Categoría: Años 40

<strong>Las Hijas de María de Parderrubias</strong>

Las Hijas de María de Parderrubias

Por Juan Carlos Sierra Freire

Entre los muchos cometidos que el párroco don Manuel Belvis llevó a cabo en Parderrubias, mientras estuvo al frente de la feligresía desde 1859 a 1894, destaca la creación de la Cofradía de las Hijas de María en 1871. En ese año se puede leer de su puño y letra en el Libro Parroquial un “suplico a mis dignos sucesores la sostengan con celo para la gloria de la Inmaculada Virgen María y pureza de vida de las jóvenes doncellas de la parroquia”. Sin embargo, como ha ocurrido con otras muchas tradiciones ancestrales de la parroquia -en el año 2021 se han cumplido 150 años de su fundación- el tiempo acabó relegando la Hermandad al olvido y únicamente algunas personas mayores guardan en su memoria a las doncellas que daban luminosidad con sus velos blancos a muchas celebraciones religiosas que tenían lugar en la parroquia.

Las Hijas de María eran agrupaciones de mujeres jóvenes que se constituían con tres fines: (1) honrar a la Virgen María, (2) alcanzar la propia santificación, imitando a María y (3) promocionar el apostolado en los contextos familiar y social próximos. En los actos religiosos significativos usaban velo blanco y, en algunos casos, túnica blanca con ceñidor. Además, portaban una medalla con la imagen de la Inmaculada Concepción.

En España, el 17 de diciembre de 1861, por disposición del papa Pío IX, se había establecido la Archicofradía de las Hijas de María en la iglesia de Santa Clara de Barcelona, que tenía la potestad de agregar a todas aquellas cofradías que lo solicitasen a lo largo y ancho del Reino, haciéndolas partícipes de las indulgencias y gracias concedidas por el Sumo Pontífice. La Archicofradía y todas sus Cofradías se integraban a su vez en la Archicofradía Primaria y Universal de Santa Inés de Roma. El 12 de enero de 1871 se agrega a la Archicofradía de Barcelona la Asociación de Hijas de María de Santa Eulalia de Parderrubias, y así consta en documento firmado por el director don Mariano de Segarra. El 27 de julio, la diócesis de Orense acepta la fundación de la Cofradía, nombrando director de esta al párroco don Manuel Belvis.

La Cofradía de Parderrubias estaba organizada en coros. En concreto, el año de su fundación se constituyeron cuatro coros con 31 mujeres cada uno de ellos. Cada una de las doncellas tenía asignado un día del mes . Así, el primer coro fundacional incluía las siguientes jóvenes, muchas de ellas hermanas de sangre: Antonia Pascual (O Outeiro), Gregoria Pascual (O Outeiro), Brígida Pascual (O Outeiro), Bernardina Pascual (O Outeiro), Engracia Pascual (O Outeiro), María Dolores Sierra (O Outeiro), María Socorro Casas (O Outeiro), Josefa Eulalia Casas (O Outeiro), Modesta Justo (O Outeiro), Bernardina Justo (O Outeiro), Filomena Justo (O Outeiro), Generosa Garrido (O Outeiro), Dominga Garrido (O Outeiro), Ramona Garrido (O Outeiro), María Concepción Grande (O Outeiro), Beatriz Outumuro (O Outeiro), Felicidad Pascual (Barrio), María Victoria Grande (Barrio), Encarnación Grande (Barrio), María  Iglesias (Barrio), Benita Iglesias (Barrio), Luisa Garrido (Barrio), Benita Sampedro (Barrio), Carmen Sampedro (Barrio), Generosa Fernández (Barrio), María Pilar Fernández (Barrio), Genoveva Fernández (Barrio), Carmen Mansa (Sandiás), Encarnación Mansa (Sandiás), Ana María Sulvencia (Sandiás) y Rosa Campelo (Sandiás).

La Cofradía participaba de manera activa en todas las celebraciones religiosas que tenían lugar en la parroquia, como era el caso de la celebración del Jueves Santo, pero cobrando especial relevancia en todas aquellas relacionadas con la Virgen. También estuvieron presentes en actos fuera de la propia parroquia, como así ocurrió en la multitudinaria celebración del XIII Centenario de la Unidad Católica, promovido por los Carlistas, que tuvo lugar el 30 de mayo de 1889 en As Maravillas:

Cuando estaba ultimándose la colocación de personas y cosas, un gran murmullo nos hizo mirar hacia la izquierda, y era procedido de la llegada del nunca bien ponderado señor Abad de Parderrubias, capitaneando una gruesa procesión precedida de varios coros de Hijas de María, montado en su yegua, y permaneciendo en este estado hasta dejar unida su gente a la que ya estaba colocada” (José Álvarez, El Siglo Futuro, 11 de junio de 1889). 

La Cofradía Hermanas de María de Santa Eulalia de Parderrubias estuvo activa hasta bien entrado el siglo XX, y así lo atestiguan sus registros de 1915 en los que nos encontramos con cuatro coros, así como las informaciones de personas que aun hoy viven y que fueron testigo de los actos de las doncellas de blanco allá por los años cuarenta. El Primer Coro de 1915 estaba formado por 21 mujeres del pueblo de A Iglesia (Rosa Sierra, Luzdivina Sierra, Francisca Sierra, María Outumuro, Aurora Outumuro, Encarnación Outumuro, Cristalina  Sueiro, Dominga Seara, Juana Seara, Isolina Seara, Josefa Seara, Ester Seara, Rosa Seara, Eusebia Pascual, Concepción Pascual, Carmen Pascual, Ángela Fernández, Bernardina Fernández, Josefa Seara, Nieves Iglesias y Encarnación Seara ) y diez de Nigueiroá (Jovita Rodríguez, Josefa Rodríguez, Clarisa Pascual, Juana Pazos, Piedad Fernández, Pilar Fernández, Ramona Fernández, Celsa Fernández, Hortensia Fernández y Josefa Mouriño).

Como ha ocurrido con otras muchas tradiciones de la parroquia de Parderrubias, el paso del tiempo acabó con la actividad de la Cofradía, quedando únicamente documentos que la acreditan y recuerdos perecederos de aquellas personas que la vieron profesar de manera activa. La petición del cura don Manuel Belvis a «sus dignos sucesores» cayó en el olvido de los tiempos.

Nota. Gran parte de la información recogida en este artículo proviene del Libro Parroquial de Santa Eulalia de Parderrubias, depositado en el Archivo Histórico Diocesano de Ourense, a cuya Dirección y Personal agradecemos todas las facilidades brindadas para su consulta.

La Casa Rectoral de Parderrubias

La Casa Rectoral de Parderrubias

Por Juan Carlos Sierra Freire

Cuando el pasado mes de agosto leía en un periódico local ourensano que el Obispado de Ourense poseía más de cuatrocientas rectorales en estado de semi abandono -llegando a contar en tiempos mejores con seiscientas prósperas viviendas a lo largo y ancho de toda la provincia- me vino a la mente el esplendor con la que brilló durante décadas la de Parderrubias. En el recuerdo queda su patio, testigo mudo de múltiples tareas rurales cotidianas. Sus anchos muros, a cuyo abrigo se resguardaban los parroquianos durante las animadas tertulias previas y posteriores a la misa dominical y de fiestas de guardar, fueron testigos callados de múltiples hechos, algunos de ellos luctuosos, como los disparos que sonaron una calurosa noche de junio de 1936 y que a la postre acabarían con la vida del párroco don Alfonso Losada. En sus dependencias se criaban cerdos y se almacenaban cosechas de buenas patatas y mejores cereales, mientras que del horno ubicado en el patio salían crujientes hornadas de pan. Tratando de rescatar del olvido a nuestra Casa Rectoral se ha planteado este artículo contextualizado en las primeras décadas del pasado siglo, cuando el edificio fue objeto de obras y reformas, por parte de sus huéspedes.

En sus casi tres siglos de existencia, la Casa Rectoral fue objeto de múltiples y diversas reformas hasta su demolición a finales del pasado siglo. En este artículo nos centraremos en las que se llevaron a cabo desde los años cuarenta hasta los sesenta, época durante la que estuvieron al frente de la parroquia don José Rodríguez Barreiros (“O Cura Vello”) y don Manuel Fernández Rúas.

El origen

La Casa Rectoral de Parderrubias fue construida a principios del siglo XVIII. En 1709 se hacía cargo de la parroquia don Francisco Álvarez, regentándola durante 17 años. Sería durante su permanencia entre nosotros cuando se edificó la Rectoral, haciéndose cargo de los gastos de la obra el propio cura. Este hecho avala la hipótesis de que la actual iglesia parroquial, construida en 1765, fue levantada sobre una antigua pequeña iglesia existente hasta ese momento, pues cabe pensar que la Casa Rectoral se construyese al lado del templo. A su fallecimiento, don Francisco deja la casa para disfrute de sus sucesores, bajo el encargo de que rogasen a Dios por su alma. Entendemos que, hasta esa fecha, los párrocos vivían en alguna casa próxima a la iglesia.

Antes de las fechas que son objeto de estudio de este artículo, estando inmersa España en plena guerra civil, el 15 de abril de 1937, el Visitador Diocesano llama la atención al cura don Juan Estévez, en su visita a la parroquia, para que resolviese de la mejor forma posible “lo referente a la parte nueva de la casa de abajo”, pues las paredes habían repisado por falta de solidez en los cimientos, con riesgo evidente de colapsar si no se tomaban las medidas oportunas. Un maestro de obras dio la siguiente solución al problema: colocar columnas resistentes para sujetar las vigas del balcón, una en el vértice y otra en el centro de la parte que daba al oeste; de este modo se repartiría el peso entre las columnas y la pared. Las obras darían buen resultado, pues las paredes no repisaron más.

Reforma de 1942

En la década de los cuarenta, recién llegado a la parroquia el cura don José Rodríguez Barreiros, la Rectoral fue objeto de una importante reforma que quedó registrada en los libros parroquiales. Las obras se llevaron a cabo por iniciativa de don José Garrido González (uno de los hermanos de la casa Os Escultores) y los jornales se pagaron a 20 pesetas. La escalera que había en el exterior se trasladó al interior de la casa. Se abrió una puerta principal que comunicaría los pasillos de la sala y el comedor, y otra puerta en la cocina nueva. Se abrieron ventanas nuevas en la sala, en el comedor -en donde además se ensanchó la que había- y en la habitación contigua a la cocina. Toda estas puertas y ventanas nuevas se construyeron con cemento y fuertes barras de hierro en los dinteles. A las ventanas que daban al exterior se las dotó de vidrieras de castaño y en las contras se colocaron planchas de hierro en medio de la madera para mayor seguridad. No se escatimaron gastos en colocarles porlones, bisagras, cerrojos y pestillos de buena calidad, a pesar del elevado coste que tenía el hierro.

El piso de madera se hizo completamente nuevo, repasando todos sus pontones y vigas, poniendo algunos de ellos nuevos. Se colocó cielorraso nuevo de madera machembrada, sin quitar el antiguo. Todos los tabiques y divisiones interiores eran de tablón especial machembrado. Se hizo un retrete nuevo, sin demoler el antiguo. Se reparó todo el tejado, asegurándose que no quedase ni una sola gotera en toda la casa.

Se hizo una galería nueva con tres bastidores al oeste y uno al sur, para lo que fue necesario primero nivelar el balcón, pisándolo de nuevo en gran parte y reforzándolo con pontones nuevos, y segundo levantar el techo veinte centímetros. Esta obra de la galería, cuyo coste ascendió a 500 pesetas, la sufragó el propio párroco, no siendo objeto del canon al que sometieron las obras, pues tal como dejó escrito “la hice para comodidad mía y la de mis sucesores”.

Para llevar a cabo estas reformas de la Rectoral, José Garrido y Hermanos (Os Escultores de Parderrubias) pusieron a disposición del párroco un camión para trasportar cemento, cal, arena, madera, etc. Parte del cemento y de la cal que tenían en reserva lo cedieron para la reforma, y regalaron las barras y planchas de hierro, así como la columna del balcón. Además, adelantaron el dinero que necesitaba el cura para hacer frente a los diferentes gastos ocasionados por las obras.

Los costes de la obra tuvieron una cuantía de 6.610,75 pesetas: 2.681,55 en gastos de madera, 2.261 en jornales, 1.170,80 en materiales de construcción y 497,40 en ferretería. A estos gastos se hizo frente con 2.106 pesetas provenientes de un canon de 434 pesetas no invertidas por el anterior párroco, de un canon de 75 pesetas durante 18 meses a 50 pesetas anuales, de los pinos regalados por los feligreses valorados en 1.442 pesetas y de los donativos de José Garrido y Hermanos (100 pesetas), Adolfo Garrido (50 pesetas) y Manuel Pascual Domuro (5 pesetas). El párroco hizo frente a la cantidad restante de 4.504,75 pesetas, que se le iría descontando en las reformas de los años venideros.

Obras de 1946

De mayo de 1942 a abril de 1946 se puso un canon de 100 pesetas anuales para hacer frente a los gastos de la Rectoral. En estos años se hicieron pequeñas obras por un coste total de 470 pesetas. Un cantero arregló durante tres días la portada y el muro de la huerta. Se arregló el techo del alpendre colocándole tres puntales de castaño y retejándolo por completo, para lo que se emplearon cien tejas nuevas. Un carpintero trabajó durante dos días para arreglar el techo y piso del balcón contiguo a la galería. Se colocó cielorraso de madera machembrada en la puerta de la galería y cocina. Finalmente, en el patio de la Rectoral se hizo un horno nuevo de ladrillo, cuyo coste ascendió a 200 pesetas.

Las cuentas de la parroquia, incluidos los gastos de las obras de la Rectoral, serían auditadas por los Visitadores que levantaban acta de la visita. A modo de ejemplo, reproducimos la de 1946:

Vistas y examinadas las cuentas anteriores, las aprobamos conforme a derecho, y le reconocemos un alcance de cuatro mil ciento treinta y cuatro pesetas con setenta y cinco céntimos, de las que se indemnizará en años sucesivos sin desatender las necesidades de la casa”.

Situación de la Casa Rectoral en 1961

A finales de 1961, don José Rodriguez Barreiros abandonaba la parroquia de Parderrubias como consecuencia de su debilitado estado de salud. Al final de su estancia en la Rectoral, los Visitadores diocesanos realizan una minuciosa inspección de esta para valorar su estado en ese momento. Ejercía de visitador el párroco de San Andrés de Proente y de Regulador del Arciprestazgo de A Merca el cura de San Pedro de A Mezquita. Lo primero que destacan en su visita es la falta de blanqueo general y de retoques de las paredes, obligaciones estas del cura saliente. Faltaban cristales en diez y ocho vidrieras: las que daban a la cocina vieja, la que daba a la iglesia, etc. Además, todas sus contras estaban muy deterioradas por claro abandono de estas. A las de la cocina nueva les faltaban las contraventanas. Las puertas de las cuadras demandaban arreglos importantes, especialmente las de los cerdos, que estaban inservibles. En general, el estado de la casa era “muy regular” en palabras de los Visitadores. Quedaba una cocina empotrada muy gastada y con el horno roto, que fue tasada en quinientas pesetas. La instalación eléctrica, incluido el contador, fue valorada en mil pesetas. La parte de la casa que daba a la carretera, y que había sido mal reformada en 1928 por 2.637 pesetas, se encontraba inservible, por lo que se utilizaba como trastero.

Reformas de 1966 y 1967

La antigua galería que se había construido recién llegado don José Rodríguez Barreiros a la parroquia se encontraba muy deteriorada y se había quedado pequeña. La Rectoral necesitaba una dependencia acogedora, por lo que la galería fue remodelada totalmente, haciéndola mucho más espaciosa al integrar en ella el paso que había hasta la cocina. La antigua galería fue completamente demolida y se construyó la nueva a partir de una planchada de hormigón, dotándola de gran solidez. Se elevó el techo para darle suficiente luminosidad y se techó con teja plana. La obra tuvo un coste de 34.647 pesetas, de las que veinte mil fueron aportadas por el Obispado; la cantidad restante la puso el ecónomo de la parroquia don Manuel Fernández Rúas. La relación de gastos incluía dos facturas de la tienda de Paulino Sierra por un importe de 13.001 pesetas, adquisición de madera en la fábrica de Os Escultores y compra de diferentes materiales de construcción (columnas, viguetas, terrazo, etc.). Tres operarios cobraron jornales por un importe de 8.950 pesetas.

En 1967 se construye un salón parroquial en la parte sureste del patio, después de derribar una parte de la casa que estaba en peligro de derrumbe. Peligro que se mantuvo hasta el final de sus días, pues la amenaza de colapso únicamente pudo ser solucionada con el triste final de su derribo. Tal como se puede apreciar en las siguientes fotografías, el lugar de la antigua Casa Rectoral es ocupado en la actualidad por una edificación a la que vamos a calificar simplemente de funcional y que en 2017 pasó a denominarse Local Social don Isolino Camba.


Nota. La fuente de información principal para la elaboración de este artículo fueron los libros parroquiales conservados en el Archivo Histórico Diocesano de Ourense, a cuya Dirección y Personal hace llegar el agradecimiento el autor.

Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Historia de Parderrubias a través de sus párrocos

Por Juan Carlos Sierra Freire

Los primeros registros parroquiales que se conservan de la Parroquia de Santa Eulalia de Parderrubias (o Santa Baia, como así aparece en los libros parroquiales) se hallan en un Libro de Fábrica del año 1562. Era el año en que Carlos I de España y V de Alemania abdicaba del trono. En 1564 se encuentran los registros con los primeros vecinos bautizados, y en 1565 y 1567 los primeros casamientos y enterramientos, respectivamente. La primera lista de vecinos confirmados data del año 1590.

A lo largo de estos casi 500 años, la parroquia de Parderrubias fue regida por numerosos párrocos. Aunque su cuantificación exacta es prácticamente imposible -sobre todo, antes del siglo XVI-, un examen detallado de todos los libros parroquiales, así como de documentos previos a estos, nos ha permitido elaborar una lista lo más completa posible de los curas que estuvieron al frente de la parroquia, y que ya fue publicada en su momento en el Blog de Parderrubias. En este artículo trataremos de contextualizar el paso de estos clérigos por la parroquia y precisar, con el mayor detalle posible, su vida y sus obras.

Aunque los primeros nombres de párrocos registrados en los libros parroquiales datan del siglo XVI, en el Libro de Notas del Regidor Álvaro Afonso del año 1434 ya se hace alusión al clérigo rector de la Iglesia de Parderrubias, don Gonçalvo Afonso; y, en 1435, diversos documentos redactados por notarios aluden a clérigos de Parderrubias, entre ellos a don Juan Fernández. En esa época existía una pequeña iglesia, en donde ya se honraba a Santa Eulalia.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XVI

Durante buena parte del siglo XVI, la presencia eclesiástica en el mundo rural no era tan intensa como lo sería en los siglos venideros. En general, los edificios parroquiales sufren bastante abandono -en Parderrubias no existía todavía una casa rectoral- y los vecinos se limitaban a ir a misa los domingos y a cumplir con el precepto pascual. Antes del Concilio de Trento, hubo intentos por parte de algunos obispos por dignificar el clero, mejorando por ejemplo el nivel cultural de los párrocos, con el objeto de diferenciarlos del campesinado (Saavedra, 1991).

En el año 1562, la parroquia de Parderrubias estaba conformada por 25 feligreses, al frente de los cuales estaba don Gregorio Prado, cura que sería reemplazado en 1564 por don Francisco Casullo. Desde 1565 a 1575, la parroquia fue regida por el fray don Blas González, cuyo puesto pasaría a ocupar, durante 20 años, don Juan García, desde 1576 hasta 1596, año de su fallecimiento, siendo enterrado en la antigua iglesia de Parderrubias. A su muerte, dejó el encargo de una importante obra pía para estudiantes pobres en Huércanos (La Rioja), pueblo en el que había nacido en 1530.

Durante los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII -en concreto, desde 1597 hasta 1624- será don Gaspar Feijoo quién rija los destinos parroquiales. En esta época ya estaban activas en la parroquia la Cofradía de Santa María Magdalena y la Cofradía de San Miguel; esta última tenía su centro de acción en la capilla de San Miguel de Solveira.

Siglo XVII

El siglo XVII en Galicia se caracterizó por hambrunas provocadas por el exceso de lluvias que llevaban emparejadas multitudes de epidemias. Son numerosas las rogativas registradas en las distintas Diócesis para que dejase de llover. Entre 1693 y 1695 se vivió el período más dramático en cuanto a número de fallecidos (Saavedra, 1991). En Parderrubias, como en el resto de Galicia, predominaban las pequeñas propiedades que los propios campesinos trabajaban.

Según Gallego Domínguez (1973), en 1649, el Ayuntamiento de Orense notifica a los boticarios la necesidad de disponer de medicinas para hacer frente a las enfermedades y a la peste, dándoles un plazo de veinte días para cumplimiento de la norma, so pena de 20 ducados por cada medicina hallada en falta. En 1650 se ordena el control de las puertas a la ciudad mediante guardas y alguaciles con el fin de defenderse de las epidemias.

Con o sin episodios de peste, el problema casi endémico de la comarca era el hambre. En verano de 1674, la situación se describe como la mayor miseria jamás experimentada por la falta de productos del campo durante cuatro años seguidos, pues los campesinos no recolectaban más que para pagar rentas e impuestos, y para sembrar. En 1677 se pide a todos los pueblos que instauren como fiesta de guardar a San Roque y a San Sebastián, como abogados de la peste, o al menos digan una misa cantada con su rogativa.

El hambre, endémica en toda esta época, se agrava por la guerra de separación de Portugal. Ourense, por ser zona fronteriza, aparte del sostenimiento de tropas, soporta las penetraciones enemigas con quemas, talas, robos, etc. El 6 de abril de 1681 se decide embargar los cereales de los eclesiásticos y seglares. Sin embargo, a finales de mes, es tal la necesidad, que los pobres se mueren en los caminos. En 1697 y 1698 el hambre se recrudece, lo que obliga al Obispo Damián Cornejo a ordenar la apertura de las tullas de los monasterios de Oseira, Montederramo, Xunqueira, Celanova y Ribas de Sil con el fin de que los campesinos pudiesen comer.

En nuestra parroquia, desde 1655 hasta 1672 está a su frente don Miguel Gómez Mayor. En 1673, don Lorenzo Gómez Pizarro es nombrado párroco y ejerce dicha función durante 29 años, hasta 1702, año en que fallece. Comenzó a servir a la parroquia sin haber recibido las Ordenes Mayores. En su primer año de ejercicio, el 2 de octubre de 1673, funda una de las cofradías con mayor arraigo en la parroquia: la Hermandad del Santo Rosario. Con el paso de los años, probablemente cayese en inactividad o se exigiese una renovación de su constitución, pues el 16 de mayo de 1806, don José Díaz, vicario de la Orden de los Dominicos, concede licencia y facultad para instituir una Hermandad del Rosario en la parroquia de Parderrubias, como respuesta a una solicitud hecha para tal fin.

En 1673 también se funda la Cofradía de San José, de la que hay registros hasta 1856. Bartolomé Sierra -antepasado del autor de este trabajo- fue su mayordomo en el año 1798, haciéndose cargo ese año de la gestión de 266 reales y diez céntimos, parte de los cuales fueron gastados en una misa cantada, y en la compra de cera y aceite para las lámparas de la iglesia. Entre las obras de don Lorenzo destaca la fundación de un Vínculo con encargo a Pedro Iglesias, de O Valdemouro, de seis misas rezadas, que debían decirse los días de San José, San Antonio de Padua, San Benito (11 de julio), San Lorenzo, Inmaculada Concepción y Santa Eulalia. Los descendientes de Pedro siguieron haciéndose cargo de las misas por casi doscientos años, hasta que el 26 de abril de 1888 fueron redimidas por el obispo de Ourense don Cesáreo Rodríguez.

Siglo XVIII

A partir del trabajo de Sierra Fernández (2018), podemos afirmar que, en general, la calidad de vida de los vecinos de Parderrubias a lo largo del siglo XVIII fue muy pobre. En toda la comarca no existía ni una sola escuela, ni una farmacia, no había médico alguno ni comercio. La única industria reseñable eran dos modestos molinos de río para la producción de harina, situados en el regato, que Sierra Fernández (2016) denomina río Boutureira, conocido en la actualidad por Cavada do Lobo. Por tanto, la supervivencia de las familias de Parderrubias pasaba obligatoriamente por trabajar duramente y subsistir a base de la agricultura y la ganadería. La mayor parte de las tierras eran latifundios de la nobleza o comunales, siendo muy escasas las propiedades individuales. Entre los artesanos de Parderrubias durante el siglo XVIII destacan las 32 mujeres tejedoras propietarias de otros tantos telares. A la dura vida que les tocó a nuestros antepasados contribuyó en gran medida la enorme carga tributaria a la que estaban sometidos. Según Sierra Fernández (2018) eran “muchos y muy variados”, estimando que unidos a los sufragados al clero, suponían un 25-50% de las cosechas de cada familia. Entre 1670 y 1740 fueron habituales las revueltas de campesinos que se negaban a pagar las elevadas rentas forales al Monasterio de Celanova. La que tuvo lugar entre 1723 y 1725 acabó siendo sofocada con la ayuda militar, valiéndose de ejecuciones y destierros.

Durante esta época la imagen del párroco era básicamente la de un abad autoritario que dirigía prácticamente toda la actividad religiosa, sociopolítica y económica de la misma. Económicamente eran personas pudientes gracias a la riqueza que les proporcionaban los diestros y al cobro de los diezmos. Tomando como referencia el Catastro de Ensenada podemos saber, tal como indica Sierra Fernández (2018), que la parroquia de Parderrubias en el año 1752 había percibido en concepto de diezmos y otros tributos 50 fanegas de centeno, 18 de trigo, 65 de maíz, 25 de castañas y 1,40 de habas, 16 moyos de vino y 55 “afusais” de lino. A los diezmos había que unir las primicias para el sostenimiento de la Iglesia. En Parderrubias pagaban este impuesto únicamente las familias que tenían yugada, contribuyendo con 26 kilogramos de centeno y maíz menudo.

En 1702 el puesto dejado por don Lorenzo en la parroquia es tomado por el fray don Martín Pizarro, ocupándose de los feligreses hasta 1704. En la primera década del siglo XVIII, los párrocos se van sucediendo rápidamente en la vacante, permaneciendo muy pocos años en su puesto: don Benito Míguez Araújo desde 1704 a 1705, don Francisco Soto de 1705 a 1706 y don Gregorio Altamira desde 1706 a 1709. Será ya en 1709 cuando don Francisco Álvarez se ponga al frente de la parroquia, permaneciendo en ella durante 17 años. Su obra más destacable es la construcción de la Casa Rectoral, haciéndose cargo él mismo de los gastos de la obra. En 1726, antes de fallecer, escribe en el Libro de Fábrica que deja la Rectoral a sus sucesores con el encargo de que rueguen a Dios por su alma. A su muerte, la vacante es cubierta durante los años 1727 y 1728 por don Juan Diéguez y por Domingo Gallego.

En el período de 1728 a 1730, la Rectoral es ocupada por don Juan Navarro. A continuación, don Juan Pérez se hace cargo de la parroquia durante trece años (1730-1743), contando con la ayuda de otro cura que residía en Parderrubias: don Lorenzo Álvarez Movilla. Durante la década de 1743 a 1753, el párroco será don José Montes Villar. Uno de los períodos más relevante de la historia religiosa de Parderrubias es el comprendido entre 1753 y 1772, siendo párroco don Manuel Rodríguez. Durante su paso por la parroquia se reconstruye completamente la iglesia, edificio que llega hasta nuestros días. La pequeña capilla, en la que se honraba a Santa Eulalia, se transforma en la actual iglesia parroquial. La nueva iglesia data del año 1765 y será bendecida por el Sr. Obispo de Ourense, don Francisco Galindo Sanz, en 1766. Este obispo, aprovechando la expulsión de los Jesuitas en 1767, adquiere su antiguo colegio mayor y lo convierte en el Seminario de Ourense. El 24 de noviembre de 1765 con un coste de 9.400 reales se finaliza la construcción del cuerpo principal, la sacristía y el coro. En la descripción de Couselo-Bouzas (1933) se señala que mide 14 varas (1 vara = 0,84 metros) de largo, siete de ancho y seis de alto. Incluye tres arcos en el cuerpo o nave en forma de bóveda, uno en la entrada del crucero, dos arcos colaterales, cuatro ventanas en el cuerpo (dos de cada lado) y otras dos en la capilla cuyo formato es cuadrado con cubierta a varias aguas. Tres años después, en 1768, se concluyen los retablos de la iglesia parroquial, concretamente un retablo mayor y dos laterales. Tal como indica Couselo Bouzas (1933), los autores de dichos retablos fueron Manuel das Seixas y Juan Antonio Martínez, ambos vecinos de Vilanova dos Infantes, cobrando por dicha obra la cantidad de 7.500 reales. El retablo mayor ocupa toda la pared frontal e incluye ocho cajas para otras tantas imágenes: en la fila inferior situarían a San Benito y a San Antonio de Padua; en la de en medio a Santa Bárbara, Santa Lucía y Santa Eulalia (patrona de la parroquia); y, en la superior, se colocaría en primer lugar a una Virgen Dolorosa con el hijo en brazos, al pie de la cruz, acompañada de dos ángeles, uno con la corona de espinas y el otro con los clavos, y en segundo lugar, a San Francisco Javier con un crucifijo en la mano y a San Antonio Abad. Esta descripción de Couselo Bouzas (1933) no coincide con la distribución del retablo que el lector puede observar en la actualidad si visita la iglesia. Como otras muchas iglesias parroquiales, recibe bajo el pontificado de Clemente XIII (1758-1769) la indulgencia plenaria de Altar Privilegiado, tal como reza un rótulo al lado del altar mayor, aplicable al alma del purgatorio por la cual se celebra la misa.

Retirado don Manuel Rodríguez, la vacante es ocupada por don Felipe González y don Francisco Sanjurjo en los años 1772 y 1773. Estando don Francisco como cura, llama poderosamente la atención que prácticamente todos los bautizados en esos dos años recibieran como segundo nombre el de Francisco o Francisca (hemos podido constatarlo en 18 de los 22 bautizados), tal vez en honra al propio párroco.

A don Felipe y don Francisco le seguiría durante una década (1773-1784) don Vicente Portejo. Don Manuel Seara, natural de Sobrado do Bispo, ejerció de cura en la vacante de Parderrubias desde el 13 de noviembre de 1784 hasta abril de 1788. En su biografía destaca un serio conflicto que tuvo con el párroco de A Merca por el enterramiento de un fallecido. En 1785, un feligrés de Nugueira (lugar que, en esa época, pertenecía a la parroquia de Parderrubias) fallece en una casa de A Merca, dejando el finado dispuesto ser enterrado en Parderrubias. Sin embargo, el párroco del pueblo vecino, haciendo caso omiso de su voluntad, dio levantamiento al cadáver y lo enterró en el camposanto de A Merca, por lo que fue sancionado por el Prelado.

Desde 1788 hasta abril de 1791, la parroquia estuvo a cargo de don Francisco Domínguez Lobera, natural de Loiro. De 1791 a 1795 ejerció de cura ecónomo de la parroquia don Pedro Fernández. Finalmente, en abril de 1795 toma posesión de la feligresía don Miguel Cayetano Grande, natural del pueblo de A Torre (San Miguel de Soutopenedo), regentando la parroquia hasta el 11 de junio de 1828. Provenía de la parroquia de Santa María de Vilamaior, en el municipio de Baltar. Falleció estando al frente de la feligresía de Parderrubias y su entierro constituyó una gran ceremonia fúnebre, tal como se acredita en el Libro Parroquial:

En once de junio de mil ochocientos veintiocho murió asistido de los santos sacramentos de Penitencia, Eucaristía y Extremaunción Don Miguel Caetano Grande, cura Párroco de esta Parroquia de Sta. Eulalia de Parderrubias, y en el trece del mismo se le dio sepultura en la capilla mayor de la misma, con asistencia de más de cincuenta sacerdotes, con los que se le tuvo su entierro y honras; y en los días catorce, quince y diez y seis túvosele por su alma un Novenario con las misas correspondientes y asistencia de más de doce sacerdotes. Hizo Testamento judicial en el que dejó por sus testamentarios, herederos y cumplidores a Don Ignacio Boullosa, Cura Párroco de Santa Eulalia de Anfeoz, a Don Juan Benito Gil, Teniente cura de Santa María de Cougil y al infrascrito actual Teniente Cura de esta; a la conciencia de estos encomendó el puntual cumplimiento de su alma, dejando a su arbitrio lo dispusieron según lo hallaron por conveniente. Dijéronse por su alma quinientas sesenta y ocho misas, todas de estipendio de a cuatro reales; ofrenda de cuerpo presente lo que dijeron los cumplidores. Y que así conste, lo firmo. Felipe Sousa”.

Don Miguel Cayetano tenía un sobrino con el oficio de Escribano Real, es decir que podía ejercer su profesión en todo el Reino a excepción de aquellos lugares en que los hubiera numerarios. Falleció el 14 de septiembre de 1819 en la Casa Rectoral de Parderrubias y fue sepultado en el cuerpo de la iglesia:

En catorce de septiembre de mil ochocientos diez y nueve murió en esta Rectoral asistido de los Santos Sacramentos de Penitencia, Viático y Extremaunción, y más auxilios de nuestra Santa Madre Iglesia Dn. Francisco María Laxe y Grande, celibato, Escribano Real vecino residente en Sn. Miguel de Souto de Penedo, sobrino del actual suscribiente Abad de esta feligresía de Santa Eulalia de Parderrubias, confinante con la predicha de Souto de Penedo; y en diez y seis del mismo septiembre se dio sepultura a su cadáver dentro de la Capilla mayor de la Iglesia Parroquial de esta misma de Parderrubias en una de las sepulturas parroquiales con asistencia de cincuenta y uno Eclesiásticos Seculares y Regulares que cantaron Nocturno de Difuntos, Misa y Oficio de Sepultura con el demás Rito acostumbrado, y enseguida con los mismos Eclesiásticos se le tuvieron los dos Autos de honras con sus correspondientes misas, todo ello cantado con la debida solemnidad y además, sin embargo, de haberse cumplido en parte con lo dispuesto por el difunto, los mismos Sres. Eclesiásticos asistentes quisieron y voluntariamente le han cantado todos ellos otro cuarto Auto o vigilia con su misa. Había hecho Testamento Judicial en veinte y nueve de diciembre del año pasado de diez y ocho y posteriormente corrigió en diez y siete de Agosto del presente año, y en aquel dispuso que a su Entierro Tercio y Cabo de Año asistieran diez y ocho Señores Sacerdotes y cantasen vigilias, Misas y más de estilo con Diácono y Subdiácono y que con inclusión de estas Misas se le celebraran doscientas rezadas, de las cuales se aplicasen veinte y cuatro por el alma de su difunta tía Dña. Benita Antonia Grande y veinte y seis por las de los padres del testador, por cada uno trece, y las restantes por el Alma del mismo; y también se le dijesen otras nueve votivas, seis de ellas a Sn. Gregorio, una a Ntra. Sra. del Carmen, otra a la de Penedo en su propia Capilla sita en la parroquia de donde era vecino y otra al Santo Ángel de su Guarda; y entre otras cosas dispuso así mismo se le ofrendase con ofrenda mayor y menor y para aquella con una fanega de centeno y un carnero. Cumpliose con todas esas misas, entregose la limosna de ellas y encargándose de decirlas las Comunidades Religiosas de Santo Domingo y San Francisco de Orense, San Francisco de Ribadavia, los presbíteros Dn. Manuel Seara de Sobrado del Obispo, Dn. Manuel Vieira, Abad de Sn. Martín de Loiro y D. Juan Antonio Míguez, Teniento Cura en Vacante de la repetida de Souto de Penedo; y que conste de haberse cumplido correctamente lo dispuesto para el difunto testador lo firmo. D. Miguel Cayetano Grande”.

Siglo XIX

Los vecinos de Parderrubias, probablemente ajenos a los acontecimientos que tenían lugar a nivel nacional, se dedicaban a sus tareas agrícolas y ganaderas de mera subsistencia. Así, la crianza de cerdos para el autoconsumo o el cultivo del lino eran ejemplos de actividades que contribuían a ello. Una denuncia por robo en la casa de Francisco y María Outumuro, vecinos de Barrio, ante el Juzgado de Primera Instancia de Celanova, deja entrever los bienes que se podían guardar en una casa típica de Parderrubias de esa época. El robo había sido perpetrado en la noche del 16 de marzo de 1837 por una banda de una docena de hombres, que se llevan dos tocinos y parte de otro, con peso de 4-5 arrobas, cuatro lacones, dos “entrecostos” y un “lombelo”, una porción de mondongo, quince libras de unto nuevo y dos de viejo, tres libras de jabón, dos sacos de estopa, una sábana de lienzo nueva y otra usada, una mantilla de paño fino negro con su cinta casi nueva, una saya de bayeta azul fina nueva, tres varas de picote, un mandil nuevo, un dengue de paño azul fino nuevo, una camisa de hombre usada, dos manteles de mesa de alemanisco nuevos, y dos varas y media de somonte.

La vacante que deja don Miguel Cayetano será ocupada por don Felipe Sousa durante dos años, desde 1828 hasta mayo de 1830. Era natural de Santa Baia de Anfeoz y, anteriormente, había sido párroco de Vilamaior do Val -en la comarca de Verín- y de Acebedo -en la comarca de Celanova-; años más tarde tomaría posesión de la parroquia de Espinoso.

En mayo de 1830 llega a la parroquia don Francisco Folguerol, gobernando sus destinos durante 18 años, hasta marzo de 1848, fecha en la que fallece a los 89 años. Había sido párroco en Santa Cruz de Queixa y en Santa María de Rabal, ambas en el arciprestazgo de Os Milagres. Don Manuel Belvis se refiere a él como “un párroco muy celoso, principalmente en la asistencia a los enfermos, en la enseñanza de los niños, en la predicación y en el aseo de la iglesia”. Entre sus obras al frente de la parroquia, destaca la pintura de los tres retablos de la parroquial que habían sido construidos unos 65 años antes, concretamente en 1767. El retablo mayor se pintó con fondos de la Iglesia y los laterales con fondos del propio cura, a pesar de que en esa época ya no estaban vigentes los diezmos y su salario era más bien escaso. También regaló a la parroquia unas vinajeras de plata y sus correspondientes platillos. Durante cuatro años fue su coadjutor don Manuel Belvis, quien le tenía gran aprecio. En 1843 deja hecha una fundación de dos misas por Marcos Sampedro, que quedan redimidas el 5 de abril de 1883, es decir, cuarenta años después. Don Francisco fallecía, estando al frente de la parroquia, el 4 de marzo de 1848:

En el día cuatro de Marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho murió D. Francisco Folguerol, Abad que fue de esta Parroquia. Recibió el Sacramento de la Extremaunción solamente por haberle acometido un accidente de apoplejía que le privó del conocimiento por espacio de dos días. Fue sepultado en el Atrio de esta Iglesia junto a la puerta mayor el día seis, a cuyo entierro y honras asistieron más de treinta Señores Sacerdotes. Hizo testamento ante el Excmo. Dn. Santos de la Torre de Orense el día siete del mes de Agosto año de mil ochocientos treinta y ocho, y en el instituyó por su heredera y cumplidora a Dña. Isabel Ordóñez. Dispuso asistieran a su entierro doce Señores Sacerdotes y se aplicasen por su Alma trescientas Misas con otras obras de caridad que mandó y cumplió con esmero la referida testamentaria, la cual también tuvo por su cuenta nueve actos fúnebres por tres días consecutivos con asistencia de gran número de sacerdotes, y la misma heredera cumplió con las misas y todo lo más que en el testamento se expresa. Y para que conste lo firmo como Cura Ecónomo de esta Parroquia a nueve de marzo del año expresado. Antonio Barros”.

Don Antonio Barros ejerce de ecónomo de la parroquia desde 1848 a 1849. Era un religioso exclaustrado del Convento de Bon Xesús de Trandeiras, en la comarca de A Limia. Será reemplazado en el puesto por don Juan Ignacio Lumbreras.

Uno de los párrocos con una de las biografías más distintivas, tal vez sea don Juan Ignacio Lumbreras, cura que regentó la parroquia durante cinco años, desde 1849 hasta 1853. Llega a nuestra tierra desde el pueblo riojano de Calahorra, acompañando como paje en 1947 al recién nombrado obispo de Ourense, el navarro don Pedro José de Zarandía y Endara, quien venía curtido de la persecución liberal sufrida en la diócesis de Calahorra y La Calzada (La Cigüeña De La Torre, 2019). Fue nombrado párroco de Parderrubias, hallándose ordenado de Menores. Pronto enfermó y unas fiebres le hicieron regresar a su tierra en donde falleció. A pesar del poco tiempo que estuvo al frente de la parroquia, acreditó ser una persona muy piadosa y celosa de sus funciones, según don Manuel Belvis. La actual campana vieja de la iglesia está grabada con su nombre. También adquirió la imagen de la Dolorosa ubicada actualmente en uno de los laterales de la iglesia y mandó construir su camarín, así como el púlpito hoy desaparecido.

A don Juan Ignacio le sustituyó don Veremundo Domínguez, natural de Pereira de Montes, que ejerció de párroco de Parderrubias desde 1853 a 1857. En 1957 ocupará su puesto don Ramón Pérez Sampayo, que permanecerá en la parroquia hasta 1859. El primer bautizo que oficia será el de mi antepasado Felipe Sierra, hermano de mi bisabuelo Serafín.

El 6 de junio de 1859 toma posesión uno de los párroco más prolijos y activos de la parroquia: don Manuel Belvis, al que hemos dedicado un artículo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Su mandato duró 35 años, desde 1859 hasta 1894, año de su fallecimiento, siendo el más extenso de los párrocos registrados. Era natural de A Venda, en Soutopenedo. Llegaba a Parderrubias después de 13 años al frente de la parroquia de San Juan de Baños, en Bande. Desde 1842 venía actuando de coadjutor del párroco don Ignacio Folguerol. Había sido también ecónomo durante dos años de la parroquia de San Martín de Loiro. En su gran labor al frente de la parroquia de Parderrubias -que fue abordada en el artículo referido anteriormente– destacamos varias actuaciones, como las reformas del cementerio y de la entrada al atrio con la colocación de una reja, con un coste de 2.400 escudos. Asimismo, adquirió la imagen de la Virgen del Rosario- cuyo rostro fue diseñado y confeccionado en Santiago de Compostela-, las andas de cristal para su procesión y dos mantos, uno de ellos por valor de 840 escudos. En aquella época, las paredes interiores de la iglesia estaban encaladas, por lo que don Manuel hizo frente a su pintura, así como a la del techo. Mandó construir cajones y guarniciones a los lados del Altar Mayor. Adquirió un Santo Cristo con un escaparate que se colocó sobre la puerta de la sacristía. Renovó las puertas de la iglesia, la escalera interior hacia la tribuna y los andamios del campanario. Adquirió vestuario y candelabros.

En esta época destaca el robo que sufre la iglesia parroquial en noviembre de 1871. Así informaba el cura don Ramón Pérez Sampayo del suceso al Obispo de la Diócesis:

1871.11.16. Tengo el gran sentimiento de manifestar a vuestra señoría que en el día de ayer amaneció robada esta Iglesia habiendo bajado los ladrones por el tejado, bajaron a la sacristía de donde se llevaron la cruz parroquial que pesaba ocho libras, los dos cálices que había, uno de peso de 28 onzas, el otro de 22, el relicario de dos onzas y media, como unos 60 reales en dinero limosna de las ánimas, fracturaron la puerta de la sacristía y abrieron el sagrario llevándose el copón y arrojando las sagradas formas que se hallaron unas sobre el altar y otras en el suelo. No llevaron ropas, aunque las hay de algún valor, se salvó el viril que lo tenía en la rectoral, el incensario con su naveta y vinajeras de plata, las ampollas de los santos óleos y una buena corona de la virgen que no dieron con estos objetos. He pedido prestado un cáliz al señor Abad de la Merca mientras no me haga con alguno, más a causa de la consagración no podré mandar hacerlo nuevo y así apreciaría mucho a vuestra señoría que pagándolo por mi cuenta al menos en cuanto no tenga fondos la Iglesia se dignase facilitarme alguno que pueda haber sobrante en la catedral y otra iglesia. Estar esperando a la autoridad civil para hacer el reconocimiento me impide de pasar a vuestra señoría estas noticias personalmente haciéndolo por conducto del dador quien podrá dar a vuestra señoría más pormenores Manuel Belvis” (González García, 2019).

El cura don Manuel Belvis dejó escrito en el Libro Parroquial que:

Por reparto vecinal se reunieron algunos fondos con los que se compró un cáliz todo de plata con su patena y cucharilla, todo de peso de veinte y seis onzas y media, y costó setecientos noventa reales, habiendo sido consagrado por el Excmo. E Ilmo. Señor Obispo de Tuy, según escrito que acompañó a la devolución del cáliz. Con los mismos fondos se compró un relicario de plata de algo más peso de tres onzas sobre dorado adentro, figurando un copón roturado y con una cruz de remate; su coste ciento y cuarenta reales. También se mandó hacer a un escultor una Cruz Parroquial, que se hizo de madera, plateada y con un crucifijo de metal por un lado y por otro una imagen de estaño que representa la Purísima Concepción, estas con los remates de la cruz dorados; y su coste cien reales. Para asegurar la sacristía se echaron a costa de los vecinos gruesos tablones con los que se cubrió como de cielo raso toda ella. Y para que conste lo firmo como Párroco con el Depositario a quince de febrero año de mil ochocientos setenta y dos. Manuel Belvis. Francisco Sueiro”.

Como se puede leer, a raíz de este robo, don Manuel reformó el techo de la sacristía con el fin de dotar de más seguridad a la iglesia. En el mes de febrero de 1894, el párroco cae enfermo y ya no se recupera, falleciendo el 11 de febrero a los 86 años. Durante esas semanas se encarga de la parroquia su sobrino don Victoriano Grande.

A los pocos días del entierro de don Manuel Belvis, es nombrado párroco de Parderrubias don Paulino Agromayor, quien ejerció desde 1894 hasta diciembre de 1900, cuando toma posesión del cargo don Benito Garrido.

Iglesia de Santa Eulalia de Parderrubias

Siglo XX

Don Benito Garrido Santiago, natural de Guamil, en Baños de Molgas, está al cargo de la parroquia desde 1900 hasta mayo de 1919, fecha en la que se retiró a su pueblo natal, en donde falleció el 2 de enero de 1922. Entre sus tareas parroquiales destaca la compra del reloj de la torre por mil pesetas y una cruz de plata por 1.700 pesetas. Adquirió también unos ciriales de alpaca que costaron 260 pesetas. Para hacer frente a estas compras, los feligreses tuvieron que escotar y el párroco contribuyó con 750 pesetas. La generosidad de don Benito queda también reflejada en 1918 -ya con 67 años- cuando contribuye con cinco mil pesetas a los gastos de la iglesia y de la Casa Rectoral.

Después de la retirada de don Benito, llega a Parderrubias, el párroco que ejercía en Pereira de Montes, don Alfonso Losada Fernández para cubrir su primera etapa al frente de la parroquia, desde 1919 hasta 1921, año en que le sustituye don Adolfo Outumuro. Ambos curas fueron objeto de sendos artículos en este Blog; el primero, por ser víctima de uno de los crímenes más sonados en nuestra parroquia, y el segundo como Vecino Ilustre de Parderrubias. Don Adolfo, era natural del pueblo de O Outeiro y rigió como ecónomo la parroquia hasta su fallecimiento acaecido en la rectoral el 7 de mayo de 1924, a consecuencia de la tuberculosis que padecía y que había contraído siendo mayordomo del Seminario.

En junio de 1924 sería nombrado ecónomo de la parroquia don José Balboa González, puesto que ocupó hasta julio de 1925. En esta fecha es sustituido por don Pedro Vázquez González, que estará al frente de la parroquia también durante un corto período de tiempo, concretamente hasta julio de 1926.

En 1926 se pone al frente de la parroquia don Ambrosio Cid Fariña, natural de Xunqueira de Ambía, haciéndose cargo de esta hasta julio de 1929. Entre sus obras destaca la venta, como pajar, de la casa que había en la zona norte de la huerta de la casa rectoral, con acceso desde la plazuela de la iglesia. Con el dinero de la venta construyó habitaciones en el sur de la Casa Rectoral.

A don Ambrosio le sustituye en 1926 don Alfonso Losada. De esta manera, el cura natural de Leborín, en la vecina parroquia de Barxa, da inicio a una segunda etapa al frente de la parroquia que finalizará dramáticamente en la madrugada del 13 de junio de 1936 al ser brutalmente tiroteado en su habitación de la Casa Rectoral a consecuencia de un robo. En estado gravísimo fue llevado al hospital de Ourense, regresando a la Rectoral el día 26 totalmente desahuciado, falleciendo a las seis de la tarde del 28 de junio. Al entierro, celebrado el día 30 de junio, asistieron 30 curas y todo un pueblo embargado por el dolor. Su sepultura se puede ver hoy a la entrada principal de la iglesia.

Desde ese fatídico mes de junio hasta noviembre de 1936 -con España ya inmersa en una atroz guerra civil- toma las riendas parroquiales el párroco de Pereira de Montes don Cástor Gayo Arias. Será a finales de año cuando es nombrado párroco de Parderrubias don Juan Estévez Estévez, puesto que ocupa hasta octubre de 1940, cuando es destinado como ecónomo a la parroquia vecina de Santa María de Olás. Era un hombre de carácter; a modo de ejemplo, no le dolían prendas disparar de noche tiros de escopeta al aire, desde alguna ventana de la rectoral, al escuchar ruidos y, de este singular modo, disuadir a posibles forajidos. Durante su paso por la parroquia se ejecutan diversas obras en la iglesia que perduran a día de hoy: se coloca la techumbre interior en madera de castaño, se techa la cubierta de teja plana y se lleva a cabo el desencalado del interior de la iglesia, obra realizada por Antonio Martínez Correa (“O Portugués”). Don Juan fallece en el año 1996 y está sepultado en el cementerio parroquial de Santa María de Olás.

En 1940 llegaba a la parroquia don José Rodríguez Barreiros (conocido como “O Cura Vello”), estando al frente de la misma durante 21 años, hasta el primero de noviembre de 1961, que ya enfermo tuvo que renunciar y retirarse a su pueblo natal de Outeiro, en Allariz, en donde fallecía el 27 de mayo de 1967. Con 52 años, toma posesión de la parroquia el 23 de octubre de 1940, asistido como Notario por don Higinio Rodríguez Diéguez, párroco de A Merca. Venía de estar 15 años al frente de la parroquia de Pontebrués, en el arciprestazgo de O Carballiño, y había sido ordenado sacerdote el 16 de febrero de 1913 por el obispo don Eustaquio Ilundáin y Esteban, a la postre arzobispo de Sevilla. A modo de bienvenida, don José recibió múltiples obsequios de sus feligreses durante las primeras semanas al frente de la parroquia. Los hermanos Garrido (Os Escultores) le brindaron dos “olas” de vino y varias botellas de vino tostado, llegando a ofrecerle -según palabras del mismo cura- el dinero que necesitase; Adolfo Garrido le obsequió con un jamón y un lomo, Benito Outumuro Pascual con un saco de patatas, Antonio Garrido Mouriño con una botella de aguardiente, etc. De feligreses de Solveira y Nugueira recibió manteca, pollos, cebollas, etc. Hubo vecinos que le regalaron la madera que necesitó para acondicionar la casa rectoral, así como la leña necesaria para uso diario. El sacristán, Ángel Outumuro, le sembró la huerta de centeno. Además, en ese año y en los restantes que estuvo en Parderrubias, los feligreses le obsequiaban con “ferrados” de centeno, maíz o trigo. En 1940, muchos vecinos ya habían hecho esta donación al anterior párroco, don Juan Estévez, pero aun así don José contabilizó en esos primeros tres meses que estuvo al frente de la parroquia, 32 ferrados de maíz, 7 de centeno y 1 de trigo. En el año 1950 recibió de sus feligreses 111 ferrados de cereales: 42 de centeno, 29 de maíz y 40 de trigo (1.300 kg. en total, aproximadamente). Cabe señalar que, en febrero de 1951, la parroquia de Parderrubias contaba con 804 almas y 151 vecinos (en el año 2021 cuenta con 200 almas). Según el padrón de 1959, en la Casa Rectoral, además del párroco don José, vivían su hermana, una sobrina y un hijo de esta. Durante su mandato, en 1942 acomete una importante reforma de la casa rectoral y en 1951 se realiza en Lalín la refundición de la campana grande de la iglesia. En junio de 1948 donaba mil pesetas para la construcción del nuevo Seminario.

El primero de noviembre de 1961 es nombrado párroco de Parderrubias don Jose Gayo Arias, que regentaba la vecina parroquia de A Manchica. Durante su gestión, que duró hasta el 1 de julio de 1962, se colocaron bancos en la iglesia. Los gastos se sufragaron a escote por los propios feligreses. Hasta esa fecha se usaban algunas sillas que había en la iglesia, que como en otras cuestiones, reflejaban a las claras los distintos estratos sociales, pues algunas sillas acolchadas de terciopelo convivían con otras humildes sillas de junco. Aparte de estas sillas, era habitual que muchos feligreses llevasen de casa una pequeña banqueta baja de madera que servía para arrodillarse y también para sentarse. Era habitual ver a las mujeres con estas banquetas debajo del brazo camino de la iglesia.

El 1 de julio de 1962 toma posesión de la parroquia don José Manuel Fernández Rúas, que estuvo en Parderrubias durante cinco años, hasta 1967, cuando es trasladado a Carballiño como capellán de la Residencia de Ancianos, y en donde compagina esta labor con la docencia en un colegio de la villa. Sus obras y su implicación en la modernización de Parderrubias fueron realzadas en otro artículo de este Blog, firmado por Manuel Outumuro Seara. Destacamos el haber sido el promotor del salón parroquial o teleclub en el sureste de la casa rectoral, en la que también construyó una galería.

En agosto de 1967 es nombrado ecónomo de la parroquia a don Ramón Blanco Caride. Su estancia en Parderrubias fue muy breve, hasta 1968. Posteriormente, se secularizó. Le sucedió don Hermesindo Andrada Pérez, un cura avanzado para su época que, igual que don José Manuel Fernández Rúas, intentó cambiar tradiciones religiosas ancestrales adaptando las prácticas religiosas a los nuevos tiempos. Fue notoria su acción de llevar una banda de música en una procesión del Corpus, contraviniendo de esta manera la norma impuesta por el obispo don Ángel Temiño Saiz de separar la celebración profana de la religiosa en las festividades de la provincia.  Don Hermesindo también estuvo muy poco tiempo al frente de la parroquia, en concreto desde julio de 1968 hasta octubre de 1970.

El primero de octubre de 1970 toma nuevamente posesión de la parroquia don José Gayo Arias, párroco de A Manchica, siendo el cura de la niñez de nuestra generación. Su etapa en nuestra parroquia también será una de las más longevas, permaneciendo en ella durante 20 años. En 1971 reforma el presbiterio y la mesa del Altar Mayor, en 1982 sonoriza la iglesia, en 1986 instala un reloj conectado a altavoces externos y en 1989 se cambia la cubierta de la iglesia. Don José fallecía el 14 de julio de 1990 a los 67 años, siendo sepultado en el cementerio parroquial de A Manchica.

En julio de 1990 se hace cargo provisionalmente de la parroquia don César González Fernández, antes de tomar posesión de la misma durante dos años don José Gallego Borrajo (1990-1991), natural de Santiago de Folgoso (Allariz) y formador del Seminario Menor. En 1991 pasa a ser párroco de Santa Mariña de Xinzo de Limia, siendo sustituido en Parderrubias por don Vicente Pereiras Villar, que gobierna los destinos de nuestra parroquia durante otros dos años (1991-1993). Don Vicente era un cura humilde y servicial, y muy implicado en la vida parroquial. Es destacable la representación de una Pasión viviente, recorriendo el calvario, que organizó en Semana Santa. Siendo párroco de Parderrubias, una cardiopatía le causó la muerte en Barbadás, siendo todavía joven.

Representación de la Pasión en la época de don Vicente Pereiras. Fotografía cedida por Manuel Lorenzo

En 1993 es nombrado párroco de Parderrubias don Alfonso Iglesias Rodríguez, haciéndose cargo de la parroquia hasta el año 2006. En este tiempo acomete obras importantes en la iglesia, cambiando su suelo y los bancos, que disfrutamos en la actualidad. Además, se instala la calefacción central, obra polémica que todavía es objeto de discusión en la actualidad. En el año 2014, siendo párroco de Bentraces, celebró sus bodas de oro.

Referencias

Couselo Bouzas, J. (1933). Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Seminario.

Gallego Domínguez, O. (1973). La peste en Orense desde el siglo XIV al XIX. Boletín Auriense, III, 15-55.

González Garcia, M. A. (2019). Robos en iglesias del mundo rural de la diócesis de Ourense. Siglos XIX-XX (Notas). Diversarum Rerum, 14, 215-249.

La Cigüeña De La Torre (2019). Los obispos de Orense en el siglo XIX (II, 3): Pedro José de Zarandía y Endara (1847-1851). https://infovaticana.com/blogs/cigona/los-obispos-de-orense-en-el-siglo-xix-ii-3/

Saavedra, P. (1991). La Galicia del Antiguo Régimen. Economía y Sociedad. En F. Rodríguez Iglesias (Ed.), Galicia Historia. Hércules de Ediciones.

Sierra Fernández, A. (2016). Parderrubias: higiene y sanidad en el siglo XVIII. https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/07/19/e35-parderrubias-higiene-y-sanidad-en-el-siglo-xviii-por-avelino-sierra-fernandez/

Sierra Fernández, A. (2018). A Merca no Réxime Señorial (1750). Ir Indo Edicións.

MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

MANUEL CELSO GARRIDO RODRÍGUEZ (1915-1960)

Por Juan Carlos Sierra Freire

Eu son un home romántico e teño alma, aunque non lapis de poeta. Fago esta confesión sin que me intrese que xentes qu’en nada creen sorrían con sarcasmo ou ironia… Estou por riba de calquer escéptica opinión e tenme sin coidado o medroño ‘que dirán”

(Celso Manuel Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En el año 1876, nacía en el pueblo de Barrio, en Parderrubias, José María Garrido Mouriño. Era hijo de Domingos y Luisa, ambos labradores. A la edad de 39 años, José María se casa en el vecino pueblo de A Merca con Aurora Rodríguez Rodríguez, diecisiete años más joven que él. Ella era hija de José María, comerciante que ejercía de Juez de Paz en la comarca de A Merca, y de Bernardina, natural del cercano pueblo de Matusiños. Bernardina tenía dos hermanos curas: Felipe y Manuel, este último, párroco de San Martiño de Candás, en A Limia.

Además de José María, Domingos y Luisa tenían otros tres hijos: Antonio, Bibiana y María. Antonio se casa en Parderrubias con Josefa Justo Fernández. Fruto de este matrimonio Garrido Justo nacen ocho hijos: María, Manuel, José, Florencio, Luisa, Jesús (casado con una prima del padre del autor de este artículo), Eusebio y Domingos. Bibiana contrae matrimonio también en Parderrubias con Germán Seara Garrido y tienen varios hijos: Julio, Isolina, Isabel (madre de algunos de los primos Freire del autor), Luisa (madre de una tía del autor), María, Sara, José, Manuel y Eulogia.

José María, una vez contraídas nupcias con Aurora, pasa a residir en A Merca, en donde el matrimonio se dedica básicamente a las tareas de labranza. Según Manuel Celso eran “propietarios urbano-agrícolas”. El matrimonio tiene tres hijos: Manuel Celso (1915-1960), María Milagros (1917-1997) y José María (1924-1961). En el año 1933, siendo muy joven, María Milagros se casa en A Merca con Manuel Rodríguez, vecino de dicho pueblo, quien fallece al poco tiempo. Su hija Manuela nacería en febrero de 1934. Ambas emigrarían a Chile en 1954, falleciendo en Santiago: María Milagros el 31 de marzo de 1997 y Manuela el 4 de junio de 2013. Por su parte, José María también emigra a Chile unos años antes de hacerlo su hermana: el 26 de marzo de 1951, contando con 26 años de edad, sale del puerto de Vigo rumbo a América. Se casa en 1957 con Elena Trecha -de raíces lucenses- en Valparaíso y tienen tres hijas: Aurora Isabel, María Elena y María Luisa. Viven en Puerto Montt –pues según él, su clima le recordaba a Galicia-, ciudad portuaria situada a unos mil kilómetros al Sur de Santiago, en donde fallece a la edad de 36 años, el 3 de julio de 1961. El destino quiso que este desenlace se produjese a los pocos meses del fallecimiento de su hermano Manuel Celso. La esposa de José María, Elena, fallece el 11 de septiembre de 2011.

Manuel Celso con su madre Aurora y su hermana María Milagros

La infancia y la adolescencia

Mi nombre completo es Manuel Celso Garrido Rodríguez. Nací el 2 de noviembre de 1915 en el pueblo de La Merca, cabeza del Ayuntamiento del mismo nombre, de la provincia de Orense, España”.

Estas son las primeras líneas de un manuscrito autobiográfico firmado por Manuel Celso el 19 de diciembre de 1956, en Santiago de Chile, en el que sucintamente cuenta “cuanto sinceramente puedo informar de mí mismo”. Según consta en su partida de bautismo, el 4 de noviembre de 1915 (no el día 2), a las cinco de la madrugada, nace Manuel Celso en el pueblo de A Merca, siendo bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz por el párroco don Gerardo Castro. Ejercieron de padrinos su tío abuelo don Manuel Rodríguez (cura hermano de la abuela materna) y Consuelo Rodríguez. Tal como escribirá el mismo Manuel Celso, ya en el exilio chileno, el nombre de Manuel lo lleva por este familiar cura.

Iglesia Parroquial de Santa María de Vilar de Paio Muñiz, A Merca

Llegada la edad escolar, al igual que el resto de niños del pueblo, comienza sus estudios en la Escuela de A Merca. A los diez años, como el propio Manuel Celso relata en el semanario argentino Galicia, llega el momento en el que la familia debe tomar una decisión acerca de su futura formación. Su abuela y, especialmente sus tíos abuelos curas, ansiaban y esperaban que Manuel Celso traspasase las puertas del Seminario y llegase un día a cantar Misa. Sin embargo, el padre (a quien Manuel Celso define como “demócrata, cristiano y anticlerical”), no estaba plenamente convencido de ello, por lo que decide consultar al maestro del pueblo, quien después de algunos intercambios de impresiones no duda en darle el siguiente consejo:

Ser cura no es ser cualquier cosa. O se es bueno, o mejor no serlo. Hace más daño a la Religión un ministro perverso, de los que por desgracia tanto abundan, que los ateos. En resumen, mi consejo es que lo hagan cualquier cosa menos cura” (Garrido, 1943).

De este modo, padre y maestro dispusieron que Manuel Celso no entrase en el Seminario, al menos hasta que él mismo lo decidiese por su cuenta. Nunca decidió ser cura, pues según sus propias palabras no quiso “continuar la tradición apostólica de la familia, en la que desde varias generaciones atrás figuran siempre curas glotones, ricos y  mujeriegos” (Garrido, 1943). Es más, en el periódico Galicia de Buenos Aires del 9 de enero de 1943 da las gracias a su antiguo maestro por aquel consejo proporcionado a su padre en los años veinte en A Merca, escribiendo: “Colega y maestro mío, desde aquí te recuerdo hoy y te agradezco el que tú no hayas querido”. A este posicionamiento de incredulidad clerical pudiera haber contribuido un conflicto que por un tema de avales habían tenido sus padres con sus parientes curas.

Una vez que la familia decide que Manuel Celso no entraría en el Seminario, en el curso 1926/27 comienza sus estudios de Bachillerato en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Ourense (actual Instituto de Educación Secundaria Ramón Otero Pedrayo). Para la descripción de muchos de los hechos biográficos de Manuel Celso, vamos a seguir el excelente y detallado trabajo sobre su vida, publicado por Freire Freire (2001). Según esta autora, la primera experiencia del niño recién llegado a la capital ourensana para cursar el Bachillerato fue el impacto sufrido por ser un “aldeano” objeto de burlas al no saber hablar castellano. En septiembre de 1926 realiza el examen de ingreso al Instituto, siendo miembro de la Comisión Evaluadora Ramón Otero Pedrayo. Obtenido el ingreso, cursa durante tres años el Bachillerato Elemental, comenzándolo por libre y yendo exclusivamente a los exámenes.

Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Orense (actual IES Ramón Otero Pedrayo). Fotografía tomada de Salgado (2020)

En el tercer curso, el 31 de enero de 1929 se produce un hecho traumático en el ámbito familiar: el fallecimiento de su padre José María a consecuencia del tifus, a los 53 años de edad. Su madre Aurora, con solo 36 años, se queda viuda al cargo de tres hijos menores de trece, once y cuatro años, respectivamente. Sus esfuerzos y sacrificios, junto a la ayuda de familiares, hacen que la familia salga adelante y el hijo mayor acabe cursando Estudios Superiores. En un artículo publicado el 27 de diciembre de 1957 en el diario chileno El Mercurio, que amablemente me envió su hija Aurora Elena (Rula, como cariñosamente le llamaba Celso), describe la dicha familiar de una Nochebuena en A Merca, a pesar de la desgracia del padre ausente:

Éramos dichosos en el comedor tibio aquel, con la mesa de manteles de lino repleta de las mejores viandas que ella podía juntar para nosotros… Mientras, ella recordaba nuestra orfandad, y mirándonos a los tres con ese mirar con que solo las madres miran, su recuerdo volaba saudoso hacia nuestro padre muerto, y una lágrima furtiva y delatora, en la más familiar e íntima de las reuniones, delataba, indiscreta, el gran cariño que los había unido y nos tenía” (Garrido, 1957).

El 25 de diciembre de 1957 escribía sobre la noche anterior, la Nochebuena de ese año en Santiago de Chile, recordando a su madre:

A mí atacome un adarme de insomnio y volé imaginativamente a mi tierra natal y mi infancia, y sentí físicamente un instante, os lo juro, el vuelo alegre de las campanas de mi aldea, vilas voltear en la esbelta espadaña cimera, y oí, por fin, entre sueños, la voz suave de mi madre que me decía cariñosa, como cuando era niño: Celsiño, sé siempre bueno, sé siempre bueno y serás feliz. Y arrullado en su consejo, me dormí” (Garrido, 1957).

En el año 1929, Manuel Celso, con 13 años de edad, se queda como el “hombre mayor” de la casa. Este sentimiento de “hijo mayor” en sus relaciones con sus hermanos Milagros y José María estuvo presente a lo largo de toda su vida, tal como atestiguan sus hijos y sobrinas. Ejemplo evidente de ello, es que estando en el exilio, los reclama para juntarse con él en Chile y de este modo pudieran salir de la terrible posguerra española. Primero lo hace José María en el año 1951 y posteriormente María Milagros, y su hija Manuela, en 1954. El cariño y aprecio entre los hermanos era mutuo. En palabras de su hija María Elena, José María adoraba a su hermano Celso.

En septiembre de 1930, con 15 años, supera el examen final de Bachillerato y con fecha de 31 de julio de 1931 recibe el correspondiente Título. Durante esta época reside en una fonda ourensana, que imaginamos cercana al Instituto, en la zona de O Posío. Según Freire Freire, el docente que mayor huella dejó en Manuel Celso, durante esos años, fue don Ramón Otero Pedrayo (Catedrático de Geografía e Historia Universal y, además, Director del Instituto), hacia el que siempre mostró una enorme admiración. Prueba de ello son las siguientes líneas que escribió en el año 1947:

“…Don Ramón era… el maestro completo que nos educaba… y nos acogía paternalmente, con cariño de padre, procurando no herir jamás nuestra sensibilidad. Con inteligencia y bondad, nos daba agilidad al cerebro y ánimos generosos al espíritu. Y cómo se aprende y se le toma cariño al estudio cuando el que nos enseña, además de catedrático o profesor, es un auténtico maestro, un educador, y no una bestia infatuada y prejuiciosa” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

En el curso académico 1930/31, con 16 años de edad, Manuel Celso comienza los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Ourense, concluyéndolos en junio de 1933. Tenía 18 años cuando obtiene el Título de Maestro Nacional de Primera Enseñanza. Según Freire Freire (2001), fue alumno de Vicente Risco, a quien ya estando en el exilio describe de manera despiadada, manifestándole un nulo aprecio:

“… ese Judas despreciable que parió nuestra provincia y que los falangistas premiaron nombrándole Director de la Escuela Normal, aquel edificio de la calle del Progreso, en donde antes del 18 de julio tanta demagogia le vi hacer, haciendo que nos enseñaba Metodología de la Historia, y luego desde las rejas de la cárcel, enfrente, le vi pasar durante veintiséis meses cautivo, delgado y encorvado, con aquella cartera en la mano, en donde llevaría seguramente los apuntes por los que guiarse para hacer apología del franquismo y de la traición, como antes lo hiciera de la democracia y del galleguismo” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Según Freire Freire (2001), el 31 de agosto de 1933, debido a un traslado del maestro que la ocupaba, queda vacante la Escuela Nacional Mixta de Sanguñedo (en Verea, Terras de Celanova), siendo destinado a ella Celso Manuel en el mes de septiembre, en donde permaneció hasta julio de 1936, supuestamente como maestro interino, pues la plaza nunca saldría a concurso. En julio de 1933, el Consejo Provincial de Primera Enseñanza de Ourense hacía pública una relación de aspirantes sin servicios que solicitaban plaza, aprobada en las sesiones del 17 y 30 de junio; entre los solicitantes se encontraba Manuel Celso (El Pueblo Gallego, 7 de julio de 1933). En promedio, en el año 1933, un maestro en Ourense percibía 3.278,60 pesetas anuales.

El activismo político durante la República

Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso”.

Desde la instauración de la República en abril de 1931 hasta el inicio de la Guerra Civil, el activismo político cobró gran auge entre muchos ciudadanos españoles. En Galicia, además ocurre un hecho que contribuye al mismo: la puesta en marcha del frustrado Estatuto de Autonomía. Manuel Celso no sería una excepción. La juventud, el contexto estudiantil y la función docente, factores que confluyeron en su persona, propician que ejerza una militancia activa. La figura de Ramón Otero Pedrayo, a quien profesaba gran admiración, como ya señalamos, influye en los posicionamientos ideológicos de Manuel Celso.

Desde muy joven, se posicionó al lado de la República; tenía 16 años cuando esta se instaura. Según Pérez Leira (2011), en su época de maestro, durante el día atendía a la escuela y al atardecer recorría las aldeas de Celanova y Bande animando a los labradores a que defendieran sus intereses y a la República. Cuando le era posible, bajaba a la capital ourensana para reunirse con miembros de su partido: Izquierda Republicana.

En 1956, en el documento autobiográfico que su hija Rula me proporciona, Manuel Celso se autodescribía de la siguiente manera:

Pertenecí, políticamente, a Izquierda Republicana, partido burgués de izquierda. Debo confesar hidalgamente que sigo profesando la misma ideología política. Soy demócrata y liberal cien por ciento. Soy enemigo de los totalitarismos todos, sean ellos del color que fueren: rojos, azules, pardos, negros o de los que sin color definido son esencialmente eso. Por esa razón el franquismo me tuvo detenido durante toda la guerra civil como preso político”.

Izquierda Republicana fue un partido republicano de izquierdas fundado por Manuel Azaña en 1934, como resultado de la fusión de varios partidos, entre ellos la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga. Integrada en el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, se convierte en el tercer grupo parlamentario, tras el PSOE y la CEDA. En A Merca, sus candidatos Manuel Martínez Risco y Manuel García Becerra conseguirían 65 y 50 votos, respectivamente, en esas elecciones.

Freire Freire (2001) afirma que Manuel Celso militó en las Juventudes de Izquierda Republicana (JIR) y que, formando parte de las Mocedades Galeguistas de Ourense, participó activamente junto al malogrado Alexandre Bóveda, entre otros, en la campaña electoral y elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, así como en las del plebiscito del Estatuto de Autonomía celebradas en junio de ese mismo año, en las que la mayoría obtenida a favor del mismo no valdría de nada, pues la Guerra abortó dicho proyecto. Así describía Manuel Celso sus sensaciones en ese histórico día:

“…recuerdo aquel día inolvidable, cuando recorriendo algunos colegios electorales de las aldeas apartadas y de la capital de la provincia, en Orense, he visto, he palpado el alma del pueblo galaico en aquel momento trascendental” (Garrido, 1940; tomado de Freire Freire, 2001).

En el poema “Non sei d-adxetivos” publicado en su exilio chileno, Manuel Celso se autodefine como alguien que nunca es indiferente ante las injusticias:

“¿Que ren é posible qu-éu
quede nunca indiferente
cando humillar vexo a home dino
por algún quídam noxento?”

La Guerra y la represión franquista

“-Bárbaros, as ideas non se matan!– berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!”.

Como consecuencia del golpe de estado del 18 de julio de 1936, las fuerzas sublevadas se hacen con el control de la provincia ourensana, comenzando la persecución y brutal represión de todos aquellos que habían tenido alguna vinculación con el Frente Popular. Ser maestro republicano convertía a Manuel Celso en uno los objetivos prioritarios de la represión falangista. A ello se unió el hecho de que un vecino de Sanguñedo le denunciase por “comunista” (termino genérico para referirse a todo aquel que había estado relacionado con el Frente Popular). Se le culpa, entre otros “delitos”, de haber hablado de política a sus alumnos. Ante este panorama, y siendo consciente del ambiente cainita que se respiraba en la provincia, con encarcelamientos y fusilamientos a diario, a Manuel Celso no le queda otra alternativa que esconderse y “desaparecer” de la vida cotidiana. De la noche a la mañana pasa a ser un fugitivo, permaneciendo durante ocho meses en diferentes escondites de distintos lugares. Uno de esos escondites fue el pajar y el “canastro” (hórreo) que sus parientes cercanos de Parderrubias tenían en la calle de Os Ponchos, en el pueblo de O Outeiro. Su abnegada madre se encargaría de llevarle de comer. Ocho meses “fuxido”, escapado, clandestino a causa de la salvaje represión fascista.

A principios de ese año 1936, al igual que el resto de mozos de la comarca nacidos en 1915, Manuel Celso había sido alistado en el Ayuntamiento de A Merca. Es tallado en 1,74 metros y su perímetro torácico es de 91 cm., siendo calificado como útil para el Servicio Militar. Alega ser hijo de viuda pobre a la que mantiene, y se le dan quince días para justificarlo, por lo que en ese momento es clasificado como pendiente de justificación. Ya en plena Guerra, en noviembre, de igual manera que todos los reclutas del reemplazo de ese año, es llamado a filas para incorporación inmediata. Dada su situación de huido, no se presenta. Por su condición de escondido, primero, y posteriormente de encarcelado, no tiene la posibilidad de luchar durante la Guerra, defendiendo a la República, hecho que según relata Freire Freire (2001), lamentó profundamente:

“…no me cupo la dicha de poder empuñar un fusil en las filas leales y ser un cruzado más de la Libertad, en defensa de nuestra República, tuve la mala suerte de sufrir cautiverio y persecución en mi misma patria… ¡Cuánto hubiera dado por estar al lado de los milicianos!… Pero no fue posible” (Garrido, 1941a; tomado de Freire Freire, 2001).

Dos meses antes, el 1 de septiembre, día que comenzaba la actividad escolar en la Enseñanza Primaria de la España ocupada por los sublevados, Manuel Celso no se había presentado en su puesto de maestro de Sanguñedo. El día 14 era cesado por el Gobernador Civil (Freire Freire, 2001). El 27 de junio de 1937, a través de las páginas de La Región, se le solicita que en el plazo improrrogable de diez días notifique su domicilio actual al Presidente de la Comisión Depuradora del Personal Docente, entendiendo que si no lo hace se le expedientará como si hubiese sido oído.

Manuel Celso, después de ocho meses escondido, es detenido en marzo de 1937 por los falangistas, cuando contaba con 21 años de edad. Desconocemos el lugar exacto de su detención. Es encarcelado en la prisión provincial de Ourense y condenado a trabajos forzosos en los campos del Monasterio de Oseira y de O Cumial. En prisión coincide con muchos presos políticos, entre ellos el médico Manuel Peña Rey. Así relataba esta experiencia en 1941:

En marzo de 1937 nos atraparon los mercenarios de Falange y llevaron a la cárcel de Orense, entre los setecientos y pico de presos políticos que allí había hacinados, durmiendo incluso en el patio interior de la prisión, sin cama en que acostarse ni ropa con que cubrir los maltrechos cuerpos, víctimas de los más inhumanos apaleamientos, teniendo como único techo el helado firmamento” (Garrido, 1941b; tomado de Freire Freire, 2001).

¿Te acuerdas de las dos y media de la tarde, cuando las listas de los que iban a ser paseados?… ¿No aparece todavía en tu retina la imagen siniestra del Conserje o del Abisinio, pistola empuñada con el cerrojo corrido y vista fija de asesinos natos, abriendo violentamente el rastrillo de la celda, para llevarse en aquel momento solemne, a las víctimas de su fobia y de sus instintos caníbales?… Y de las cuatro de la mañana, ¿te acuerdas? ¿Cuándo son sacados los penados a muerte, y nos dejaban mudos y cabizbajos hasta que al oír en el Campo de Aragón la descarga homicida hacía estallar nuestro mutismo en palabras incoherentes de indignación y dolor” (Garrido, 1942a; tomado de Freire Freire, 2001).

Un decreto de mayo de 1937 reconocía a los presos el “derecho” al trabajo. Aunque lo desconocemos, dada su formación, puede que en Oseira fuese obligado a tareas docentes en un reformatorio de menores que allí se había instalado. Lo que sí está refrendado es que fue uno de los muchos presos políticos que trabajaron de manera forzosa en las obras del campo de tiro de O Cumial. Según Freire Freire (2001), la pena de muerte a la que había sido condenado le sería conmutada por estos trabajos forzosos.

“…en el campo de concentración de El Cumial, en la provincia de Orense, donde a la sazón, a pico y pala y con tarea fija y extenuadora, nos tenían los sublevados a sus prisioneros políticos trabajando en la construcción del que ahora es magnífico campo de aviación” (Garrido, 1947; tomado de Freire Freire, 2001).

Finalizada la Guerra, al no poder probársele delito alguno, Manuel Celso es puesto en libertad y obligado a hacer el servicio militar. Según consta en su expediente de mozo del reemplazo de 1936 de A Merca, presta un mes de servicio en el Regimiento Milán nº 32, con sede en Oviedo, siendo destinado el 25 de mayo de 1939 al Parque de Artillería de Gijón, en donde estuvo un año. Finalizada su condición militar de movilizado decide tomar el camino del exilio a mediados de 1940.

El exilio

Fue una mañana espléndida del mes de junio de 1940… En esa mañana, dos republicanos españoles –uno de ellos el que les habla, lector amigo-, caminan cautelosos, los pies y el corazón doloridos, en el último intento de salvar su vida física, hacia afuera de la Patria, para abrazar el exilio incierto, preñado de inquietudes y afanes múltiples, en busca de libertad y de un país en donde nos volvieran a considerar hombres y tratar como a tales… El viaje es costoso y difícil, pero nuestra ambición tiene un nombre: América. Volvíamos de vez en cuando la cabeza para gozar una vez más de la visión dichosa de la Patria que dejábamos hasta sabe quién y cuándo… Más, en aquella atmósfera de Caínes y Pilatos, era imposible vivir: asfixiaba a uno espiritualmente, y nos empañaba el corazón y la conciencia” (Garrido, 1942b; tomado de Freire Freire, 2001).

Dado sus antecedentes políticos, la salida de Manuel Celso de la España franquista no era obviamente tarea fácil. La única posibilidad de cruzar la frontera era hacerlo de manera ilegal asumiendo una identidad falsa. La salida más factible era la frontera portuguesa y desde el país vecino tomar rumbo a América. El plan diseñado desde meses atrás se hacía realidad a mediados del año 1940. El riesgo al que se exponía era máximo, pues ser descubierto suponía, en el mejor de los casos, muchos años de cárcel, cuando no, la condena a muerte. Vestido de cura atravesaría la frontera portuguesa. Con la ayuda de su amigo Manuel Fernández Borrajo, a quien había conocido durante el Servicio Militar en Asturias, y a contactos que tenía en Portugal, se apropia de la identidad de un portugués fallecido: José Félix Carpio. Con un pasaporte, al que había cambiado la foto y unos certificados falsificados del Alcalde y del Juez, se presenta en Portugal (Pérez Leira, 2011). Según Freire Freire (2001), el intento resulta fallido, pues en territorio luso la Guardia Republicana desconfía de su documentación, lo que le hace regresar a su pueblo natal de A Merca. Un segundo intento, en el que cuenta con la colaboración de un vecino de Parderrubias, finaliza en Lisboa para tomar rumbo a América. Desconocemos la fecha en la que embarca a bordo de un buque repleto de emigrantes portugueses con destino a Sudamérica. El mismo relata que en noviembre de 1941 llega a Chile después de estar un mes en Brasil y ocho en Argentina, por lo que estimamos que su salida (sin retorno) de la península ibérica se produciría en la segunda mitad del año 1940.

A los responsables de su forzosa salida de España, no le duele prendas describirlos en los siguientes términos, en 1953, en el poema “¡Saúde, hirmáns!”:

Bárbaros, as ideas non se matan! –berraba, fero, o gran Sarmiento, arxentino;
¡Nin –engadimos- as arelas nobres i-as outas inquedanzas,
tirano noxento, descastado, sátrapa: ¡asesiño!

En Buenos Aires comienza a colaborar con la Federación de Sociedades Gallegas, y en junio de 1942 publica su primer artículo en el semanario Galicia: “”Evocación triste de un refugiado”. La Federación de Sociedades Gallegas, Agrarias y Culturales, fundada en 1921, tenía como finalidad principal la superación del atraso económico y cultural de Galicia. Durante la Guerra Civil había estado comprometida con el Frente Popular y, una vez finalizada, su labor se focaliza en la solidaridad con los refugiados españoles, muchos de los cuales escriben en el periódico Galicia. Tal como indica Fasano (2009), la Federación constituyó un ámbito de socialización política y cultural para los gallegos republicanos exiliados.

Siguiendo el detallado trabajo de Freire Freire (2001), gracias a ourensanos, emigrantes en Santiago de Chile, Manuel Celso consigue un trabajo de administrativo en la capital trasandina y es contratado durante algunos meses como editorialista por el diario La Opinión, encargándose además de la sección Página España de su suplemento dominical. Pronto dejaría estos trabajos para dedicarse al sector comercial de la madera, en un primer momento en Chillán y después en Santiago (Maderas Manuel-Celso Garrido Rodríguez). Posteriormente, regentó una panadería y, finalmente, la zapatería Astor. A pesar de ello, no abandonaría nunca sus colaboraciones con diversos periódicos y revistas, tanto nacionales (La Hora, La Nación, La Última Hora, El Mercurio u Occidente) como internacionales (Galicia [Buenos Aires], Lealtad [Montevideo], Izquierda [París], España Libre [Nueva York] o España Nueva [Ciudad de México]). Su interés por las labores periodísticas, unido indudablemente a su morriña, le llevaron a barajar la idea de la creación de un periódico mensual, en gallego, dirigido a la colonia gallega en Chile, pues pensaba que “a nuestra gente emigrante hay que hablarle y darle noticias de su aldea” (tomado de Freire Freire, 2001).

Manuel Celso nunca se desentendería ni de sus ideales galleguistas ni de la defensa de la autonomía de Galicia. Ello le llevó a aceptar el cargo de Delegado del Consello de Galiza en Chile, encomendado por el mismo Alfonso Castelao y designado por Alonso Ríos, quien sería Presidente del Consello una vez fallecido Castelao. El Consello de Galiza era una especie de gobierno autónomo gallego en el exilio, creado en noviembre de 1944, en Montevideo, por Castelao (Monteagudo, 2016). En esa época, Manuel Celso también ocupaba el puesto de Secretario de Propaganda de Galeuzca en Chile, un pacto entre nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, que había sido confirmado en 1941. Junto a Ramón Suárez Picallo (diputado a Cortes en 1936 por el Partido Galeguista) lleva a cabo una labor encomiable para mantener viva la llama del galleguismo entre la colectividad gallega de Chile, labor reconocida en las páginas del periódico argentino A Nosa Terra. Galicia, su Galicia, estuvo siempre en el corazón de Celso:

Quixente e quérote con amor eterno, profundamente intenso de Deus antigo. Túa presencia garimosa e inesquecible fai a miña ialma acesamente feliz, optimista, eterna… E agora lonxe de ti, penando d’amor e morriña, qu’e o maior sufrimento” (Manuel Celso Garrido, 1942c; tomado de Freire Freire, 2001).

En una de las estrofas de su poema “¡Saúde, hirmáns!”, Manuel Celso clama a la galleguidad, pidiendo a los acomplejados que se aparten:

“Irmáns: Un berro antergo e sagro
(os acomplexados fuxan da nosa veira:
só nos intresa do mundo un anaco,
só Galiza): ¡Viva nosa Terra meiga!”.

Su posicionamiento ideológico le lleva a entablar amistad con el Presidente de la república chilena Gabriel González Videla, del Partido Radical, con el gran poeta chileno, y Premio Nobel de Literatura en 1971, Pablo Neruda. En noviembre de 1946 asiste a la ceremonia de toma de posesión del Presidente de la República, que tiene lugar en el Palacio del Congreso, en calidad de amigo cercano. El poeta y político chileno participó en algunos de los actos organizados por Manuel Celso en el Centro Republicano Español de Santiago de Chile. Tanto en su casa, como en la de su hermano José María, había libros dedicados por Pablo Neruda. En ese círculo de personas cercanas también se encontraba Salvador Allende, Presidente de la República desde finales de 1970 hasta su derrocamiento en el año 1973 por el golpe de estado de Pinochet.

Manuel Celso (derecha) en compañía de Ramón Suárez Picallo (izquierda) y Eduardo Blanco Amor (centro), durante la visita de este último a Chile en 1948

La familia en Chile

Nós, acougados a veira do mar, nunha solana de pedras con musgos, fitamos o lonxe o océano de Balboa, entre Valparaíso e Concón. ¡Qué bonito e iste mar de Chile! Pro de Pacífico non ten mais que o nome, xúrovolo”.

(Garrido, 1953)

Manuel Celso vive en el número 6019 de Santa Rosa, en donde estaba ubicada la panadería que regentaba. La casualidad (o no tan casualidad) hace que ese número, en uno de las viales más importantes del Santiago actual, esté hoy ocupado por Panadería Maruxa, que presume de producir la mejor marraqueta, recién salida de un horno artesanal santiaguino. El 22 de noviembre de 1951, a la edad de 36 años contrae matrimonio, en el barrio residencial de Quinta Normal, con Olga Elena Bouzo Vidal, 13 años más joven que él. El padre de Olga Elena era un ourensano que había llegado a Chile antes de comenzar la Guerra Civil y era propietario de varias panaderías en la capital, llegando a ocupar la Presidencia de la Federación Chilena de Industriales Panaderos (FECHIPAN), entidad gremial fundada el 25 de septiembre de 1936.

A su esposa, Manuel Celso la llamaba Nena (Niña) de manera cariñosa, llegando a tomar este nombre en el entorno familiar. Me consta que sus sobrinas se refieren a ella como la tía Nena. En el año 1954, escribe para ella el poema “Tú: ella. Yo: él”, en el que le trasmite el gran amor que le profesa:

Eres mi sino y mi estrella,
porque ellos son quererte.
¿Galeote del corazón?
¿Forzado de la ilusión?
Tú eres mi Dios, no te importe.
Tú, mi vida entera. Tú: Ella.

Porque, Nena mía, ¡te amo y me amas!

Dos años después de contraer matrimonio nace la primera hija Aurora Elena (Rula) y once meses después lo hace María Milagros (Mila). A ellas escribe las siguientes líneas, cargadas de amor y ternura, en el artículo “Nochebuena con los míos”, publicado en el periódico El Mercurio, cuando tenían cinco y cuatro años, respectivamente:

Ayer, con gracia leve, palabra fácil y donaire como nunca tuve, ni antaño, contele a mis niñas, a mis retoños del divino Nacimiento el milagro. Ruliña, seria y serena, inteligente, cual a su carácter corresponde, iba al compás de mis palabras, con cariño, dibujando en el semblante infantil de su faz toda la trayectoria vital del Niño. Milagriños, en cambio, locuaz y saltarina, con blanca sonrisa, o dulce y lánguida tristeza, me dijo más de una vez curiosa: papá, ¿por qué no viene ya, dinos?” (Garrido, 1957).

Rula, la hija primogénita, sería protagonista de uno de los catorce poemas de la obra Saudade: “A pombiña i-o corvo”:

¡Ai, miña rula, Ruliña, miña filla:
Tamen eu son avezado cazador.
E matareiche os corvos do teu redor.
E surriréille ledo, mui ledo, as pombiñas!

Después de Milagros llegaría un varón prematuro, fallecido a las pocas horas de nacer. El tercer hijo del matrimonio Garrido-Bouzo muere antes de cumplir el año, víctima de una pulmonía. Finalmente, nace José Manuel; lo haría tres meses después del fallecimiento de su padre. Milagros falleció en Santiago de Chile en noviembre de 2009.

Manuel Celso con su esposa Olga Elena y su hija Rula

La saudade

Unha forcia soave e permanente, implacábel e doce –a saudade- turra por nós arreo car-os nosos lares, sen darnos acougo” (Garrido, 1953).

Como todo gallego en la diáspora, la saudade y la morriña empapan la vida de Manuel Celso en Chile. El mismo llega a definirla como la fuerza suave y permanente, pero implacable, que tira de uno sin descanso hacia su tierra.

Una excelente descripción de este sentimiento la hace María Elena, sobrina de Manuel Celso, refiriéndose a su tía Milagros en Chile: “estaba en Chile, pero su cabeza estaba absolutamente en A Merca, y en el pasado”. Este sentimiento tan gallego, y tan difícil de comprender para quien no lo es, lo hace visible de manera brillante Manuel Celso en su obra escrita en lengua gallega “Saudade. Un limiar e catorce poemas galegos”, dedicada a su única hija en ese momento, Aurora Elena (Ruliña), con “infinito cariño”, y publicada en Santiago de Chile el 20 de marzo de 1953.

Estos son los 14 poemas. Dedicados a su familia de A Merca y a sus vecinos: “A miña nai, n-iste 1º de noviembre (1948)”, a su madre difunta; “Invernía”, a su hermana María Milagros; “Sementeira”, a su hermano José María; «Lembranzas”, a su sobrina Manuela, hija de María Milagros, a la que por su temprana orfandad, Manuel Celso brindó en cierta medida la figura de padre; y “Céltigas vaquiñas”, a sus vecinos de A Merca. Dedicados a su familia de Chile escribe “Com-a volvoreta!” a su esposa Nena; “A pombiña i-o corvo”, a su hija Rula; y “Praia sin nome”, a sus padrinos de boda José Fernández y María Miret, y a sus hijas (madrinas de Aurora Elena y María Milagros). A sus compañeros de exilio dedica: “A Santa Compaña”, a Ramón Suárez Picallo; “Morreo Castelao”, a Virxinia Pereira (esposa de Alfonso Castelao); “Mensaxe de Bóveda”, a Rodolfo Prada (Presidente del Centro Gallego de Buenos Aires e importante figura del galleguismo en tierras argentinas); y “¡Saúde, irmáns!”, a sus amigos del exilio. “Lémbraste…?” se lo dedica a “cualquier mujer bienquerida”. Finalmente, “Non sei d-adxetivos”, tiene a sí mismo como destino en forma de autorretrato.

El sentimiento de desarraigo que experimenta Manuel Celso lo plasma de manera sentida en los poemas dedicados a los personajes centrales de su vida en A Merca, alcanzando su culmen en el que dedica el día de Fieles Difuntos de 1948 a su madre difunta, que había fallecido tres años antes, residiendo sus hermanos todavía en Galicia. El poema es escrito al poco tiempo de tener conocimiento del fallecimiento de la madre, lo que lleva a Manuel Celso a aislarse del mundo durante días, sumido en una enorme amargura. El encerramiento y el dolor anímico experimentado dieron lugar a estas sentidas estrofas:

No exilio eu, lonxe da Terra, ollando alleos eidos;
Meus hirmáns Milagros e Xosé María, ¡probiños!, sois, sen pai tamén,
horfos e tristes, viaos no fogar onde nados fomos d-anguria a tremer,
¡E ti, nai miña, índote con meu nome nos beizos!

Ti, que tan boa fuche, i-agora no Além ficas,
acullle con cariño estas garimosas verbas tenras miñas.
E un primeiro de Novembre, alleo, saudoso, ingrato:
Non poido ire a levarche froles da Terra o noso Camposanto”.

Saudade es revivir lo que hemos dejado atrás, pero ante la imposibilidad de dicha acción, solo queda ensoñarlo para que el recuerdo permanezca. Para ello, el gallego “lembra” y esas “lembranzas” lo ensimisman. Así, quedó reflejado en el poema “Lembranzas” con dedicatoria a su sobrina Manola:

A modiño, a modiño,
sin sentil-as,
chegan as lembranzas.
Vai pingando a vida, miudiño,
Anacos de sí,
¡ai miñas rapazas!...

Esta ensoñación impregnada de morriña se deja ver de manera nítida en el poema “Sementeira”, dedicado a su hermano José María:

¡Sementar! ¡Sementar moito, i-arreo! Regal-a terra coa suor da frente. E fendela a cotío, suxetando a rabiza do arado co puño forte de mau rexa e baril. Cubrila d-estrume primeiro, i-enchela de cheiro a fogar. Rachala logo, cubrind-o ar de cheiro a quentura i-agarrimo. Rizala dempois coa grade, deixándoa tenra, morniña. E o fin, na entrana viva, traballada e quente, diexar cair a semente. Para que maña nos encha de fartura e de ledicia: Na recolleita”.

Los hermanos Manuel Celso (derecha) y José María (izquierda) con las hijas del primero, Rula y Mila

Esta misma experiencia se vuelve a repetir en “Invernía”, con dedicatoria a su hermana Milagros, en el que rememora los quehaceres cotidianos de la familia rural de nuestra comarca en aquellos interminables inviernos:

Apesares, dempois de xantar, císcase a familia:
A nena a tornal-auga. A  muller, o outono.
O rapaz, a apañar castañas, denantes que as rouben.
I-o pai, coas ferramentas o lombo, o Ferreiro”.

Sus recuerdos y remembranzas de niño se dejan ver en el poema “Céltigas vaquiñas”, dedicado a sus paisanos de A Merca:

¡Esas vaquiñas loiras:
Qué ben traballan e pacen nos eidos.
Qué mansiñas son. Qué tenras.
E como ripan o outono, coma cuitelos.
De andar sereo i-acompasado,
-esas vaquiñas loiras, barrosas-,
Van pol-os camiños triscados nos valados,
I-o descuido, ripando verzas nas hortas”.

¿Sería la saudade la causa de que Manuel Celso decidiese poner fin a su vida en Santiago de Chile? Muy difícil contestar a esta pregunta, pero pensamos que sin duda pudo haber contribuido a magnificar estados emocionales depresivos que experimentaba en ciertas épocas, aunque desconocemos en qué medida. El 6 de octubre de 1960 se quitaba la vida en su casa. El día anterior a su fallecimiento toda la familia, incluido su hermano José María que había venido de Puerto Montt, había asistido a una boda de una persona cercana. Al día siguiente a la boda, Manuel Celso decide no ir a una reunión familiar y se queda solo en casa, momento que aprovecha para usar un arma. Será al atardecer de ese día, al llegar a casa, cuando su hija Rula, con solo siete años de edad, busca a su padre y lo halla muerto. Vestía traje, como era habitual en él. Sus restos mortales descansan en el mausoleo familiar ubicado en el Cementerio General de Santiago de Chile. Su hermano José María fallecería al año siguiente, dicen que “de pena”, pues desde ese fatídico 6 de octubre nunca más volvería a sonreír.

Vista del Cementerio General de Santiago (fotografía tomada de @cementeriogral)

En memoria de Manuel Celso

Después de su fallecimiento, el diario Opinión Gallega de Buenos Aires reconocía en sus páginas la figura de Manuel Celso, al informar que el galleguismo perdía un regio luchador y Galicia un hijo fiel. La galleguidad chilena y argentina lloraba su muerte. El Presidente de la Republica Española en el exilio de París, Diego Martínez Barrio, le concede el título póstumo de Caballero de la Orden de la Liberación de España.

Lamentablemente, la figura de Manuel Celso es escasamente conocida y reconocida. En gran medida, ello es lo que nos ha llevado a la elaboración de este artículo. Son escasos los reconocimientos a su figura. Entre las excepciones destacaríamos (1) su inclusión en el Diccionario da Literatura Galega, encontrándonos su nombre en el Tomo 1 “Autores”; (2) la ponencia sobre su vida y obra presentada por Marivel Freire Freire en el Congreso Internacional O Exilio Galego, celebrado en Santiago de Compostela en el año 2001; y (3) un capítulo en el libro “Protagonista de una epopeya colectiva” de Lois Pérez Leira.

Nuestra comarca no debe permitirse que su vida y obra pasen desapercibidas, y no sean reconocidas en su justa medida. Hasta donde sabemos, el único reconocimiento que tuvo lugar en su tierra natal fue el llevado a cabo por el grupo municipal del Bloque Nacionalista Galego en el Concello de A Merca el 24 de abril de 1999. Incomprensiblemente, la corporación municipal de esa época no llegó a un acuerdo para poner su nombre a una calle del pueblo. Desconozco las razones que llevaron a esa falta de acuerdo, pero se me antojan peregrinas y de cortas miras. En dicho acto, promovido por los concejales nacionalistas Luis Seara y Manuel Outumuro, y que tuvo lugar en el Salón de Plenos del Concello de A Merca, participaron los escritores Millán Picouto y Lois Pérez Leira, así como el político Manuel Mera.

Noticia del homenaje a Manuel Celso en A Merca publicada en O Aguillón (febrero de 2000)

Manuel Celso por su hija Rula

No podríamos dar mejor terminación a este artículo que con un epílogo suscrito por Rula, hablando de su padre. A pesar de haberlo perdido a muy corta edad, su recuerdo imborrable perdura en el tiempo, y ese recuerdo lo plasma en estas líneas:

Juan Carlos me pide que describa el recuerdo que tengo de mi padre…. Lo he pensado varios días… Hablar de él sin ser subjetiva es imposible, por el tremendo amor que siento por él, pero aquí va. Celso, mi papá, era un tipo muy buenmozo, siempre vestía impecable, de traje o sport; en las fotos que conservo se ve muy bien en todas. Conmigo y con mi hermana Milagros era muy dulce. Nos leía libros antes de dormir. Recuerdo cuando su hermano José María le enviaba mariscos del Sur de Chile y él nos hacía comer ostras, pulpo y erizos, lo que disfrutaba mucho. Aprendimos con mi madre a lavar los pulpos que ella cocinaba “a la gallega”, exquisitos. MI padre era alegre. Recuerdo que cantaba en reuniones en casa y tenía su grabadora (con cintas), también sus discos. Su oficina, con estantes repletos de libros y discos de música española. Leía muchísimo, y lo recuerdo también escribiendo a menudo. Recuerdo ir con él a la feria semanal del barrio a comprar verduras, frutas y ostras. Después guardábamos algunas para nuestras tortugas, la mía y la de Mila, mi hermana. Visitábamos el Estadio Español y el Stade Français con él y mi madre, en donde disfrutábamos de las piscinas mientras él jugaba al tenis.  La cena en la mesa era muy importante para él, lo recuerdo sentado y yo a su lado escuchándolo. Salíamos de paseo a las playas y a las termas. En fin, para mí estar a su lado era sentirme muy querida, admirada y protegida. Su último negocio fue una zapatería que le compró a mi abuelo, Francisco Bouzo. Allí nos dejaba a veces jugar en las inmensas bodegas de zapatos y cuando decoraban las vidrieras era para nosotras una fiesta; él ponía todo el empeño es que se vieran muy lindas.  Nos permitía llevar a casa cajas para jugar, que Mila y yo llenábamos con otras más pequeñas, él las descubría; era muy divertido. Le gustaba el jardín, y me enseñó a regar las plantas; el agua en la raíz, me explicaba que era importante. A mi mamá la llamaba “mi prójima”, y se refería a nosotras como “sus tres Marías”, las estrellas. Mi padre llenó mi vida de sus recuerdos y son todos dulces y tiernos. Nunca le oí levantarnos la voz, solo mimarnos mucho. A mi hermana le llamaba a veces “lauchita”, porque le gustaba esconderse dentro de los muebles en casa. Yo era su Ruliña, y dice mi madre que desde el día en que nací me encontraba preciosa. ¡Qué más puedo decir de un hombre que era tan especial!  Así era mi papá”.

(Miami, Estados Unidos, junio de 2021).


Fóronse para sempre os tempos en que os galegos coma coitadiños, coma quen pide esmola, pregábamos mansiñamente o que tíñamos dereito incuestionable a lograr ieisixir sin contemplación” (Celso Manuel Garrido, 1950; tomado de Freire Freire, 2001).

Agradecimientos

Agradezco a Aurora Elena (Rula) Garrido, José Manuel Garrido, María Elena Garrido y Marisa Garrido por animarme a escribir este artículo y, sobre todo, por las facilidades, informaciones y documentos que me brindaron para que ello fuese posible. Muy especialmente, quiero hacer evidente este agradecimiento a Rula, hija de Manuel Celso, porque sin ella este trabajo no hubiera sido lo que es. Muchas gracias y queda pendiente compartir un plato de pulpo a feira en A Merca.

Incluyo también en mis agradecimientos a Víctor Fortes, Julio Grande y Manuel Outumuro, por los documentos aportados para completar diferentes apartados del artículo.

Referencias

Fasano, L. (2009). Exiliados gallegos en la Federación de Sociedades Gallegas de la Argentina: una aproximación al tema. XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche.

Freire Freire, M. (2001). Manuel Celso Garrido: achegamento á súa vida e obra. Actas Congreso Internacional O Exilio Galego. http://consellodacultura.gal/mediateca/extras/CCG_2001_Actas-do-congreso-internacional-O-Exilio-Galego.pdf

Garrido, M. C. (5 de julio de 1940). 28 de junio (1936-1941). Galicia, 734.

Garrido, M. C. (20 de septiembre de 1941). Apostilla a una revista vieja. Galicia, 745.

Garrido, M. C. (1 de noviembre de 1941). Testigos inexorables. Galicia, 751.

Garrido, M. C. (7 de febrero de 1942a). Carta abierta a mi excompañero de cautiverio. Galicia, 765.

Garrido, M. C. (13 de junio de 1942b). Evocación triste de un refugiado. Galicia, 783.

Garrido, M. C. (21 de febrero de 1942c). ¡¡¡Volve, Galicia!!! Galicia, 767.

Garrido, M. C. (9 de enero de 1943). El Maestro no quiso. Galicia, 813.

Garrido, M. C. (12 de julio de 1947). Don Ramón Otero Pedrayo. Saúdo d-un alumno. Galicia, 1014.

Garrido, M. C. (10 de febrero de 1950). Co gallo da mala nova. Galicia, 1100.

Garrido, M. C. (1953). Saudade. Un limiar e quatorce poemas galegos. Talleres de la Casa del Niño.

Garrido, M. C. (27 de diciembre de 1957). Nochebuena con los míos. El Mercurio.

Monteagudo, H. (2016). Castelao en Buenos Aires, 1940-1950. Olivar, 17, Artículo e006. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7771/pr.7771.pdf

Pérez, L. (2011). Protagonistas de una epopeya colectiva II parte. Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo. https://es.calameo.com/read/001933963309ccc65359a

Salgado, R. (2020). La Biblioteca Provincial. http://ovrense.blogspot.com/2020/10/la-biblioteca-provincial.html

Los quintos de Parderrubias

Los quintos de Parderrubias

Por Juan Carlos Sierra Freire

«Probes naiciñas d’a yalma que crían os seus filliños, e dempois quedan sin eles cando lle marchan de quintos» (Anónimo, 1887).

El Servicio Militar Obligatorio estuvo vigente en España durante 231 años. El 31 de diciembre de 2001 la “mili” pasaba a ser historia, pero hasta ese día, miles de jóvenes -entre ellos los mozos de Parderrubias- fueron «quintos» en un momento de su juventud, teniendo que prestar muchos de ellos su tiempo y su trabajo al Estado.

En el siglo XVIII, una vez finalizada la Guerra de Sucesión, y con la llegada de los Borbones al trono, se comienza a experimentar una escasez de tropas, lo que conduce a una progresiva implantación del reclutamiento obligatorio con el fin de mantener un Ejército permanente. Estos reclutamientos se denominaron popularmente “quintas”, pues se fijó un cupo anual de 50.000 hombres elegidos por sorteo, de los que salía un soldado por cada cinco hombres: el “quinto”. En 1786, una ordenanza de Carlos III dictaminaba que uno de cada cinco mozos españoles en edad de 16 a 40 años debía trabajar como militar para el Rey. Ya en el siglo XIX el soldado de quintas supondría la base del reemplazo del Ejército español.

En 1912, la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército introduce el término “servicio militar obligatorio”, eliminando la redención en metálico y la sustitución, fórmulas vigentes hasta esa fecha que permitían evitar legalmente la incorporación a filas mediante el pago de determinadas cantidades de dinero, pero muy mal vistas socialmente. Con el fin de que fuese un servicio obligatorio para todos aparece la figura del “soldado de cuota” que a cambio del pago de una cuota de 1.000 o 2.000 pesetas -cantidades que suponían pingües ingresos para el Estado- reducían significativamente su tiempo de servicio a diez o cinco meses, respectivamente. Los que no podían pagar la cuota servían durante tres años al Estado; en definitiva, seguía siendo un sistema socialmente discriminatorio.

Sorteo de soldados destinados a la Guerra de África en 1913. Fotografía tomada del Mundo Gráfico

Finalizada la Guerra Civil, el dictador Franco promulga la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, por la que el Servicio en Filas tiene una duración de dos años, tiempo durante el que los soldados no podían contraer matrimonio. En 1943 para poder ser funcionario era obligatorio haber cumplido el Servicio Militar. En 1968, la Ley General del Servicio Militar distingue entre servicio militar obligatorio (15-18 meses) y voluntario (se podía elegir la Región Militar, pero su duración era de 15-24 meses). La Ley Orgánica del Servicio Militar de 1991 acorta el servicio militar a nueve meses y los soldados de reemplazo delegan la responsabilidad de las tareas más complejas y especializadas en militares profesionales.

El objetivo de este artículo es proporcionar una visión de la evolución del reclutamiento de los mozos pertenecientes a lo que hoy es la Parroquia de Parderrubias (A Iglesia, Barrio, O Outeiro, A Carretera, As Campinas y Nigueiroá) a lo largo del siglo XX, en concreto, desde 1900 hasta 1990.

Aspectos generales de la evolución del reclutamiento en Parderrubias

Entre 1900 y 1990 fueron alistados 305 mozos de Parderrubias. La citación y correspondiente alistamiento tenía lugar en el Ayuntamiento de A Merca. En dicho acto se asignaba por sorteo un número a cada mozo, y a continuación en orden de menor a mayor eran tallados y alistados, momento en el que se escuchan sus alegaciones, si fuese el caso. En ocasiones, dado que el mozo era emigrante, o se encontraba fuera por razones de trabajo, era el padre o la madre los que comparecían, pues de lo contrario el joven era calificado como prófugo. El número de mozos alistados cada año en Parderrubias se mantuvo relativamente estable a lo largo del siglo (un promedio de 3,35/año), aunque con una ligera tendencia al descenso, tal como se puede apreciar en la Figura 1. Destacan siete años sin alistamiento alguno (1906, 1907, 1928, 1978, 1981, 1983 y 1985), que contrastan con los nueve mozos alistados en 1965, los ocho de 1902, y los siete de 1918 y 1959.

Figura 1. Evolución del número de mozos alistados en Parderrubias

En la primera década del siglo XX, los mozos eran reclutados con 20 años, a partir de 1911 lo hacen a los 21, volviendo a ser llamados a filas con 20 años de edad en el año 1972, rebajándose, finalmente, la citación a los 19 años en 1980.

En los primeros años era el cura que regentaba la Parroquia, quien certificaba a partir del Libro de Bautizados la relación de mozos incluidos en cada reemplazo. Así, a modo de ejemplo, la Alcaldía de A Merca solicita a don Paulino Agromayor que certifique los mozos nacidos en el año 1881, pertenecientes al reemplazo de 1901:

Sr. Cura Párroco de Parderrubias. En cumplimiento de lo prevenido en el artículo 26 del Reglamento para la ejecución de la ley de Reclutamiento vigente, ruego a Ud. se sirva remitir a esta Alcaldía una relación certificada de todos los mozos que en la parroquia de su digno cargo han nacido durante el año 1881 y no le consta que hayan fallecido, expresando además de sus nombres y apellidos, los de sus padres y fecha de nacimiento, sin prejuicio de que el domingo primero de enero próximo, a las diez de la mañana, concurra Ud. u otro eclesiástico que designe a esta Consistorial para formar el alistamiento. Merca, diciembre 8 de 1899”.

Certificado de mozos nacidos en 1881 emitido por don Paulino Agromayor en el año 1899

El 25 de diciembre de 1899, el Párroco certifica que en ese año 1881 habían nacido en la Parroquia de Parderrubias siete mozos: dos en Solveira, dos en A Nugueira, uno en Bouzas, uno en A Iglesia (Manuel Casas Pérez) y otro en Barrio (José Martínez Iglesias). En esa época, Solveira, Bouzas y A Nugueira pertenecían a la Parroquia de Parderrubias, pero recordemos que los datos de este artículo pertenecen a los lugares que en la actualidad conforman la Parroquia. En 1902 el cura don Benito Garrido realiza el mismo trámite.

Certificado de mozos nacidos en 1882 emitido por don Benito Garrido en el año 1902

En el Ayuntamiento, los mozos eran tallados y registrados, momento en el que muchos de ellos alegaban variopintas razones para evitar el servicio militar, tal como veremos más adelante. Estos son ejemplos de registros de quintas de los primeros años del siglo XX:

[…] hijo de […] y de […] talla un metro seiscientos diez milímetros. Alegó que es corto de vista. Reconocido, resultó útil condicional. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

[…] hijo de […], talla un metro seiscientos diez milímetros. Reconocido resultó útil. Alegó que es hijo único de madre célibe y pobre a la que mantiene. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y habiéndola suministrado en expediente instruido al efecto, el Ayuntamiento le declaró soldado condicional”.

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Dijo no tiene excepción. Reconocido, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró soldado”.

Una característica física fundamental, tenida en cuenta en el momento del alistamiento, era la estatura, estando establecido un mínimo para La incorporación a filas. En las primeras décadas del siglo, la talla mínima exigida para incorporarse al Ejército era de 1,55 metros. La Figura 2 muestra la evolución ascendente de la estatura de los mozos reclutados en Parderrubias a lo largo del siglo XX, siendo el promedio de 1,65 metros; se pasó de 1,60 metros en el año 1900 a 1,79 en 1990.

Figura 2. Evolución de la estatura de los mozos alistados en Parderrubias

Análisis del reclutamiento por décadas

A continuación realizaremos un análisis más pormenorizado por décadas, contextualizando, en la medida de lo posible, el momento histórico, y examinando las peculiaridades de los alistamientos en ese periodo.

1900-1910

En el período 1900-1910 fueron alistados 35 mozos, de los cuales cuatro fueron excluidos, siendo la causa principal, no alcanzar 1,55 metros estatura. Dos fueron calificados como prófugos. Las alegaciones presentadas por los que serían etiquetados como soldados condicionales fueron ser hijo único de viuda pobre, ser hijo único de madre célibe pobre, ser hijo de sexagenario, ser hijo de padres pobres e impedidos, tener un hermano cumpliendo el servicio militar en ese momento y ser corto de vista. No siempre las alegaciones fructificaban:

[…] hijo de […] y de […], talla un metro quinientos ochenta milímetros. Alegó que es hijo único de padre pobre e impedido para el trabajo al que mantiene. Reconocido el mozo, resultó útil. El Ayuntamiento le declaró pendiente de justificación. Y no habiendo solicitado la instrucción de expediente justificativo, el Ayuntamiento le declara soldado”.

Acta de Clasificación y Declaración de Soldados del año 1907
1911-1920

Este período coincide con la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de estos años vivieron con la angustia de ser destinados a tierras africanas, aunque no nos consta que ninguno estuviese en el frente. En esta década fueron alistados 34 mozos, de los cuales seis fueron excluidos por baja estatura, epilepsia, falta de un miembro superior y sordera. Trece fueron calificados como prófugos, algunos de ellos residentes en Cuba; sin duda, la Guerra tuvo que ver con que un 38% de los jóvenes no se presentasen al alistamiento. Entre las alegaciones expuestas por los mozos tallados encontramos ser hijo único de viuda pobre y ser hijo de sexagenario pobre.

Alistamiento de 1912 con resultado de exclusión
1921-1930

Hasta el año 1927 estuvo activa la Guerra de África, por lo que los mozos de los reemplazos de los años 1921 a 1926 todavía convivieron con la ansiedad de la Guerra. En este periodo se alistaron 27 jóvenes, de los cuales cinco fueron excluidos por diversas causas físicas. Siete serían declarados como prófugos. Un único mozo presentó alegaciones, señalando que el padre era sexagenario y que su hermano mayor padecía una discapacidad.

Alistamiento de 1922 con resultado de soldado útil
1931-1940

En los reemplazos de 1931 a 1940 fueron alistados 38 mozos. Ninguno de ellos fue excluido por razón alguna. Tres no se presentaron a la cita y fueron catalogados como prófugos. Este periodo fue el más dramático de la historia reciente de España como consecuencia de la Guerra Civil, movilizándose en actividades bélicas –en los frentes o en la retaguardia- los reemplazos de 1931 a 1939, ambos incluidos. En Parderrubias, por orden cronológico y alfabético, esta situación afectó a los siguientes mozos: Abelardo González Outumuro, Manuel Fernández Rego, Evencio Fernández Outumuro, José Fernández Pérez, Emilio González Outumuro, Jesús Grande Seara, José Pérez Outumuro, Higinio Grande Garrido, Modesto Grande Álvarez, Jesús Fernández Fernández, Manuel Fernández Sueiro, Manuel María Martínez Gulín, Fernando Pérez Outumuro, Celso Seara Garrido, Eladio Garrido Garrido, José Justo Sampedro, Celso Casanova Casanova, Manuel Garrido Garrido, Isolino Grande Garrido, Carlos Lorenzo Insula, Gumersindo Outumuro Martínez, José Seara Garrido, Felisindo Grande Seara, Adolfo Justo Sampedro, Manuel Martínez Teixeira, Manuel Outumuro Seara, Benigno Seara, Manuel Lorenzo Insula, José Outumuro Martínez, Adolfo Outumuro Outumuro, Benito Pérez Outumuro, Manuel Sampedro Seara, Manuel Seara Garrido, José Atrio Lorenzo, Adelino Casanova Casanova, Modesto Garrido Fernández, José Lorenzo Rodríguez y José Seara Casas. Los cuatro mozos que alegaron pertenecer a familias pobres, y que por tanto necesitaban de su presencia como fuente de mantenimiento del hogar, fueron igualmente enviados a filas.

Alistamiento de 1932 con resultado de soldado útil
1941-1950

En la década de los cuarenta fueron alistados 37 mozos, de los cuales solo uno es excluido por una deficiencia visual y otro es declarado prófugo. Entre las alegaciones que conducen a una prórroga de primera clase encontramos ser hijo de madre pobre y padre ausente, ser hijo de sexagenario pobre al que se necesita mantener y ser hijo de viuda pobre. Aunque ya en el año 1938, el mozo Felisindo Grande Seara había disfrutado de prórroga por estudios, será en esta década cuando la condición de estudiante se convierta en alegación habitual para aprovecharse de una prórroga de segunda clase. Concretamente, tres mozos disfrutaron de prórrogas por estudios.

Alistamiento de 1947 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
1951-1960

En el periodo 1951-1960 fueron alistados 37 mozos de Parderrubias. Solo uno de ellos es excluido por defecto físico y cinco declarados prófugos, aunque uno de ellos se comprueba que había fallecido al poco tiempo de nacer. Esta década destaca por el número de mozos que disfrutan de prórrogas por estudios en el Seminario, en concreto nueve. Entre las alegaciones que no surtieron efecto para ser declarado excluido encontramos ser hijo de padre impedido pobre y tener pies planos.

Alistamiento de 1953 con resultado de soldado útil
1961-1970

En la década de los sesenta, el hecho más llamativo es el significativo incremento en el número de mozos alistados, alcanzándose la cifra de 53, siendo la cota más alta de todos los periodos analizados. Son los prodigiosos años sesenta que ya analizamos en otro artículo. La segunda cuestión que llama la atención es el número de mozos que fueron registrados como prófugos por el hecho de ser emigrantes; en concreto, siete de los citados residían en Francia, tres en Alemania, tres en Argentina, dos en Brasil, dos en Venezuela, uno en Suiza, uno en Guipúzcoa, uno en Bilbao y otro en Barcelona. Como ya ocurriera en la década anterior, sigue habiendo mozos que disfrutan de prórrogas por estudios (concretamente, cinco). A estos se unieron los que tuvieron prórrogas de primera por ser hijo de viuda pobre, hijo de padre sexagenario pobre e hijo de madre célibe pobre.

Alistamiento de 1962 con resultado de soldado útil
1971-1980

En la década de los setenta son alistados 29 mozos. Siguiendo la tónica de la década anterior, nos encontramos con siete mozos en la emigración: tres en Alemania, uno en Francia, uno en Brasil, uno en Guipúzcoa y uno en Bilbao. Será en el año 1975 cuando se documenta el primer soldado que realiza milicias universitarias, que eran una modalidad opcional de prestar el servicio militar obligatorio para los estudiantes o titulados universitarios, en los que se adquiría el Grado de Suboficial u Oficial. En este periodo serán seis los mozos que disfruten de prórrogas por estudios.

Papeleta de citación de 1975
1981-1990

Este último período examinado es la época de la objeción de conciencia y del proceso irreversible hacia la desaparición del servicio militar obligatorio. En esta década se alistaron 15 mozos de Parderrubias, de los cuales más de la mitad disfrutaron de prórrogas de segunda clase por estudios. Aparece también la figura del excedente de cupo, a quien el sorteo libraba de incorporarse a filas. Alguno de los mozos de Parderrubias alistados llegó a disfrutar de este beneficio.

Alistamiento de 1986 con resultado de prórroga de segunda clase por estudios
Comunicación de prórroga de segunda clase por estudios de 1988

En definitiva, durante los años en los que el alistamiento de mozos se hizo en el Ayuntamiento de A Merca, el número de jóvenes alistados de Parderrubias fue decreciendo progresivamente con el paso de las décadas (eso sí, de manera inversamente proporcional a su estatura). Las causas de las prórrogas solicitadas –que en ocasiones resultaban en la exención del servicio militar- fueron evolucionando con el transcurrir del siglo, y esta evolución se podría sintetizar en el paso de la pobreza como principal causa de principios del siglo XX a la realización de Estudios Superiores en las últimas décadas del siglo. El paso del tiempo dejó en el olvido a los quintos, a los reclutas, al cuartelero, al maestro armero, al furriel, a los imaginarias, al chusquero, a las dianas y a las retretas…, a la “verde” (hasta los años sesenta) y a la “blanca” (después de los años sesenta).

Cartilla Militar de los años ochenta, coloquialmente conocida como «la blanca»

Nota. El autor agradece a Víctor Fortes toda su ayuda en forma de facilidades dadas para acceder al Archivo Municipal de A Merca y de este modo poder elaborar este artículo.

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

HERMANOS GARRIDO: «OS ESCULTORES» DE PARDERRUBIAS

Por Juan Carlos Sierra Freire y Lucía Garrido

«Hermanos Garrido, de Parderrubias, artistas tan excelentes cuanto ignorados, que en estatutaria compiten dignamente, noblemente, con los mejores de Barcelona y de Valencia. Tanto puede el arte cristiano, en que los Garrido brillan, imprimiendo en la madera ese quid divinum que caracterizó a los artistas religiosos medievales» (C. C., 1911).

En el primer tercio del siglo XX, la práctica totalidad de vecinos de Parderrubias se dedicaba a las actividades agrícolas y ganaderas. Es en esa época en la que nos encontramos a una familia para la que estos quehaceres pasaron a ser algo secundario. En toda la comarca eran muy conocidos los negocios familiares y la actividad industrial de los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias): aserradero, molinera, ultramarinos y, sobre todo, los talleres de escultura religiosa. Los Hermanos Garrido disfrutaban de gran estima en toda la comarca, siendo considerada una familia influyente de la época.

Los que con el tiempo pasaron a ser conocidos como “Os Escultores” de Parderrubias eran los hijos de Celedonio Garrido y Jacinta González: José (1881-1965), Eliseo (1884-1972), Manuel (1889-1977) y Modesto (1892-1964). Además de estos, Celedonio y Jacinta tuvieron dos hijos más: Encarnación (1876-1918), fallecida a la edad de 42 años a consecuencia de la pandemia de 1918; y Marcelino (1877-1904), fallecido con solo 27 años, debido a las secuelas de un accidente talando un árbol. Se trataba de una familia de labradores de O Outeiro en la que, en sus principios, el padre y el hijo mayor José iban a las siegas a Castilla para complementar los ingresos que les daban las tierras y los trabajos artesanales en madera (Piñeiro, 2018). Celedonio había puesto en funcionamiento en O Outeiro un taller de ebanistería que con el tiempo evolucionaría a uno de imaginería y escultura religiosa. Este taller, en el que todos los hermanos se especializan en el arte de la imaginería, constituye el embrión de las dos marcas comerciales que llevan el sello de “Os Escultores”: José Garrido y Hermanos (José, Manuel y Modesto), y Eliseo Garrido e Hijos (Eliseo).

Artes Católicas José Garrido y Hermanos

José, Manuel y Modesto abren negocios en A Manchica –en aquel momento, pertenecía a la Parroquia de Parderrubias-, lugar al que pasa a vivir Modesto una vez casado. José y Manuel permanecen solteros y viven en A Carretera (Parderrubias). En A Manchica ubican sus afamados talleres de imaginería religiosa Artes Católicas José Garrido y Hermanos, que según Piñeiro pasaría a constituirse legalmente como Sociedad en el año 1924, con un capital de 25.000 pesetas. José y Manuel habían ido a formarse a Barcelona en arte religioso, y es aquí en donde también Manuel entra en contacto con técnicas fotográficas punteras en esa época, convirtiéndose de este modo la fotografía en una de sus aficiones más importantes. Al lado del taller de escultura religiosa, levantan un aserradero, conocido como La Industrial, y una molinera. El aserradero sería inaugurado en el año 1925 con un evento social amenizado por el grupo de gaiteros Os Maravillas de Cartelle, en el que tocaba Aurea, la que hoy está considerada primera mujer gallega gaitera. A este aserradero se le unirían otros dos: uno en Outumuro y otro en Celanova.

En esos años era algo habitual encontrarse en el diario La Zarpa este anuncio publicitario:

La Industrial: fábrica de aserrar y labrar maderas. Talleres de construcción José Garrido y Hermanos. Parderrubias”.

En A Carretera, los Hermanos Garrido construyen una lujosa casa solariega, que incluye hasta una capilla. Este edificio se convierte en la vivienda de José y Manuel, y en él instalan una tienda de ultramarinos y ferretería, en la que se llegó a vender hasta penicilina, pues Manuel poseía algunos conocimientos médicos. Se trataba de una casa tipo indiano, la cual mantiene la estructura en la actualidad, salvo el torreón que ya no existe. Aquí es donde Manuel instala su estudio de fotografía, cuyas técnicas había conocido en su viaje a Barcelona.

Casa de «Os Escultores» en Parderrubias a principios del siglo XX

Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos

Eliseo, después de contraer matrimonio, se separa de sus hermanos y crea en los años veinte su propio taller de imaginería religiosa en Bouzas: Taller de la Sagrada Familia Eliseo Garrido e Hijos. Según una hijuela de 1918, Eliseo hereda de sus difuntos padres tierras en Bouzas y en A Salgueira. Mientras que los talleres de José Garrido y Hermanos no tuvieron continuidad a la muerte de los tres hermanos, el de Eliseo Garrido sí lo hizo con sus hijos Celso y Adolfo. En 1962, Celso emigra a Francia quedándose Adolfo al frente del taller, hasta que cinco años después, una vez retornado de la emigración Celso, ambos hermanos deciden separar sus caminos profesionales. Celso crea la marca Celso Garrido e Hijos, pasando a denominarse Restauraciones Garrido en los años ochenta, marca comercial al frente de la cual se encuentran en la actualidad José Luis y Lucía Garrido (tercera y cuarta generación; véase http://restauracionesgarrido.es/). La firma Taller de Eliseo Garrido e Hijos llevó a cabo multitud trabajos, entre los que destacan el altar mayor y laterales de A Mezquita, altares mayores de Piñor, Taboadela, Baños de Bande, Cabaleiros, Tamallancos, Ramoiños, Arnoia, Cualedro, Olás, Xinzo, retablos mayores de Morgade, Cortegada, Cerreda, Bobadela, Entrimo, Cantoña, retablos laterales de Velle, San Pedro de Bogo, Villarrubín, etc., destacando de manera especial el altar mayor y el lateral construidos para la nueva iglesia de los Padres Franciscanos que se inauguró el día de Corpus del año 1929 en el parque de San Lázaro. Dicho trabajo fue reconocido por el diario La Región, y recibió multitud de felicitaciones, tal como acredita la revista El Eco Franciscano de julio de 1929.

Con motivo del altar construido por esta acreditada firma industrial, para la nueva iglesia de PP. Franciscanos de esta ciudad, fueron muchos y muy merecidos los elogios tributados al señor Garrido, que con esta obra ha demostrado que en sus talleres se producen trabajos de estimable valor artísticos. El crédito de los Talleres de la Sagrada Familia se extiende desde antes de esta fecha por toda la provincia y aún fuera de ella, pues entre otras obras de mérito destacan el altar mayor de la parroquial de Piñor, el de Taboadela, Morgade en Ginzo, Belle, Cortegada de Limia, convento de Padres Franciscanos de Rivadavia, San Pedro de Bojo (Oviedo) y otros que darían para una larga relación. Muy cordialmente felicitamos a don Eliseo Garrido por el elevado grado de perfección a que ha llevado su industria, que honra a nuestra provincia” (La Región, 11 de junio de 1929).

La fotografía que aparece a continuación muestra el plano del retablo de la capilla de Valoiro confeccionado por Eliseo Garrido en el año 1919.

Plano retablo Capilla de Valoiro

Los trabajos en el Taller de la Sagrada Familia, de igual manera que ocurriría en el de José Garrido y Hermanos, comenzaban al amanecer. Rescatamos una anécdota en el quehacer cotidiano del taller, contada por Celso Garrido (hijo de Eliseo), que tiene como protagonistas al abuelo y al bisabuelo de los respectivos autores de este artículo. Paulino Sierra realizaba de manera habitual labores de carpintería para «Os Escultores». Una mañana, en el Taller de la Sagrada Familia, Paulino y Eliseo Garrido hablaban sobre los coches -probablemente en relación a los primeros vehículos de cuatro ruedas adquiridos por «Os Escultores»-, y en dicha conversación le decía Paulino a Eliseo: «chegará un día no que os coches serán baratos e todos poderán mercalos (llegará un día en que los coches serán baratos y todo el mundo podrá comprarlos)».

Eliseo era un hombre tranquilo, inteligente, que supo hacer de la adversidad virtud y levantarse de cada caída. Un ejemplo de su forma de ser es la respuesta dada a un debate que tuvieron sus hijos Celso y Adolfo acerca del tipo de trabajos que debían hacerse en el taller, planteándose que los trabajos baratos no debían atenderse. La respuesta de Eliseo fue así de contundente: «Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) un traballo por poucos cuartos que deixe sempre hai que atendelo (Celso…, Adolfo…, Celso…, Adolfo… (…) (un trabajo por poco dinero que deje siempre hay que hacerlo)».

Trabajos de imaginería religiosa

Los trabajos de imaginería religiosa de “Os Escultores” pronto son reconocidos en toda la provincia ourensana y fuera de ella, tal como se puede leer en el diario El Progreso de Lugo, del 10 de agosto de 1915, haciéndose eco de la exposición, en uno de los escaparates de la Casa Bravo, sita en la calle Príncipe de Vigo, de un magnífico retablo representando los Sagrados Corazones de Jesús y María, procedente de…

“…los grandes talleres de escultura religiosa José Garrido y Hermanos, situados en Parderrubias, pueblecillo cercano a Orense”.

En el recién aparecido diario La Región era usual encontrar en 1910, casi a diario, el siguiente anuncio:

José Garrido y Hermanos (Orense) Parderrubias. Esta casa cuenta con todos los adelantos modernos para la construcción de Imágenes en madera y cartón-madera, Altares, Doseles, Púlpitos, Monumentos para Semana Santa, y todo lo concerniente al culto católico. También se encarga de la restauración y pintura de Imágenes y Altares, por deteriorados y antiguos que sean, ejecutando estos trabajos en nuestros talleres o a domicilio. Se remiten gratis, dibujos, catálogos, fotografías y cuantos datos necesiten los señores que deseen honrarnos con sus encargos, para lo cual dirigirán su correspondencia a JOSE GARRIDO Y HERMANOS (Orense), Parderrubias” (La Región, 19 de agosto de 1910).

Así describía el corresponsal de La Región en Celanova la majestuosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que procesionó el 26 de noviembre de 1911 en la parroquia de San Salvador de Redemuiños, obra creada en los Talleres Hermanos Garrido:

«De filigrana se puede calificar la hermosa estatua que, sostenida por cuatro ángeles, ostentadores del Cáliz, de la Cruz, de las Espigas, etc., mide la altura de un metro setenta centímetros, y cuya decoración, severamente armonizada, la llena de vida, hasta el punto de figurarse la mente a nuestro Redentor, marchando con paso lento y solemne por entre la muchedumbre y mostrando su corazón lleno de misericordia«.

O Tío Marcos d’a Portela, primera publicación periódica monolingüe en gallego, que había sido fundada por Valentín Lamas Carvajal en 1876, y recuperada entre 1917 y 1919, incluía la siguiente cuña publicitaria:

ARTES CATÓLICAS. Grandes Talleres d’Escultura Relixiosa, Artística, Talla, Pintura e Dourado. Costrución e reparación de toda crás de imáxenes en madeira e Pasta-madeira, Retablos, Doseles, Púlpitos e Tabernáculos. Variado sortido em Vía-Crucis de Pasta-madeira, de diferentes tamaños, crases e estilos. XOSÉ GARRIDO E HIRMAUS. Parderrubias (Ourense). Sucursal e depósito en Ourense DON VALENTÍN CID. Paz, núm. 2”.

En el año 1929 encontramos en el diario La Región una cuña publicitaria de la marca Eliseo Garrido:

Taller de la Sagrada Familia. Eliseo Garrido. Parderrubias (Orense). Escultura, talla, pintura y dorado. Retablos, doseles y todo lo concerniente al culto católico” (La Región, 12 de junio de 1929).

Cuña publicitaria del Taller de la Sagrada Familia. La Región, 12 de diciembre de 1931

El día de Corpus del año 1914, La Región dedica un especial a algunos de los comercios y negocios más influyentes de la época en Ourense: Laboratorio Vidal, Gran Hotel Miño, Gran Bazar Andrés Perille, Dentista García del Villar, Almacén de Tejidos Celso Ferro, Máquinas Singer, Droguería Pinal-Yebra-Aperribay, Hotel Cataluña, Gran Garaje Cimadevila, Balneario de Molgas, Relojería Manuel Barbosa, Bazar Avelino Cimadevila, Comercio La Pal y… a los Hermanos Garrido de Parderrubias. El reportaje dedicado a estos últimos, ilustrado con una bellísima escultura religiosa, relataba:

En Parderrubias, un pueblecillo cercano a Orense, están emplazados los talleres de escultura religiosa de los señores Garrido. Quizás en otro pueblo que no fuera el nuestro, los trabajos hermosos, concienzudos y acabados que se ejecutan en estos talleres, serían admirados y ponderados cual en justicia merecen serlo y aún arrancarían la supremacía a otras casas que se dedican a la misma industria. El grabado que publicamos, dice mucho mejor de lo que  nosotros podemos hacerlo, lo notable de la labor de los señores Garrido y ratifica nuestras anteriores manifestaciones. En la construcción de altares hacen primores también en esta casa. Sus imágenes talladas en madera y cartón-madera en forma tan admirable; de una perfección en las líneas y en los menores detalles tan marcada; de un dibujo y naturalidad asombrosa, son exportadas en gran número y pueden verse en muchas, en casi todas las iglesias de esta provincia. Y esta casa, más pronto o más tarde, tendrá que imponerse a las demás similares, porque así lo demandan sus trabajos no superados por los fabricantes del artículo a que nos referimos, que hoy privan en España” (La Región, 11 de junio de 1914).

No les faltaron competencias desleales o quienes les suplantaban en sus obras artísticas. Así, en agosto de 1922, se ven en la necesidad de publicar en la prensa escrita el siguiente anuncio:

Falsa propaganda. Desmintiendo la falsa noticia propagada solapadamente por ciertas personas que con fines lucrativos pretendieron hacer ver que no se seguía trabajando en los TALLERES DE ESCULTURA RELIGIOSA de Parderrubias, JOSE GARRIDO Y HERMANOS participan a su numerosa clientela que en sus talleres recientemente ensanchados y dotados de maquinaria moderna, se trabaja en mayor escala que anteriormente, lo que permite servir en inmejorables condiciones y a precios sin competencia toda clase de imágenes, retablos, restauraciones y todo lo que concierne al culto divino. Fábrica de aserrar maderas y molinera-Talleres de construcción. Grandes existencias de maderas de todas clases. MADERAS MACHEMBRADAS. Servicio de transportes de maderas a domicilio. Se vende gran partida de leña (desperdicios). JOSE GARRIDO Y HERMANOS. Parderrubias (Orense) (La Región, 19 de agosto de 1922).

En marzo de 1923 el Gerente de la razón social José Garrido Hermanos de Parderrubias hacía publica una nota de prensa en la que se informaba que las obras construidas en sus talleres de escultura religiosa se distinguen por una placa de bronce con la marca registrada “Artes Católicas”, de manera que las que no lleven esa placa no son legítimas de sus talleres. Hacía esta advertencia para que su clientela no se dejase engañar con ofrecimientos de otros artistas que con el fin de acreditarse utilizaban el mismo título.

Obras de «Os Escultores» en la Iglesia de Santa Mariña de Augas Santas

La producción artística de los talleres fue en aumento y sus esculturas de Sagrados Corazones, Vírgenes y Santos se hicieron hueco en multitud de iglesias y altares de la provincia. El éxito comercial y la fama de sus trabajos de imaginería no fueron impedimento para que «Os Escultores» llevaran a cabo obras sociales, en ocasiones en forma de donaciones. El Jueves Santo de 1936, estando muy próximo el inicio de la Guerra Civil, la iglesia parroquial de Barbadás fue incendiada por un grupo de insurrectos. Su reconstrucción duró más de un año y costó 10.600 pesetas. Los Hermanos Garrido contribuyeron a dicha obra donando una imagen del patrono San Juan Bautista.

Precios de imágenes en madera en 1916

Relevancia social

El prestigio y la relevancia de “Os Escultores” alcanzaron altas cotas en la sociedad de aquella época. En mayo de 1913 tienen lugar las fiestas Constantinianas en todo el mundo católico con el fin de celebrar la Paz de la Iglesia, conmemorando el decimosexto centenario del Edicto de Milán del año 313, por el que el Emperador Constantino reconoce a los cristianos la libertad de culto. En Ourense, durante las celebraciones, se iluminó la Catedral y en una de las torres se colocó una gran cruz iluminada. Con el objeto de ganar el Jubileo Constantiniano por dicha conmemoración, un grupo selecto de personas de la provincia ourensana viaja a Roma como peregrinos bajo la tutela del Obispo de la Diócesis, don Eustaquio Ilundain. Entre estas personas se encontraban el Rector del Seminario, un Canónigo de la Catedral, algunos párrocos y Manuel Garrido, uno de “Os Escultores”. El viaje en tren les llevó por Oviedo, Zaragoza, Barcelona, Marsella, Génova y, finalmente, Roma, en donde permanecieron desde el 7 al 13 de mayo hospedados en el hotel Babaria, aunque lamentablemente no pudieron ser recibidos en audiencia por su Santidad Pío X, debido a su estado de convalecencia. En Marsella tuvieron oportunidad de visitar el Santuario de Notre-Dame de la Garde, haciendo uso para la ascensión del Ferrocarril de Cremallera. A su regreso pasaron por Lourdes.

José, el hermano mayor, fue elegido Alcalde de A Merca en el año 1926, tomando posesión el 24 de abril. Tenía 45 años. Estando vigente el Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera, una nueva corporación formada por jóvenes, que nunca se habían dedicado a la política, accede al Ayuntamiento de A Merca con ansias de acabar con la vieja política caciquil. La crónica de La Región informaba que:

Todos ellos nuevos dos veces, nuevos porque nunca han figurado en política y nuevos porque todos son jóvenes y además, ganosos de tirar con los moldes de la vieja rutina. Unido a esto como alcalde la prestigiosa persona de D. José Garrido, dio por resultado una corporación que ni soñada” (La Región, 1 de mayo de 1926).

El carácter personal de José Garrido y su discreción quedan reflejados en la carta que vecinos suyos firman en La Región el día en que toma posesión como Alcalde de A Merca:

La  prohibición del Sr. Garrido nos priva del placer de homenajearlo cual era nuestro deseo, pero su modestia personal no le permite aceptar acto de ostentación alguna” (La Región, 1 de mayo de 1926).

Estas mismas características personales ya habían sido empleadas en 1915 por S. Súarez López, cura de San Vitoiro da Mezquita, para describir a los Garrido:

«Tan sencillos como modestos, los hermanos Garrido huyen de todo ruido, convencidos de que todo el mérito positivo no necesita que se le anuncie con encomios, como no lo necesita la belleza para atraer las miradas de todos: le basta con presentarse«.

El 6 de enero de 1927 se lleva a cabo la bendición y colocación de la primera piedra de la nueva escuela de Parderrubias, estando presidido el acto por el Alcalde de A Merca, don José Garrido González, acompañado de concejales, sacerdotes, maestros y un numerosísimo público. La obra sería ejecutada por José Garrido y Hermanos. Diecinueve meses después, el 12 de agosto de 1928, se lleva a cabo el solemne acto de inauguración oficial del edificio. La ceremonia fue presidida por el Gobernador Civil, don Vicente Rodríguez Carril; el Inspector de Primera Enseñanza, señor Maceda; y el Jefe Provincial de Unión Patriótica, señor Salgado Biempica. Además, se encontraban el Alcalde de A Merca, señor Garrido, su Corporación, el maestro nacional, el párroco y resto de autoridades locales. La obra había sido sufragada por el presupuesto municipal y la suscripción de los vecinos de la Parroquia de Parderrubias (La Zarpa, 14 de agosto de 1928).

La inauguración del nuevo pabellón escolar formaba parte del programa de fiestas en honor a la Virgen de Lourdes que organizaron los Hermanos Garrido los días 11 y 12 de agosto de ese año 1927, fecha en la que inauguraron un oratorio en su domicilio de Parderrubias. Tal como recoge el diario La Región de esas fechas, el sábado 11 de agosto a las doce del mediodía un repique general de campanas y el disparo de una nutrida salva de bombas anunciaba el comienzo de los festejos. A las ocho de la tarde, tenía lugar la novena a la Santísima Virgen y acto seguido se cantaron solemnes vísperas en su honor. Desde las nueve y media hasta las doce de la noche se celebró una gran verbena en el campo de la fiesta, amenizada por una banda de música, bajo una sorprendente iluminación. Al día siguiente, domingo 12 de agosto, a las cinco de la madrugada, una salva de bombas anunciaba la reanudación de los festejos y la banda de música recorrió las calles de los pueblos tocando dianas y alboradas. A las siete hubo misa parroquial y novena. A las nueve y media, tuvo lugar la bendición del oratorio en el domicilio de los hermanos Garrido, y acto seguido se celebró en el mismo la primera misa, cantada. A las diez y media se procesionó a la Virgen María desde el oratorio a la iglesia parroquial, en donde se celebró una solemne misa cantada a toda orquesta. Por la tarde, a las cuatro y media, se llevó a cabo una ceremoniosa bendición de la Bandera del Sindicato Católico Agrícola de Parderrubias, y ya a las cinco, con la asistencia del Excelentísimo Señor Gobernador Civil se inauguraba la escuela. A las seis comenzaron los bailes populares amenizados por la banda de música hasta el anochecer, cuando una salva de bombas ponía fin a los festejos.

La notabilidad de la familia Garrido queda patente en una fotografía publicada en la revista Vida Gallega del 20 de noviembre de 1923 (véase más abajo), en la que Modesto (de pie, segundo por la izquierda) y José (sentado en el centro) aparecen posando con sus sobrinas junto a los Oficiales del Batallón de Cazadores de Ourense, que estaba realizando en esos días maniobras militares en Parderrubias. En esa misma fotografía también podemos observar, sentado a la derecha, al cura don Adolfo Outumuro, pocos meses antes de su fallecimiento. En 1929, José y Manuel, junto al cura don Castor Gayo (fotografía que aparece al principio del artículo) viajan a la Exposición Internacional de Barcelona. Manuel y José ingresarían en el Somatén de la Octava Región, Auxiliaría de Allariz, durante la primera quincena del mes de enero de 1929.

«Os Escultores» de Parderrubias fueron los que adquirieron el primer vehículo de cuatro ruedas en el pueblo. También fueron los primeros en poseer dos camionetas para el negocio del aserradero. El 25 de octubre de 1921, un devastador incendio que asoló un edificio en O Posío acababa con la vida de un matrimonio y su hija. En los bajos había un taller de pintura propiedad del infortunado y un garaje, en el que se guardaban tres camiones Peugeot, que quedaron completamente carbonizados; uno de esos camiones era de los Hermanos Garrido. El incendio había sido provocado por una negligencia de un chófer al llenar de gasolina el depósito de uno de los camiones, dejando que esta se derramase y alcanzase un farol de aceite. Aparte de la pérdida de vidas humanas, los daños superaron las cien mil pesetas de la época.

Manuel era un apasionado de la fotografía (varias de las fotografías que ilustran este artículo son de su autoría), lo que se puede interpretar como un gran hito en aquella sociedad rural de la época. Tal como relata Piñeiro, en 1911 adquiría los primeros frascos de revelador y sobres de papel de citrato de 13 por 18 en la droguería Sanchón de Vigo. Durante los años veinte se encargó de fotografiar a vivos y muertos de toda la comarca, llegando a acumular cientos de fotografías que hoy constituyen un documento visual valiosísimo que permite conocer y profundizar en la sociedad de principios del siglo XX en toda nuestra comarca. Una de sus fotografías más impactantes corresponde a un entierro celebrado en la iglesia parroquial de Parderrubias, excelentemente inmortalizado por a cámara de Manuel. Pudiera tratarse del entierro de don Adolfo Outumuro.

Entierro en la iglesia parroquial de Parderrubias retratado por Manuel Garrido

En palabras de Piñeiro, Manuel retrató a «ricos y pobres, a burgueses prepotentes que inmortalizaban sus pretendidas riquezas personales y su egocentrismo, y a humildes labriegos que veían en la fotografía el arte de la transformación temporal, superando por momentos, sus particulares miserias… Niños y viejos, vivos y muertos, entierros y romerías y algún que otro pionero, que orgulloso mostraba al mundo su modernidad adquirida, eran los motivos etnográficos que el joven Manuel Garrido iba plasmando en su cámara oscura«.

El nombre de Hermanos Garrido llega a aparecer en la obra “Mitteleuropa” de Vicente Risco, en la que el gran literato gallego relata sus impresiones acerca del viaje que realiza a Berlín:

Cadra xa en Wilmesdorf, e para ir, cómpre atravesar a Kurfürstendamm e coller logo por Olivaer Platz e Parisestrasse. É unha igrexa nova dun oxival que farían os irmáns Garrido de Parderrubias, se como son carpinteiros e escultores, fosen canteiros e arquitectos, posta no medio dun lindo xardinciño”.

Los eventos sociales en la casa de “Os Escultores” saltaban a las páginas de los periódicos locales de la época:

El domingo se celebró en la casa solariega de los señor de Garrido, en Parderrubias, la fiesta de la patrona de la casa, la Virgen de Lourdes. Hubo misa solemne en el oratorio en la que interpretó música de Perosi la Banda de Las Pías, que dirige el competente joven don Aurelio Nieto. Luego se sirvió una suculenta comida a cerca de cien invitados. Por la tarde hubo fiesta popular en los patios de la fábrica de escultura de los Garrido” (La Región, 30 de julio de 1933).

En definitiva, los Hermanos Garrido (“Os Escultores” de Parderrubias) fueron una familia emprendedora de la época, que colocaron el nombre de Parderrubias en la sociedad de principios del siglo XX, a través de su actividad industrial, política y social. A pesar de que los talleres de imaginería religiosa José Garrido y Hermanos enmudecieron hace ya muchas décadas, su obra perdura con el paso del tiempo, pudiendo todavía hoy ser contemplada, como es el caso del Viacrucis que cuelga de las paredes de la iglesia parroquial de Parderrubias. La tradición prosigue actualmente con Restauraciones Garrido, que dio continuidad a una de las dos sagas: la de Eliseo Garrido.

Firmas de los cuatro hermanos Garrido

Referencias

Piñeiro, A. (2018). Cazadores de almas. Tres fotógrafos das terras de Celanova. Raigame, 42, 60-67.

Nota. Los autores agradecen a Antonio Piñeiro permitirnos hacer uso de su documento no publicado «Manuel Garrido: un imaxineiro que dominou a arte da fotografía», y a Xulio Outumuro el hacerlo llegar a nuestras manos.

Aquel Parderrubias de la Posguerra. Por Juan Carlos Sierra Freire

Aquel Parderrubias de la Posguerra. Por Juan Carlos Sierra Freire

El fin de la Guerra Civil, en un país completamente devastado y arruinado, dio paso a un periodo de dos décadas caracterizado por enormes carencias y necesidades en la sociedad española. La autarquía económica y el intervencionismo del Estado, unido al aislacionismo internacional al que fue sometido el Régimen, dieron como resultado que se acrecentase la miseria y el atraso que había dejado la Guerra. A todo ello se añadió un severo control político e ideológico de la sociedad que reprimía cualquier crítica u oposición al sistema.

La desastrosa política agraria, unida a terribles sequías, como la del año 1946, condujo al racionamiento de alimentos básicos, situación que estuvo vigente hasta el año 1952, lo que dio lugar a un intenso mercado negro: el estraperlo. Se trataba de un comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa, que se extendió como reguero de pólvora por todo el país.

España no comenzó a levantar cabeza hasta finales de los años cincuenta, por lo que no es exagerado hablar de una posguerra de dos décadas (1940-1959), periodo en el que centra su interés este artículo, entendiendo que la década con mayores índices de miseria fue la de los años cuarenta.

Aunque la miseria y las necesidades estaban presentes en todos los tejidos de la sociedad española, en el ámbito rural, como el caso de Parderrubias, se podía disponer al menos con mayor facilidad de ciertos productos básicos como la leche, el centeno o las patatas. Sin embargo, estos bienes básicos estaban expuestos a las desgracias como fue el caso del incendio originado en agosto de 1940, a las tres de la tarde, en A Aira de Parderrubias, que arrasó 14 medas de centeno valoradas en 45.000 pesetas, perdiendo trece familias del pueblo toda la cosecha de cereales, quedándose en la ruina.

En el año 1940 era nombrado párroco de Parderrubias Don José Rodríguez Barreiros (O Cura Vello), que llevaría las riendas de la Parroquia hasta 1960, comenzando a cimentarse por esas fechas una fuerte vinculación entre Parderrubias y el Seminario, hecho que queda reflejado en dos noticias que recoge la prensa escrita de la época. En primer lugar, la donación de 1.000 pesetas que el párroco Don José entrega en 1948 para su construcción, siendo una de las mayores cantidades publicadas en la prensa. Durante ese año 1948, las Partidas de Bautismo y Matrimonio de la Parroquia incluyeron sellos conmemorativos del Proyecto del Nuevo Seminario con distintos valores. Y, en segundo lugar, en la entrevista que el Rector del Seminario Mayor, don Manuel Gil Atrio, concede a La Región en el año 1954, coincidiendo con el Día del Seminario, en la que éste señala que la parroquia de la provincia que más seminaristas aporta es la de Parderrubias, junto con la de la Santísima Trinidad de Ourense, ambas con trece (La Región, 18 de marzo de 1954). Evidencia de esta buena relación entre la Parroquia de Parderrubias y el Seminario es la visita que las niñas del pueblo realizan al Nuevo Seminario en el año 1951, acompañadas del maestro Don Isolino Camba Casas (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/11/27/e14-don-isolino-camba-casas-1913-2001-por-manuel-outumuro-seara/) y los seminaristas Don Aurelio Grande Fernández (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/10/30/don-aurelio-grande-fernandez-1930-2001-por-merche-grande-gallego/) y Don Jaime Grande Seara.

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Visita de las niñas de Parderrubias al Nuevo Seminario en el año 1951

Dado el elevado número de seminaristas en la Parroquia, se hicieron habituales las primeras misas, que suponían actos solemnes y festivos. Así, por ejemplo, en el año 1941 José Aldea escribe sobre una de ellas, la de don Felisindo Grande Seara (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/10/05/entrada-7-parderrubias-a-principios-de-la-decada-de-los-cuarenta-desde-una-particular-perspectiva/):

…concurren veintitantos sacerdotes, casi todos los de los Ayuntamientos de Barbadanes, La Merca y Cartelle, y algunos otros… Todo el pueblo, toda la parroquia está allí. Es la fiesta mayor de uno de sus hijos más queridos”.

 No se queda atrás, en cuanto a pomposidad, el copioso almuerzo servido a continuación para tal ocasión:

 “Volvemos a la casa de los Garrido un poco tarde. Hay allí tres o cuatro mesas inmensas. En la nuestra, la más grande, están el nuevo presbítero y sus padrinos y los más de los sacerdotes. A mí me toca comer frente al cura de Loiro y al lado de Merino. “Veña a comida, que o pan rabea”. A todos los que estamos allí nos ha dado Dios por lo visto un buen apetito. Pasan las fuentes, incansablemente”.

En la década de los años cuarenta destaca también la figura de Don José Rodríguez Portela (“O Có”), quien obtenía el cargo de maestro de Parderrubias en 1942, dejando su impronta en los niños del pueblo desde ese año hasta 1957, fecha en la que permuta la escuela de Parderrubias con Don Isolino Camba Casas (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/11/27/e14-don-isolino-camba-casas-1913-2001-por-manuel-outumuro-seara/). En ese mismo año 1942, a raíz de lo que se podía leer en el diario La Región del 29 de mayo, la Parroquia se olvidaba de la dura posguerra para centrarse en las fiestas del Corpus:

El día 3 del próximo mes de junio se celebrarán en esta localidad los tradicionales festejos de Corpus, que durarán varios días. Amenizarán los festejos las afamadas bandas de música de Sobrado del Obispo y Souto Penedo, al mando del director don Antonio Valdés. También habrá animadas verbenas. El día cuatro, festividad del Santísimo Christi, se celebrará una misa solemne a toda orquesta en la Iglesia Parroquial con asistencia de las autoridades locales. El Padre don José Sueiro pronunciará un sermón. Este mismo día saldrá la procesión del Corpus que recorrerá las principales calles de la villa. Existe gran animación en todo el pueblo. Durante los festejos se disparará profusión de fuego fijo y volador” (La Región, 29 de mayo de 1942).

Una vez referenciados algunos de los acontecimientos relevantes de esos años, vamos a centrarnos en dos hechos, cuyo análisis realizado a partir de los registros llevados a cabo en los Libros Parroquiales, nos permitirá conocer mejor la realidad de Parderrubias durante la Posguerra: las  bodas celebradas en la Parroquia y los nacimientos.

Desde 1940 a 1959 se celebran 46 bodas en Parderrubias apreciándose una clara tendencia descendiente a lo largo de esos años (véase el Gráfico 1), fenómeno que culminará en las dos décadas más recientes (1996-2015), en las que se contabilizan únicamente 16 bodas en la Parroquia. El promedio de edad de los novios era de 30,85 años, oscilando sus edades entre 23 y 48 años; ellas, las novias, se casaron con un promedio de edad de 26,98 años, fluctuando entre los 19 y 43 años. El 87% de las bodas fueron celebradas por Don José Rodríguez Barreiros (1941-1959), las cuatro de 1940 por Don Juan Estévez Estévez, y dos del año 1949 por el misionero Don Enrique López Rodríguez y Don Felisindo Grande Seara, respectivamente. Tal como se muestra en el Cuadro 1, en el 52% de las bodas uno de los miembros de la pareja no pertenecía a lo que actualmente es la Parroquia de Santa Eulalia de Parderrubias (recordemos que en ese momento la Parroquia incluía a Nogueira, Bouzas, Fondodevila y Solveira, cuyos datos relativos a matrimonios y bautizos no están contabilizados en este artículo). Únicamente un 5% de matrimonios tuvo lugar entre personas naturales del mismo núcleo poblacional de la Parroquia, de ellos dos estaban formados por vecinos de A Iglesia, dos por vecinos de Barrio y uno por residentes en O Outeiro. Dado que por tradición la ceremonia religiosa se celebraba -y celebra- en la Parroquia de la novia, todas estas bodas tienen en común el hecho de que la novia era natural de nuestra Parroquia, pudiendo haberse realizado bodas de vecinos de Parderrubias en otras Parroquias, las cuales no están contabilizadas en estos números que aportamos.

Los años de la posguerra en Parderrubias_1
Gráfico 1

Los años de la posguerra en Parderrubias_2
Cuadro 1

En cuanto a los nacimientos, durante el periodo 1940-1959 se produjeron 157 en lo que hoy constituye la Parroquia de Parderrubias. De esos nacimientos, 92 fueron niños (59%) y 65 niñas (41%). Su evolución a lo largo de estas dos décadas refleja también una línea descendente (véase el Gráfico 2). La caída en la tasa de natalidad se produce en realidad en la década de los años 50, en la que tienen lugar únicamente 50 nacimientos, menos de la mitad de los que habían acontecido en la década anterior (107), cifra ésta similar al período previo de los años 30 (108), tal como ya indicamos en otro artículo publicado en este Blog (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/15/e19-parderrubias-sus-ninos-de-la-guerra/). La distribución de nacimientos por núcleos poblacionales se puede observar en el Gráfico 3: el 50% de ellos tuvo lugar en O Outeiro y A Iglesia.

Los años de la posguerra en Parderrubias_3
Gráfico 2

Los años de la posguerra en Parderrubias_4
Gráfico 3

Un índice que refleja con toda crudeza las carencias y necesidades vividas durante esos años es la tasa de mortalidad infantil, la cual castigaba mucho más a las zonas rurales debido a la ausencia de servicios médicos especializados. Las causas más importantes eran la alimentaria (diarrea y enteritis), las infecciones y la debilidad congénita. La tasa de mortalidad infantil (fallecidos menores de un año por 1.000 nacidos vivos) se situaba entre 1936 y 1950 en 97,97, muy por encima del resto de países occidentales. En Galicia, entre 1946 y 1950, estaba en 72,20, la sexta más alta de las actuales comunidades autónomas; los coeficientes de Orense oscilaban entre 71,70 y 84,30 (Dopico, 1985). En Parderrubias, durante este período analizado, fallecieron 14 niños, 11 de ellos el mismo año de nacimiento, 2 a los dos años y 1 a los tres años, siendo 1941 el año más trágico, produciendo 5 fallecimientos, todos ellos de recién nacidos. Es decir, el 8,92% de los niños nacidos entre 1940 y 1959 en Parderrubias fallecieron antes de cumplir los 3 años de edad.

En promedio, los nacidos en estas décadas, años 40 y 50, fueron bautizados a los 4 días de nacer. Los nueve bautizos del año 1941 fueron celebrados por Don Juan Estévez Estévez; los restantes 148 (1942-1959) por Don José Rodríguez Barreiros.

De igual manera que cuando abordamos el tema de los Niños de la Guerra (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/15/e19-parderrubias-sus-ninos-de-la-guerra/), que estas líneas sirvan de tributo a esos 157 niños y niñas nacidos en Parderrubias en una época sumamente difícil y complicada. Sus nombres, por orden cronológico de su nacimiento, son: Antonia, Benigno, José, María Luisa, Aurora, Sergio, Manuel, Hortensia, María, María Teresa-Josefina, Serafín, Abelardo, Cándida, Manuel, Sergio, María de la Concepción, Julio, Manuel, María de la Concepción, José, Manuel, María, José Germán, José Raúl, Alfonso, Manuel, María, José, Juan Bautista, Manuel, Josefa, Alfredo, Ángela, Consuelo, Aurelio, Manuel, Flora, Josefa, María Eulalia, Juan, José, Jesús, Avelino, Virgilio, José, Fernando, Victorina, Filomena, Antonio, Ángela, Isidro, María del Cristal, José, Antonio, María de la Asunción, Isolino, Corona Eulalia, María de la Asunción, Sergio, Martina, José, Manuel, Serafín, José, Florinda, María Luisa, Aurora, José, Fernando, Claudio, Rosa, Manuel, Benito, Alicia, Manuel, Adolfo, José, Isolino, José, Consuelo, Avelina, María del Consuelo, Jaime, Eliseo, Celso, Nicanor, Emilio, Eulalia, Esperanza, María del Carmen, Adolfo, Manuel, Cesáreo, Teresa, Javier, Gonzalo, Josefa, José, Marina, Julita, José Luis, Josefa, Adolfo, María del Carmen, José, María del Carmen, Delmira, María del Carmen, Julia, Encarnación, José Manuel, José, José, Darío, Celso, María, Florinda, Antonio, Manuel, María del Carmen, Guillermo, María José, Amelia, Modesto, Jaime, Genoveva, María Felisa, Serafín, Piedad, Evaristo, Josefa, Manuel, Manuel, Manuela, Rosa, Natalia, Cándida, José Luis, Rosa, José, Eugenio, Enrique, Antonio, José Luis, Manuel, David, Manuel, César, José Manuel, Manuel, Manuel, María Teresa, Aurora, José Luis, María del Rosario, Eladio y Manuela.


Referencias

Dopico, F. (1985). Desarrollo económico y social y mortalidad infantil. Diferencias regionales (1860-1950). Dynamics: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, 5, 381-396.

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Continuando con la línea editorial centrada en los oficios tradicionales de Parderrubias, que hemos iniciado con las tejedoras [https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/], Avelino Sierra Fernández nos aproxima en esta ocasión al oficio de carpintero, el cual tuvo y tiene tanto arraigo en nuestra Parroquia. Partiendo de la premisa de que carpintero es el que trabaja la madera, sus diferentes especialidades (ebanistas, armadores, «fragueiros«, «cubeiros«, «chanqueiros«, etc.) requerían habilidades muy diferentes. De forma rigurosa, este artículo hace un recorrido desde el siglo XVIII, época en la que ya se documenta la labor de los carpinteros en nuestro pueblo, hasta la fecha de hoy.

Gracias, Avelino, por acercarnos de manera sobresaliente a la tradición de este oficio en Parderrubias.

Juan Carlos Sierra Freire

 Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


Os carpinteiros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Na historia de Parderrubias, salientan Clérigos e Mestres, algunhos xa tratados neste Blog, que coa súa entrega e xenerosidade deixaron imborrable impronta na formación das xeracións desta parroquia. Houbo tamén outros profesionais, como tecedeiras, tamén tratadas, e costureiras, ferreiros, canteiros, etc., que seguramente algún día serán asimesmo traídos a estas páxinas pola súa senlleira aportación á mellora das condicións de vida dos seus coetáneos. Pero nesta ocasión, queremos ocuparnos dun gremio de artesáns que co seu traballo, moitas veces desinteresado, quizabes foran quen máis contribuíran á mellora-la particular vida material dos veciños ao longo da historia. Referímonos aos  carpinteiros.

Debido á abundancia de madeira en toda a zona, e á súa utilización como un dos primeiros materiais en estado natural para fabrica-los útiles necesarios para o desenrolo humano, que ían dende o berce ata o ataúde, o oficio de carpinteiro era, despois do agrogandeiro e tecedeiro, o máis estendido en toda a municipalidade. No ano 1750, exercían este oficio nas terras que actualmente constitúen o Concello da Merca, 13 artesáns, un deles, polo menos, en Parderrubias. Todos traballaban por un xornal de catro reais ao día a secas, ou dous a mantidas. O seu traballo ía dende tronza-las toradas no monte e saca-las táboas coa serra de aire, ao artellamento de apeiros e trebellos (carros, arados, anciños…), útiles domésticos (arcas, maseiras, cubas…), mobles (escanos, leitos, alacenas…) ou portas, xanelas, armazón dos teitos, etc. Hai que dicir que daquela, as casas eran case todas terreas, é dicir, dunha soa planta, distribuída en espazos adicados a cortes, lareira e leitos,  separados por estacas e táboas, ou raramente con sobrado nunha segunda planta, sobre piso tamén de madeira e tabiques de táboas verticais. As portas e fiestras eran de táboas perpendiculares, con travesas horizontais, xirando por medio de couzóns ou guiceiros,  cerradas con pancas ou pechos e aseguradas con trancas, todo ilo de madeira.

Logo, transcorren tempos escuros na historia de Parderrubias, dos que carecemos de novas sobre esta actividade, ata chegadas épocas posteriores. A comezos do século pasado, foron asentados na Manchica, que entón pertencía a Parderrubias, os serradoiros a vapor, do Baldovino, onde hoxe está a cerámica, e os dos irmáns Manuel, José e Modesto Garrido, un pouco máis abaixo. Esta industrialización da madeira veu a redimir aos serranchíns, da esgotadora tarefa de sacar á man as táboas e pontóns das toradas, valéndose dunha extenuante serra de aire de dous metros e medio de longa, manexada por dous homes. Polas mesmas datas, creáronse tamén na Manchica os obradoiros de imaxinería relixiosa dos propios irmáns Garrido (coñecidos dende entón como Os Escultores), e os de Eliseo Garrido, seu irmán, situados entre A Manchica e Parderrubias. Obradoiros que pola súa relevancia e o seu cuño empresarial, merecen estudo aparte. Da mesma andaina, eran os carpinteiros artesáns, Avelino Martínez na Manchica, Hixinio Grande na Aldea, Manuel Grande no Valdemouro, Felipe Garrido e Paulino Sierra, na Carretera, e Modesto González en Nigueiroá.

O señor Avelino (así era coñecido) traballou durante 25 anos nos obradoiros dos Escultores (1918-1943). Tras independizarse, seguiu adicado á escultura pola súa conta, tallando, modelando, decorando e restaurando arte sacro. Obras súas son, ducias de imaxes, viacrucis, altares e dourados de retábulos de igrexas nas provincias de Ourense e Pontevedra, pero entre as últimas, están a imaxe da Virxe de Lourdes que preside o altar maior da Manchica, así como as 14 estacións do Viacrucis, os confesionarios e outros decorados da mesma igrexa, obras todas elas talladas, pintadas e doadas gratuitamente por el.

O Señor Hixinio estaba considerado como Mestre Carpinteiro entendido en tódalas especialidades e aplicacións da madeira. Un profesional coñecido, recoñecido e apreciado en toda a bisbarra, onde era solicitado para aqueles traballos máis técnicos, de grande envergadura e  maior responsabilidade.

Manuel Grande era o único carpinteiro de Parderrubias adicado a unha soa especialidade de carpintería, a de toneleiro. Experto en armar, pero sobre todo reparar e restaurar todo tipo de cubas, barrís, tonéis, pipotes, etc., acudía solícito a cantas adegas o necesitaran, ben pertrechado das súas especiais ferramentas de cubeiro, como eran as aixolas curvas, cepillos de volta, xabreadores, chazos e martelos alcotana.

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Cónstanos que, xa a mediados do século XVIII, Parderrubias era a parroquia máis vitícola de todo o Concello da Merca. Concretamente, no ano 1752, satisfacía 16 moios de viño á igrexa de Santa Olaia, en concepto de Dezmos, o que supón, polo menos,  unha producción de 23.616 litros anuais. Isto significa que as cubas, únicas presexas de almacenamento do viño para o consumo anual, tiñan que ser usuais en tódalas casas, así que tamén a Manuel Grande precedéronlle outros toneleiros en Parderrubias. Ben é verdade que, dito sexa de paso, inda que o viño abundaba, este non era de grande calidade, tal como certifica Sebastián Miñano no ano 1826 ao afirmar que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”, cuestión que corrobora Pascual Madoz vinte anos despois, ratificando que unha das principais produccións de Parderrubias era “vino inferior”.

O tío Paulino, como cariñosamente era coñecido, home creativo e mañoso, traballou tamén durante os seus anos mozos nos obradoiros dos Escultores, pero finalmente adicouse a outras ocupacións industriais, sen deixar de tallar e armar roupeiros, cómodas ou leitos no seu obradoiro particular. El facía, sempre de balde, as maletas de madeira para os mozos de Parderrubias que ían a cumplir o servicio militar.

O tío Felipe era o carpinteiro ebanista máis inxeñoso e habelencioso coñecido en toda a contorna. Home de pouco traballo, pero de senlleira e abraiante realización. De neno, oín dicir del (supoño que sarcásticamente) que era quen de facer cofres para gardar tesouros, tan seguros que unha vez pechados coa chave por fóra, só se podían abrir secretamente por dentro (¿?). En todo caso, a súa  maña quedou manifesta nunha chea de inxeños que, aínda sen chega-la electricidade, funcionaban automáticamente, como era o caso dun barril de viño que, segundo o seu antollo, manipulando unha pequena panca a distancia, desprazábase el só por un raíl dende a adega ata o obradoiro onde traballaba e, unha vez servido o seu vaso de viño, o barril tornaba el soíño á adega polo mesmo carril. Isto, segundo contaba a xente.

O tío Modesto de Nigueiroá, era un ebanista arteiro, mañoso e curioso coma poucos, que traballaba a madeira de castiñeiro como naide. Os últimos anos adicouse á especialidade de fragueiro, armando carros  para toda a contorna, no seu obradoiro de As Campinas.

A estes seis Mestres artesáns, sucedéronlle  cinco dignos e salientables discípulos do Sr. Hixinio, como foron os irmáns Benito, Hermenegildo e Manolo Outomuro, e os seus curmáns Julio e José Seara, todos veciños da Aldea. Deles pódese dicir que eran verdadeiros “milmañas”, que o mesmo amoblaban unha casa nova con madeiras nobres, que botaban un remendo nunha palleira, ou amañaban o chedeiro dun carro. Para eles, ningunha especialidade de carpinteiro, ebanista, fragueiro, toneleiro, etc. lles era allea. Sempre facendosos e xenerosos, nunca rexeitaron  arranxarlle, de xeito desinteresado, calquera pequeno problema surxido a un veciño. Aínda que pasaban a maior parte do tempo nas obras, dispuñan de obradoiro nas súas casas, onde abundaban os apeiros e ferramentas, iso sí, sempre ben afiadas, lizadas, ordenadas e coidadas como ouro en pano.

Sendo tan numerosas e variadas as ferramentas utilizadas por este gremio de carpinteiros de Parderrubias, máis que relacionalas polo seu nome, coidamos que é preferible mostra-la súa imaxe nunha colección ordenada, segundo as funcións de serrar, tradear, labrar, cepillar, cravar, etc. de cada unha.

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A tradición da carpintería continúa en Parderrubias con versados profesionais da madeira e obradoiros de carácter industrial, dotados das tecnoloxías máis vanguardistas, pero non debemos esquecer que as súas raíces están na aixola e no berbequí dos protagonistas desta crónica, escrita coa única intencíon de traelos á memoria colectiva das actuais e futuras xeracións.


 

VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego

Los carpinteros de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

En la historia de Parderrubias destacan Clérigos y Maestros, algunos ya tratados en este Blog, que con su entrega y generosidad dejaron imborrable impronta en la formación de las generaciones de esta Parroquia. Hubo también otros profesionales, como tejedoras, también tratadas, y costureras, herreros, canteros, etc., que seguramente algún día serán asimismo traídos a estas páginas por su singular aportación a la mejora de las condiciones de vida de sus coetáneos. Pero en esta ocasión, queremos  ocuparnos  de un gremio de artesanos que con su trabajo, muchas veces desinteresado, quizás fueran quienes más contribuyeran a mejorar la particular vida material de los vecinos a lo largo de la historia. Nos referimos a los carpinteros.

Debido a la abundancia de madera en toda la zona, y a su utilización como uno de los primeros materiales en estado natural para fabricar los útiles necesarios para el desarrollo humano, que iban desde la cuna hasta el ataúd, el oficio de carpintero era, después del agroganadero y tejedor, el más corriente en toda la municipalidad. En el año 1750, ejercían este oficio en las tierras que actualmente constituyen el Ayuntamiento de La Merca, 13 artesanos, uno de ellos, por lo menos, en Parderrubias. Todos trabajaban por un jornal de cuatro reales al día, a secas, o dos y mantenidos. Su trabajo iba desde cortar los troncos de los árboles en el monte y hacer las tablas con la sierra de aire, a la elaboración de aperos y aparejos (carros, arados, rastrillos…), útiles domésticos (arcas, artesas, cubas…), muebles (bancos, camas, armarios…) o puertas, ventanas, armazón de tejados, etc. Hay que decir que entonces, las casas eran casi todas terrenas, es decir, de una sola planta distribuída en espacios dedicados a cuadras, cocina y dormitorios, separados por estacas y tablas, o excepcionalmente con un sobrado en una segunda planta, sobre piso también de madera y tabiques de tablas verticales. Las puertas y ventanas eran de tablas perpendiculares  con traviesas horizontales, girando por medio de quicios, cerradas con pestillos o pasadores y aseguradas con trancas, todo ello de madera.

Luego transcurren tiempos oscuros en la historia de Parderrubias, de los que carecemos de noticias sobre esta actividad, hasta la llegada de épocas posteriores. A principios del siglo pasado fueron asentados en A Manchica, que entonces pertenecía a Parderrubias, los aserraderos a vapor de Baldovino, en donde hoy está la cerámica, y los de los hermanos Manuel, José y Modesto Garrido, un poco más abajo. Esta industrialización de la madera vino a redimir a los serranchines, de la agotadora tarea de sacar a mano las tablas y pontones de los troncos de los árboles, valiéndose de una extenuante sierra de aire de dos metros y medio de largo, manejada por dos hombres. Por las mismas fechas, se crearon también en A Manchica los talleres de imaginería religiosa de los propios hermanos Garrido (conocidos desde entonces como Os Escultores) y los de Eliseo Garrido, su hermano, situados entre A Manchica y Parderrubias. Talleres que por su relevancia y su cuño empresarial merecen estudio aparte. De la misma época, eran los carpinteros artesanos Avelino Martínez, en A Manchica, Higinio Grande en A Aldea, Manuel Grande en Valdemouro, Felipe Garrido y Paulino Sierra, en A Carretera, y Modesto González en Nigueiroá.

El Señor Avelino (así era conocido) trabajó durante 25 años en los talleres de Os Escultores (1918-1943). Tras independizarse, siguió dedicado a la escultura por su cuenta, tallando, modelando, decorando y restaurando arte sacro. Obras suyas son docenas de imágenes, viacrucis, altares y dorados de retablos de iglesias en las provincias de Orense y Pontevedra, pero entre las últimas, están la imagen de la Virgen de Lourdes que preside el altar mayor de A Manchica, así como las 14 estaciones del Viacrucis, los confesionarios y otros decorados de la misma iglesia, obras todas ellas talladas, pintadas y donadas gratuitamente por él.

El Señor Higinio estaba considerado como Maestro Carpintero entendido en todas las especialidades y aplicaciones de la madera. Un profesional conocido, reconocido y apreciado en toda la comarca, donde era solicitado para aquellos trabajos más técnicos,  de gran envergadura y mayor responsabilidad.

Manuel Grande era el único carpintero de Parderrubias dedicado a una sola especialidad de la carpintería, la de tonelero. Experto en armar, pero sobre todo reparar y restaurar todo tipo de cubas, barriles, toneles, pipotes, etc., acudía solícito a cualquier bodega donde lo necesitaran, bien pertrechado de sus especiales herramientas de cubero, como eran las azuelas curvas, cepillos de vuelta, “xabreadores”, “chazos” y martillos “alcotana”.

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Nos consta que, ya a mediados del siglo XVIII, Parderrubias era la parroquia más vitivinícola de todo el Municipio de A Merca. Concretamente, en el año 1752, satisfacía 16 moyos de vino a la Iglesia de Santa Eulalia, en concepto de Diezmos, lo que supone una producción, al menos, de 23.616 litros anuales. Esto significa que las cubas, únicos recipientes de almacenamiento del vino para el consumo anual, tenían que ser usuales en todas las casas, así que también a Manuel Grande le han precedido otros toneleros en Parderrubias. Bien es verdad que, dicho sea de paso, aunque el vino abundaba, éste no era de gran calidad, tal como certifica Sebastián Miñano en el año 1826 al afirmar que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”, cuestión que corrobora Pascual Madoz veinte años después, ratificando que una de las principales producciones de Parderrubias era “vino inferior”.

El tío Paulino, como cariñosame era conocido, hombre creativo y mañoso, trabajó también durante sus años mozos en los talleres de Os Escultores, pero finalmente se dedicó a otras ocupaciones industriales, sin dejar de tallar y armar roperos, cómodas o camas en su taller particular. El hacía, siempre gratis, las maletas de madera para los mozos de Parderrubias que iban a cumplir el servicio militar.

El tío Felipe era el carpintero ebanista más ingenioso y habilidoso conocido en todo el contorno. Hombre de poco trabajo, pero de singular y asombrosa realización. De niño, oí decir (supongo que sarcásticamente) que era capaz de hacer cofres para guardar tesoros, tan seguros que una vez cerrados con llave por fuera, sólo se podían abrir secretamente por dentro (¿?). En todo caso, su maña quedó patente en cantidad de ingenios que, aún sin llegar la electricidad, funcionaban automáticamente, como era el caso de un barril de vino que, a su antojo, manipulando una pequeña palanca a distancia, se desplazaba el solo por un raíl desde la bodega hasta el taller donde trabajaba y, una vez servido su vaso de vino, el barril regresaba solito a la bodega por el mismo carril. Esto, según contaba la gente.

El tío Modesto de Nigueiroá era un ebanista artero, mañoso y curioso como pocos, que trabajaba la madera de castaño como nadie. En los últimos años se dedicó a la especialidad de “fragueiro”, armando carros para todo el contorno, en su taller de As Campinas.

A estos seis Maestros artesanos, les sucedieron cinco dignos y destacados discípulos de Señor Higinio, como fueron los hermanos Benito, Hermenegildo y Manolo Outumuro, y sus primos Julio y José Seara, todos vecinos de A Aldea. De ellos se puede decir que eran verdaderos “milmañas”, que igual amueblaban una casa nueva con maderas nobles, que echaban un remiendo en un pajar o componían el lecho de un carro. Para ellos, ninguna especialidad de carpintero, ebanista, “fragueiro”, tonelero, etc. les era ajena. Siempre diligentes y generosos, nunca rehusaron arreglarle, de forma desinteresada, cualquier pequeño problema surgido a un vecino. Aunque pasaban la mayor parte del tiempo en las obras, disponían de taller en sus casas, donde abundaban los aperos y herramientas, eso sí, siempre bien afiladas, lizadas, ordenadas y cuidadas como oro en paño.

Siendo tan numerosas y variadas las herramientas utilizadas por este gremio de carpinteros de Parderrubias, más que relacionarlas por su nombre, pensamos que es preferible mostrar su imagen en una colección ordenada según las funciones de serrar, tradear, labrar, cepillar, clavar, etc. de cada una.

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La tradición de la carpintería continúa en Parderrubias con versados profesionales de la madera y talleres de carácter industrial, dotados de las tecnologías más vanguardistas, pero no debemos olvidar que sus raíces están en la azuela y en el berbiquí de los protagonistas de esta crónica, escrita con la única intención de traerlos a la memoria colectiva de las actuales y futuras generaciones.

Parderrubias: sus «Niños de la Guerra». Por Juan Carlos Sierra Freire

Parderrubias: sus «Niños de la Guerra». Por Juan Carlos Sierra Freire

Sin duda alguna, la infancia de nuestros padres estuvo marcada por la mayor barbarie que un país pueda padecer: una guerra civil. Algunos de nuestros abuelos, y en algún caso también alguno de nuestros padres, la sufrieron en el frente de batalla. No obstante, la mayor parte de nuestros progenitores fueron testigos callados de esta brutalidad siendo niños de muy corta edad, e incluso algunos recién nacidos en esas fechas. Aunque oficialmente la guerra duró desde el año 1936 hasta 1939, los años previos se caracterizaron por fuertes convulsiones y un clima casi, o sin casi, prebélico. Este artículo aporta información acerca de los niños que nacieron durante esos años en la Parroquia de Parderrubias, abarcando desde el año en el que se instaura la II República (1931) hasta el año en que finaliza la guerra (1939). Son los “Niños de la Guerra” nacidos en Parderrubias, aunque vaya por delante que el significado oficial de esta expresión no se corresponde con lo que aquí se va a tratar (de ahí el entrecomillado): son niños que no tuvieron que exiliarse, pero que sí a los que les tocó nacer y crecer en una de las épocas más funestas de España. Dado que el acontecimiento más importante de este período entre 1931-1939 es la propia guerra en sí, vamos en primer lugar a aportar algunos datos sobre este hecho en nuestra comarca.

Se estima que entre 1936 y 1939 se cometieron 8.000 asesinatos en Galicia; Prada Rodríguez (2004) señala que en Ourense se pueden llegar a contabilizar 626 víctimas. Al quedar toda la provincia en la zona nacional, su práctica totalidad fueron personas con ideología de izquierdas. El punto neurálgico de la Guerra Civil en la Comarca Terras de Celanova, a la que pertenece la Parroquia de Parderrubias, se sitúa en la cárcel de Celanova, que se ubicó en el Monasterio de San Salvador, permaneciendo activa desde el estallido de la guerra en 1936 hasta el año 1943. Comenzó como Prisión Habilitada Provisional, convirtiéndose en Prisión Central en 1938 (Vieira Outumuro, 2013). Por ella pasaron 1.300 presos políticos, provenientes principalmente del norte de España. Por tanto, cabe presuponer que una imagen habitual durante esos años en la carretera que cruza Parderrubias sería la de vehículos transportando reclusos dirección a Celanova. En los primeros años, muchos de estos presos políticos fueron “paseados” hasta el monte Furriolo en donde eran vilmente ejecutados. Otros muchos no tuvieron este cruel final, pero sí su particular “longa noite de pedra” entre cadenas, la cual terminaban pagando con el tifus, la tuberculosis, la sarna, la anemia hemorrágica, la bronquitis asmática, la neumonía gripal, la gastroenteritis, la caquexia, la septicemia, etc., y… la muerte. Resultan conmovedoras las fotografías publicadas en la obra de Piñeiro (2007) en las que se puede observar el patio del Monasterio de San Salvador en el año 1910 ocupado por estudiantes de los Escolapios y años después, en 1938, por presos políticos.

La base de datos Nomes e Voces de la Universidade de Santiago de Compostela (2006) registra 194 víctimas relacionadas directamente con Celanova durante el período 1936-1939. Su historia va desde ejecuciones fruto de “paseos” a Viveiro, A Bola, Ansemil, Furriolo, Amorece, Ourille, Entrimo, etc., hasta muertes por múltiples enfermedades en la cárcel, condenas a muerte con ejecuciones en Celanova, cumplimientos de condenas perpetuas o de varios años, deportaciones a campos de concentración como el de la Illa San Simón o Mauthausen, y exilio a países hispanoamericanos (Cuba o México).

Por lo que respecta al Concello de A Merca, en dicha base de datos únicamente aparecen referidos cinco casos: 1) Julio Manuel C. R., labrador de 28 años, vecino de A Merca, juzgado en 1936 en Lugo, condenado a muerte y ejecutado en la tapia del Cuartel de la Guardia Civil; 2) dos varones de 40 y 35 años, respectivamente, de los que se desconocen sus nombres y orígenes, “paseados” en agosto de 1936 en Pereira de Montes, con resultado de fallecimiento por conmoción cerebral traumática; 3) Víctor V. vecino de A Merca, de 50 años, de profesión sastre, “paseado” en la carretera Ourense-Reza con resultado de fallecimiento a causa de hemorragia interna; 4) Albino Núñez Domínguez, maestro de 35 años, natural de A Merca, escondido durante tres años y apartado del servicio (posteriormente se convertiría en un afamado escritor y pedagogo); y 5) Juan Manuel Arias Jares, médico de 46 años, natural de Viana de Bolo, fundador de la Agrupación Local del PSOE, cesado de su cargo y desterrado en A Merca durante siete meses.

A la luz de este registro, parece ser que Parderrubias no llegó a ser un lugar destacable por su actividad bélica y represiva durante el desarrollo de la Guerra Civil, aunque personas mayores de la Parroquia, y vecinos del pueblo próximo de Montelongo, relatan como algunas noches se oían en el puente de O Seixal (As Campinas) gritos desgarradores y disparos de ejecuciones de reclusos, presumiblemente de la cárcel de Ourense, que eran “paseados” hasta este lugar. Al tiempo de escucharse los disparos, se oía el paso de una camioneta que se encargaba de recoger los cadáveres. Incluso no llegó a ser extraño que vecinos madrugadores de los alrededores que salían en sus mulas hacia Ourense se encontrasen en este lugar con cadáveres a la espera de ser retirados. La manifestación más relevante del conflicto bélico en Parderrubias posiblemente sea el llamamiento a filas de varios de sus vecinos. Ya una vez finalizada la guerra, fue significativa la persecución por “depuración” que sufrieron algunos maestros nacionales, incluido Don Isolino Camba, maestro durante décadas en la Escuela de Parderrubias, tal como muy bien relata Outumuro Seara en este mismo Blog (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2015/11/27/e14-don-isolino-camba-casas-1913-2001-por-manuel-outumuro-seara/).

Descrita esta imagen general de la guerra, vayamos al objetivo que nos hemos planteado con este artículo. Entre los años 1931 y 1939 (ambos inclusive), es decir el período completo en el que está vigente la II República, se produjeron en la Parroquia de Parderrubias 109 nacimientos (45 niños y 64 niñas). Si comparamos esta cifra con la de la última década de ese siglo XX nos damos cuenta de su magnitud: de 1991 a 1999 únicamente se registraron en la Parroquia 10 nacimientos. Tal como se recoge en el Libro Parroquial de Bautizos, esos 108 niños fueron bautizados en la iglesia parroquial. Don Alfonso Losada Fernández realizó todos los bautizos del año 1931 a 1935. De los ocho celebrados en 1936, los cuatro últimos fueron oficiados por Don Antonio Seara García (1) y Don Castor Gayo Arias (3), pues como ya hemos descrito en otro artículo publicado en este Blog (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/08/e17-crimen-en-la-casa-rectoral-de-parderrubias-en-el-ano-1936/), Don Alfonso Losada fue asesinado en junio de 1936. Todos los bautizos de los años 1937, 1938 y 1939 fueron celebrados por Don Juan Estévez Estévez, a excepción de uno de ellos que llevó a cabo Don Antonio Seara García. Del 61% de los bautizados consta como testigo el sacristán Francisco Seara. En promedio, transcurrían tres días desde su nacimiento hasta que eran bautizados; un 9,3% fueron bautizados el mismo día en que nacieron y un 25% al día siguiente. En la Figura 1 se puede observar la evolución anual de los nacimientos, mostrándose ésta relativamente estable hasta el inicio de  la Guerra y apreciándose un claro descenso durante los dos primeros años de la contienda, con un repunte en el último año.

Figura_1
Figura 1

Si atendemos  a la distribución por sectores poblacionales de la Parroquia, observamos que justo un tercio de los nacimientos se produjeron en A Iglesia. Entre A Iglesia y Barrio coparon el 60% de los nacimientos de la Parroquia durante este período analizado. Véase la distribución en la Figura 2. Un hecho a destacar es que 16 de esos niños nacidos entre 1931 y 1939 fallecieron antes del inicio de la década de los 40, es decir, un 15% nunca dejaron de ser niños.

Figuras_2
Figura 2

Sirvan estas líneas como humilde reconocimiento y homenaje a estos 109 “Niños de la Guerra” nacidos en Parderrubias, gracias a los que hoy nosotros somos lo que somos. Siendo niños fueron testigos de una de las épocas más dramáticas de nuestra historia; ya de jóvenes, una durísima posguerra les obligó a realizar enormes esfuerzos de todo tipo. Lo que hoy sus hijos somos y tenemos se lo debemos en gran medida a sus esfuerzos, sacrificios, privaciones y, especialmente, a su afán de superación y avance.

Los 109 «Niños y Niñas de la Guerra» son, por orden cronológico, Antonio, María, Aquilina, María Ascensión, Julio, Eusebio, Emilio, Celso, Celsa, María Consuelo, David, María, Bernardina, María, Ramón, Delmiro, Filomena, Herminia, José, Bernardina, Marina, María, Olimpia, Celsa, Paulino, María, Benito, Josefa, Ángela, Manuel, María del Carmen, Genoveva, María Clamores, María Dolores, María Livia, María, Isauro, José, Baltasar, María, Carmen, Castor, Valentín, María, Eliseo, Sira, Manuel, María de las Nieves, María, Domingo, Ludivina, Josefa, Carlos, Rosa, Remedios, Indalecio, María, Manuel, José Nicanor, María de la Coronación, María, Delmira, Cristalina, Elisa, María del Carmen, Jesusa, María del Consuelo, Rosa, Jaime y Rosa (nacidos todos ellos antes del año del inicio de la Guerra); María de la Concepción, Eugenio, María Blanca, Rosa, Hermenegildo, José, Serafina, María Dolores, Virginia, Jesús, Pilar, Tomás, César, Manuel, José Benito, María Milagros, Castor, José, Josefa, Manuela, Joaquín, Claudino, Antonio, José, Manuel, Pilar, Manuel, Modesto, José, Serafín, Remedios, María Teresita, Esperanza, María Livia, María, Adelina, Antonio, Ana y Rosa (nacidos durante los años de la Guerra).


Referencias

Piñeiro, A. (2007). Celanova 1900-1981. Memoria fotográfica. Ourense: Diputación Provincial.

Prada Rodríguez, J. (2004). Ourense, 1936-1939: alzamento, guerra e represión. Lugo: Ediciós do Castro.

Universidad de Santiago de Compostela (2006). Nomes o Voces. Recuperado el 14 de octubre de 2015, de http://vitimas.nomesevoces.net/gl/axuda/presentacion/.

Vieira Outumuro, S. (2013). Los archivos de las instituciones penitenciarias. La prisión central de Celanova. Fronda, 47.

Parderrubias a principios de los años cuarenta

Parderrubias a principios de los años cuarenta

Por Juan Carlos Sierra Freire

Hablar de la España de la posguerra es hablar de necesidades, miseria, atraso y aislamiento. En Parderrubias no fue diferente. Más allá de la memoria colectiva de nuestros abuelos y de nuestros padres, apenas existe documentación que describa la realidad de la parroquia de Parderrubias durante la década de los años cuarenta del pasado siglo.

Un artículo firmado en el diario La Región por José Aldea, el 30 de julio de 1941 -en el que el autor describe la Primera Misa de don Felisindo Grande Seara– alude al Parderrubias de aquellos años, ese Parderrubias que vio nacer y/o crecer a nuestros padres.

Descripción


DE ESTO Y DE LO OTRO. UNA MISA NUEVA

Por José Aldea

“Estos días han ido diciendo su primera misa los diez u once recién ordenados ahora para el sacerdocio. A una de ellas fui yo el domingo ahí en Parderrubias. A las once de la mañana montamos en una camioneta con sillas porque en otros lujos quién hoy piensa, y bastante bien se fue, aunque un poco estrujaditos.

Allí iban entre otros, doña Elena Arias viuda de Cerviño, la grande doña Elena, para quien una primera misa es la mayor alegría de su alma. Pero cuán pocos este año, doña Elena cuán pocos. Año venga, que usted vea en que sean tantos los nuevos sacerdotes cuantos el mejor día que usted tuvo soñó su misión ilusionada. Buenos son éstos y escogidos, pero ¡es tanta la mies no recogida y que se pierde…! Los niños que usted ahora llama para el Seminario Dios quiera que arriben todos a feliz puerto y El quiera también que usted muera feliz con la gloria que usted quiso que alcanzaran.

Otro era don Fernando, el coadjutor de Santo Domingo. El y doña Elena son los que en esta iglesia mandan y todo lo disponen, y así la tienen de lucida y de bonita. Buenas manos tiene el otro don Fernando, el grande, buenas, buenas. Con los tres la parroquia está completa, según juzgan los feligreses, y sin cualquiera de ellos tal vez estos se la imaginaran otra porque les faltara algo.

Otro era Jaime Fernández López, que conoce casi a todos los curas de la diócesis y con muchos pasa grandes ratos. Gran compañero de viaje y de mesa. De viaje porque nos va pintando la munificencia de los anfitriones, los hermanos Garrido, y regalándonos el gusto con la memoria de las comidas que le tienen dado, y de mesa porque con su buen apetito no cesa de espolearnos el nuestro. Y no es que coma ni beba mucho, sino porque lo que come y bebe lo encarece tanto, que uno se avergonzara un poco si se lo encareciera menos.

En Barbadanes se nos adjuntó Ingusto Merino, el médico de allí. Otro gran compañero muchacho excelente, cuya amistad, como la de Jaime, es una honra y una delicia para cualquiera, buen animador de fiestas gratas y comidas entre unos pocos amigos, aunque no bebe sino agua, si bien no tanta como yo: una verdadera calamidad ésta porque toda alegría sin vino languidece y se hace sosita al cabo. Pero un día es un día, y aquel del domingo Merino y yo empinamos lo nuestro, porque Jaime no dijera.

Acaban poco más arriba de Barbadanes las tierras de vino, y empiezan las de maíz y pan en Loiro, reanudándose también la viña ya cerca de Parderrubias, tierra roja. Excusado decir que en todas éstas también patatas. Era cosa de hacer un canto a la patata ahora, pero conténtense ustedes con comérselas.

Llegamos a la casa principal de los Garrido, que salen a recibirnos como ellos saben hacerlo. Nos presentan a los que no le conocíamos al nuevo sacerdote, que está inquieto y anda de un lado para otro un poco turbado y un mucho conmovido. Tiene el rostro aniñado aun y se halla tan recogido en sí, que de la animación y alegría que le rodea tal vez se de cuenta solo por rasgos y trazos sueltos.

Allí saludamos a muchos amigos. Concurren veintitantos sacerdotes, casi todos los de los Ayuntamientos de Barbadanes, La Merca y Cartelle, y algunos otros.

A las doce partimos todos, en grupos, para la iglesia de Parderrubias. No sé por qué le llaman así al pueblo que abunda en morenas, y morenas bonitas. Nos lleva allá un camino bastante empinado y arcilloso, bordeado de muros de piedra y de taludes cortados con el pico. Llegamos al atrio. ¡Qué iglesia hermosa! Fachada lindísima con una ornamentación llena de gracia recoleta y de esbeltez airosa, y arriba una espadaña robusta y partida en los dos vanos de arco redondo y amplio para las campanas, y encima el frontón calado con un ojo muy rasgado hacia acá, y de la punta surgiendo la cruz de hierro delicadamente labrada y a su pie el gallo de los vientos de finas patas y cresta muy dentada y orgullosa.

Todo el pueblo, toda la parroquia está allí. Es la fiesta mayor de uno de sus hijos más queridos. Pueblo de acendrada religiosidad, de fe grande, tan metida dentro de sus almas, que solo por ella se explica la pureza y mucha honra que en él hay y siempre hubo.

Los hermanos Garrido ejercen aquí una especie de patronato con su palabra, su fe, su ejemplo, su obra, su amor a todo lo que de tan grandes padres estos hombres suyos recibieron. Sin ellos acaso no se pudieran mantener en los tiempos difíciles las grandes virtudes de esta tierra sin desmayos y quebrantos. Todas las vocaciones para el más grande misterio que aquí apuntan ellos las recogen y estimulan, y las guían y protegen hasta el día feliz igual a éste. Hay que oírlos cuando hablan de sus seminaristas, con el mismo cariño y la misma ilusión que si fueran hijos, suyos.

El párroco de aquí asiste al misacantano y le son padrinos Modesto Garrido y su esposa. Vase animando y robusteciendo la voz que al principio aparecía poco segura y tranquila del nuevo sacerdote.

Desde el púlpito nos habla de la dignidad y grandeza del sacerdocio un compañero de estudios, convecino y pariente de él, y luego del Felisindo, hijo de esta parroquia, del Felisindo seminarista, del Felisindo ungido ya con el don más excelso del Señor.

Sigue la misa. Viene la consagración de la divina Víctima, y al alzarla las manos tiemblan de pavor y maravilla. Ahora el nuevo formado en la divina institución se atreve a decir el Padre Nuestro y luego consumir el Pan y el Vino. Ya la mano suya se vuelve y traza en el aire el signo que recibimos sobre nuestras cabezas, postrados. Pasamos todos después a besar aquella mano que ya todo lo puede en la tierra y en el cielo.

Volvemos a la casa de los Garrido un poco tarde. Hay allí tres o cuatro mesas inmensas. En la nuestra, la más grande, están el nuevo presbítero y sus padrinos y los más de los sacerdotes. A mí me toca comer frente al cura de Loiro y al lado de Merino. “Veña a comida, que o pan rabea”. A todos los que estamos allí nos ha dado Dios por lo visto un buen apetito. Pasan las fuentes, incansablemente.

Jaime, maestro de diplomacia, doctorado en nuestra vida campesina, se sienta al lado de un señor con el que estaba reñido hacía años, y a los dos minutos el señor le deshace en obsequios y cumplidos y está pendiente de su vaso de vino para colmárselo a cada paso. Al despedírsele al final para volver a su aldea le quitó el sombrero hasta los pies no sé cuántas veces.

El de Loiro me habla de don Isaac, el de la Trinidad, cuando era coadjutor de Santa Eufemia, él sacristán menor y don Indalecio Rodríguez, mayor; don Indalecio, tan grande cacho de pan con el que se puede llenar un libro de las cosas que de él se cuentan.

En los postres entran en la sala en donde estábamos las muchachas que habían comido en otra mesa y las señoras cantando al son de un acordeón que terciaba un joven los fulgurantes alalás de nuestra noche de San Juan y de nuestras trillas y rastrojeras, música para mi divina. Salen luego al paseo emparrado, y allí ajustan una joven y otra que ya hacía un rato largo que no lo era el punto suelto y vagarosa de una gentil muñeira.

En una de las mesas de afuera que la fronda entoldaba del sol ceniciento no habían esperado a los postres y ya se habían puesto cuatro a jugar al tresillo y los demás a mirarlos. En la cocina ya acaba el ajetreo y las mozas de brazos remangados se ponían a su vez a la mesa que allí había. Entra en el patio de la casa una pequeña banda que nos regala con el tonante metal de sus instrumentos un buen rato.

¡Cuánto me gustan a mí estas músicas de pueblo! Algún día habrá que hablar de la vida heroica de estos hombres de la aldea. ¡Qué gloria de ver como los rapazuelos a los que cruzan sus madres las tiras con las que sostienen sus pantaloncillos que ya lo fueron remendados de sus padres o abuelos, qué gloria de verlos tan seriotes y engallados sostener con los brazos desplegados el papel pautado muy estiradito, pinzándolo con las puntas de los dedos por el escaso margen, los ojos clavados de admiración y pasmo en el rostro del músico a que sirven de atril, y tan envidiosos de la maravilla de aquellos dedos que suben y bajan y van y vuelven y corren pulsando el teclado sonoro, que gloria de verlos…”.