Por Juan Carlos Sierra Freire
Los cruceiros constituyen, sin lugar a duda, una de las manifestaciones más típicas de la arquitectura popular gallega (de hecho, están protegidos como patrimonio artístico-cultural). Se estima que existen en torno a 12.000 a lo largo de toda la geografía de la Comunidad. En el Concello de A Merca, Araújo Iglesias en el año 1997 cataloga 16 cruceiros: uno en Corvillón, tres en Entrambosríos, uno en Faramontaos, uno en A Manchica, dos en Parderrubias, uno en Olás, uno en Pereira de Montes, tres en Vilar de Paio Muñiz-A Merca y tres en Zarracós.
El cruceiro es una cruz de piedra, de dimensiones variables, que se coloca en el cruce de caminos, atrios y en lugares cercanos a iglesias, ermitas o cementerios. «Suele alzarse sobre una plataforma con peldaños y tiene esculpido el crucifijo y, frecuentemente además, la Piedad o Quinta Angustia» (RAE). Según Araújo Iglesias (1997), está formado por una plataforma, un pedestal, el fuste, el capitel y la cruz. Todos estos elementos están claramente identificados en los cruceiros de Parderrubias.
«Se levantan sobre una plataforma compuesta por varias gradas de sillería. Sobre ellas va un pedestal en un solo cuerpo, normalmente liso, aunque no siempre. Pegada a la base, va en algunos casos, una mesa de piedra destinada a colocar las imágenes de santos (o también la custodia del Santísimo, cuando se trata de la procesión del Corpus). El fuste que encaja en el pedestal viene a ser una vara de formas prismático-octogonales o cilíndricas; puede ser simple sin adornos, o llevar aditamentos decorativos. El capitel resulta muy difícil de clasificar, pues responde mucho a la capacidad imaginativa de los autores. La parte mas sustantiva del cruceiro es, naturalmente, la cruz. En el anverso se representa a Cristo crucificado, que puede ir solo o acompañado. El reverso puede ir limpio, pero casi siempre lleva una representación, teniendo preferencia la imagen de la Virgen María» (Araújo Iglesias, 1997, p. 280).
Según Castelao (1950), lo correcto sería denominar «cruceiro» a la cruz solitaria y «calvario» a monumentos con episodios de la pasión de Cristo. Es decir, a lo que comúnmente denominamos en Parderrubias O Cruceiro de O Trabazo, es es realidad un Calvario. El propio Castelao alude al cruceiro como una «oración de piedra» o un «perdón del cielo». El cruceiro es un objeto sagrado, así como el lugar en el que se encuentra, pues actúa como instrumento de sacralización y cristianización. Por ello, según Araújo Iglesias (1997), se ubican en los cruces de caminos que eran lugares de superstición y de viejos cultos, en los mismos caminos con la finalidad de proteger a los caminantes, en el campo de la feria o en el mercado para proteger a los animales e, incluso, en lugares en los que se había producido alguna muerte violenta, con el fin de evitar que las almas errantes de las víctimas pudiesen hacer daño a los transeúntes. Sus orígenes se sitúan en plena Edad Media (siglo XIV), alcanzando su mayor auge y esplendor entre los siglos XVII y XIX.
En Parderrubias destaca un bello calvario, ubicado en O Trabazo, formado por un conjunto de tres cruceiros y un altar en el del centro. A este lugar llega todos los años la procesión de Corpus Christi, función que cumplen muchos cruceiros de este tipo en Galicia. En el siglo XIX existía un Calvario o Viacrucis (serie de cruces) que iba desde la iglesia parroquial hasta este monumento de cruceiros de O Trabazo. Se cuenta que su final fue trágico. Un Párroco de esa época intentó vender todas esas cruces que formaban el Calvario en contra de la opinión de sus feligreses, quienes mostraron una férrea oposición a ello. La noche anterior a ser retiradas por el supuesto comprador, los vecinos las rompieron. El conjunto de Cruceiros de O Trabazo fue restaurado en el año 2008. En las dos primeras fotografías -cedidas por Manuel Outumuro Seara- se puede observar su estado antes de esta restauración, mientras que en las siguientes vemos su estado actual.
Como hemos comentado, un enclave habitual de los cruceiros gallegos son las encrucijadas de caminos con el fin de proteger a los caminantes. El cruceiro ubicado en O Alcauzo podría responder a esta función, al situarse en la bifurcación del camino que conduce a la iglesia Parroquial y el que lleva a O Alcauzo.
Entre o cruceiro vou indo
e del non me sei volver.
Somos terra de cruceiro,
somos coroa esquecida,
somos bágoa d'outro peito.
(María Mariño, 1963).
Referencias
Araújo Iglesias, M. A. (1997). A Merca. Antropoloxía dun Concello Galego. Ir Indo Edicións.
Castelao, A. (1950). As cruces de pedra na Galiza. Editorial Nós.