La vida cotidiana en pequeños núcleos rurales, como es el caso de Parderrubias, se caracteriza a lo largo del año por diferentes actividades grupales, tanto lúdicas como laborales, así como por una gran variedad de actos solidarios entre vecinos.
En este artículo, José Manuel Justo Grande describe, rescatando del olvido, algunas de estas actividades que, como consecuencia del progreso, prácticamente han desaparecido o se llevan a cabo de manera muy distinta a como las hemos vivido en nuestra infancia. Documentos como este sirven para preservar la memoria colectiva de nuestro pueblo cargada de tradiciones y que, por responsabilidad, debemos encargarnos de salvaguardar y dar a conocer a las generaciones venideras.
Muchas gracias, José Manuel, por este magnífico aporte.
Juan Carlos Sierra Freire
Si “unión” es la acción y efecto de “unir” o “unirse”, en nuestra parroquia de Parderrubias este acto ha tenido (y tiene) lugar en múltiples ocasiones, tanto a nivel laboral como psicosocial, apreciándose una actitud de solidaridad, ayuda y empatía hacia los demás. Sin menoscabo de los actos que suponen una unión festiva o de celebración, caso de las fiestas patronales del Corpus Christi, capítulo análogo merecerían las fiestas de Santa Eulalia y de San Antonio, que siguen teniendo gran tradición religiosa en nuestra parroquia.
“Eulalia” combina los términos de origen griego “eu”, que significa bien, propicio o favorable, y “lalia” o “laléo”, que significa “hablar”, por lo que combinándolos, Eulalia («Olaia») se traduciría en “bien hablada”, “elocuente” y “convincente”, motivos más que suficientes para sentirse orgullosos de nuestra Patrona y de su conmemoración el 10 de diciembre; aunque más multitudinaria en el pasado, en la actualidad se sigue manteniendo su tradición en forma de Novena.
Baile popular en el primer tercio del siglo XX. Probablemente se trate de la Festividad de la Patrona Santa Eulalia. Fotografia de Manuel Garrido, cedida por Xulio Outumuro
Por su parte, la festividad de San Antonio llegó a celebrarse durante muchos años, con más efusión en Nigueiroá si cabe, pueblo que siempre destacó por su unión con el resto de la parroquia, la cual continúa con tanta intensidad o más en nuestros días. Y ello, pese a la distancia, que antiguamente era muy significativa, pero que nunca fue óbice para que sus vecinos cruzasen A Fonteiriña para acercarse a concelebrar los actos que tenían lugar en otros lugares de la parroquia, hecho que continúa hoy en día. Nigueiroá celebraba el San Antonio, siempre de forma multitudinaria a principios de septiembre.
San Antonio venerado en Nigueiroá
Otro acto de unión, relación y armonía entre los vecinos, arraigado en la época actual, es el Magosto, jornada magistralmente organizada por la Comisión de Montes del pueblo con la colaboración de los vecinos, que tiene lugar todos los meses de noviembre, por San Martiño, en donde todos los vecinos, tanto jóvenes como veteranos, pasan un buen rato de confraternización.
Magosto 2022
Magosto 2022
Una vez hecha una breve alusión a este tipo de “uniones” religioso-festivas, quisiera referirme a otro tipo de reuniones de vecinos, menos numerosas, dado que no suponían actos necesariamente festivos, pero que mostraban el carácter solidario que implicaban muchos de los trabajos y acciones que se realizaban con gran esfuerzo debido a las limitaciones técnicas de la época. Se trata de actividades que difícilmente se podrían llevar a cabo de forma individual, necesitando de la colaboración de un buen número de vecinos. Me refiero a faenas como la matanza y ciertas labores agrícolas como la “rega” o la “malla”.
La «matanza»
Trabajo solidario, casi convertido en fiesta con la que terminaba el año o comenzaba el nuevo, pues se requerían temperaturas muy bajas para el tratamiento de la carne y de sus derivados, dado que no existían medios de congelado como los actuales. Trabajo ingente y fundamental el llevado a cabo por las mujeres en el preparado de la matanza, que iba desde comprar el “fío” y el “pemento” (este siempre de buena calidad para que no se estropeara la “chourizada”) hasta picar cebolla, ajo, “cabazo”, preparar las tripas y un sinfín de pequeños trabajos que requería tal evento. El acto de la matanza en sí correspondía tradicionalmente a los hombres, que “cogían” o “agarraban” al cerdo para sacrificarlo, lavarlo, abrirlo y colgarlo, operaciones que habitualmente iban precedidas de ladegustación de unas copas de aguardiente o de licor café acompañadas por galletas o bica. La labor masculina solía terminar al día siguiente con la “desfeita”, eso sí, previa copiosa comida que, como no podía ser de otra manera era elaborada por las mujeres de la casa o sus ayudantes. La labor de la mujer continuaba con el lavado de las tripas y el picado de la carne. La “desfeita do porco”, al día siguiente, el cual había quedado colgado en una bodega o local de planta baja, a bajas temperaturas, suponía separar las carnes y seleccionarlas para hacer chorizos, salar, etc. La carne se iba cortando al gusto de cada familia, quedando casi siempre disponibles para esos días unas “frebas” que se freían. Se separaba el famoso y sabroso “lombelo”, que en más de una ocasión, junto a otras partes sabrosas del animal, iban a parar a la despensa del párroco, quien no solía despreciar el “presente”, hecho que aunque sin norma escrita, solía ser casi de obligado cumplimiento. La matanza constituía una labor de mucho trabajo, pero efectuada con sumo gusto, pues suponía en aquellos tiempos una fuente de alimentación para el resto del año. De hecho, las familias, además de por el número de miembros que las componían, también medían su nivel de vida y su capacidad económica por el número de “marraus” que mataban.
Muchas labores agrícolas como arar, “sachar”, “rendar o millo”, “rendar as patacas”, la “arranca”, la vendimia, sacar “esterco”, dar sulfato, “rozar toxos”, recoger “estrume”, etc. requerían habitualmente de la alianza de varios vecinos para su ejecución. Eran trabajos solidarios entre familias y entre vecinos, con el fin de hacerlos más llevaderos, suponiendo siempre un acto de solidaridad, aunque en ciertos momentos, por el esfuerzo, se producían discusiones por opiniones, roces y, llegado el caso, hasta enfados, que podían alargarse en el tiempo o a casi toda la vida. Alguno de estos enfados más intensos y de larga duración requerían de la intervención de un “mediador”, a veces un familiar, que trataba de terciar y poner fin al conflicto, dado que los litigantes o sus familiares, e incluso los vecinos, lo consideraban persona capaz para dictar laudo arbitral, aunque en ocasiones para su desconsuelo no era cumplido por las partes.
La “rega”
Nuestra parroquia nunca fue muy abundante en agua, pero el respeto por parte de todos hacia unas determinadas normas, algunas no escritas, hacía que, salvo conflictos mayores -que llegó a haberlos-, se hiciese un aprovechamiento adecuado de un bien tan preciado para el riego de las tierras, que producían mayoritariamente maíz o patatas, y de los prados. Se publicaba una especie de “bando”, escrito en un papel corriente, expuesto en alguna puerta cerca de la iglesia, lugar de asistencia habitual, y a veces obligatoria, en el que todos los domingos se reencontraban todos los vecinos. En este documento se fijaba la hora de comienzo de los trabajos de limpieza del “rego”, actividad a la que al menos debía asistir un miembro de cada familia, con la finalidad de limpiarlo en todo su recorrido y así evitar fugas de agua. El “Tribunal Popular” que trabajaba en la limpieza del “rego” juzgaba, a la vez que lo limpiaba, a las personas que llegaban tarde, no acudían o su presencia no era proporcional a los miembros de la familia y a la extensión de tierras que tenían. Esta sentencia, naturalmente, sólo era verbal, pero siempre estaba presente aquello de “canto máis teñen, menos veñen” o “si todos facemos o mesmo, a auga non chega ó sitio”. Siempre se escapaba algún taco y alguna frase ajusticiadora dirigida al infractor o no colaborador. Obviamente, si la relación del “juzgador” con el “juzgado” no era buena, la sentencia era inapelable y muchas veces ratificada por más de uno. En algún caso suponía un “alto en los trabajos” para fumarse un cigarro y determinar el final del “juicio”.
Para el riego, se seguía una “tanda”, documento escrito, conservado por algunos, que suponía el reparto del agua, en proporción con la cantidad de tierra que se poseía. Se hablaba de “tanda boa e tanda mala”, dependiendo de las horas a las que correspondía el riego; la “buena hora” era cuando hacía fresco y la “mala hora” era la de la siesta, que exigía soportar los rigores del calor, o la de la noche, asociada al rocío y a la falta de visibilidad. Para regar, previamente se hacían las “leiras”, que eran surcos por los cuales se direccionaba al agua. Eran de gran valía, sobre todo por la noche cuando apenas se veía, permitiendo de este modo aprovechar el agua, que en algún momento era insuficiente, teniendo que esperar a otra “tanda” para poder regar la parte del terreno que quedaba seco. Esta era una actividad que no necesitaba de mucha gente, normalmente se hacía a nivel familiar, pero sí gran destreza para aprovechar el agua y no desperdiciarla. Por la noche, alguna de las personas llevaba en la mano un farol de gas, para iluminar el “rego” y poder hacer que el agua corriese y llegase convenientemente a la cosecha. Este trabajo requería de bastante tiempo, suponía un gran esfuerzo físico y, a veces, el relevo de personas para poder comer un “taco”, reponer fuerzas y poder continuar. A la hora exacta del relevo, y a la hora de “cortar el agua” para cedérsela al vecino correspondiente, si este no era puntual o el que la dejaba lo hacía de forma incorrecta o tardía (aunque a veces fuese cuestión de unos escasos minutos) se producía un alegato de palabras y frases, que en la mayoría de las ocasiones se ceñían al momento de la “rega”, pero que a veces se empleaban para otros “recordatorios” en otras circunstancias de la vida cotidiana.
La “malla”
Se trata del trabajo de esfuerzo físico y solidario por excelencia, que implicaba la colaboración de prácticamente todos los miembros de la familia, no sólo en la de uno, sino también en la de los demás. La colaboración con los demás vecinos era la recompensa por parte de estos a la «malla» de uno. Las labores comenzaban con la “sega” del trigo o del centeno, labor ardua en sí, dadas las altas temperaturas alcanzadas en esa época del año, labores que en su momento suponían cierta “tensión laboral”, ya que si en ese momento llovía copiosamente como consecuencia de alguna tormenta se iba al traste parte de la cosecha que se humedecería y se pudriría. Algunos se encargaban de hacer las “medas” en las que se amontonaba la paja segada con el grano en el propio terreno, hasta finalizar la “seitura” en todas las tierras sembradas, al tiempo que se colaboraba con la de algún vecino, especialmente si este se encontraba solo o en ese año había sufrido alguna pérdida familiar significativa que mermaba la capacidad de trabajo de esa familia. Luego se “carrexaba” en carros tirados por vacas y ya más tarde con la mecanización del campo se hacía con tractores, transportando el grano hasta la “aira de mallar”, que era una especie de campo, normalmente llano y aireado, en el que se depositaba la cosecha, esperando la llegada de los “malladeiros” que recorrían los pueblos de la comarca con la máquina de “mallar y la máquina de “erguer”. Cada vecino tenía reservada su propia “aira de mallar”, habitualmente la misma todos los años, y así se conocía la “aira de… tal persona”, normalmente el cabeza de familia.
Comenzaban las mallas, y los niños ayudados de alguna otra persona bajaban los “mollos” de la “meda”, tarea que suponía un menor esfuerzo físico, por lo que los más pequeños eran candidatos a ella, que tal como ocurre actualmente no hacían trabajos impropios de su edad, sino que colaboraban en los trabajos que posteriormente les darían de comer a ellos y a sus padres. Cogían los “mollos” y los colocaban encima de la máquina de “mallar”, la cual separaba la “palla”, que a la postre tendría muchas aplicaciones a lo largo del año, del grano, que posteriormente había que “erguelo” con la máquina de “erguer”, trabajo que hacía el “erguedeiro”, separando el polvo, la paja y las impurezas del dorado grano. Las mujeres solían recoger la “palla” que salía de la máquina, una vez separado el grano, mientras que los hombres con un “vincallo” la ataban, surgiendo en ciertas ocasiones la picaresca al producirse el “arrimado” entre las mujeres que ponían la “palla” cerca del “vincallo” del hombre, lo cual implicaba cierto acercamiento físico para que no se deshiciese el “mollo”, pues se trataba de un trabajo casi en cadena, de lo contrario se entorpecía el mismo. Tras la “erga” se transportaban para la casa los sacos de grano depositándolos en las “arcas”, para conservarlo e ir consumiéndolo a lo largo del año. El esfuerzo físico exigido por estos trabajos requería a veces de un alto en el camino para tomar unas sardinas en conserva con pan y un buen trago de vino, por supuesto bebiendo todos de la misma “xarra”, lo mismo que hacían las mujeres con el agua, compartiendo la misma “xarra”, en el mejor de los casos, o el mismo “caldeiro”, que se traía de casa dada la falta de agua en la “aira”. El hecho de terminar el tiempo de las “mallas”, que no suponía ni mucho menos el fin de los trabajos agrícolas, significaba un cierto alivio, ya que la recogida del grano suponía tener parte del alimento del año a buen recaudo.
A “escasulla”
La “escasulla” consistía en “espigar o millo”, separando el “casullo” de la espiga, trabajo considerado de menor esfuerzo físico. Se llevaba a cabo en algún espacio de la casa, a cubierto, y solía hacerse por las noches, una vez terminados los trabajos domésticos. Normalmente se realizaba sentado y su ejecución solía ir acompañado de muchos “chascarrillos”, alguna “frase un poco impropia” y mucha picaresca, que normalmente tenía como objetivo a las mozas casaderas que se encontraban haciendo el trabajo.
Otros trabajos
Otros trabajos con tradición en la parroquia que requerían de la unión y colaboración de los vecinos eran la poda, tanto de árboles frutales como de las viñas -en épocas pasadas, a los árboles ornamentales se les prestaba menos atención-, la “recollida do millo”, la “fornada”, hacer el jabón, etc. Se realizaban también trabajos individuales, pero al mismo tiempo solidarios, como “crabuñar a guadaña”, “afiar os coitelos”, “trallar a madeira”, “arranxar un arado” y otros muchos, realizados por vecinos con una cierta destreza personal, tanto a la hora de aprenderlos como a la de ejecutarlos, y que ponían a disposición de los demás.
Con esta exposición he pretendido recordar algo de la historia de nuestro pueblo, pueblo que sin duda es rico en actos solidarios y lúdicos.
Nota. Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano.
Recordo como se fora onte, aquela mañá do mes de setembro de fai mais de medio século, cando “ó carreliño” do Celso da Señora Alicia cheguei ao Trabazo e fun presentado na sociedade educativa por un: “quen lle toque ao Manoliño vai ter que velas comigo”. Ao pouco tempo de chegar, e por arte de maxia, comprobei con asombro que tódolos nenos que alí estaban, recollían os pións da chapela e sen chiar dirixíanse á porta da escola. Viñan de albiscar ao Señor Mestre subir polo carreiro da Cueva co seu paso lento e maxestoso envolto polo fume do Ducados. Ese foi o meu primeiro contacto con aquel home que marcou a miña traxectoria vital mailo futuro de outros arredor de 115 nenos e nenas de Parderrubias que tivemos a grande sorte de caer nas súas mans. O primeiro que figura nesa listaxe de alumnos matriculados que foi elaborando ano tras ano e que celosamente conserva o seu fillo Luís, é Manuel Grande Fernández (curso escolar 1957/58) e o último José Grande Atrio (curso escolar 1978/79).
Datos biográficos
Logo de rebulir na súa historia, e sen pretender ser o seu biógrafo, pero si coa intención de lembrar e por en valor a súa traxectoria vital tratei de recuperar para o imaxinario colectivo do noso pobo a súa figura, como mestre mais tamén como persoa.
Don Isolino Camba nos inicios de súa vida académica. Fotografía cedida por José Luis Camba
Don Isolino naceu un 15 de xaneiro de 1913 en Loiro (Concello de Barbadás), sendo o mais pequeno de sete irmáns dunha familia do rural galego de labregos e tamén emigrantes na América. Estuda Bacharelato no enton Instituto de Instrucción Pública de Ourense (actual IES Otero Pedraio), onde acabou sendo Profesora tamén a súa filla María Xosé Camba. Logo estudou Maxisterio na Escola Normal de Mestres de Ourense, rematando os seus estudos no ano 1931 dun xeito brillante contando tan só con 18 anos e converténdose de facto e sen pretendelo en un de tantos por aquela “Mestres da República”, extremo que marcará o seu devir persoal e profesional. Don Isolino lembraba con nostalxia o seu primeiro destino como Mestre Interino na Escola de Rosen (Celanova). Saca plaza de mestre e é nomeado Mestre Nacional no 1933. Un ano despois, e logo de iniciar a sua carreira profesional xa coma propietario definitivo na Escola de Montelongo, incorpórase a filas colléndoo a Guerra Civil prestando servizo militar na Comandancia Militar da Coruña. Rematada a guerra no 1939 foi de novo incorporado como Mestre propietario á escola de Montelongo. Eran tempos duros para moitos Mestres. As represalias da ditadura sobre aqueles, que sobre todo a nivel de ensinantes, foran formados na época da República, non se fixeron agardar. Así no ano 1940 Don Isolino foi expedientado con suspensión definitiva de emprego e soldo. Suspensión fundamentada en que durante a sua época de estudante formaba parte dunha asociación cultural e sindical de mestres. Afortunadamente esta persecución só tivo consecuencias no eido profesional e non no persoal xa que as propias autoridades gobernativas e educativas da época revisaron dita resolución e foille conmutada por dous anos de sanción con traslado forzoso fóra da provincia e con cinco anos de inhabilitación para cargos directivos e solicitude de traslado. Así que tivo que marchar a un pobo da provincia da Coruña (Lestelle, do concello de Outes) onde estivo dende 1942 ata 1948. No 1942 casa con Josefa Seara Garrido, que faleceu un ano despois con tan só 36 anos. Unha vez rematada a sua sanción, no ano 1948 volve para Ourense e casa con Esther (irmá de Josefa) coa que tivo dous fillos: María Xosé e Xosé Luís. Foi destinado á escola de Santa Baia de Anfeoz (Concello de Cartelle) onde chegou a ter 67 alumnos na escola (segundo as actas da época) de entre 6 e 14 anos, permanecendo alí nove anos ata que en 1957 permuta a sua escola de Santa Baia con Don José Martinez («O Co»), mestre en Parderrubias.
Curso escolar 1966/67. Fotografía cedida por José Luis Camba
Comeza así a súa etapa na Escola de nenos de Parderrubias onde xa tiña fixada a súa residencia familiar e permanece dun xeito continuado como veciño e como mestre de nenos. Posteriormente de nenas tamén ao xuntarse as escolas no curso escolar 1970/71, e ata xullo de 1980 en que pecha a escola unitaria de Parderrubias e é trasladada para o Grupo Escolar de A Merca. É nomeado Director deste grupo escolar e permanece como profesor do mesmo dende o curso 1980/81 ata súa xubilación en outubro do ano 1982. Tiña enton 69 anos de idade e deixa o Maxisterio logo de 50 anos de servizos. Segueu vivindo en Parderrubias ata que falece a sua muller Esther. Don Isolino falece no ano 2001 con 88 anos despois de pasar os seus derradeiros anos entre Ourense e Parderrubias.
Don Isolino Camba, unha vez xubilado. Fotografía cedida por José Luis Camba
Tiven a fortuna de intimar con el xa de xubilado, debido a dobre veciñanza tanto en Parderrubias como en Ourense, onde vivía coa súa filla María Xosé. Pero sobre todo tiven a oportunidade de coñecelo mellor como consecuencia da posta en marcha da Asociación de Veciños de Parderrubias alá por 1993 onde mantivemos moitas reunións. Logo seguimos en contacto xa que para min as súas apreciacións e consellos (que sempre deixaba flotando na aire sen impor nada, para que votaras man deles cando precisaras) foron inestimables. Daquela non só redescubrín ao Señor Mestre senón que tamén coñecín a persoa. Xa que logo, vou permitirme dar o meu punto de vista sobre estes dous aspectos.
O Mestre
Dende o punto de vista profesional a súa traxectoria foi impecable, aínda que nun principio estivo marcada, como a de tantos outros Mestres, pola ditadura franquista. Na escola de Parderrubias, e xa asentado na sua residencia, puido desenvolver a súa tarefa como docente dun xeito brillante e altamente eficaz. Como Mestre formado na República, bebeu nas fontes reformadoras da “Escola Nova” que aplicaba métodos pedagóxicos novidosos, e que desgraciadamente logo na formación da ditadura reduciuse á máxima de que “a letra con sangre entra”, máxima que él procuraba moderar adaptándoa ás características dos seus alumnos. Segundo se desprende das súas propias estadísticas, mais do 80% do alumnado obtivo o Título de Estudios Primarios dende o ano 1958 ata o 1966 en que se implantou a E.X.B. Idénticos resultados acadou coa nova lei educativa, a pesares de ter ratios de 31 alumnos dende 1º ata 8º de E.X.B. (curso escolar 1978/79).
Estadísticas do alumnado realizadas por o propio Don Isolino. Fotografía cedida por José Luis Camba
Escola Mixta de Parderrubias. Curso escolar 1974/75. Fotografía cedida por José Luis Camba
Escola Mixta de Parderrubias. Curso escolar 1976/77. Fotografía cedida por José Luis Camba
Abondaba a súa autoridade intelectual e moral para manter a disciplina maila orde sen ter que recorrer ó castigo físico. Só usaba este en contadas ocasións e dun xeito proporcional, sendo en todo caso sempre menos agresivo e contundente co que nos poderían ter aplicado os nosos pais, de selo caso. O seu respecto e cariño pola natureza facía que un dos castigos mais duros fora o de «¡axeonllado cos brazos en cruz mirando para parede!» cando se coñecía que algún de nós desfixera un niño para collerlle os ovos ou facerlle o lazo. Aínda que, moitos da miña época, xa tiñamos castigo dabondo ao ter que beber tódolos días aquel leite en po con gromos do Plan Marshall que, por quendas, remexíamos antes do recreo. Os que estudamos co Parvulario e coas Enciclopedias Álvarez podemos presumir daqueles cadernos de caligrafía con letra de molde feita con pluma de mollar no tinteiro, que para nosa desesperación sempre se esgallaba ao final do ditado. Cadernos que algún deles garda o seu fillo Xosé Luís e que xunto con outro tipo de material dun valor incalculable teremos que darlle algún día o acomodo axeitado. Podo dicir, sen temor a equivocarme, que todos aqueles alumnos que pasamos polas súas mans recibimos unha formación académica e humana de alto nivel, moi superior á media. Isto queda acreditado co grande número de nenos e nenas que puidemos proseguir os estudos, a maioría de nenos no Seminario de Ourense.
Este excelente facer académico, xunto coa súa actitude de entrega e cariño pola sua profesión que traspasaba o esixible e só se pode entender dende a entrega vocacional, non só era recoñecido polos propios compañeiros senón que tamén polos seus superiores. Así se fixo merecedor de varios premios traducidos en “votos de gracia” que outorgaban as autoridades educativas a proposta de informes da Inspección, onde sempre eloxiaban a súa laboura educativa, rematando case todos aqueles informes cun “…resta felicitar una vez más a este ejemplar Profesor como premio merecido”. En 1963 a Escola de Parderrubias acada o sexto posto na Sexta edición do concurso «La Mejor Escuela» na que participaron 237 escolas da provincia.
Premio otorgado a Don Isolino na década dos 50 por a sua labor docente na Escola de Parderrubias. Fotografía cedida por José Luis Camba
Informe Inspección da Escola de Parderrubias no Curso escolar 1960/61. Fotografía cedida por José Luis Camba
O ano 1964 a nosa escola é premiada tamén con 10.000 pesetas, recibíndoas persoalmente Don Isolino en Pontevedra da man do Ministro de Educación Nacional. Xa na etapa democrática, no ano 1981 (un ano antes de xubilarse) o Ministerio de Educación e Ciencia, e a proposta da Delegación e Inspección Educativa de Ourense, condecorouno coa Cruz da Orde Civil de Alfonso X el Sabio, galardón que polo seu prestixio está nas mans de só uns poucos. Segundo o Real Decreto que regula a súa concesión, este galardón “destínase a premiar as persoas físicas e xurídicas mailas entidades tanto españolas coma estranxeiras, que se destinguiran polos seus méritos contraídos nos eidos da educación, ciencia, cultura, docencia e investigación e que prestaran servizos destacados tanto en España como no ámbito internacional”. Don Isolino nunca presumiu de tal recoñecemento, o que di moito da sua perssonalidade, sinxela e humilde.
Concesión da «Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio». Fotografía cedida por José Luis Camba
Pero segundo me comentou mais tarde, e corrobora o seu fillo Xosé Luís, un dos recoñecementos que lle fixo mais ilusión foi unha pequena homenaxe que lle preparamos dende a Asociación de Veciños de Parderrubias os antigos alumnos alá polo ano 1995 cunha cea no restaurante Conde da Merca onde se lle entregou un pequeno agasallo conmemorativo.
Cea homenaxe no ano 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Cea homenaxe no ano 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Placa conmemorativa do homenaxe celebrado o 14 de xullo de 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Foi unha mágoa cando, no ano 1997, se pensou nel para darlle o seu nome ao Grupo Escolar de A Merca, proposta que por diversas vicisitudes non foi adiante, sendo nomeado co da daquela Inspectora de Zona Doña Joaquina Gallego Jorreto, sen vinculación co noso concello, e rexeitándose así a proposta do Grupo Municipal o que eu pertencín, onde se pretendía que o nome do Centro fora o de Isolino Camba Casas, ou o dalgún doutros persoeiros vencellados ao noso Concello.
A persoa
Se a súa traxectoria profesional foi brillante, esta non estivo desleigada da coa súa implicación naquela sociedade rural que lle tocou vivir. Sempre se definiu como home do rural, tendo un grande aprecio por Parderrubias. Viña case tódolos días dende Ourense no coche de liña cando xa estaba xubilado e dende que lle faltou a súa muller Esther.
Don Isolino Camba. Fotografía cedida por José Luis Camba
A súa tarefa en Parderrubias non se cinguiu só o seu labor educativo, senón que abrangueu tódalas frontes e abrazou todas aquelas causas que contribuíran a mellorar a calidade de vida daquel pobo que xa fixera de seu, aínda que algunhas lle trouxeran máis dun desgusto e algunas críticas inmerecidas como cando se fixo a concentración parcelaria, da que foi verdadeiro impulsor. Daquela foi nomeado representante da Irmandade de Labradores e Gandeiros na Concentración Parcelaria de Parderrubias para levala a cabo, segundo consta en escrito de dita Irmandade do 26 de maio de 1973. Críticas que soubo levar sempre sen lugar para xenreira nin rancor.
Don Isolino xogou un papel importantísimo como dinamizador cultural da Parroquia sendo un piar imprescindible para a construción do Tele-Clube de Parderrubias xunto co párroco Don Manuel Rúas (a quen adicamos a Entrada 8 de este Blog, outubro 2015, https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/10/10/e8-don-jose-manuel-fernandez-ruas-impulsor-de-la-modernidad-de-parderrubias-por-manuel-outumuro-seara/), sendo él o Vicepresidente e Tesoureiro. Da súa relevancia dá conta a prensa da época como se pode ver na entrevista que lle fixeron no xornal La Región o 18 de setembro de 1970 (Entrada 16 neste Blog: https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/12/08/e16-se-cumplen-50-anos-de-la-fundacion-del-teleclub-de-parderrubias/). Do mesmo xeito se implicaba en todas aquelas formas de expresión cultural que promovía xunto cos párrocos de quenda, en especial co xa citado Don Manuel Rúas, Don Ramón, Don Hermesindo, e con todos aqueles curas veciños da parroquia cos que el tanto conversaba e apreciaba sempre. Así a nosa parroquia era coñecida daquela pola realización de obras de teatro, comidas populares, concursos, excursións, beléns polo Nadal, cabalgatas de Reis Magos, etc. dando boa conta delo a abundante reportaxe fotográfica que existe ao respecto e se publica neste Blog.
Acto social con Don Aurelio Grande, Don Manuel Rúas e Don José Quintas. Fotografía cedida por José Luis Camba
Don Isolino era unha persoa activa, pero discreta. Non era amante do protagonismo nin da adulación, e percuraba as cousas ben feitas. Implicado socialmente, era dos que prefería empurrar no carro a ir na fura dianteira. Así emocionábase cando recordaba que foran capaces de levar a auga dende a Fonte á porta da Igrexa, para que especialmente as mulleres e nenos, non tiveran que ir buscala ao río. Daquela compremetéuse a ir tódolos días a prender e apagalo motor da Fonte ata que por fin ideou un sistema tipo “boia” para que se fixera dun xeito automático. Do mesmo xeito tamén foi o verdadeiro impulsor dun dos acontecementos máis importantes da parroquia, como foi o da chegada da luz eléctrica. Delo dá conta o documento de data 29 de decembro de 1954 onde figura como a persoa que solicita a “Sociedad General Gallega de Electricidad, S. A.” un orzamento para obter dito servizo. Actuaría como Secretario da Xunta Veciñal presedida polo Párroco, durante todo proceso que rematou a finais de 1957, sendo inaugurada a liña eléctrica mailo trasnformador polo Gobernador Civil da provincia. De todo elo gardou celosamente toda a documentación, hoxe en poder do seu fillo.
Orzamento do ano 1954 para a electrificación de Parderrubias. Fotografía cedida por José Luis Camba
Croquis da primeira rede eléctrica de Parderrubias no ano 1957. Fotografía cedida por José Luis Camba
Home profundamente crente, mais non beato, considerábase un cristián de base, cuns valores morais e humanos moi enraizados e interiorizados, e sempre na procura de axuda e servizo aos demais. Era o padriño de tódalas confirmacións levadas a cabo na Parroquia e a sua presencia era habitual nas Primeiras Comunións. Aínda lembro e o estou vendo tamén, cando eu era neno, tódolos domingos á tarde subir polo Outeiro camiño da casa do Tio Basilio para asealo e atendelo ata que morreu.
Primeira Comunión. Fotografía cedida por José Luis Camba
Primeira Comunión. Fotografía cedida por José Luis Camba
Primeira Comunión. Fotografía de Don Manuel Rúas cedida por Manuel Outumuro Seara
Visita do Señor Bispo Don Angel Temiño para levar a cabo Confirmacións. Fotografía cedida por José Luis Camba
Non rexeitaba ningún reto sempre que fora en prol da procura do ben común. Foi Concelleiro no Concello de A Merca durante un breve espazo de tempo xa na época final do franquismo. A pesares desa breve e obrigada experiencia nunca quixo militar en ningún partido político. Sempre foi moi celoso e reservado coas súas ideas, pero sempre respectuoso coas dos demais foran as que foran. Relata o seu fillo Xose Luís que como pai era esixente con él mesmo e cos demais, non amante da improvisación nin de deixar “cabos soltos”. Para él, despois da familia, a preparación e o compromiso era o primeiro e o traballo tiña que ser ben feito ou non ser. Non era home de tabernas, nin de papatorias, nin luxos. Na sua mocidade tivo os seus “pinitos” como granxeiro emprendedor, cunha pequena granxa caseira de pitos que él mesmo atendía. O seu verdadeiro hobby xa de xubilado era a súa horta con invernadoiro incluído, onde investía o seu tempo e onde o veu buscar a morte unha tarde de abril de 2001.
O guión estaba escrito, marchou tal e como era. Dun xeito natural, sinxelo, na súa casa,sen amolar, sen ostentacións, paiseniñamente sen facer ruído, orgulloso dos seus e coa tranquilidade e sosego do deber cumprido. O traballo quedaba rematado e ben rematado como a él sempre lle gustaba. A sementeira dera os seu froitos. Que cada quen os administre como mellor lle conveña. Para todos aqueles que tivemos a grande sorte de telo como Mestre e de tratalo como persoa permítome despedirme tal e como adoitabamos facelo ao rematar a xornada escolar “USTED LO PASE BIEN, SEÑOR MAESTRO”.
Panxoliña do alumno Adolfo Outumuro. Curso escolar 1961/62. Fotografía cedida por José Luis Camba
P.D. O meu agradecemento o seu fillo Xosé Luís, en primeiro lugar, por facilitarme e deixarme mergullar na valiosísima documentación que dispón e garda celosamente. E en segundo lugar polo seu ofrecemento para que a Parroquia de Parderrubias poida disfrutar daqueles documentos ou obxectos que o Señor Mestre conservou relativos á escola e ao noso pobo. Considero que debiamos empezar a traballar para buscarlle un lugar axeitado para sua exposición e disfrute e non perder así a memoria e legado que él deixou e sin o cal hoxe a historia de Parderrubias seguramente se escrebería de xeito distinto.
VERSIÓN EN CASTELLANO
Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego
Recuerdo como si fuese ayer aquella mañana del mes de septiembre de hace más de medio siglo, cuando sobre las espaldas de Celso de la Señora Alicia llegué al Trabazo y fui presentado a la sociedad educativa por un “…quien le toque a Manoliño va a tener que vérselas conmigo”. Al poco tiempo de llegar, y por arte de magia, comprobé con asombro que todos aquellos niños que allí estaban recogían sus peonzas y, sin pestañear, se dirigían a la puerta de la escuela. Habían divisado al Señor Maestro subir por el sendero de la Cueva con su paso lento y majestuoso envuelto por el humo del Ducados. Éste fue mi primer contacto con aquel hombre que marcó mi trayectoria vital, así como el futuro de aproximadamente otros 115 niños y niñas de Parderrubias que tuvimos la gran suerte de estar en sus manos. El primer niño que figura en la lista de alumnos matriculados, que fue elaborando curso tras curso y que celosamente conserva su hijo Luis, es Manuel Grande Fernández (curso escolar 1957/58) y el último José Grande Atrio (curso escolar 1978/79).
Datos biográficos
Después de investigar en su historia, y sin ánimo de ser su biógrafo, pero sí con la intención de recordar y poner en valor su trayectoria vital, trataré de recuperar para el imaginario colectivo de nuestro pueblo su figura, como maestro y como persona.
Don Isolino en los inicios de su vida académica. Fotografía cedida por José Luis Camba
Don Isolino nació el 15 de enero de 1913 en Loiro (Concello de Barbadás), siendo el más joven de siete hermanos pertenecientes a una familia del mundo rural gallego formada por labriegos y emigrantes en América. Estudia Bachillerato en el Instituto de Instrucción Pública de Ourense (actual IES Otero Pedraio), en donde llegó a ser Profesora su hija María José Camba. Posteriormente, realiza estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Maestros de Ourense, finalizándolos en el año 1931 de manera brillante con tan solo 18 años, convirtiéndose de facto, y sin pretenderlo, en un Maestro de la República, hecho que marcará su devenir personal y profesional. Don Isolino solía recordar con nostalgia su primer destino como Maestro Interino en la Escuela de Rosen (Celanova). Obtiene la plaza de Maestro y es nombrado Maestro Nacional en el año 1933. Un año más tarde, y ya iniciada su carrera profesional como titular definitivo de la Escuela de Montelongo, se incorpora a filas, sorprendiéndole la Guerra Civil prestando servicio militar en la Comandancia Militar de A Coruña. Una vez finalizada la contienda en el año 1939 se incorpora de nuevo, como Maestro propietario de la plaza, a la Escuela de Montelongo. Eran tiempos muy difíciles para muchos docentes. Las represalias de la dictadura sobre aquellos docentes formados en la época de la República no se hicieron esperar. Así, en 1940 Don Isolino fue expedientado con suspensión definitiva de empleo y sueldo. Suspensión fundamentada única y exclusivamente en el hecho de que durante su época de estudiante había formado parte de una asociación cultural y sindical de maestros. Afortunadamente esta persecución solo tuvo consecuencias en el campo profesional y no en el personal, ya que las propias autoridades gubernativas y educativas de la época revisaron dicha resolución, siendo conmutada la pena por dos años de sanción con traslado forzoso fuera de la provincia y con cinco años de inhabilitación para cargos directivos y solicitud de traslado. De esta manera tuvo que marcharse a un pueblo de la provincia de A Coruña (Lestelle, en el Concello de Outes), en donde estuvo ejerciendo desde 1942 hasta 1948. En 1942 contrae matrimonio con Josefa Seara Garrido, que fallece un año después con tan solo 36 años. Una vez finalizada su sanción, en el año 1948, regresa a Ourense y se casa con Esther (hermana de Josefa), con quién tiene dos hijos: María José y José Luis. Es destinado a la Escuela de Santa Baia de Anfeoz (Concello de Cartelle) en donde, según las Actas, llegó a tener 67 alumnos con edades entre 6 y 14 años, permaneciendo allí durante nueve años, hasta que en 1957 permuta la escuela de Santa Baia con Don José Martínez («O Co»), maestro en Parderrubias en ese momento.
Curso escolar 1966/67. Fotografía cedida por José Luis Camba
Comienza así su etapa en la Escuela de Parderrubias, en donde ya tenía establecida su residencia familiar, permaneciendo de manera continuada como vecino y como maestro de niños, y posteriormente también de niñas, al unirse las aulas en el curso escolar 1970/71, hasta julio de 1980, fecha en la que cierra la Escuela Unitaria de Parderrubias, siendo trasladado al Grupo Escolar de A Merca. Es nombrado Director de este Grupo Escolar, manteniéndose como docente desde el curso 1980/81 hasta su jubilación en octubre de 1982. Tenía entonces 69 años y dejaba la labor docente después de 50 años de servicio. Siguió viviendo en Parderrubias hasta que muere su esposa Esther. Don Isolino fallece en el año 2001 a la edad de 88 años, después de pasar sus últimos años entre Ourense y Parderrubias.
Don Isolino Camba, una vez jubilado. Fotografía cedida por José Luis Camba
Tuve la fortuna de intimar con él, ya jubilado, como consecuencia de la doble vecindad, tanto en Parderrubias como en Ourense, en donde vivía con su hija María José. Pero sobre todo tuve la oportunidad de conocerlo mejor a partir de la puesta en marcha de la Asociación de Veciños de Parderrubias en el año 1993, lo que dio lugar a muchas reuniones. Posteriormente seguimos en contacto ya que para mí sus apreciaciones y consejos fueron inestimables, los cuales siempre dejaba flotando en el aire, sin imponer nada, para que uno los emplease cuando fuese preciso. En ese etapa no solo redescubrí al Señor Maestro sino que también conocí a la persona. A ambos, maestro y persona, me permito dedicarle las siguientes líneas.
El Maestro
Desde un punto de vista profesional su trayectoria fue impecable, aunque en un principio estuviese marcada, como la de tantos otros maestros, por la dictadura franquista. En la Escuela de Parderrubias, y ya asentado en su residencia, pudo desarrollar su tarea docente de una manera brillante y eficaz. Como Maestro formado en la República bebió en las fuentes reformadoras de la “Escuela Nueva” que aplicaba métodos pedagógicos novedosos y que, lamentablemente, con posterioridad en la formación de la dictadura, se redujeron a la máxima de que “la letra con sangre entra”, máxima que él procuraba moderar, adaptándola a las características de sus alumnos. Según se desprende de sus propias estadísticas, más de un 80% del alumnado obtuvo el Título de Estudios Primarios entre el año 1958 y 1966, en el que se implantó la Educación General Básica (E.G.B.). Alcanzó idénticos resultados con la nueva ley educativa, a pesar de tener ratios de 31 alumnos de Primero hasta Octavo de E.G.B. (curso escolar 1978/79).
Estadísticas del alumnado realizadas por el propio Don Isolino. Fotografía cedida por José Luis Camba
Escuela Mixta de Parderrubias. Curso escolar 1974/75. Fotografía cedida por José Luis Camba
Escuela Mixta de Parderrubias. Curso escolar 1976/77. Fotografía cedida por José Luis Camba
Era suficiente con su autoridad intelectual y moral para mantener la disciplina y el orden sin tener que recurrir al castigo físico. Únicamente lo usaba en contadas ocasiones y de un modo proporcional, siendo en todo caso siempre menos agresivo y contundente al que nos podrían haber aplicado nuestros padres. Su respeto y cariño por la naturaleza hacía que uno de los castigos más duros fuera el de «¡póngase de rodillas con los brazos en cruz mirando hacia la pared!» cuando descubría que alguno de nosotros había deshecho un nido para coger los huevos o había hecho un lazo para cazar a los pájaros que daban de comer a sus crías. No obstante, muchos de nosotros en esa época, ya teníamos castigo suficiente bebiendo todos los días la leche en polvo con grumos del Plan Marshall que por turnos removíamos antes del recreo. Los que estudiamos con Parvulario y con las Enciclopedias Álvarez podíamos presumir de aquellos cuadernos de caligrafía con letra de molde hecha con pluma de mojar en el tintero, que para desesperación de uno siempre se hendía al final del dictado. Cuadernos de los que algún ejemplar guarda su hijo José Luis y que junto con otros materiales de un valor incalculable deberemos darle algún día acomodo adecuado. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que todos aquellos alumnos que pasamos por sus manos recibimos una formación académica y humana de un alto nivel, muy superior al promedio. Esto queda suficientemente acreditado con el elevado número de niños y niñas que pudimos proseguir los estudios, la mayoría de niños en el Seminario de Ourense.
Esta excelente labor académica, junto con su actitud de entrega y cariño hacia su profesión, que traspasaba lo exigible, pudiendo comprenderse desde una entrega vocacional, no solamente era reconocida por los propios compañeros sino también por sus superiores. Así, se hizo merecedor de varios premios traducidos en “votos de gracia” que otorgaban las autoridades educativas a propuesta de los informes de la Inspección, en donde siempre se elogiaba su labor educativa, finalizando casi todos con un “…resta felicitar una vez más a este ejemplar Profesor como premio merecido”. En 1963 la Escuela de Parderrubias obtiene el sexto puesto de la sexta edición del Concurso La Mejor Escuela en el que participaron 237 escuelas de toda la provincia.
Premio otorgado a Don Isolino en la década de los 50 por su labor docente desarrollada en la Escuela de Parderrubias. Fotografía cedida por José Luis Camba
Informe Inspección de la Escuela de Parderrubias en el Curso escolar 1960/61. Fotografía cedida por José Luis Camba
En el año 1964, la Escuela obtiene un premio en metálico de 10.000 pesetas, que recibe Don Isolino de manos del Ministro de Educación Nacional en Pontevedra. Ya en la etapa democrática, en el año 1981 (un año antes de jubilarse), el Ministerio de Educación y Ciencia, y a propuesta de la Delegación e Inspección Educativa de Ourense, le condecora con la Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, galardón que por su prestigio está únicamente al alcance de unos pocos. Según el Real Decreto que regula su concesión, este galardón “se destina a premiar a personas físicas y jurídicas, así como a entidades tanto españolas como extranjeras, que se distinguirán por sus méritos contraídos en los campos de la educación, ciencia, cultura, docencia e investigación y que prestaran servicios destacados tanto en España como en el ámbito internacional”. Don Isolino nunca presumió de tal reconocimiento, lo cual dice mucho de su carácter reservado, sencillo y humilde.
Concesión de la Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. Fotografía cedida por José Luis Camba
Tal como me comentó tiempo después, y corrobora su hijo José Luis, uno de los reconocimientos que le hizo más ilusión fue el pequeño homenaje que, a través de la Asociación de Veciños de Parderrubias, le brindaron en el año 1995 sus antiguos alumnos, quienes organizaron una cena en el Restaurante Conde de A Merca, a cuyo término se le hizo entrega de una placa conmemorativa.
Cena homenaje en el año 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Cena homenaje en el año 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Placa conmemorativa del homenaje celebrado el 14 de julio de 1995. Fotografía cedida por José Luis Camba
Fue una verdadera pena cuando en el año 1997 se pensó en él para darle su nombre al Grupo Escolar de A Merca, propuesta que por diversas vicisitudes no fue adelante, siendo denominado Joaquina Gallego Jorreto, Inspectora de Zona, persona sin vinculación con nuestro Concello, rechazándose así la propuesta del Grupo Municipal al que yo pertenecí, que pretendía que el nombre del Centro fuese Isolino Camba Casas o el de algún otro personaje vinculado a nuestro Concello.
La persona
Si su trayectoria profesional fue brillante, no lo fue menos su implicación en aquella sociedad rural que le tocó vivir. Siempre se definió como un hombre del rural y tuvo un gran aprecio por Parderrubias. Una vez jubilado y con la ausencia de su esposa Esther venía casi todos los días desde Ourense en el coche de línea.
Don Isolino Camba. Fotografía cedida por José Luis Camba
Su labor en Parderrubias no se limitó únicamente a su labor educativa, sino que abarcó todos los frentes, abrazando todas aquellas causas que contribuían a mejorar la calidad de vida del pueblo que ya hiciera suyo, a pesar de que algunas le supusiesen más de un disgusto y algunas críticas inmerecidas, como cuando se hizo la concentración parcelaria, de la cual fue el verdadero impulsor, siendo nombrado representante de la Irmandade de Labradores e Gandeiros de la Concentración Parcelaria de Parderrubias, según consta en escrito de dicha hermandad de 26 de mayo de 1973. Críticas que supo llevar sin odio ni rencor alguno.
Don Isolino tuvo un papel fundamental como dinamizador cultural de la Parroquia, siendo un pilar imprescindible en la construcción del Tele-Club de Parderrubias junto al párroco Don Manuel Rúas (al cual hemos dedicado la Entrada 8 de este Blog, octubre 2015, (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/10/10/e8-don-jose-manuel-fernandez-ruas-impulsor-de-la-modernidad-de-parderrubias-por-manuel-outumuro-seara/), ostentando los cargos de Vicepresidente y Tesorero. De su relevancia da cuenta la prensa de la época como se puede apreciar en la entrevista que le realizó el diario La Región el 18 de septiembre de 1970 (Entrada 16 de este Blog: https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/12/08/e16-se-cumplen-50-anos-de-la-fundacion-del-teleclub-de-parderrubias/). Del mismo modo se implicaba en todas aquellas formas de expresión cultural que se encargaba de promover conjuntamente con los párrocos de la época, en especial con el ya citado Don Manuel Rúas, Don Ramón y Don Hermesindo, así como con todos los curas vecinos de la parroquia con los que él conversaba y apreciaba tanto. Así, nuestra parroquia era conocida en aquellos años por la representación de obras de teatro, comidas populares, concursos, excursiones, belenes por Navidades, cabalgatas de Reyes Magos, etc., dando buena cuenta de ello la abundante documentación fotográfica que existe al respecto y que aparece publicada en este Blog.
Acto social con Don Aurelio Grande, Don Manuel Rúas y Don José Quintas. Fotografía cedida por José Luis Camba
Don Isolino era una persona activa, pero discreta. No era amante del protagonismo ni de la adulación, y buscaba las cosas bien hechas. Implicado socialmente, era de los que prefería empujar el carro a ir en la delantera. Por ello se emocionaba al recordar que habían sido capaces de llevar el agua desde la Fuente a la puerta de la Iglesia para que sobre todo las mujeres y los niños no tuvieran que ir a buscarla al río. En aquel momento se comprometió a ir todos los días a encender y apagar el motor de la Fuente hasta que un día ideó un sistema tipo “boya” para que se pudiese hacer de un modo automático. Del mismo modo también fue el verdadero impulsor de uno de los acontecimientos más importantes que vivió la parroquia: la llegada de la luz eléctrica. De este hecho histórico da cuenta el documento fechado el 29 de diciembre de 1954 en donde Don Isolino figura como la persona que solicita a la “Sociedad General Gallega de Electricidad, S. A.” un presupuesto para conseguir dicho servicio. Durante todo el proceso de electrificación del pueblo, el cual remató a finales de 1957, Don Isolino actúo como Secretario de la Junta Vecinal presidida por el Párroco, siendo inaugurados la línea eléctrica y el transformador por el Gobernador Civil de la provincia. De todo ello guardó celosamente toda la documentación, hoy en poder de su hijo.
Presupuesto del año 1954 para la electrificación de Parderrubias. Fotografía cedida por José Luis Camba
Croquis de la primera red eléctrica de Parderrubias en el año 1957. Fotografía cedida por José Luis Camba
Hombre profundamente creyente, pero no beato, se consideraba un cristiano de base, con unos valores morales y humanos muy enraizados e interiorizados, y siempre buscando la ayuda y el servicio a los demás. Era el padrino de todas las confirmaciones realizadas en la Parroquia y su presencia era habitual en las Primeras Comuniones. Le recuerdo, siendo yo niño, subiendo por el Outeiro camino de la casa de Tío Basilio para asearlo y atenderlo hasta su fallecimiento.
Primera Comunión. Fotografía cedida por José Luis Camba
Primera Comunión. Fotografía cedida por José Luis Camba
Primera Comunión. Fotografía cedida por Manuel Outumuro Seara
Visita del Señor Obispo Angel Temiño para llevar a cabo Confirmaciones. Fotografía cedida por José Luis Camba
No rechazaba ningún reto siempre que fuese en pro del bien común. Fue Concejal del Ayuntamiento de A Merca durante un breve espacio de tiempo en el periodo final del franquismo. A pesar de esa breve y obligada experiencia nunca quiso militar en ningún partido político. Siempre fue muy celoso y reservado acerca de sus ideas, pero siempre respetuoso con las de los demás, fueran las que fuesen. Relata su hijo José Luis que como padre era exigente con él mismo y con los demás, no le gustaba ni la improvisación ni dejar “cabos sueltos”. Para él, después de la familia, la preparación y el compromiso eran lo primero, y el trabajo debía ser bien realizado, de lo contrario no era trabajo. No era hombre de tabernas, ni de comidas, ni de lujos. En su juventud hizo sus pinitos como granjero emprendedor, con una pequeña granja casera de pollos que él mismo atendía. Su verdadero hobby, ya una vez jubilado, será su huerta con invernadero incluido, en donde invertía su tiempo y en donde lo vino a buscar la muerte una tarde de abril de 2001.
El guión estaba escrito, se fue tal como era. De una manera natural, sencilla, en su casa, sin molestar, sin ostentaciones, lentamente, sin hacer ruido, orgulloso de los suyos y con la tranquilidad y el sosiego del deber cumplido. El trabajo quedaba rematado y bien rematado, tal como a él siempre le gustaba. La siembra había dado sus frutos. Que cada quien los administre como mejor le convenga. De todos aquellos que tuvimos la enorme suerte de tenerlo como Maestro y de tratarlo como persona, me permito despedirme tal y como acostumbrábamos hacerlo al finalizar la jornada escolar: “USTED LO PASE BIEN, SEÑOR MAESTRO”.
«Panxoliña» del alumno Adolfo Outumuro. Curso escolar 1961/62. Fotografía cedida por José Luis Camba
P. D. Mi agradecimiento a su hijo José Luis, en primer lugar, por facilitarme y dejarme sumergir en la valiosísima documentación de la que dispone y guarda celosamente; y, en segundo lugar, por su ofrecimiento para que la Parroquia de Parderrubias pueda disfrutar de los documentos y objetos que el Señor Maestro conservó relacionados con la escuela y nuestro pueblo. Considero que deberíamos empezar a trabajar para buscarle un lugar adecuado para su exposición y disfrute, y de este modo no perder la memoria y el legado que él dejó, sin el cual hoy la historia de Parderrubias con total seguridad se escribiría de modo diferente.
Once de noviembre. Ourense honra a San Martiño. El día de San Martiño aparece en el calendario asociado a la llegada del frío y al inicio de la época de las matanzas de cerdo (“A todo porco lle chega o seu San Martiño”). Pero, sobre todo, San Martiño significa magosto o exaltación de la castaña, una de las fiestas tradicionales más populares de toda la provincia ourensana. El refranero gallego así lo acredita: “Polo San Martiño, castañas e viño” y “Castañas, noces e viño son a ledicia de San Martiño”. En el magosto se asan castañas, se degusta el vino nuevo, se comen chorizos. Y todo ello, a ser posible, al aire libre, en el monte. El magosto es sinónimo de hogueras en el monte, alrededor de las cuales se reúnen los amigos. Los montes de Ourense se llenan de fuegos mágicos que delatan la preparación de purificadoras brasas que servirán de lecho a los aquenios que posteriormente serán degustados tanto por vivos como por muertos. Porque el magosto es mágico, el magosto se impregna de tradiciones ancestrales de los celtas, en las que ambos mundos interactúan, el nuestro y el de los que se han ido, pero vuelven.
Su origen se remonta, como otras muchas tradiciones de Galicia, a la Cultura Celta. Los celtas no tenían grandes templos y muchas de sus ceremonias tenían lugar en el monte. El magosto se hace en el monte. A principios de noviembre, con la fiesta de Samaín, se celebraba el fin de las cosechas, inaugurándose oficialmente el invierno, el inicio de la época oscura, la apertura del año nuevo y la intercomunicación entre el mundo de los vivos y el de los muertos. En Samaín, el 1 de noviembre, los celtas encendían el primer fuego, el origen de todos los fuegos. Las castañas se asaban sobre una gran hoguera visible desde todos los puntos (Mandianes, 2006). Como ocurrió con otras muchas fiestas paganas, la celebración del magosto acabó cristianizándose con la festividad de Todos los Santos (1 de noviembre) o la de San Martiño (11 de noviembre). Por ello, ambas jornadas son días de magostos. En Ourense, probablemente debido a que las castañas tardan más tiempo en secarse que en otros lugares de Galicia, el día del magosto por excelencia es el día de San Martiño.
El magosto requiere de dos elementos indispensables: fuego y castañas. El uso de las castañas como alimento básico de supervivencia se remonta al Paleolítico, pero serán los romanos quienes se encarguen de generalizar su consumo entre la población gallega y, por tanto, la propagación de las plantaciones de castaños, especialmente por todo el interior de Galicia. Sin duda, una de las estampas más bellas de la provincia de Ourense la dibujan sus “soutos”: bosques de castaños. Todo pueblo, toda aldea, del interior de Galicia tiene su “souto”. Bien dice el refrán que “Polo San Martiño vai ver o teu soutiño”. En Parderrubias no podía ser menos, aunque algunos hayan ya desaparecido, como el que se ubicaba entre los pueblos de Barrio y O Outeiro a principios del siglo pasado, y que llegó a acoger maniobras militares y misas de campaña, La tradición dice que cuando un “souto” está al lado de un camino, las castañas que a él caen, no se recogen, son de los pobres y los peregrinos.
La castaña está presente en Galicia desde hace miles y miles de años, aunque serán los romanos los que extienden su cultivo. A partir del siglo XVIII, la patata y el maíz traídos de América hacen que la castaña pierda parte de su relevancia en la alimentación de los gallegos. El magosto trata de reivindicar ese protagonismo perdido.
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El término “magosto” probablemente tenga su origen en el vocablo Magnus Ustus (gran fuego) o tal vez Magnum Ustum (carácter mágico del fuego). Básicamente, el magosto consiste en encender una gran hoguera, a ser posible perceptible desde cualquier punto del entorno, que permita obtener una buena cantidad de brasas sobre las que se puedan asar, las costillas de cerdo, los chorizos y las castañas, y todo ello regado con el vino nuevo que semanas atrás ya dejó de fermentar. A todo esto se unen los cuentos, las leyendas, las risas, los cánticos y la música. ¿Quién no entonó al ocaso de las castañas asadas y el vino, y ya degustando la purificadora queimada, aquello de “vivir en Ourense qué bonito é, andar de parrando e dormir de pé” o un “ai Pepiño adiós, ai Pepiño adiós, ai Pepiño, por Dios non te vaías”? Las castañas deben pincharse antes de ser colocadas sobre las brasas, aunque siempre alguna acabará explotando en la cara de quien las remueve, hecho que obviamente es celebrado de forma efusiva por el resto de comensales.
Magosto de 1979Magosto de 1982
Es habitual que una vez degustadas las castañas, los comensales se tiznen las caras unos a otros, canten, bailen y salten sobre el fuego. No faltan supersticiones relacionadas con la celebración, especialmente relativas al carácter sagrado del fuego: no se puede escupir sobre él, no se puede echar ningún resto sobre él y no se puede, bajo ningún concepto, apagar el fuego, las brasas deberán apagarse solas, pues las ánimas las necesitarán esa noche para calentarse. Es costumbre también dejar algunas castañas entre las brasas para alimento de los espíritus. ¿Y las que nos comemos? Por cada castaña que nos comemos liberamos un alma del purgatorio.
Magosto de 1980
En Parderrubias, al igual que en muchas parroquias cercanas, e independientemente de las celebraciones particulares -es habitual que en cada casa se hagan magostos familiares en la “lareira” a lo largo de todo el mes de noviembre-, desde hace más de dos décadas se viene celebrando un magosto popular que reúne a todos los vecinos de la Parroquia en torno a las castañas. El sábado más próximo a San Martiño todos aquellos que tienen vinculación con la Parroquia se congregan para dar culto a las castañas y al fuego. La churrascada, a base de costillas y chorizos, da paso a las castañas asadas, todo ello regado con vino de la nueva cosecha. Una queimada purificadora y protectora contra maleficios y malos espíritus clausura el banquete. En una primera época, el evento tenía lugar al anochecer y se celebraba en A Carretera. Posteriormente, pasó a hacerse en el pueblo de A Iglesia y, finalmente, debido al elevado número de asistentes volvió a la Carretera, teniendo lugar a mediodía y alargándose hasta bien entrado el anochecer.
Queimada en el Magosto de 2012
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En una época previa a esta celebración popular, allá por la década de los años 80, los jóvenes del pueblo ya nos reuníamos en el monte, al frío atardecer de noviembre, allá en O Trabazo, a celebrar el magosto, alargando la velada hasta bien entrada la noche, a la espera de que las últimas brasas diesen calor a aquellos espíritus con los que habíamos compartido las horas de una gélida noche.
Magosto año 1982
Como epílogo a este texto de aprendiz de etnografía de magostos, cito textualmente al gran antropólogo ourensano Florentino Cuevillas:
“Dirédesme que os follatos murchos das viñas son sinal da morte que o inverno trae consigo. Dirédesme que o magosto é o final do froito dos castiñeiros; e teredes razón; mais teredes que confesar que as viñas trocadas en xardín son ben belidas, e que as castañas se queiman entre risas e entre amores. Porque na nosa terra, astra a morte ten engado. E se non o credes, vinde ver a Galicia, no mes de San Martiño” (Prosas Galegas, 1948).
La festividad del Corpus Christi tiene su origen en la ciudad de Lieja, convirtiéndose en una fiesta universal de la Iglesia Católica en el año 1264 por orden de Urbano IV, siendo fijada en el jueves siguiente a la octava de Pentecostés. Desde el primer momento la celebración giró en torno a una procesión eucarística. Existe evidencia de que en España se comenzó a celebrar en el siglo XIII, difundiéndose ya por todo el territorio gallego durante los siglos XV y XVI. En Ourense la festividad data su inicio en el año 1437 (González Montañés, 2002).
Dice el refranero español que “tres jueves hay en el año que relucen más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. El Corpus Christi constituye una de las celebraciones más importantes que la Iglesia Católica conmemora durante el año, en la cual se rinde culto a la Eucaristía. Tiene lugar el jueves posterior a la celebración de la Santísima Trinidad, la cual se celebra el domingo siguiente al de Pentecostés; es decir, el Corpus tiene lugar 60 días después del Domingo de Resurrección. Actualmente, en la mayor parte de España, la celebración se trasladó al domingo siguiente, salvo en algunas poblaciones como Granada, Sevilla o Toledo, por ejemplo. Destaca de forma muy significativa el Corpus de Granada, pues fueron los mismos Reyes Católicos quienes lo instauran como Fiesta Mayor de la ciudad hace ya más de 500 años, procesionando ese día una espectacular Custodia, regalo de Isabel la Católica a los granadinos.
Por lo que respecta a Parderrubias, la festividad del Corpus Christi probablemente se venga celebrando desde el momento en que se generalizó en toda Galicia allá por el siglo XVI. Existen evidencias fotográficas y periodísticas de su celebración a principios del siglo pasado. Así, una fotografía realizada por Manuel Garrido (Os Escultores) en esa época muestra la Procesión a la altura del Trabazo presidida por varios candelabros y numerosos estandartes y pendones.
Procesión de Corpus en el primer tercio del siglo XX. Fotografía de Manuel Garrido cedida por Mesón Labrego
El 29 de mayo de 1942, el diario ourensano La Región publicaba la siguiente crónica sobre la inminente festividad del Corpus en Parderrubias:
“El día 3 del próximo mes de junio se celebrarán en esta localidad los tradicionales festejos de Corpus, que durarán varios días. Amenizarán los festejos las afamadas bandas de música de Sobrado del Obispo y Souto Penedo, al mando del director don Antonio Valdés. También habrá animadas verbenas. El día cuatro, festividad del Santísimo Christi, se celebrará una misa solemne a toda orquesta en la Iglesia Parroquial con asistencia de las autoridades locales. El Padre don José Sueiro pronunciará un sermón. Este mismo día saldrá la procesión del Corpus que recorrerá las principales calles de la villa. Existe gran animación en todo el pueblo. Durante los festejos se disparará profusión de fuego fijo y volador”.
Cabe suponer, por tanto, que la celebración del Corpus ha estado asociada desde hace muchas décadas a las fiestas parroquiales de Parderrubias. Actualmente es la fiesta más importante que se celebra en la Parroquia. Se conmemoran también, aunque a menor escala, la Fiesta del Rosario a principios de octubre y la Festividad de la Patrona, Santa Eulalia (Olaia), en diciembre. Antiguamente se celebraba también la Fiesta del Sagrado Corazón, dos domingos después del día de Pentecostés.
Hasta el año 1990, la festividad se celebraba en jueves, por lo que las fiestas parroquiales del Corpus tenían lugar durante dos días: jueves (día de Corpus) y viernes (refestexo). Desde 1990, se celebran las “vísperas” el sábado y el día grande, el domingo. En esa víspera tienen lugar actividades deportivas, juegos infantiles y alguna otra actividad lúdica como, por ejemplo, el concurso de tartas que se recuperó en el año 2015 o el de pinchos que celebró su primera edición en 2016.
Carrera de bicicletas Fiestas del Corpus. Fotografía cedida por Xulio Outumuro
Concurso de tartas Fiestas del Corpus 2015. Fotografía cedida por María Grande Rodríguez
Concurso de pinchos Fiestas del Corpus 2016. Fotografía cedida por María Grande Rodríguez
El día previo a la celebración del Corpus, en torno al mediodía, se dispara un buen surtido de bombas y cohetes anunciando los días grandes de la Parroquia. Era común, que los niños corriésemos detrás de las varillas de los fuegos, superando muros, matorrales o cualquier otro obstáculo que se nos interpusiese, y así hacer el mayor acopio de ellas con el fin de demostrar quién era más agudo y veloz en estos avatares. Antiguamente, en las vísperas del Corpus, una de las tradiciones era la visita del “Tío Servando” con un rebaño de corderos (“años”) y cabritos que iba sacrificando a demanda de los vecinos, sobre el mismo terreno, para el banquete del día siguiente. La víspera de Corpus, por la tarde, también llegaban a las casas los roscones encargados, hechos con huevos caseros que se reservaban durante días para que el obrador los emplease para dicho fin. Las mujeres acometían también ese día la preparación de una buena cantidad de rosquillas caseras, tradición que se sigue manteniendo a fecha de hoy.
En el día de Corpus se engalanan con banderas españolas y gallegas los balcones de las casas por donde pasa la procesión, y se alfombran las calles con espadañas y flores para el paso de la Custodia. A mediodía se oficia una solemne misa cantada que termina con la procesión, en la que el cura lleva la Custodia bajo palio, desde la iglesia hasta el Cruceiro do Trabazo. El cortejo es acompañado durante todo el trayecto de ida y vuelta por el repique constante de las campanas de la iglesia, los sones de una banda de música y el disparo continuo de bombas y fuegos de artificio. El repique de campanas (tocar las campanas a “repenicado”) es un arte que no está al alcance de cualquiera, requiriéndose experiencia y destreza, pues se hace sin imprimir movimientos a las campanas, sino con las manos (véase Campanas de Parderrubias… cuando os oigo tocar). Ese día celebran su Primera Comunión los niños de la Parroquia, quienes dan un colorido especial a la procesión.
Salida de la Procesión de Corpus del año 1981. Fotografía cedida por Merche Grande Gallego
Procesión de Corpus del año 1981. Fotografía cedida por Merche Grande Gallego
Procesión de Corpus del año 1981. Fotografía cedida por Merche Grande Gallego
Primeras comuniones en la Procesión de Corpus del año 1975
Primeras Comuniones en la Procesión de Corpus del año 1986
Procesión de Corpus del año 1996. Fotografía cedida por Modesto Madarnás
Procesión de Corpus del año 1996. Fotografía cedida por Modesto Madarnás
Finalizado el acto religioso los vecinos con sus respectivos invitados se reúnen en torno a la mesa -que ese día habitualmente se queda pequeña- a degustar un excelente y copioso banquete. Por la tarde tiene lugar el baile amenizado por alguna orquesta, banda de música, charanga o grupo musical. Antiguamente, la fiesta tenía lugar en O Trabazo, al lado de la escuela, en donde se reunían todos los vecinos e invitados a disfrutar de la orquesta de turno, a bailar y a tomar en el Auto Bar alguna cerveza San Martín o El León, alguna copa de licor café o alguna Mirinda. El interés de los niños estaba centrado en las “rosquilleiras”. Así, una figura en torno a la cual giraba gran parte de nuestra atención era “A Garabasia” de Bentraces. Recuerdo el sueño de “hacernos mayores” comprando y disparando petardos, o la ilusión que provocaba abrir aquellos sobres llenos de soldados de plástico que nos transportaban literalmente a otros mundos. Con el paso de los años, el espacio del Trabazo se quedó pequeño y la fiesta se trasladó al Campo de Fútbol en donde se llegó a construir un palco de obra para ubicar a las orquestas. En este lugar, las orquestas tradicionales y las bandas de música poco a poco fueron dejando paso a modernos y magnos espectáculos como el que brindó la orquesta París de Noia en los años 2010 y 2012. Los tiempos cambian.
González-Montañes, J. I. (2002). Teatro y espectáculos públicos en Galicia. De los orígenes a 1670. Recuperado de http://www.teatroengalicia.es/corpus.htm, el 31 de octubre de 2015.