Categoría: Agricultura

Árboles y arbustos de los montes de Parderrubias. Por Juan Carlos Sierra Freire

Árboles y arbustos de los montes de Parderrubias. Por Juan Carlos Sierra Freire

Parderrubias posee diversas y amplias zonas de monte, tanto de carácter privado como comunal [véase el amplio listado de ellas en el trabajo de Outumuro (2015) Topónimos en la Parroquia de Parderrubias]. A Touza o A Vacariza constituyen buenos ejemplos de ello. Además, son numerosos los arroyos y regatos que irrigan, tanto estos montes como las fértiles zonas de cultivo (e.g., Cavada do Lobo, Augalevada, Regueiriño, Lavandeira, Barreiro o Seixal). Todo ello hace que la Parroquia de Parderrubias se caracterice por una gran diversidad en flora y fauna. La fauna ya fue abordada en otro artículo al que remitimos al lector interesado (Fauna de Parderrubias), por lo que vamos a centrarnos en esta ocasión en la riqueza florística, concretamente en los árboles que podemos encontrarnos en los montes de Parderrubias, en los que tienen su hábitat natural un buen número de frondosas y coníferas. En este trabajo se incluyen los árboles, y algunos arbustos, registrados por la Consellería do Rural de la Xunta de Galicia en Os Montes dos Castros. A la hora de ordenarlos se podrían tomar diferentes criterios; hemos optado por el orden alfabético para realizar una breve descripción de cada uno de ellos a partir, básicamente, de la información que hemos encontrado en Lorenzo Fernández (2018).

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Monte comunal de Parderrubias

Acacia negra (acacia negra, acacia melanosylon). Árbol que nos recuerda a la mimosa, que describiremos más abajo, pero mucho más escaso en nuestros montes. Sus flores son parecidas a las de la mimosa, pero sus hojas son muy diferentes.

Acibro (acebo, ilex aquifolium). Árbol relativamente pequeño, claramente identificable por sus hojas espinosas que permanecen siempre verdes. Sus frutos rojos constituyen el alimento de muchos animales. La combinación de sus hojas y frutos le convierte en un árbol ornamental, especialmente en la época navideña, por lo que en la actualidad es una especie protegida.

Alcipreste (ciprés, cupressus sempervirens). Árbol que destaca por su altura y talla piramidal. Suelen tener un uso ornamental. Se ven incluso en los huertos y jardines de algunas casas.

Alcipreste de Lawson (ciprés de Lawson, chamaecyparis lawsoniana). Árbol foráneo, de la familia de los cipreses, originario de Oregón (Estados Unidos).

Amieiro (aliso, alnus glutinosa). Árbol que nos encontramos a las orillas de los ríos, a los que proporciona grandes sombras. Su dura madera se empleaba para la elaboración de los zocos y los ejes de los carros del país.

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Avelaira (avellano, corylus avellana). Árbol fácilmente reconocible por su pequeño tamaño y copa circular. Su fruto, la “abelá” (avellana), es muy apreciado, tanto por los humanos como por algunas especies animales, como la ardilla. Las primeras avellanas se comen por San Lázaro.

Bidueiro (abedul, betula alba). Árbol que también se puede observar en las orillas de los ríos, siendo fácilmente identificable por su corteza blanca, su tronco recto y por proporcionar escasa sombra. Sus hojas tienen propiedades diuréticas y su madera se empleaba para la elaboración de zocos y aperos de labranza.

Cancereixo (serbal de los cazadores, sorbus aucuparia). Árbol de tamaño mediano característico por su fruto similar a las cerezas, que es alimento de pájaros. Su madera de gran dureza ha servido para la elaboración de los husos empleados en la manufactura del lino (véase Sierra Fernández, 2016 La manufacturación del lino en Parderrubias).

Carballo americano (roble americano, quercus rubra). Roble originario de América del Norte que comenzó a plantarse en Galicia para reforestación. Su madera de calidad y su crecimiento rápido hacen que se trate de árbol atractivo para las industrias madereras. Se ha plantado también con fines ornamentales por sus rojas hojas en la estación de otoño.

Carballo común (roble, quercus robur). Uno de los árboles más típicos que encontramos en cualquier lugar, habitualmente formando “carballeiras”. Su madera es dura, muy preciada para la construcción y bien valorada como leña. Desde hace algunos años está siendo víctima de una plaga provocada por la pulga altica que devora los tejidos de sus hojas secándolas, de modo que sus copas presentan un color marrón cuando deberían ser verdes.

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Carqueixa (carquesa, chamaespartium tridentatum). Arbusto muy ramificado sin apenas hojas y con flores amarillas. Era empleada para hacer estiércol en las casas que había ganado. Se apreciaba también para encender el fuego.

Castiñeiro (castaño, castanea sativa). Otro de los árboles típicos de la zona. Su agrupación forma los famosos “soutos”, que desgraciadamente cada vez son más escasos. Su madera es dura. Su fruto, la castaña, fue un producto básico en la alimentación de los gallegos antes de la llegada de la patata de América.

Cerdeira (cerezo, prunus avium). Árbol que se da en las “touzas”, fragas y bosques de ribera. Conocido básicamente por su fruto, la cereza. En Parderrubias se suele asociar a la zona de A Chousiña.

Choupo (chopo, populus nigra). Árbol que alcanza gran altura y que lo encontramos en lugares frescos. Cuando se hace viejo, su tronco se llena de estrías.

Codeso (rascavieja, adenucarpus complicatus). Arbusto que se puede confundir con la «xesta». Sus ramas están llenas de pequeñas hojitas y sus flores son también amarillas.

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Corticeiro (alcornoque, quercus suber). Se conoce también por el nombre de “sobreira”. Su corteza se emplea en la elaboración de los corchos de las botellas.

Escambrón (majuelo, crataegus monogyna). Árbol de altura mediana con ramas espinosas y flores blancas olorosas. Se conoce también por árbol espino o «estripeiro».

Eucalipto (eucalipto, eucalyptus globulus). Árbol originario de Australia e introducido en Galicia hace dos siglos con el objetivo de repoblar los montes. Es inconfundible por su largo y liso tronco, y por el olor de sus hojas. Su crecimiento rápido lo hace muy apetecible a las fábricas de pasta de papel. Los eucaliptos son nefastos para los terrenos, pues los esterilizan y desmineralizan. Como positivo, sus hojas jóvenes tienen múltiples cualidades saludables por sus propiedades antiséptica, expectorante y descongestionante, muy recomendable por tanto su uso como infusión o vahos para el asma, bronquitis, sinusitis, catarros, etc.

Faia (haya, fagus sylvatica). Se caracteriza por su copa redondeada y espesa, y por la dureza de su madera. En otoño nos regala bellísimas estampas por sus tonos amarillentos antes de perder la hoja. Cuando son viejos suelen presentar raíces secundarias a su alrededor.

Falsa acacia (falsa acacia, robinia pseudoacacia). Árbol originario de Estados Unidos, característico por sus flores fragantes, blancas y en racimos. Aunque se considera una especie invasora, está bajo control.

Freixa (fresno de la tierra, fraxinus angustifolia). Crece cerca de los ríos. Caracterizado por un tronco grueso y derecho, cuya madera se empleaba, por su facilidad para ser trabajada, en la elaboración de aperos de labranza (e.g., «forcas»).

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Loureiro (laurel, laurus nobilis). Árbol de zonas húmedas, que tarda mucho en crecer, conocido por el uso culinario que se hace de sus hojas y por ser el protagonista de los Domingos de Ramos en Parderrubias.

Mimosa (mimosa común, acacia dealbata). Árbol invasor, originario de Australia, claramente identificable cuando está en flor, dibujando de un intenso amarillo a los montes.

Moragueiro (madroño, arbutus unedo). Arbusto conocido por sus frutos verrugosos de color rojo/naranja.

Negrillo (olmo común, ulmus minor). Árbol de porte elevado y robusto, que proporciona excelentes sombras.

Nogueira (nogal común, juglans regia). Árbol robusto por su altura y por el grosor de su tronco. Conocido por sus frutos: las nueces. Su madera es estimada por su calidad.

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Piñeiro americano (pino americano, pinus radiata). Árbol originario de California muy empleado en repoblación y muy bien valorado en la elaboración de pasta de papel.

Piñeiro bravo (pino rodeno, pinus pinaster). Se trata del árbol más abundante en toda Galicia, debido a la existencia de suelos silícicos. Inconfundible por sus hojas en forma de aguja y por las piñas.

Piñeiro de Oregón (abeto de Douglas, pseudotsuga menziesii). Conífera que destaca por su altura y por su uso maderero. Se ha empleado en repoblaciones.

Piñeiro silvestre (pino silvestre, pinus sylvestris). Es el pino que proporciona mejor madera.

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Plátano (plátano, platanus hispánica). Árbol característico por sus grandes hojas de las que se desprende en otoño. Muchos lo asociamos a las sombras en las carreteras. Antes de la reforma de la actual carretera nacional que cruza Parderrubias, uno de sus arcenes era testigo de estos robustos árboles. Es curioso su fruto en forma de pequeña bola llena de pelos.

Pradairo (arce, acer pseudoplatanus). Lo encontramos cerca de los regatos. Su madera es dura.

Rebolo (melojo, quercus pirenaica). Conocido también por «cerquiño». Especie de roble, más menudo que el roble común.

Sabugueiro (sauco, sambucus nigra). Arbusto que se suele encontrar cerca de los ríos e inconfundible por sus blancas flores que desprenden un aroma nada agradable y por sus frutos en forma de bolitas negras o violáceas. Fue un arbusto muy apreciado por algunas generaciones de alumnos de nuestra escuela (véase Nuestra Escuela de Parderrubias), porque con sus ramas se elaboraban las famosas «baquetas», que cada estudiante solía llevar en su bolsillo a modo de «arma» tipo cerbatana, y con la que se probaba puntería de disparo impactando en la cabeza del compañero una pequeña bola de papel.

Salgueiro (sauce, salix atrocinerea). Árbol que encontramos en las primeras líneas de los regatos y ríos, e incluso en medio de ellos, gracias a su fuerte fijación al terreno.

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Sanguiño (arraclán, rhamnus frangula). Árbol de poca altura, con frutos venenosos muy característicos: bolitas rojas al principio y negras al final. Su nombre se debe a que sus ramas tienen un color similar al de la sangre.

Toxo (tojo, ulex europaeus). Probablemente el arbusto más conocido de Galicia. Se caracteriza por tener hojas en forma de espinas y por sus vistosas flores amarillas («a flor de toxo»). Se agrupan constituyendo «toxeiras». Fueron un producto básico en la elaboración de abono orgánico en las casas en las que había ganado, tarea que ha dejado de hacerse, por lo que hoy se puede considerar una planta invasora.

Vimbieira (mimbrera, salix viminalis). Árbol (más bien, un arbusto) muy característico que se encuentra a los lados de los regatos o en los prados, fácilmente identificable por el color amarillo de sus ramas (“vimbios”) muy flexibles, usadas para atar desde los haces de hierba hasta las cepas. Hay quien hizo un uso “pedagógico” de ellos.

Xesta (retama, cytisus scoparius). Arbusto muy ramificado de ramas delgadas, siendo muy vistoso cuando está en floración, por su intenso color amarillo. Son tóxicas para el ganado. Con sus ramas se hacían escobas y era muy apreciada para encender el fuego.

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Nota. El autor agradece a Gonzalo Outumuro, Tino Outumuro y Manolo Outumuro las sugerencias aportadas a la versión final de este artículo.


Referencias

Lorenzo Fernández, S. (2018). A vida nos ríos galegos. Recuperado de http://www.rios-galegos.com/ el 24 de junio de 2018.

Fotografías:

Webs

La manufacturación del lino en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

La manufacturación del lino en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Como complemento al artículo publicado sobre las tejedoras de Parderrubias [véase https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/], Avelino Sierra Fernández describe en este nuevo trabajo el laborioso proceso que exigía la manufacturación del lino en Parderrubias.  El proceso completo exigía 16 tareas, las cuales en este nuevo documento son perfectamente ilustradas y visualizadas gracias al relevante material fotográfico aportado.

Gracias Avelino.

Juan Carlos Sierra Freire

Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


A manufacturación do liño en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Parderrubias, tal como quedou constatado no traballo deste Blog “As tecedeiras de Parderrubias” (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/), mantivo en tempos pasados unha secular tradición textil. Esta Parroquia, xa no ano 1752, era a principal productora de liño da municipalidade da Merca, cunha superficie cultivada de 110 ferrados  (7 hectáreas), e a primeira na súa manufacturación, con 32 tecedeiras e outros tantos obradoiros. Pero na década dos anos cincuenta do pasado século, ante os adiantos tecnolóxicos da Revolución Industrial, as últimas tecedeiras que quedaban deixaron de exercer esta actividade artesanal, ata entón tan común como esencial na vida dos nosos ascendentes. No recordo de cantos  daquela eramos púberes, están aínda Ángela Fernández (a Tía Ánxela da Carreira) e maila súa filla María Grande; María Outumuro (María da tía Antonia), ao lado da  igrexa; Pepa Rodríguez, na Manadela; María Fernández e as irmás Pepa e María Outumuro, en Barrio; e Sara González (Sara da Canella), no Outeiro. Delas, gardo na miña memoria imaxes, reseñas e comentos verbo do procedemento do cultivo e tratamento  do liño, que agora me son de grande utilidade para este traballo. Máis recentemente, algunhos herdeiros das devanditas tecedeiras, que foron testemuñas presenciais dos seus labores, aportáronme pormenores sobre o particular, para min descoñecidos. Toda esta información, contrastada e ampliada coa documentación disponible, xa referenciada  no traballo deste Blog antes citado, e complementada coa mostra dos principais aveños utilizados nas súas enleadas tarefas, permítennos dar a ceñecer con grande fiabilidade os  usos e costumes do cultivo e manufactura do liño polos nosos devanceiros de Parderrubias.

O proceso duraba todo a ano. A sementeira facíana entre abril e maio e a recolleita entre xullo e agosto. Durante os meses de outono, realizaban unha chea de endeitas para transformar o liño bruto en finas estrigas, listas para fiar. Todo o inverno, pasábano fiando, e entre abril e maio, branqueando o fío, para comezar a tecer no tear entre xuño e xullo. Estas eran as 16 angueiras a desenvolver.

  1. A sementeira

Sementaban a liñaza a voleo, en leiras preferentemente chas, de regadío, ben estercadas, labradas e achanzadas coa grade ou con anciños. Procuraban sementalo ben basto para que, medrando máis fino, tivera menos casca leñosa. A proporción da semente viña sendo de dous  ferrados de liñaza (28  litros) por cada ferrado de superficie (628,9 metros cadrados).Tras atuí-la semente, sucaban a terra con varios regos por onde correría despois a auga da rega. Unha vez nacido, procuraban mondalo de cando en vez e regalo a miúdo. As últimas plantacións existentes de liño, foron as cultivadas pola tía Ánxela na súa tapada da Chousiña, na marxe esquerda do río, regadas polo seu caudal.

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A sementeira
  1. A arriga

Entre xullo e agosto, cando o liño amareleaba, arrigábano de raíz, coas mans e con moito mimo, sacudíndolle-la terra contra os chancos e  póndoo en gavelas, para proceder logo a ripalas (quitarlle a semente) ou atalas cun vincallo, facendo móllos para carrexalo e realiza-la ripa na casa. A miúdo, soía ser unha angueira colectiva, de balde e recíproca entre os veciños.

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A arriga
  1. A ripa

Arrigado o liño, procedían á ripa, operación que consistía en pasa-los mañizos polos dentes do ripo para extraérlle-lo froito coa semente. Este púñano logo ao sol para que, abríndose a bagaña (casula), soltara a semente (liñaza), que tras ventala, era reservada para a sementeira do seguinte ano e para remedios caseiros que aliviaran as doenzas mediante mucilaxes de cataplasmas e outras aplicacións.

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A ripa
  1. O empozado

Esta fase  consistía en asulaga-los móllos de liño nalgunha encorada de calquera dos ríos ou  regatos, ou nunha poza calquera, durante 8 ou 9 días, co fin de que se desprendera a febra da parte leñosa. Para evitar que os arrastrara a corrente río abaixo, adoitaban porlle unhos coios por arriba.

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O empozado
  1. A seca

Sacados os móllos do río, levábanos a asollar á eira ou a unha chaira, onde os extendían ao sol, procurando darlle-la volta de cando en vez, ata que secaran ben. Logo enfeixábanos  novamente  e levábanos para a casa.

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A seca
  1. A maza

Esta operación consistía en mallar ben cada mañizo de liño para rompérlle-la tasca (casca) ata separala da febra interior. Para ilo dispuñan cada presa de liño sobre o mazadoiro (unha lousa de pedra ou un cepo liso) e de seguido golpeábano duramente co mazo (rebolo de madeira). Nos últimos tempos inventouse a gramadoira que simplificaba un pouco este traballo, pero non temos constancia de que se empregara en Parderrubias.

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A maza
  1. A espadela

Esta tarefa tiña a finalidade de eliminar os tomentos, arestas ou tascos (cascas) que quedaran soltas despois do mazado. Para conseguilo, colocaban un mañizo de liño mazado encol do gume do espadeleiro (táboa en forma de T invertida), para despois golpealo de refilón coa espadela (especie de machete de madeira), ata deixa-la febra magra. Adoitaba ser un traballo feminino, colectivo, de balde e recíproco, en xuntanzas de mulleres espadeleiras nun pendello ou  palleira durante a noite.

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A espadela
  1. A tasca

Para eliminar definitivamente calquera tasco (casca) restante, fretaban ou deluvaban o liño contra o bisel do tascón ou relo, especie de espada de madeira introducida verticalmente no extremo dun banco. Este traballo soía  facerse na mesma xuntanza da espadela. As casas que carecían deste apeiro, deluvaban o liño fretándoo coas mans  contra unha pedra, coma cando se lavaba a roupa.

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A tasca
  1. A aseda

Libre xa da parte leñosa, a febra necesitaba afinarse e volverse sedosa. Para ilo cardábana, pasando cada presa varias veces polo restrelo  (táboa horizontal con cravos verticais). Con esta tarefa sacaban tres tipos de febras, unha grosa (cabezos), outra mediana (estopa) e finalmente o liño fino. Con cada presa asedada facían unha estriga, manela, cerro ou rocada, porción lista para suxeitar na roca e ser fiada. As estrigas gardábanse en atados chamados afusais, de 36 unidades cada un.

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A aseda
  1. O fiado

Esta era unha fase que requería especial habelencia. Realizábana mediante dous instrumentos primitivos pero senlleiros: a roca e o fuso. A primeira podía ter formas variadas, pero en xeral consistía nunha vara de madeira ou cana, de 80 ou 90 centímetros de longa, co extremo superior avultado (roquil) para soster o cerro do liño. O fuso era un instrumento fusiforme de unhos 28 centímetros, de madeira torneada, cun extremo aguzado e no outro, un contrapeso (fusaiola) ou abultamento (rodela, cagalla ou torteira). A súa función era a de xirar sobre si, facendo de lastre das febras suxeitas na amosega ou estría da parte superior (osca), mentres se ían retorcendo cos xiros, configurando deste xeito o fío. Posto o cerro na roca, apoiaban esta na cintura, coa parte superior no antebrazo esquerdo, quedando así libre esta man para ir extraendo e dosificando a febra. Cos dedos da man dereita, de forma habelenciosa, impulsaban os xiros do fuso, para retorcer o fío. Este, así retorcido, íano envolvendo no eixe do fuso ata lograr unha mazaroca, que finalmente extraían pola parte estreita do fuso, para trasladar ao sarillo.

Aínda que calquera acougo na casa, a garda do gando no monte ou a espera na moenda, eran aproveitados para fiar, soíanse facer xuntanzas chamadas fiadeiros, nas longas e frías noites do inverno, nun pendello, nunha palleira ou mesmo nunha corte, ao tépedo ambiente das vacas e ao amparo da lánguida luz dun candil de graxa. Neles, a ritmo de fuso, parolábase, cantábanse cantigas e contábanse historias, chismes, adiviñas e contos. Os mozos non fiaban, pero acudían para troulear na xolda.

A utilización da roca e do fuso, era en Parderrubias un traballo de xénero. O fiado era unha tarefa exclusiva das mulleres, pois estaba considerado coma un labor apropiado ás habelencias, mañas e xeito femininos. Fiar con roca e fuso era, xa que logo, unha parte das angueiras que toda muller  tiña, polo mero feito de selo.

Un costume peculiar das fiadeiras era humedecer o fío con cuspe, a medida que o ían estirando, para darlle textura, labor que facían mollando os dedos na lingua, ou coa lingua directamente no fío. De ahí a cantiga:

Quen me dera se-lo liño

que vos na roca fiades.

Quen me dera tantos bicos

como vos ao liño dades.

Non contamos con referencia algunha sobre a cantidade  de fiadeiras  de liño en Parderrubias, pero considerando a chea de tecedeiras das que deixamos constancia no traballo “As tecedeiras de Parderrubias” (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/), é lóxico pensar que difícilmente quedaría casa onde non se fiase.

Tampouco temos constancia da utilización en Parderrubias do torno de fiar, en lugar do fuso e roca, pero cabe tal posibilidade, por ser frecuente o seu uso nas mesmas  datas en zonas achegadas.

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O fiado
  1. O ensarillado

O liño recén fiado tiña unha cor cincenta que era mester branquear o máis posible. Para iso non tiñan outro remedio que transforma-as mazarocas conseguidas no fuso en meadas (madeixas), para despois branquealas. Para esta función contaban co sarillo, un apeiro de brazos en forma de X, que por medio do  xiro vertical das súas aspas, ía desembeleñando as mazarocas e dándolle forma de madeixa. Era unha angueira propia das mulleres.

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O ensarillado
  1. O branqueo

O branqueo era tal vez o labor máis ingrato de todo o proceso. Aínda que os métodos podían variar lixeiramente, o máis común era mete-las meadas durante 3 ou 4 días, nunha pota chea dunha especie de lixivia fervendo. Chamábanlle lixivia a unha mestura dun balde de auga con tres grandes pratos de cinza de carballo, tras fervela durante media hora. Despois lavaban e secaban as meadas varias veces, e repetían a función da lixivia cos seus respectivos lavados e secados as veces que fora. Finalmente extendían ou penduraban as meadas durante 6 ou 8 días, batuxándoas con auga de cando en vez. Senón acadaran a brancura desexada, volta a comezar a bogada descrita. Nalgunhas casas, engadíanlle tamén ósos e couselos á mestura.

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O branqueo
  1. O debanado

Este labor consistía en pasa-las meadas a novelos, utilizando un apeiro denominado debanadoira, un armazón de aspas horizontais con chuzos verticais que xirando arredor, segundo tiraban do fío, ían desembeleñando éste, mentres coas mans envolvíano facendo un novelo. A miúdo,  suplíanse as aspas de tal aveño polos brazos dos homes.

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O debanado
  1. O canelado

Antes de comezar  co tear, era preciso prepara-los fíos para a trama e para a urdime, mediante as operacións de canelado e urdido. A primeira delas consistía en axeita-las canelas (canas con fío embobinado). Isto conseguíano por medio do caneleiro, aparello que variaba dunhas casas a outras. A canela metíana logo dentro da lanzadeira do tear, unha caixiña ovalada de madeira, que logo utilizaban durante o tecido.

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O canelado
  1. O urdido

Esta función tiña a finalidade de prepara-la urdime, é dicir, dispor paralelamente os fíos que logo se montarían horizontalmente no tear, para proceder a tece-lo lenzo ou pano correspondente. Para esto, utilizábase a urdideira, que viña a ser coma unha debanadoira grande, arredor da que se ía suxeitando a restra de fíos, que despois cortaban á medida do tecido desexado.

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O urdido
  1. O tecido

Era a derradeira operación do longo proceso e a máis complexa e laboriosa de todas. Desenvolvíase no tear, o aparello máis interesante de tódolos pertrechos.  Consistía nunha estructura artesanal de madeira, de forma cúbica, con catro pés, que sostiña a un conxunto de pezas diversas. Na plataforma, a tecedeira colocaba a urdime, tensa e suxeita a ambolosdous lados. Mediante dous pedais (premedeiras), elevaba e baixaba os fíos alternos, quedando cada vez unha abertura entre eles (a calada), a través da cal ía pasando transversalmente a lanzadeira coa canela de fío, que ía apretando co pente, con ritmo acompasado e monótono, logrando así a trama.

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O tecido

Estes eran os 16 pasos de estricto cumprimento dos nosos antepasados de Parderrubias, na súa arela de procura-los indispensables panos ou lenzos ordinarios, para confeccionar despois as sabas, xergóns, toallas, chambras, mandiles, cirolas, camisóns, etc.)  e tamén colchas, con mestura de liño e lá. E a eles estaban condenadas as familias, polo menos ata consegui-los novelos de fío para o tear. Calquera desleixo neste eido estaba considerado coma unha irresponsabilidade, que a sabiduría popular reprobou  musicalizando o rechouchiar das anduriñas tralo retorno da súa invernación no outro hemisferio, e que todos cantabamos de pequenos:

  Fun a mar e vin da mar,

  té-la tea por fiar,

  ¿Qué fixeches, truaniña?

  ¿Qué fixeches? ¡Truanarrrrr!

 


VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego.

La manufacturación del lino en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Parderrubias, tal como quedó constatado en el trabajo “Las tejedoras de Parderrubias”, publicado en este Blog (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/), mantuvo en tiempos pasados una secular tradición textil. Esta  Parroquia, ya en el año 1752, era  la principal productora de lino de toda la municipalidad de A Merca, con una superficie cultivada de 110 ferrados (7 hectáreas), y la primera en manufacturación, con 32 tejedoras y otros tantos talleres. Pero en la década de los años cincuenta del pasado siglo, ante los avances tecnológicos de la Revolución Industrial, las últimas tejedoras que quedaban dejaron de ejercer esta actividad artesanal, hasta entonces tan común como esencial en la vida de nuestros ascendientes. En el recuerdo de cuantos entonces éramos púberes, quedan aún Ángela Fernández (Tía Ánxela da Carreira) y su hija María Grande; María Outumuro (María da Tía Antonia), al lado de la iglesia; Pepa Rodríguez (Pepa da Manadela); María Fernández y las hermanas Pepa y María Outumuro, en Barrio; y Sara González (Sara da Canella), en O Outeiro. De ellas, guardo en mi memoria imágenes, reseñas y comentarios acerca del procedimiento del cultivo y tratamiento del lino, que ahora me son de gran utilidad para este trabajo. Más recientemente, algunos herederos de las citadas tejedoras, que fueron testigos presenciales de sus labores, me aportaron pormenores para mí desconocidos. Toda esta información, contrastada y ampliada con la documentación disponible, ya referenciada en el trabajo de este Blog antes citado, y complementada con la muestra de los principales aperos utilizados en sus intrincadas tareas, nos permiten dar a conocer con gran fiabilidad los usos y costumbres del cultivo y manufactura del lino por nuestros antepasados de Parderrubias.

El proceso duraba todo el año. Hacían la siembra entre abril y mayo, recogiendo la cosecha entre julio y agosto. Durante los meses de otoño, realizaban una serie de faenas para transformar el lino bruto en finas estrigas, listas para hilar. Todo el invierno lo pasaban hilando, y entre abril y mayo, blanqueando el hilo, para comenzar a tejer en el telar entre junio y julio. Estas son las 16 fases que componían todo el proceso.

  1. Siembra

Sembraban la linaza a voleo, en tierras de labradío preferentemente llanas, de regadío, bien abonadas, labradas y allanadas con grada o rastrillos. Procuraban sembrarlo espeso para que, creciendo fino, tuviera menos cáscara leñosa. La proporción de semilla acostumbraba ser de unos dos ferrados de linaza (28 litros) por cada ferrado de superficie (628,90 m2). Tras enterrar la semilla, surcaban la tierra con varios surcos por donde correría después el agua del riego. Una vez nacido, procuraban escardarlo de vez en cuando y regarlo con frecuencia. Las últimas plantaciones de lino en Parderrubias fueron las cultivadas por la Tía Ánxela en su Tapada de A Chousiña, en el margen izquierdo del río, regadas con sus aguas.

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Siembra
  1. Recogida

Entre julio y agosto, cuando el lino comenzaba a amarillear, lo arrancaban de raíz con las manos y con mucho cuidado, sacudiéndole la tierra contra los zuecos y poniéndolo en gavillas, para extraerle luego la semilla, o atarlas en haces con una verga para acarrearlo y realizar esta operación en casa. A menudo, solía ser un trabajo colectivo, gratuito y recíproco entre los vecinos.

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Recogida
  1. Ripa

Arrancado el lino, procedían a la ripa, operación que consistía en pasar los manojos de lino por los dientes del ripo para extraer el fruto con las semillas. Este era puesto al sol para que, abriéndose la  cápsula (bagaña), soltara la semilla (linaza), que tras aventarla era reservada para la siembra del año siguiente o para remedios caseros que aliviaran las dolencias mediante mucílagos de cataplasmas y otras aplicaciones.

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A ripa
  1. Empozado

Esta acción consistía en sumergir los haces de lino en algún remanso de cualquiera de los ríos o regatos, o en alguna charca, durante 8-9 días, con el fin de que se desprendiera la fibra de la parte leñosa. Para evitar que los arrastrara la corriente río abajo, acostumbraban ponerle piedras encima.

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Empozado
  1. Secado

Sacados los haces del río, los exponían extendidos al sol en la era o en alguna explanada, procurando darle la vuelta de vez en cuando, hasta que se secaran completamente. Luego los ataban nuevamente y los llevaban a casa.

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Secado
  1. Mazado

Esta operación consistía en mazar bien cada manojo de lino para romperle la corteza (tasca) hasta separarla de la fibra interior. Para ello disponían cada puñado de lino sobre el mazadoiro (losa de piedra o tronco liso de madera), golpeándolo duramente con el mazo (tronco cilíndrico de madera). Con el paso del tiempo apareció la agramadera, que simplificaba un poco este trabajo, pero no nos consta su uso en Parderrubias.

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Mazado
  1. Espadado

Esta tarea tenía la finalidad de eliminar las cascarillas (tomentos, arestas o tascos) que quedaran sueltas después del mazado. Para conseguirlo, colocaban cada manojo de lino mazado sobre el filo del espadeleiro (tabla en forma de T invertida), para luego golpearla de refilón con la espadela (especie de machete de madera), hasta dejar la fibra limpia. Acostumbraba ser un trabajo femenino, colectivo, gratuito y recíproco, en reuniones de mujeres en un cobertizo o pajar durante la noche.

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Espadado
  1. Tascado

Para eliminar definitivamente cualquier cascarilla (tasco) restante, frotaban el lino contra el bisel del tascón, especie de espada de madera introducida verticalmente en el extremo de un banco. Este trabajo solía hacerse en la misma reunión del espadado. En las casas en las que se carecía de este apero, se frotaba manualmente el lino contra una piedra, de manera similar al lavado de la ropa.

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Tascado
  1. Asedado

Libre ya de la parte leñosa, la fibra necesitaba afinarse y volverse sedosa. Para ello la cardaban, pasando cada manojo varias veces por el restrelo (tabla horizontal con clavos verticales). Con este trabajo sacaban tres tipos de fibras, una gruesa (cabezos), otra mediana (estopa) y, finalmente, el lino fino. Con cada manojo asedado hacían una estriga, manela, cerro o rocada, porción lista para sujetar en la rueca y ser hilada. Las estrigas se guardaban en atados llamados afusales, de 36 unidades cada uno.

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Asedado
  1. Hilado

Esta era una fase que requería especial habilidad. La realizaban mediante dos instrumentos primitivos, pero singulares: la rueca y el huso. La primera podía tener forma variada, pero en general consistía en una vara de madera o caña de 80 o 90 centímetros de largo, con el extremo superior abultado (roquil) para sostener el copo de lino. El huso era un instrumento fusiforme de unos 28 centímetros, de madera torneada, con un extremo aguzado y en el otro, un contrapeso (fusaiola) o abultamiento (rodela, cagalla o tortera). Su función era la de girar sobre sí mismo, haciendo de lastre de las fibras sujetas en la hendidura o estría de la punta superior (osca), mientras se iban retorciendo con los giros, configurando así el hilo. Puesto el copo (cerro) en la rueca, apoyaban ésta en la cintura, con la parte superior en el antebrazo izquierdo, quedando así libre esta mano para ir extrayendo y dosificando la fibra. Con los dedos de la mano derecha, de manera habilidosa, impulsaban los giros del huso para retorcer el hilo. Éste, ya retorcido, lo iban envolviendo en el eje del huso, hasta lograr una husada (mazaroca), que extraían por la parte estrecha del huso, para trasladarla al sarillo.

Aunque cualquier descanso en casa, cuidado del ganado en el monte o espera en la molienda eran momentos aprovechados para hilar, solían hacerse reuniones llamadas fiadeiros, en las largas y frías noches de invierno, en un cobertizo, pajar o cuadra, al templado ambiente del calor de las vacas y al amparo de la lánguida luz de un candil. En estos fiadeiros, a ritmo de huso, se hablaba, se cantaba y se contaban historias, chismes, adivinanzas y cuentos. Los mozos no hilaban, pero acudían para participar en la juerga.

La utilización de la rueca y el huso era en Parderrubias un trabajo de género. El hilado era una tarea exclusiva de las mujeres, pues estaba considerado como una labor apropiada a las habilidades, mañas y disposición femeninas. Hilar con rueca y huso era, pues, una parte de los quehaceres que toda mujer tenía, por el mero hecho de ser mujer.

Una peculiar costumbre de las hilanderas era humedecer el hilo con saliva, a medida que lo iban estirando, con la finalidad de darle textura, labor que hacían mojando los dedos en la lengua o con la lengua directamente en el hilo. De ahí la copla:

Quen me dera se-lo liño

que vos na roca fiades.

Quen me dera tantos bicos

como vos ao liño dades.

No disponemos de referencia alguna sobre el número de hilanderas de lino en Parderrubias, pero considerando la cantidad de tejedoras constatadas en el artículo “Las tejedoras de Parderrubias” (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/) parece lógico pensar que difícilmente hubiera casa donde no se hilase. Tampoco tenemos constancia de la utilización en Parderrubias del torno de hilar, en lugar del huso y la rueca, pero cabe tal posibilidad, por ser frecuente su empleo durante aquella época en zonas próximas.

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Hilado
  1. Enmadejado

El lino recién hilado tenía un color ceniciento que era necesario blanquear lo más posible. Para ello, no tenían otro remedio que transformar las mazarocas obtenidas en el huso en madejas (meadas), para después blanquearlas. Para esta función contaban con el sarillo, un apero de brazos en forma de X, que por medio del giro vertical de sus aspas iba desenredando las mazarocas y dándoles forma de madeja. Era ésta una faena propia de las mujeres.

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Enmadejado
  1. Blanqueo

El blanqueo era tal vez la labor más ingrata de todo el proceso. Aunque los métodos podían variar ligeramente, el más común era la colocación de las madejas (meadas) durante 3-4 días en una olla llena de una especie de lejía hirviendo. Se trataba de una mezcla de agua, tres platos grandes de ceniza de roble que hervía durante media hora. Después lavaban y secaban las madejas varias veces, y repetían el proceso, con sus respectivos lavados y secados, las veces que fuesen necesarias. Finalmente, extendían o colgaban las madejas durante 6-8 días, salpicándolas con agua de vez en cuando. Si no lograban la blancura deseada, comenzaban de nuevo la colada descrita. En algunas casas, le añadían huesos y ombligos de Venus (couselos) a la mezcla.

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Blanqueo
  1. Devanado

Esta actividad consistía en volver las madejas a ovillos, utilizando un apero llamado devanadera, un armazón de aspas horizontales con palos verticales que girando alrededor, según se tiraba del hilo, iba desenmarañando éste, mientras con las manos lo envolvían en ovillos. A menudo, las aspas eran sustituidas por los brazos de los hombres.

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Devanado
  1. Encanillado

Antes de comenzar con el telar era necesario preparar los hilos para la trama y la urdimbre, mediante las operaciones de encanillado y urdido. La primera de ellas consistía en preparar las canillas (cañas con hilo embobinado). Se conseguía por medio del caneleiro, aparato que variaba según las casas. La canilla se introducía luego dentro de la lanzadera del telar, una cajita ovalada de madera, que luego utilizaban durante el tejido.

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Encanillado
  1. Urdido

Esta función tenía la finalidad de preparar la urdimbre, es decir, disponer paralelamente los hilos que luego se montarían horizontalmente en el telar, para proceder a tejer el lienzo o paño correspondiente. Para ello, utilizaban la urdidera, que venía a ser como una devanadora grande, alrededor de la cual se iban sujetando las ristras de hilos, que después cortaban a medida del tejido deseado.

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Urdido
  1. Tejido

Era la última operación del largo proceso, y la más compleja y laboriosa de todas. Se desarrollaba en el telar, el aparato más complejo de todos los pertrechos. Consistía en una estructura artesanal de madera, de forma cúbica, con cuatro pies, que sostenía a un conjunto de diversas piezas. En la plataforma, la tejedora colocaba la urdimbre, tensa y sujeta a ambos lados. Mediante dos pedales (premedeiras) elevaba y bajaba los hilos alternos, quedando cada vez una abertura entre ellos (calada), a través de la cual iba pasando transversalmente la lanzadera con la canilla de hilo, que iba apretando con el peine (pente), con ritmo acompasado y monótono, logrando así la trama.

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Tejido

Estos constituyen los 16 pasos de estricto cumplimiento de nuestros antepasados de Parderrubias, en su afán de lograr los indispensables paños o lienzos ordinarios, para confeccionar luego sábanas, jergones, toallas, camisolas, mandiles, calzones, camisones, etc., y también colchas con mezcla de lino y lana. Y a todo este largo proceso estanban «condenadas» las familias, al menos hasta conseguir los ovillos de hilo para el telar. Cualquier dejadez en este campo estaba considerada como una irresponsabilidad, que la sabiduría popular reprobó musicalizando el trino de las golondrinas tras el retorno de su invernación en el otro hemisferio, y que de pequeños cantábamos:

Fun a mar e vin da mar,

te-la tea por fiar.

¿Qué fixeches, truaniña?

¿Qué fixeches? ¡Truanarrrrr!

Sobre la agricultura en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Sobre la agricultura en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Es imposible comprender la sociedad de Parderrubias sin la agricultura. Todos nuestros antepasados se dedicaron de forma exclusiva, o parcialmente, a esta labor. Sin duda, un duro trabajo debido a las condiciones en las que se llevaba a cabo y a la falta de medios existentes. Se trata de una agricultura de pura subsistencia. Aunque en la actualidad todavía son muchos los vecinos que cultivan sus huertos, lamentablemente la mayoría de las tierras de cultivo de la Parroquia de Parderrubias se encuentran yermas.

En este artículo, Avelino Sierra Fernández presenta un gran trabajo de investigación sobre la agricultura del siglo XVIII en Parderrubias, cuyos hábitos y cultivos todavía recuerda nuestra generación.

Muchas gracias, Avelino, por documentar y transmitir a las generaciones venideras un duro trabajo que estuvo presente en nuestra Parroquia, generación tras generación, y que forma parte de nuestra idiosincrasia por el hecho de haber nacido en Parderrubias.

Juan Carlos Sierra Freire

Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


 

Sobre a agricultura en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

 A calidade de vida dos veciños de Parderrubias fai un cuarto de milenio, era moi precaria, debido a unhas condicións enmarcadas polo contexto histórico, político, económico e social no que lles tocou vivir. Carecían de electricidade (alumeábanse con velas de sebo), de auga corrente (ían a buscala á fonte coa ola), de saneamento (xurreiras superficiais de xurro, a falta de  calquera sumidoiro), de lavadoiros (ían lavar ao Regueiriño), de estradas (agás unha verea de terra batida e camiños de ferradura), de medios de transporte e locomoción (agás o carro e o burro). O único edificio comunitario era a igrexa, e a única industria, dous muíños fariñeiros e dúas forxas. Non existía tenda, taberna nin abacería (carnicería), e o único comercio era unha feira no Campo da Merca o día 26 de cada mes. Non había unha soa Escola nin Mestre en toda a bisbarra, e un 98 % da poboación era analfabeta (tan só sabían ler, escribir e contar o Cura e o escribán do Xuíz). Tampouco existía  Médico, Ciruxán ou Sangrador, nin Boticario nin Botica en toda a contorna. Pola contra, os tributos e gravames feudais e eclesiásticos (Foros, Dezmos, Primicias, Voto a Santiago, etc.) eran abafantes. A situación, sen chegar á miseria, era de grande illamento, atraso e empobrecemento. Por estas razóns, as familias estaban condenadas ao autoabastecemento e consecuentemente obrigadas a adicarse en corpo e alma á agricultura e gandería para poder subsistir. A labranza en Parderrubias era, xa que logo, un destino común para todo veciño, fora labrego, crego, artesán, home, muller ou neno. No ano 1752, só existían dez homes adicados parcialmente a  traballos remunerados distintos da labranza  (un Abade, un Arrieiro, un Carpinteiro, dous Ferreiros, un Muiñeiro, unha Forneira e tres Panadeiros de millo), aparte de 32 Tecedeiras, pero todos eles simultaneaban a súa ocupación, adicando a maior parte do tempo ás angueiras campesiñas. Tódolos demais eran exclusivamente labradores ou xornaleiros do campo

“… todos los demás vezinos  y sus hijos de diez yocho años arriba a excepcion de los que sean de maior edad o estén ymposibilitados son Labradores y jornaleros de sus haciendas…” (C. Ensenada).

Nembargante, non todos contaban con predios de seu, xa que moitos deles non eran donos das leiras que traballaban, pois unha grande parte destas eran latifundios alugados polo  Bispo de Ourense, Señor do Couto de Sobrado ao que pertencía Parderrubias, e outras eran terreos baldíos, ermos ou “a monte”, sendo escasos os alodios individuais. En cambio, abundaban os aparceiros, traballando  terras e coidando gandos a medias.

O rendimento das colleitas era, ademais, moi baixo, debido á fragmentación minifundista das terras, á mínima calidade das sementes, á escaseza de esterco e á falta de regadío.

“…las heredades de rregadio por ser de charcos y arroios de Corto caudal que quando mas dura en año abundante de lluvias es hasta san Juan que esceptuadas estas las demas tierras todas son de secano…” (Op. Cit.).

 A ilo había que engadirlle as rudimentarias técnicas e labores empregados, que apenas diferían dos introducidos polos romanos, tal como afirmaba Frei Martín Sarmiento no ano 1765: “… conservan inmemorial la agricultura que les enseñaron los romanos”. Así as cousas, difícilmente se lograban  colleitas de gran que quintuplicaran a semente, e no caso dalgunhas, coma o liño, non pasaba da liñaza sementada:

“… el ferrado de tierra [628,86 m. cuadrados] produze de linaza los mismos dos ferrados [20,8 Kg.] que se le hechan…” (Op. Cit.).

Os cultivos estaban constituídos polos cereais (centeo, trigo, millo groso, millo miúdo e cebada), o liño, a vide, os legumes (fabas, garavanzos, cantudos ou pedróns e guisantes), as verduras e a froita. A pataca non formaba parte dos froitos, xa que o seu cultivo sistemático non se iniciaría ata ben entrada a segunda metade do século XVIII.

Moitas eran as tarefas e angueiras do campo, dende a preparación da terra para a sementeira, ata a colleita dos froitos. E moitos eran os aparellos usados e ferramentas utilizadas nelas. Resumindo, estes eran os principais:

1. Cavar, sachar, esterroar… valéndose de diferentes tipos de aixadas, legóns, sachos,  picarañas, etc., segundo o labor e o lugar.

2 Labrego - Cavar

2. Arar, coas súas variantes de roturar, decruar, asucar, aricar, entravesar, etc., utilizando o arado de pau con rella de ferro, tirado por burros, mulas, vacas ou bois, xunguidos por xugos, cangas ou coleiras diferentes, segundo os animais.

3 Labrego - Arar

3. Segar, gadañar, seiturar, rozar, podar, etc., utilizando para tales mesteres gadañas, coitelas, fouces, fouciños, foucegatas, podóns, tesoiras da poda, etc.

4 Labrego - Segar

4. Mallar, traballo na eira para saca-lo gran  de centeo, trigo ou cebada, da súa espiga e os legumes, das súas baíñas. Utilizábanse  vasoiras, forquitas, angazos, mallos,  cribos, etc.

5 Labrego - Mallar

5. Pesar e medir. Para vender, mercar ou troca-los excedentes, pesábanse coas romanas. Para medir cereais e legumes, usábase o ferrado e o escás. Para medir líquidos, a cuartilla, canada, ola, etc. (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/20/e20-unidades-de-medida-tradicionales-en-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/)

6 Labrego - Pesar

6. Cazar. A caza era un medio de mantenza, pero tamén un xeito de eliminar aos depredadores. Utilizábanse  garduñeiras, paxarelas, mureiras, ratoeiras, etc.

7 Labrego - Cazar

Tal variedade de ferramentas, forzosamente necesitaba de ferreiros que as forxaran e amañaran, pero os campesinos  estaban neste eido ben servidos por “Juan Antonio Yglesia y Juan garrido de par de rrubias al jornal de cada uno trabajando  al dia por su oficio [de herrero] quatro reales de Vellon” (Op. Cit.).

Partindo dos Dezmos satisfeitos á igrexa de Santa Olaia, polos fregueses da parroquia, podemos achegarnos á producción das especies cultivadas daquela en Parderrubias. Aínda coa natural reserva, por tratarse de deduccións, as contías expostas a continuación permítennos coñecer o predominio e a producción dos cultivos de maior arraigamento en Parderrubias fai unhos douscentos cincuenta anos.  

O centeo

Era un cultivo de excelente adaptación aos cambios climáticos e á escasa calidade do solo. Un cereal, ademais, de moita utilidade, tanto polo gran panificable (pan negro), como polo colmo ou palla.

Unha gran parte  cultivábase nos “vedros”, pequenas tenzas roturadas no monte comunal e sementadas para obter o chamado “pan de monte”, que máis adiante darían lugar ás searas ou cupos que resultaron de reparti-lo monte entre os veciños.

O seu cultivo requería arduas angueiras, que variaron pouco ao longo dos tempos. Tales eran a sementeira, no mes de outubro, coa correspondente esterca, decrúa, entravesa, agrada e asuca. Xa nacido, viña a arica co arado e a monda coa man, para quitarlle-las malas herbas. Pola festa de Santiago (xullo), tocaba face-la seitura, amontoando os móllos en brugueiros. Logo viña o carrexo e despois a malla para degrae-lo gran da espiga. Consistía esta,  na xuntanza de varios homes arredor das gavelas de centeo extendidas na eira embostada, baténdoas acompasadamente cos seus mallos. Rematábase coa erga, endeita propia das mulleres, ventando o gran coas cribas para despois metelo na tulla.

 A superficie cultivada era  dunhos 625 ferrados ao ano (39,30 hectáreas), cunha producción total de  500 fanegas de gran, é dicir, 26 toneladas, sendo a terceira parroquia máis productiva da Merca, despois de A Mezquita e Proente, e igualada con Vilar de Paio Muñiz.

O trigo

Aínda que preferido ao centeo, pola mellor calidade do pan (pantrigo, pan de flor, pan branco, pan candeal), o seu cultivo era escaso pola falta de adaptación a un clima excesivamente húmido. Con todo, era a terceira parroquia productiva, con 225 ferrados de cultivo (14,14 hectáreas) e 180 fanegas de gran (9,3 toneladas), despois de Corvillón e Vilar de Paio Muñiz. Os labores do seu cultivo e procura eran semellantes aos do centeo. Consta tamén documentalmente que en 1752, “Pedro Yglesia hijo de Theresa gomez vezino de par de rrubias era arriero de Trigo” (Op. Cit.).

O millo

A chegada deste cereal, alá polo ano 1630, supuxo para Parderrubias un desafogo tanto na alimentación humana, coma dos animais. Da súa planta aproveitábase todo, a palla e o pendón para o gando, o cosco ou casulo para folello dos xergóns, e os carozos, como excelente combustible. Pero sobre todo a mazorca, que proporcionaba o gran para a facenda e a fariña coa que se cocía o pan de boroa. Algunhos costumes e tradicións da súa procura, como a sacha, as quendas de rega polo día e noite, a creba dos pendóns, as esfollas ou escasulas rematadas en festa, o almacenamento no canastro e as degrañas, perduraron ata tempos que os máis vellos da parroquia aínda lembran.

Parderrubias era a parroquia máis productiva de toda a municipalidade,  cunha superficie cultivada de 812 ferrados (51 hectáreas) e un froito de 650 fanegas ao ano (42,7 toneladas), seguida de A Mezquita con 470 fanegas (31 toneladas) e Pereira de Montes, con 420 (27,6 toneladas). Parderrubias era tamén a primeira en producir millo miúdo (mijo), con 3.9 toneladas, pero este rematou totalmente  suplantado polo millo gordo.

O grande consumo de pan de millo en Parderrubias, no ano 1752, está testemuñado tamén pola existencia de tres “Panaderos de Maiz: Ysidro Outumuro, Silvestre Outumuro y Rosalia das Casas vezinos de par derrubias”. Ademais,  “Ybona de la Yglesia de par de Rubias tiene en su propia casa su orno y en el cuezen los mas de los Vezinos del Lugar” (Op. Cit.).

O viño

Parderrubias era daquela, a parroquia máis vitícola das terras da Merca,  cunha producción de 160 moios ao ano (23.600 litros), seguida de Olás, con 18.300 litros. As videiras consistían en pequenos bacelos, xeralmente cerrados con valados en chousas, ou en parras altas nos patios, fachadas e arredores da casa. As extremas xeadas que queimaban os xermolos dos follatos e as pragas de fungos que hoxe coñecemos coma oidio e mildio, para as que daquela descoñecían os actuais tratamentos do xofre e sulfato de cobre, a escaseza de sol, os tipos de cepas, malas estercas, podas, rodrigas, etc., daban como resultado un viño matute, frouxo e acedo, que ademais, tal como acontecía cos chourizos, filloas ou caldo, era diferente en cada casa e picábase fácilmente coas primeiras calores do verán. Esta falta de calidade, quedou ratificada máis tarde nos  Diccionarios de Sebastián Miñano (1826) e Pascual Madoz (1846), afirmando que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”. O rendimento era tamén escaso, pois a superficie dunha cavadura  de bacelo (medida equivalente a 436 metros cadrados) daba dez cuartas de viño (123 litros), sendo a viñeira de primeira calidade, 6 cuartas (74 litros) a de segunda, e 3 cuartas (37 litros) a de terceira.

“… cada Cavadura de Viña de primera calidad por la Uba que rinde dara a el año diez quartas de vino la de segunda calidad seis y la de tercera tres…” (Op. Cit.).

As castañas

Custa imaxinarse unha alimentación básica sen patacas no rural de fai 250 anos. A pataca, traída do altiplano peruano a España polas hostes de Pizarro, non se cultivou como alimento humano en Parderrubias ata ben entrada a segunda metade do século XVIII. Ante tal carencia, as castañas eran esenciais na alimentación dos nosos devanceiros, sendo consumidas crúas, cocidas (mamotas, zonchos) ou asadas (bullós), mentres estaban verdes; cocidas no caldo ou leite, despois de secas (pilongas), ao longo do ano. Así o confirmaba o Bispo de Ourense, Juan Muñoz de la Cueva (1717-1728):

“La castaña además de ser regalo, a tiempos es un alimento común que suele suplir para los labradores muchos meses de pan”.

Parderrubias era a terceira parroquia da Merca en producción de castañas, con 25 fanegas, despois de Corvillón e Olás. A toponimia deixounos constancia da súa abundancia cos nomes de Souto, Souto da Seara, Souto do Lagar, Souto da Cova e Soutiño. O máis extenso deles estaba na Vacariza:

“… en el [término] de Parderrubias ai otro [monte] de siete mil novecientos y veinte y ocho ferrados de los quales ciento y veinte y seis y medio son de soto…” (Op. Cit.).

O liño

Parderrubias era tamén a parroquia máis productiva de liño, cunha superficie cultivada de 110 ferrados (6,92 hectáreas), como se expuxo ampliamente no traballo deste Blog, “As tecedeiras de Parderrubias” (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/).

A mecanización do campo, a concentración parcelaria, o cooperativismo e a industrialización do mercado acabaron coas penurias sufridas polo labrego tradicional de Parderrubias, redimíndoo das arduas angueiras e longas xeiras agrarias ás que estaba condenado. Lonxe quedan aqueles tempos antergos nos que os nosos devanceiros, traballando de sol a sol (mellor sería dicir de estrela a estrela), regaron de suor as toxeiras rozando estrume, os restroballos dos vedros seiturando centeo, ou as veigas sachando o millo. Imaxes evocadoras do esforzo e afouteza de tantas xeracións pasadas que contribuiron a conquerer o confort e  benestar que Parderrubias goza no presente.

Valia esta lembranza como unha pequena homenaxe a todas elas,  traendo á memoria colectiva tantos afáns, desvelos e inquidanzas intensamente vividos e agora testemuñados  nesta  escolma de aveños  por elas utilizados e que forman parte dun patrimonio etnográfico vencellado á escravitude dun duro traballo que ao longo de séculos constituiu o seu único medio de subsistencia.


VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego

Sobre la agricultura en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

La calidad de vida de los vecinos de Parderrubias hace un cuarto de milenio era muy precaria, debido a unas condiciones enmarcadas por el contexto histórico, político, económico y social en el que les tocó vivir. Carecían de electricidad (se alumbraban con velas de sebo), de agua corriente (iban a buscarla a la fuente con cántaros), de saneamiento (corrientes superficiales de purines a falta de alcantarillado), de lavaderos (iban lavar la ropa al río Regueiriño), de carreteras (excepto una  vereda de tierra batida y caminos de herradura), de medios de transporte y locomoción (salvo el carro y el burro). El único edificio comunitario era la iglesia, y la única industria, dos molinos harineros y dos fraguas. No existía tienda, taberna ni abacería (carnicería) alguna, y el único comercio era una feria en el Campo de A Merca el día 26 de cada mes. No había una sola escuela ni Maestro en toda la comarca, y el 98% de la población era analfabeta (tan sólo sabían leer, escribir y contar el Cura y el Escribano del Juez). Tampoco existía  Médico, Cirujano o Sangrador, ni Boticario ni botica en todo el contorno. Por el contrario, los tributos y gravámenes feudales y eclesiásticos (Fueros, Diezmos, Primicias, Voto a Santiago, etc.) eran asfixiantes. La situación, sin llegar a la miseria, era de gran aislamiento, atraso y empobrecimiento. Por estas razones, las familias estaban condenadas al autoabastecimiento y consecuentemente obligadas a dedicarse en cuerpo y alma a la agricultura y ganadería para poder subsistir. La labranza en Parderrubias era, de esta manera, un destino común para todo vecino, fuera labriego, clérigo, artesano, hombre, mujer o niño. En el año 1752, sólo existían diez hombres dedicados parcialmente a trabajos remunerados distintos de la labranza (un abad, un arriero, un carpintero, dos herreros, un molinero, una hornera y tres panaderos de maíz), aparte de 32 tejedoras, pero todos ellos simultaneaban su ocupación, dedicando la mayor parte del tiempo a los quehaceres  campesinos. Todos los demás eran exclusivamente labradores o jornaleros del campo:

“… todos los demas vezinos  y sus hijos de diez yocho años arriba a excepción de los que sean de maior edad o estén ymposibilitados son Labradores y jornaleros de sus haciendas” (C. Ensenada).

Sin embargo, no todos contaban con predios suyos, ya que muchos de ellos no eran dueños de las tierras que trabajaban, pues una gran parte de éstas eran latifundios arrendados por el Obispo de Ourense, Señor del Coto de Sobrado al que pertenecía Parderrubias, y otros eran terrenos baldíos, yermos o monte, siendo escasos los alodios individuales. En cambio, abundaban los aparceros, trabajando tierras y cuidando ganados a medias.

El rendimiento de las cosechas era, además,  muy bajo, debido a la fragmentación minifundista de las tierras, la poca calidad de las semillas, la escasez de estiércol y la falta de regadío.

“…las heredades de rregadio por ser de charcos y arroios de Corto caudal que quando mas dura en año abundante de llubias es hasta san Juan que esceptuadas estas las demas tierras todas son de secano…” (Op. Cit.).

A ello había que añadirle las rudimentarias técnicas y labores empleadas, que apenas diferían de las introducidas por los romanos, tal como afirmaba Fray Martín Sarmiento en el año 1765: “…conservan inmemorial la agricultura que les enseñaron los romanos”. Así las cosas, difícilmente se lograban cosechas que quintuplicaran la semilla, y en el caso de algunas, como el lino, la linaza no pasaba de la que se había sembrado:

“…el ferrado de tierra [628,86 m. cuadrados] produze de linaza los mismos dos ferrrados [20,8 Kg.] que se le hechan…” (Op. Cit.).

Los cultivos estaban constituidos por cereales (centeno, trigo, maíz grueso, maíz menudo y cebada), lino, vid, legumbres (habas, garbanzos, cantudos o pedrones y guisantes), verduras y frutas. La patata no formaba parte de los frutos, ya que su cultivo sistemático no se iniciaría hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII.

Muchas eran las tareas y los trabajos del campo, desde la preparación de la tierra para la siembra, hasta la recolección de los frutos. Y muchos eran los aparejos usados y herramientas utilizadas. De manera resumida, estos eran los principales:

1) Cavar, sachar, desterronar… valiéndose de diferentes tipos de azadas, legones, sachos, rastros, etc., según las labores y los lugares.

2 Labrego - Cavar

2) Arar, con las variantes de roturar, barbechar, surcar, aricar, entravesar, etc., utilizando el arado de palo con reja de hierro, tirado por burros, mulas, vacas o bueyes, uncidos por diferentes yugos o colleras, según el tipo de animales.

3 Labrego - Arar

3) Segar, guadañar, rozar, podar, etc., utilizando para tales menesteres guadañas, hoces de distintos tamaños y formas, podaderas, tijeras, etc.

4 Labrego - Segar

4) Trillar, trabajo en la era para sacar el grano de centeno, trigo o cebada de su espiga, o las legumbres de sus vainas. Se utilizaban escobas de retamas, horcas, rastrillos, mayales y cribas.

5 Labrego - Mallar

5) Pesar y medir. En las ventas, compras o intercambios de excedentes se pesaba con las romanas. Para medir cereales y legumbres se usaba el ferrado y el escás. Para medir líquidos, la cuartilla, la canada, la ola, etc. (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/20/e20-unidades-de-medida-tradicionales-en-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/)

6 Labrego - Pesar

6) Cazar. La caza era un medio de manutención, pero también una forma de eliminar a las alimañas. Se utilizaban diversas trampas de animales de monte, paxarelas, ratoneras, etc.

7 Labrego - Cazar

Tal variedad de herramientas, obligatoriamente necesitaba de herreros que las forjaran y arreglaran, pero los campesinos estaban en este aspecto bien servidos por “Juan Antonio Yglesia y Juan garrido de par de rrubias al jornal de cada uno travajando al dia por su oficio [de herrero] quatro reales de Vellon” (Op. Cit.).

Partiendo de los Diezmos satisfechos a la iglesia de Santa Eulalia, por los feligreses de la parroquia, podemos acercarnos a la producción de especies cultivadas en aquel entonces en Parderrubias. Aún con la natural reserva, por tratarse de deducciones, las cantidades expuestas a continuación nos permiten conocer el predominio y la producción  de los cultivos de mayor arraigo en Parderrubias hace unos doscientos cincuenta años.

Centeno

Era un cultivo de excelente adaptación a los cambios climáticos y a la escasa calidad del suelo. Un cereal, además, de mucha utilidad, tanto por el grano panificable (pan negro), como por la paja.

Una gran parte de él se cultivaba en los vedros, pequeñas parcelas roturadas en el monte comunal y sembradas para obtener el denominado pan de monte, que más adelante darían lugar a las searas o cupos que resultaron de repartir el monte entre los vecinos.

Su cultivo requería arduas faenas, que variaron poco a lo largo de los tiempos. Tales eran la siembra, en el mes de octubre, con el correspondiente estercado, decruado, entravesado, gradado y asucado. Ya nacido, venía el aricado con el arado y el mondado con la mano, para quitarle las malas hierbas. Por la fiesta de Santiago (julio), se realizaba la siega, amontonando los haces o  gavillas en hacinas. Luego venía  el acarreo y después la trilla para desgranar el grano de la espiga. Consistía ésta en la colocación de varios hombres alrededor de las gavillas de centeno extendidas en la era emboñigada (embostada), batiéndolas acompasadamente con los mayales (mallos). Se terminaba con el aventado, tarea  propia de las mujeres, que consistía en echar  al aire el grano con las cribas, para separarlo de los restos de paja, almacenándolo luego en las arcas.

La superficie cultivada era de unos 625 ferrados al año (39,30 hectáreas), con una producción total de 500 fanegas de grano, es decir, 26 toneladas, siendo la tercera parroquia más productiva de A Merca, después de A Mezquita y Proente, e igualada con Vilar de Paio Muñiz.

Trigo

Aunque preferido al centeno, por la mejor calidad del pan (pantrigo, pan de flor, pan blanco, pan candeal), su cultivo era escaso por la falta de adaptación a un clima excesivamente húmedo. Con todo, era la tercera parroquia productiva, con 225 ferrados de cultivo (14,14 hectáreas) y 180 fanegas de grano (9,3 toneladas), después de Corvillón  y Vilar de Paio Muñiz. Los trabajos del cultivo eran semejantes a los del centeno. Consta también documentalmente que en 1752, “Pedro Yglesia hijo de Theresa gomez vezino de par de rrubias era arriero de Trigo”.

Maíz

La llegada de este cereal, allá por el año 1630, supuso para Parderrubias un desahogo tanto en la alimentación humana, como de los animales. De su planta se aprovechaba todo, la paja y el pendón para el ganado, las vainas de la mazorca para rellenar los colchones y los zuros o raspas de las espigas desgranadas, como excelente combustible. Pero sobre todo la mazorca, que proporcionaba el grano para los animales y la harina con la que se hacía el pan de boroa. Algunas costumbres y tradiciones en su tratamiento, como la sacha, las tandas de  riega  día y noche, la recogida de pendones, las deshojas (escasullas) terminadas en fiesta, el almacenamiento en el hórreo y las desgranas, perduraron hasta tiempos en los que las personas mayores aún recuerdan.

Parderrubias era la parroquia más productiva de toda la municipalidad, con una superficie cultivada de 812 ferrados (51 hectáreas) y un fruto de 650 fanegas al año (42,7 toneladas), seguida de A Mezquita con 470 fanegas (31 toneladas) y Pereira de Montes con 420 (27,6 toneladas). Parderrubias era también la primera en producir mijo (maíz menudo), con 3,9 toneladas, pero éste terminó totalmente suplantado por el maíz grueso.

El gran consumo de pan de maíz en Parderrubias, en el año 1752, está testimoniado también por la existencia de tres “Panaderos de Maiz: Ysidro Outumuro, Sivestre Outumuro y Rosalia das Casas vezinos de par derrubias”. Además, “Ybona de la Yglesia de par de rrubias tiene en su propia casa su orno y en el cuezen los mas de los Vezinos del Lugar” (Op. Cit.).

Vino

Parderrubias era entonces, la parroquia más vitivinícola de todas las tierras de A Merca, con una producción de 160 moyos al año (23.600 litros), seguida de Olás, con 18.300. Los viñedos consistían en pequeñas viñas, generalmente valladas, o en parrales altos en los patios, fachadas y alrededores de  casa. Las extremas heladas que quemaban los brotes  de los sarmientos y las  plagas de hongos que hoy conocemos como el oídium y el mildeu, para las que desconocían los actuales tratamientos de azufre y sulfato de cobre, la falta de sol y estiércol, los tipos de cepas, podas, rodrigas, etc. daban como resultado un vino flojo y ácido, que además, tal como acontecía con los chorizos, las filloas o el caldo, era diferente en cada casa, y se picaba fácilmente con los primeros calores del verano. Esta falta de calidad quedó ratificada más tarde en los Diccionarios de Sebastián Miñano (1826) y Pascual Madoz (1846), afirmando que “Parderrubias produce vino de inferior calidad”. El rendimiento era también escaso, pues la superficie de una cavadura de viña (medida equivalente a 436 metros cuadrados) producía diez cuartas de vino (123 litros), siendo el viñedo de primera calidad, 6 cuartas (74 litros)  la de segunda, y 3 cuartas (37 litros) la de tercera.

“…cada cavadura de Viña de primera calidad por la Uba que rinde dara a el año diez quartas de vino la de segunda calidad seis y la de tercera tres…” (Op. Cit.).

Castañas

Cuesta imaginarse una alimentación básica  sin patatas en el rural de hace 250 años. La patata, traída del altiplano peruano a España por las huestes de Pizarro, no se cultivó como alimento humano en Parderrubias hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. Ante tal carencia, las castañas eran esenciales en la alimentación de nuestros antepasados, siendo consumidas crudas, cocidas (manotas, zonchos) o asadas (bullós), mientras estaban verdes; cocidas en el caldo o leche, después de secas (pilongas), a lo largo de todo el año. Así lo confirmaba  el Obispo de Ourense, Juan Muñoz de la Cueva (1717-1728):

“La castaña además de ser regalo, a tiempos es un alimento común que suele suplir para los labradores muchos meses de pan”.

Parderrubias era la tercera parroquia de A Merca en producción de castañas, con 25 fanegas, después de Corvillón y Olás. La toponimia nos dejó constancia de su abundancia con los nombres de Souto, Souto da Seara, Souto do Lagar, Souto da Cova e Soutiño. El más extenso de ellos estaba en la Vacariza:

“…en el [término] de Parderrubias ai otro [monte] de siete mil novecientos y veinte y ocho ferrados de los quales ciento y veinte y seis y medio son de soto…”. (Op. Cit.)

Lino

Parderrubias era también la parroquia más productiva de lino, con una superficie cultivada de 110 ferrados (6,92 hectáreas), como ya se expuso ampliamente en el trabajo de este Blog “Las tejedoras de Parderrubias” (https://aparroquiadeparderrubias.wordpress.com/2016/01/09/e18-las-tejedoras-de-parderrubias-por-avelino-sierra-fernandez/).

La mecanización del campo, la concentración parcelaria, el cooperativismo y la industrialización del mercado acabaron con las penurias sufridas por el labriego tradicional de Parderrubias, redimiéndolo de las arduas labores y largas jornadas agrarias a las que estaba condenado. Lejos quedan aquellos tiempos en los que nuestros antepasados, trabajando de sol a sol (mejor sería decir de estrella a estrella), regaron de sudor los tojales rozando esquilmo, los rastrojos de los vedros segando centeno o las veigas sachando el maíz. Imágenes evocadoras del esfuerzo y tesón de tantas generaciones pasadas que contribuyeron a alcanzar el confort y  bienestar que Parderrubias goza en el presente.

Valga este recuerdo como pequeño homenaje a todas esas generaciones, trayendo a la memoria colectiva tantos afanes, desvelos e inquietudes intensamente vividos y ahora testimoniados en esta pequeña selección de aperos por ellas utilizados y que forman parte de un patrimonio etnográfico vinculado a la esclavitud de un duro trabajo que a lo largo de siglos constituyó su único medio de subsistencia.

Los antiguos molinos de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Los antiguos molinos de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Nuestra generación fue la última que cumplió con el rito de “ir o muíño”, aunque bien es verdad que nuestro proceder en esta costumbre fue ya muy diferente al de nuestros antepasados. Nosotros fuimos testigos de los molinos eléctricos (yo recuerdo ir muchos viernes al de A Manchica ), pero no de los de río. El desarrollo socioeconómico del mundo rural gallego acabo extinguiendo esta tradición fundamental durante mucho tiempo en el sustento de nuestras familias y, con ello, el oficio de “muiñeiro”.

En este artículo, Avelino Sierra Fernández aborda de manera brillante la existencia de molinos (“muíños) de río en nuestra Parroquia, de los que hay documentación desde el siglo XVIII, pero que con total seguridad datan de la Edad Media, como en el resto de Galicia.

Gracias, Avelino, por actualizarnos y salvaguardar esta tradición arraigada, y desaparecida, en Parderrubias.

Juan Carlos Sierra Freire

Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo, a excepción de la rueda de molino, pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


Os antigos muíños de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Un minucioso estudo dos Dezmos  sufragados á Igrexa no ano 1750,  por cada unha das Freguesías que na actualidade conforman o Concello da Merca, autorízanos a afirmar que, naquela andaina, Parderrubias era a maior productora de cereais de tódalas parroquias, con  42,7 toneladas de gran de millo ao ano, 26 de centeo, 9,3 de trigo, 3,9 de millo miúdo (mijo) e 0,6 de orxo. A pesares de tan considerable abastecemento cerealístico, a industria fariñácea de que dispuña era, precaria e insuficiente, contando só con dous rudimentarios muíños hidráulicos. Nas terras do actual Concello da Merca, existían daquela  18 muíños. Todos moían con auga do río Arnoia ou dalgún afluente seu, agás os dous de Parderrubias que eran movidos pola auga do río da Boutureira, como nos confirma o Catastro de Ensenada:

“… y los otros dos [molinos] se hallan en par de rrubias… y muelen con agua del citado rrio da Boutureira”.

O río da Boutureira segue existindo na actualidade, sen  que os veciños o lembren con ese topónimo, que ao noso parecer debería  recuperarse. Trátase do que nace na Cabada do Lobo, pasa polo Portatrelle, Chousiña e Ponte do Couso. Despois da Chousiña, recibe ao Regueiriño  e, pasando a Ponte, conflúe co da Labandeira que vén da Manchica, continuando curso a Loiro de Abaixo e Barbadás, para ir a desembocar no Barbaña.

Descoñecemos a etimoloxía da palabra Boutureira. Particularmente, ocúrresenos que ben puidera provir dos vocábulos “bouta” e “eira”. Bouta, chamábaselle á costra impermeable que se formaba con bosta de vaca disolta en auga para extender sobre a eira, co fin de endurece-lo chan no tempo da malla. Eira, era o nome do lugar onde se realizaban os labores da malla. É posible que o caudal do citado río adoitara levar disoltos ou flotando, sobre todo no estío, resíduos do citado excremento, non só pola bouta das eiras, senón tamén porque  as mandas de vacas e rabaños de ovellas que bibían (e libraban) diariamente no río, indo, andando e vindo da Vacariza, eran numerosos. Segundo as Primicias  pagadas no ano 1752 á Igrexa de Santa Olaia polos fregueses que tiñan xugada de bois ou vacas, sabemos que nese ano había en Parderrubias, cando menos, 128 reses. A Vacariza tiña unha extensión de 7.928 ferrados (preto de 500 hectáreas) de souto e monte “propio de los vezinos… y todos en Comun los aprovechan y estan Baldios y Comun abiertos para entrar y salir los Ganados de los Vezinos sin que aiga separacion que se utiliza del fruto y Pasto que produzen”.   

Voltando aos muíños, sabemos que os dous pertencían ao Bispo de Ourense, daquela Frei Ramón Francisco Agustín de Eura, Prelado da diócese entre 1738 e 1763, que os traía alugados aos veciños, co resto das terras e casas, pois cabe recordar que Parderrubias pertencía ao Couto de Sobrado, feudo do debandito Bispo. Ambolosdous muíños eran atendidos polo muiñeiro “Bartholome Martínez Vecino de dho Lugar de par de rrubias”, estimándose que “cada uno dava de ganancia y producto al año cien rreales de Vellon”. Escaso rendimento, pero hai que considerar que tan só moían catro meses ao ano, por falta de caudal suficiente para move-lo rodicio, fóra do inverno.

“…muelen con agua del citado rrio da Boutureira solo la tercera parte del año por no estar en tambuena situazión…”.

Os dous muíños eran de rodicio horizontal, negreiros, é dicir, coa moa ordinaria para poder moer calquera tipo de gran (millo, centeo, trigo, orxo ou fabas). Os dous eran tamén maquieiros, que cobraban maquía (parte do gran á moer). A cantidade de fariña moída por cada un deles era igual á de calquera outro muíño  da zona que tivera unha soa moa: dúas fanegas entre día e noite, ou sexa, unhos 130 Kg. de millo, ou 104 de centeo, cada 24 horas, moendo sen parar.

“… tiene una rueda de Piedra negra y muele entre dia y noche dos fanegas”.

Con toda probabilidade, estes dous muíños foron os precursores dos dous pertencentes á familia dos Venturas de Parderrubias,  que as persoas maiores da Parroquia lembran no mesmo río, ocupando  seguramente o mesmo sitio. Un deles, coñecido como Muíño Vello ou Muíño do Evaristo, estaba situado trala confluencia co río da Labandeira, a unhos trescentos pasos despois da Ponte do Couso. O outro estaba antes, no río Regueiriño, a escasos pasos da súa desembocadura no Boutureira, a medio camiño entre a Ponte do Couso e A Chousiña, e pertencía a Benigno Seara, veciño de Barrio, do que os seus herdeiros gardan aínda certas pezas. Os dous eran tamén “negreiros” e “maquieiros”, o primeiro con dúas moas de moer e o outro con unha. A construcción de ambolosdous era moi semellante. Esta consistía básicamente nunha humilde caseta con muros  anchos feitos de pequenas lousas, lascas e cachotes asentados con barro, con teito dunha soa auga,  tella do país e unha única porta. Estaban situados a escasa distancia do río e ligados a el por unha corta canle (lovada) que conducía a auga encorada nunha cativa presa (ceña). No soto, ou parte baixa (inferno), dispuñan dunha grande roda de madeira dun metro de diámetro aproximadamente (rodicio), por cada pedra de moer, con radios en forma de pá (penas), que coa forza da auga puñan o rodicio en movimento, imprimindo o xiro a un eixe vertical (beo) provocando, xa na parte superior do muíño, a rotación da pedra de moer (moa), á que estaba xunguido mediante unha peza de ferro (segorella). A moa era unha pedra circular de un metro de diámetro aproximadamente e unhos 25 centímetros de groso, cun ollal no medio por onde entraba o gran verquido pola moega (adella), sendo triturado co rozamento da moa contra outra pedra inferior fixa (), do mesmo diámetro que a moa, pero dun expesor moito maior. A fariña, co impulso da moa, saía despedida ao chan (tremiñado).

Roda Muiño
Roda do muíño

Consideramos que tan só dous muíños de río, moendo únicamente  catro meses ao ano, eran insuficientes para toda a moenda dunha parroquia cunha poboación de 548 habitantes, como lle atribúe o Diccionario de Sebastián Miñano a Parderrubias no ano 1826, ou como mínimo de 234 almas, segundo lle outorga Pascual Madoz no 1846. Coidamos, polo tanto, que tal como sucedía nas parroquias veciñas de Pereira de Montes, Vilar de Paio Muñiz ou A Mezquita, que non contaban con río, e xa que logo tampouco con muíño hidráulico algún, debía obrigatoriamente valerse de muíños caseiros de man, consonte á información e descrición que nos proporciona  o  andarego bieito Frei Martín Sarmiento:

“…era común aquel género de molinos para sacar la harina del centeno… una pobre mujer movía circularmente la muela superior que, al menos, tenía el diámetro de un harnero (criba)”.

Os muíños hidráulicos  referidos, foron no seu tempo parte esencial na vida dos nosos devanceiros de Parderrubias, pero logo, foron abandonados e paseniñamente fóronse esmorecendo ata ser derruídos e desaparecer, porque a modernidade relevounos polos muíños do Baldovino, que comezaron a funcionar na Manchica (Parderrubias) co mesmo vapor do serradoiro, xa antes de chega-la  electricidade, seguíndo despois con eles “O Benito”, á par cos  dos irmáns Garrido (Os Escultores). Pero tamén estes remataron desaparecendo máis tarde, porque xa  non eran ncesarios. Agora, xa non se precisa cargar co saco de gran ao lombo ou no burro, anda-lo camiño cheo de lama ata o muíño, bota-lo gran na moega, agarda-la moenda, a veces toda a noite, mete-la fariña no costal e voltar á casa para amasala na artesa, busca-lo fermento onda algún veciño que o tivera, pedi-lo forno, quentalo con leña e coce-lo pan. E todo para poder levar á boca unhas rebandas de boroa, cando agora pasa o panadeiro a diario pola porta con “pantrigo” quentiño. Claro que, se non fora así, coas ansias, présas e impaciencias con que vivimos hoxe, tampouco teriamos  vagar sequera de porlle o cabeceiro ao burro.

Pertrechos Muiño.JPG
Pertrechos do muíño

Escribindo estas liñas, pecho os ollos un cantiño e o maxín lévame ao muíño vello do Evaristo que eu vira de neno, coaquela atronadora caída de auga no inferno, obrigando ao rodicio a dar voltas coma un tolo. Coaquela indeleble escuridade  que apenas deixaba albiscar a adella do gran, tremeleando co vaivén do tarangaño, e as moas ciscando a fariña polo tremiñado. Coaquelas inxénitas teas de araña, embranquecidas e domeadas polo po da fariña, pendurando das tellas e paredes. E imaxino a tanta xentiña de Barrio, do Outeiro, da Iglesia e de Nigueiroá indo e vindo a pé ou a cabalo do burro, co saco medio cheo ou medio vacío, e a tantas xeracións de nenos e anciáns migando bica no caldo, á carón da lareira, en tempos de subsistencia. Abro os ollos e penso que, por algo o benquerido amigo de sempre, o José do Benigno de Barrio, conserva aínda con tanto agarimo, no seu museo doméstico, os restos daquel muíño que o seu pai tiña no Regueiriño, e que tantas necesidades remediou naquela andaina de pan duro e viño acedo.


VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego.

Los antiguos molinos de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

 Un minucioso estudio de los Diezmos sufragados a la Iglesia en el año 1750, por cada una de las Feligresías que en la actualidad conforman el Concello de A Merca, nos autoriza  a afirmar que, en aquella época, Parderrubias era la mayor productora de cereales de todas las parroquias, con 42,7 toneladas de grano de maíz al año, 26 de centeno, 9,3 de trigo, 3,9 de maíz menudo (mijo) y 0,6 de cebada. A pesar de tan considerable abastecimiento de cereales, la industria harinera de que disponía era, precaria e insuficiente, contando sólo con dos rudimentarios molinos hidráulicos. En las tierras del actual Concello de A Merca, existían entonces 18 molinos. Todos molían con agua del río Arnoia o de algún afluente suyo, excepto los dos de Parderrubias que eran movidos con agua del río Boutureira, como nos confirma el Catastro de Ensenada:

“… y los otros dos [molinos] se hallan en par de rrubias… y muelen con agua del citado rrio Boutureira”.

El río Boutureira sigue existiendo en la actualidad, sin que los vecinos lo recuerden con este topónimo, que a nuestro parecer debería recuperarse. Se trata del que nace en Cabada do Lobo, pasa por Portatrelle, A Chousiña y A Ponte do Couso. Después de A Chousiña, recibe al Regueiriño y, pasando A Ponte, confluye con el de A Labandeira que viene de A Manchica, continuando curso a Loiro de Abaixo y Barbadás, para ir a desembocar en el Barbaña.

Desconocemos la etimología de la palabra Boutureira. Particularmente, se nos ocurre que bien pudiera provenir de los vocablos “bouta” e “eira”. Con el nombre de bouta se conocía la costra impermeable que se formaba con excrementos de vaca disueltos en agua para extender sobre la era, a fin de endurecer el suelo en los tiempos de la trilla. Eira, significa era, lugar donde precisamente se realizaban las labores de la trilla para separar el grano de la paja. Es posible que el caudal del citado río acostumbrara llevar disueltos o flotando, sobre todo durante el estío, residuos del citado excremento, no sólo por la bouta de las eiras, sino también porque las manadas de vacas y rebaños de ovejas que bebían (y libraban) diariamente en el río, yendo, estando y regresando del monte de la Vacariza, eran numerosos. Según las Primicias pagadas en el año 1752 a la Iglesia de Santa Eulalia por los feligreses que poseían yunta de bueyes o vacas, sabemos que en aquel año había en Parderrubias, cuando menos, 128 reses. La Vacariza tenía una extensión de 7.928 ferrados (cerca de 500 hectáreas) de sotomonte “propio de los vecinos… y todos en Común los aprovechan y están Baldios y Comun abiertos para entrar y salir los Ganados de los Vezinos sin que aiga separación que se utiliza del fruto y Pasto que producen”.

Volviendo a los molinos, sabemos que los dos pertenecían al Obispo de Ourense, entonces Fray Ramón Francisco Agustín de Eura, Prelado de la diócesis entre 1738 y 1763, que los traía arrendados a los vecinos, con el resto de las tierras y casas, pues cabe recordar que Parderrubias pertenecía al Coto de Sobrado, feudo de dicho Obispo. Ambos molinos eran atendidos por el molinero “Bartholome Martinez Vecino de dho Lugar de par de rrubias”, estimándose que “cada uno dava de ganancia y producto al año cien reales de Vellon”. Escaso rendimiento, pero hay que considerar que tan sólo molían cuatro meses al año, por falta de caudal suficiente para mover el rodicio, fuera del invierno.

“… muele con agua del citado rrio da Boutureira solo la tercera parte del año por no estar en tambuena situazión…”.

Los dos molinos eran de rodicio horizontal, “negreiros”, es decir, con muela (moa) ordinaria para poder moler cualquier tipo de grano (maíz, centeno, trigo, cebada o habas). Los dos eran también “maquieiros”, que cobraban maquila (porción del grano a moler). La cantidad de harina molida por cada uno de ellos era igual a la de cualquier otro molino de la zona que tuviera una sola muela: dos fanegas entre día y noche, es decir, unos 130 kg. de maíz, o 104 de centeno, cada 24 horas, moliendo sin parar.

“… tiene una rueda de Piedra negra y muele entre día y noche dos fanegas”.

Con toda probabilidad, estos dos molinos fueron los precursores de los dos pertenecientes a la familia de Os Venturas de Parderrubias, que las personas mayores de la Parroquia recuerdan en el mismo río, ocupando seguramente el mismo sitio. Uno de ellos, conocido como Muíño Vello o Muíño do Evaristo, estaba situado tras la confluencia con el río de la Labandeira, a unos trescientos pasos después de A Ponte do Couso. El otro estaba antes, en el río Regueiriño, a escasos pasos de su desembocadura en el Boutureira, a medio camino entre A Ponte do Couso y A Chousiña, y pertenecía a Benigno Seara, vecino de Barrio, del que sus herederos guardan aún algunas piezas. Los dos eran también “negreiros” y “maquieiros”, el primero con dos muelas de moler y el otro con una. Ambos eran de semejante construcción. Esta consistía básicamente en una humilde caseta con anchos muros hechos de pequeñas losas, lascas y cascotes asentados con barro, con techo de una sola agua, de teja del país y una única puerta. Estaban situados a escasa distancia del río y a él ligados por una corta acequia (lovada) que conducía el agua embalsada en una pequeña presa (ceña). En el sótano (inferno), disponían de una gran rueda de madera de un metro de diámetro aproximadamente (rodicio, rodezno), por cada muela, con radios en forma de pala (penas), que con la fuerza del agua ponían al rodicio en movimiento, imprimiendo el giro a un eje vertical (beo) provocando, ya en la parte superior del molino, la rotación de la piedra de moler (muela), a la que estaba unido mediante una pieza de hierro (segorella). La muela era una piedra circular de un metro de diámetro aproximadamente y unos 25 centímetros de grueso, con un ojo en el centro por donde entraba el grano vertido por la tolva, siendo triturado con el rozamiento de la muela contra otra piedra inferior fija (pie), del mismo diámetro que la muela, pero de un espesor mucho mayor. La harina, con el impulso de la muela, salía despedida al suelo (tremiñado).

Roda Muiño
Rueda de molino

Consideramos que tan sólo dos molinos de río, moliendo únicamente cuatro meses al año, eran insuficientes para toda la molienda de una parroquia con una población de 548 habitantes, como le atribuye el Diccionario de Sebastián Miñano a Parderrubias en el año 1826, o como mínimo de 234 almas, según le otorga Pascual Madoz en 1846. Pensamos, por lo tanto, que tal como sucedía en las parroquias vecinas de Pereira de Montes, Vilar de Payo Muñiz o A Mezquita, que no contaban con río, y por lo tanto tampoco con molino hidráulico alguno, debía obligatoriamente valerse de molinos caseros de mano, tal como nos informa y describe el andariego benedictino Fray Martín Sarmiento:

“… era común aquel género de molinos para sacar la harina del centeno… una pobre mujer movía circularmente la muela superior que, al menos tenía el diámetro de un harnero (criba)”.

Los molinos hidráulicos referidos fueron en su tiempo parte esencial en la vida de nuestros antepasados de Parderrubias, pero luego, fueron abandonados y poco a poco se fueron desmoronando hasta desaparecer, porque la modernidad los relevó por los molinos de Baldovino, que comenzaron a funcionar en A Manchica (Parderrubias) con el mismo vapor del aserradero, ya antes de llegar la electricidad, siguiendo después con ellos “O Benito”, a la par con los de los hermanos Garrido (Os Escultores). Pero también estos terminaron despareciendo más tarde, porque ya no eran necesarios. Ahora ya no se precisa cargar con el saco de grano a cuestas o en el burro, andar el camino lleno de barro hasta el molino, vaciar el grano en la tolva, esperar la molienda, a veces toda la noche, meter la harina en el costal y regresar a casa para amasarla en la artesa, buscar la levadura junto a algún vecino que la tuviera, pedir el horno, calentarlo con leña y cocer el pan. Y todo para poder llevar a la boca unas rebanadas de boroa, cuando ahora pasa el panadero todos los días por la puerta con “pantrigo” caliente. Claro que si no fuera así, con las ansias, prisas e impaciencias con que vivimos hoy, siquiera tendríamos tiempo de ponerle el cabezal al burro.

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Pertrechos de un molino

Escribiendo estas líneas, cierro un momento los ojos y la imaginación me lleva al “Muíño Vello do Evaristo” que yo viera siendo niño, con aquella atronadora caída de agua en el “inferno”, obligando al “rodicio” a dar vueltas como un loco. Con aquella indeleble oscuridad que apenas dejaba vislumbrar la tolva del grano oscilando con el  vaivén del “tarangaño”. Con aquellas ingénitas telarañas emblanquecidas y arqueadas por el polvo de la harina, colgando de las tejas y las paredes. E imagino a tanta gente de Barrio, de O Outeiro, de A Iglesia y de Nigueiroá yendo y viniendo a pie o en burro, con el costal medio lleno o medio vacío, y a tantas generaciones de niños y ancianos migando bica en el caldo, arrimados a la lumbre, en tiempos de subsistencia. Abro los ojos y pienso que, por algo el bienquerido amigo de siempre, “o José do Benigno de Barrio”, conserva aún con tanta estima, en su museo doméstico, los restos de aquel molino que su padre tenía en el Regueiriño, y que tantas necesidades remedió en aquella época de pan duro y vino ácido.

Unidades de medida tradicionales en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Unidades de medida tradicionales en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

 

Uno de los objetivos que nos hemos planteado con este Blog es el de preservar las costumbres y los conocimientos de nuestros antepasados en Parderrubias, y difundirlos entre las actuales y futuras generaciones. Fruto del desarrollo de cualquier sociedad, un gran número de hábitos, prácticas y tareas típicas en nuestro pueblo dejaron de realizarse, existiendo un riesgo real de que se pierdan y olviden en el túnel del tiempo. Este artículo, elaborado por Avelino Sierra Fernández, cumple fielmente con este objetivo, describiéndonos de forma clara las unidades de medida que tradicionalmente empleaban en el pasado nuestros vecinos. Probablemente nuestra generación sea la última que haya sido testigo del uso de la “tega”, la “fanega” o los “copelos”, por ejemplo; otras medidas ya se habían perdido con anterioridad. Sirva por tanto este documento para salvaguardarlas.

Gracias, Avelino, por contribuir a la preservación de nuestra cultura.

 Juan Carlos Sierra Freire

 Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada de Avelino Sierra Fernández.


Unidades de medida tradicionais en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

No ano 1849, España aceptou oficialmente o Sistema Métrico Decimal, implantándose definitivamente no 1880. Ata esta última data, e incluso ata moitos lustros despois, as unidades  utilizadas para medir magnitudes de lonxitude, superficie agraria, capacidade e peso, eran diversas e variables en cada territorio. As utilizadas en Parderrubias nas vendas, mercas e trocos de mercadurías, eran arcaicas, confusas, imprecisas e variables. Cambiantes coas bisbarras lindantes, e mesmo dunha Freguesía á outra, con diferentes valores e tratamentos, podían prestarse a manipulacións dos compradores e vendedores, sendo a veces motivo de  desavinzas entre eles, nas transaccións dun mercado primitivo e rudimentario. Dentro dunha mesma magnitude, había un sistema de medida para cada cousa, e así, a distancia entre Parroquias medíana  en leguas, o longo ou ancho dunha leira en pasos, o dun lenzo de liño en varas, o dunha mesa en cuartas e o dunha sepultura en pés. Noutros casos, unha mesma unidade, como sucedía coa fanega, tega ou ferrado, valía tanto para medi-lo volume dos grans, coma a superficie das terras. Algunhas medidas, como a dos cereais, podían ser acuguladas (con cogulo) ou pasándolle o rebolo, segundo  costumes. Outras dependían do individuo que as aplicara, pois o paso, pé ou palmo non tiñan a mesma lonxitude en tódalas persoas. Estas disparidades víñanse mantendo dende remotos tempos, a pesares das reiteradas pragmáticas reais tentando dotar a todo o Reino dunha estructura homoxénea de medidas. Nin que dicir tén, que tales tentativas fracasaron de cheo, subsistindo o problema de forma indefinida ata máis alá da chegada do Sistema Métrico Decimal. En Parderrubias, a entrada en vigor deste novo sistema non impediu que as antigas unidades seguiran vixentes durante décadas, quedando aínda rastros  dalgunhas delas na actualidade, como é o caso  do copelo. A súa definición  era tan ambigua, que nos dificultou determinar con precisión matemática as súas equivalencias coas unidades de uso actual, dado que os seus valores tampouco foron inmutables ao longo dos anos, incluso dentro da propia Parroquia. Estas eran as  comúnmente usadas polos nosos antepasados de Parderrubias, coas súas correspondentes paridades.

 Unidades de lonxitude

  • Vara. Aínda que variaba segundo os territorios, en Parderrubias utilizábase a vara castelá, unha regra ou listón de madeira equivalente a 3 pés ou a 0,835905 metros do actual sistema.
  • . Era a 1/3 da vara, é dicir, 0,2786 metros.
  • Legua. Unha legua estaba considerada como a distancia que unha persoa adulta andaba a pé nunha hora. Aínda que era relativa e variante, estímase que equivalía a 5,50 kilómetros.

O uso destas medidas en Parderrubias, consta nos interrogatorios celebrados o 16 de outubro de 1752 no Couto de Sobrado do Bispo (Catastro de Ensenada), ao que pertencía a Parroquia de Santa Olaia.

“…todos los vecinos que tienen yugada y carro le hacen un dia de acarreo a dha dignidad [Bispo] de una o dos leguas de distancia…”.

“…cada ferrado de tierra en quadro tiene treinta varas castellanas…”.

Aparte da vara e  legua, ordinariamente utilizábase tamén o paso, o cóbado (2/3 de vara), e acuarta ou palmo (1/4 de vara).

Unidades de superficie agraria

  • Fanega. Utilizada para grandes extensións, como eran os montes e chairas, equivalía a cinco ferrados ou tegas. En metros cadrados, serían 3.144,30.
  • Tega ou ferrado. Consistía nun cadrado de terra de 30 x 30 varas, o que equivalía a 628,86 metros cadrados.
  • Cuarto/a. Era 1/6 da tega, é dicir, 104,81 metros cadrados. Dito doutro xeito, unha tegaou ferrado tiña seis cuartos.
  • Copelo. Era 1/5 do cuarto ou 1/30 da tega ou ferrado, é dicir 20,96 metros cadrados. Un cuartotiña, xa que logo, cinco copelos, e unha tega ou ferrado, trinta.

Así consta documentalmente o uso destas medidas en Parderrubias:

“… la medida de que se usa es la de ferrado o tega que es lo mismo uno que otra cinco hazen una hanega cada ferrado tiene seis quartos y cada quarto cinco copelos…”.

Para os bacelos e parras, en vez do ferrado utilizábase a cavadura. A diferencia estaba en que esta medía 192,15 metros cadrados menos que aquela, é dicir, 436,71 metros cadrados, e tiña só catro cuartos (en vez de seis) de 109,17 metros cadrados cada un.

“… que cada cavadura de Viña o Parral que es la medida porque se entiende en quadro tiene veinte y cinco Varas lo qual se divide en quatro quartos…”. Op. Cit.

Unidades para medi-lo viño

  • Moio. Era unha medida nominal ou de conta, que carecía de recipiente pola súa elevada capacidade, pero que servía para coñece-lo volume das cubas e bocois, ou para cuantifica-las colleitas e transacións. O seu volume variaba, segundo as parroquias, e ímolos citar para constancia da versatilidade antes apuntada. En Parderrubias, Pereira de Montes e Mezquita, tiña a maior capacidade de toda a contorna, equivalendo a 147,60 litros do actual sistema; en Proente, Faramontaos, Entrambosríos e Forxas das Viñas, 139,40 litros; en Olás e Corvillón, 131,20 litros; en Vilar de Paio Muñiz, 123 litros. Nas tres primeiras Freguesías, o moiodividíase en 12 cuartas, de 24 cuartillos dos de entón (cuartillo= 0,5125 litros). No resto das Freguesías, o moio dividíase en 10 cuartas ou 8 olas, así que a ola de Proente, Faramontaos, Entrambosríos e Forxas das Viñas equivalía a 17,40 litros; a de Olás e Corvillón, a 16,40 litros; e a de Vilar, a 15,30 litros. En Parderrubias e Pereira de Montes, tamén se usaba o canado, que era a cuarta parte do moio, con 36,90 litros. Así se refiría a documentación citada ás medidas do viño en Parderrubias:

“… en el Vino la medida regular es la de moio el qual tiene doce quartos y cada quarto veinte y quatro quartillos que quatro canados componen un Moio”.

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Olas

Unidades para medi-los grans

  • Tega ou Era unha caixa trapezoidal de madeira, cunha asa nun lado e o outro inclinado, para facilita-lo volcado do gran nos sacos. Soía ir acompañado dun rebolo para rasalo, se fora mester. Con esto, medíanse tódolos cereais, legumes, liñaza (semente de liño) e castañas. Era, quizabes, a medida máis variable de todas, polo tamaño da caixa, a diversidade de grans e sementes a medir e maila maneira de proceder con cogulo ou conrebolo. Por estas razóns, e porque os froitos podían estar máis ou menos verdes e secos, e as colleitas ser de máis ou menos calidade, a súa equivalencia en litros ou en quilos é sempre algo relativa. Con todo, unha tega ou ferrado de trigo ou centeo en Parderrubias, equivalía moi aproximadamente a 13,88 litros (10,41 kg.), porque era costume pasarlle o rebolo,rasando o gran a rentes do borde. Sendo de millo, legumes e castañas, equivalía a 18,79 litros (15,15 kg.), por tratarse sempre de tega  acugulada ao máximo.

“… de todas las espezies de frutos la medida es colmada que llaman con cogulo excepto en el Centeno y trigo que es arasada”.

  • Cuarta/o. Era 1/6 da tega ou ferrado, é dicir, que unha tega tiña seis cuartos/as de 2,31 litros, con un peso de 1,73 kg., sendo trigo ou centeo.
  • Equivalía a cinco tegas ou ferrados, é dicir, 69,40 litros de centeo ou trigo (52,05 kg.), e 93,95 litros, sendo millo, legumes ou castañas. Era unha medida meramente teórica, porque non existía presexa para ela, pero valía para sabe-la abundancia das colleitas ou a capacidade das arcas e tullas, entre outras cousas. Así consta documentalmente a súa utilización:

“…el Abad y cura de par de rrubias que lo es don Juan perez percive de trigo diez y ochoanegas… de mijo maiz sesenta y cinco fanegas…de cevada seis ferrados..”.

“… en el partido de par derrubias… la primicia la percive la fabrica de la iglesia… y por ella paga cada vezino que tiene yugada quinze quartos por mitad mijo menudo y Centeno”.

01
Tegas (ferrados)

Unidades de peso

A magnitude de peso en Parderrubias era de uso infrecuente. Aparte dos cereais, legumes e castañas, que se medían coa tega ou ferrado, os restantes froitos trocábanse, vendíanse e mercábanse por pezas, restras, ducias, centos, cestas, tazas, etc. Existía, non obstante, aromana, co seu brazo graduado en arrobas ou libras, pero de uso moi restrinxido, como podía ser no caso da carne.

  • Equivalía a 11,339 kg. do actual sistema, e estaba dividida en 25
  • Equivalía a 0,453 kg.
  • Cuarterón. Era 1/3 da libra, ou sexa, 0,113 kg.
  • Tiña catro arrobas, é dicir, 45,356 kg.
02
Romanas

A medida do tempo

O tempo era para os nosos devanceiros, calmoso, continuo e prolongado, vivindo con absoluta indiferencia á precisión cronolóxica, da que actualmente somos escravos. Ata o século XIX, naide tivo medios persoais para coñece-la hora. E seguro que en Parderrubias tampouco naide disporía deles, cando menos, ata principios do seguinte. Para os nosos paisanos antepasados, o tempo era natural, con dous únicos referentes: o Sol e as campás da igrexa, amoldando o día a estas dúas referencias. Co abrente, tralo canto do galo, comezaba o día,  e co solpor, remataba, pois non existían medios, máis alá da vela de sebo ou cera e do candil de graxa, para prolongalo artificialmente. A noite era sinónimo de acougo, escuridade, tebras e perigos. A xeira de traballo estaba guiada a diario polos dous únicos reloxos existentes na Freguesía: o Sol (cando o día non estaba anubrado) e as campás da igrexa de santa Olaia. Estas, mediante os toques de Angelus ao amencer, mediodía e solpor, e o de Ánimas á noitiña, anunciaban as horas máis importantes do día, marcando o ritmo dos labores do campo. O toque de Angelus consistía en tres badaladas de tres golpes de badalo cada unha, seguidas dunha pausa e nove golpes máis lixeiros a continuación. O primeiro toque do día, chamado Alba ou Angelus da aurora, viña sendo ás seis da mañá, hora de comeza-la actividade. Á mediodía, Angelus propiamente dito, hora do xantar. Ás seis da tarde, toque de Oración, hora de abandona-los labores do campo. Na hora final do serán (ás 9 no inverno ou ás 10 no verán), producíase o derradeiro toque do día, o de Ánimas,cinco campanadas dobres e pausadas, alternando a campá grande coa pequena, que convidaban a rezar polas Benditas Ánimas  do Purgatorio. O Angelus de mediodía e o toque deOración producían escenas de grande tenrura. Á hora de soa-las campás, todos suspendían os seus traballos, estiveran onde fora, descubrían a cabeza respectuosamente e rezaban o Angelusou Ave María, en memoria da Anunciación e o Misterio da Encarnación.

Existían, nembargante, algún que outro reloxo ou cuadrante solar fixo, como era o caso dun, nunha solaina do Alcouzo, e outro na cara meridional da igrexa, que aínda perdura. Tales enxeños consistían nunha pedra plana e lisa orientada ao sur que, mediante un gnomon ou estilo no centro, proxectaba sombra sobre unha escala numerada no perímetro, indicando a posición solar. Dependendo do Sol e estando fixos e distantes,  estes reloxos, aparte de  imprecisos, non eran prácticos nin efectivos.

Reloj de sol
Reloxo solar na igrexa parroquial de Santa Olaia

A semana era para os veciños, un espazo de días iguais e rutinarios entre unha misa dominical e a seguinte. O marco temporal do ano era alleo a calquera almanaque, estando normalmente vencellado aos ritmos naturais, ás prácticas relixiosas e ás actividades agrícolas. Así, calquera   acontecemento datábase nas súas efemérides: polo San Martiño, polo San Xoan, no  inverno, na Coresma, pola sega, pola vendima…

Outra unidades

A nivel caseiro, soían utilizarse outras medidas coma a cuartilla, canada, cunca, xerra, cesto, balde, etc., pero non eran  convencionais.

Lonxe quedaban aínda o cronómetro, o GPS, o angström ou o nanosegundo, pero tamén os  escusaban.


VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego

Unidades de medida tradicionales en Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

En el año 1849, España acepta oficialmente el Sistema Métrico Decimal, implantándose definitivamente en 1880. Hasta esta fecha, e incluso muchos lustros después, las unidades empleadas para medir magnitudes de longitud, superficie agraria, capacidad de peso eran diversas y variables en cada territorio. Las empleadas en Parderrubias en las compra-ventas y cambios de mercancías eran arcaicas, confusas, imprecisas y variables. Eran distintas entre comarcas limítrofes e incluso de una Parroquia a otra, con diferentes valores y tratamientos, lo cual  prestaba a las manipulaciones de los compradores y de los vendedores, constituyendo en ocasiones motivo de desavenencias en las transacciones de un mercado primitivo y rudimentario. Dentro de una misma magnitud existía un sistema de medida para cada elemento y así, por ejemplo, la distancia entre Parroquias se medía en leguas, el largo o el ancho de una tierra labrada en pasos, el de un lienzo de lino en varas, el de una mesa en cuartas y el de una sepultura en pies. En otros casos, una misma unidad, como por ejemplo ocurría con la fanega, “tega” o ferrado, era válida tanto para medir el volumen de grano como la superficie de las tierras. Algunas medidas, como las de los cereales, podían ser colmadas (“acuguladas”) o se le pasaba el “rebolo” (cilindro con el que se rasa o mide el grano), según la costumbre. Otras dependían de la persona que las aplicara, pues el paso, el pie o la cuarta (palmo) no tenían la misma longitud en todas las personas. Esta disparidad se venía manteniendo desde tiempos remotos, a pesar de las reiteradas pragmáticas reales tratando de dotar a todo el Reino de una estructura homogénea de medidas. Ni que decir tiene que tales tentativas fracasaron completamente, subsistiendo el problema de manera indefinida hasta más allá de la llegada del Sistema Métrico Decimal. En Parderrubias, la entrada en vigor de este nuevo sistema no impidió que las antiguas medidas siguieran vigentes durante décadas, quedando aún los vestigios de alguna de ellas en la actualidad, como es el caso del “copelo”. La definición de estas medidas era tan ambigua que nos dificultó determinar con precisión matemática sus equivalencias con las unidades de uso actual, dado que sus valores tampoco fueron inmutables con el paso del tiempo, incluso dentro de la propia Parroquia. Estas eran las medidas más habituales empleadas por nuestros antepasados en Parderrubias, con sus correspondientes paridades.

Unidades de longitud

  • Vara. Variaba dependiendo de los territorios en los que se empleaba. En Parderrubias se utilizaba la vara castellana, una regla o listón de madera equivalente a tres pies o 0,835905 metros del actual sistema.
  • Pie. Era 1/3 de vara, es decir, 0,2786 metros.
  • Legua. Estaba considerada como la distancia que una persona adulta andaba a pie en una hora. Aunque se trataba de una medida relativa y variante, se estima que equivalía a 5,5 kilómetros.

El uso de estas medidas en Parderrubias consta en los interrogatorios celebrados el 16 de octubre de 1752 en el Coto de Sobrado do Bispo (Catastro de Ensenada) al que pertenecía la Parroquia de Santa Olaia.

“…todos los vecinos que tienen yugada y carro le hacen un día de acarreo a dha dignidad [Bispo] de una o dos leguas de distancia…”.

“…cada ferrado de tierra en quadro tiene treinta varas castellanas…”.

Aparte de la vara, el pie y la legua, ordinariamente se empleaba también el paso, el “cóbado” (2/3 de vara) y la cuarta o palmo (1/4 de vara).

Unidades de superficie agraria

  • Fanega. Se utilizaba en grandes extensiones como montes y vegas, y equivalía a cincoferradoso “tegas”. Su equivalencia en metros cuadrados sería de 3.144,30.
  • Tega” o ferrado. Consistía en un cuadrado de tierra de 30 x 30 varas, lo que equivalía a 628,86 metros cuadrados.
  • Cuarto/a. Era 1/6 de la “tega”, es decir, 104,81 metros cuadrados. Dicho de otra manera, una “tega” o ferradotenía seis cuartos.
  • Copelo”. Era 1/5 del cuarto, 1/30 de la “tega” o ferrado, es decir, 20,96 metros cuadrados. Un cuarto tenía por tanto cinco “copelos”, y una “tega” o ferrado, treinta.

Así consta documentalmente el uso de estas medidas en Parderrubias:

“… la medida de que se usa es la de ferrado o tega que es lo mismo uno que otra cinco hazen una hanega cada ferrado tiene seis quartos y cada quarto cinco copelos…”.

Para los viñedos y parras, en lugar de ferrado se empleaba la “cavadura”. La diferencia estaba en que ésta medía 192,15 metros cuadrados menos que aquélla, es decir, 436,71 metros cuadrados, y tenía solo cuatro cuartos (en vez de seis) de 109,17 metros cuadrados cada uno.

“… que cada cavadura de Viña o Parral que es la medida porque se entiende en quadro tiene veinte y cinco Varas lo qual se divide en quatro quartos…”. Op. Cit.

Unidades para  medir el vino

  • Moyo. Constituía una medida nominal o de cuenta, que carecía de recipiente por su elevada capacidad, pero que servía para conocer el volumen de las cubas y lo toneles, o para cuantificar las cosechas y transacciones. Su volumen variaba según las Parroquias. Los vamos a citar como constancia de la versatilidad antes señalada. En Parderrubias, Pereira de Montes y Mezquita tenía la mayor capacidad de todo el entorno, equivaliendo a 147,60 litros del actual sistema. En Proente, Faramontaos, Entrambosríos y Forxas das Viñas, 139,40 litros. Een Olás y Corvillón, 131,20 litros; y en Vilar de Paio Muñiz, 123 litros. En las tres primeras feligresías el moyose dividía en 12 cuartas, de 24 cuartillos de los de entonces (cuartillo = 0,5125 litros). En el resto de feligresías el moyo se dividía en 10 cuartas u ocho “olas”, así que la “ola” de Proente, Faramaontaos, Entrambosríos y Forxas das Viñas equivalía a 17,40 litros; la de Olás y Corvillón, a 16,40 litros; y la de Vilar, a 15,30 litros. En Parderrubias y Pereira de Montes, también se usaba el cañado, que era una cuarta parte del moyo, con 36,90 litros. Así se refería la documentación citada las medidas del vino en Parderrubias:

“… en el Vino la medida regular es la de moio el qual tiene doce quartos y cada quarto veinte y quatro quartillos que quatro canados componen un Moio”.

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Olas

Unidades para medir los cereales

  • Tega” o ferrado. Era una caja trapezoidal de madera, con un asa en uno de los laterales y el otro inclinado para facilitar el volcado del grano en los sacos. Solía ir acompañado de un “rebolo” para rasar si fuese necesario. Con esta caja se medían todos los cereales, legumbres, linaza (semilla del lino) y castañas. Era tal vez la medida más variable de todas, por el tamaño de la caja, la diversidad de granos y semillas a medir, y por la  manera de proceder con el colmado o con el “rebolo”. Por estas razones y porque los frutos podían estar más o menos verdes y secos, y las cosechas ser de más o menos calidad, su equivalencia en litros o en kilogramos es siempre algo relativa. Con todo, una “tega” o ferradode trigo o centeno en Parderrubias equivalía aproximadamente a 13,88 litros (10,41 kilogramos) porque era costumbre pasarle el “rebolo” rasando el grano a ras del borde. Siendo de maíz, legumbres y castañas, equivalía a 18,79 litros (15,15 kilogramos) por tratarse de “tega” colmada al máximo.

“… de todas las espezies de frutos la medida es colmada que llaman con cogulo excepto en el Centeno y trigo que es arasada”.

  • Cuarto/a. Era 1/6 de “tega” o ferrado, es decir, una “tega” tenía seis cuartos/as de 2,31 litros, con un peso de 1,73 kilogramos si se trataba de trigo o centeno.
  • Fanega. Equivalía a cinco “tegas” o ferrados, es decir, 69,40 litros de centeno o trigo (52,05 kilogramos), y 93,95 litros, tratándose de maíz, legumbres o castañas. Era una medida básicamente teórica, dado que no existía recipiente para ella, pero servía para determinar la abundancia de las cosechas o la capacidad de las arcas, entre otras cosas. Así consta documentalmente su empleo:

“…el Abad y cura de par de rrubias que lo es don Juan perez percive de trigo diez y ochoanegas… de mijo maiz sesenta y cinco fanegas…de cevada seis ferrados..”.

“… en el partido de par derrubias… la primicia la percive la fabrica de la iglesia… y por ella paga cada vezino que tiene yugada quinze quartos por mitad mijo menudo y Centeno”.

01
Tegas (ferrados)

Unidades de peso

La magnitud del peso en Parderrubias era de uso infrecuente. Mientras que cereales, legumbres y castañas se medían, con ya hemos señalado, en “tegas” o ferrados, el resto de frutos se cambiaban, vendían y compraban por piezas, ristras, docenas, cientos, cestas, tazas, etc. No obstante, existía la romana con su brazo graduado en arrobas o libras, pero de uso muy restringido como podía ser en el caso de la carne.

  • Arroba. Equivalía a 11,339 kilogramos del actual sistema y estaba dividido en 25 libras.
  • Libra. Equivalía a 0,453 kilogramos.
  • Cuarterón. Era 1/3 de libra, es decir, 0,113 kilogramos.
  • Quintal. Tenía cuatro arrobas, es decir, 45,356 kilogramos.
02
Romanas

Medida del tiempo

Para nuestros antepasados, el tiempo era parsimonioso, continuo y prolongado, y vivían con absoluta indiferencia la precisión cronológica, de la que actualmente somos esclavos. Hasta el siglo XIX, nadie tenía medios personales para conocer la hora, por lo que es seguro que en Parderrubias nadie disponía de ellos, cuanto menos hasta principios del siguiente siglo. Para nuestros paisanos el tiempo era natural, con dos únicos referentes (el sol y las campanas de la iglesia), organizando el día a partir de estas dos referencias. Con la salida del sol, tras el canto del gallo, comenzaba el día, y con su puesta, terminaba, pues no existían medios más allá de la vela de sebo o cera y el candil de grasa para prolongarlo artificialmente. La noche era sinónimo de serenidad, oscuridad, tinieblas y peligros. La jornada laboral estaba guiada diariamente por los dos únicos relojes existentes en la Feligresía: el sol (cuando el día no estaba nublado) y las campanas de la iglesia de Santa Olaia. Éstas mediante los toques de Ángelus al amanecer, mediodía y puesta del sol, y el de Ánimas al anochecer, anunciaban las horas más importantes del día, marcando el ritmo de las labores agrícolas. El toque del Ángelus consistía en tres campanadas de tres golpes de badajo cada una, seguidas de una pausa y nueve golpes más ligeros a continuación. El primer toque del día, denominado Alba o Ángelus de la aurora, se realizaba a las seis de la mañana, hora de comienzo de la actividad diaria. A mediodía, el Ángeluspropiamente dicho, significaba hora de almorzar. A las seis de la tarde, toque de Oración, era hora de abandonar las faenas en el campo. Al final de la tarde (a las 9 en invierno o las 10 en verano) se producía el último toque del día, el de Ánimas, que consistía en cinco campanadas dobles y pausadas, alternando la campana grande con la pequeña, convidando a rezar por las Benditas Ánimas del Purgatorio. El Ángelus del mediodía y el toque de Oración producían escenas de gran ternura. Al momento de sonar las campanas todos los vecinos suspendían sus trabajos, estuvieran en donde estuvieran, descubrían sus cabezas respetuosamente y rezaban elAngelus o el Ave María en memoria de la Anunciación o el Misterio de la Encarnación.

No obstante, existía algún que otro reloj o cuadrante solar fijo como el que había en una azotea de O Alcouzo o el que existe todavía en la cara meridional de la iglesia. Estos ingenios consistían en una piedra plana y lisa orientada hacia el sur que, mediante un gnomon o estilo en el centro, proyecta sombra sobre una escala numerada en el perímetro, indicando la posición solar. Al depender del sol, y al ser fijos y distantes, estos relojes, aparte de imprecisos, no eran prácticos ni efectivos.

Reloj de sol
Relol solar en la iglesia parroquial de Santa Olaia

La semana era para los vecinos un espacio de días similares y rutinarios entre una misa dominical y la siguiente. El marco temporal del año era ajeno a cualquier almanaque, estando normalmente vinculado a ciclos naturales, a prácticas religiosas y a las actividades agrícolas. Así, cualquier acontecimiento se fechaba en sus efemérides: por San Martiño, por San Xoán, en invierno, en Cuaresma, por la siega, por la vendimia, etc.

Otras unidades

A nivel doméstico se solían emplear otras medidas como la cuartilla, cañada, taza, jarra, cesto, cántara, etc., pero no eran convencionales

Lejos quedaban aún el cronómetro, el GPS, el angstrom o el nanosegundo, pero tampoco los necesitaban nuestros antepasados.

 

Las tejedoras de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Las tejedoras de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

El mundo rural gallego no se puede comprender sin sus oficios. El oficio es un trabajo manual que perdura en el tiempo y para el que se precisa una determinada preparación, que habitualmente se obtenía estando al lado de un maestro experimentado. Parderrubias no es diferente y así esta Parroquia fue testigo del quehacer de carpinteros, albañiles, tratantes, costureras, etc. Lamentablemente, muchos de estos oficios desaparecieron con el transcurrir de los tiempos y en el peor de los casos las generaciones actuales ni siquiera tienen conocimiento de su existencia entre nuestros antepasados. El ejemplo más claro son las tejedoras de lino que tuvieron un enorme arraigo y tradición en nuestra Parroquia, y cuyo trabajo prácticamente es desconocido para la gran mayoría.

En este excelente artículo, Avelino Sierra Fernández, quien lleva años investigando esta temática, nos acerca al proceso del cultivo y manufacturación del lino en Parderrubias, actividad que llegó a ser un referente en toda la comarca durante mucho tiempo, así como al habilidoso trabajo llevado a cabo por las tejedoras. Sirva este documento como oportunidad para conocer mejor y no olvidar nuestro pasado, y como homenaje a estas infatigables mujeres de Parderrubias.

Gracias, Avelino, por esta brillante colaboración.

Juan Carlos Sierra Freire

Notas. (1) Este artículo aparece publicado en su versión original en gallego y justo a continuación el lector encontrará una versión en castellano. (2) Los objetos que aparecen fotografiados en este artículo pertenecen a la colección privada «Seguindo o fío» de Avelino Sierra Fernández.


As tecedeiras de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Algunhos dos que xa nos van quedando poucas canas que peitear, aínda lembramos con agarimo, aglaio e nostalxia, entre outras veciñas, á Pepa da Manadela, a tía Ánxela da Carreira, á Sara do Elpidio, ou as irmáns Pepa e María Outomuro de Barrio,  cos pés nas premedeiras dos seus rústicos teares e coas mans na lanzadeira, tecendo, con monótono pero acompasado son dos pentes, a trama dun abraiante lenzo de liño ou estopa, ou dunha colorida colcha de liño e lá. Eran as últimas tecedeiras que aínda quedaban en Parderrubias a comezos da década dos 50.

Na actualidade, non tendo necesidade daqueles tecidos tradicionais nin de tan arcaica industria tear, as novas xeracións esqueceron os enleados procesos, as duras angueiras, e en xeral a cultura téxtil do liño dos nosos devanceiros. Todo ilo obríganos, aos que dalgún xeito fomos testemuñas dos  últimos latexos daquela historia, a recordar tan senlleira tradición,  co azo de mantela viva na memoria colectiva, como legado da nosa raizame e cerne da nosa propia identidade.

Aínda que carecemos de documentos que o verifiquen, non hai nada que nos impida pensar que a orixe do cultivo, fiado e tecido do liño en Parderrubias, fora cronoloxicamente parella á do resto das terras ourensás, sendo razoable polo tanto, que a situemos, cando menos, na época romana. Outro tanto acontece coas técnicas empregadas no seu proceso, sendo estas caseiras, manuais e semellantes ás de toda a bisbarra, sen que apenas mudaran ao longo dos tempos. Exemplo de canto dicimos, témolo nas fusaiolas e pondus atopados no veciño castro de Castromao (preto de Celanova).

O cultivo e a manufacturación do liño en Parderrubias,  caracterizáronse dende sempre, por ser actividades desenroladas individualmente por cada familia e pola falta de recursos económicos para a súa medra e mellora, causas do  inmobilismo case absoluto nas técnicas de produción empregadas ao longo dos séculos.

Fai 264 anos (1752), había en Parderrubias 32 mulleres tecedeiras con outros tantos obradoiros e teares. Dez delas vivían no lugar da igrexa (na Aldea), chamada así xa daquela, por estar no cerco do antigo oratorio adicado ao culto, que foi substituído no 1765 pola actual igrexa. Outras sete, moraban no lugar coñecido como As Casas, que presumiblemente debía se-lo actual Barrio. As quince restantes residían entre os  outros asentamentos da parroquia (O Outeiro e Nigueiroá). Sabemos tamén que catorce  delas eran casadas e unha, viuva.

De tódolas parroquias daquela data, que actualmente conforman o Concello da Merca, era Parderrubias a que máis tecedeiras tiña, seguida da Mezquita con 17, e Vilar de Paio Muñiz con 13. Se consideramos os datos poboacionais que o Diccionario Estadístico de Pascual Madoz lle atribúe a Parderrubias no 1846 (67 casas e 234 almas), debía corresponder un tear por cada dúas casas.

As 32 tecedeiras eran independentes, co obradoiro na súa casa, con cadanseu tear, aínda que algunha casa podía contar con dous. Tecían para cubri-las necesidades de vestimenta e enxoval da propia familia e do entorno inmediato, se fora o caso, sendo posible que algunhas delas produciran tamén para o mercado, como nos suxire a existencia de dous mercaderes (Antonio Seara e Rosendo Fernández) que con tres “machos” percorrían as aldeas “con el trato y comercio que manexan de Paños pardos y Baietas…”, obtendo a frioleira de “cinco mil reales de vellón de utilidad y ganancia a el año”. Tamén é factible que acudiran cos seus productos á feira mensual da Merca o 26 de cada mes, pois tal era o costume doutras zonas con feira, como Allariz ou Xinzo.

Regularmente, só traballaban no tear 5 ou 6 meses ao ano, a partir de xuño ou xullo, cando xa tiñan os novelos listos, pois hai que dicir que o proceso do liño consistía en 16 angueiras moi laboriosas. Comezaba coa sementeira  entre abril e maio, producíndose  a arriga ou recolleita  entre  xullo e agosto. Durante os meses de outono, realizaban unha chea de endeitas para transformar o liño bruto en finas estrigas, listas para fiar (ripa, empozado, seca, maza, espadela, tasca e aseda). Todo o inverno, ocupábano logo no fiado, coa roca e fuso, e entre abril e maio tiña lugar o ensarillado, branqueado e devanado do fío, para levalo ao tear entre xuño e xullo, onde se procedía ao canelado, urdido e tecido. Cada tear podía chegar a tecer ao día entre 3, 4 ou 5 varas de lenzo (vara = 0,8359 metros). O rendimento económico  de cada tecedeira era moi escaso, por se-lo seu traballo maioritariamente doméstico, oscilando en torno aos 40 reais de vellón anuais, segundo manifesta Antonio Martínez, veciño de Parderrubias e Perito nos interrogatorios do Catastro de Ensenada relativos ao Couto de Sobrado do Bispo ao que pertencía Parderrubias.

Mercé ás certificacións requeridas no ano 1752 ao entón Abade de Parderrubias, Don Juan Pérez, pola Intendencia do Reino, durante o proceso da enquisa fiscal promulgada por Zenón Somodevilla, coñecemos os dezmos do liño percibidos daquela pola igrexa de Santa Olaia, o que nos permite deducir a superficie cultivada e a producción total en toda a parroquia. Os fregueses de Parderrubias pagaban os dezmos do liño en afusais. Un afusai era un atado de estrigas. Unha estriga era un mañizo de liño restrelado ou asedado, listo para suxeitalo na roca e fialo. O número de estrigas dun afusal variaba dunhos lugares a outros, pero en Parderrubias era de 36:

“…cada ferrado de heredad de Regadio, primera calidad, produze seis afusales embruto de a diezyocho pares de estrigas cada uno…”.

 Segundo as actas baseadas nas citadas certificacións, o Abade de Parderrubias percibía dos seus fregueses 55 afusais de liño ao ano, en concepto de dezmos:

 “…el Abad y cura de par de rrubias que lo es actual don Juan perez percive de trigo diez y ocho anegas – de centeno cinquenta – de vino diez y seis moios – de mijo maíz sesenta y cinco fanegas – de mijo menudo seis – de Cevada seis ferrados de cantudos o pedrones quinze de abas siete ferrados de Lino cinquenta y cinco afusales de Castañas veinte y cinco anegas de Garvanzos un ferrado…”.

Esta cantidade de 55 afusais satisfeita en concepto de dezmos polos parroquianos, supuña soamente a décima parte da producción, o que nos leva a convir que a colleita anual na parroquia alcanzaría os 550 afusais como mínimo. Se temos en conta, como consta na primeira cita, que cada ferrado de terra de regadío producía 6 afusais, e o de secaño 4 (unha media de 5 afusais por ferrado), é doado deducir que a superficie cultivada era, cando menos, de 110 ferrados, ou sexa 69.175 metros cadrados, unhas 692 áreas, que equivalen á extensión de unhos 15 campos de futbol reglamentarios actuales. Parderrubias, que fai algo máis dun cuarto de milenio (1750) era, de tódalas parroquias que actualmente conforman o Concello  da Merca, a primeira productora  en millo gordo, millo miúdo (mijo) e viño, e a terceira en trigo e castañas,   era  tamén  a que máis liño cultivaba en toda a municipalidade, en consonancia coa  súa manufacturación que tamén era a meirande, seguida a distancia por Vilar de Paio Muñiz e Pereiras de Montes. En comparación con outros cultivos, a superficie adicada ao cultivo do liño en Parderrubias roldaba o 13,5% da do millo (812 ferrados), o 17,5% da do centeo (625 ferrados) e o 48,8% da destinada a trigo (225 ferrados).

No tocante á liñaza (semente do liño), o rendemento, con lixeiras fluctuacións segundo a esterca, calidade da terra, rega, etc., era escaso, non sobrepasando os dous ferrados de gran sementados (28 litros) por cada ferrado de superficie cultivada (628,86 metros cadrados). Un ferrado ou tega de liñaza (13,88 litros) tiña nas parroquias dos arredores un valor de 5,5 reais de vellón, pero en Parderrubias custaba 7, quizabes porque, sendo a área de maior producción, contaría tamén coa mellor semente, como pasaría tempos despois coas patacas da Limia.

Pero a historia do liño en Parderrubias non se limita soamente á época tratada, senón que a tradición, que viña de tempos remotos, continuou manténdose con igual ou maior intensidade ao longo dos douscentos anos seguintes. Durante a segunda metade do século XVIII, mantívose ao mesmo nivel, pero a finais da centuria e comezos da seguínte, a producción debeu aumentar lixeiramente coa mellora dalgúns aveños coma os tornos de fiar que nalgunhos lares deron en substituír ao fuso. O Diccionario Xeográfico Estadístico de Sebastián de Miñano (1827), referíndose a toda a xurisdicción, afirma:

“… produce  lino… hay telares de lienzos ordinarios que fabrican  las mugeres (sic) y no hay casa donde no haya uno o dos”.

O Diccionario Estadístico de Pascual Madoz (1846-1850) segue considerando ao liño coma un dos principais cultivos de Parderrubias, e referíndose a toda a municipalidade, afirma:

“…hay muchos telares de lienzo ordinario, pues apenas hay casa donde no exista uno o dos de esta clase”.

Na segunda metade do século XIX, comezou a devecer en toda Galicia a manufacturación tradicional, debido á introducción do algodón e dos panos leoneses chegados a través da venda ambulante dos arrieiros maragatos, pero en Parderrubias os teares seguiron traballando arreo. Incluso na primeira metade do XX, episodios recesivos, como a Primeira Guerra Mundial (1914-1918) e a Guerra Civil Española (1936-1939), propiciaron un repunte da producción. Nembargante, a partir da posguerra, foi esmorecendo tamén en Parderrubias e, a partir do ecuador do século, a Revolución Industrial, coa aparición de febras sintéticas con medidas xeométricas, diversidade de cores, tallas variadas e prezos asequibles, rematou desprazando ao liño, quedando o cultivo e as técnicas tradicionais do seu proceso reducidos ao oficio dunhas poucas tecedeiras de avanzada idade, como apuntabamos ao principio deste artigo.

Na actualidade, ano 16 do terceiro milenio, de toda esta historia só nos queda lembranza e señardade. Todo foi cambiando, desaparecendo. Mudaron as aldeas, anováronse os poboadores, perdéronse os costumes. O tempo levou canda si o liño, a roca, o fuso, o tear…, e con eles a arte e mañas das habelenciosas fiadeiras e tecedeiras, arrastrando con elas ao fondo do esquecemento, os usos e costumes dunha secular tradición, deixándonos tan só unha esquirla de saudade en algunha crónica ou en algún museo etnográfico particular que sería oportuno facer público. Exigua reserva dunha cultura material, popular e tradicional propia, caída na desmemoria.

Os traballos das fiadeiras e tecedeiras de Parderrubias, nunha andaina de subsistencia, en moitos casos límite, foi de capital importancia para o devir das súas familias. Implicadas principalmente nas arduas tarefas do campo, en coida-lo gando miúdo, pastorea-lo armentío, cultiva-las cortiñas e chousas e cumpri-las restantes angueiras domésticas, estas amas de casa empregaban calquera acougo, mentres lles quedaran folgos, aínda que fora de noite, nas tarefas do fiado, calceta e tecido, para cubri-la demanda familiar ou completa-los recursos mínimos que garantiran a súa supervivencia. Sin pretendelo, a súa figura, coma artesanas creativas independentes, tivo tamén a súa influencia e relevancia na propia cultura local. Valian estas liñas coma un pequeno recoñecemento ao seu arduo e artesanal labor, como reivindicación a un protagonismo históricamente ignorado e coma humilde homenaxe póstuma a todas elas de quen durmiu en sabas de estopa na súa nenez.

Relación das 32 tecedeiras de Parderrubias no ano 1752, transcritas  coa mesma grafía que consta nos documentos:

Benita das Casas (hixa de Jacobo)

Maria das casas (hija de Pedro)

Manuela de la Yglesia (nuera de Antonio de san pedro)

Antonia de san pedro (hixa de Josepha grande)

Ysavel de la Yglesia (hija de Ambrosio)

Ysavel das Casas (hermana de Domingos)

Josepha das Casas (hermana de Domingo)

Ysavel das casas (soltera)

Rosa da Yglesia (nuera de Juan Martinez)

Isavel de outumuro (nuera de Miguel pascual)

Clara doniz (mujer de Santiago Dom.ez)

Fran.ca  doniz (hixa de Estevan)

Ana maria das Casas (nuera de Maria ca…)

Ysavel da carreira (mujerde Juan fernandez)

Lucía da Yglesia (hija de Antonio)

Josepha doniz (mujer de Juan fernandez)

Benita de Barros (hija de Ibona da Yglesia)

Isavel garrido (nuera de Joseph Outumuro)

Ana das Casas (Viuda)

Maria da Yglesia (hija de Isabel das Casas)

Josepha Pasql. (Nuera de carlos martinez)

Francisca das Casas (mujer de Pedro Borrajo)

Barbara outumuro (hija de Rosalía das casas)

Andrea Gonzalez (mujerde Juan de Outumuro)

Ysavel seara (hija de Joseph)

Polina seara (hija de Joseph)

Agustina de la Ygla. (nuera de Juan de outumuro)

Magdalena rrodriguez (madrasta de Pedro outumuro)

Josepha de san pedro (nuera de Juan Antonio da Yglesia)

Birxida da Veiga (hija de miguel)

Agustina de maside (hija de Manuel)

Ysavel de la Yglesia (cuñada de Joseph doniz).


VERSIÓN EN CASTELLANO

Nota. Este artículo aparece publicado más arriba en su versión original en gallego

Las tejedoras de Parderrubias. Por Avelino Sierra Fernández

Algunos de los que ya nos quedan pocas canas que peinar aun recordamos con cariño, admiración y nostalgia, entre otras vecinas, a Pepa de la Manadela, a la tía Angela de la Carreira, a Sara del Elpidio o a las hermanas Pepa y María Outumuro de Barrio con los pies en las “premedeiras” de sus rústicos telares y con sus manos en la lanzadera, tejiendo con monótono pero acompasado sonido de los peines la trama de un asombroso lienzo de lino o estopa o de una colorida colcha de lino y lana. Fueron las últimas tejedoras que quedaban en Parderrubias a comienzos de la década de los años 50.

En la actualidad, no existiendo ya necesidad de aquellos tejidos tradicionales ni de tan arcaica industria telar, las nuevas generaciones olvidaron los enredados procesos, las duras tareas y, en general, la cultura textil del lino de nuestros antepasados. Todo ello nos obliga a los que de alguna manera fuimos testigos de los últimos latidos de aquella historia a recordar tan honrosa tradición con el fin de mantenerla viva en la memoria colectiva como legado de nuestras raíces y ciernes de nuestra propia identidad.

A pesar de que carecemos de documentos que lo verifiquen, no hay nada que nos impida pensar que el origen del cultivo, hilado y tejido del lino en Parderrubias fue cronológicamente parejo al del resto de tierras ourensanas, siendo razonable por tanto situarlo, cuando menos, en la época romana. Otro tanto ocurre con las técnicas empleadas en su proceso, siendo éstas domésticas, manuales y semejantes a las de toda la comarca, sin que apenas cambiasen con el transcurrir del tiempo. Ejemplo de ello lo tenemos en las “fusaiolas” y “pondus” encontrados en el vecino castro de Castromao (cerca de Celanova).

El cultivo y la manufacturación del lino en Parderrubias se caracterizó desde siempre por tratarse de actividades desarrolladas individualmente por cada familia y por la falta de recursos económicos para su desarrollo y mejora, causas del inmovilismo casi absoluto en las técnicas de producción empleadas a lo largo de los siglos.

Hace 264 años, en 1752, había en Parderrubias 32  mujeres tejedoras con otros tantos talleres y telares. Diez de ellas vivían en A Iglesia (en A Aldea), lugar denominado ya así de aquella por estar en el entorno del antiguo oratorio dedicado al culto, que fue reemplazado en el año 1765 por la actual iglesia. Otras siete moraban en el lugar conocido como As Casas, que presumiblemente sería el actual Barrio. Las quince restantes residían en los otros asentamientos de la Parroquia (O Outeiro y Nigueiroá); se sabe también que catorce de ellas estaban casadas y una era viuda.

De todas las parroquias de aquella época, que en la actualidad conforman el Concello de A Merca, era Parderrubias la que más tejedoras tenía, seguida de A Mezquita con 17 y Vilar de Paio Muñiz con 13. Si consideramos los datos poblacionales que el Diccionario Estadístico de Pascual Madoz le atribuye a Parderrubias en 1846 (67 casas y 234 personas), debía corresponder un telar por cada dos casas.

Las 32 tejedoras eran independientes, con su propio taller en casa equipado con su telar, aunque en alguna casa podría haber dos. Tejían para cubrir las necesidades de vestimenta y ajuar de la propia familia y del entorno inmediato, si fuese el caso, siendo posible que algunas de ellas produjeran también para la venta, tal como nos sugiere la existencia de dos mercaderes (Antonio Seara y Rosendo Fernández) que con tres “machos” recorrían las aldeas “con el trato y comercio que manexan de Paños pardos y Baietas…”, obteniendo la friolera cuantía de “cinco mil reales de vellón de utilidad y ganancia a el año”. También es factible que acudieran con sus productos a la “feira” mensual de A Merca el 26 de cada mes, pues tal era la costumbre en otras zonas con “feira” como Allariz o Xinzo.

Regularmente, solo trabajaban en el telar 5 o 6 meses al año, a partir de junio o julio, cuando ya tenían preparados los ovillos, pues cabe señalar que el proceso del lino consistía en 16 tareas muy laboriosas. Comenzaba con la siembra entre abril y mayo, produciéndose la recogida entre julio y agosto. Durante los meses de otoño se llevaba a cabo un gran número de faenas para transformar el lino bruto en finos manojos listos para hilar (ripiado, enriado, secado, machacado, espadado, tascado y asedado). Todo el invierno era dedicado al hilado con la rueca y el huso, y entre abril y mayo tenía lugar el enmadejado, blanqueado y devanado del hilo para llevarlo al telar entre junio y julio, en donde se procedía al encanillado, urdido y tejido. Cada telar podía llegar a tejer en un día entre 3 y 5 varas de lienzo (vara = 0,8359 metros). El rendimiento económico de cada tejedora era muy escaso, por tratarse de un trabajo básicamente doméstico, oscilando en torno a los 40 reales de vellón anuales, según señala Antonio Martínez, vecino de Parderrubias y Perito en los interrogatorios del Catastro de Ensenada relativos al Coto de Sobrado do Bispo, al cual pertenecía Parderrubias.

Merced a las certificaciones requeridas en el año 1752 al entonces Abad de Parderrubias Don Juan Pérez por la Intendencia del Reino, durante el proceso de la investigación fiscal promulgada por Zenón Somodevilla, conocemos los diezmos de lino percibidos en aquel tiempo por la Parroquia de Santa Olaia, lo cual nos permite deducir la superficie cultivada y la producción total en toda la parroquia. Los feligreses de Parderrubias pagaban los diezmos de lino en “afusais”. Un “afusai” era un atado de “estrigas”, es decir, un manojo de lino rastrillado y asedado, listo para sujetarlo en la rueca e hilarlo. El número de “estrigas” de un “afusal” variaba de unos lugares a otros, pero en Parderrubias era de 36:

“…cada ferrado de heredad de Regadio, primera calidad, produze seis afusales embruto de a diezyocho pares de estrigas cada uno…”.

Según las actas fundamentadas en las citadas certificaciones, el Abad de Parderrubias percibía de sus feligreses 55 “afusais” de lino por año en concepto de diezmos:

“…el Abad y cura de par de rrubias que lo es actual don Juan perez percive de trigo diez y ocho anegas – de centeno cinquenta – de vino diez y seis moios – de mijo maíz sesenta y cinco fanegas – de mijo menudo seis – de Cevada seis ferrados de cantudos o pedrones quinze de abas siete ferrados de Lino cinquenta y cinco afusales de Castañas veinte y cinco anegas de Garvanzos un ferrado…”.

Esta cantidad de 55 “afusais” satisfecha en concepto de diezmos por los parroquianos suponía solamente la décima parte de la producción, lo que nos lleva a concluir que la cosecha anual en la Parroquia alcanzaría los 550 “afusais” como mínimo. Si tenemos en cuenta, tal como consta en la primera cita, que cada “ferrado” de tierra de regadío producía seis “afusais” y el de secano cuatro (una media de cinco afusais por ferrado), es fácil deducir que la superficie cultivada era, cuanto menos, de 110 “ferrados”, es decir, 69.175 metros cuadrados o unas 692 áreas, lo que equivale a la extensión de unos 15 campos de fútbol reglamentarios actuales. Parderrubias, que hace algo más de un cuarto de milenio (en el año 1750) era, de todas las parroquias que actualmente conforman el Concello de A Merca, la primera productora de maíz gordo, maíz menudo (mijo) y vino, y la tercera en trigo y castañas, era también la que más lino cultivaba en toda la municipalidad, en consonancia con su manufacturación que también era la más grande, seguida a distancia por Vilar de Paio Muñiz y Pereira de Montes. En comparación con otros cultivos, la superficie dedicada al cultivo del lino en Parderrubias rondaba el 13,5% de la del maíz (812 “ferrados”) o el 17,5% de la del centeno (625 “ferrados”) y el 48,8% de la destinada al trigo (225 “ferrados).

Por lo que respecta a la linaza (semilla del lino), el rendimiento, con ligeras fluctuaciones según el estercado, la calidad de la tierra, el riego, etc., era escaso, no sobrepasando los dos ferrados de grano sembrado (28 litros) por cada “ferrado” de superficie cultivada (628,86 metros cuadrados). Un “ferrado” o “tega” de linaza (13,88 litros) tenía en las parroquias de los alrededores un valor de 5,5 reales de vellón, pero en Parderrubias costaba 7, quizás porque siendo el área de mayor producción, contaría también con la mejor semilla, tal como sucedería tiempos después con las patatas de A Limia.

Pero la historia del lino en Parderrubias no se limita solamente a la época abordada, sino que la tradición, que venía ya de tiempos remotos, se continuó manteniendo con igual o mayor intensidad a lo largo de los dos siguientes siglos. Durante la segunda mitad del siglo XVIII se mantuvo al mismo nivel, pero a finales de ese siglo y comienzos del siguiente la producción debió aumentar ligeramente con la mejora de algunos aperos como los tornos de hilar, que en algunas casas sustituyeron al huso. El Diccionario Estadístico de Sebastián Miñano (1827), referiéndose a toda la jurisdicción, afirma:

“… produce  lino… hay telares de lienzos ordinarios que fabrican las mugeres (sic) y no hay casa donde no haya uno o dos”.

El Diccionario Estadístico de Pascual Madoz (1846-1850) continúa considerando al lino como uno de los principales cultivos de Parderrubias, y refiriéndose a toda la municipalidad, afirma:

“…hay muchos telares de lienzo ordinario, pues apenas hay casa donde no exista uno o dos de esta clase”.

En la segunda mitad del siglo XIX comenzó a decrecer en toda Galicia la manufacturación tradicional como consecuencia de la introducción del algodón y de los paños leoneses llegados a través de la venta ambulante de los arrieros maragatos, pero en Parderrubias los telares siguieron funcionando sin interrupción. Incluso en la primera mitad del siglo XX, episodios recesivos como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) o la Guerra Civil Española (1936-1939), propiciaron un repunte en la producción. Sin embargo, a partir de la posguerra fue desfalleciendo también en Parderrubias y a partir del ecuador del siglo la Revolución Industrial, con la aparición de las fibras sintéticas con medidas geométricas, diversidad de colores, tallas variadas y precios asequibles, acabó desplazando al lino, quedando el cultivo y las técnicas tradicionales de su proceso reducidos al oficio de algunas pocas tejedoras de avanzada edad, tal como apuntábamos al principio del artículo.

En la actualidad, año 16 del tercer milenio, de toda esta historia solamente nos quedan recuerdos y “morriña”. Todo fue cambiando, desapareciendo. Cambiaron las aldeas, se renovaron los pobladores, se perdieron las costumbres. El tiempo llevó consigo al lino, a la rueca, al huso, al telar… y, con ellos, el arte y la maña de las habilidosas hiladoras y tejedoras, arrastrando con ellas al fondo del olvido los usos y las costumbres de una secular tradición, dejándonos tan solo una esquirla de “morriña” en alguna crónica o en algún museo etnográfico particular que sería oportuno hacer público. Exigua reserva de una cultura material, popular y tradicional propia, caída en la desmemoria.

El trabajo de las hiladoras y tejedoras de Parderrubias, en un recorrido de subsistencia, en muchos casos límite, fue de capital importancia para el devenir de sus familias. Implicadas principalmente en las arduas tareas del campo, en cuidar el ganado menudo, pastorear el vacuno, cultivar las tierras y los montes, y llevar a cabo los restantes quehaceres domésticos, estas amas de casa empleaban cualquier descanso, mientras les quedara aliento, aunque fuese de noche, en la tareas del hilado, calceta y tejido para cubrir la demanda familiar o completar los recursos mínimos que garantizasen su supervivencia. Sin pretenderlo, su figura, como artesanas creativas independientes, tuvo su influencia y relevancia en la propia cultura local. Valgan estas líneas como un pequeño reconocimiento a su arduo y artesanal labor, como reivindicación de un protagonismo históricamente ignorado y como humilde homenaje póstumo a todas ellas de quien durmió en sábanas de estopa en su infancia.

Termino con la relación de nombres de las 32 tejedoras de Parderrubias en el año 1752, transcritos con la misma grafía que consta en los documentos:

Benita das Casas (hixa de Jacobo)

Maria das casas (hija de Pedro)

Manuela de la Yglesia (nuera de Antonio de san pedro)

Antonia de san pedro (hixa de Josepha grande)

Ysavel de la Yglesia (hija de Ambrosio)

Ysavel das Casas (hermana de Domingos)

Josepha das Casas (hermana de Domingo)

Ysavel das casas (soltera)

Rosa da Yglesia (nuera de Juan Martinez)

Isavel de outumuro (nuera de Miguel pascual)

Clara doniz (mujer de Santiago Dom.ez)

Fran.ca  doniz (hixa de Estevan)

Ana maria das Casas (nuera de Maria ca…)

Ysavel da carreira (mujerde Juan fernandez)

Lucía da Yglesia (hija de Antonio)

Josepha doniz (mujer de Juan fernandez)

Benita de Barros (hija de Ibona da Yglesia)

Isavel garrido (nuera de Joseph Outumuro)

Ana das Casas (Viuda)

Maria da Yglesia (hija de Isabel das Casas)

Josepha Pasql. (Nuera de carlos martinez)

Francisca das Casas (mujer de Pedro Borrajo)

Barbara outumuro (hija de Rosalía das casas)

Andrea Gonzalez (mujerde Juan de Outumuro)

Ysavel seara (hija de Joseph)

Polina seara (hija de Joseph)

Agustina de la Ygla. (nuera de Juan de outumuro)

Magdalena rrodriguez (madrasta de Pedro outumuro)

Josepha de san pedro (nuera de Juan Antonio da Yglesia)

Birxida da Veiga (hija de miguel)

Agustina de maside (hija de Manuel)

Ysavel de la Yglesia (cuñada de Joseph doniz).

 

 

 

 

Reuniones («xuntanzas») solidarias de los vecinos de Parderrubias

Reuniones («xuntanzas») solidarias de los vecinos de Parderrubias

Por José Manuel Justo Grande

La vida cotidiana en pequeños núcleos rurales, como es el caso de Parderrubias, se caracteriza a lo largo del año por diferentes actividades grupales, tanto lúdicas como laborales, así como por una gran variedad de actos solidarios entre vecinos.

En este artículo, José Manuel Justo Grande describe, rescatando del olvido, algunas de estas actividades que, como consecuencia del progreso, prácticamente han desaparecido o se llevan a cabo de manera muy distinta a como las hemos vivido en nuestra infancia. Documentos como este sirven para preservar la memoria colectiva de nuestro pueblo cargada de tradiciones y que, por responsabilidad, debemos encargarnos de salvaguardar y dar a conocer a las generaciones venideras.

Muchas gracias, José Manuel, por este magnífico aporte.

Juan Carlos Sierra Freire


Si “unión” es la acción y efecto de “unir” o “unirse”, en nuestra parroquia de Parderrubias este acto ha tenido (y tiene) lugar en múltiples ocasiones, tanto a nivel laboral como psicosocial, apreciándose una actitud de solidaridad, ayuda y empatía hacia los demás. Sin menoscabo de los actos que suponen una unión festiva o de celebración, caso de las fiestas patronales del Corpus Christi, capítulo análogo merecerían las fiestas de Santa Eulalia y de San Antonio, que siguen teniendo gran tradición religiosa en nuestra parroquia.

“Eulalia” combina los términos de origen griego “eu”, que significa bien, propicio o favorable, y “lalia” o “laléo”, que significa “hablar”, por lo que combinándolos, Eulalia («Olaia») se traduciría en “bien hablada”, “elocuente” y “convincente”, motivos más que suficientes para sentirse orgullosos de nuestra Patrona y de su conmemoración el 10 de diciembre; aunque más multitudinaria en el pasado, en la actualidad se sigue manteniendo su tradición en forma de Novena.

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Baile popular en el primer tercio del siglo XX. Probablemente se trate de la Festividad de la Patrona Santa Eulalia. Fotografia de Manuel Garrido, cedida por Xulio Outumuro

Por su parte, la festividad de San Antonio llegó a celebrarse durante muchos años, con más efusión en Nigueiroá si cabe, pueblo que siempre destacó por su unión con el resto de la parroquia, la cual continúa con tanta intensidad o más en nuestros días. Y ello, pese a la distancia, que antiguamente era muy significativa, pero que nunca fue óbice para que sus vecinos cruzasen A Fonteiriña para acercarse a concelebrar los actos que tenían lugar en otros lugares de la parroquia, hecho que continúa hoy en día. Nigueiroá celebraba el San Antonio, siempre de forma multitudinaria a principios de septiembre.

San Antonio venerado en Nigueiroá

Otro acto de unión, relación y armonía entre los vecinos, arraigado en la época actual, es el Magosto, jornada magistralmente organizada por la Comisión de Montes del pueblo con la colaboración de los vecinos, que tiene lugar todos los meses de noviembre, por San Martiño, en donde todos los vecinos, tanto jóvenes como veteranos, pasan un buen rato de confraternización.

Una vez hecha una breve alusión a este tipo de “uniones” religioso-festivas, quisiera referirme a otro tipo de reuniones de vecinos, menos numerosas, dado que no suponían actos necesariamente festivos, pero que mostraban el carácter solidario que implicaban muchos de los trabajos y acciones que se realizaban con gran esfuerzo debido a las limitaciones técnicas de la época. Se trata de actividades que difícilmente se podrían llevar a cabo de forma individual, necesitando de la colaboración de un buen número de vecinos. Me refiero a faenas como la matanza y ciertas labores agrícolas como la “rega” o la “malla”.

La «matanza»

Trabajo solidario, casi convertido en fiesta con la que terminaba el año o comenzaba el nuevo, pues se requerían temperaturas muy bajas para el tratamiento de la carne y de sus derivados, dado que no existían medios de congelado como los actuales. Trabajo ingente y fundamental el llevado a cabo por las mujeres en el preparado de la matanza, que iba desde comprar el “fío” y el “pemento” (este siempre de buena calidad para que no se estropeara la “chourizada”) hasta picar cebolla, ajo, “cabazo”, preparar las tripas y un sinfín de pequeños trabajos que requería tal evento. El acto de la matanza en sí correspondía tradicionalmente a los hombres, que “cogían” o “agarraban” al cerdo para sacrificarlo, lavarlo, abrirlo y colgarlo, operaciones que habitualmente iban precedidas de ladegustación de unas copas de aguardiente o de licor café acompañadas por galletas o bica. La labor masculina solía terminar al día siguiente con la “desfeita”, eso sí, previa copiosa comida que, como no podía ser de otra manera era elaborada por las mujeres de la casa o sus ayudantes. La labor de la mujer continuaba con el lavado de las tripas y el picado de la carne. La “desfeita do porco”, al día siguiente, el cual había quedado colgado en una bodega o local de planta baja, a bajas temperaturas, suponía separar las carnes y seleccionarlas para hacer chorizos, salar, etc. La carne se iba cortando al gusto de cada familia, quedando casi siempre disponibles para esos días unas “frebas” que se freían. Se separaba el famoso y sabroso “lombelo”, que en más de una ocasión, junto a otras partes sabrosas del animal, iban a parar a la despensa del párroco, quien no solía despreciar el “presente”, hecho que aunque sin norma escrita, solía ser casi de obligado cumplimiento. La matanza constituía una labor de mucho trabajo, pero efectuada con sumo gusto, pues suponía en aquellos tiempos una fuente de alimentación para el resto del año. De hecho, las familias, además de por el número de miembros que las componían, también medían su nivel de vida y su capacidad económica por el número de “marraus” que mataban.

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«A matanza». Fotografía de Virxilio Viéitez. Tomada de http://mas.farodevigo.es/galeria/galeria.php?galeria=224&foto=3204&orden=1

Muchas labores agrícolas como arar, “sachar”, “rendar o millo”, “rendar as patacas”, la “arranca”, la vendimia, sacar “esterco”, dar sulfato, “rozar toxos”, recoger “estrume”, etc. requerían habitualmente de la alianza de varios vecinos para su ejecución. Eran trabajos solidarios entre familias y entre vecinos, con el fin de hacerlos más llevaderos, suponiendo siempre un acto de solidaridad, aunque en ciertos momentos, por el esfuerzo, se producían discusiones por opiniones, roces y, llegado el caso, hasta enfados, que podían alargarse en el tiempo o a casi toda la vida. Alguno de estos enfados más intensos y de larga duración requerían de la intervención de un “mediador”, a veces un familiar, que trataba de terciar y poner fin al conflicto, dado que los litigantes o sus familiares, e incluso los vecinos, lo consideraban persona capaz para dictar laudo arbitral, aunque en ocasiones para su desconsuelo no era cumplido por las partes.

La “rega

Nuestra parroquia nunca fue muy abundante en agua, pero el respeto por parte de todos hacia unas determinadas normas, algunas no escritas, hacía que, salvo conflictos mayores -que llegó a haberlos-, se hiciese un aprovechamiento adecuado de un bien tan preciado para el riego de las tierras, que producían mayoritariamente maíz o patatas, y de los prados. Se publicaba una especie de “bando”, escrito en un papel corriente, expuesto en alguna puerta cerca de la iglesia, lugar de asistencia habitual, y a veces obligatoria, en el que todos los domingos se reencontraban todos los vecinos. En este documento se fijaba la hora de comienzo de los trabajos de limpieza del “rego”, actividad a la que al menos debía asistir un miembro de cada familia, con la finalidad de limpiarlo en todo su recorrido y así evitar fugas de agua. El “Tribunal Popular” que trabajaba en la limpieza del “rego” juzgaba, a la vez que lo limpiaba, a las personas que llegaban tarde, no acudían o su presencia no era proporcional a los miembros de la familia y a la extensión de tierras que tenían. Esta sentencia, naturalmente, sólo era verbal, pero siempre estaba presente aquello de “canto máis teñen, menos veñen” o “si todos facemos o mesmo, a auga non chega ó sitio”. Siempre se escapaba algún taco y alguna frase ajusticiadora dirigida al infractor o no colaborador. Obviamente, si la relación del “juzgador” con el “juzgado” no era buena, la sentencia era inapelable y muchas veces ratificada por más de uno. En algún caso suponía un “alto en los trabajos” para fumarse un cigarro y determinar el final del “juicio”.

Para el riego, se seguía una “tanda”, documento escrito, conservado por algunos, que suponía el reparto del agua, en proporción con la cantidad de tierra que se poseía. Se hablaba de “tanda boa e tanda mala”, dependiendo de las horas a las que correspondía el riego;  la “buena hora” era cuando hacía fresco y la “mala hora” era la de la siesta, que exigía soportar los rigores del calor, o la de la noche, asociada al rocío y a la falta de visibilidad. Para regar, previamente se hacían las “leiras”, que eran surcos por los cuales se direccionaba al agua. Eran de gran valía, sobre todo por la noche cuando apenas se veía, permitiendo de este modo aprovechar el agua, que en algún momento era insuficiente, teniendo que esperar a otra “tanda” para poder regar la parte del terreno que quedaba seco. Esta era una actividad que no necesitaba de mucha gente, normalmente se hacía a nivel familiar, pero sí gran destreza para aprovechar el agua y no desperdiciarla. Por la noche, alguna de las personas llevaba en la mano un farol de gas, para iluminar el “rego” y poder hacer que el agua corriese y llegase convenientemente a la cosecha. Este trabajo requería de bastante tiempo, suponía un gran esfuerzo físico y, a veces, el relevo de personas para poder comer un “taco”, reponer fuerzas y poder continuar. A la hora exacta del relevo, y a la hora de “cortar el agua” para cedérsela al vecino correspondiente, si este no era puntual o el que la dejaba lo hacía de forma incorrecta o tardía (aunque a veces fuese cuestión de unos escasos minutos) se producía un alegato de palabras y frases, que en la mayoría de las ocasiones se ceñían al momento de la “rega”, pero que a veces se empleaban para otros “recordatorios” en otras circunstancias de la vida cotidiana.

La “malla”

Se trata del trabajo de esfuerzo físico y solidario por excelencia, que implicaba la colaboración de prácticamente todos los miembros de la familia, no sólo en la de uno, sino también en la de los demás. La colaboración con los demás vecinos era la recompensa por parte de estos a la «malla» de uno. Las labores comenzaban con la “sega” del trigo o del centeno, labor ardua en sí, dadas las altas temperaturas alcanzadas en esa época del año, labores que en su momento suponían cierta “tensión laboral”, ya que si en ese momento llovía copiosamente como consecuencia de alguna tormenta se iba al traste parte de la cosecha que se humedecería y se pudriría. Algunos se encargaban de hacer las “medas” en las que se amontonaba la paja segada con el grano en el propio terreno, hasta finalizar la “seitura” en todas las tierras sembradas, al tiempo que se colaboraba con la de algún vecino, especialmente si este se encontraba solo o en ese año había sufrido alguna pérdida familiar significativa que mermaba la capacidad de trabajo de esa familia. Luego se “carrexaba” en carros tirados por vacas y ya más tarde con la mecanización del campo se hacía con tractores, transportando el grano hasta la “aira de mallar”, que era una especie de campo, normalmente llano y aireado, en el que se depositaba la cosecha, esperando la llegada de los “malladeiros” que recorrían los pueblos de la comarca con la máquina de “mallar y la máquina de “erguer”. Cada vecino tenía reservada su propia “aira de mallar”, habitualmente la misma todos los años, y así se conocía la “aira de… tal persona”, normalmente el cabeza de familia.

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«A malla». Fotografía de Virxilio Viéitez. Tomada de http://mas.farodevigo.es/galeria/galeria.php?galeria=224&foto=3204&orden=1

Comenzaban las mallas, y los niños ayudados de alguna otra persona bajaban los “mollos” de la “meda”, tarea que suponía un menor esfuerzo físico, por lo que los más pequeños eran candidatos a ella, que tal como ocurre actualmente no hacían trabajos impropios de su edad, sino que colaboraban en los trabajos que posteriormente les darían de comer a ellos y a sus padres. Cogían los “mollos” y los colocaban encima de la máquina de “mallar”, la cual separaba la “palla”, que a la postre tendría muchas aplicaciones a lo largo del año, del grano, que posteriormente había que “erguelo” con la máquina de “erguer”, trabajo que hacía el “erguedeiro”, separando el polvo, la paja y las impurezas del dorado grano. Las mujeres solían recoger la “palla” que salía de la máquina, una vez separado el grano, mientras que los hombres con un “vincallo” la ataban, surgiendo en ciertas ocasiones la picaresca al producirse el “arrimado” entre las mujeres que ponían la “palla” cerca del “vincallo” del hombre, lo cual implicaba cierto acercamiento físico para que no se deshiciese el “mollo”, pues se trataba de un trabajo casi en cadena, de lo contrario se entorpecía el mismo. Tras la “erga” se transportaban para la casa los sacos de grano depositándolos en las “arcas”, para conservarlo e ir consumiéndolo a lo largo del año. El esfuerzo físico exigido por estos trabajos requería a veces de un alto en el camino para tomar unas sardinas en conserva con pan y un buen trago de vino, por supuesto bebiendo todos de la misma “xarra”, lo mismo que hacían las mujeres con el agua, compartiendo la misma “xarra”, en el mejor de los casos, o el mismo “caldeiro”, que se traía de casa dada la falta de agua en la “aira”. El hecho de terminar el tiempo de las “mallas”, que no suponía ni mucho menos el fin de los trabajos agrícolas, significaba un cierto alivio, ya que la recogida del grano suponía tener parte del alimento del año a buen recaudo.

A “escasulla”

La “escasulla” consistía en “espigar o millo”, separando el “casullo” de la espiga, trabajo considerado de menor esfuerzo físico. Se llevaba a cabo en algún espacio de la casa, a cubierto, y solía hacerse por las noches, una vez terminados los trabajos domésticos. Normalmente se realizaba sentado y su ejecución solía ir acompañado de muchos “chascarrillos”, alguna “frase un poco impropia” y mucha picaresca, que normalmente tenía como objetivo a las mozas casaderas que se encontraban haciendo el trabajo.

Otros trabajos

Otros trabajos con tradición en la parroquia que requerían de la unión y colaboración de los vecinos eran la poda, tanto de árboles frutales como de las viñas -en épocas pasadas, a los árboles ornamentales se les prestaba menos atención-, la “recollida do millo”, la “fornada”, hacer el jabón, etc. Se realizaban también trabajos individuales, pero al mismo tiempo solidarios, como “crabuñar a guadaña”, “afiar os coitelos”, “trallar a madeira”, “arranxar un arado” y otros muchos, realizados por vecinos con una cierta destreza personal, tanto a la hora de aprenderlos como a la de ejecutarlos, y que ponían a disposición de los demás.

Con esta exposición he pretendido recordar algo de la historia de nuestro pueblo, pueblo que sin duda es rico en actos solidarios y lúdicos.

Magosto en Parderrubias: exaltación de las castañas

Magosto en Parderrubias: exaltación de las castañas

Por Juan Carlos Sierra Freire

 

Once de noviembre. Ourense honra a San Martiño. El día de San Martiño aparece en el calendario asociado a la llegada del frío y al inicio de la época de las matanzas de cerdo (“A todo porco lle chega o seu San Martiño”).  Pero, sobre todo, San Martiño significa magosto o exaltación de la castaña, una de las fiestas tradicionales más populares de toda la provincia ourensana. El refranero gallego así lo acredita: “Polo San Martiño, castañas e viño” y “Castañas, noces e viño son a ledicia de San Martiño”. En el magosto se asan castañas, se degusta el vino nuevo, se comen chorizos. Y todo ello, a ser posible, al aire libre, en el monte. El magosto es sinónimo de hogueras en el monte, alrededor de las cuales se reúnen los amigos. Los montes de Ourense se llenan de fuegos mágicos que delatan la preparación de purificadoras brasas que servirán de lecho a los aquenios que posteriormente serán degustados tanto por vivos como por muertos. Porque el magosto es mágico, el magosto se impregna de tradiciones ancestrales de los celtas, en las que ambos mundos interactúan, el nuestro y el de los que se han ido, pero vuelven.

Su origen se remonta, como otras muchas tradiciones de Galicia, a la Cultura Celta. Los celtas no tenían grandes templos y muchas de sus ceremonias tenían lugar en el monte. El magosto se hace en el monte. A principios de noviembre, con la fiesta de  Samaín, se celebraba el fin de las cosechas, inaugurándose oficialmente el invierno, el inicio de la época oscura, la apertura del año nuevo y la intercomunicación entre el mundo de los vivos y el de los muertos. En Samaín, el 1 de noviembre, los celtas encendían el primer fuego, el origen de todos los fuegos. Las castañas se asaban sobre una gran hoguera visible desde todos los puntos (Mandianes, 2006). Como ocurrió con otras muchas fiestas paganas, la celebración del magosto acabó cristianizándose con la festividad de Todos los Santos (1 de noviembre) o la de San Martiño (11 de noviembre). Por ello, ambas jornadas son días de magostos. En Ourense, probablemente debido a que las castañas tardan más tiempo en secarse que en otros lugares de Galicia, el día del magosto por excelencia es el día de San Martiño.

El magosto requiere de dos elementos indispensables: fuego y castañas. El uso de las castañas como alimento básico de supervivencia se remonta al Paleolítico, pero serán los romanos quienes se encarguen de generalizar su consumo entre la población gallega y, por tanto, la propagación de las plantaciones de castaños, especialmente por todo el interior de Galicia. Sin duda, una de las estampas más bellas de la provincia de Ourense la dibujan sus “soutos”: bosques de castaños. Todo pueblo, toda aldea, del interior de Galicia tiene su “souto”. Bien dice el refrán que “Polo San Martiño vai ver o teu soutiño”. En Parderrubias no podía ser menos, aunque algunos hayan ya desaparecido, como el que se ubicaba entre los pueblos de Barrio y O Outeiro a principios del siglo pasado, y que llegó a acoger maniobras militares y misas de campaña, La tradición dice que cuando un “souto” está al lado de un camino, las castañas que a él caen, no se recogen, son de los pobres y los peregrinos.

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La castaña está presente en Galicia desde hace miles y miles de años, aunque serán los romanos los que extienden su cultivo. A partir del siglo XVIII, la patata y el maíz traídos de América hacen que la castaña pierda parte de su relevancia en la alimentación de los gallegos. El magosto trata de reivindicar ese protagonismo perdido.

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El término “magosto” probablemente tenga su origen en el vocablo Magnus Ustus (gran fuego) o tal vez Magnum Ustum (carácter mágico del fuego). Básicamente, el magosto consiste en encender una gran hoguera, a ser posible perceptible desde cualquier punto del entorno, que permita obtener una buena cantidad de brasas sobre las que se puedan asar, las costillas de cerdo, los chorizos y las castañas, y todo ello regado con el vino nuevo que semanas atrás ya dejó de fermentar. A todo esto se unen los cuentos, las leyendas, las risas, los cánticos y la música. ¿Quién no entonó al ocaso de las castañas asadas y el vino, y ya degustando la purificadora queimada, aquello de “vivir en Ourense qué bonito é, andar de parrando e dormir de pé” o un “ai Pepiño adiós, ai Pepiño adiós, ai Pepiño, por Dios non te vaías”? Las castañas deben pincharse antes de ser colocadas sobre las brasas, aunque siempre alguna acabará explotando en la cara de quien las remueve, hecho que obviamente es celebrado de forma efusiva por el resto de comensales.

Magosto de 1979
Magosto de 1979
Magosto de 1982
Magosto de 1982

Es habitual que una vez degustadas las castañas, los comensales se tiznen las caras unos a otros, canten, bailen y salten sobre el fuego. No faltan supersticiones relacionadas con la celebración, especialmente relativas al carácter sagrado del fuego: no se puede escupir sobre él, no se puede echar ningún resto sobre él y no se puede, bajo ningún concepto, apagar el fuego, las brasas deberán apagarse solas, pues las ánimas las necesitarán esa noche para calentarse. Es costumbre también dejar algunas castañas entre las brasas para alimento de los espíritus. ¿Y las que nos comemos? Por cada castaña que nos comemos liberamos un alma del purgatorio.

Magosto de 1980
Magosto de 1980

En Parderrubias, al igual que en muchas parroquias cercanas, e independientemente de las celebraciones particulares -es habitual que en cada casa se hagan magostos familiares en la “lareira” a lo largo de todo el mes de noviembre-, desde hace más de dos décadas se viene celebrando un magosto popular que reúne a todos los vecinos de la Parroquia en torno a las castañas. El sábado más próximo a San Martiño todos aquellos que tienen vinculación con la Parroquia se congregan para dar culto a las castañas y al fuego. La churrascada, a base de costillas y chorizos, da paso a las castañas asadas, todo ello regado con vino de la nueva cosecha. Una queimada purificadora y protectora contra maleficios y malos espíritus clausura el banquete. En una primera época, el evento tenía lugar al anochecer y se celebraba en A Carretera. Posteriormente, pasó a hacerse en el pueblo de A Iglesia y, finalmente, debido al elevado número de asistentes volvió a la Carretera, teniendo lugar a mediodía y alargándose hasta bien entrado el anochecer.

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Queimada en el Magosto de 2012

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En una época previa a esta celebración popular, allá por la década de los años 80, los jóvenes del pueblo ya nos reuníamos en el monte, al frío atardecer de noviembre, allá en O Trabazo, a celebrar el magosto, alargando la velada hasta bien entrada la noche, a la espera de que las últimas brasas diesen calor a aquellos espíritus con los que habíamos compartido las horas de una gélida noche.

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Magosto año 1982

Como epílogo a este texto de aprendiz de etnografía de magostos, cito textualmente al gran antropólogo ourensano Florentino Cuevillas:

Dirédesme que os follatos murchos das viñas son sinal da morte que o inverno trae consigo. Dirédesme que o magosto é o final do froito dos castiñeiros; e teredes razón; mais teredes que confesar que as viñas trocadas en xardín son ben belidas, e que as castañas se queiman entre risas e entre amores. Porque na nosa terra, astra a morte ten engado. E se non o credes, vinde ver a Galicia, no mes de San Martiño”  (Prosas Galegas, 1948).

Referencias

Mandianes, M. (2006). El origen del magosto. Recuperado de http://www.delmorrazo.com/tribuna/origen-del-magosto.html.