Categoría: Campanas

Campanas de Parderrubias…. cuando os oigo tocar. Por Juan Carlos Sierra Freire

Campanas de Parderrubias…. cuando os oigo tocar. Por Juan Carlos Sierra Freire

Cando vos oio tocar, campaniñas, campaniñas,… cando de lonxe vos oio, penso que por min chamades”.

(Rosalía de Castro)

En la actualidad, en Parderrubias, se oyen las campanas con mucha menor frecuencia que antiguamente, siendo su sonido cada día más ocasional en nuestra Parroquia, coincidiendo casi exclusivamente con algún acto litúrgico y, en la mayoría de ocasiones, se trata de frías campanadas provocadas por un impasible sistema mecánico completamente ajeno a la virtuosa mano del ser humano. El avance y desarrollo socioeconómico hizo que las campanas dejasen de cumplir con su noble función de comunicación y anunciación de nuevas en beneficio de métodos más modernos. Antiguamente, las campanas de la iglesia de Santa OIaia de Parderrubias hablaban todos los días, y todo el vecindario era conocedor de su rico y variado lenguaje. Marcaban las horas más importantes de cada jornada, convocaban al rezo, llamaban a los feligreses a misa, anunciaban las festividades más importantes de la Parroquia, avisaban de los peligros lanzando llamadas de auxilio (en caso de incendios, por ejemplo) y, como no, comunicaban la muerte y emplazaban al duelo.

“Si por siempre enmudecieran, ¡qué tristeza en el aire y el cielo!, ¡qué silencio en las iglesias!, ¡qué extrañeza entre los muertos!”.

(Rosalía de Castro)

Basándome en un excelente trabajo de mi antiguo Profesor, tristemente desaparecido, Fidalgo Santamariña (2009), vamos a adentrarnos en la cultura y en el lenguaje de las campanas en el ámbito rural gallego, tomando como referencia el ejemplo de Parderrubias. El emotivo sonido del tañido de unas campanas en nuestro mundo rural tiene detrás de sí una dilatadísima historia. Su origen habría que buscarlo tres mil años antes de Cristo en la cultura china, en principio, sin relación aparente con la religión. Será el cristianismo quien comience a hacer uso de este ingenio, a partir del siglo V, para llamar a la oración. En esa primera época no se denominaba “campana”, el término como tal tiene su origen en las primeras fundiciones que se hicieron en la región italiana de Campania en el siglo VI.

A pesar de que existen diferentes tipos de campanas, el más habitual en el mundo rural gallego, como es el caso de Parderrubias, es el esquilón: campana con un perfil largo y estilizado. Las campanas eran elaboradas por los fundidores, oficio que se transmitía de padres a hijos. Su constitución es una mezcla de cobre (80%) y estaño (20%). En épocas más modernas se optaba en ocasiones por refundir la vieja campana agrietada y deteriorada para elaborar una nueva. Así, por ejemplo, en el año 1951, siendo párroco Don José Rodríguez Barreiros (O Cura Vello), se lleva a cabo en Lalín la refundición de la campana grande de la iglesia de Parderrubias. En ocasiones, el sonido de la campana nueva no mejoraba al de su predecesora, y así se lo he escuchado a personas mayores de la Parroquia refiriéndose a nuestra campana más reciente.

Las campanas pueden ser tocadas de varias maneras, dependiendo de lo que sus sonidos quieran transmitir. Fidalgo Santamariña (2009) habla de tres modos habituales en nuestro contexto: 1) volteo (las campanas giran completamente, quedando totalmente invertidas durante el giro), 2) repicado o “repenicado” (se lleva a cabo con las manos, de forma muy viva, sin imprimir movimiento a las campanas), y 3) toque (el badajo golpee de forma pausada los laterales de la campana). En Parderrubias, el primero de ellos, el volteo, no se ha empleado debido a la colocación de los esquilones en el campanario. En cualquiera de los casos, el proceso de toque era manual, siendo el “repenicado” el más complejo, pues requiere de fuerza, habilidad y ritmo para sacar sonido a las dos campanas a la vez.

Tocar las campanas, o al menos algunos de los toques, no estaba ni está al alcance de cualquiera. La habilidad que se requería, sumada a la dedicación que está tarea exigía (se tocaba varias veces al día y, en ocasiones, horas seguidas, como en el caso del toque a difunto), hace que sobresalga en nuestro ámbito rural la figura del sacristán. Entre las múltiples funciones que realizaba, incluía la de tocar las campanas. Esta tarea la combinaba con el mantenimiento de la iglesia, ayudar a misa, ayudar al cura en bautizos, bodas y entierros, recoger el dinero de las limosnas o de los responsos, etc. Hemos señalado en otra ocasión que en la década de los años treinta, en Parderrubias, el sacristán (Tío Francisco) había sido el testigo del 60% de los bautizos que habían tenido lugar en esos años [https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/15/e19-parderrubias-sus-ninos-de-la-guerra/]. El oficio de sacristán, por sí mismo, tenía la suficiente relevancia como para dar el nombre a la familia a la que pertenecía; así, por ejemplo, en Parderrubias se habla de la familia de “Os Sancristás”. Como ocurría con otros oficios, el de sacristán tenía su remuneración, en la mayoría de casos en especies. Así, era habitual que un domingo después de la Pascua pasase por las diferentes casas de los vecinos pidiendo «a avinza” (en Parderrubias también se denominaba “o copelo”) en maíz, trigo, centeno, patatas, etc. (Araújo Iglesias,  1997). En Parderrubias, la figura del sacristán desaparece a finales de la década de los años ochenta del pasado siglo. Los últimos tres sacristanes de la Parroquia fueron Francisco Seara (Tío Francisco) hasta finales de los años 30, Ángel Outumuro (Tío Anxel) hasta finales de la década de los años 70 y Hermenegildo Outumuro hasta finales de los años 80.

Centrémonos en los mensajes que nos transmitían las campanas, es decir, en aquello que se encargaron de comunicarnos durante siglos. Tomando como referencia básica el trabajo de Fidalgo Santamariña (2009), los toques de campanas en nuestro ámbito tenían cuatro grandes funciones: llamar a la población, iniciar alguna actividad, comunicar noticias y dar una señal de alarma.

Una de las funciones con más arraigo, y que en cierta medida se sigue manteniendo, es llamar a los vecinos a la oración o convocarlos a actos litúrgicos. En el trabajo publicado en este Blog, en el que Sierra Fernández aborda las medidas del tiempo, [https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/20/e20-unidades-de-medida-tradicionales-en-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/] se indica que las campanas de Parderrubias tocaban en cuatro momentos diferentes del día convocando a la oración: 1) Toque del Alba a las 6 de la mañana, 2) Toque del Angelus a mediodía, 3) Toque de Oración a las 6 de la tarde, y 4) Toque de Ánimas al final del día. Indirectamente, estos toques de campana marcaban la distribución de la jornada laboral. El Toque del Alba -una tanda de campanadas- habitualmente convocaba a la misa y se producía media hora antes de iniciarse ésta. El Angelus consistía en tres campanadas de tres toques, seguidas de una pausa, terminando con nueve toques más suaves, que convocaban al rezo del Angelus o del Ave María, exigiendo una pausa en las labores que se estaban realizando en ese momento. En el Toque de Ánimas sonaban cinco campanadas dobles pausadas, alternándose ambas campanas, que llamaban al rezo por las Ánimas del Purgatorio. De todos estos toques, únicamente se conservan en la actualidad los del Angelus y los de llamar a misa, la cual durante la semana se celebra al atardecer, mientras que en domingos y festivos tiene lugar por la  mañana. La llamada a misa se hace media hora antes de su inicio (“A Primeira”, que consiste en una tanda de toques seguidos de una pausa y de un toque final), y quince minutos antes (“A Segunda”, tanda de toques seguidos de una pausa y de dos toques finales).

En medio do concerto sin segundo que fan as noites dolces e caladas,  resoa o triste son das campás, que cal voces doutro mundo dobran con misteriosas bateladas o toque de oración”.

(Lamas Carvajal)

La segunda función importante de las campanas es comunicar el inicio de ciertas actividades, básicamente de corte religioso. Muchos de los actos litúrgicos, y ciertos fragmentos de los mismos, eran y son anunciados a los vecinos de Parderrubias a toque de campana. En la actualidad todavía se anuncia el inicio de la misa con tres toques de campana (“A Terceira”). En la misa de Jueves Santo y de Sábado Santo -antiguamente Sábado de Gloria-, las campanas repican durante la misa anunciando el inicio del Gloria (Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis…). En la festividad del Corpus Christi, el repique de campanas anuncia la presencia de la Santa Custodia en las calles, manteniéndose durante todo el recorrido de la Procesión desde la iglesia hasta el Cruceiro de O Trabazo y viceversa. En la actualidad, son únicamente estas tres ocasiones (Jueves Santo, Sábado Santo y Corpus Christi) en las que todavía se sigue tocando manualmente las campanas; el resto de toques son resultado de automatismos mecánicos. Dada su larga duración, probablemente sea en la procesión de Corpus cuando las campanas de la iglesia de Santa Olaia de Parderrubias muestran su mayor espectacularidad. Dado el esfuerzo que supone mantener el repicado durante un prolongado tiempo, son dos vecinos, subidos en el campanario, los que se turnan para ejecutar dicha tarea. Como ya hemos señalado, el repicado exige fuerza, habilidad y ritmo, estando una brillante ejecución al alcance de muy pocos. En estas últimas décadas esta función viene siendo realizada de forma virtuosa por Benito Outumuro y Valentín Seara.

La tercera función relevante que las campanas han tenido desde siempre en Parderrubias ha sido la de comunicar nuevas. Hay zonas de Galicia en las que las campanas anunciaban un nacimiento o una despedida de soltero, sin embargo, en Parderrubias esta función se limitó básicamente al momento de la muerte. Sin duda alguna, los sonidos de campana más impactantes y conmovedores que yo recuerdo desde niño son el toque a agonía y el toque de difunto. El fallecimiento de un vecino se comunicaba mediante el toque de agonía, que consistía en una serie de, aproximadamente, treinta toques (“badaladas”) a las que seguía un silencio y tres toques, dos con la campana grande y uno con la pequeña. El velorio es comunicado mediante toques de difunto, que se realizan desde que el fallecido está de cuerpo presente hasta momentos previos a la conducción del féretro a la iglesia parroquial. Consiste en la repetición de toques individuales, combinados por momentos con dos toques, entre los que se producen silencios prudenciales. La salida del féretro de la vivienda del finado (en la actualidad, del velatorio) se anuncia apurando el toque de difunto, el cual es mantenido hasta que el féretro traspasa el umbral de la iglesia para iniciarse el funeral. Antiguamente el toque de difunto también se escuchaba desde el anochecer del Jueves Santo hasta el Viernes Santo, incluyendo su madrugada.

Campás da miña aldeia, que tendes tristura na serán crara, vós sodes a lingua i o alento dende onde nos dan o derradeiro adeus as ialmas”.

(Mariño Lago)

Por último, la cuarta función que cumplieron las campanas en Parderrubias -a fecha de hoy prácticamente extinguida-, era la de dar señales de alarma o llamadas de auxilio a la población. En nuestro pueblo, el toque más frecuente que cumplía con esta función era el de arrebato cuando se producía algún incendio en una “palleira”, “palleiro”, “aira”, casa o, en tiempos más recientes, en el monte. Lamentablemente, este tipo de sucesos fueron habituales entre nuestro vecindario. A modo de ejemplos, el 24 de octubre de 1923, El Correo de Galicia publica la noticia de un violento incendio en la casa de Claudino Fernández sofocado gracias a la pericia de los vecinos. En el verano de 1940 se desencadena, a las tres de la tarde, en A Aira un voraz incendio que arrasa 14 medas de centeno, perdiendo 13 familias del pueblo toda la cosecha de cereales (La Región, 2 de agosto de 1940). La Voz de Galicia, el 13 de septiembre de 2003, informa que la importante movilización de los vecinos evitó que el fuego de un incendio forestal alcanzase las viviendas. En todos estos casos el sonido de las campanas pedía auxilio a los vecinos para que acudiesen a sofocar las llamas. Se trataba de un toque muy acelerado con la campana grande que solía comenzar con tres toques separados. Aunque la llamada de auxilio más frecuente emitida por las campanas de la iglesia de Parderrubias se asocia a los incendios, ésta no fue la única. Este hecho queda avalado en el crimen que tuvo lugar en el año 1936 en la Casa Rectoral, el cual abordamos en otro artículo [https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/08/e17-crimen-en-la-casa-rectoral-de-parderrubias-en-el-ano-1936/]. En este suceso, una de las primeras acciones que llevaron a cabo los asaltantes fue la de cortar el cable que permitía tocar las campanas de la iglesia, con el fin de evitar que se solicitase auxilio.

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En definitiva, las campanas y sus sonidos forman parte del patrimonio de Parderrubias, y a pesar de que algunas de sus funciones hayan desaparecido, así como en gran medida el virtuosismo humano necesario para hacerlas hablar, delegándolo a un frío automatismo mecánico, las “badaladas” seguirán siendo, en Parderrubias, un estímulo añorado para nuestro oído. Parafraseando a nuestra gran poetisa «…cuando os oigo tocar …sin querer vuelvo a llorar».

“Campanas de Bastabales, cando vos oio tocar mórromo de soidades”.

(Rosalía de Castro)


Referencias

Araújo Iglesias, M. A. (1997). A Merca. Antropoloxía dun Concello Galego. Vigo: Ir Indo Edicións.

Fidalgo Santamariña, A, (2009). A linguaxe tradicional das campás: un exemplo de patrimonio sonoro. En X.A. Fidalgo Santamariña, X.M. Cid Fernández, M. Fernández Senra y X. Fernández Senra (Coords.), II Congreso de Patrimonio etnográfico galego. Actas (pp. 67-82). Ourense: Deputación de Ourense.

Crimen en la Casa Rectoral de Parderrubias en el año 1936. Por Juan Carlos Sierra Freire

Crimen en la Casa Rectoral de Parderrubias en el año 1936. Por Juan Carlos Sierra Freire

En el mes de junio de 1919, una vez fallecido el cura don Benito Garrido, se hace cargo de la Parroquia de Santa Olaia de Parderrubias don Alfonso Losada Fernández, párroco en ese momento de Pereira de Montes. Permaneció en el cargo hasta junio de 1921, fecha en la que llega como encargado de la Parroquia don Adolfo Outumuro Outumuro, natural de O Outeiro. Lamentablemente, don Adolfo fallece muy joven a la edad de 31 años, víctima de una grave enfermedad. Ello hace que solo tres años después de haberse ido, don Alfonso retome de nuevo las riendas de la Parroquia durante unas semanas. Esta fue su primera etapa en la Parroquia, que sería regentada durante los siguientes cinco años por don José Balboa González (1924-1925), don Pedro Vázquez González (1925-1926) y don Ambrosio Cid Fariñas (1926-1929). Un día de 1929, don Alfonso regresa nuevamente para hacerse cargo de la Feligresía. En ese momento, no se podía imaginar que su nueva etapa al frente de la Parroquia de Santa Olaia de Parderrubias finalizaría trágicamente en la madrugada del 13 de junio de 1936. Don Alfonso Losada había nacido en Leborín (Barxa) en 1883 en el seno de la familia de Benito y Agustina.

El 14 de junio de 1936 varios periódicos locales y nacionales (La Región, El Pueblo Gallego, El Compostelano, La Vanguardia, Gaceta de Tenerife, etc.) se hacían eco de uno de los sucesos más dramáticos ocurridos en el siglo XX en Parderrubias: el asalto a la Casa Rectoral (hoy desaparecida con el paso del tiempo) en la que vivía el Párroco don Alfonso Losada Fernández. Aunque en un primer momento, y dada la situación prebélica que vivía España, pudo parecer un crimen político, el suceso no tuvo ninguna connotación política más allá del intento de robo perpetrado por delincuentes comunes. No obstante, el diario La Región del 14 de junio apuntaba a causas de índole político-social asociadas al clima de desconcierto social que se vivía en la provincia, al igual que en el resto del país:

«En el fondo nos referimos al cambio de rumbo, o siquiera esbozo de cambio, que piensa imprimirle a su política social el Gobierno. Refiriéndonos a este suelto, una vez más, y van ciento, a la situación anárquica en que se lleva desenvuelto durante esta semana pasada nuestra ciudad y no pocos puntos más de la provincia. Aún ayer de madrugada un nuevo atentado, un nuevo crimen. El cura de Parderrubias vio asaltada a  mano armada su casa y sin haberle dado tiempo ni para intentar levantarse del lecho fue acribillado a balazos, y en estado gravísimo fue trasladado al hospital nuestro. Así están los pueblos nuestros, así se hallan cuantos allí viven en paz a merced de todos los detritus de esta conflagración social. Ya no respetan nada, ya nada dejan en pie los nuevos bárbaros, toda esa desdichada gente envenenada de las aldeas, ya nada les importa ni coarta, y con el saqueo, el incendio y con el asesinato están arrasándolo todo». 

1980_Cura Gallo
Casa Rectoral de Parderrubias

A partir de las noticias publicadas por la prensa escrita en esos días y del testimonio de  algunos testigos del suceso, podemos saber que, en la madrugada del 13 de junio de 1936, dos individuos entran en la Casa Rectoral con la intención de robar. Habían permanecido escondidos desde varias horas antes en una casa próxima, esperando la oscuridad de la noche y a que abandonasen la Rectoral algunas visitas que había tenido el cura durante la tarde, entre ellas la del seminarista Felisindo Grande Seara (véase Don Felisindo Grande Seara). Como consecuencia de la resistencia que ofrece el cura para evitar el robo y de sus gritos de auxilio, los asaltantes le descerrajan varios tiros, dos de los cuales le dañan mortalmente un pulmón y los intestinos (El Pueblo Gallego, 14 de junio de 1936). Aun así, los asaltantes lograron apoderarse de algún dinero y de varios objetos (La Vanguardia, 14 de junio de 1936). Ante los gritos de auxilio de la víctima, acuden los vecinos del pueblo, que observando la gravedad del herido se organizan para ir a caballo hasta la Parroquia cercana de Pereira de Montes, con la finalidad de avisar a su Párroco, don Castor Gayo Arias, para que se acercase hasta Parderrubias con el objeto de impartir la extremaunción al malherido, y tratar de llevarlo a un centro hospitalario (El Compostelano, 15 de junio de 1936).  Los primeros vecinos que llegan a la Rectoral, ubicada al lado de la iglesia parroquial, intentan repicar las campanas para pedir auxilio, pero se encuentran con la sorpresa de que la cuerda había sido estratégicamente cortada.

Los autores del crimen habían sido los mismos malhechores que en el mes de mayo habían perpetrado el homicidio del ganadero José Mera, de 65 años, en O Furriolo, en la carretera de Bande a Xinzo. El cadáver fue encontrado a las nueve de la mañana del día siguiente a la comisión del crimen. José había ido a una feria en Rairiz de Veiga, llevando encima entre mil y mil quinientas pesetas. Se trataba de Constantino Vázquez, natural de la provincia de Lugo, y José Campos (Pepe das Hortas), de nacionalidad portuguesa. Son detenidos días después del crimen por la Guardia Civil de Celanova en O Forriolo. Se trata de viejos conocidos de la Justicia, pues habían estado ya en prisión en anteriores ocasiones por diversos robos. Manuel era el asesino del ganadero y José el del Párroco de Parderrubias. Manuel había estado en Barcelona afiliado al comunismo y parece ser que había matado a dos personas por encargo, habiendo estado en presidio por robo, pero que una vez amnistiado se dejó caer por nuestra comarca. Se le encontró el reloj de José Mera y confiesa que tenía pensado hacer lo mismo con su hijo, y que al párroco de Parderrubias no pudieron robarle, pues se presentó todo el pueblo de repente, teniendo que huir para que no los cogieran. El diario La Región, 15 idas después del asalto, informaba de la singular detención de los dos criminales:

«En Forriolo, pueblecito situado en una montaña del término de La Bola, merodeaban dos sujetos de ‘pinta’ sospechosa. En la tarde del día 23, y en un punto de las inmediaciones del mentado pueblo, y precisamente en el que hace unos dos meses asesinaron a José Mera, vecino de San Mamed, y al pie de una pequeña cruz sugeridora del sitio en donde había sido perpetrado el horroroso hecho, se sentaron dichos sujetos y se pusieron a merendar tranquilamente, a la vez que comentaban aquel triste suceso. En cuyo momento pasó por allí una mujercita enlutada a la que llamó la atención la actitud de aquellos sujetos desconocidos. Dicha mujer era hija política del infortunado Mera. Al pasar les oyó decir: ‘ ¡rezaremos un padrenuestro por el muerto!’ Al llegar al pueblo dio cuenta de lo ocurrido y todos los vecinos coincidieron en que tales sujetos debían de ser unos maleantes. Como al día siguiente les volvieron a ver por aquellos lugares, acordaron detenerles y salieron en su persecución. Aquellos, al verse perseguidos, se internaron en el monte y al ser descubiertos acometieron a tiros a sus perseguidores. Pero estos no se atemorizaron, si bien pidieron auxilio a la Comandancia de la Guardia Civil de Celanova. Inmediatamente con el celo y actividad que ponen en todas sus actuaciones las fuerzas de dicho puesto, salió el cabo y cuatro números a auxiliar a los vecinos de Forriolo y con la ayuda de estos procedieron a la captura y detención de los referidos sujetos. Al ser interrogados dijeron llamarse José Campos (‘Pepe das Hortas’), de unos 40 años y de nacionalidad portuguesa, y Constantino Vázquez Pérez, de la misma edad, natural de Lugo. Al ser registrados le fue encontrado al portugués el reloj que llevaba el José Mera cuando fue asesinado, el que fue reconocido por un hijo de este. Una pistola, un revólver, unos prismáticos y un arsenal de artefactos útiles para el robo. Interrogados sobre la procedencia del reloj confesaron ser efectivamente del infortunado Mera, a quien habían robado y dado muerte. También confesaron ser los autores del asesinato frustrado del cura de Parderrubias don Alfonso Losada. Explicaron el hecho con toda clase de detalles y que el que había hecho los disparos fuera el ‘Pepe das Hortas'» (La Región, 27 de junio de 1936).

El Libro Parroquial de Parderrubias, en el apartado referido a la relación de sacerdotes que rigieron la Parroquia, hace una precisa descripción del suceso con detalles no reflejados en la prensa de la época. En esa relación de curas, al llegar a don Alfonso Losada Fernández, en las páginas escritas años después de su muerte, se señala que “desempeñó el cargo hasta el día 13 de junio de 1936, fecha en que fue vilmente asesinado”. Y a continuación se hace una descripción pormenorizada de los hechos, en la que algunos detalles no coinciden con lo publicado por la prensa:

“A las dos horas (por tanto en plena noche) del mes de junio de mil novecientos treinta y seis, dos hombres, después de haber taladrado y abierto la puerta que da al Cementerio entraron en la habitación-dormitorio del párroco y le dispararon dos tiros hiriéndolo mortalmente.

A las voces de auxilio acudieron los vecinos sin dar tiempo a  los malvados para el robo ni pudieron tan siquiera verlos; a los pocos días fueron capturados y entraron en la cárcel pero enseguida los pusieron en libertad porque gobernaba entonces el Frente Popular. Al ocurrir el Alzamiento de Franco, dieron con ellos; uno cayó cerca de Barbantes perseguido por la Guardia Civil; otro cayó e Corbillón o sea fue capturado por una partida de falangistas que lo llevaron al monte del Furriolo donde, por lo visto, los mismos ladrones habían robado y dado muerte a un ganadero apellidado Mera; de allí lo llevaron a la cárcel de Celanova donde a los pocos días ya no estaba…

Volvamos al Párroco. El Párroco en gravísimo estado fue llevado a un Sanatorio a Orense, pero no quisieron intervenirle por considerarlo gravísimo; así que se vio en la necesidad de entrar en el Hospital Provincial en medio de insultos y blasfemias; tampoco allí quisieron intervenirle por considerar inútil toda intervención, pues los proyectiles le habían atravesado un pulmón.

Toda la parroquia fue a visitarle y él declaró solemnemente que ninguno de sus feligreses había tenido parte en el crimen y que todos eran muy amantes de su párroco.

El día veintiséis del mismo mes volvieron a traerlo a la Rectoral y murió a las 18 horas del día veintiocho o sea dos días después.

El día treinta le dieron sepultura y tuvieron un solemnísimo funeral al que asistieron más de treinta sacerdotes y la parroquia en pleno”.

En el libro de difuntos de la Parroquia de Parderrubias podemos leer:

«…falleció el día veintiocho del actual a consecuencia de un colapso cardíaco según certificación facultativa. Hizo testamento en el Hospital de Orense por ante el Notario Sr. Gambón donde hace constar su última voluntad… Fue funerado con treinta y ocho sacerdotes de cuerpo presente. Testigos D. José y Manuel Garrido vecinos de Parderrubias. Treinta de junio de mil novecientos treinta y seis. Castor Gayo Arias«.

La Región del 30 de junio se hacía eco del fallecimiento, que se había producido  el domingo día 28 a las 10 de la noche, dejando un hermano (Hipólito) y dos sobrinos (Benito y Alfonso):

«Anteayer falleció en su casa de Parderrubias el sacerdote don Alfonso Losada Fernández, que hace unos días fue víctima de un salvaje atentado. La noticia de su muerte, no por menos esperada, ha causado gran dolor. Todas aquellas personas que le trataron sabían que se trataba de un hombre ejemplar cuyas virtudes cristianas, puestas a prueba muchas veces en el trascurso de su vida, le hacían acreedor a la consideración, el respeto y el cariño de todos. Sus feligreses lloran hoy su pérdida amargamente. El día en que ocurrió el atentado bien puede decirse sin temor a exageración que el pueblo en pleno vino a Orense a enterarse del estado del herido. Los funerales por el eterno descanso de su alma tendrán lugar hoy por la mañana, a las diez, en Parderrubias, y acto seguido se verificará la conducción del cadáver. A todos sus familiares, y en especial a su cumplidor testamentario, don Castor Gayo, y a los sobrinos, enviamos nuestro más sentido pésame«.

Esquela
Esquela de don Alfonso Losada publicada en La Región del 30 de junio de 1936

El 2 de julio, el diario La Región informaba acerca de los funerales celebrados en la Parroquial de Parderrubias con la asistencia de 38 curas:

«La concurrencia a dicho acto fue enorme, imponente. La espaciosa iglesia estaba completamente llena de fieles y feligreses del finado que doloridos rezaban por el alma del hombre bueno y virtuoso sacerdote que una triste noche y en su propio lecho fue víctima de un salvaje atentado. Seguidamente tuvo lugar la conducción del cadáver a su última morada. Fue una enorme manifestación de duelo. Allí hemos visto personas de todos los pueblos de la comarca y muy especialmente de los Ayuntamientos de Cartelle y Celanova«.

Don Alfonso Losada fue sepultado en el cementerio parroquial de Parderrubias, ubicándose su sepultura en la entrada principal de la iglesia.

Sepultuar
Sepultura de don Alfonso Losada en el cementerio parroquial de Parderrubias