridad del enemigo, huyeron desorganizadas, siendo algunos núcleos perseguidos hasta la segunda Caseta. Los nuestros dejaron muchísimo material de guerra en poder del enemigo, cañones, ametralladoras, camiones automóviles, fusiles… y municiones, muchas municiones. Poco después de llegar nosotros a Melilla, el caballo del general Silvestre, un hermoso caballo andaluz, entraba en la plaza. El pobre animal, al encontrarse sin dueño, tornaba a la plaza para seguir prestando sus servicios en el ejército. ¡Pobre animal! El 6 de agosto salí de Melilla. La escasa población civil que queda todavía en Melilla, pues toda la gente que pudo huyó ya a la Península, cree que aquella plaza no tardará muchos días en caer en poder de los moros. Pero se disponen a la defensa. Se han abierto trincheras en las calles. Los cañones convenientemente situados, se disponen a defender palmo a palmo los exiguos restos que todavía quedan en nuestro poder de la Comandancia General de Melilla. Los soldados lucharon siempre heroicamente. Durante la retirada, los jefes tuvieron que obligarles a abandonar las posiciones, pues ellos querían defenderlas hasta derramar la última gota de sangre” (La Zarpa, 12 de agosto de 1921).

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Tomada del Mundo Gráfico, 16 de noviembre de 1921. Biblioteca Nacional de España.

Entre las numerosas tropas enviadas a África, con el objetivo de recuperar el territorio perdido tras el Desastre de Annual, se encuentra el Segundo Batallón del Regimiento Galicia nº 19. Embarca en Málaga con destino a Melilla, incorporándose a las operaciones militares en octubre de 1921 y regresan las últimas fuerzas en febrero de 1927, con un balance de 24 fallecidos, tres desaparecidos y más de 40 heridos; la mayoría de fallecidos recibieron sepultura en el cementerio de Melilla.

Poco después del toque de diana y cuando ya las tropas habían desayunado, formaron en la llanura en que se asienta el campamento las fuerzas que componían la columna encargada de efectuar un reconocimiento por tierras de Mlad-Buker y recoger los cadáveres que pudiese haber en la antigua posición de Ibaf. Formaban dicha columna el Tercio, Regulares, Policía, los batallones de Segovia y Galicia, el de Caballería de Treviño y el 3º de Montaña y el 6º Ligero de Artillería, y la mandaba el general D. Federico Berenguer” (Ben-Cho-Shey, La Zarpa, 20 de marzo de 1922).

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Público en el puerto de Barcelona despidiendo a expedicionarios rumbo a Melilla. Tomada del Mundo Gráfico, 31 de agosto de 1921. Biblioteca Nacional de España.

El 26 de noviembre de 1922 se celebraba un funeral en la iglesia parroquial de Santo Domingo por el alma del Teniente de Regulares Elías Puga Noguerol fallecido el día 1 en Tizzi-Azza. Aunque en los medios escritos no era habitual encontrarnos con nombres de víctimas mortales, como ocurriría años después en la Guerra Civil, irremediablemente algunos nombres iban saliendo a la luz. La Zarpa del 3 de octubre de 1924 lamenta el fallecimiento del Teniente Coronel Martínez Monje, cuya familia residía en Ourense. Era jefe de los Regulares de Tetuán y moría a consecuencia de las graves heridas sufridas en los encarnizados combates de Xauen, cerca de Tetuán. El 2 de octubre de 1925, este mismo periódico publicaba la esquela de Pedro Martínez Carbalo, Oficial del Cuerpo de Telégrafos, que había fallecido el 18 de septiembre en África a los 23 años de edad.

A los que fallecían en el frente se sumaban los que pagaron el cautiverio con su vida, como es el caso del Teniente Alfonso Alcocer, que había caído prisionero después de una heroica resistencia en septiembre de 1924, sufriendo duras penalidades durante 19 meses, falleciendo poco antes de producirse la liberación de los presos de guerra.

No faltaron nombres que los medios de comunicación encumbraron a héroes como es el caso del Cabo Manuel Rapela Rodríguez, natural de Sobral (Gustey), que fue propuesto para la Laureada de San Fernando, la cual obtendría después de un largo proceso el 18 de marzo de 1931, por su comportamiento en Estigua, en donde impidió que un grupo de moros se apoderase de un soldado herido, defendiendo su posición hasta que recibió un séptimo balazo, momento en el que fue auxiliado por fuerzas de refuerzo a las que lo primero que dijo fue: “¡e non me levaron o fusil!”. Como consecuencia de las heridas sufridas en el pecho y en un brazo quedó inútil. El domingo 25 de septiembre de 1925 era objeto de un emotivo homenaje en su pueblo natal, en el que la banda de música estrenó el pasodoble “Cabo Rapela”; en la visita que los Reyes hicieron a Ourense, el 29 de septiembre de 1927, recibió personalmente la atención del Monarca, quien le felicitó por su heroísmo. Ingresó en el Cuerpo de Inválidos en donde llega a ser Capitán.

La Legión también contaba en sus filas con un buen número de gallegos, entre los que destacaron nombres como el propio fundador, José Millán-Astray, o el mismo Francisco Franco. Ben-Cho-Shey, destinado al frente de guerra africano, en sus crónicas publicadas por el diario La Zarpa se refería a esta cuestión:

Para mí una visita al Campamento de la Legión me supone algo así como un paseo por una de nuestras pintorescas aldeas. Cuando ya no puedo resistir más los enormes deseos de hablar en gallego enxebre y quiero encontrar paisanos con quien desahogar mi corazón rebosante de morriña corro al Tercio y allí rodeado de paisanos veo pasar horas y horas de incansable parloteo, de dulces lembranzas, de añoranzas saudosas” (La Zarpa, 15 de marzo de 1922).

La vieja estación ferroviaria ourensana de Canedo se convirtió en lugar de paso de  las tropas que tenían Vigo como puerto de destino para embarcar hacia África. El 26 de julio de 1921, a las 12 de la mañana, pasó dirección a la ciudad olívica, con destino final Melilla, un batallón del Regimiento de Infantería Toledo que estaba de guarnición en Zamora. Ya de madrugada hacía lo mismo un batallón del Regimiento Burgos que guarnecía León. El 14 de agosto se detenía en la estación un convoy militar especial que transportaba el 2º Batallón Zamora, de guarnición en Lugo; entre la tropa de este Batallón iban muchos soldados ourensanos de reemplazo. El 26 de agosto ocurría lo mismo con el Regimiento Victoria. En el andén se obsequiaba a la tropa con café y cigarrillos. El 19 de agosto, las autoridades de Vigo requisaban tres buques para embarcar con celeridad a las tropas y evitar de esto modo la larga espera antes de partir hacia Melilla. Dada la falta de plazas de alojamiento, los soldados dormían a la intemperie mientras esperaban.

Era habitual que las tropas se encomendaran a la protección divina antes de partir. Así, por ejemplo, la Compañía de Ametralladoras, perteneciente al Batallón de Cazadores Mérida, con plaza en la capital ourensana, antes de partir hacia Sevilla, asistió a una misa en la capilla del Santísimo Cristo. Una vez finalizada, el Sr. Vicario obsequió a oficiales y soldados con escapularios, dando también dos pesetas a los cabos y sargentos, y una a los soldados, además de una cajetilla de tabaco (La Región, 20 de octubre de 1921). El detalle del escapulario se puede apreciar en la fotografía del soldado que aparece más abajo.

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Embarque de tropas en la estación madrileña con dirección a Marruecos. Tomada del Mundo Gráfico, 3 de agosto de 1921. Biblioteca Nacional de España.

A principios de septiembre de 1924 se notifica al Batallón de Cazadores Mérida, de guarnición en Ourense, que se preparen para partir hacia Larache. Tres compañías de fusileros que suman un total de 600 hombres, al mando del Teniente Coronel Salvador Fernández Vaamonde, embarcarían hacia África desde Vigo, en el vapor Capitán Segura. En noviembre de 1924 llegó a haber 145.000 hombres en tierras africanas. En el sorteo de enero de 1925, 167 ourensanos fueron enviados a África. Los 83 mozos destinados a Melilla salieron el 11 de enero en el tren correo hacia León, en donde los recogió un tren militar que los conduciría a Málaga, a donde llegaron el día 14 para embarcar en el vapor Síster; los 56 mozos destinados a Ceuta viajaron hasta Monforte el día 15, para desde allí ir hacia Sevilla, en donde embarcarían en el vapor Castilla; los 12 reclutas con destino Larache toman en Monforte un tren militar hasta Cádiz, desde donde embarcan hacia tierras africanas.pdf (13)

Las cartas de la Guerra

La realidad de la guerra africana se pudo conocer en Ourense con toda su crudeza a través de un diario que un soldado gallego, hecho prisionero por las fuerzas de Abd-el-Krim, fue publicando en La Zarpa gracias a Ben Cho-Shey, que también estaba destinado a África:

“…era, como todo el mundo sabe, el día 22 de julio de 1921; cinco días hacía que sitiado por el enemigo el campamento de Igueriben y hostilizado sin descanso se hubo de hacer imposible la entrada del convoy por cuyo motivo tuvo que ser abandonado y asaltado por los fieros sectarios de Mahoma. El campamento de Dar-Buy-Meyan, situado a 3 kilómetros de Annual, también llevaba sin descansar otros tantos días defendiéndose él y defendiendo al mismo tiempo a Igueriben; pero al llegar dicha fecha, tuvo también que abandonarse por órdenes superiores, abandonando también desde ese día todos los campamentos que componían el Protectorado en el territorio de Melilla… Los campos africanos por donde ayer paseaban triunfantes nuestras fuerzas aparecen hoy sembrados de cadáveres de los mártires de la civilización que después de un ¡ay! desgarrador despidiéndose de aquella que les vio dar el primer suspiro, se alejan para la eternidad dando su vida por la Patria que los vio nacer… Borrachos de sangre los infieles escarnecían los cadáveres profanándolos con herejías increíbles; a unos ofendiéndoles de palabra y a otros martirizando sus cuerpos con piedras, palos y hasta haciendo uso de sus armas, escupiendo sus retratos de familia y pisándoles con furia y con fiereza; otros los arrastraban por el suelo y algunos pasaban sus caballos atropellándoles sin respetar la muerte que se extendía por prados y llanuras… En uno de las casas de Nador establecieron uno que llamaban hospital donde vilmente asesinaban los que después de ser prisioneros caían con alguna enfermedad; y cuando los cobardes tuvieron que huir de Monte-Arruit, los españoles que tenían prisioneros, fueron clavados de pies y manos encontrando nuestras fuerzas en su reconquista un calvario de sangre regado con la misma de los que defendiéndolo murieron. Annual, enero, 1922” (La Zarpa, 27 de enero de 1922).

Nuestro régimen de vida desde que España nos envía convoy es el siguiente. Por la mañana, un barreño de agua con un poco de café y azúcar; a las doce o a la una, otro barreño lleno de garbanzos, arroz, agua y un poco de tocino, y cuando hay pan hecho por nosotros, de nuestra harina, medio bollo de 350 gramos, y si no hay harina para hacerlo, un pan de moro de una libra escasa para cuatro hombres; y por la noche otro barreño de judías, arroz, agua y tocino… hay días que sobra comida, pero no porque se harte uno de comer, no, sino porque es comida que odiarían los animales mismos (La Zarpa, 30 de enero de 1922).

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Una carta de un oficial prisionero publicada también en el mismo diario ourensano en febrero de 1922 describe la situación de los cautivos:

“… Desde octubre empezó a cambiar esto y sucesivamente hemos llegado a la condición de cautivos; desde la última decena de noviembre estamos encerrados en habitaciones que son verdaderos calabozos sin ventilación y tan reducidas que es un verdadero milagro no se hayan registrado casos de asfixia. Puedes juzgar por la habitación en que yo estoy de 9 metros de largo, 2’30 de ancha y 2’10 de alta que ocupamos 14 oficiales. Teníamos cinco horas de paseo por el patio y hacíamos una sola comida; desde el 11 del actual se suprimieron esas horas de libertad y permanecemos en encierro permanente e incomunicados con los que habitan en otra casa situada a 100 metros escasos… Nuestra salida ahora se reduce a una salida relámpago que hacemos todos a una hora determinada para necesidades naturales (La Zarpa, 16 de febrero de 1922).

Al que ama Sierra Nevada, y se deleita a diario viendo sus cumbres, le resulta estremecedora la realidad que describe, desde su cautiverio, un soldado ourensano en tierras africanas:

Allá a lo lejos, tras la cinta celeste y multicolor que junto con el azul del cielo formaba la anchurosa patria de los piratas y cubierta por el dorado arrebol que cual traje de carmín y grana la envolvía, se divisaban los altos picos de Sierra Nevada, producían en nuestras almas la más amarga sensación producida por el más puro sentimiento de nostalgia que hería nuestros corazones, trayendo a nuestra memoria los dulces recuerdos de nuestra Patria y la voz santa de nuestra libertad” (La Zarpa, 11 de febrero de 1922).

La correspondencia de un soldado ourensano, prisionero de Abd-el-Krim, mantenida con un amigo deja entrever la dura situación de los mozos enviados a la Guerra de África:

Acabo de recibir su carta del 16 del pasado, la cual me llenó de placer al ver que se hallan bien de salud, yo gozo de igual beneficio. Pues José, no puede figurarse la satisfacción que experimenté con su carta y al mismo tiempo con otra de casa y de mi hermano, pues en todo mi cautiverio solo una había recibido, y en esta triste situación es muy satisfactorio el tener noticias de familia y amigos. Pues aquí estamos 360; también hay paisanos, mujeres y niños, y de nuestra situación no puedo darle explicaciones y del rescate desde luego confiamos en nuestro jefe; cuando será no se puede precisar. Lo más grave aquí son las enfermedades, pues ataca el paludismo. Me complace mucho el saber que sus relaciones con mi familia son cada vez más estrechas. Sin más, haga presente mis cariños a su señora y besos a los niños y se despide de usted con un fuerte abrazo su amigo Julio. Annual, 1º-10-1921. P. D. Cuando me conteste hará el favor de enviarme papel y sobre para contestarle, que aquí no hay donde comprarle ni facilidades de ninguna especie. Adiós” (La Zarpa, 20 de octubre de 1921).

Así era la Guerra de África contada por un reportero de lujo, Ben-Cho-Shey:

De pronto suenan unos disparos que ponen en movimiento a toda la gente. Son los moros que aprovechando la obscuridad de la noche se acercan a las próximas barrancadas y desde allí nos hostilizan. Se produce una pequeña confusión en el campamento y precipitadamente salen de sus tiendas los soldados entontecidos por el brusco despertar; a medio vestir y tropezando con los vientos de las tiendas que la obscuridad oculta acuden con rapidez al parapeto y en breves instantes este vomita fuego por sus cuatro costados; los infinitos disparos semejan una monumental traca en día de fiesta, afortunadamente el buen sentido se impone y el general Berenguer ordena alto el fuego quedando todo callado como por ensalmo. Solamente en el campamento del Tercio continua el fuego mezclado con los insultos que de ambas partes se cruzan. La osadía de los moros es tal que los legionarios se han visto precisados a lanzar bombas de mano. Entre el tableteo de las balas se oye el alegre sonar del cornetín que borda unas sentidas granadinas en medio de un silencio floreado; callan atentos los legionarios y al final del toque se oye una inmensa ovación al trompetilla, que por cierto es de Orense, y vivas a España y a la Legión” (Ben-Cho-Shey, Drius, 29 enero 1922; La Zarpa, 18 de febrero de 1922).

Habíamos regresado cansados y molidos por el continuo ajetreo de un día de fatigas y sinsabores. Todos nosotros traíamos en el rostro las huellas del sol abrasador; una espesa capa de polvo nos cubría totalmente y se introducía por las narices hasta secarnos la garganta. Alrededor de un aljibe se agolpaban los soldados provistos de vasos, cantimploras y platos con que recoger el agua para remojar sus sedientes fauces. Ni una sola gota se perdía; allí en donde quiera que el aljibe destilara un poco de líquido, por pequeño que fuese, allí se encontraba un soldado que interponía un plato para que el agua deseada no mojase el polvoriento suelo. Llegados a la tienda nos desprendimos del equipo y sin cuidarnos de las odiosas judías nos tendimos en la cama que nos llamaba con desgarradoras voces. El duro lecho formado por un mal saco mediado de paja trillada era en tales momentos un cómodo colchón de pluma… Todavía con el corazón oprimido por la pesadilla encendí un fósforo y vi a mi lado una rata enorme que se había estado paseando encima de mí y ahora me miraba, no sé si estúpida o desafiadoramente… encendí otro nuevo y agarré una alpargata, la rata continuaba idiotizada mirándome, no quise perder tiempo y ¡zas! de un golpetazo la hice dar una voltereta, secundé el golpe y contemplé gozoso los estertores de su agonía como si me vengase de algún terrible Mohamed… me imaginaba que los millares de ratas que invaden el campamento y sus alrededores vendrían en tropel a vengar la muerte de su hermana… ¡Oh esta tierra del Rif tan pródiga en bichos molestos de todas las especies cuanto ingrata con el hombre! Hay aquí Pacos y moscas, ratas y tremípteros, microbios y ápteros, ácaros y arácnidos en cantidades suficientes para llenar el planeta” (Ben-Cho-Shey, marzo de 1922; La Zarpa, 17 de marzo de 1922).

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Tercios de Ceuta desembarcando en Melilla. Tomada del Mundo Gráfico, de 3 de agosto de 1921. Biblioteca Nacional de España.

Con el fin de distraer la mente de los reclutas durante el periodo bélico se ideó la figura de la Madrina de Guerra: señorita que sin conocer al soldado se comprometía a mantener correspondencia con él. Era habitual leer en la prensa escrita de la época anuncios como estos:

El soldado Castor Vizcaya Macías, natural del municipio del Barco de Valdeorras, y actualmente prestando servicios en Melilla en la batería expedicionaria del Ferrol, solicita una señora o señorita para madrina de guerra. El referido soldado no tiene padres ni hermanos (La Región, 29 de junio de 1922).

El soldado de artillería de la primera unidad del Parque móvil, con residencia en Dar Quedzni, nos escribe una carta en la que manifiesta el deseo de tener en esta hermosa tierra de Galicia una madrina de guerra para mitigar los sinsabores y penalidades de su campaña en África” (La Zarpa, 20 de septiembre de 1923).

En ocasiones se publicaban cartas más extensas dirigidas a los periódicos con los mismos fines, como la publicada en La Región el 17 de octubre de 1923:

“…Únicamente suplicamos a Usted que se digne insertar las presentes líneas, por si algunas caritativas jóvenes gallegas quieren honrarnos con el sublime título de ‘madrinas de Guerra’ pues está siempre en lo posible de que una bala traidora arrebate nuestras vidas, las que con la sonrisa en el corazón y en los labios ofrecemos por nuestra querida Patria, pues así lo juramos con un santo beso a  nuestra sagrada bandera. Si así sucediera, nuestra mayor alegría al expirar, sería saber que una madrinita rezaba por su ahijado, y después de haber cumplido un deber patrio, ir a gozar de Nuestro Señor por mediación de una madrinita…” (Monte Adgos, 9 de octubre de 1923. Tercera Bandera, Séptima Compañía, Tetuán, Marruecos).

El pueblo contra la Guerra

Las penosas, y prácticamente inexistentes comunicaciones entre la Península y el continente africano, incrementaban la desesperación de las familias de los soldados en el frente de guerra. Así, en octubre de 1921, un anciano agricultor de Quintela de Canedo, después de múltiples y farragosas gestiones, consigue esclarecer el paradero de su hijo, perteneciente al Regimiento de la Reina número 2, con guarnición en Córdoba, y destinado al campo de operaciones de Melilla. Le habían herido gravemente el 26 de septiembre. Mediante telegrama, en nombre del Rey, se le comunica que su hijo se encuentra en un hospital de Málaga.

Pronto comenzarían a surgir voces críticas contra la guerra y las condiciones de los soldados en territorio africano. Así, un artículo firmado por Manuel Lustres Rivas en La Zarpa del 4 noviembre de 1921, argumentaba el por qué a Galicia no se le perdía nada en África, lamentando que…

“… esta desventurada aventura española exija un tributo de sangre gallega, a fluir caliente sobre la tierra ocre del Rif, y de sangre gallega arrancada, en forma de oro, de nuestros exhaustos bolsillos”.

El 7 de abril de 1922 un duro editorial de La Zarpa, titulado “Una plaga pornográfica”, habla del penoso cuidado y atención que recibían los soldados de Marruecos. Suciedad, abundancia de parásitos, comida detestable, falta de la más elemental higiene, desorganización, abandono, a lo que se la añadía la suciedad espiritual pues “en un mes se habían vendido libros y folletos pornográficos por valor de 55.000 pesetas”.

Marruecos se convierte en una sangría económica y de vidas humanas para el país. A modo de ejemplo, en junio de 1922 el Consejo de Ministros aprueba 46.000 millones de pesetas más para la Guerra; todo ello da la medida de la “obra insensata y criminal que el Gobierno realiza contra los intereses de la nación y la vida de los ciudadanos” (La Zarpa, 13 de junio de 1922).

Otro duro editorial contra la Guerra de África aparece coincidiendo con la partida desde Vigo hacia tierras africanas de los mozos gallegos del reemplazo de 1921. De Ourense, en el tren mixto de la madrugada del 9 de septiembre partían 26 soldados pertenecientes al batallón de Cazadores Mérida, de guarnición en esta plaza, pertenecientes al cupo de instrucción de 1921 que iban a reemplazar a los de 1919, que en breve regresarían a la Península.

Van los pobres rapaces a pelear por algo que les es tan ajeno como una pugna entre esquimales y nautas del Sur. Van convencidos de que nada se les ha perdido a ellos, ni a su tierra, ni a sus gentes en los riscos pelados ni las planicies quemadas del Magreb. Van, porque los llevan contra su voluntad… Allá, en las ásperas tierras africanas, esos mozos que Galicia envía –como tributo a ese Moloch insaciable de sangre que se llama Estado español, sufrirán los rigores de una vida penosísima, serán fieles soldados de España…” (La Zarpa, 8 de septiembre de 1922).

El domingo 31 de diciembre de 1922 tenía lugar en la capital ourensana una manifestación para exigir responsabilidades por el desastre de Marruecos. Partía a las once y media de la mañana de la Plaza Mayor con la Corporación Municipal al frente. Eran numerosas las pancartas pidiendo el abandono de Marruecos.

Ante el repunte bélico que se experimenta en el verano de 1923, las voces de protesta se intensifican, incluso dentro del propio Ejército. En Málaga tiene lugar la sublevación del Batallón Garellano cuando iba a embarcar hacia Melilla al grito de “¡Viva la rebeldía! ¡No vamos a Marruecos!”. Los rebeldes son reprimidos por el Batallón Borbón, cruzándose entre ambos multitud de disparos a consecuencia de los que fallecen un Alférez y un Teniente del Garellano.

Otra vez Marruecos es la guerra sin cuartel. Mueren a centenares los hombres allí. Movilizan hacia las costas africanas los barcos de la escuadra y las estaciones férreas y los puertos de España presencian las escenas dolorosas de las madres doloridas que ven marchar a sus hijos a una lucha que odian con toda el alma… Ha llegado la hora de poner el país contra un Estado que por donde pasa solo deja rastros de inepcia, de impudicia o de sangre (La Zarpa, 25 de agosto de 1923).

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Tomadas del Mundo Gráfico. Biblioteca Nacional de España.

El pueblo solidario con los soldados

De manera paralela a estas posturas antibelicistas tenían lugar acciones de solidaridad con nuestros soldados en el frente. La lamentable situación de las tropas en tierras africanas se intentaba mejorar mediante llamamientos a la población. A través de la iniciativa particular, las unidades militares pudieron disfrutar de ciertas comodidades. Así,  el diario La Región lanza una suscripción popular para regalar impermeables a los pobres soldados del Batallón Mérida para que pudieran hacer frente a la época de lluvias en tierras africanas. Esta iniciativa venía a dar respuesta a opiniones de soldados ourensanos en el frente como esta:

El pueblo de Mérida, al que solo debemos el nombre, manda dinero y tabaco para la compañía. Orense, de donde somos casi todos, permanece mudo. Buenas son plegarias y oraciones, pero para soportar la inclemencia de este inhospitalario país y afrontar con decisión y éxito los trabajos que exige la imposición del merecido castigo a las fieras que lo pueblan, se necesita algo más que oraciones(La Región, 3 de noviembre de 1921).

En agosto de 1921 se celebraba en la Capilla del Santo Cristo de Ourense un novenario en sufragio de las almas de los militares españoles fallecidos en la campaña de África “para obtener de Dios la gracia de una gloriosa victoria para nuestra patria” (La Zarpa, 12 de agosto de 1921). El 11 de septiembre, festividad de la Virgen de los Remedios, tenía lugar en su capilla una misa costeada por una devota para impetrar del Altísimo suerte a los oficiales y soldados de la provincia ourensana que luchaban en Melilla. El 27 de ese mismo mes, al afamado Café La Unión organizaba un “té patriótico” a beneficio de los heridos en la campaña de Marruecos con 267 asistentes. El 4 de octubre en el Teatro Principal tenía lugar un festival solidario por la misma causa. En el mes de noviembre, una colecta en Allariz da como resultado la recaudación de 1.101 pesetas para los heridos de África y la apertura de 45 libretas de ahorro con valor de 25 pesetas cada una para los soldados del municipio que se encontraban en la guerra. En el mes de diciembre se desarrolló la campaña Aguinaldo para el Soldado, para que los familiares de los que luchaban en África pudieran enviarles productos de consumo corrientes en las fiestas navideñas. Los destinos eran los puertos de Cádiz, Algeciras y Málaga, desde donde se hacían llegar a Larache, Ceuta o Tetuán y Melilla, respectivamente.

Fueron también destacables las iniciativas del Arciprestazgo de A Merca, a cuyo frente estaba don Francisco Coello (párroco de Soutopenedo, cura ilustrado de su época y columnista de La Región, que llegó a participar con gran éxito en el Congreso Mariano celebrado en 1929 en Sevilla), y que fueron publicadas en La Región del 27 de agosto de 1921, llegando a recibir el agradecimiento del propio Presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, y de su Ministro de Gracia y Justicia. Dice el comunicado de Maura:

Sr. don Francisco Coello. Muy distinguido señor mío y de toda mi consideración. Recibo copia de los acuerdos tomados por el Clero de ese Arciprestazgo. En nombre de la causa nacional que este Gobierno sirve y representa me complazco en hacer llegar a ustedes con un cordial saludo, la expresión de la más sincera gratitud por el alto ejemplo de noble desinterés y acendrado patriotismo que acaban de dar. Les ofrece el testimonio de su consideración su atento afectísimo seguro servidor q. ss. mm. A. Maura”.

Estas fueron las iniciativas del Arciprestazgo de A Merca:

  • Primera. Contribuir con un día de haber que ponemos a disposición del ilustre Sr. Vicario Capitular para que llegue a manos de S. M. la Reina Victoria, con destino a la suscripción que tan egregia dama ha iniciado a favor de los heridos de la guerra de África.
  • Segunda. Celebrar un solemne funeral en sufragio de las almas de los soldados muertos en Marruecos.
  • Tercera. Adquirir una Medalla de Oro con la cual será condecorado el soldado que, siendo natural de este Arciprestazgo, más se haya distinguido defendiendo la bandera española en el suelo africano. Esta medalla ostentará la siguiente inscripción: Arciprestazgo Merca al héroe de África, o esta otra si hubiera fallecido dando heroicamente la vida por la Patria: Arciprestazgo Merca a la familia del héroe de África.
  • Cuarta. En caso de fallecimiento, celebrar en la parroquia en donde residan sus familias un solemne funeral, al cual serán invitadas todas las clases sociales de la comarca, y hacer entrega a los parientes del finado de la Medalla condecorativa”.

A las diez de la mañana del 11 de octubre de 1921 tenía lugar en el templo parroquial de A Merca un solemne funeral por los muertos de África. Según el corresponsal de La Región, nadie recordaba haber presenciado en este Arciprestazgo un acto tan grandioso y solemne. En el acto fúnebre participaron el Alcalde y el Juez Municipal, con sus respectivos Secretarios, así como todo el clero del Arciprestazgo. Multitud de cirios llameaban tristemente en el interior del templo, en el altar y alrededor del catafalco. Severas colgaduras negras exornaban las paredes, y en el centro del Altar Mayor destacaba una gran y hermosa cruz blanca. El catafalco colocado en el centro de la iglesia representaba una urna cineraria que terminaba con una soberbia cruz dorada, rodeado de multitud de luces. La misa fue celebrada por el coadjutor de Soutopenedo, asistido por el párroco de Olás como maestro de ceremonias, y un diácono y un subdiácono. Los cantos fueron dirigidos magistralmente por el Señor Abad de Proente.

El 18 de noviembre de 1926, una vez finalizada la Guerra, regresaba a la capital el Batallón de Cazadores Mérida, siendo recibido en la estación de tren por las autoridades civiles y militares. A continuación desfilaron por el Puente, calle del Progreso, Pereira, Plaza de la Constitución, Tiendas, Juan de Austria, para llegar a San Francisco, en donde después del rancho se celebró un animado baile.

El numerosísimo público que llenaba el andén al entrar el tren en agujas prorrumpió en una salva de aplausos vitoreando a los recién llegados, los cuales también daban vivas. Entre los soldados repatriados y sus familiares y amigos se desarrollaron escenas de íntima emoción” (La Zarpa, 21 de noviembre de 1926).

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Tropas desfilando por la calle Cardenal Quiroga (probablemente de regreso de tierras africanas). Tomada, con permiso de Rafael Salgado, de https://ourensenotempo.blogspot.com/2012/03/na-busca-de-axuda.html

Finalizada la Guerra, el 12 de octubre de 1927 tiene lugar en toda España una fiesta en honor del soldado que luchó en África. En Orense, a las 10 de la mañana se celebraba en la catedral una misa cantada en sufragio de las almas de los soldados que perdieron la vida en tierras africanas. A la una y media, el Ayuntamiento ofreció una comida a los soldados que lucharon en África, cuyo menú consistió en entremeses variados, empanadas de pollo, merluza a la vinagreta, ternera asada, ensalada, frutas, dulces, café, licores y habanos. Las bandas municipal y militar amenizaron los postres hasta bien entrada la noche. En la iglesia parroquial de Mundil, ese mismo día se celebró con extraordinaria solemnidad un acto fúnebre con misa cantada y responsos en sufragio de dos soldados fallecidos en África. A continuación se obsequió con una suculenta comida amenizada por gaiteiros a 67 veteranos del Rif.

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Tomadas del Mundo Gráfico. Biblioteca Nacional de España.

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Una excursión a Parderrubias en el año 1915. Por Juan Carlos Sierra Freire

Una excursión a Parderrubias en el año 1915. Por Juan Carlos Sierra Freire

El 15 de febrero de 1910 iniciaba su andadura el periódico ourensano La Región. A partir de los dos artículos que el cronista Suárez López (1915a, 1915b) publica en dicho diario los días 1 y 2 de julio de 1915, narrando el viaje que realiza a Parderrubias en junio de ese año (“Excursión a Parderrubias”), con motivo de la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, vamos a viajar al Parderrubias de esos años.

En esa época, España estaba dominada por el “turnismo” y el caciquismo de los partidos Conservador y Liberal que apoyaban la Monarquía de Alfonso XIII. Perdidos los territorios de ultramar, el país se ve abocado a la Guerra de África (1911-1927) como consecuencia de la sublevación de las tribus del Rif en contra del colonialismo, acabando el conflicto de la peor manera posible para los intereses nacionales con el Desastre de Annual. Nuestros abuelos se vieron envueltos en dicha contienda y África era un destino nada deseable para realizar el Servicio Militar. El caciquismo funcionaba a las mil maravillas en Galicia, en donde entre 1902 y 1923 (es decir, ¡durante 21 años!) los partidos Socialista, Reformista, Carlista y Galleguista consiguieron un solo diputado en Cortes. Este sistema “…era el único instrumento a disposición del campesinado gallego que le garantizaba resoluciones judiciales favorables, contribuciones más benignas, concesiones de licencias, exenciones del servicio militar, estudios de algunos miembros de la familia, ascensos en las carreras, etc.” (Barreiro Fernández, 1991, p. 39). Este sistema corrupto sería fuertemente criticado por intelectuales, primero, y por obreros y campesinos, más tarde. El anticaciquismo agrario alcanzaría su máxima expresión con la figura del cura ourensano Basilio Álvarez:

Aquí existen millones de hombres honrados que sufren, que han hambre y sed de justicia, que tienen sobre sus hombros la maldición del foro, que pesa sobre sus frentes el escarnio del cacicuelo y sobre sus conciencias el atraco de su voluntad” (Alvarez, 1913, p. 37).

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Viñeta de Castelao en «Galicia: Diario de Vigo» del 2 de agosto de 1922

Este sistema electoral se deja entrever en el contenido de una carta publicada el 7 de abril de 1914 en el diario católico lucense La Voz de la Verdad, y una semana después en el periódico tradicionalista madrileño El Correo Español, que es firmada por varios vecinos de Parderrubias y va dirigida al parlamentario carlista Juan Vázquez de Mella y Fanjul:

Excmo. Sr. Los admiradores con que V. E. cuenta en este municipio de la Merca, se consideran obligados a darle cuenta de su proceder en la pasada contienda electoral. No acudimos a las urnas, obedeciendo nuestra reserva a la premura del tiempo, a la falta de organización y a estar tomadas las posiciones por el bando opuesto. Juzgamos que el nombre del excelso tribuno debe ir siempre asociado a ruidosos triunfos, y una votación, aunque nutrida, nos pareció ofrenda muy pequeña para un hombre de tantos prestigios. Sufre la raza intensa crisis, pero vuestro nombre esclarecido tiene la virtud de producir una reacción atentadora. Esperamos confiadamente no desista de nuestra representación, y en justa correspondencia cuente con el cariño y votos de todos los hombres dignos, que son los más. Nuestra honradez será fiadora de nuestras promesas. Reiterándole nuestra consideración tiene la orden de ponerse a las órdenes de V. E., el párroco de Parderrubias y arcipreste Benito Garrido; José Garrido y hermanos, escultores de Parderrubias; Germán Seara, propietario; Manuel Fernández y Compañía; Modesto Lorenzo, presbítero; Gerardo Castro, párroco de la Merca; Eladio Pereiro, párroco de la Mezquita; Darío Sousa, párroco de Faramontaos; José Casas, comerciante; Nicanor Lorenzo, industrial; José María Garrido, propietario; Benito Iglesias, presbítero de Parderrubias; Adolfo Garrido, industrial; Francisco Iglesias, propietario; Nicasio Magdalena, párroco de Corbillón; Jenero Cid Vispo, coadjutor de Zarracós; Antonio A. Espinosa, párroco de Proente; Emilio Dapía, párroco de Olás; Abelardo Fernández Basalo, presbítero de Zarracós; Francisco Fernández, propietario; Camilo F. Míguez, propietario”.

En este contexto social, vamos a realizar una excursión a Parderrubias del año 1915, época en la que inexcusablemente hay que hacer referencia a la figura de los Hermanos Garrido (Os Escultores de Parderrubias).

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Excursión a Parderrubias

El día estaba espléndido; la luz del sol caracoleaba graciosamente sobre los muros y techumbres y los guijarros del camino, y el firmamento ostentaba el ropaje, no de los valles umbrosos, ni de las airosas colinas, no de los prados floridos, ni de las pintadas aves, sino el de los cielos claros, radiantes, deslumbradores; el purísimo azul en toda su diafanidad y tersura, sin el menor celaje, símbolo expresivo de la limpieza sin par de la Concepción de María.

Apenas transcurrieron veinte minutos, y ya mi cuca me había transportado a Matusiños, residencia señorial de mi amigo, el humorístico hermano Felipe. Tras un breve descanso, y atravesando unos maizales que lagrimeaban el rocío de la noche, emprendimos en amena charla la ascensión al monte, orillando un arroyo, por áspera pero agradable cuesta que va serpenteando o en zig-zag, gargantada en la mitad por enormes peñascos y flanqueada luego por sombríos y altos pinares. Al concluir la ascensión, y en la hondonada, preséntase a la vista la dilatada y verde campiña del pintoresco pueblo de Parderrubias, dividida en dos partes por la carretera que, como cinta de plata, se extiende desde Orense hasta la villa de San Rosendo. Al lado derecho y en una meseta yace muellemente recostada la aldea de dicho nombre con toda la fealdad y falta de arte de las construcciones modernas, sirviéndole de espaldar selváticos y encumbrados montes que unos sobre otros van empinando sus salvajes picachos.

Galantemente invitado por el simpático y jovial Pepe Garrido y sus hermanos, notables escultores y pintores de esta localidad, ventajosamente conocidos por sus relevantes obras de indiscutible mérito artístico que han obtenido lisonjero éxito y sinceros elogios, así de la prensa como de los inteligentes del arte hermanado con la manifestación del más puro sentimiento religioso, he tenido el gusto de admirar sus magníficos talleres montados a la moderna e instalados en la planta baja del edificio de su propiedad, emplazado a orillas de la carretera.

Jóvenes aún los hermanos Garrido, más que una risueña esperanza, son ya una legítima gloria del arte escultórico y pictórico en nuestro suelo patrio, porque no son los años los que hacen la gloria, sino las obras, y estas llevan el sello de lo grande, del talento, del genio, siendo por esto mismo dignas de figurar en las mejores exposiciones así regionales como internacionales.

Y aunque el ambiente en el que se mueven es pequeño, los artistas y sus convicciones son grandes, pues no es el contorno, o como hoy se dice el ambiente, el que forma la grandeza, sino lo que se destaca en él. Y aquí esto es excelente, acabado, perfecto; sus obras son filigranas, verdaderas joyas de arte que suscitan los aplausos y entusiasmos de todas las personas que saben apreciar y valuar el verdadero mérito.

Tan sencillos como modestos, los hermanos Garrido huyen de todo ruido, convencidos de que el mérito positivo no necesita que se le anuncie con encomios, como no los necesita la belleza para atraer las miradas de todos: le basta con presentarse. Esto les pasa a las imágenes y toda clase de obras de escultura y pintura religiosa que sale de los talleres de Parderrubias.

A semejanza de un astro que asciende más y más, radiante y majestuoso, sobre el horizonte, así las nuevas obras que salen de las manos de los artistas Garrido, despiertan doquiera viva admiración, excitan una simpatía siempre creciente, y son alabadas por todo género de publicaciones periódicas en la Península y en ambas Américas.

Ayer eran los hermanos Garrido para muchos solamente los carpinteros del contorno; a lo más los ebanistas con ribetes de pintores. No pocos, quizá llamaron exagerado al cronista que esto escribe cuando, atribuyéndole la llama del genio, los llamaba ‘los genios artísticos de Galicia’. Hoy son mejor conocidos y más estimados. De su nombre y de sus geniales obras se ha apoderado la prensa; individuos y entidades se agrupan alrededor de su modesta personalidad, saludándoles como verdaderos genios.

Hay muchos artistas de su clase llevados y traídos por la prensa de todos los matices en pomposos anuncios y reclamos, que pasan por grandes, y hasta son aclamados cual genios, pero mirados de cerca no valen nada, son genios de arcilla; y si se los compara con los hermanos Garrido, pierden su esplendor, y hasta el eco de su nombre, sin que baste a salvarlos el ruido bullanguero que producen los anuncios periodísticos y tarjetas de propaganda, que la mayor parte de las veces crean glorias sin base y dicen lo que quieren, aunque sea sin sentirlo, y sobre todo, sin merecerlo las obras ni sus autores. Por el contrario, hay artistas humildes, modestos, que trabajan con decisión y talento, sin que sus fotografías aparezcan en las esquinas de las calles o en las hojas del periódico, ni sus bustos en los salones; que todo lo fían a su ideal e inspiración, y evitan con todo cuidado los clamores populares alrededor de su figura, y sin embargo tienen altísimo valor, con un glorioso símbolo de la intuición genial, la gloria del pueblo que los vio nacer y de centuria en que florecen. A este número pertenecen los hermanos Garrido. ¿Queréis verlo? No hay más que visitar los talleres de Parderrubias. Hay allí una galería de obras bellísimas.

Bien quisiera el cronista desplegarla toda entera a vista de los lectores de LA REGION. Pero prefiero detenerme principalmente sobre dos imágenes de talla recientemente adquiridas por el celoso párroco de La Merca, mi amigo Gerardo. Representa la primera a Jesucristo, mostrando su divino Corazón, cuya silueta se dibuja rodeada de una corona de llamas. Nótase a primera vista espontaneidad y elegancia en el modelado, y amplitud de concepción. La figura es verdaderamente inspirada y está trazada con sorprendente vigor. La factura es irreprochable, severa y al par brillante. La tonalidad especial de color y luz que exige el asunto está en proporción y armonía con la composición, sin desviarse del género. Solo sintiendo los inefables latidos del misticismo podía P. Garrido inspirar esa composición en la que palpita un ambiente de espiritualidad tal que el ánimo del espectador se transporta y arroba, forzándole a plegar las rodillas y adorarle poseído del más profundo respeto. La segunda representa la Inmaculada. Es de un carácter distinto de la primera, pues mientras en esta preside la idea de la majestad derramando amor sobre el mundo, en aquella se personifica el candor, la inocencia, la pureza, sin mácula. La figura de esta imagen bastaría a hacer la reputación de un escultor cristiano. En ella se admira la sobriedad y la corrección de escuela. Así la talla como la pintura de ambas obras guardan el propio carácter. Sin perder la serenidad del género espiritual purista, que no permite distraer las miradas a accidentes de forma y a efectos de artificio, y que impulsa al espíritu a concentrarse en el pensamiento de la obra, el pintor, combinando el sentimiento y la expresión de cada personaje de la composición, ha logrado encantadores efectos de luz, una primorosa armonía del conjunto. Indudablemente que estas dos imágenes de talla del más espiritual género purista, como asimismo su pintura, con toques de oro de singular magnificencia, son de las principales joyas de la corona artística de los hermanos Garrido”.

Más allá de la sobreactuación del cronista, era habitual encontrar a los Hermanos Garrido (Os Escultores) en la prensa ourensana de principios del siglo XX. Casi a diario, sus cuñas publicitarias aparecían en periódicos locales como La Región:

TALLER DE ESCULTURA RELIGIOSA. Talle, Pintura y Dorado. José Garrido y Hermanos (Orense, Parderrubias). Esta casa cuenta con todos los adelantos modernos para la construcción de Imágenes en madera y cartón-madera, Altares, Doseles, Púlpitos, Monumentos para Semana Santa, y todo lo concerniente al culto católico. También se encarga de la restauración y pintura de Imágenes y Altares, por deteriorados y antiguos que estén, ejecutando estos trabajos en nuestros talleres o a domicilio. Se remiten gratis dibujos, catálogos, fotografías y cuantos datos necesiten los señores que deseen honrarnos con sus encargos, para lo cual dirigirán su correspondencia a José Garrido y Hermanos, Orense, Parderrubias”.

Anuncio Os Escultores 1910
Cuña publicitaria de La Región en 1910

Anuncio Os Escultores 1913
Cuña publicitaria de La Región en 1913

En esa época, sus obras escultóricas llevaban el nombre de Parderrubias allende de sus fronteras. El 3 de junio de 1915, con el argumento de que “siempre hemos alentado desde estas columnas a los que cultivan con éxito el arte”, La Región abordaba la figura de Os Escultores:

En Parderrubias, pueblecito próximo a Orense, tienen emplazados sus talleres de escultura religiosa, de los que han salido gran número de imágenes; unas destinadas al culto en las iglesias y otras a oratorios particulares. De la visita que efectuamos a los mencionados talleres, obtuvimos una impresión gratísima y el firme convencimiento de que el premio a los desvelos que se imponen los hermanos Garrido, no se hará esperar. Un compañero aficionado a la fotografía, impresionó varias placas con algunas imágenes recientemente terminadas y que en breve van a ser enviadas a los puntos respectivos de destino. Una de ellas es la que hoy ofrecemos a nuestros lectores, la Divina Pastora, construida para las Siervas de la Divina Pastora, de Puenteareas. Todos cuantos elogios hiciésemos, serían pocos”.

Os Escultores_La Región 3junio1915
Escultura de la Divina Pastora creada por los Hermanos Garrido

En el mes de marzo de 1916 se exponía en los elegantes escaparates del comercio de novedades Los Chicos, ubicado en la calle Paz Nóvoa de la capital ourensana, una figura de San Francisco construida en los “afamados talleres de escultura religiosa de los Sres. Garrido y Hermanos de Parderrubias” (La Región, 23 de abril de 1916). Su destino final era la iglesia parroquial de Osmo, en Leiro. En diciembre se bendecía la nueve iglesia de Cambeo, estrenándose un altar que había sido construido, pintado y dorado por “los inteligentes escultores de Parderrubias” (La Región, 10 de diciembre de 1916). En el mes de septiembre de 1917, en los escaparates de la joyería Valentín Cid, los Hermanos Garrido exponían imágenes de los Sagrados Corazones de Jesús y María, del Niño Jesús y de la Sagrada Familia.

Sagrado Corazón
Escultura del Sagrado Corazón de Jesús creada por los Hermanos Garrido. Fotografía: Lucía Garrido

Continuamos la excursión a Parderrubias.

Eran ya las diez de la mañana, cuando una cascada de alegres y argentinos sonidos lanzados estrepitosamente sobre el vecindario desde la alta espadaña de la iglesia, me empujó hacia el templo parroquial, de bastante capacidad, pero de escaso mérito arquitectónico, aunque bien conservado y mejor aseado. Hallábase adornado con el más exquisito primor. Lucía los atavíos de los días de gran gala, y estaba esplendente, radiante, con los focos de acetileno cuyo reflejo mágico bajando de las artísticas arañas hacían surgir de entre la penumbra todos los lindos detalles del brillante decorado. Era una verdadera ascua de oro, y las innúmeras bombillas de variados colores que fulguraban, simétricamente distribuidas, semejaban una visión del cielo.

A duras penas pude franquear la entrada, obstruida por una apiñada masa de público deseoso de rendir público plebiscito de amor al Deífico Corazón de Jesús, cuya fiesta iba a comenzar. A los pocos momentos preludiaba el armónium las notas del Tantum Ergo coreado con afinación y exquisito gusto por numeroso clero, en tanto que en el altar mayor se hacía con exactitud y corrección litúrgica la exposición de S. D. M. Acto continuo dio principio la Misa solemne que fue oficiada por el presbítero de la Merca señor Rodríguez Grande, con acompañamiento a toda orquesta, y oída con todo el recogimiento y religioso silencio posible en actos de tan extraordinaria concurrencia, en los que las dificultades del acomodo no son fáciles de vencer. En los intermedios la afinada banda de la Mezquita desgranó las notas de una inspirada fantasía que volaron sobre el auditorio silencioso, cuya atención se mecía en aquellas ondas de armonía que bajando del coro iban perderse en las ricas colgaduras de la iglesia, comunicando al pasar por los cuerpos, la rítmica y placentera vibración del sonido a los nervios de los espectadores, sumergiendo por un momento sus espíritus en el dulce sueño del arte sin fronteras.

Hubo para mí un momento emocionante, de consoladora expectación, con inenarrables ternezas, que desfloraría el ambiente de la pública opinión. ¡Oh! Los ángeles de la Eucaristía habíanse dado cita deliciosa; un centenar de pequeñuelos aproximadamente, que apenas empezaba a soltarse su lengua en el uso de su nativo idioma, recogidos, fervorosos y sonrientes, con sonrisa cándida y de extrema satisfacción, revoloteando como palomas, símbolo de la paz y tranquilidad de sus almas; acercáronse al sagrado banquete. A su alrededor expandía fragancia de lirios, perfume de cielo… Esta imponente manifestación de amor a Jesús Sacramentado, precisamente en estos tiempos de apatía e indiferencia religiosa, hizo resbalar por las mejillas de más de uno, furtivas lágrimas de ternura y emoción.

Digno epílogo de tan solemnes cultos fue la brillante y tradicional procesión que, si cada año despierta nuevo y fervoroso entusiasmo, al decir de todos, en el presente fue un verdadero acontecimiento en Parderrubias, pues todo el pueblo tomó parte con viva complacencia, ya adornando las casas con vistosas colgaduras, ya formando parte del religioso cortejo. Organizóse en el orden siguiente. Abrían la marcha los pendones y estandartes de distintas parroquias y Asociaciones, siguiendo la hermosa cruz parroquial y ciriales, de estilo renacimiento, tras la que formaban ordenadamente en dos alas, los niños que en la misa hicieran su primera comunión; luego las hijas de María, luciendo su clásica mantilla; a continuación el clero; después la venerada imagen del Sagrado Corazón, y enseguida majestuosa carroza en la que se yergue dulcísima y bella la efigie de María. Seis niñas primorosamente vestidas de ángeles con vistosos ramilletes de gayas flores que ofrendan a su celestial Reina, haciéndole la corte, juntamente con otras seis un poco mayores, formaban su escolta. Cierra la comitiva la banda de música que contribuye a aumentar las emociones del corazón con sus notas delicadas. El estruendo ensordecedor de las tracas y de multitud de cohetes, los acordes de la música, los marciales cantos de los niños, el alegre repiqueteo de las campanas, la lluvia de flores que sin cesar cubría las imágenes y el entusiasmo de todos, producían una emoción y alborozo indescriptibles. Un gentío enorme de las parroquias limítrofes se agolpaba a las bocacalles a contemplar el desfile; en sus fisonomías dibujábase religioso respeto; de sus corazones brotan férvidas plegarias y al mismo tiempo salen de sus manos nubes de flores que ofrendan al Deífico Corazón y alfombran el suelo por donde ha de pasar triunfante el Auxilio de los Cristianos.

Terminóse el acto con la solemne bendición de S. D. M., resultando, en conjunto, grandioso y típico, por ese tinte popular que le comunicara el entusiasmo de la feligresía. Fiesta tan simpática dejará imperecedero recuerdo en el corazón de cuantos tuvimos la dicha de asistir a ella.

El cronista, haciendo justicia y alto honor a los acendrados sentimientos religiosos de tan católico pueblo, quiere estampar aquí esta su impresión recogida en acto tan solemne y conmovedor: Parderrubias es un feudo del Sagrado Corazón. Así lo patentizaron sus habitantes en las numerosas comuniones que con inefable recogimiento hicieron todos, mujeres y hombres, jóvenes y niños, ricos y pobres, en todas las misas que se celebraron, principalmente en la de la comunión general.

Plácemes merecen los hermanos Garrido, a cuya feliz iniciativa y munificencia se deben tan solemnes cultos; el virtuoso arcipreste y párroco de dicha feligresía [don Benito Garrido], cuya alma arde en el celo vivísimo por el bien de sus semejantes; siempre solícito en procurar la paz del alma de sus amados feligreses y afanoso y diligente por todas las cosas de su iglesia; y cuyo desvelo ha sido parte tan principal para que la función se llevase a cabo con el esplendor que admiramos; y, por fin, de un modo particular, el pueblo todo que con entusiasmo y fervor dignos de toda loa, tan hábilmente les han secundado”.

Durante esos años tuvieron lugar algunos hechos que fueron objeto de interés en la prensa local, constituyendo en su mayoría un reflejo de la religiosidad que caracterizaba a Parderrubias en esa época. El 27 de febrero de 1913, salía con destino a Oviedo un grupo de ourensanos presididos por el Obispo de la Diócesis. Se trataba de peregrinos que se unirían en la capital asturiana a otros grupos para dirigirse a Roma con el fin de ganar el Jubileo, con motivo de las fiestas constantinianas. Entre ellos se encontraba un vecino de Parderrubias: Manuel Garrido. El domingo 18 de junio de 1916, en la Parroquia de Soutomandrás, celebraba la primera misa un vecino ilustre de Parderrubias, don Adolfo Outumuro Outumuro, sobrino de don Adolfo Outumuro Seara, párroco de dicha feligresía, quien actuaría de padrino eclesiástico. La solemne misa cantada por un coro dirigido por don Severino Bermello, párroco de Trasalva, terminaría con el tradicional besamanos. Entre los invitados al espléndido convite, que tuvo lugar en la casa rectoral, se encontraban los párrocos de Sobreira, Cornoces, Castrelo, Pereda, Mandrás, Louredo y Boimorto, así como un representante de la famosa casa de escultura Hermanos Garrido (La Región, 25 de junio de 1916). El presbítero David García Álvarez, cronista de la noticia, que se publicaba en la primera página de La Región, no desaprovechó la oportunidad de arremeter contra el periódico satírico y anticlerical El Motín, dirigido por José Neken. Desgraciadamente, la vida del joven y brillante cura, que ejerció de ecónomo de la Parroquia de Parderrubias, se vio truncada en la madrugada del 8 de mayo de 1924 por una grave enfermedad. Tenía tan solo 31 años de edad. Escasos meses antes de que la gripe de 1918 impactase de lleno en la población de Parderrubias (véase Se cumplen 100 años de la peor peste de todos los tiempos: la mal denominada “gripe española” de 1918 en Parderrubias), la prensa publicó durante varios días el anunció del extravío de un cerdo de color blanco “con dos rayas hechas por una tijera”. El cura don Benito Garrido gratificaba a quien diese alguna nueva acerca del descarriado gorrino. A finales de 1920 serían nombrados por el Sindicato Católico Agrícola de Parderrubias, como vendedores de vinos, los siguientes afiliados: Luis Fernández, Germán Seara, Manuel Seara Casas, Emilio Outumuro, José Fernández, Ángel Santos y Francisco Seara. A principios del siglo XX comenzó la asociación de los campesinos gallegos en sindicatos y cámaras agrarias para la adquisición de maquinaria y abonos, así como para la gestión de las ventas de sus productos. Aunque bien es cierto, estas asociaciones nunca lucharon en su justa medida por los derechos de sus asociados, y así no fueron raros los motines y disturbios en el mundo rural.

El Motin, enero 1916
Viñeta satírica publicada en El Motín, año 1916

El Motin 1916_2
Viñeta satírica publicada en El Motín, año 1916


Referencias

Alvarez, B. (1913). Abriendo el surco: Manual de lucha campesina. La Habana: Ricardo Veloso.

Barreiro Fernández, X. R. (1991). Historia contemporánea. Política. Siglo XX (Tomo VIII) En F. Rodríguez Iglesias (Ed.), Galicia Historia. A Coruña: Hércules de Ediciones.

Suárez López, S. (1 de julio de 1915a). Una excursión a Parderrubias. La Región, p. 1.

Suárez López, S. (2 de julio de 1915b). Una excursión a Parderrubias. La Región, p. 1.

Emigración gallega de principios del siglo XX hacia América a través de la experiencia de mi abuelo Manuel. Por Juan Carlos Sierra Freire

Emigración gallega de principios del siglo XX hacia América a través de la experiencia de mi abuelo Manuel. Por Juan Carlos Sierra Freire


¡Deixo a casa onde nacín,
 deixo a aldea que conozo
 por un mundo que non vin!
 Deixo amigos por estraños,
 deixo a veiga polo mar,
 deixo, en fin, canto ben quero...
 ¡Quen pudera non deixar!...
         (Rosalía de Castro)

Se estima que entre 1880 y 1930 embarcaron hacia ultramar entre 3,5 y 5 millones de españoles buscando un porvenir que España era incapaz de proporcionarles. Cuba, Argentina, Brasil y Uruguay se convirtieron en los destinos preferentes. Asturianos, canarios, pero sobre todo gallegos, la gran mayoría hombres jóvenes solteros, partían de los puertos españoles con la ilusión de “hacer las Américas”. Los 15 puertos con autorización para embarcar emigrantes eran Almería, Barcelona, Bilbao, Cádiz, A Coruña, Gijón, Las Palmas, Málaga, Palma de Mallorca, Santa Cruz de la Palma, Santa Cruz de Tenerife, Santander, Valencia, Vigo y Villagarcía. Más de la mitad de estos emigrantes embarcaron desde los puertos de A Coruña y Vigo.

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La despedida

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La partida

Pero, ¿qué era ser emigrante en esa época? La Ley de Emigración de 21 de diciembre de 1907, promulgada para regular la emigración a las colonias y Estados de América define como emigrantes “a aquellos españoles que se propongan abandonar el territorio patrio, con pasaje retribuido o gratuito de tercera clase, o de otra que el Consejo Superior de Emigración declare equivalente, y con destino a cualquier punto de América, Asia u Oceanía”. En este sentido son sumamente clarificadoras las palabras de Castelao (1944, p. 221) cuando escribe que “los gallegos sabemos arreglar los papeles y pedir un pasaje de tercera”.

La regulación de la emigración en España durante esos años alcanzó tintes obsesivos; baste señalar que entre 1907 y 1935 se dictaron nada menos que 1.135 leyes y disposiciones para “proteger” al emigrante. Esta protección se centraba en gran medida en controlar la emigración de mujeres solteras (o casadas que no disponían del permiso de sus maridos) e impedir la salida de hombres con edades próximas a la prestación del servicio militar obligatorio. Así, por ejemplo, las mujeres no emancipadas que viajasen sin sus “guardadores” legales debían presentar una autorización que recogiese el permiso de su representante legal para emigrar. Como cabe suponer, todos estos controles hacían que los trámites burocráticos para poder salir de España fuesen excesivamente engorrosos, aunque no costosos económicamente, y así se hace saber: “todos los servicios relacionados con la documentación precisa a los que vayan a emigrar y para este solo fin, son absolutamente gratuitos”.

Aunque en esa época comenzaron a surgir algunas navieras españolas con barcos de vapor capaces de cruzar el Atlántico (como era el caso de la Compañía Trasatlántica Española, con sede en Santander), la mayoría de emigrantes españoles utilizaron navieras extranjeras (inglesas, francesas, alemanas o italianas) al disponer éstas de mejores barcos y contar con itinerarios más directos, lo que repercutía en una reducción considerable del tiempo de travesía, aunque éste no bajaba nunca de las tres semanas. Tal como describe Rodher (2010), la odisea del trayecto comenzaba días antes, pues habitualmente los emigrantes tenían que esperar en el puerto durante días la salida del buque correspondiente. Esa espera se convertía en el caldo de cultivo perfecto para falsificadores de documentos, funcionarios corruptos, amigos de lo ajeno, posaderos desalmados, cambistas sin escrúpulo alguno, desaprensivos agentes de viajes, etc. Las condiciones en las que se realizaba el viaje se pueden resumir en el hecho de que era el propio emigrante quien debía llevar consigo su silla de viaje. Contra el mal endémico de la travesía, el mareo, se recomendaba “oler o comer limones” que el propio emigrante debería llevar consigo.

La Cartera de Identidad de Emigrante (documento acreditativo del rol de emigrante) recogía las recomendaciones para preparar el viaje:

“El emigrante debe tener en cuenta que el equipaje que habrán de trasportarle obligatoriamente las Compañías navieras por el precio del billete podrá llegar, cuando menos, a 100 kilogramos, sin que su volumen sea superior a medio metro cúbico. Cuando el equipaje alcance esas proporciones de peso y tamaño, máxime si está reunido en un solo bulto, no podrá ir junto a su dueño, por no tolerar la capacidad ni los espacios libres que deben quedar en los sollados o en los locales en donde se da acomodo a los emigrantes, el amontonamiento de baúles y fardos que aminorarían el obligado cubo de aire respirable y sería estorbo para el tránsito sin peligro ni apreturas. Por eso, los equipajes de cierto tamaño se almacenan en las bodegas del buque, y el emigrante no suele verlos ya hasta el momento del despacho de Aduanas en el puerto de destino; contingencia que aconseja la adopción de las siguientes elementales previsiones. No meter en los baúles ni en los bultos, que por ser grandes, hayan de encerrarse en las bodegas, las ropas y los objetos de uso preciso, ni víveres para el camino, puesto que no les será dable el consumirlos; ni metálico, ni efectos de valor. Acondicionar, en cambio, en maletas o en hatijos que por su tamaño se admiten en los dormitorios, una muda de ropa blanca por persona, cuando menos; los efectos de uso personal; jabón para aseo y lavado de ropas, pues adquirirlo a bordo es difícil o es caro; las prendas de uso exterior con que piensen desembarcar, y las precisas para prevenirse contra las alteraciones climatológicas de un viaje por latitudes diversas. En este aspecto, los emigrantes que se dirijan a América del Sur deben recordar que allá las estaciones tienen rotación opuesta a la de aquí; que cuando en España es invierno, en la Argentina, por ejemplo, es verano, y viceversa, con cuyo recuerdo sabrán evitarse las molestias y riesgos a que se exponen embarcando en pleno verano sin otra defensa, contra un frío para ellos inopinado, que un simple traje de dril, o en pleno invierno, sin otro alivio contra el calor ecuatorial y la alta temperatura que encontrarán a su arribo, que la compañía inseparable de un traje de pana y recia manta”.

Detrás de las cifras de la emigración a América, como es obvio, hay personas con nombres propios, historias individuales y experiencias personales singulares. Coincidiendo que en este mes de julio de 2016 se cumplen 90 años de que mi abuelo Manuel Freire cruzase el Océano Atlántico como emigrante, rumbo a Argentina, quiero aportar algunos datos más concretos y personalizados que permitan conocer mejor y humanizar la realidad del emigrante gallego a América de principios del siglo pasado.

Como ya hemos dejado intuir en los párrafos anteriores, cualquier hombre español, antes de emigrar, debía cumplir sus compromisos con el Estado prestando el servicio militar obligatorio, cuya duración era de tres años en esa época. Manuel es alistado en el año 1921 y pasa a formar parte del reemplazo de 1922. Con el objetivo de no salir de Ourense, y especialmente con la finalidad de evitar el difícil, y a su vez peligroso, destino de África, opta por el sistema de Reducción de Servicio por Abono de Cuota que estuvo vigente en el país desde 1912 hasta el inicio de la Guerra Civil en el año 1936. Este sistema permitía reducir, nunca redimir como había ocurrido en décadas precedentes, una buena parte del tiempo en el Ejército y elegir la Unidad Militar en la que prestarlo a cambio de abonar una cuota militar a las arcas del Estado. La cuota era de 2.000 pesetas por un período de servicio de 5 meses y de 1.000 pesetas por uno de 10 meses, que se podían hacer de forma continuada o interrumpida. Además del pago de la cuota, el aspirante a este beneficio debía superar un curso para obtener el Certificado de Instrucción Militar que costaba entre 150 y 200 pesetas (Cañete Páez, 2005). Realizar el Servicio Militar bajo esta modalidad implicaba que el propio soldado asumía la compra del uniforme y demás pertenencias, y que la manutención y pernoctación se hacían fuera del acuartelamiento, a cuenta del interesado.

Soldado
Manuel Freire , Soldado de Infantería. Fotografía de J.C.Sierra

Una vez cumplidas sus obligaciones militares, Manuel inicia los trámites para emigrar a Buenos Aires, hecho que ocurre en el año 1926. Las gestiones burocráticas previas al embarque pasan por acreditar debidamente una serie de circunstancias, todas ellas certificadas en la Cartera de Identidad del Emigrante. A saber:

  1. El Juzgado Parroquial certifica el 17 de junio de 1926 su nombre y apellidos, el destino al que se propone emigrar, el número de cédula y el lugar de expedición, lugar y fecha de nacimiento, y nombre de los padres. Esta certificación va acompañada de la impresión dactiloscópica de los cinco dedos de ambas manos.
  2. Ese mismo día, el Secretario del Ayuntamiento de San Ciprián de Viñas (en la actualidad, San Cibrao das Viñas), con la presencia de dos testigos (José Iglesias y Claudio Grande), certifica las características físicas más importantes del emigrante. En el caso de Manuel concurrían las siguientes: estatura regular, corpulencia fuerte, pelo castaño, cejas pobladas, existencia de bigote, existencia de barba, frente ancha, ojos castaños, nariz recta, boca regular, labios finos, orejas regulares, cutis sano, color moreno, presencia de una cicatriz en la mejilla izquierda y ausencia de pecas, lunares, calvas, imperfecciones y otras señas.
  3. El mismo 17 de junio, el Secretario del Juzgado Parroquial, Don Víctor Fernández, certifica que a esa fecha el emigrante no presenta en el Registro antecedentes penales ni está sujeto a procesamiento alguno.
  4. El 19 de junio de 1926, el Comandante del puesto de la Guardia Civil de A Mezquita (Don Alejandro Araujo) certifica la situación militar del emigrante: año de alistamiento (1921), año de reemplazo (1922), Cuerpo (Infantería) y el escalafón al que perteneció (Soldado). En esta certificación aparece reflejado el día estimado de embarque: 11 de julio. Sin embargo, esta autorización que aparece reflejada en la Cartera de Identidad del Emigrante, carece de validez alguna si no obra en poder del Inspector de Emigración del puerto de embarque el oportuno aviso de la Comandancia del puesto de la Guardia Civil, acompañado del retrato del emigrante.
  5. Dado que algunos países de América, caso de Argentina, exigían algunos requisitos especiales a los emigrantes, Manuel tuvo que aportar las siguientes certificaciones firmadas por el Alcalde de San Ciprián de Viñas, Don José Rodríguez Cardero, fechadas en el mes de junio sin día concreto:
  • El Alcalde certifica que en los Archivos de la Corporación Municipal existe un documento expedido por un facultativo (en este caso, Don Enrique Azpilcueta) en el que consta que ni el titular ni el resto de personas reseñadas en la Cartera de Identidad del Emigrante padecen enfermedad mental alguna.
  • El Alcalde certifica que en los antecedentes que obran en los archivos a su cargo, y una vez realizadas las averiguaciones pertinentes por los agentes de su autoridad, no aparece en ninguno de ellos que el titular de la Cartera y personas que le acompañan hayan ejercido la mendicidad.
  • El Alcalde hace constar, según los datos adquiridos, que la profesión de Manuel es la de labrador.
  1. Por último, se emite el Visado Consular para poder ingresar en Argentina.

Cartera de Identidad
Cartera de Identidad del Emigrante

Una vez acreditados todos estos requisitos, el Inspector de Emigración, en vista de los datos precedentes, y documentos complementarios, autoriza el embarque, por lo que los consignatarios autorizados para el tráfico de la emigración estaban ya en disposición de expedir el billete. El embarque tendrá lugar el jueves 15 de julio de 1926, por lo que probablemente, como era habitual, ya estuviese algún día antes en el puerto a la espera del mismo; de hecho el sello de Emigración de su Cartera de Identidad de Emigrante tiene fecha de 14 de julio. El viaje había comenzado en Montelongo, dirigiéndose posteriormente de Ourense a Vigo en ferrocarril, línea ferroviaria que ya venía funcionando desde el año 1881. Sin embargo, antes de partir cumple con el protocolo de hacerse un retrato para dejar a su familia con el fin de paliar la larga ausencia. Manuel, envía a su madre y hermanos una fotografía realizada en el afamado estudio de José Pacheco, sito en la calle del Alba (hoy Cardenal Quiroga) de Ourense. En ese documento estampa la fecha de 15 de julio de 1926 debajo de un “les mando mi retrato por ausentarme”.

Retrato
«Les mando mi retrato por ausentarme». Fotografía de J.C. Sierra

El buque que se encarga ese 15 de julio de cubrir el trayecto Vigo-Buenos Aires es el Köln, perteneciente a la compañía naviera alemana Norddeutscher Lloyd. El pasaje en tercera categoría costaba 570,10 pesetas. Teniendo en cuenta el anuncio publicitario de la Compañía en el diario La Región del 15 de julio de 1926, el trayecto no era directo, sino con escalas en Lisboa, Río de Janeiro, Santos y Montevideo, antes de desembarcar en Buenos Aires:

Lloyd Norte Aleman (Bremen). Servicio regular de vapores correos rápidos entre España y Sud América. Directamente para Lisboa, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires saldrán de Vigo los rápidos vapores correos de gran porte: 15 Julio “Koeln” Ptas. 570’10, 5 Agosto “Madrid” 590’10 Ptas., 25 de Agosto Weser 590’10 Ptas., 8 Setiembre “Sierra Morena” 635’10, 16 Setiembre “Werra” 590’10 Ptas., 29 Setiembre “Sierra Córdoba” 635’10 Ptas. Todos los pasajeros de tercera clase tienen a su disposición un amplio salón comedor, fumador y sala de conversación. Las comidas son abundantes y muy variadas siendo servidas por camareros uniformados. Para más detalles informa el Agente general para España de la Compañía: Luis G. Reboredo Isla. Vigo, García Olloqui, 2” (La Región, 15 de julio de 1926).

El Köln era un navío con un limitado número de plazas de cabina (únicamente 50), pero preparado para el transporte de hasta 1.600 pasajeros de tercera clase. Medía 136 metros de largo, 15 de ancho y 13 de profundidad, con una capacidad de carga de 9.265 toneladas. Alcanzaba una velocidad de 13 nudos. Como cabe imaginar, las condiciones del viaje en tercera clase distaban mucho de lo que podrían ser ciertas comodidades. El objetivo de los armadores era transportar el mayor número posible de emigrantes, asumiendo los mínimos costes posibles, lo que repercutía en espacios reducidos, comida de mala calidad, temperaturas extremas, dependiendo de la época del año, y precarias condiciones higiénicas. Los pasajeros de tercera disponían de agua dulce para lavarse una vez al día. A bordo, los hombres eran separados de las mujeres y niños en dormitorios colectivos, produciéndose el reencuentro durante el día en la cubierta, en la que podían desplegar sus sillas personales para charlar, jugar a las cartas o hacer calceta las mujeres.

Buque
Buque Köln que hizo el trayecto Vigo-Buenos Aires el 15 de julio de 1926

Tal como está registrado en el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA), el 7 de agosto de 1926, Manuel Freire, de 24 años de edad, soltero, de nacionalidad española y natural de Orense, de profesión labrador, arribaba al puerto de Buenos Aires a bordo del buque Köln, es decir, llegaba a su destino 23 días después de zarpar del puerto de Vigo. Uno que ha tenido la posibilidad de cruzar el Atlántico para ir a América en decenas de ocasiones, a bordo de modernos y cómodos aviones, alargándose el trayecto a 12 horas a lo sumo, es consciente del esfuerzo, enorme sacrificio, y hasta penuria, que supuso un viaje de ese tipo en esas condiciones durante algo más de tres semanas.

En algún lugar suena el tango de Armando Tagini:

América fue la tierra qu’el soñó conquistar con su labor. Y un día de invierno en Buenos Aires desembarcó”.

Una vez atracado el barco en el desembarcadero del puerto de Buenos Aires, éste fue abordado por una Junta de Visita que examinó la documentación de cada uno de los pasajeros con el fin de permitir a estos el ingreso en el país. Un equipo médico realizó el correspondiente control sanitario a bordo, prohibiendo la entrada al país a cualquier persona con enfermedad infecciosa o demencia. Como era habitual entre los emigrantes recién llegados a Buenos Aires, Manuel se alojaría durante los primeros días de estancia en la ciudad -que en esas fechas padecía los rigores del invierno austral- en el impresionante Hotel de Inmigrantes, a los ojos del recién llegado. Se trata de un edificio de cuatro pisos, de hormigón armado, muy próximo al desembarcadero. La planta baja era ocupada por los comedores y la cocina, en las superiores estaban ubicados los dormitorios. En cada planta, cuatro dormitorios con capacidad para 250 huéspedes, es decir, el hotel tenía capacidad para albergar a 3.000 personas. A la mañana siguiente desayunaría café con leche, mate cocido y pan horneado en la panadería del hotel. El almuerzo de ese día, organizado en turnos de 1.000 personas, consistiría en alguno de los platos habituales: una sopa abundante, un guiso de carne, un puchero, una pasta, un arroz o, tal vez, un estofado (Dirección General de Migraciones, 2015). El alojamiento era gratuito durante cinco días, mientras el emigrante realizaba los trámites para su empleo y vivienda.

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Llegada de emigrantes al Puerto de Buenos Aires. Fotografía de Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados

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Hotel de Inmigrantes en Buenos Aires

Sirvan estas líneas de homenaje y reconocimiento a mi abuelo Manuel Freire y a todos aquellos que a finales del siglo XIX y principios del XX dejaron su familia y su tierra, su Galicia, para aventurarse en un viaje desconocido, y hacia lo desconocido, con la única aspiración de mejorar el porvenir de los suyos. Las remesas enviadas por los emigrantes supusieron un alivio a muchas carencias y dificultades que padecían las familias gallegas de aquella época.

Hago mía la estrofa de Alberto Cortez:

El abuelo un día cuando era joven, allá en su Galicia, miró el horizonte, y pensó que otra senda tal vez existía”.


Referencias

Cañete Páez, F. A. (2005). El soldado de cuota en el Ejército Español del primer tercio del siglo XX. Recuperado el 9 de enero de 2016, de http://www.belt.es/expertos/HOME2_experto.asp?id=2625

Castelao, A. (1944/1977). Sempre en Galicia. Madrid: Akal (versión castellana).

Dirección General de Migraciones (2015). El Hotel de los Inmigrantes. Recuperado de http://www.migraciones.gov.ar/accesible/indexP.php?hotel, el 20 de junio de 2016.

Rodher, J. (2010). Caminos del mar: los barcos de la emigración. Recuperado de http://www.xn--cartadeespaa-khb.es/index.php?seccion=0&reportaje=362, el 18 de junio de 2016.

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Continuando con la línea editorial centrada en los oficios tradicionales de Parderrubias, que hemos iniciado con las tejedoras [https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/], Avelino Sierra Fernández nos aproxima en esta ocasión al oficio de carpintero, el cual tuvo y tiene tanto arraigo en nuestra Parroquia. Partiendo de la premisa de que carpintero es el que trabaja la madera, sus diferentes especialidades (ebanistas, armadores, «fragueiros«, «cubeiros«, «chanqueiros«, etc.) requerían habilidades muy diferentes. De forma rigurosa, este artículo hace un recorrido desde el siglo XVIII, época en la que ya se documenta la labor de los carpinteros en nuestro pueblo, hasta la fecha de hoy.

Gracias, Avelino, por acercarnos de manera sobresaliente a la tradición de este oficio en Parderrubias.

Juan Carlos Sierra Freire

 Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


Os carpinteiros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Na historia de Parderrubias, salientan Clérigos e Mestres, algunhos xa tratados neste Blog, que coa súa entrega e xenerosidade deixaron imborrable impronta na formación das xeracións desta parroquia. Houbo tamén outros profesionais, como tecedeiras, tamén tratadas, e costureiras, ferreiros, canteiros, etc., que seguramente algún día serán asimesmo traídos a estas páxinas pola súa senlleira aportación á mellora das condicións de vida dos seus coetáneos. Pero nesta ocasión, queremos ocuparnos dun gremio de artesáns que co seu traballo, moitas veces desinteresado, quizabes foran quen máis contribuíran á mellora-la particular vida material dos veciños ao longo da historia. Referímonos aos  carpinteiros.

Debido á abundancia de madeira en toda a zona, e á súa utilización como un dos primeiros materiais en estado natural para fabrica-los útiles necesarios para o desenrolo humano, que ían dende o berce ata o ataúde, o oficio de carpinteiro era, despois do agrogandeiro e tecedeiro, o máis estendido en toda a municipalidade. No ano 1750, exercían este oficio nas terras que actualmente constitúen o Concello da Merca, 13 artesáns, un deles, polo menos, en Parderrubias. Todos traballaban por un xornal de catro reais ao día a secas, ou dous a mantidas. O seu traballo ía dende tronza-las toradas no monte e saca-las táboas coa serra de aire, ao artellamento de apeiros e trebellos (carros, arados, anciños…), útiles domésticos (arcas, maseiras, cubas…), mobles (escanos, leitos, alacenas…) ou portas, xanelas, armazón dos teitos, etc. Hai que dicir que daquela, as casas eran case todas terreas, é dicir, dunha soa planta, distribuída en espazos adicados a cortes, lareira e leitos,  separados por estacas e táboas, ou raramente con sobrado nunha segunda planta, sobre piso tamén de madeira e tabiques de táboas verticais. As portas e fiestras eran de táboas perpendiculares, con travesas horizontais, xirando por medio de couzóns ou guiceiros,  cerradas con pancas ou pechos e aseguradas con trancas, todo ilo de madeira.

Logo, transcorren tempos escuros na historia de Parderrubias, dos que carecemos de novas sobre esta actividade, ata chegadas épocas posteriores. A comezos do século pasado, foron asentados na Manchica, que entón pertencía a Parderrubias, os serradoiros a vapor, do Baldovino, onde hoxe está a cerámica, e os dos irmáns Manuel, José e Modesto Garrido, un pouco máis abaixo. Esta industrialización da madeira veu a redimir aos serranchíns, da esgotadora tarefa de sacar á man as táboas e pontóns das toradas, valéndose dunha extenuante serra de aire de dous metros e medio de longa, manexada por dous homes. Polas mesmas datas, creáronse tamén na Manchica os obradoiros de imaxinería relixiosa dos propios irmáns Garrido (coñecidos dende entón como Os Escultores), e os de Eliseo Garrido, seu irmán, situados entre A Manchica e Parderrubias. Obradoiros que pola súa relevancia e o seu cuño empresarial, merecen estudo aparte. Da mesma andaina, eran os carpinteiros artesáns, Avelino Martínez na Manchica, Hixinio Grande na Aldea, Manuel Grande no Valdemouro, Felipe Garrido e Paulino Sierra, na Carretera, e Modesto González en Nigueiroá.

O señor Avelino (así era coñecido) traballou durante 25 anos nos obradoiros dos Escultores (1918-1943). Tras independizarse, seguiu adicado á escultura pola súa conta, tallando, modelando, decorando e restaurando arte sacro. Obras súas son, ducias de imaxes, viacrucis, altares e dourados de retábulos de igrexas nas provincias de Ourense e Pontevedra, pero entre as últimas, están a imaxe da Virxe de Lourdes que preside o altar maior da Manchica, así como as 14 estacións do Viacrucis, os confesionarios e outros decorados da mesma igrexa, obras todas elas talladas, pintadas e doadas gratuitamente por el.

O Señor Hixinio estaba considerado como Mestre Carpinteiro entendido en tódalas especialidades e aplicacións da madeira. Un profesional coñecido, recoñecido e apreciado en toda a bisbarra, onde era solicitado para aqueles traballos máis técnicos, de grande envergadura e  maior responsabilidade.

Manuel Grande era o único carpinteiro de Parderrubias adicado a unha soa especialidade de carpintería, a de toneleiro. Experto en armar, pero sobre todo reparar e restaurar todo tipo de cubas, barrís, tonéis, pipotes, etc., acudía solícito a cantas adegas o necesitaran, ben pertrechado das súas especiais ferramentas de cubeiro, como eran as aixolas curvas, cepillos de volta, xabreadores, chazos e martelos alcotana.

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Cónstanos que, xa a mediados do século XVIII, Parderrubias era a parroquia máis vitícola de todo o Concello da Merca. Concretamente, no ano 1752, satisfacía 16 moios de viño á igrexa de Santa Olaia, en concepto de Dezmos, o que supón, polo menos,  unha producción de 23.616 litros anuais. Isto significa que as cubas, únicas presexas de almacenamento do viño para o consumo anual, tiñan que ser usuais en tódalas casas, así que tamén a Manuel Grande precedéronlle outros toneleiros en Parderrubias. Ben é verdade que, dito sexa de paso, inda que o viño abundaba, este non era de grande calidade, tal como certifica Sebastián Miñano no ano 1826 ao afirmar que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”, cuestión que corrobora Pascual Madoz vinte anos despois, ratificando que unha das principais produccións de Parderrubias era “vino inferior”.

O tío Paulino, como cariñosamente era coñecido, home creativo e mañoso, traballou tamén durante os seus anos mozos nos obradoiros dos Escultores, pero finalmente adicouse a outras ocupacións industriais, sen deixar de tallar e armar roupeiros, cómodas ou leitos no seu obradoiro particular. El facía, sempre de balde, as maletas de madeira para os mozos de Parderrubias que ían a cumplir o servicio militar.

O tío Felipe era o carpinteiro ebanista máis inxeñoso e habelencioso coñecido en toda a contorna. Home de pouco traballo, pero de senlleira e abraiante realización. De neno, oín dicir del (supoño que sarcásticamente) que era quen de facer cofres para gardar tesouros, tan seguros que unha vez pechados coa chave por fóra, só se podían abrir secretamente por dentro (¿?). En todo caso, a súa  maña quedou manifesta nunha chea de inxeños que, aínda sen chega-la electricidade, funcionaban automáticamente, como era o caso dun barril de viño que, segundo o seu antollo, manipulando unha pequena panca a distancia, desprazábase el só por un raíl dende a adega ata o obradoiro onde traballaba e, unha vez servido o seu vaso de viño, o barril tornaba el soíño á adega polo mesmo carril. Isto, segundo contaba a xente.

O tío Modesto de Nigueiroá, era un ebanista arteiro, mañoso e curioso coma poucos, que traballaba a madeira de castiñeiro como naide. Os últimos anos adicouse á especialidade de fragueiro, armando carros  para toda a contorna, no seu obradoiro de As Campinas.

A estes seis Mestres artesáns, sucedéronlle  cinco dignos e salientables discípulos do Sr. Hixinio, como foron os irmáns Benito, Hermenegildo e Manolo Outomuro, e os seus curmáns Julio e José Seara, todos veciños da Aldea. Deles pódese dicir que eran verdadeiros “milmañas”, que o mesmo amoblaban unha casa nova con madeiras nobres, que botaban un remendo nunha palleira, ou amañaban o chedeiro dun carro. Para eles, ningunha especialidade de carpinteiro, ebanista, fragueiro, toneleiro, etc. lles era allea. Sempre facendosos e xenerosos, nunca rexeitaron  arranxarlle, de xeito desinteresado, calquera pequeno problema surxido a un veciño. Aínda que pasaban a maior parte do tempo nas obras, dispuñan de obradoiro nas súas casas, onde abundaban os apeiros e ferramentas, iso sí, sempre ben afiadas, lizadas, ordenadas e coidadas como ouro en pano.

Sendo tan numerosas e variadas as ferramentas utilizadas por este gremio de carpinteiros de Parderrubias, máis que relacionalas polo seu nome, coidamos que é preferible mostra-la súa imaxe nunha colección ordenada, segundo as funcións de serrar, tradear, labrar, cepillar, cravar, etc. de cada unha.

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A tradición da carpintería continúa en Parderrubias con versados profesionais da madeira e obradoiros de carácter industrial, dotados das tecnoloxías máis vanguardistas, pero non debemos esquecer que as súas raíces están na aixola e no berbequí dos protagonistas desta crónica, escrita coa única intencíon de traelos á memoria colectiva das actuais e futuras xeracións.


 

VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

En la historia de Parderrubias destacan Clérigos y Maestros, algunos ya tratados en este Blog, que con su entrega y generosidad dejaron imborrable impronta en la formación de las generaciones de esta Parroquia. Hubo también otros profesionales, como tejedoras, también tratadas, y costureras, herreros, canteros, etc., que seguramente algún día serán asimismo traídos a estas páginas por su singular aportación a la mejora de las condiciones de vida de sus coetáneos. Pero en esta ocasión, queremos  ocuparnos  de un gremio de artesanos que con su trabajo, muchas veces desinteresado, quizás fueran quienes más contribuyeran a mejorar la particular vida material de los vecinos a lo largo de la historia. Nos referimos a los carpinteros.

Debido a la abundancia de madera en toda la zona, y a su utilización como uno de los primeros materiales en estado natural para fabricar los útiles necesarios para el desarrollo humano, que iban desde la cuna hasta el ataúd, el oficio de carpintero era, después del agroganadero y tejedor, el más corriente en toda la municipalidad. En el año 1750, ejercían este oficio en las tierras que actualmente constituyen el Ayuntamiento de La Merca, 13 artesanos, uno de ellos, por lo menos, en Parderrubias. Todos trabajaban por un jornal de cuatro reales al día, a secas, o dos y mantenidos. Su trabajo iba desde cortar los troncos de los árboles en el monte y hacer las tablas con la sierra de aire, a la elaboración de aperos y aparejos (carros, arados, rastrillos…), útiles domésticos (arcas, artesas, cubas…), muebles (bancos, camas, armarios…) o puertas, ventanas, armazón de tejados, etc. Hay que decir que entonces, las casas eran casi todas terrenas, es decir, de una sola planta distribuída en espacios dedicados a cuadras, cocina y dormitorios, separados por estacas y tablas, o excepcionalmente con un sobrado en una segunda planta, sobre piso también de madera y tabiques de tablas verticales. Las puertas y ventanas eran de tablas perpendiculares  con traviesas horizontales, girando por medio de quicios, cerradas con pestillos o pasadores y aseguradas con trancas, todo ello de madera.

Luego transcurren tiempos oscuros en la historia de Parderrubias, de los que carecemos de noticias sobre esta actividad, hasta la llegada de épocas posteriores. A principios del siglo pasado fueron asentados en A Manchica, que entonces pertenecía a Parderrubias, los aserraderos a vapor de Baldovino, en donde hoy está la cerámica, y los de los hermanos Manuel, José y Modesto Garrido, un poco más abajo. Esta industrialización de la madera vino a redimir a los serranchines, de la agotadora tarea de sacar a mano las tablas y pontones de los troncos de los árboles, valiéndose de una extenuante sierra de aire de dos metros y medio de largo, manejada por dos hombres. Por las mismas fechas, se crearon también en A Manchica los talleres de imaginería religiosa de los propios hermanos Garrido (conocidos desde entonces como Os Escultores) y los de Eliseo Garrido, su hermano, situados entre A Manchica y Parderrubias. Talleres que por su relevancia y su cuño empresarial merecen estudio aparte. De la misma época, eran los carpinteros artesanos Avelino Martínez, en A Manchica, Higinio Grande en A Aldea, Manuel Grande en Valdemouro, Felipe Garrido y Paulino Sierra, en A Carretera, y Modesto González en Nigueiroá.

El Señor Avelino (así era conocido) trabajó durante 25 años en los talleres de Os Escultores (1918-1943). Tras independizarse, siguió dedicado a la escultura por su cuenta, tallando, modelando, decorando y restaurando arte sacro. Obras suyas son docenas de imágenes, viacrucis, altares y dorados de retablos de iglesias en las provincias de Orense y Pontevedra, pero entre las últimas, están la imagen de la Virgen de Lourdes que preside el altar mayor de A Manchica, así como las 14 estaciones del Viacrucis, los confesionarios y otros decorados de la misma iglesia, obras todas ellas talladas, pintadas y donadas gratuitamente por él.

El Señor Higinio estaba considerado como Maestro Carpintero entendido en todas las especialidades y aplicaciones de la madera. Un profesional conocido, reconocido y apreciado en toda la comarca, donde era solicitado para aquellos trabajos más técnicos,  de gran envergadura y mayor responsabilidad.

Manuel Grande era el único carpintero de Parderrubias dedicado a una sola especialidad de la carpintería, la de tonelero. Experto en armar, pero sobre todo reparar y restaurar todo tipo de cubas, barriles, toneles, pipotes, etc., acudía solícito a cualquier bodega donde lo necesitaran, bien pertrechado de sus especiales herramientas de cubero, como eran las azuelas curvas, cepillos de vuelta, “xabreadores”, “chazos” y martillos “alcotana”.

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Nos consta que, ya a mediados del siglo XVIII, Parderrubias era la parroquia más vitivinícola de todo el Municipio de A Merca. Concretamente, en el año 1752, satisfacía 16 moyos de vino a la Iglesia de Santa Eulalia, en concepto de Diezmos, lo que supone una producción, al menos, de 23.616 litros anuales. Esto significa que las cubas, únicos recipientes de almacenamiento del vino para el consumo anual, tenían que ser usuales en todas las casas, así que también a Manuel Grande le han precedido otros toneleros en Parderrubias. Bien es verdad que, dicho sea de paso, aunque el vino abundaba, éste no era de gran calidad, tal como certifica Sebastián Miñano en el año 1826 al afirmar que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”, cuestión que corrobora Pascual Madoz veinte años después, ratificando que una de las principales producciones de Parderrubias era “vino inferior”.

El tío Paulino, como cariñosame era conocido, hombre creativo y mañoso, trabajó también durante sus años mozos en los talleres de Os Escultores, pero finalmente se dedicó a otras ocupaciones industriales, sin dejar de tallar y armar roperos, cómodas o camas en su taller particular. El hacía, siempre gratis, las maletas de madera para los mozos de Parderrubias que iban a cumplir el servicio militar.

El tío Felipe era el carpintero ebanista más ingenioso y habilidoso conocido en todo el contorno. Hombre de poco trabajo, pero de singular y asombrosa realización. De niño, oí decir (supongo que sarcásticamente) que era capaz de hacer cofres para guardar tesoros, tan seguros que una vez cerrados con llave por fuera, sólo se podían abrir secretamente por dentro (¿?). En todo caso, su maña quedó patente en cantidad de ingenios que, aún sin llegar la electricidad, funcionaban automáticamente, como era el caso de un barril de vino que, a su antojo, manipulando una pequeña palanca a distancia, se desplazaba el solo por un raíl desde la bodega hasta el taller donde trabajaba y, una vez servido su vaso de vino, el barril regresaba solito a la bodega por el mismo carril. Esto, según contaba la gente.

El tío Modesto de Nigueiroá era un ebanista artero, mañoso y curioso como pocos, que trabajaba la madera de castaño como nadie. En los últimos años se dedicó a la especialidad de “fragueiro”, armando carros para todo el contorno, en su taller de As Campinas.

A estos seis Maestros artesanos, les sucedieron cinco dignos y destacados discípulos de Señor Higinio, como fueron los hermanos Benito, Hermenegildo y Manolo Outumuro, y sus primos Julio y José Seara, todos vecinos de A Aldea. De ellos se puede decir que eran verdaderos “milmañas”, que igual amueblaban una casa nueva con maderas nobles, que echaban un remiendo en un pajar o componían el lecho de un carro. Para ellos, ninguna especialidad de carpintero, ebanista, “fragueiro”, tonelero, etc. les era ajena. Siempre diligentes y generosos, nunca rehusaron arreglarle, de forma desinteresada, cualquier pequeño problema surgido a un vecino. Aunque pasaban la mayor parte del tiempo en las obras, disponían de taller en sus casas, donde abundaban los aperos y herramientas, eso sí, siempre bien afiladas, lizadas, ordenadas y cuidadas como oro en paño.

Siendo tan numerosas y variadas las herramientas utilizadas por este gremio de carpinteros de Parderrubias, más que relacionarlas por su nombre, pensamos que es preferible mostrar su imagen en una colección ordenada según las funciones de serrar, tradear, labrar, cepillar, clavar, etc. de cada una.

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La tradición de la carpintería continúa en Parderrubias con versados profesionales de la madera y talleres de carácter industrial, dotados de las tecnologías más vanguardistas, pero no debemos olvidar que sus raíces están en la azuela y en el berbiquí de los protagonistas de esta crónica, escrita con la única intención de traerlos a la memoria colectiva de las actuales y futuras generaciones.