El 5 de octubre de 1930 nace en nuestra querida Parderrubias, don Aurelio Grande Fernández, Aurelio, en una familia de nueve hermanos. Cursa estudios en el Seminario de Ourense y en el año 1953 obtiene el Título de Licenciado en Historia Eclesiástica por la Universidad Gregoriana de Roma. Ese mismo año es ordenado sacerdote diocesano y comienza su labor como Profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Mayor de Orense, actividad que mantuvo durante cuarenta años, siendo recordado como un hombre alegre, muy conversador, que divagaba en sus clases hasta el punto de salirse completamente de su tema inicial. Le encantaba hablar, le encantaban las personas.

Aurelio era un hombre sencillo, pero que fue grande en su vida y que tocó la vida de las personas que estaban cerca de él. Su faceta más importante fue la de Delegado Diocesano de Misiones, cargo que llevó su nombre treinta y seis años (1965-2001).
Aurelio hizo una labor única en la Delegación de Misiones de Ourense. Su pasión por las Misiones y los misioneros, los viajes que hizo para conocer “in situ” su situación en diferentes países, su ilusión con la Misión Diocesana en Jipijapa (Ecuador) son pequeñas pinceladas de la grandeza interior de este hombre pequeño en su constitución pero enorme en su corazón.
Sin duda, su gran legado en Ourense fueron y son los Festivales de la Canción Misionera, en sus ediciones Infantil y Juvenil. A día de hoy son los únicos festivales que se mantienen en España en las dos ediciones con una alta participación. A raíz de su fallecimiento, la Delegación de Misiones de Ourense creó los premios “Aurelio Grande” a los misioneros de “aquí” y de “allá”, buscando reconocer la labor de nuestros religiosos y religiosas, laicos y organizaciones que viven en territorio de Misiones o colaboran arduamente para hacer un poco más feliz las vidas de otras personas.
Como Delegado de Misiones guiaba un grupo de jóvenes colaboradores y voluntarios de la Delegación para hacernos entender la labor misionera y la importancia de ayudar a nuestros misioneros allá donde estuviesen. Mantener contacto con ellos, hacerles sentir que estábamos a su disposición, que no estaban solos era algo en lo que Aurelio se empeñaba de forma especial.

Aurelio fallece el 29 de septiembre de 2001, y en nuestra Parroquia no se recuerdan precedentes de un entierro ni siquiera parecido. Todos queríamos despedirnos de él y darle nuestras más sinceras Gracias.
Podríamos citar muchos más cargos, títulos y logros académicos de Aurelio, como el de Canónigo de nuestra S. I. Catedral de Ourense, desde 1992, pero lo más importante y relevante de Aurelio era su corazón y su amor incondicional con todas aquellas personas que coincidían en su vida. Dejó un vacío enorme no solo en su familia, hermanos, sobrinos y bisobrinos. En la Delegación aún huele a Aurelio, y en Jipi Japa, y en tantos y tantos lugares por donde pasó.
Buen Sacerdote, buen hermano, buen hijo, buen delegado, buen vecino, BUEN AMIGO! Sin duda, don Aurelio es un ejemplo a seguir para todos los vecinos de esta pequeña Parroquia, a la que él siempre, allá a donde iba, por lejos que fuese, nombraba con orgullo:
“EU SON DE PARDERRUBIAS”.
Gracias Aurelio.
